jueves, 30 de diciembre de 2010

Anuario 2010 (dizque)


Anuario por aquí, anuario por allá. En las secciones de espectáculos, deportivas y de política en radio, televisión y periódicos. Lo de estos días es hacer un recuento de lo más importante que sucedió a lo largo de éste 2010. Yo no me quedaré atrás, y aunque sé que ustedes ya están hasta el gorro de estas cosas, me vale, es mi blog y yo hago lo que quiera. Jajaja-jejeje-jijiji- jojojo-jujuju.

El 2010 fue un año movidito, que ni duda. Gente importante murió. Gente no importante también. Podría perder mi tiempo, y de paso hacérselo perder a ustedes, rememorando los grandes acontecimientos que a nivel nacional, y mundial, marcaron el final de la primera década del siglo XXI. Pero mejor les cuento lo que el ahora año viejo me trajo.

Mi año empezó tempranamente. No habían pasado ni 5 días de inaugurado el 2010 y mi hermana se volteó en un coche, el cual quedó destrozado pero a ella, milagrosamente no le pasó nada. Después de algo así, lo demás sería ganancia, y cómo no, si hubo varios encuentros que siempre consideré poco menos que imposible. El 2010 quedará marcado en mi vida como el año en el que vi en concierto a Sir Paul McCartney en el Foro Sol y además, pude estar más cerca que nunca de las reliquias insignes de Don Bosco, santo italiano que desde mi juventud acompaña mis pasos. Viví muchas aventuras, pero la envidia me corroe al aceptar que la mejor de todas la vivieron mis primos, cuando conocieron a un presunto narco en un barcillo de Catemaco.

La maldita violencia sangró cada uno de estos meses. Sigo esperando que todos esos mequetrefes y malditos animales mal nacidos tarde o temprano paguen por todas las atrocidades que cometen en nombre de nada. Aun así, celebramos el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana. Celebré a México, mi México, y a su gente, sus paisajes, su grandeza histórica. Deseo fervientemente que el 2011 sea mejor, nuestra patria se lo merece.

En el área deportiva, por primera vez asistí a una función de Lucha Libre. Hubo además un Campeonato Mundial de futbol en Sudáfrica, y a la distancia sufrí y goce con las peripecias de la Selección Mexicana en tierras africanas. Futbolísticamente también resentí que Federico Vilar, jugador emblemático del equipo de mis amores, se marchara del Atlante después de años de defender sus colores.

Regresé a Tepoztlán y vencí a un fantasma del pasado que no me dejaba en paz. En Guadalajara conocí el imponente Hospicio Cabañas y cumplí mi sueño de ir a la Feria Internacional del Libro de esa ciudad, evento en el que tuve la oportunidad de saludar y tener una peculiar conversación con Xavier Velasco. Fue de los años en los que menos he escrito en mi blog, pero también hubo cosas importantes como el lanzamiento de 'Quiero ser escritor', una especie de ‘reality chou de superación personal’ para conseguir trabajo en la industria editorial. Me animé a postear mi novela corta 'Con Miedo al Tiempo (historia de una obsesión en primera, segunda y tercera persona', y aunque ni un pan le echaron, para mí fue importante darla a conocer.

Con esta entrada doy por concluido el año en El Incomprensible Mundo de Gabriel Revelo. Ignoro como pintará el próximo año, pero si me preguntan, lo deseo divertido, lleno de viajes, aventuras y salud. Intentaré seguir postergando la operación de muelas que me busqué a causa de morder mal una palomita de maíz. De ahí en fuera, todo es una interrogante, misma que a lo largo de los 12 meses que vienen se irá resolviendo y narrando aquí, en las líneas de los textos de éste blog, desde el cual nos leeremos ya hasta el 2011. Qué tengan un gran año nuevo y que vengan puras cosas buenas para ustedes.

sábado, 25 de diciembre de 2010

The Fucking Family, capítulo 6. La letanía mal cantada por el Fernando y el Rolando


Tras meses de ausencia, y por ser día de navidad, llega un capítulo más de ‘The Fucking Family’, mi propio reality show cuyo objetivo es mostrarle al mundo pasajes cotidianos de mi pintoresca familia. Muchos lo llamarán una burla de mal gusto, y saben, tienen razón.

En esta ocasión, el video está recién salidito del horno. Sucedió la noche de anoche, durante la cena de Noche Buena. Resultase ser que mi abuela, en aras de hacer que amemos la navidad, a muchos de los presentes nos obligó a cantar la tradicional pedida de posada. Lo malo fue que todos los que salieron a cantar al patio, fueron los que se sabían la letanía y estaban emocionados con el suceso, y los que estábamos dentro, ni estábamos ilusionados y no quisimos participar. Sólo mi padrino Fernando, que esa noche se sentía el corazón de la fiesta (y que es una mezcla de Don Ramón con Clavillazo con Tin Tan) y mi tío Rolando alias ‘El Rabanito’ que (auxiliado por mi prima Jesica) vino desde el Puerto de Veracruz a demostrar su conocimiento en canticos navideños.

Como están a punto de ver, ni Fernando ni Rolando dieron una al decir sus diálogos. Fernando incluso mandó a mi hermana al infierno, se sacó un moco y después me dijo que por grabarlo iba a salir en todas las partes del mundo (digo, mi blog es bueno, pero no tengo esos niveles de audiencia, aún).

Después de esta explicación, disfrutemos de éste bonito momento:



Y ya, así son mis navidades. Por eso me gustan.

Otros capítulos de la serie de Reality Show ‘The Fucking Family’, cuyo objetivo es mostrarle al mundo pasajes cotidianos de mi familia, son:

Capítulo 0. Ven a cantar, que ya llegó la Navidad
Capítulo 1. La abuela Mamá Eva bailando a media calle
Capítulo 2. El llanto del 'Mimi' en su programa del kínder
Capítulo 3. El romance de la Minerva y el Guasón corriente
Capítulo 4. Pablo entrevista a John David para su tarea de inglés
Capítulo 5. Los abuelos que no podían entrar a su casa, culpan injustamente a Cata, la criada

viernes, 24 de diciembre de 2010

Palabras para ti, en la mejor noche del año


‘A mi desde que era niña me enseñaron a amar la navidad. Yo quiero que cuando me muera ustedes recuerden con cariño estás fechas y se acuerden de su abuela’… la frasesita anterior la he escuchado unas 200 veces en mi vida, cada una de ellas, acompañadas por esa voz dramática-sufrida que sólo las abuelas son capaces de usar. Total, que estamos a unas horas de que esa noche llegue. Cuando era niño gordo no podía dormir desde días antes. Actualmente no me vuelvo loco por esta fecha, pero si la disfruto mucho. Tengo una gran familia y en cierta forma, estas fiestas son el pretexto ideal para festejarnos. Realmente ahí radica el encanto de nuestra navidad.

No sé cuánto tiempo nos duren mis abuelos. En cierta forma sé que cuando ellos se vayan las cosas no volverán a hacer las mismas. Esta noche, mientras brinde con una copa llena de sidra Santa Claus pediré porque esta no sea mi última Noche Buena, tal y como la conozco. Además brindaré por todos ustedes, quienes han tenido el infortunio de leer mis letras y siguen volviendo. Los considero mis amigos y por lo tanto, personas importantes en mi vida. Qué estas fiestas les resulten maravillosas, que rían, coman rico, abracen y quieran mucho. Sólo soy un simple bloguero al que le da por creerse escritor, pero que desea un mundo mejor, un futuro mejor para nuestro México. No se puede cambiar el mundo en un día, pero sí podemos poner nuestro granito de arena porque nuestro alrededor quede intacto a esa realidad lacerante.

Total, toda la palabrería anterior es para desearles una Feliz Navidad. Que Dios los bendiga no sólo esta noche, sino siempre.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Red Social


‘Una película ¿sobre Facebook?’ Eso fue lo que pensé la primera vez que en el cine vi los cortos de la ‘Red Social’ y al igual que todos los espectadores en la sala nos preguntamos lo mismo. ¿De qué carajos podría tratar una cinta sobre una herramienta que todos usamos a nuestra manera? Además, tenía mis dudas acerca de la aceptación que ésta tendría por parte de aquellos que no son usuarios o tan fanáticos de Facebook. Ayer finalmente la vi, y saben, me gusto, mucho más de lo que esperaba.
Poco a poco fui descubriendo más información sobre ‘Red Social’. En realidad, la historia gira entorno a Mark Zuckerberg y la forma en la que creó Facebook; o más bien una versión de ella, pues el argumento es una bien lograda mezcla de elementos. Desde los primeros segundos su trama me atrapó y no me dejó durante las siguientes dos horas. Contrario a lo que podría pensarse, Facebook no es la estrella central de la película, sino más bien un pretexto para hablar de la amistad, la lucha por el poder, y presentar un verdadero estudio de las generaciones de principios de siglo.

Las ganas de ser aceptado socialmente y demostrar que se existe, ese querer compartir el mundo, estar en una eterna fiesta en la que se pueda hacer más y más amigos, y por qué no, buscar vengarse de un corazón roto. Así nació Facebook y capturó los anhelos de millones de almas que a pesar de sus diferencias, son capaces de converger en un mismo sitio. Para los que tenemos un blog, en algún momento usamos Hi5 y MySpace, y ahora lo hacemos con Twitter y Facebook, nos resultará inevitable emocionarnos y hasta vernos reflejados en varios segmentos de la película. En cierto modo se nos habla de elementos que hemos vuelto cotidianos y entrañables.

Mark Zuckerberg, el personaje, se nos presenta como un chavo desfachatado que a menudo da la impresión de no tener idea de lo que pasa a su alrededor. Fracasado en el amor, con escasas habilidades para interrelacionarse socialmente, encuentra en el internet y sus variantes su manera de sentirse un poco más integrado al mundo. Seguramente no soy el único que ha sentido lo mismo. En parte, éste blog nació como una necesidad de encontrarme un lugar en el que poderme sentir libre de prejuicios. Zuckerberg también inició con un blog. Después una idea trajo otra, y otra y otra y el resto es historia. Una vorágine de éxitos, demandas, dinero, un mundo de consejos y personas que se acercan con dudosas intenciones, decisiones que tomar, cambios. Todo a un ritmo vertiginoso, cargado de adrenalina. Y detrás sólo él, medio confundido como un niño que no sabe que lo que comenzó como un juego se volvió el negocio más prolifero de los últimos años.

Música de primera, y actuaciones consistentes y entrañables cierra el círculo de ‘Red Social’, una película que es mucho más de lo que podría pensarse. No dudo que en un futuro será un clásico de nuestros tiempos. Haganme caso y vayan a verla, mientras, subiré algunas fotos a mi perfil de Facebook.


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Quiero ser escritor. Parte 4


Jugarse la vida en plena navidad


Vergüenza. No hay otra palabra para describir lo que siento mientras redacto estas palabras. Hace 7 meses se me ocurrió inventar mi propio reality blog en éste espacio, poniéndome como reto personal el lograr volverme escritor de algún periódico o revista antes de que concluyera el 2010. Empecé muy bien, según yo, posteando periódicamente mis planes en diferentes post que por desidia, precaución o pudor, sólo fueron 3.

¿Cómo dejar de ser un don nadie? ¿Por dónde empezar? y ¿De qué escribir?fueron las respuestas que busqué en estas únicas entradas. Muchas semanas después, y con el peso de la derrota a cuestas, ya no vengo preguntando nada, sino más bien, pidiendo una segunda oportunidad, exigiendo una revancha antes de que nuestra primera derrota se haya consumido. Sigo con mi plan original, llegar por medio de mi talento y ‘sin palancas’ a colaborar regularmente en alguna publicación. Mi Death Line se movió de diciembre del 2010 a sepa Dios cuándo, pues si algo me ha enseñado la vida es que los sueños se cumplen en el momento menos inesperado.

Y sin embargo, a pesar de que parezca lo contrario, tengo mucha prisa por alcanzar la meta que una vez más me trazo en el horizonte. Podrán pasar muchas cosas en los próximos meses, pero lo único seguro es que muchas cosas van a cambiar. Desde ahora tomo aire (y de paso valor) para abandonar la mediocre zona de confort en la que me encuentro. Renunciar a lo poco que tengo para ir en busca de un futuro dudoso, pero en el que la pregunta ¿y si sí? deje de ser tan constante. Palabras más, palabras menos: durante los próximos meses me la estaré jugando, y la aventura comienza en navidad.

Puede resultar paradójico intentar encausar la propia existencia en una temporada en el que al resto de la humanidad le da por cerrar la mayor parte de ciclos que le sean posibles. Y la verdad sí, es una completa idiotez lo que planeo, pero así de enfermo y necio soy. Si no empiezo ahora, el próximo año puede comenzar perezoso y llevarme con él y mis buenas intenciones a la fregada.

La última vez, estaba a punto de mandar algunos mails a varias editoriales. Pues bien, ahora mismo acabo de apretar el botón de ‘Enviar’. Aquellos renglones en los que pido una oportunidad laboral, doy la dirección de éste blog y con descaro le anuncio a los editores que todo éste proceso será ventaneado en diferentes post, ya se han ido volando por el ciberespacio hasta dar con las bandejas de entrada de los remitentes.

Mis primeros objetivos serán las revistas: Deep, Play Boy, Spot y Rolling Stone . A estas horas, estas maravillosas publicaciones ya deben tener noticias mías. Seguramente las editoriales deben estar vacías a estas alturas de diciembre. Da igual, prefiero no recibir respuesta inmediata pero comenzar inmediatamente. Algún correo electrónico será leído. En unos días les cuento qué pasó. Cruzo los dedos.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Te llamaré Viernes


De Almudena Grandes ya había tenido la oportunidad de leer ‘Los Aires Difíciles’, escrita dentro del estilo de las grandes novelas del siglo XIX. La también autora de ‘Las Edades de Lulú’, su novela más famosa, es considerada en la actualidad una de las mejores escritoras españolas.

Mi acercamiento a su obra ocurrió después de Almudena estuvo como invitada, si no mal recuerdo en el verano del 2004, en el programa ‘Conversando’ con Cristina Pacheco. De aquella española, en apariencia sin chiste, me cautivó la manera en la que hablaba del proceso creativo dentro del campo literario. Con una prisa casi obsesiva corrí a comprar ‘Los Aires Difíciles’. Mes y medio después, leí sus últimas páginas con lágrimas en los ojos. La historia me había enganchado de tal modo que no quería soltar a los personajes.

Desde entonces siempre busqué un espacio para leer otra obra de Almudena, pero por una u otra razón pasaron casi tres años sin que otra de sus novelas cayera en mis manos. Hasta que una tarde, sin proponérmelo, tropecé en una librería del sur de la ciudad con "Te llamaré Viernes”. No lo pensé dos veces y me lo llevé a casa , con una extraña confianza en que el sólo nombre de la autora sería ya garantía de que me esperaba una buena historia.

Y quizá de eso sea de lo único que carece ‘Te llamaré Viernes’, de una buena historia. Su planteamiento desde un principio nos deja claro con lo que nos toparemos a lo largo de sus páginas: personajes nada agraciados físicamente, solos, derrotados, llenos de inseguridades y frustrados. No es, y ni siquiera está cerca de serlo, una buena historia. Pero a uno lo captura y lo hace sentir aludido en sus soledades. Quizá porque está brillantemente narrada, porque es como un universo lleno de planetas (cada uno poseedor de sus propias historias de amor muy a la española); lo que me confirmó lo dicho por los teóricos de la literatura y la dramaturgia: No importa tanto lo que se cuenta, sino cómo se cuenta.

Por eso, cada que abría el libro para comenzar mi lectura sabía en dónde iba la historia, pero no sabía en qué punto del plano temporal de la novela y con la historia de que personaje iba a terminar una hora después. Y así fui diario, de historia en historia, adentrándome casi sin querer en el pasado y forma de pensar del protagonista. Esto, por supuesto, es muy de Almudena.

La historia principal, si es que podemos llamarla así, gira en torno a Benito, un hombre a punto de llegar los cuarenta. Feo, educado en el desamor, dueño de una vida aburrida y trabajador del Ayuntamiento de Madrid. Sentimentalmente va de fracaso en fracaso; se cartea con mujeres por medio de los anuncios que aparecen en una revista del corazón; se enamora de una adolescente, hija de la portera de un edificio vecino; recuerda y reencuentra a Teresa, su amiga de la que siempre estuvo enamorado cuando ella siempre lo hacía del hombre equivocado. Contra todos estos desastres Benito se estrella a todas horas hasta que en un periodo vacacional, conoce a Manuela, chica pasada de peso y nada agraciada que en cambio, posee el don de fabular y contar historias maravillosas. Así, tal como Robinson Crusoe encontró dentro de una isla desierta, ayudando a que su vida fuera más llevadera. Así, Benito encontró alivio en Manuela, para poder sobrevivir dentro de un Madrid en plena decadencia.

Además la historia es aderezada por la historia de las infidelidades de la madre de Benito, la de un huerto escondido en el corazón de la ciudad y por Polibio, intelectual venido a menos y dueño del bar más deslucido de Madrid, con el que Benito entabla una curiosa y entrañable amistad.

Las últimas veinte paginas de ‘Te llamaré Viernes’ son cautivantes, y tan sólo ellas valen el doble de lo que cuesta el libro. Almudena Grandes logró que una vez más extrañe a los personajes de su novela. Eso es la vida, el consuelo de extrañar siempre. Aunque uno sea diferente a los demás, aparte de feo y poco carismático, el amor pega por igual. Porque hasta en estos casos, nos llegará nuestro Viernes.

martes, 7 de diciembre de 2010

Te fui infiel con Guadalajara


'Guadalajara, estas hermosa’, fue lo único que pude escribir en mi twitter mientras me perdía en sus calles. Ni cuenta me di cuando me conquistó. Si fue mientras caminaba, miraba sus monumentos o comía en uno de sus mercados poco importa ya; de todas formas poco hubiera podido hacer. Cuando uno se enamora es el último en enterarse y el primero en ir por la vida con la fascinación como mascara, y la ensoñación como vestimenta. Quizá por eso, hace unos días se me veía tan sonriente mientras cínicamente recorría a la novia de Jalisco.

En algún momento ingenuamente dije que ninguna ciudad sería capaz de seducirme como lo hace la Ciudad de México. Me equivoqué. Si bien mi vida y todos sus sentidos siempre estarán unidos al DF, la coqueta Guadalajara me hizo ojitos (tapatíos) y no pude negarme. Se dice que lo que los infieles buscan es probar sabores nuevos, pues bien, la perla tapatía me ofreció un sabor peculiar, diferente pero agradable. Mi primer encuentro con ella fue en febrero de éste 2010. Nueve meses volví a la FIL y sin buscarlo me enamoré de una ciudad a la que cada vez encuentro más bella.

Moderna, limpia, histórica. Son muchos los rincones de Guadalajara que se me antojaron inolvidables. En su aire se respira libertad, espacio. Zonas dedicadas a la bohemia, amplias avenidas con fuentes y espacios para la reflexión, parques acogedores, colonias en las que dan ganas quedarse para siempre, sofisticadas áreas verdes, edificios históricos y un ritmo muy peculiar, entre apacible y cosmopolita.


Pocos lugares me estremecen tanto como el Centro Histórico de Guadalajara. Desde la Catedral hasta el Hospicio Cabañas, a cada paso hay una vista impactante. Pocos espacios de arrebatadora belleza panorámica. Además, el resto de la ciudad es un mosaico de todo lo que conforma a una urbe fascinante. Más allá de la Minerva o el arco de Guadalajara están todos esos escenarios dignos de una historia que ante todo, tendría que estar llena de emotividad. Si tuviera que nombrarla de otra manera, Guadalajara se llamaría alegría.


El otro año esta ciudad será sede de los Juegos Panamericanos. Probablemente por eso deslumbra. Mi romance con ella duró poco, pero a la distancia y al paso de los días sigo sin olvidarla, y como en cualquier historia de amor lejano, lo que más duele es no saber cuándo volveré a verla. Mientras esto ocurre trataré que mi Ciudad de México no sospeche de mis suspiros. Háganme el favor de guardarme el secreto.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Simplemente, Xavier Velasco


Muchos momentos marcaron mi visita a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Si ya de por si el sólo hecho de estar ahí resultó una experiencia luminosa, la experiencia que estoy por narrarles hizo que mi presencia en la Feria rebasará cualquier expectativa. Desde que chequé el programa y vi que Xavier Velasco presentaría su nueva novela, justo en los días en los que estaría en la capital jalisciense, supe que podía perderme cualquier otra cosa menos la irrupción de uno de los mejores escritores mexicanos de la actualidad.

Quienes me conozcan regularmente, o lean éste blog, sabrán que desde hace varios años he seguido muy de cerca la carrera de Xavier. Todo comenzó cuando en 2003 leí 'Diablo Guardián' novela que hasta ahora, considero la mejor que he leído en mi vida. Casi al instante caí preso del estilo narrativo e ingenio de su autor. Meses después pude conocerlo en la presentación del mismo libro en la Feria del Libro del Palacio de Minería del 2004. Me acerqué a él, firmó mi libro y me retiré a casa lleno de felicidad por haber podido, aunque sea, compartir un par de minutos de plática con un escritor de ese nivel. La historia se repitió de manera más o menos similar con “El Materialismo Histérico” y “Luna llena en las Rocas”, sus dos siguientes libros de relatos, y con 'Éste que ves', los cuales también conservo firmados. Si seguía los pasos de Xavier no era en un afanoso plan de fan, sino con el deseo de aprenderle a una de las plumas latinoamericanas más sobresalientes de los últimos años.

Sabía que en cada uno de nuestros encuentros Xavier no se acordaba de mi. Seguramente en cada presentación, en cada Feria del libro, debía toparse con cientos de aspirantes a escritor, todos con rostros y nombres que al final terminaban por esfumarse de su memoria. Llegué a topármelo alguna vez en una librería, en algunas mesas redondas o en la conferencia magistral de Carlos Fuentes en el Auditorio Nacional hace dos años. Siempre mirándolo de lejos y con cierto respeto. Así fue hasta que una noche de sábado, las horas ociosas en internet me llevaron a descubrir que Xavier había comenzado a participar en El Boomeran(g), un blog literario que se me volvió imprescindible. Cada mañana, antes de otra cosa, al prender la computadora la rutina comenzaba revisando si había algún post nuevo y de haberlo, leerlo con un hambre de letras digna de un caníbal. Como muchos otros comentaba sus textos sin saber que del otro lado, el novelista jugando a bloggero iba tomando nota de varios de sus lectores habituales. Meses después sucedió el peculiar encuentro. Xavier Velasco abandonaba la protección que le brindaba el blog y algunos afortunados de sus lectores, salíamos de la sombra del anonimato. Aquella noche convivimos por horas. En cierta forma dejé de ser uno más de sus lectores para al menos, tener nombre y rostro en su memoria. Pasaron algunos años. Dejó de escribir en El Boomeran(g) y después siguió haciéndolo en La Leonina Faena, en dónde seguí publicando uno que otro comentario sin saber a bien si Xavier aun me recordaba. Hasta que llegó la Feria del Libro y me resolvió la pregunta.

El pasado domingo 28 de noviembre acudí a la presentación de Ignacio Solares en la FIL. Estuvo acompañado por Alvaro Enrigue y Xavier Velasco. Se me ocurrió twittear que estaba ahí. Cual no sería mi sorpresa cuando al otro día, descubrí que Xavier respondió a mi tweet diciendo que no me había visto, pero que igual agradecía el que haya estado ahí. Aquel guiño me decía que quizá Xavier cuando menos se acordaba de mi nombre. Esa misma tarde de lunes (29 de noviembre), llegué puntual a la FIL. Aun faltaban algunos minutos para las cinco de la tarde y yo ya estaba ocupando mi lugar en el salón en donde se presentaría ‘Puedo Explicarlo Todo’. Con mi ejemplar en las manos vi aparecer a un sonriente Xavier Velasco y dar una de las presentaciones más originales, y a la vez sinceras, que le recuerde. Ver a un escritor hablando con tanta pasión de la novela que logro escribir con sangre y entrañas contagia, saber que aun haya escritores dispuestos a jugarse la vida con tal de contar una historia es gratificante y alecciona a cualquiera que alguna vez haya sentido la inquietud de jugar (ir)respetuosamente con las palabras. Podría contarles más detalles de la presentación de ‘Puedo Explicarlo Todo’, de la irrupción del Dr. Enedino y su divertida plática con Xavier. Sin embargo, la novela está para hacerle honor a su título y defenderse por sí misma.

Minutos después me encontré con Xavier en el stant de Alfaguara. Tuve la suerte de ser uno de los primeros en llegar, antes de que una considerable cantidad de sus lectores llegaran en busca de alguna firma en sus libros. – Xavier, soy Gabriel Revelo, ayer ya no te pude saludar. Me presenté tímidamente al tenerlo enfrente. Enseguida ocurrió lo que nunca esperé. Xavier me saludó afectuosamente con un abrazo. Me preguntó por mi blog. Idiotamente le respondí que aun seguía medio vivo. Reconozco que la alegría con la que me recibió me tomó por sorpresa y que de haber estado preparado, seguramente habría dicho algo más inteligente. Xavier no paró de darme las gracias por apoyarlo, me dijo que no ha dejado de estar al pendiente de mi y que me debía mucho. ¿Cómo es posible que mi escritor favorito me dijera esas cosas a mí? Me sentí afortunado de compartir ese pequeño momento de complicidad con el escritor de algunas de las novelas que más han significado en mi vida. Comentó que reconoció mis pelos parados y siguió dándome las gracias. Ese par de minutos entendí que Xavier Velasco, fuera de la magnificencia y cierto sentido de inmortalidad que le dan sus libros, es una persona de una gran calidad humana.

Nos despedimos con un afectuoso abrazo. La experiencia me cimbró en tal modo que tuve que ir a tomarme un par de cervezas y un Wisky en la zona de pruebas gratis de la FIL para creérmela. Más allá del mareo por el alcohol, estaba la adrenalina de saber que aquel hombre, además de haberme regalado personajes e historias entrañables, me dio una enorme lección de humildad. Una foto y un pequeño mensaje que me dejó en mi ejemplar de su nuevo libro quedan como testigos de éste nuevo encuentro.



Ya tendré tiempo de hablar de la maravilla de novela que es ‘Puedo Explicarlo Todo’, por lo pronto hoy quiero hablar, y brindar, por un viejo amigo, mi amigo Xavier. Si lees esto, te doy las gracias.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

FIL Guadalajara, por fin te conozco


Un recorrido, toda la noche, de ocho horas en camión de la Ciudad de México a Guadalajara. Esperar en la terminal a que salga el sol, tomar un taxi al hotel, esperar otras dos horas a que alguna de las habitaciones fueran desocupadas por otros huéspedes para poder ocupar una. Tomar un baño y a pesar del cansancio, salir casi corriendo, comer cualquier cosa en un mercado cercano y de ahí, caminar 15 minutos hasta llegar a la Expo Guadalajara, maravillarme comprar mi boleto, cruzar la entrada principal y deshacerme de emoción al pensar ‘por fin te conozco’.

Así de breve pero emocionante y vertiginoso fue mi primer encuentro con la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Después de cruzar esa barrera que separaba al mundo común con el maravilloso universo de la literatura lo demás poco importa. Nadie nos dice cómo reaccionar cuando logra realizar un sueño. En mi caso no tuve ni tiempo de pararme y pensar absolutamente en nada. A los pocos minutos corrí a la presentación de la nueva novela de Guillermo del Toro, saliendo recorrí la zona internacional. Me pareció enorme. Compré una tasa para el café, un libro. Recorrí la zona destinada a León y Castilla, la invitada de honor a esta celebración. Tan sólo el primer día pasé unas 10 horas caminando de una presentación a otra, recorriendo stants infinitos, comprando alguna novedad, deteniéndome a tomar algún refresco y después de tomar aire continuar perdido en lo que han sido algunas de las horas más felices de mi vida. Un escritor por aquí, otro por allá, gente de todo tipo movida por una única pasión: las letras.


No importa a cuántas ferias del libro se haya ido, como la FIL de Guadalajara no hay dos. Desde la funcionalidad y magnitud de las instalaciones, hasta el ambiente que se vive en cada uno de los días, éste evento no tiene par. He aprovechado cada instante que he podido y me he dejado ir. Twittear, tomar fotos, comprar libros, encontrar a figuras literarias, volver a ser niños en la zona infantil, sentarse y ver el fluir de los demás, enojarse porque uno quisiera que en lugares así el tiempo fuera eterno y nos permitiera visitar todas las opciones posibles.

Al finalizar cada día llegar al hotel después de caminar en calles obscuras y solitarias los mismos 15 minutos que hicimos de ida. Llegar cansado pero con las ganas de hasta en sueños seguir en el mundo en el que la ficción y las palabras, hacen del mundo real un mal chiste, el cual por ahora, no tengo interés en escuchar.

Quiero volver, desde ya, siempre…

sábado, 27 de noviembre de 2010

Hacia la consecución de un sueño

Intento esta entrada de mi blog y escribo, ambas cosas con poco éxito. Estoy a unas horas de salir hacia la ciudad de Guadalajara. A pesar de haber ido a principios de año, está vez estoy emocionado. No es lo mismo ir a una boda, como en febrero pasado, a ir a una celebración ampliamente pospuesta. Esta tarde una ligera ansiedad se apoderó de mi, y dudo me dejé en paz en las próximas horas. No es para menos… no diario se nos cumple un sueño?

En un rato viajaré hacia el occidente del país para estar en mi primera Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Desde que supe de la existencia de esta fiesta literaria he querido ir. Dicen que es la segunda más importante a nivel mundial, y la primera en habla hispana. Cada año la misma historia se me repetía: veía las noticias que daban cuenta de las actividades en la FIL y la envidia me invadía. Siempre me prometía que para la próxima edición estaría presente. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que no cumplí mis propias promesas pero siempre me guardé tantita fe.

Como amante de la literatura estar en la FIL es como ir a Disneylandia. Estaré en Guadalajara apenas un par de días, pero pienso disfrutarlo como enano. ¿Qué me espera por allá?, ni idea, pero la idea de viajar combinada con el encanto de la escritura se me antoja irresistible. Quisiera hablar más de mi viaje, pero se me cuecen las habas por seguirme alistando. Voy hacia la consecución de un sueño. Nos estamos leyendo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Los Monstruos


Esta historia es tan maravillosa, que se ha contado tres veces. Habla sobre un niño que una tarde se viste de lobo, escapa de casa y en una barca llega hasta una isla habitada por varios monstruos que lo nombran su rey. Así de sencilla y complicada es esta historia cuya primera versión, un cuento para niños, fue escrita por Maurice Sendak en 1963 bajo el título de ‘Donde viven los monstruos’. Desde su publicación aquel libro se volvió entrañable, un clásico de la literatura infantil que conquistó a varias generaciones. Hace más de un año, la adaptación cinematográfica de esta aventura irrumpió en los cines mostrando una interpretación más elaborada, pero con su esencia intacta.

Ya en éste blog he hablado de ‘Donde viven los Monstruos’, tanto del libro de Sendak como de la película de Spike Jonze. Pensé que el círculo se cerraba con estas dos narraciones. Me equivoqué. Hace unos meses, mientras curioseaba en internet di con la portada del libro que da pie a esta entrada. Intrigado indagué más al respecto y me llevé una gran sorpresa cuando descubrí que Dave Eggers, autor de esta novela, fue coautor de la película ‘Where the Wild Things’ junto con Spike Jonze. Leer esta novela se convirtió en una obsesión. Durante semanas busqué, sin éxito, conseguir el libro. Nadie supo darme informes de su existencia en México. Triste me resigné a perderme la tercera visión de las aventuras de Max y sus monstruosos amigos. Una tarde, la menos pensada, asistí a un evento en una casa cultural en la colonia Condesa, y ahí, en la librería de Refugio Citlaltepetl me topé con ‘Los Monstruos’. Dicen que uno se cruza con los libros que lo marcarán en la vida. Así me pasó, literalmente.

Cuenta Dave Eggers que Spike Jonze lo contactó hace ya varios años para ponerse a trabajar en el guión de ‘Dónde viven los Monstruos’. Tras un arduo trabajo, que contó con la entera aprobación de Maurice Sendak, desarrollaron una trama completamente apegada a la original, pero aunando más en la personalidad de Max y los demás personajes. Después de éste gran trabajo, el propio Sendak sugirió a Eggers que escribiera una novela basada en el guión. Eggers, lejos de transcribir el guión tuvo el enorme acierto de tomar lo mejor del guión, pero cambiar varios aspectos para darle aun más vitalidad a la historia.

Después de leer el cuento infantil, ver la película y leer la novela he completado el círculo y tengo la autoridad suficiente para decir que es justamente en la novela de Eggers en donde el universo de Max y sus monstruos alcanza su mayor madurez. Similar al film pero con diferencias importantes, ‘Los Monstruos’ nos enseña un ángulo más obscuro y maduro de los personajes y las acciones en que participan. Los ambientes, las actitudes, los pensamientos y detalles son de mayor de profundidad y nos permiten adentrarnos mucho más en los pliegues de esta maravillosa narración.

Las ganas de huir al sentirse incomprendido, sin salida. Luego la incertidumbre vestida de aventura. La ilusión de lo nuevo, los celos, y la frustración del desengaño. Dave Eggers hace que entre los párrafos de ‘Los Monstruos’ quepa una madre divorciada que no encuentra los hilos de su vida, el drama de un divorcio, lo complejo de las relaciones interpersonales y lo complicado de mantener en equilibrio una amistad. El Max de esta historia es más vulnerable, pero a la vez más humano. Los mismos Monstruos son más salvajes e irracionales, pero por lo mismo más transparentes y puros. Me llama poderosamente la atención como una isla habitada por siete monstruos y un niño bastan para crear la radiografía de las virtudes y problemas que una sociedad y sus avances políticos (del oscurantismo a la modernidad) y tecnológicos trae consigo. No sé si fue intencionalmente o no, pero Eggers creó una fabula en pares. Max tiene una personalidad muy parecida uno de los monstruos y en otro ve un antagonista. La misma Mamá de Max y su hermana se repiten en la isla planteándonos la sabrosísima duda de quienes realmente son los monstruos y quienes los seres pensantes. Y aquí le dejo, pues a esas 222 páginas que lo conforman podrían ser estudiadas por horas.

Ayer terminé de leerla. De nuevo, me invadió una mezcla de profunda nostalgia-melancólica bañada de ternura. Y reí. Y por momentos quise estar en esa isla en dónde viven los monstruos, participar en una fiesta salvaje y dejarme llevar por mi lado salvaje. Ya estoy marcado de por vida por esta historia.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Mi educación sentimental proviene de las caricaturas



Desde niño fui raro. En ese entonces no me daba cuenta que aunque tenía los mismos gustos y aficiones de mis amiguitos, les daba un enfoque un tanto diferente, incomprensible para los demás. Mucho tiempo después sé que no era tan extraño como los demás creían, sino que fui un enamoradizo prematuro.

Se entiende que en cada persona el proceso es diferente, y que normalmente, cada quién inicia su educación sentimental con la adolescencia. Sin embargo, un servidor comenzó a tener corazón de pollo desde muy tierna edad, y que incluso, me llevó a auto medicar a unos niños en el kinder. Desconozco cuando comencé a tener noción del amor, pero fue gracias a las caricaturas que descubrí que el amor es capaz de mover y alterar el orden natural de las cosas. De tal modo que cuando veía Robotech, mi mayor preocupación no era que el piloto Rick Hunter combatiera con éxito a las fuerzas Zentraedi, sino que éste resolviera el triangulo amoroso que conformaba junto con la famosa cantante Minmei y la capitana Lisa Hayes (confieso que me enamoré de ella). En una de las escenas que más recuerdo, Rick vuela su nave en una pelea de proporciones épicas, mientras Minmei canta en un programa de televisión y Lisa observa con preocupación el desarrollo de la batalla. Lo que para el resto de los niños era una secuencia de acción maravillosa, para mí era un momento lleno de drama y tensión amorosa.

De la historia concisa de Robotech recuerdo muy poco, pero sus escenas románticas entraron para siempre en mi memoria. Aprendí así que la peor de las guerras no son nada si se comparan con un corazón roto. Lo mismo me pasaba con Súper Campeones, en dónde mi atención no se centraba en los goles sino en la conmovedora historia de Andy Jhonson, jugador enfermo del corazón que arriesga su vida durante varios partidos mientras su mejor amiga sufre en silencio por él.

Con Dragon Ball quedé cautivado por el extraño romance entre Vegeta y Bulma; con los Caballeros del Zódiaco siempre esperaba que algún día Seiya y Saori aceptasen sus sentimientos; y ni hablar de los coqueteos entre Gambit y Rouge en X-Men. Enumerar más ejemplos me parece ocioso y hasta infantil. Lo único que pretendo con éste post es comprender porque soy como soy. Quizá por eso aun soy un cursi y hasta en programas de comedia me fijo más en las historias románticas que en los chistes. Por lo anterior no es raro que hace 2 años la película Wall-E me hubiera conmovido, y que gran parta de mi adolescencia y juventud la haya pasado enamorado del amor, a pesar de que entonces vivía una profunda soledad.

No sé si mi corazón se haya reducido a una pasita por usarlo desde que era tan pequeño. Tampoco sé si fui el único niño hombre al que le gustaban los balazos, la violencia y los goles, pero sólo si estos estaban motivados por la conquista de una mujer, el desamor o la pasión.

Soy Gabriel Revelo, y sin vergüenza lo reconozco, mi educación sentimental comenzó al ver caricaturas.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Enfrentando fantasmas (regreso a Tepoztlán)


Los lugareños aconsejan no pasar por ahí de noche. Se rumora que el lugar está cargado de una extraña energía, que es una de las zonas con mayor presencia del fenómeno OVNI y escenario de varios fenómenos extraños. Para los románticos es una población dueña de una belleza propia y para los más jóvenes, el lugar ideal para ir de fiesta con los amigos un fin de semana. El caso es que Tepoztlán, en la el estado de Morelos, nunca pasa desapercibido para quienes alguna vez pasan por ahí.

Hasta antes de mi visita del pasado viernes, según mi olvidadiza memoria, anteriormente sólo había estado dos veces en Tepoztlán. La primera vez fui con mis amigos Claudio y Jonathan, teníamos unos 18 años, y únicamente escalamos el cerro del Tepozteco y comimos nieve. La segunda ocasión fue unos años después, y me dejó tan marcado que cambió mi vida para siempre. Esto fue lo que pasó:

25 del Diciembre del 2003. Después del recalentado de Navidad en el hogar de mis abuelos, mi mamá y mi hermana decidieron ir al cine a ver ‘Harry Potter y la Cámara Secreta’. Como yo había visto la película días antes, regresé a casa con mi papá. Subí a mi cuarto a leer. A lo lejos escuché como mi padre le habló por teléfono a su hermano Miguel. La llamada duró una media hora, al final papá colgó llorando. No dije nada, desde mi cuarto hice mil conjeturas que sólo se disiparon cuando una hora después llegó mi mamá y se enteró de todo. En la llamada, mi papá escuchó muy mal a su hermano. Sabíamos que mi tío tenía problemas de salud, por lo que el presentimiento de mi papá de que quizá a su hermano no le quedaba mucho tiempo de vida. Tomamos la decisión de ir a visitarlos. Dos días después fuimos a Yautepec, lugar en el que residía Miguel. Llegamos cerca del mediodía después de unas horas en carretera, fuimos al mercado del pueblo, comimos y escuché un sinfín de anécdotas. Otros tíos y primos llegaron en el transcurso de la tarde. Abandonamos esa entrañable reunión poco antes del anochecer. Debido a la cercanía, decidimos pasar un rato a Tepoztlán. Llegamos en poco tiempo. Subíamos por una empinada calle cuando nuestro auto, un antiguo New York Turbo comenzó a despedir humo blanco por todos lados. El esfuerzo del auto por avanzar hasta una calle completamente recta terminó por empeorar las cosas. Entre gente curiosa y comentarios de ‘se está quemando ese coche’ llegábamos al centro del pueblo. Mi papá bajó nervioso, abrumado, sin saber qué hacer. En condiciones normales él habría solucionado el problema en un dos por tres. Pero ahora sabemos que llevaba meses gravemente enfermo y que su salud se deterioraba rápidamente. Tomamos un taxi y fuimos a conseguir un mecánico, el cual dijo que el turbo del auto había sufrido un gran daño y que para repararlo había que bajar el motor. Aquella noche en Tepoztlán la recordaré porque por primera y única vez vi a mi papá fumar. Como los celulares no tenían señal tuve que entrar a una papelería y hacer llamadas al seguro del auto. Más tarde llegó una grúa y nos trajo de regreso hasta la Ciudad de México. Después de esa noche mi papá no volvió a ser el mismo. Como si el estrés de saberse responsable de nosotros hubiera mermado a un más su estado físico y hubiera acelerado aun más las cosas. Dicen que antes de morir uno va despidiéndose de sus familiares y conocidos. Quién se despidió esa tarde decembrina de sus familiares no fue mi tío Miguel, sino mi papá, que murió mes y medio después.

Desde entonces, Tepoztlán se volvió un lugar al que preferí mantener lejos de mis recuerdos. Cuando por casualidad pasaba por ahí, la simple silueta lejana del cerro del Tepozteco me provocaba escalofríos. La forma de esos cerros asimétricos, que tantas leyendas cargan a cuestas para mí no eran sino un recordatorio de una noche triste. Sabía que tarde o temprano tendría que volver a enfrentarme a los fantasmas que dejé en aquel pueblo, que estos estaban esperándome y que no se marcharían hasta que los confrontase. La fecha del reencuentro llegó siete años después. Mientras planeaba un viaje exprés a Cuautla, de la nada me surgió la idea de antes pasar a Tepoztlán, aun a sabiendas de que los recuerdos podrían abrumarme. Tenía que enfrentarme a Tepoztlán tal como alguna vez lo hice con Acapulco.

Tal como estaba planeado, el pasado viernes abandoné la Ciudad de México en compañía de Tania. Cerca de las 17:30 hrs. tomé la desviación a Tepoztlán, ahora nombrado Pueblo Mágico. El camino curveado avisa que aquel lugar es diferente, que se ingresa a un territorio en el que lo normal se altera de una forma inexplicable, pero perceptible. Al llegar, las casas, calles y el mismo aire provinciano pusieron melancólico mi corazón. Estacioné el auto en la misma zona en la que nuestro New York quedó varado años atrás. La papelería en la que llamé al seguro del auto y en dónde mi papá compró los cigarros seguía ahí. Esa tarde sentí la necesidad de contarle a Tania lo que había pasado en mi anterior visita. Fue como un desahogo que me ayudo a sentirme un poco mejor y caminar por el pueblo. La noche caía mientras veíamos puestos de artesanías, el templo principal y recorríamos algunas calles. La sombre que sobre el pueblo proyecta el Tepozteco seguía ahí, misteriosa pero cada vez menos atemorizante. Poco a poco los fantasmas fueron diluyéndose hasta comenzar a disfrutar la belleza del pueblo.



No estuvimos ni dos horas, pero salí revitalizado. Al partir pasé por la misma calle en la que nuestro auto había comenzado a sacar humo. Esta vez no pasó nada y seguimos nuestro camino a Cuautla. Una noche después, ya de regreso y sin Tania, volví a pasar cerca de Tepoztlán. En el set list del iPod sonaba 'Revolution #9'. Sentí un escalofrió y sonreí. Ya no estaban los fantasmas, sólo un recuerdo que ya no duele tanto.

martes, 9 de noviembre de 2010

Los minados caminos de San Juan

¡Bomba! Esta es una aventura cotidiana de plomeros, mercados pintorescos y la dudosa idiosincrasia del mexicano. Algún día me esto me pasó:

Vengo llegando del mercadito de San Juan, temiendo, no haber salido muy bien librado del lugar. Todo comenzó ayer al medio día, cuando la bomba hidráulica de la casa (el aparatejo encargado de subir el agua al tinaco) dejó de funcionar, dejando llaves, regadera y baño sin mayor suministro del vital liquido que el almacenado un día anterior. Ante una contingencia de este tipo, no pude hacer menos que entrar en paranoia total y ahora sí, economizar el agua como si fueran billetes de mil pesos.

Por eso hoy me bañe en tan sólo cinco minutos (rasurada incluida, ya se imaginarán la irritación de la que soy presa a estas horas de la tarde). Más o menos a las doce del día llegó el primer plomero para decir que casi nada de la instalación servía, y de paso, cobrarnos una fortuna. Hagan de cuenta que iban a reconstruir toda la casa. Obviamente, hicimos lo que se aconseja en estos casos: mandarlo al demonio y llamar a un segundo plomero, con la esperanza de que su presupuesto fuera al menos pagable por una quincena común y corriente de salario. Y así fue, después de llevarse la bomba nos hablaron una hora después para decirnos que no tenía solución, pues casi todas las piezas de su interior estaban pegadas. ¿Qué significa esto en el argot de las bombas hidráulicas? francamente lo desconozco, o quizá tengo una idea pero prefiero quedar como ignorante que hacer el ridículo.

Como se estipula en estos menesteres, el plomero quiso hacer su agosto y ofrecernos una bomba en $600.00. Después de echarle un vistazo concluí que el artefacto que nos vendían como si fuera la octava maravilla, distaba mucho de ser nuevo. En un ataque de sensatez (o tacañería) pensamos en conseguir la bomba (recalco que es hidráulica, en tiempos de terrorismo es mejor evitar malentendidos), en el mercado de San Juan, sitio pintoresco en las inmediaciones de la Agrícola Oriental y Ciudad Nezahualcoyotl. Quienes conozcan, saben que no son rumbos muy agraciados que digamos. Con todo, y todos, nos dirigimos inmediatamente al mercadito con una alegría inexplicable, cual si fuéramos a un centro turístico.

Como casi todas las inmediaciones de las capitales latinoamericanas, la zona es el vivo ejemplo de las carencias. Calles sucias, con basura y casas a medio construir son una constante en medio de niños, torres de luz y graffitis por todos lados. Justamente el mercado de San Juan está en una de estas zonas, a unas calles de Ignacio Zaragoza. No sé cómo no me perdí en medio de tantas calles iguales. Una vez que llegamos, busqué lugar en medio del tráfico provocado por viejos camiones de carga en un reducido camellón. Con gran desconfianza me despedí de mi auto pidiéndole a Dios encontrarlo a mi regreso.

En el interior de mercado la cosa es diferente. Empezando por su piso sin pavimento que junto con los angostos y oscuros corredores le dan a uno la idea de internarse en catacumbas egipcias. Un montón de tiliches decoran las paredes del lugar: tazas de baño, lavabos de porcelana, flotadores y demás objetos polvosos, propios de la plomería, son una constante en nuestro recorrido. Y sin embargo, no sería justo decir que éste lugar es feo, al contrario, yo me sentía como en Disneylandia con tantos escenarios dignos de adoración. Locales llenos de piezas viejas y amontonadas, un altar a la virgen, vendedores tan extraños como fascinantes en su atuendo. Jamás he estado en un mercado de medio oriente, pero supongo, esto es lo más cercano a la experiencia. Después de media hora, salimos del mercado con una bomba nueva (hidráulica, recalco de nuevo) cuyo precio nos dejó convencidos a todos. Antes de abandonar estos rumbos de San Juan, justo enfrente del mercado descubro una especie de casa de la cultura a la que no pude dejar de entrar. Es un lugar grande y de ser bien cuidado, bonito; aunque también muy abandonado por la gente.

Salí de San Juan pidiéndole una disculpa al rumbo y a sus habitantes, mi auto estaba intacto y durante mi estancia en aquellos lugares fui tratado bien. Llegando a casa le hablamos al plomero, que llegó minutos después con dos de sus ayudantes, y aquí es donde viene lo anecdótico del asunto: la bomba era reconstruida. Por eso no la dieron un poco más barata, por eso goteaba una vez instalada, y también, sus salidas no embonaba muy bien con el resto de la tubería. Culpando, como buen trabajador mexicano, a sus compañeros de oficio de lo mal instalada que estaba la bomba anterior. ¿Por qué siempre el trabajo de uno es el único bien hecho, y el de los demás una porquería? Lo ignoro, pero también pasa con los albañiles, cerrajeros, carpinteros, mecánicos y demás oficios semejantes.

Al final parece que ya todo quedó bien instalado, más unos pagos extra por los ajustes, claro está. Podría sacar muchas conclusiones de todo esto, o simplemente sentirme relajado de poder contar nuevamente con agua en los servicios de mi vivienda. También podría hacer una reflexión sobre la importancia de cuidar el agua y su importancia en nuestras vidas. No hace falta, de seguro algún día se les descompondrá la bomba, se les tapará la tubería o se les averiará el tinaco. Toco madera por ustedes.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Biutiful


Cada tres o cuatro años, Alejandro González Iñarritu irrumpe en la escena cinematográfica mundial con algún proyecto que invariablemente dará de que hablar. ‘Amores Perros’, ’21 gramos’, ‘Babel’ y ahora ‘Biutiful’ generan admiración o desprecio por igual. Aunque respeto todas las opiniones, descalifico aquellas que califican todos los trabajos del director mexicano (muchas veces sin ni siquiera verlos) calificándolos como tendenciosas y sobrevaloradas. Honestamente, a mi las 4 me han gustado por la sencilla razón de que me han conmovido, emocionado, hecho pensar, en fin, me han tocado el corazón.

Acudí al cine una tarde de domingo, en la que decidí dejar de lado un molesto dolor de estomago y la oportunidad de ver lo que después sabía, sería un infumable partido América-Chivas. Al salir de la sala no podía estar más convencido de haber hecho lo correcto. Una vez más fui gratamente sorprendido. Biutiful conserva la fotografía impecable, las grandes actuaciones y el ritmo dramático de los anteriores trabajos de Iñarritu, pero se desmarca al mostrar una forma narrativa lineal y no segmentada, las escenas son en espacios más cerrados y sobre todo, se ve una notable evolución en la dirección.

Filmada en Barcelona, Biutiful es un coctel de emociones e historias, todas inmersas en un mosaico marginal pero multicultural contenido en los suburbios de la ciudad, ahí, donde el sentido de la humanidad respira con dificultad. En ese ambiente Uxbal trabaja controlando (hasta donde le es posible) el comercio informal, la producción de la piratería y la mano de obra de migrantes chinos y africano; además, posee el don de hablar con los muertos, es padre de dos hijos cuya madre padece el trastorno de la bipolaridad y por si fuera poco, descubre que su salud se deteriora rápidamente. Un personaje así, con tal carga emocional, se vuelve entrañable gracias a la sublime actuación de Javier Bardem, quien da una cátedra de actuación metódica, milimétricamente exacta. Cada gesto, cada movimiento, cada tono de voz, hacen de Uxbal un personaje disfrutable, pero suficientemente humano para erizarnos la piel con cada una de sus reacciones.


Además hay un grupo de emigrantes chinos, paisajes desesperanzadores, una madre senegalesa que se ve obligada a separarse de su esposo, una mujer desquiciada por su falta de estabilidad emocional y las ganas de vivir la vida al máximo o unos niños que desean conocer los Pirineos. Biutiful podría ser una película sobre enfermedades terminales, la muerte, migración o la pérdida de derechos humanos, pero tal como lo dice Iñarritu: Biutiful trata, ante todo, del amor que un padre puede tenerle a sus hijos, ese cariño supremo que no conoce barreras, que todo lo puede y ante el que cualquier sacrificio vale la pena.

Biutiful me sacudió el alma, me removió heridas frescas y me contó una historia que a veces se me olvida, viví de algún modo. Con todo, el título lo dice todo. Detrás de las dudas, del no encontrar salida, de la pérdida de la dignidad y la incomprensión, se encuentra el amor como elemento más puro, aquel que nos empuja y hace aferrarnos a la vida.

sábado, 30 de octubre de 2010

Viaje al Tlalocan


En la antigüedad la majestuosidad de México se veía reflejada en las imponentes construcciones de la gran Tenochtitlan. En sus inmensas calles, mercados y gente emanaba una profunda paz, reflejo de una sociedad en pleno esplendor.

Tiempo que corre como el río, hasta verse detenido por una gran roca llamada destino. Años que se verían rotos sin motivo aparente. El equilibrio de esta sociedad estaba a punto de ser interrumpido. Desde la costa llegaban rumores acerca de un grupo de hombres barbados mitad hombres y mitad animal, que se acercaban peligrosamente destruyendo cuanto pueblo encontraban a su paso. En las elites del poderío azteca, comenzaron los preparativos para el encuentro. La calma de la ciudad desaparecía, para dar lugar a tiempos de guerra y muerte.

* * * *

Llanto en el cielo, sangre en la tierra, dolor en el orgullo. Ante la llegada de los invasores, desde Tenochtitlan comenzaron a sonar tambores de guerra, su sonoridad surcaba el cielo de aquel hermoso valle. ¿Qué querían esos hombres?, ¿De dónde y por qué vinieron a interrumpir la majestuosidad del imperio náhuatl?

Pronto los enfrentamientos comenzaron. La gran ciudad se hundió entre las sombras del sufrimiento, tiñendo sus calles de sangre, llenando sus templos de consternación y angustia. Lucha fuerte, ardua, cruel, despiadada, casi apocalíptica. Las armas de aquellas personas de brillante armadura eran contrarrestadas por la habilidad de combate de los caballeros tigre y águila, y por la valentía de un pueblo, que ante todo, defenderían su identidad y costumbres.

* * * *

Con dolor, Mixcoatl, observa como su pueblo pierde batalla tras batalla, y es que, a pesar de pelear valientemente, su esfuerzo era en vano. Se sentía agotado, pero sobretodo impotente, al ver como todos sus hermanos caían en combate. En algún momento se encuentra con un anciano maltrecho y agonizante, que valientemente se acerca a consolarlo diciendo:

Anciano: Muchacho, soy Xachil, pareces triste, ¿estás herido?

Guerrero: Un poco, de mí pierna... pero si así fuera... ¿qué más da?, todo está perdido.

Anciano: No lo creo así. Aunque efectivamente estás herido, el dolor proviene principalmente de tu espíritu.

Guerrero: Tengo miedo... miedo de perder a todos mis seres queridos, miedo de morir, de lo que vendrá.

Anciano: Créeme, no debes tener miedo, cuando los hombres mueren, en realidad no perecen, sino que de nuevo comienzan a vivir, casi despertando de un sueño, y se vuelven en espíritus o dioses. Permíteme hablarte, sobre la muerte...

* * * *

Anciano: La vida muchacho, no es más que un paso antes de entrar al Mictlan, o en el mejor de los casos, al Tlalocan.

Guerrero: Por favor anciano, esas no son más que leyendas que se le cuentan a los críos para asustarlos.

Anciano: Entonces prefiero ser un crió, a pensar que nuestra existencia finalizará hoy. Sé que el temor invade tu cuerpo, pero debes estar convencido que pase lo que pase, habrá un futuro, glorioso o triste, eso depende de lo que hicimos en nuestras vidas.

Guerrero: ¿Qué quiere decir?

Anciano: El Tlalocan, es el paraíso de nuestro señor Tlaloc, y está destinado para las personas de corazón puro. El otro es el reino de Mictlantecutlí.

Guerrero: Hábleme de ese sitio, por favor.

Anciano: Dicen que el Mictlan, es el lugar en donde se une el mundo de los muertos, con el mundo de los vivos. Para llegar hasta allá, hay que atravesar por una gran cantidad de obstáculos formados por dos sierras, protegidas por dos gigantescas criaturas, una serpiente, y una lagartija verde, después, hay que atravesar por ocho desiertos, ocho cerros, una zona de vientos helados, que arrojan cuchillos de obsidiana. Por último cruzaban un ancho río llamado Chignahuapan en el lomo de un perro rojo. Si eres capaz de cruzar todo esto, las almas se encuentran con Mictlantecuhtli, el dios de la muerte, que les asigna una zona en el Mictlan. Coatlicue, la diosa de la vida y la muerte, así lo quiere.

Guerrero: Coatlicue... nuestra madre.

Anciano: Muchacho, nuestra madre, nos asegura que todo lo que muere, vuelve a renacer en la magia del universo, en el verde de los campos, en el azul del cielo, en la vida del maíz, todo es un ciclo.

Después de decir esto, el anciano murió.

Guerrero: Xachil... Xachil, no mueras... aún tienes que hablarme sobre el Tlalocan.

Sin embargo, el anciano no dijo más. Aunque en el alma de Mixcoatl, hubo una transformación. Ya no había temor a la muerte, solo un deseo inmenso de luchar y aprovechar la vida.

* * * *

Mixcoatl continuó luchando valientemente, entregando toda su energía y deseos. La batalla duró horas, y sonriendo, observó como empezaba a ser ganada por su gente. Tiempo después, los invasores se retiraron. Aquella ciudad en ruinas, se convirtió en testigo silencioso de los últimos latidos del corazón. Sentía perder sus fuerzas. La vida se le escapaba segundo a segundo en cambio, pero su alma irradiaba paz y tranquilidad, sabía que su existencia había valido la pena y que quizá, su pueblo podría vivir en paz ...
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... de pronto, abrió los ojos y fue testigo de un espectáculo maravilloso. Aunque aun no sabía dónde se encontraba, todo era perfecto. Entonces escucho una voz. Al voltear se dio cuenta que Xachil estaba allí.

Anciano: Te lo dije muchacho, bienvenido al Tlalocan.

Después de esto, ambos se convirtieron en estrellas y desde ese día, vigilan el firmamento.



Gabriel Revelo
2002

Fragmento del cuento ‘¿Qué es la muerte?’, transmitido el 28 de octubre de 2006 dentro del programa ‘Conociendo La Otra Ciudad’ de Radio Chapultepec 560AM.

lunes, 25 de octubre de 2010

Volverse Ñor

Estaba el otro día en Facebook, cuando me encontré con esta imagen en los perfiles de una de mis amigas de la universidad:


Así no eran, ¿pues qué les pasó? De ser unas muchachas alegres se convirtieron en señoras, o bueno, no es que se volvieran, pero sí lo parecían. Tan perplejo quedé, que seguí husmeando en las imágenes de otros de mis contemporáneos. Al final me deprimí. La gran mayoría habían cambiado.

Recuerdo como si fuera ayer mis últimos días en la Universidad. Todos éramos tan jóvenes, tan modernos y tan actuales, que hoy, a seis años de distancia me cuesta trabajo creer que la gran mayoría de compañeros de mi generación han sufrido el fenómeno conocido como: volverse señor(a). No hay duda, el tiempo afecta a todos de maneras diferentes. Siempre lo sospeche, pero a últimas fechas se me ha ido confirmando más gracias a diversos artilugios tecnológicos como el Facebook, que me permite darme cuenta de la dramática transformación que muchos han sufrido.

Empecemos por definir qué es eso de ‘volverse ñor’, fenómeno que ocurre cuando uno comienza a vestirse y actuar como persona seria, madura, responsable, en fin, un señor. No lo confundamos con llenarse de arrugas o canas, no, esto de volverse ñor tiene que ver más con la actitud ante la vida. Quizá tú, amiguito, ya sufriste esta transformación y ni cuenta te has dado. Si haces reuniones cuyos invitados sólo son parejas muy estables y matrimonios, te estás volviendo ñor. Si vistes con pantalones de vestir y calzas zapatos, te fajas la camisa y usas charras elegantes de piel, te estás volviendo ñor. Si eres mujer y vas al salón de belleza a que te hagan cortes y peinados esponjados, te estas volviendo ñora. Si dejas de estar al pendiente de las novedades tecnológicas, de tu equipo de futbol, de los programas de la tele, si ves VH1 o vas por tu gusto a restaurantes de comida corrida, te estás volviendo ñor.

A mí no me ha pasado. Trato de vestirme como me gusta y no como se supone que debería. Uso mis playeras del Atlante, mis Converse viejos y mugrosos, pantalones de mezclilla, chamarras Adidas y cualquier cosa digna de un muchachón juvenil y radiante como yo. Sigo hablando de caricaturas, juego con mi perro Margarito y hago voces raras cuando se me da la gana. Me gusta no tomarme en serio. Vamos, hasta me ofendo cuando en los restaurantes los meseros se refieren a mí como ‘señor’. Me llevó mejor con los niños y adolescentes de mi familia que con ‘los grandes’, en las reuniones de ex alumnos o en reuniones de amigos me aburro si empiezan a hablar de sus vidas de casados o de hijos. Esta aberración a volverme responsable y señor debe tener su origen en que mi papá nunca se hizo grande. El papel de adulto nunca le quedó y eso me hizo muy feliz. Era bromista, alegre, se vestía como le venía en gana y siempre se vio más joven de lo que era. No conocía la pena y siempre hacía el ridículo. Por eso no conozco mejor cumplido, que cuando dicen que me parezco a él.

No quiero hacerme ñor, haré todo lo posible para evitarlo. Tampoco vestiré a mis hijos como ‘señores chiquitos’ desde temprana edad. Si muchos son felices así, bien por ellos, pero yo no quiero perder la frescura que siento, aun conservo en mi vida. "Creceré pero no me haré grande, eso lo que haré".

miércoles, 20 de octubre de 2010

500 pesos


A mi sobrino Juan Carlos suelo verlo muy poco. Serán unas tres o cuatro veces al año cuando mucho, siempre en eventos o reuniones familiares. Alto, cabello castaño. Dicen que está guapo, yo no sé de esas cosas. A sus 24 años dicen, ha tenido una vida dura, agitada, cruel. Su papá cayó preso cuando Juan apenas era un niño. Juan casi no conoció a su papá, éste murió en prisión supuestamente debido a una neumonía, versión que hasta ahora, muchos ponen en duda. Toda su vida Juan vivió con su madre. Nadie sabe dónde extravió el camino, ni porque la vida lo llevó desde muy joven a verse implicado en problemas de drogas y delincuencia. Varios familiares intentaron ayudarlo dándole trabajos y consejos. Lo último que supe de él, fue que ya estaba regenerándose y había entrado a la policía.

Jamás esperé que nuestro próximo encuentro se daría el pasado domingo por la mañana. Eran las 11 de la mañana y aun en piyama veía la televisión. Sonó el timbre. Con sorpresa vi que era Juan Carlos. Un taxi lo esperaba. Me pidió permiso para usar el teléfono y lo hice pasar. Parecía que apenas venía de la fiesta, traía los ojos algo rojos y se notaba nervioso. Una vez dentro, ni siquiera volteó a ver el teléfono, se dirigió hacia dónde estaba y muy serio me dijo:

- Bueno pues, para que me hago tonto. Tú sabes los problemas en los que siempre he estado metido. Drogas, delincuencia. Hoy me corrió mi mamá de mi casa, fui a ver a mi tío (…) y de plano me corrió y me dijo que no me quiere volver a ver. Nadie me ha querido ayudar, no sé dónde voy a pasar esta noche y la verdad estoy metido en un problemón. Debo mucho dinero, y si no lo pago hoy me van a matar. Lo único que quiero es salir de esta bronca y largarme de la ciudad. Tú ya viste, afuera está un taxi esperándome. No sé qué hacer. Entonces quería ver si podrías ayudarme con algo, de verdad lo necesito. Sé que no somos muy unidos, pero necesito conseguir el dinero...

¿Qué contestar después de esto? Después de unos segundos de incomodo silencio, sólo se me ocurrió decir:

- Mira… sólo tengo 20 pesos. Lo cual no era mentira, sino una verdad a medias. Como recién había pasado la quincena, sí tenía dinero, pero no cambio

Juan Carlos me miró con cara de ‘no mames’. Seguramente su deuda era mayor y yo ofreciéndole 20 míseros pesos. Él estaba desesperado, seguía hablando de sus problemas y de la situación insalvable en la que estaba. Comencé a intranquilizarme. No es que le tuviera miedo a mi sobrino, ni que pensara que él pudiera hacerme nada, pero tener una situación así en la sala de mi casa resultaba estresante. Entonces cometí lo que hasta ahora no sé si fue un error o un acierto: abrir mi bocota.

- Bueno… lo más, pero lo más que podría hacer… y fíjate, me dejarías ‘despelucado’ y sin dinero, sería darte 500 pesos. ¿te sirven?

Apenas mencioné lo que le ofrecía, su semblante cambió.

- Sí, me sirven mucho. Gracias. Es que mira, hasta traigo un cuchillo para asaltar a alguien si no consigo el dinero…

Y que saca un cuchillo oxidado y filoso de la bolsa izquierda de su pantalón. Sabrá Dios qué cara hice, pero Juan Carlos intentó tranquilizarme

- … obvio, no iba a hacerte nada. Eres familia y se han portado bien conmigo.

Juan Carlos me abrazó y entre agradecimientos prometió no volver a molestarme, que esa sería la última vez. No pude evitar percibir un fuerte olor a alcohol mientras lo tenía más cerca. Se retiró de mi casa y sólo alcance a decirle que se cuidara.

Después de ese encuentro pasé varias horas pensando en lo que había hecho. Me dolía haber perdido 500 pesos de esta forma. Suelo ser muy recatado y dudoso para gastar dinero. Antes de comprarme algo me lo pienso mucho, y ahora, de buenas a primeras perdía un billete de la nada. Ignoro que tan valido sea decir que malgasté el dinero, supongo que la respuesta la tendrá Juan Carlos. Quisiera que mi pequeña aportación sirva para que de una vez por todas pague su deuda y encause su vida. Por desgracia algo me dice que peco de optimista.

De cualquier manera, un buen porcentaje de la cantidad que entregué a Juan Carlos acabará engrosando las finanzas del narco y crimen organizado. A esa maquinaria maldita no le importa valerse de lo que sea con tal de fortalecerse. Acaba con la vida de miles de personas y la convierte en un infierno para quienes están cerca.

Desde el domingo hasta hoy le he contado mi anécdota a varias personas. Me han dicho que debo acercarme más a Juan Carlos y ayudarlo; otros me recriminan mi debilidad, haberle dado dinero de una manera tan sencilla. Seguramente ambas posturas tienen razón. Sigo recriminándome el haber sido tan cobarde y no haber hablado con él. Pude haberlo detenido de cualquier manera y dejé que se fuera. Desconozco que hizo con los quinientos pesos, si pago su deuda, dónde está pasando las noches o si asaltó a alguien… Perder mi dinero fue lo de menos.

Si vuelvo a ver a Juan Carlos quiero verlo recuperado, de lo contrario y por mucho que duela, prefiero no encontrármelo.

jueves, 14 de octubre de 2010

Por una maldita palomita de maiz


Me confieso fanático de comer palomitas de maíz en el cine. Si no lo hago, siento que me falta algo y que la experiencia de ver una película en pantalla grande no está completa. Las disfruto tanto que hasta puedo terminarme una cubeta solo. Uno jamás imaginaría que esas botanitas ricas y saladitas, blanquitas y suavecitas, pudieran ser capaces de hacernos el menor daño. Pues bien, aunque no lo crean, a mi una palomita me ha traído sufrimiento, dolor y mucha preocupación.

Mi triste historia comenzó a principios de éste año, cuando una tarde cualquiera, acompañado de mi novia fui a ver una película a la Cineteca Nacional (creo que fue Tokyo, pero no estoy seguro). Como siempre pedí palomitas y refresco en lata. Todo sucedía con normalidad hasta bien avanzada la película, cuando en un movimiento inconsciente pasé mi lengua por una de mis muelas y sentí un hueco inmenso. Aquel espacio vacío no estaba ahí unas horas antes. Por supuesto, me saqué de onda. A uno no le enseñan cómo reaccionar bajo circunstancias así. Al principio, a pesar de mi desconcierto, fingí tranquilidad. Volví a repasar con la lengua el hueco y me di cuenta que en efecto, me faltaba un pedazo de una de mis muelas inferiores de la izquierda. Lejos de preguntarme cómo había perdido media pieza dental, mi única interrogante era ¿y si huelo a muela podrida? Instintivamente seguí comiendo palomitas y fijando la mirada en la pantalla, aunque sin ponerle atención del todo. Al terminar la función no hablé hasta que fui a la dulcería y compré unas Halls. Ya con más confianza, todavía fui a cenar unos tacos.

Pasaron los días, las semanas y los meses. Como buen mexicano no hice nada para resolver el problema de la muela rota y pensaba que algún día las cosas se solucionarían solas... total, si no me dolía ni nada, no tenía por qué preocuparme. No negaré que sentir un hueco en mi dentadura era algo raro, pero no era un asunto de vida o muerte. Para desgracia de mi conchudez, esa muela empezó a dolerme hace unas semanas. Las primeras veces fingí demencia y sufrí en silencio. Poco a poco fue aumentando hasta volverse una gran molestia.

Mi plan no era ir al dentista, pues pocas cosas me dan tanto miedo como los odontólogos. Reconozco que soy bien maricón para estas cosas, pero llegué a un punto en el que mi situación era insoportable. Ni hablar, no me quedó de otra más que sacar una cita y esperar una cura milagrosa. El día llegó. Año y medio de mi último chequeo, volví a pisar un consultorio dental. Después de un chequeo rápido, el doctor me dijo que tenía mi muela fracturada. Le conté lo del cine y sin sorprenderse, me contó que aquello de romperse dientes al comer palomitas era muy común.

A lo largo de quince días el dentista desgraciado me hizo una curación y después protegió mi muela con una incrustación de metal, motivo que por cierto, no me hizo la menor gracia. Según yo, eso de traer dientes dorados y cosas metálicas en la boca es de gente pobre y vieja, no para un muchacho joven y carismático como yo. Al menos, esa pieza horrible y dorada en mi muela no se ve a simple vista. Ahora me siento Robocop, maldita sea. Por desgracia, lo peor no fue eso, ni que me haya encontrado otras dos caries pequeñas. Lo verdaderamente malo es que en una de mis consultas, el doctor (alias viejo fastidioso) descubrió que me está saliendo una muela del juicio. Inmediatamente mandó a que me sacaran radiografías y salió esto:



Esto que parece una mazorca chueca es mi dentadura. Se supone que dos molares inferiores están a nada de salir fuera de lugar y provocarme un gran problema. El dentista me dice que se requiere hacerme una cirugía para abrirme la encía y extraer las piezas. Que estaré incomodo un buen número de días y que al principio no podría ni hablar. En otras palabras: me espera una chinga.

Esta tarde de nuevo fui al dentista, aunque la operación aun no tiene fecha, el peso del destino ya me abruma. La última vez que me dio por huir de lo impostergable fue precisamente antes de una extracción dental. Pero ahora es peor, se trata de una canija operación a la que siempre le hui. Por lo pronto, a gozar antes de que me cargue la fregada. Lo que más coraje me da, es que todo pasó por culpa de una insignificante palomita de maíz. A ella le debo haber ido al dentista, tener mi muela dorada y una dolorosa e incómoda cirugía. En estos momentos cientos de personas comen palomitas de maíz sin saber del peligro que corren. Mínimo, las bolsas del cine deberían traer una leyenda de advertencia como ocurre con los cigarros.

Mañana iré al cine y sí, compraré palomitas. No aprendo.

martes, 5 de octubre de 2010

¿Por qué, Señor, has callado?


“En un sitio como éste, las palabras no sirven. Al final, sólo
puede haber un terrible silencio, un silencio que es un llanto del corazón a
Dios: ¿Por qué, Señor, has callado?¿Cómo pudiste tolerar esto? ¿Cómo pudo
permitir esta eterna matanza, el triunfo del mal?

Nuestro silencio se
convierte en cambio en un pedido de perdón y reconciliación, un llamado para que
Dios no permita que esto vuelva a ocurrir”


-Papa Benedicto XVI,
en su visita el 28 de mayo de 2006 al campo de concentración nazi de Auschwitz en Polonia.


… leo estas palabras y advierto un pequeño cambio (o acaso advertencia) sobre el silencio de Dios hacia nosotros. Quizá nos éste hablando más que nunca, basta ver los noticieros. Lo malo es que ni así lo escuchamos.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Tlacotalpan, 4 años después.


El 14 de abril de 2006, publiqué el siguiente post en mi antiguo blog:

Tlacotalpan sigue siendo ese lugar en el que hasta el aire huele a pasión y el paisaje, en cualquiera de sus puntos cardinales, se vuelve arte.

Pasando el poblado de Alvarado, a unos 60km del puerto de Veracruz se encuentra Tlacotalpan. Hasta esa tarde, la ultima y primera vez que había ido fue hace doce años. Declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, me habían contado que era un lugar de ensueño, aunque la verdad, no creía recordarlo así.

Por eso aproveché esa tarde de abril. Tenía unas horas de haber llegado al siempre cautivante puerto de Veracruz y tenía tiempo de sobra antes de dirigirme a Catemaco, mi destino final. Surgió así la idea de desviarnos a Tlacotalpan. El día estaba radiante, el auto corría como nunca lo hace en la ciudad y francamente me encontraba de buen humor (ingrediente necesario para animarse a correr cualquier aventura). Media hora después, mi humilde automóvil tomaba la desviación hacía el pintoresco poblado. Para quienes no tengan el placer de conocer este lugar, bastará con decirles que la magia comienza desde la carretera. Un caminito de dos carriles (que por cierto estaba en reparación) rodeado de vegetación, manglares y el río Papaloapan, que por momentos te da la sensación de ir flotando sobre aguas de un azul cielo impecable.

Cuando finalmente llegas a Tlacotalpan, comprendes que todos los comentarios acerca de su belleza se quedan exageradamente cortos. Basta caminar por su plazuela principal para que a uno se le encoja el alma. Gracias a Dios he visitado muchos poblados de mi México, pero ninguno se compara a Tlacotalpan, cuyas calles medio vacías nos dan tranquilidad total. Su iglesia, su parquecito cálido y acogedor, su kiosco y su capilla, todo en armonía.

Caminé por sus calles. Me deleité con sus casitas de una sola planta, todas pulcramente pintadas con colores brillantes. El pueblo es pequeño, y sin embargo me perdí entre tanto paisaje ensoñador. Sin saber cómo, llegué a la casa en donde, según una placa, había nacido Agustín Lara. ¡Con razón el ‘flaquito de oro’ le cantaba a la vida y al amor de ese modo! Cualquiera que tuviera esos paisajes inspiradores no podría hacer menos que enamorarse con cada atardecer. En una banquita, frente a la estatua de unos jarochos bailando, tomé un refresco a la orilla del Papaloapan, mientras pensaba en lo bello de este estado. Veracruz tiene algo, eso es definitivo. Gracias a Dios vivo en un país como México, siempre sorprendente, siempre amable. No importa cuánto más escriba, tendrían que estar ahí para que me entendieran del todo.

Tiempo después dejé Tlacotalpan y continúe mi camino. El radio sintonizaba una estación local, misteriosamente la canción
'Arráncame la vida' (del maestro Lara) comenzó a sonar, guiándome amorosamente por la carretera. A lo lejos, en mi retrovisor, Tlacotalpan se perdía.

Quisiera que el tiempo se detuviera en mis palabras. Volví otras tres veces a Tlacotalpan, encontrando siempre una infinidad de razones para inscribir sus paisajes en la memoria de mis momentos perfectos. Por desgracia hoy Tlacotalpan, mi Tlacotalpan, se encuentra en situación de emergencia. Las constantes y torrenciales lluvias que han azotado gran parte del país hicieron que varios ríos (entre ellos el Papaloapan) en el estado de Veracruz se desbordaran y causaran estragos e inundaciones. Por unas semanas buena parte de Tlacotalpan estuvo bajo el agua, incomunicado y en condiciones precarias. Su gente fue evacuada mientras las casas y templos del poblado soportaban estoicamente las corrientes de agua que amenazaban con doblegar sus estructuras.

Las imágenes de los noticieros mostraban aquellas calles en las que tantas veces he caminado convertidas en un río incontrolable. Los desastres naturales adquieren otra dimensión cuando los sentimos más cercanos y ocurren en lugares que amamos. Poco a poco y con el paso de los días el nivel del agua bajó. La población volvió a su pueblo querido y empezó la reconstrucción y limpieza de esas casas que no cedieron ante la fuerza del agua. Por desgracia en estos momentos, ante la amenaza de nuevas lluvias, esta gente noble y trabajadora han sido desalojados de nuevo ante el riesgo de más precipitaciones e inundaciones.



Escribo esto porque me duele lo que pasa. En mi caso es Tlacotalpan, pero seguramente muchos tienen lazos afectivos con los diferentes pueblos y regiones que hoy se encuentran en desgracia. Algo estamos haciendo muy mal como personas, como humanidad, para que la naturaleza se desequilibre así. No pretendo decirles que ayudemos en centros de acopio pues todos somos conscientes de nuestras responsabilidades. Lo aterrador de que ocurran estas cosas no es tanto lo que oímos o vemos en los medios de comunicación, sino el imaginar que algún día los vulnerables seamos nosotros. Ayudar desde nuestra trinchera, es lo único que puede quitarnos la impotencia de ser tan pequeñitos ante la fuerza de la naturaleza.

Volveré a ese rinconcito de sueños en la primera oportunidad. Todo esto que está pasando sólo es para que resurja más bello que antes. Espérame, prometo regresar.