miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ángel y Katy


No recuerdo a bien cuándo fue que conocí a Ángel. Mucho menos cuando comencé a hablarle, a llevarme con él, y de la nada se volvió mi mejor amigo. Supongo que estos aspectos de la vida se van dando de forma tan natural, que cuando uno se da cuenta ya ocurrieron.

Esto sucedió alrededor del año 2001. Desde entonces, Ángel ha estado presente en los momentos más importantes de mi vida. Me ha visto reír, llorar y enojarme. Ha estado en las buenas, en las mejores, y en las peores. Por eso, me parece mentira que una década después esté escribiendo estás palabras para hablar de su boda por el civil.

Así es, en unos días mi amigo Ángel contraerá matrimonio con Katy, una chica a la que conocí hace unas semanas, tiempo más que suficiente para convencerme de que es una buena mujer y adecuada para él. Para quien escribe estás líneas, es todo un honor ser considerado como uno de los testigos de los novios que el próximo 31 de diciembre iniciarán la más grande aventura de sus vidas.

La historia de Ángel y Katy parece de película, pero es aun mejor. Les tomó sólo un par de días conocerse y decidir que querían estar juntos toda la vida. El destino se las ingenió para que ambos se hallaran en el instante correcto y una simple casualidad se convirtiera en el más fortuito de los encuentros.

Por ahora, me encuentro comprando traje, camisa y demás artilugios para verme presentable ese día. Por unas horas dejaré mi desfachatez acostumbrada para estar a la altura de las circunstancias. ¿Qué le va uno a hacer? Estos eventos se dan pocas veces. Si para él es un momento importante, para mí también lo es, y  será un honor estar al lado de ambos el próximo lunes.

Mi amigo, mi hermano, y uno de los hombres más maravillosos del mundo, sólo me queda decirle que mi cariño por él es más grande que el mismo universo.  

A menudo les he comentado que suelo dividir mi vida en temporadas, como si se tratara de una serie televisiva de comedia. En este caso, considero la boda de Ángel como si fuera un final de temporada. Y es que no sólo es la primera vez que se casa uno de mis amigos cercanos, sino que también ocurre en el último día del año y como es costumbre en fechas así, muchos ciclos se abren y cierran.

Este año he ido aprendiendo que la vida cambia. Que todo está en continuo movimiento y que tarde o temprano, la vida nos mueve por más resistencia que pongamos y reacomoda todo de manera perfecta.

Este es el último post de este 2012, pero ya les estaré contando cómo estuvo la boda.  Seguramente el 2013 me traerá más aventuras, más alegrías y también algunas tristezas y angustias, lo cual narraré aquí mismo, pues al fin y al cabo así es la vida y me gusta dejar registro de ella.

Nos leemos en el 2013, o antes, si ocurre algo muy importante. Gracias por leerme.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Bitácora del Fin del Mundo (así fueron mis últimas horas)

Jueves 20 de diciembre del 2012
22:00 hrs.

Durante los últimos años me la pasé escuchando sobre la llegada del Fin del Mundo, el cual ocurrirá supuestamente dentro de unas horas. Escribo estas palabras preso de una extraña mezcla de escepticismo y cierta emoción. Una parte de mi sabe que no pasará nada. La otra desea que ocurra algo inesperado y digno de ser narrado: Una bomba atómica, la llegada de los extraterrestres, terremotos, Arjona, tsunamis, etc… Las posibilidades son muchas.

Sirva este texto como una bitácora del que quizá sea el último día del planeta. O el comienzo de una nueva era. O nada.

21 de diciembre de 2012
00:01 hrs.
Llegó el día esperado. No ha ocurrido nada significativo. Me voy a dormir sabiendo que en unas horas la vida del planeta entero puede cambiar.

05:27 hrs.
Despierto. A pesar del Fin del Mundo tengo que ir a trabajar. Me levanto, doy una revisada rápida en Twitter de las noticias más relevantes ocurridas durante la madrugada. Oficialmente entró el invierno, pero  aún no hay indicios de ninguna catástrofe.

06:55 hrs.
Manejo por las calles de la Ciudad de México. Cero tráfico. Sé que es por el inicio de las vacaciones, aún así, la desolación le da un toque tétrico a las calles. A lo mejor sí pasa algo.

07:15 hrs.
Me compro un café en Starbucks. Igual y es el último de mi vida.


08:00 hrs.
Ya en la oficina. Desde la ventana no veo que aun salga el Sol. Está nublado. Aun así, la obscuridad que dicen durará tres días sigue sin hacer acto de presencia.


08:40 hrs.
Ya salió el Sol.

10:45 hrs.
Aunque el día sigue su curso, en la oficina todos platican con emoción sobre el Fin del Mundo. Lo mejor son los memes alusivos al tema que comienzan a inundar la red.

14:00 hrs.
El mundo sigue igual que siempre. Se rumora que el final llegará a las 21 horas. Mantengo la ilusión de que así sea. Me gustaría que pasara algo, un temblorcillo aunque sea.

15:40 hrs.
Salgo de la oficia. En la calle se percibe la sensación de que el Fin del Mundo fue un fraude. Comienzo a pensar lo mismo. Voy por mi novia que también ya salió de trabajar.

17:18 hrs.
Termino de comer con Tania. Empieza a atardecer sobre el Polyforum Siqueiros. Seguimos sin novedad.

18:07 hrs.
Intento llegar a la zona centro de la ciudad. El tráfico vehicular es intenso. Comienza a caer la noche. Me pregunto si volveremos a ver la luz del día mañana. El sólo pensar que no “me asusta, pero me gusta” (como la canción de Ana Bárbara).


18:45 hrs.
Ahora estoy en el Centro Cultural Telmex. Por varios segundos siento que el suelo vibra bajo mis pies. Tras una alarma inicial, atribuyo el movimiento de la estructura a los autos que entran y suben hacia el estacionamiento que se ubica en el mismo inmueble.


20:33 hrs.
Venimos al último piso de la Torre Latinoamericana (uno de los edificios más representativos de la ciudad) para ver el fin del mundo, lo curioso es que hace dos años escribí sobre la idea de hacer lo mismo, y ahora, sin planearlo, estoy repitiendo lo que alguna vez pensé sólo como ficción. Lo acepto, estar a esa altura sabiendo qué de pronto podría pasar una catástrofe. Desde arriba puedo apreciar la enormidad de esta metrópoli. Me siento tan pequeño. Ver el final de todo aquí podría ser bello…

Nos tomamos fotos …


Video…


Pero seguía sin pasar nada.

21:06 hrs.
Las nueve de la noche, supuesta hora temida, nos agarró en una tienda de ropa en la calle Madero. Toda la zona está llena de gente. Al parecer ya nadie le teme al Fin del Mundo.

23:05 hrs.
Después de dejar a Tania en su hogar, llego a mi casa. Me doy por vencido. El fin no llegó tampoco hoy (bueno, sólo el fin de semana, pero ese ya había confirmado su presencia).

Sábado 22 de diciembre de 2012
09:25 hrs.
Despierto. Ya es de día. Ya hay sol. Libramos el Juicio Final. ¿Ahora qué vamos a hacer?

Esta fue mi bitácora sobre el No Fin del Mundo. Los mayas no tienen la culpa de la decepción que se siente. Ellos sólo dijeron que se terminaba un Baktún (ciclos de tiempo de más de 5 mil años con los que se media el tiempo). Pasamos del Baktún 13 al 14. Se supone es el inicio de una nueva era. Ojalá así sea.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Escribí un texto para Resonancia Magazine



Supe de la existencia de Pedro Escobar hace años, cuando gracias al mundo de los blogs comenzamos a leer nuestros respectivos espacios. Desde siempre hubo buena química entre ambos, y a partir de ese momento, hemos estado en contacto de manera frecuente.

Además de tener un blog y ser fanático de las motos, Pedro ha colaborado en varias revistas y forma parte de Resonancia Magazine, una exitosa publicación en línea sobre ‘el mundo de la música y otras resonancias’.

Por eso, cuando el buen Pedro me invitó a colaborar con un texto en Resonancia Magazine no me pude negar, al contrario, lo hice con todo el gusto del mundo. El proyecto se llama "Resonancias antes del Fin del Mundo" y es el especial de fin de año de este portal.

En él, 7 plumas fueron invitadas a participar con un escrito acerca del supuesto Fin del Mundo. Novelistas, músicos, periodistas, artistas visuales y entre ellos, un servidor. Cooperé con el texto “Más te vale, Fin del Mundo”, el cual pueden leer dando clic aquí. Ojalá puedan leerlo.  

Desde aquí, gracias a Resonancia Magazine por la oportunidad. 


Checa aquí todas las resonancias sobre el Fin del Mundo.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Nada que ver



Tendrá unos siete años que escuché por primera vez a Jorge Dorantes alias 'El Llorch’ en un programa de radio. En ese entonces él colaboraba en el programa de radio “La Taquilla”. Confieso que me cayó bien desde el principio. Su estilo ingenioso y lleno de humor negro para decir las cosas, lo dotaban de esa habilidad de decir cualquier barbaridad y caer bien. Talento ansiado por muchos, pero que pocos poseen.

Después terminó su ciclo en dicho programa y le perdí la pista por años. Hace no mucho se reintegró como colaborador de la emisión radiofónica “Dispara Margot, Dispara”, donde volví a reencontrarme con sus mordaces comentarios que más de una tarde me hicieron botarme de la risa. Hace un par de meses, al aire le preguntaron por el nombre de su novela. Así me enteré que en el 2001 Jorge Dorantes había publicado “Nada que ver”.

“Si ese libro es tan ingenioso como su autor, debe ser una locura”, pensé.

Y lo fue. Aunque dar con esa novela no fue fácil. Pasé más de un año en su búsqueda. Preguntando por aquí y por allá sin que nadie me pudiera dar información fidedigna sobre el libro. Justo cuando ya me había hecho a la idea de que no lo leería, me topé con “Nada que ver” hace unas semanas en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en el stant de Editorial Era.

Y lo leí en tres días.

Sólo son 125 hojas, cantidad más que suficiente para que Dorantes me dejara muy en claro que es un gran escritor. Su mismo estilo al hablar en radio, se replica y muchas veces se magnifica, en cada párrafo. Perdí la cuenta de las veces que me retorcí a carcajadas, o de las ocasiones en las que de plano tuve que interrumpir mi lectura para decirme a mí mismo ‘este güey es un cabrón’.

La trama de la historia podría parecer simple: Rodrigo, un pesimista crónico temeroso de las vueltas del destino, semi enviciado a las drogas y al alcohol, felizmente casado y con 2 amantes atractivas y que lo tratan como rey. Alrededor de él gira un grupo de amigos treintañeros, todos con relaciones de pareja disfuncionales y dudas existenciales que a cualquiera que ande rondando el tercer piso le parecerán más que familiares.

La historia da un giro cuando Rodrigo se gana un fabuloso premio en un sorteo, cambiando de manera radical su estilo de vida y moviendo su zona de confort, situación que lo aterra y lo lleva un loco y vertiginoso desenlace.

Temer que la buena suerte que se posee de pronto se te revierta. Dudar de las verdaderas intenciones de todo lo afortunado que te pasa: Tal es el pensamiento que atormenta la mente del protagonista.

Altamente disfrutable, esta novela retrata como pocas un estilo literario muy mexicano que sin embargo ha sido poco explotado: el de las angustias de los adultos jóvenes clase medieros. Los personajes de este libro no viven en la pobreza, mucho menos en la opulencia, se alejan de los clásicos clichés del mexicano para adentrarnos en una narrativa más contemporánea y que por lo tanto, nos conquista por cercana.

Con tantas risas, reflexiones y detalles ingeniosos a lo largo de la novela, el lector termina con una franca y sincera sonrisa en los labios, y el corazón tatuado de una extraña mezcla de melancolía e incomodidad por la vida. Reír de la desgracia que en el otro es una tragedia, pero con el temor de que un día la mala fortuna revire en nosotros.

Aquí un extracto del libro:

- ¿Cómo has estado esta semana?
- No sé. Hay algo que me tiene un poco extraño.
- ¿Angustiado?
- Supongo. He estado pensando en cómo hacer una cosa es dejar de hacer muchas otras. Estar en un lugar implica no estar en otros cientos de miles de lugares. La vida es como un Tower Records gigante del que te dejan llevarte todo lo que puedas tomar en quince segundos; escoger algo es renunciar a millones de otras opciones. ¿Has pensado la enorme cantidad de cosas que dejas de hacer cuando te estás bañando? En cada decisión que uno toma viajan todas las que se abandonaron. Me angustia todo lo que no hago. Lo que nunca voy a hacer. Y como ninguna opción parece lo suficientemente valiosa para renunciar a las demás, prefiero no hacer nada.
- Lo que necesitas es un poco de estructura. Hacer algo. ¿Te has metido algo en estos días?
- Sí.
Ese día mi psiquiatra me hizo entender que para mí una vida sin drogas era como una vida de monasterio, como un chorizo naturista, un Pac-Man sin fantasmas ni pastillas.

Léanla, les prometo que pasarán un buen rato y les caerán varios veintes.

“Nada que ver” es publicado por Ediciones Era.

martes, 11 de diciembre de 2012

H&M, el infierno en la tierra



Partiré confesando algo que quienes me conocen saben muy bien: odio ir de compras.

Eso de andar viendo ropa, probármela, hacer filas, ser atendido por vendedores engorrosos, hacer cola para pagar… y todas las cosas que conlleva el arte del ‘shopping’ me parece una tortura. Si eso siento cuando voy a comprarme ropa para mí, imaginen cuando sólo voy de acompañante y de antemano sé que no gastaré ni un centavo en mi persona.

Supongo que este mismo sentimiento lo comparten la gran mayoría de los hombres. Salvo claro, la comunidad gay y los metrosexuales, para quienes ir de compras es igual o hasta más maravilloso que para las mujeres.

Tras aclarar que ir a las tiendas departamentales a renovar el guardarropa no es lo mío, muy probablemente entiendan mi martirio al saber que vivo rodeado de mujeres, lo cual hace que a menudo me vea en la necesidad-obligación de acompañarlas cuando van de compras.

Por eso, cuando hace unas semanas mi hermana y mi novia se aliaron para pedirme que las llevara a conocer una nueva tienda recién abierta en Centro Santa Fe, supe que iba a sufrir. En primer lugar, porque ese centro comercial está ubicado a una distancia considerable de mi casa, lo que implica atravesar la ciudad para llegar. En segundo lugar, porque ir con ellas significaba pasar por lo menos dos horas de mi vida en un sitio en el que me aburro enormemente.

Pero como soy buena persona, acepté ir.

Llegamos un sábado por la tarde. Una vez en el centro comercial, sin hacer más escala nos dirigimos a la dichosa tienda que según dicen, está de moda entre las feminas: H&M.

El impacto inicial fue devastador: la entrada a ese local comercial tenía una gran fila para acceder. Aquello parecía un antro exitoso, de esos en los que todo mundo desea ingresar, y cuyo cadenero vigila sigilosamente la entrada.  

Tuvimos que formarnos. Rogando que el destino fuera tan amable de permitirnos ingresar a la dichosa tienda a gastar el dinero que no nos sobra. Cuando por fin avanzó la cola y nos dejaron entrar, quien escribe estas palabras ya estaba un poco malhumorado. Sin embargo aguanté vara como los machos, pues así somos los hombres que amamos.


En su interior, la tienda H&M tiene tres pisos, escaleras eléctricas que conectan cada una de sus plantas, una gran zona con ropa femenina, un espacio mucho más pequeño para las prendas masculinas, y otro espacio igual de ‘chirris’ con vestuario infantil. En las paredes del fondo, unas pantallas gigantes proyectan imágenes de muchachas en ropa interior que lujuriosamente giran la cabeza una y otra vez. Al menos uno se da un taco de ojo en medio de aquel sitio de inframundo.

Hay mucha ropa por todos lados, de todos los estilos y colores, y sobre todo, una muchedumbre de mujeres que van de un lado a otro, alterando la salud mental de los pobres acompañantes de sexo masculino que osamos ir a ese sitio infernal.

Mujeres descolgando ropa por aquí, botándolas un rato después por allá, yendo y viniendo, celebrando el hallazgo de alguna prenda o muy bonita o muy barata, mentando madres porque no encuentran la talla que quieren, probándose decenas de prendas aunque no vayan a comprarse nada.

Y lo peor, es lo que uno sufre. Cargando kilos de ropa para que media hora después te digan ‘no quiero nada de eso, déjalo donde puedas’; o no sabiendo qué contestar cuando te piden una opinión, como si desconocieran que tus conocimientos de moda son nulos; ni que decir de la pregunta ‘¿y tú qué te vas a comprar’?, cuando la verdad es que nada en esa tienda te llama la atención y lo que en realidad quisieras comprarte es la nueva camisa de tu equipo favorito de futbol.

Cuando finalmente parece que el martirio terminó y las mujeres con las que vas deciden qué se comprarán, viene aguantar una fila inmensa para pagar. Tiempo perdido en el que todos a tu alrededor platican contentos sobre las novedades que encontraron, sin que adviertan la endeudada que se están poniendo.  

Luego vino el bendito regreso a casa. Un momento tranquilo en el que repentinamente escuché ‘pues la verdad, no me gustó la tienda’, o ‘la ropa estaba bastante corriente, muy simple’. Puntos de vista que contrastan con la cantidad de bolsas llenas de ropa que traíamos en la cajuela.

Cuando les cuestioné el por qué compraron cosas, si la tienda no les había gustado, la respuesta fue unánime: ‘porque ya estábamos ahí, ni modo de no comprar nada’.

Y así es mi sufrimiento cada que cumplo con mis deberes de novio en esos valles de lagrimas llamados ‘tiendas de ropa’.

El calvario es eterno, nunca llega a su fin. Cuando no son inauguraciones de tiendas, son ofertas navideñas o ventas nocturnas. Estas últimas, por cierto, las padecí el pasado fin de semana, cuando llevé a Tania a que se probará zapatos. ‘No me compraré casi nada, sólo voy a ver’, dijo cuando íbamos en camino. Tres horas después salimos del lugar con seis pares para ella. 

sábado, 8 de diciembre de 2012

Mis aventuras en la FIL, parte 5: Leopoldo Brizuela, y el miedo a una noche repetida


“Miedo a la obscuridad… Miedo por miedo… miedo a una noche que se repite angustiosamente…”

La frase anterior, aunque confusa, puede ayudar a resumir la esencia de “Una misma noche”, obra con la que el escritor argentino Leopoldo Brizuela obtuvo el Premio Alfaguara de Novela 2012, y que presentó ayer en la FIL de Guadalajara.

Acompañado por el nicaragüense Sergio Ramírez (Premio Alfaguara 1998 con Margarita, está linda la mar) y por el también argentino Andrés Neuman (Premio Alfaguara 2009 con El Viajero del Siglo), Brizuela compartió con los asistentes algunas claves para desenmarañar el misterio que se esconde detrás de su novela.

Explicar la trama de Una misma noche es complicado, pues quien lo intenta debe tener mucho cuidado de no revelar suficientes detalles para que sea precisamente el lector el que se deje envolver por la oscuridad de la trama, y así vivir la experiencia completa de este apasionante thriller.

De lo que podemos decir sin echar a perder ninguna sorpresa, es que Una misma noche arranca desde dos noches claves en la vida de Leonardo Bazán, el protagonista de la historia.

Una ocurre en 1976, en la época de la dictadura argentina en un vecindario de clase media de La Plata. Cuando ‘personas extrañas’ entran a una casa vecina. Leonardo de entonces 12 años, se da cuenta y como acto instintivo comienza a tocar el piano.

La segunda, en el 2010 cuando el mismo Leonardo, ahora convertido en escritor, vuelve a vivir otra noche peculiar. Una madrugada de sábado ve cosas raras, como a un joven “disfrazado de joven” actuando de forma extraña. Entonces también observa un asalto a la misma casa, que ahora es habitada por una vecina.

Este acontecimiento, hace que la mente de Bazán inmediatamente rememore lo sucedido años atrás, y lo haga llenarse de muchas dudas y miedo. Así, Bazán comienza a escribir lo sucedido, encontrando en el proceso respuestas vertiginosas e inesperadas.

Podría decirse que esta introducción que acabo de relatar, es casi autobiográfica para el autor de Una misma noche. Las iníciales del autor de la novela y del protagonista de la historia son las mismas. Ambos son escritores, y vivieron dos noches extrañas. Ambos en su infancia tocaron el piano cuando ‘personas extrañas’ vulneraban viviendas en la época de la dictadura. Y años después, el miedo les volvió.

 “Elegí la escena del piano porque no la podía entender. No sé por qué toqué el piano aquella noche en la que se metieron a mi casa. Al escribir esta novela supe por qué el personaje había quedado marcado por esa escena”.

Leopoldo relató que ese mismo miedo está arraigado sólo en miembros de su generación (en 1976 tenía 12 años), pues los que vivieron el dolor e injusticias de la dictadura ya son viejos y olvidaron lo que pasó, y los más jóvenes no lo vivieron.


Andrés Neuman dijo que una de las muchas virtudes que tiene esta novela es la de manejar estructuras del lenguaje cuidadosamente construidas en función de un ritmo que siempre da la certeza de peligro.

Por su parte, Sergio Ramírez la definió como “una novela inteligente y muy cinematográfica”.

Al final, esta presentación tuvo la virtud de no revelar casi ningún detalle de la historia narrada en el libro, pero sí de dotar a la novela de ese toque de misterio que hizo a muchos de los asistentes adquirir el libro para saber qué es lo que encontró Leonardo Bazán después de esas dos noches y cómo cambiarían su vida.

Esta presentación se dio en el marco de las celebraciones por los 15 años de la creación del Premio Alfaguara de Novela, uno de los más prestigiosos de la lengua española, y que entre sus galardonados cuenta con Laura Restrepo, Santiago Roncagliolo, Xavier Velasco y el ya fallecido Eliseo Alberto.

*** Nota de mi autoría, publicada originalmente en Sopitas.com

jueves, 6 de diciembre de 2012

Mis aventuras en la FIL, parte 4: Mi charla con Xavier Velasco



A pesar de que la presentación de su novela más reciente en Guadalajara sería el pasado jueves y yo regresaría a la Ciudad de México dos días antes, sabía que había la posibilidad de encontrármelo en algún momento.

En gran parte, a una Feria del Libro como la de Guadalajara uno va para convivir con sus ídolos literarios, aunque en este caso, a él ya lo vea como a un entrañable amigo. A pesar de haberme encontrado con él en múltiples ocasiones, siempre será un gusto charlar con Xavier Velasco.

El martes 27 de noviembre, después de entrevistar a Juan Villoro en el lobby del hotel Hilton de la Perla Tapatía, lo vi a lo lejos y me acerqué a saludarlo. Sonrió al reconocerme e inmediatamente comenzamos a charlar. Parece mentira que después de haber convivido con él en una reunión celebrada en un bar de la Ciudad de México, o en la FIL de hace dos años (por citar sólo alguno de nuestros encuentros), Xavier siga siendo la misma persona amable y sencilla de siempre.

Esa tarde aproveché para hacerle un par de preguntas sobre "La Edad de la Punzada", su novela más reciente, y publicarlas en el medio para el cual trabajo, mismas que les comparto a continuación:

Xavier, un gusto encontrarte en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ¿Para ti que significa este encuentro de las letras, y cuál es el primer recuerdo que tienes de ella?

Esta Feria es un poco mis vacaciones, es donde me la paso mejor. Mi primer recuerdo claro fue diez años atrás, la primera vez que vine y tuve una presentación que a mí me divirtió mucho con Arturo Pérez-Reverte, que es un gran amigo mío. Recuerdo eso, el detalle tremendo que tuvo Arturo de venir hasta acá sólo por eso. Me lo dijo desde Madrid ‘yo voy a presentarte’, y él es un tipo de palabra, entonces recuerdo esa presentación, con toda esa cantidad de gente, con estos lectores que son ‘lectores hinchas’, muy impresionante. Hasta la fecha me la paso muy bien aquí.


En esta ocasión presentas “La Edad de la Punzada”. Desde que lo escribiste y publicaste hasta ahora, qué ha cambiado en ti tras tanto hablar de él en presentaciones y entrevistas. ¿Tu idea de la historia sigue igual o se ha modificado un poco?

Mi idea de la historia se va adelgazando porque yo no vuelvo a leer mis libros.

Especialmente este libro, que fue escrito muy visceralmente, me exigió hacer presentaciones muy viscerales, creo que ha sido una evolución creciente hacia el mundo de los sentimientos. Es decir, en la primera presentación trate un poco de guardar todo lo que me dolía, toda la parte trágica, y poco a poco, conforme fui haciendo las presentaciones me di cuenta que esa parte trágica era la estrella del libro. Fui asumiendo y tratando de intelectualizarlo lo menos posible.

Ahora sé que todo este libro es un asunto puramente emocional, quizá no lo tenía tan claro al principio.

¿Volverías a repetir la experiencia de adentrarte tanto en tu vida a la hora de narrar, o es asunto cerrado?

No, yo ya acabé. Conté una historia de mi infancia, y otra de adolescencia, a partir de ahí mi vida es privada.

¿Qué consejo le darías a alguien que quiera ser escrito? ¿Por dónde comenzar?

Pues es que… mira, mi consejo es muy fácil, lo difícil es seguirlo. Vargas Llosa alguna vez dio dos mandamientos que hasta la fecha yo considero absolutamente trascendentales. El primero: ama a la literatura sobre todas las cosas. El segundo: haz lo que se te dé la gana.

Para escribir bien, vamos, no porque yo piense que escribo bien, pero el camino para escribir bien tiene que ver con un compromiso absoluto, con trabajar mucho, con escribir todos los días. Digo ‘trabajar mucho’, pero uno no se da cuenta que es trabajo. Hay que amarlo mucho y hacerlo diario. Es como si me preguntas ‘¿cuál es el secreto del éxito en una pareja?’. Pues bueno, conquístala todos los días, porque si no la conquistas todos los días la vas a perder, y con la novela es lo mismo. A la novela hay que conquistarla diario, si no se olvida de ti, te abandona y tu vida se convierte en una basura.

Pero claro, esto es para quien ya está adentro. Hay mucha gente que dice ‘quiero ser escritor’, te voy a decir algo, yo nunca estuve tan seguro de querer ser escritor, en muchos momentos lo asumí con resignación. Como diciendo ‘pues ni modo, voy a tener que ser esto porque no sé hacer otra cosa, porque no me interesa otra cosa, y porque siento no tanto como que yo elegí la profesión, sino que ella me eligió. Entonces, uno solamente sabe que va a ser escritor cuando ya la profesión y el vicio por ella crecieron más allá de lo que uno puede controlar, de lo que uno puede evitar. Cuando esta profesión es inevitable es el momento en que uno sabe que es escritor, porque ya no puede hacer nada al respecto.

 + + + Después charlamos más tiempo, pero esa conversación me la guardo en ese rincón de la mente donde se atesoran las enseñanzas de un maestro y amigo. 

*** Las preguntas de este post fueron publicadas originalmente en Sopitas.com

martes, 4 de diciembre de 2012

Mis aventuras en la FIL, parte 3: John Wray habla sobre su novela “Lowboy”



John Wray es otra de las figuras de la literatura contemporánea que se dieron cita en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y al que confieso no conocía. El autor estadounidense charló con Mariana Hernández (mejor conocida como Mariana H) sobre Lowboy, su novela más representativa.

Físicamente John Wray no niega que es gringo, eso es lo primero que pensamos cuando este rubio entró al salón de conferencias. Con aparato traductor en mano, los presentes esperábamos que el escritor comenzara hablando en inglés. Para nuestra sorpresa, cuando tomó la palabra lo hizo en un español claro y fluido que a más de uno nos sorprendió.

Desde ahí se ganó al público.

Guiado por la inteligencia de Mariana H., Wray comenzó a desenmarañar el proceso que siguió a la hora de crear Lowboy, novela que habla sobre un adolescente que padece de esquizofrenia, tiene una madre que oculta un secreto y además comienza una curiosa relación con Emily, una chica un par de años mayor que él.


Y es que para Wray, la adolescencia y la esquizofrenia se parecen. Ambos te aturden y confunden todo el tiempo. Incluso te pueden llevar a realizar cosas impensables. Si en Lowboy el protagonista cree que perdiendo su virginidad frenará el calentamiento global, el autor confesó que durante su pubertad pensaba que de no lograr perder la virginidad, sería el fin del mundo.

Gran parte de la trama de Lowboy ocurre en el metro de Nueva York. Para escribir esta novela, Wray se pasaba días enteros vagando por los túneles y vagones de este medio de transporte. En parte, para comprender al personaje y también para aislarse del resto del mundo, lejos de los celulares o el Internet que podrían distraerlo. Únicamente estaba él, su pluma y la música que escuchaba en su reproductor.

“Si vives en una ciudad como Nueva York, o cualquier otra que tenga metro, en poco tiempo éste se transforma en un lugar para pensar más claramente acerca de muchas cosas. Trabajando en el metro descubrí muchos detalles nuevos que me ayudaron a la hora de escribir Lowboy”.

Y ya que tocamos el tema de la música, ésta fue un elemento importante en la creación de la obra. Además de escritor, Wray es músico. Para acompañar el proceso de escritura, creó un track para cada capítulo del libro. Incluso confesó que hubo capítulos en los que primero tuvo la banda sonora, antes de sentarse a escribirlos.

Una vez que terminó la historia, Wray guardó en su casa la música que había creado, pues según él no era muy buena.

Esta novela habla en gran medida de la relación de Lowboy con su madre, la cual encierra un secreto que para algunos lectores es obvio a media novela, y para otros resulta toda una sorpresa.

“Sabía que la madre de Lowboy tenía un secreto, pero no tenía claro cuál. Cuando lo supe la novela se resolvió”. Y es que como dice Wray, a nadie le ocultamos tanto los secretos como a la propia familia.


Uno de los elementos mejor logrados en la novela es la forma en la que se retrata la esquizofrenia. El autor confesó haber hablado con personas que la padecen y leer mucho sobre el tema para no caer en exageraciones.

“No fue fácil, es una gran responsabilidad escribir sobre esta enfermedad. En la literatura y el cine es tratada desde un punto de vista sensacionalista. Los esquizofrénicos no son violentos. Se puede caer en muchos huecos al narrar una situación así”.

Hacia el final de la charla, Mariana H. le comentó a Wray que el libro era muy cinematográfico gracias a la atención que le puso a narrar los detalles, incluso citó a Juan Villoro, quien afirma que los detalles son los que hacen verosímil la literatura. Al respecto, el autor reveló que lo hizo como estrategia, para crear un ambiente de tensión. Esta técnica a veces funciona y a veces no.

Así concluyó una charla entrañable, de esas en las que uno sale con ganas de conocer más sobre el autor y su obra. Por lo pronto, en cuanto dejé de escribir estas palabras volví a la FIL por mi ejemplar de Lowboy. Sólo quedaban dos. El mío ya está en mi buró, y no puedo esperar a iniciar su lectura.

*** Nota de mi autoría publicada originalmente en Sopitas.com

domingo, 2 de diciembre de 2012

Mis aventuras en la FIL, parte 2: Mi entrevista a Juan Villoro



Durante mi estancia en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, tuve la oportunidad de entrevistar a Juan Villoro, uno de los escritores mexicanos más prolíficos y respetados de los últimos años, acerca de “¿Hay vida en la Tierra?", uno de sus libros más recientes.

Hablar con Juan Villoro nunca será un desperdicio. El tema es lo de menos, él siempre tendrá algo que aportar para hacer de una plática un momento agradable y enriquecedor. Voz autorizada en innumerables materias, Villoro es un escritor inquieto, ágil, incansable. Siempre con nuevos proyectos bajo el brazo, e incursionando en nuevos senderos de la escritura, cada uno de sus libros siempre ofrece cosas nuevas a sus lectores.

“¿Hay vida en la Tierra?” es un delicioso manjar literario que reúne varios textos que Villoro fue escribiendo de 1995 a la fecha y que fueron publicados en medios como La Jornada Semanal, Letras Libres y Reforma.

Sin embargo, estas columnas y colaboraciones no hablan de política, cultura, o de acontecimientos trascendentes. Al contrario, para conformar este libro, el autor seleccionó los textos que hablan de cotidianeidad y que se centran en temas y situaciones aparentemente carentes de importancia, pero que al pasar por el filtro literario se vuelven interesantes y muy disfrutables.

Esta fue la charla que tuve con él:

¿Por qué elegir este momento para recopilar los textos? ¿Por qué justamente ahora y no antes o después?

Nunca sabes cuándo concluiste un libro. Yo siempre pensé que al estar escribiendo en los periódicos estaba conformando un libro a partir de historias de la realidad. Yo escribo columnas en las que normalmente me ocupo de temas de cultura, de medios, de política, pero a veces escribo pequeños cuentos que reflejan lo que somos en la cotidianidad. Por ejemplo, una situación absurda en una oficina de gobierno; los tramites ‘rocambolescos’ que tenemos que hacer para pedir un capuchino en donde sostienes un dialogo ‘como de teatro del absurdo’; la forma en que nos enamoramos y relacionamos a partir de las redes sociales; el terrorismo telefónico que padecemos cuando alguien nos hace ofertas, y de pronto nosotros le pedimos el teléfono a esa persona, y lo que pasa si le hablamos el domingo en la mañana a su casa para que sienta lo mismo; en fin, circunstancias que definen nuestra manera de ser.

Sabía que tarde o temprano llegaría este momento y tenía que reunir suficientes textos. Empecé a revisarlos, a reescribirlos. Llegué como a ochenta. Me preocupé. Le dije al editor de Almadía ‘oye, está quedando grande el libro, son ya ochenta historias’, y me dijo ‘no te preocupes, si llegas a cien es mejor, porque tu libro va a ser el número cien de editorial Almadia’. Entonces, ya que cumplí las cien historias, decidimos editar el volumen.

Leyendo el libro, da la impresión de que Villoro puede hacer un texto de cualquier cosa ¿realmente es tan fácil?

No, es muy difícil. A mí me cuesta mucho trabajo. Algunas de las cosas que parecen fáciles, provienen de cómo organizas la realidad. El chiste es que esa sea una historia redonda. Por ejemplo, yo escribo una crónica de cómo tuve que cambiar un colchón, entonces, ese cambio de colchón me lleva a una reflexión sobre la manera en que dormimos, cómo nos relacionamos con nuestra cama, etcétera. Pero eso tiene que estar estructurado al modo de una historia.

Otra historia, por ejemplo, tiene que ver con un caso real de un amigo mío que se peleó con su mujer y luego la reconquistó. Ella como tantas mujeres le decía ‘oye, tú no sabes decirme cómo me amas, eres muy poco romántico, muy poco detallista en tus palabras, dime algo verdaderamente seductor’. Él siempre se había quedado con esa asignatura pendiente, se peleó con ella y se deprimió mucho. Entonces hizo lo que hacen muchas personas cuando se deprimen, sobre todo los hombres: ver una sobredosis de películas de karatekas. Y de pronto, en una escena un gurú del karate pronuncia la frase: puedo derrotar a todos los enemigos, pero siempre seré vencido por tus ojos. Y eso le pareció muy romántico para decírselo a su mujer. La reconquistó con esa frase, con el problema de que luego ella se enteró de que era la frase de un karateca. Entonces le dijo ‘cómo me reconquistas con esta frase’.

Bueno, eso es real, tiene que ver con la forma en que interactuamos. ¿Qué relación pueden tener las películas de karate con nuestra vida sentimental?, entonces, ahí trato de construir historias que nos narren estos misterios cotidianos.


Mencionas que en tus textos hablas de tus amigos y conocidos ¿Alguna vez alguno se ha enojado porque lo hayas metido en algún texto?

Hasta ahora no. Algunos se han visto reflejados. Yo creo que debemos proteger la identidad de nuestros amigos. Muchas veces yo en estos relatos digo ‘un amigo al que llamaré Frank, o al que llamaré Chacho’, dando una clave de que le estoy cambiando el nombre para proteger su intimidad, porque él tiene derecho a decir ‘esto no es así’. Pero siempre es un clima más o menos gozoso, con sentido del humor, y donde yo me burlo de mi mismo, y siempre acabo siendo el peor parado ¿no?. Entonces hasta ahora me han perdonado, me han tolerado mis amigos.

¿Por qué ponerle ‘¿Hay vida en la Tierra?’ al libro? Sabemos que es el nombre de uno de los textos incluidos, ¿qué tiene de especial para ser el que dé título a esta colección de relatos?

Cuando yo era niño la gran pregunta era si había vida en Marte. Estaba de moda tener un primo que había visto un OVNI, todo mundo tenía supuestos contactos con extraterrestres, etcétera. Entonces, nos preguntábamos sobre la vida en otros planetas. La realidad ha cambiado mucho, y hoy en día vivimos en un horizonte extrañamente espectral. Nos representamos a nosotros mismos en sitios web a través de passwords, entramos a un juego como Second Life y tenemos otra vida. Incluso tenemos un avatar. Podemos asumir un alias para mandar tuits. Tenemos una vida fantasmagórica, y de pronto uno se pregunta ¿y dónde quedó la vida real?

Dicen que la vida es lo que sucede mientras hacemos otras cosas, ahora con las redes sociales, y con la comunidad digital, esas otras cosas son cada vez más definitivas. Por ejemplo, yo creo que hay parejas que filman sus relaciones eróticas porque sienten que si no se ven en la pantalla eso no es real, no es genuino. Osea, ya estamos en esa vida espectral en donde sólo lo que pasa en la pantalla es la realidad. ¿Dónde quedó la antigua realidad? Entonces, yo en este libro me pregunto irónicamente ‘¿Hay vida en la Tierra?’. Ese planeta donde supuestamente tenemos la única vida conocida ¿cuál es esa verdadera vida? ¿nos damos cuenta de ella?. Por eso yo busco estas minucias que definen la vida que transcurre en la tierra y que no siempre advertimos.

Estamos en la Feria del Libro de Guadalajara, ¿qué significa para ti esta Feria, y cuál es tu primer recuerdo que tienes de ella?

Yo he venido aquí como unas veinte veces. Vine creo que a la segunda feria, entonces eran unos tendejones con muy mala acústica, había muy pocas actividades, lo cual era bastante grato porque podías convivir mucho con los demás, y además podías asistir a otras charlas. Además en aquella época yo no tenía lectores. Entonces yo era público y la disfrutaba como tal. Es una Feria extraordinaria en la medida en que es la más importante del idioma, pero creo que es excesiva, hay demasiadas actividades. Los mexicanos confundimos la estadística con el éxito, y entonces pensamos que cuatro mil conferencias son mejores que doscientas, sin darnos cuenta que a lo mejor las cuatro mil no son buenas, y las doscientas podrían ser excelentes. Entonces sí es una Feria sobredimensionada. Sinceramente me gustaría que fuera más pequeña, prefiero la feria de Monterrey, o la de Colombia. La de Oaxaca también es muy agradable, pero de todas maneras hay cosas muy estimulantes, como entrar en contacto con los lectores, participar en homenajes como el de Elena Poniatowska que fue algo extraordinario, y que ese tipo de cosas sólo se pueden hacer aquí, porque es un acto muy masivo, que convoca mucha gente.

*** Entrevista publicada originalmente en Sopitas.com