lunes, 31 de enero de 2011

México 200 años: la Patria en construcción


A estas alturas del blog, ya sabrán que soy un llorón de primera. Se llora por amor, tristeza, impotencia, soledad, angustia… y por orgullo. Quien lo ha hecho por esta última razón, sabrá que éste tipo de llanto sale de lo más profundo del pecho, y tiene un efecto luminoso que nos contagia de valor y confianza. La última vez que me pasó algo similar fue el jueves pasado, viendo un viejo documento del siglo XIX, nada más ni nada menos que en Palacio Nacional, centro neurológico del poder ejecutivo en México.

Con motivo del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, desde mediados del año pasado se montó “México 200 años: la Patria en construcción”, una gran exposición de cerca de 500 piezas con un gran valor histórico en la que se abordan los principales sucesos y acontecimientos que forjaron a México como nación. Desde las primeras manifestaciones de la insurgencia en la Nueva España, hasta nuestros días, pasando por las distintas revueltas sociales, guerras y movimientos ideológicos que forman parte de nuestra historia. Banderas, documentos, pinturas, vestimentas, reliquias, y una gran variedad de objetos, son los que conforman la muestra.

En un principio las filas de personas para verla eran inmensas. Por eso esperé unos meses para ir, y ya sin tanta muchedumbre, apreciarla mejor. Llegué cerca de la 1 de la tarde. Supongo que por ser un día entre semana, era comprensible que el acceso fuera rápido. Sólo tuve que pasar dos retenes de seguridad y en menos de cinco minutos ya estaba entrando, por primera vez en mi vida, en las entrañas del mítico Palacio Nacional, edificio emblemático del Centro Histórico de la Ciudad de México.


Lo primero a lo que uno se enfrenta al entrar a la exposición “México 200 años: la Patria en Construcción”, es a un impresionante proyección audiovisual de 360 grados, en el que las imágenes y música nos dan un primer golpe emocional al presentarnos una introducción de lo que es México; paisajes, su gente, la fauna, hechos históricos, mexicanos distinguidos, tradiciones, monumentos, sus grandes ciudades, y cientos de elementos más que conforman un collage que por sí mismo nos pone la piel de gallina. Da igual si se mira a la derecha, a la izquierda, delante, detrás o hacia arriba, el bombardeo de mexicanidad se nos impregna durante varios minutos. Sale uno de la sala temblando de emoción, y apenas era el principio.

Inmediatamente saliendo, sigue un pasillo en el que se exhiben muchas banderas mexicanas, que a lo largo de la historia han sido protagonistas de los más trascendentes eventos de la vida nacional. Algunas desgarradas y descoloridas por arduas batallas, otras con inscripciones de batallones o regimientos a los que estos lábaros originalmente pertenecían. Aquí de nuevo el orgullo galopante recorre mis entrañas. Es tremendo ver a tu bandera machada, deshilachada, padeciendo los embates del tiempo y sin embargo, encontrarla hermosa, imponente, majestuosa. A partir de aquí, comienza el desfile de salas en las que cronológicamente vamos recorriendo cada una de las etapas trascendentales de la nación. Independencia, primeros años de la republica, el imperio de Maximiliano, las intervenciones francesa y norteamericana, los años de Benito Juárez en el poder, el Porfiriato, la Revolución Mexicana, la expropiación petrolera y el México moderno. Cada una contada por medio de piezas de un alto valor artístico e histórico.

Hablarles de todo lo visto es prácticamente imposible, pero sí les platicaré de los momentos que frenaron mi respiración e incluso, me hicieron derramar lágrimas orgullosas, de esas que mencioné al principio de éste post. El primero, y quizá más impactante, es ver el acta de independencia original (es la única que queda) enfrente de uno. Simplemente la sangre se me congeló y empecé a sollozar, cuesta creer que el documento que acreditó el nacimiento de mi país, de mi México, pueda ser visto por mis ojos. A unos metros de ahí, otro impacto: el estandarte Guadalupano que Miguel Hidalgo utilizó para llamar a la insurgencia en la madrugada del 16 de septiembre. Tanto escuché hablar de éste objeto, y en tantas ocasiones le vi representado, que ver el original shockea. Lo mismo pasa con el documento ‘Sentimientos de la Nación’, redactado nada más ni nada menos que por José María Morelos. No me importó seguir derramando lágrimas cuando la historia del lugar en el que nací se materializa y cobra un sentido diferente. Con cada paso que daba dentro de aquel recinto, mi país se me iba presentando como mejor, como una nación fuerte y valerosa, siempre heroica.




La solemnidad llega a su punto cumbre en el momento en el que se entra a la sala dedicada a la memoria de los héroes de la nación. El color negro contrastado con dorado en los detalles de aquel espacio, los nombres de los héroes en color oro en las paredes, los escudos de cada uno de los estados de la república mexicana y los restos mortales de aquellos mexicanos que por sus acciones, merecen los más altos rangos y honores. Cráneos y huesos que después de varios tratamientos químicos para su conservación fueron colocados cuidadosamente dentro de elegantes urnas. Saberse acompañado por ellos, en el mismo lugar, es tremendo, una carga de energía tan especial que no se puede contener. No sabe uno qué hacer o pensar, sólo se une al respeto que inunda el lugar. Incliné la cabeza ante cada uno de los restos y agradecí el ofrendar su vida en pos de construir lo que hoy somos.



México 200 años: la Patria en construcción' también se compone de una visita en el interior de Palacio Nacional. Una oportunidad única recorrer los salones presidenciales, el comedor, la oficina principal, la biblioteca e incluso poder mirar desde el palco presidencial (desde donde el presidente da el tradicional grito de independencia cada 15 de septiembre) son una experiencia que enriquece aun más la experiencia de visitar está exposición. Uno pasa decenas, quizá cientos de veces por afuera de éste edificio sin saber la belleza que se guarda en el interior. El formalismo, la elegancia y protocolo del lugar asombra. Además están los jardines, los hermosos murales pintados por Diego Rivera, el patio central y la estructura que hacen de éste Palacio un monumento nacional sin precedente.



Salí tres horas después con mi mexicanidad por las nubes. Recorrí las calles de la ciudad con ánimos renovados, mirando mi país desde otra perspectiva. Mi México se ha ido construyendo de gente que lo ama y da la vida por él. Esta muestra estará abierta hasta el 30 de julio del 2011. No dejen de verla, vale demasiado la pena.

jueves, 27 de enero de 2011

Quiero ser escritor. Parte 6

La primera vez que publiqué


Esto de tocar las puertas del mundo editorial a veces es desesperante. Se mandan mails, se habla con gente y se reciben poquísimas respuestas. En la entrega anterior, les platicaba que había mandado mails a Fernando López de GW Publishing y la gente de Milenio. No recibí respuesta alguna. A inicios de esta semana, los correos los envié a las revistas Picnic, Canvas, Replicante y 192. Hasta el momento sólo he recibido respuesta de la primera. Tanto Óscar Rodríguez, como Kenia Nárez me contestaron que canalizarán y revisarán mis textos. Andar en búsqueda de alguna oportunidad cansa mentalmente, y a veces me gustaría dejar de intentarlo si no fuera porque ya sé lo satisfactorio que se siente ser publicado.

La primera vez fue hace cinco años. Revista ‘dF pot Travesías’ de julio de 2006, número 51, sección Viñetas, página 28. El texto lleva por título ‘El fraude nuestro de cada día’ y es una especie de reporte anecdótico sobre una peculiar entrevista de trabajo que tuve entonces. En aquel entonces, me entrevisté con Guillermo Osorno, director editorial de Editorial Mapas y fue él quien me recomendó contactarme con David Lida coordinador de ‘Viñetas’. Tras intercambiar varios correos electrónicos y llamadas telefónicas, acordamos el tema sobe el que escribiría, redacté el texto, me envió algunas observaciones y en una semana el texto final estuvo listo. Un mes después, cumplí uno de mis más grandes sueños.




Fue en el Sanborns de Coyoacán dónde ubiqué la revista. Sin hojearlas compré dos números y fue hasta que salí de la tienda cuando por fin encontré mis letras impresas. No puedo contarles lo que sentí, pues ni siquiera ahora puedo describirlo. No fue el cheque que recibí por aquel trabajo, ni las felicitaciones de quienes iban dándose cuenta, no, fue el saber que tengo la capacidad de ser publicado en un medio importante. Ver mi nombre debajo de un orgullo que sólo conocen quienes lo han experimentado.

Justo cuando entablaba conversaciones con David Lida para una nueva colaboración, ‘dF por Travesías’ sacó su número final y dejó de editarse. Sin embargo, la semilla de la adicción por ver de nuevo mis escritos en algún medio importante ya estaba sembrada. Y esa revista es la que aún conservo para darme fuerzas. Un pedacito de papel en el que está contenida una ilusión que se volvió real. De ahí me agarro para seguir intentándolo. De ahí viene mi necedad. Y dicen que sólo los necios logran lo que desean, ya veremos…

lunes, 24 de enero de 2011

El Secreto de la Sirenita (Ponyo en el Acantilado)


Antes de comenzar a escribir esta entrada, aclaro que lo haré desde la comodidad de un principiante inexperto en el tema. Hasta hace un par de días, no había visto nunca una película de Hayao Miyazaki, cineasta japonés, fundador de los estudios Ghibli y creador de obras como ‘El Viaje de Chihiro’ (ganadora del Oscar en 2002 como mejor película animada) o ‘El Castillo Vagabundo’ (también nominada al premio de la academia en 2005), entre otras. A sabiendas de que hay cientos de fans y miles de sitios con información mucho más precisa y profunda de lo que están por leer, pido disculpas si doy algún dato erróneo. Éste post, es el de alguien que por primera vez se acerca al universo de éste genio de la cinematografía infantil.

Por años, los filmes de Hayao Miyazaki han sido premiados por todo el mundo. La maestría con la que narran sus historias, los simbolismos que estas contienen y la belleza gráfica siempre implícita, hacen que varias de sus películas sean consideradas autenticas obras de arte. Sabiendo lo anterior, no dejé pasar la oportunidad de tener mi primer contacto con una de ellas. Hace un par de semanas, en una de las tiendas de la Cineteca Nacional vendían la colección en DVD de Hayao Miyazaki. Iba acompañado por Tania, quien es conocedora y fan de estas películas, y decidimos comprar ‘El Secreto de la Sirenita’. Una noche de sábado la vimos. Quedé cautivado.

Ignoro sí pase lo mismo con el resto de las obras de Hayao Miyazaki, pero al menos esta me atrapó desde los primeros segundos. A penas inicia el festival de colorido e imágenes fantásticas y uno no quiere ni parpadear. Va avanzando la trama y el corazón se va poniendo melancólico, cierta ternura se filtra por los ojos con cada gesto o dialogo de los personajes. Pero también hay alegría, una alegría emotiva que reconforta las desesperanzas. Me atrevo a decir que en estas películas todo es posible. Los sentimientos se multiplican al mil y conforma un concierto en el que naturaleza, personajes y magia forman un escenario armónico.

El Secreto de la Sirenita (título nada acertado, pues en realidad debería llamarse ‘Ponyo en el acantilado’) narra una peculiar historia de amor que inicia cuando Ponyo, un pez rojo, se aventura a salir de las profundidades del mar en el que habita y termina atrapado en un frasco de vidrio, del que por fortuna es rescatado por Soske, un curioso niño de cinco años que tiene su casa en un acantilado, y que decide cuidarlo y protegerlo. Soske descubre que aquel agradable pez rojo es diferente y en poco tiempo nace entre ambos una conexión de amistad y lealtad, interrumpida por el padre de Ponyo, un poderoso hechicero que lo obliga a regresa al océano. En su afán de volver a ver a Soske, Ponyo descubre el poder que vive dentro de su cuerpo y utiliza su magia para convertirse en humana y por accidente, provocar un desequilibrio de fuerzas en la naturaleza que amenaza con destruir a la tierra. El resto de la película, es la lucha de Ponyo y Soske por permanecer juntos a pesar de los retos y adversidades que el destino les plantea.


Se dice que esta es una de las películas más sencillas de Miyasaki, y que incluso, posee un final sencillo y predecible. Qué me perdonen, ‘El Secreto de la Sirenita’ es todo lo contrario. Se dice que no hay amor más puro, ni más sincero que el que puede sentirse en la infancia. Ponyo y Soske representan esa inocencia que viste todo de nuevo y que derrumba cualquier imposible. Si bien, éste es el eje central de la historia, también hay un mensaje ecológico y de respeto a la naturaleza. El ser conscientes de su magnificencia que puede desde cautivarnos hasta estremecernos con su fuerza. Otros mensajes se cuelan en el argumento, como la lucha por ser quienes deseamos, a pesar de que todo esté en nuestra contra, el apoyo desinteresado hacia el prójimo, la facultad de sonreír ante las adversidades, el amor incondicional de una madre a sus hijos y el saber respetas sus decisiones y la moraleja más importante: aceptar a los demás por lo que son.

Espero ir viendo poco a poco las otras películas de Miyasaki. Me han dicho que lo mejor está por venir y eso me ilusiona. Si como yo, apenas están por adentrarse en éste peculiar mundo, les recomiendo ‘El Secreto de la Sirenita’ como una excelente introducción.


jueves, 20 de enero de 2011

Ese gato gordo y naranja



Como toda
buena lasaña, Garfield nació en la cocina de un restaurante italiano una noche
de invierno de 1978, mientras afuera la nieve caía cual queso parmesano. El
dueño del restaurante, ante la obligación de elegir entre Garfield y cerrar las
puertas de su negocio por falta de pasta para cocinar, vendió el gato a una
tienda de animales. Garfield pensó que ya estaba condenado a ser un vagabundo el
resto de su vida, pero un buen día John Arbuckle se cruzó en su camino. El resto
es historia…"

Si me preguntan con cuál personaje de caricatura me identifico más, sin duda alguna diría que con el gato Garfield. Nuestra forma de ser, pensamientos, filosofía ante la vida y hasta gordura son semejantes. No tengo ni idea de cómo ni cuándo empezó mi idilio con éste felino, sólo sé que desde que tengo uso de razón, y hasta la fecha, me ha acompañado en mi vida.

Quizá, meras suposiciones, la primera vez que lo vi lo primero que llamó mi atención haya sido la llamativa combinación naranja-atigrada de su piel. El siguiente paso ocurrió cuando cursaba la educación primaria, y fue hacerme seguidor de la serie animada 'Garfield y sus amigos', programa que religiosamente miraba todas las tardes por canal 5. Gracias a estas caricaturas, me introduje en la peculiar forma de ser de Garfield y sentí una mayor simpatía hacia él. De hecho, el gran doblaje que realizaron en esta serie es de origen chileno, y a partir de él, cada que leo o imagino a Garfield lo hago con esa misma voz.

Después vi los especiales de navidad, día de pascua, hallowen y la película en la que Garfield encuentra a su mamá en las ruinas de un restaurante italiano. Poco a poco me fueron comprando cosas de Garfield, tales como figuritas, estampas o esas famosas paletas de caramelo con base de chicle, cuya funda de plástico tenía la forma de Garfield u Odie, y las cuales coleccionaba y usaba como juguete. El acabose llegó cuando descubrí los libritos que sacó Editorial Grijalbo, y en el que se van recopilando todas las tiras cómicas de Garfield. Me volví adicto a ellos. Cualquier dinero que caía en mis manos, era destinado para comprármelos y devorarlos al instante. A pesar de los regaños de mis padres, que me decían que gastara mi dinero en otra cosa, completé la colección en cuestión de semanas. Hasta la fecha conservo esos ejemplares, suelo recurrir a ellos cuando quiero distraerme o encontrarle sentido a mi vida. En parte, algo de la forma de actuar de ese gato me habla de mi propia personalidad.



Haber leído todas sus tiras cómicas hizo que conociera completamente a Garfield, desde esos momentos mi identificación con él es total. Durante mucho tiempo me creí Garfield. Estudiaba cada uno de los gestos de su cara. Es increíble como con sólo cambiar de posición sus parpados y la forma de su boca se pueden obtener una infinidad de emociones. Alguna vez la sicóloga de mi preparatoria me dijo que tengo una cara muy expresiva. Con Garfield sucede lo mismo. Aun me cuesta trabajo no preguntarme cómo reaccionaría, o qué cara haría mi amigo gordo y naranja ante determinadas situaciones de mi vida. Incluso, y no sé por qué confieso esto, en la secundaria mis compañeros me apodaban ‘Garfield’.

Salvo las dos películas infumables que han hecho, Garfield no ha cambiado mucho. Físicamente el personaje se ha vuelto más estilizado, pero su ingenio y sabiduría gatuna siguen intactas. Ahora se transmite una nueva serie animada cuyos gráficos están increíbles, pero en la que se cometió el tremendo error de hacerlo hablar con sus labios, y no pensar sus diálogos, como sucede con el personaje original.

Actualmente tengo carpetas, despertadores, peluches y cuanta chuchera puedo de Garfield. A veces le olvido por grandes períodos de tiempo, para que cualquier tarde, me baste con ver una imagen suya o programa para recordar mi gusto por él. Odiar los lunes y a las dietas, amar comer, tener a dormir y ver la televisión como un deporte, y ser una extraña mezcla de ternura y descaro son cualidades que también tengo y que si bien, no me llenan de orgullo sí me hacen sentirme comprendido por mi ídolo animado. La psique de Garfield y quienes nos sentimos una copia de él da para muchos estudios. Habrá muchos personajes entrañables de caricaturas a los que les guardo cariño, muchos valientes y llenos de virtudes, pero el número uno es, y será por siempre Garfield. Es en sus manías, egoísmos, defectos y en su falta autoestima que usa para protegerse del exterior, está su encanto. Es el más humano de los personajes y por eso, el más entrañable. Yo soy Garfield.

domingo, 16 de enero de 2011

Quiero ser escritor. Parte 5


Escribirse desde la nada


Después de mi despido la semana pasada, me veo forzado no sólo a apresurar mi auto-campaña-reality-show ‘Quiero ser escritor’, sino también, a encontrar la forma de hacerla funcionar. La última vez que posteé sobre el tema (jugarse la vida en plena navidad), mandé mi curriculum y pedí una oportunidad de colaborar en tres revistas diferentes: Rolling Stone, Deep y Play Boy. El resultado, por desgracia, fue más o menos el esperado.

En Play Boy, de plano ni me contestaron. En Rolling Stone, me respondieron diciendo que el equipo de trabajo está completo, pero que agradecían mi interés, y reenviarían mi correo al departamento correspondiente y de creerlo conveniente, ellos se comunicarían conmigo. Eso fue hace tres semanas y aun no recibo noticias. El medio más atento fue Deep, que por medio de Manuel Horta, uno de sus editores, contestaron que revisarían con atención el material que les envíe. Tampoco he vuelto a saber nada más.

Si bien no obtuve algún indicio de que la oportunidad esperada esté cerca, también es cierto de que en mi presupuesto inicial estaba el tocar muchas puertas y encontrar poquísimas entreabiertas. No me desanimo, al contrario, el haber tenido retroalimentación por parte de dos publicaciones, me dice que quizá el medio editorial no esté del todo cerrado. Y justo ahí encuentro la esperanza que necesito para seguir alimentando mi propósito que ahora además, se me vuelve necesario.

Hace dos días mandé mis datos a Fernando López, editor en jefe de la revista ESPN, perteneciente a GW publishing y por medio de otro mail en la página del diario Milenio, solicité datos sobre el proceso para integrar mi nombre a su bolsa de trabajo para futuras vacantes. Y así están las cosas. Ya les contaré en la próxima entrega cómo va todo. He avanzado nada pero al menos creo estar en el camino correcto. Tantas tardes de pesca tarde o temprano me harán pescar algo. Mientras tanto, a vivir de sueños… y claro, también acepto sugerencias.

jueves, 13 de enero de 2011

Mi blog cumple 5 años (… por esto escribo)


En estos momentos, mi vida no cuenta con las condiciones ideales para hacer fiesta, pero no podía dejar que un día que años atrás se me había vuelto importante, deje de serlo sólo porque el autor no está pasando por una buena racha. Curiosamente, cuando todo éste alboroto comenzó, me encontraba en una situación muy similar a la actual. Pero basta de hablar de mis problemas, éste post es de alegría y felicidad (como la navidad), y es para conmemorar el quinto aniversario de ‘El Incomprensible Mundo de Gabriel Revelo’.

El 13 de enero del 2006, por mera curiosidad y ganas de ser leído, decidí abrir mi propio blog sin imaginar que se convertiría en parte esencial de mi vida. Gracias a él he conocido a buenos amigos y compañeros bloggers, con los que he tenido la oportunidad de interactuar tanto en el mundo virtual como en el real. ‘El Incomprensible’ y yo aparecimos en escena cuando aun se gestaba el boom bloguero en México y varios países de América Latina. Gozamos de ese auge que con el tiempo fue desapareciendo hasta llegar a la época actual, en la que los blogs están perdiendo la batalla contra redes sociales como Facebook o Twitter. Cada vez es más difícil encontrar lectores y bitácoras que se actualicen continuamente. Con todo eso aquí seguimos. A cinco años, no lo niego, he querido tirar la toalla en más de una ocasión y cerrar éste espacio. Lo curioso es que siempre ocurre “algo” que frena mi voluntad y me hace darme cuenta que esto sería un error. Un comentario, el cumplido de algún lector, alguna entrada que al escribirla me entusiasma demasiado.

Por ser el quinto aniversario de éste espacio, quisiera compartirles uno de los comentarios más conmovedores que me han escrito en éste blog. He recibido varios así, pero éste fue de los primeros y definitivamente, me hizo saber que tengo la capacidad de tocar algunas fibras emocionales en quién me lee. Francisco Álvarado, gracias por estas palabras que un 20 de julio de 2007 me escribiste, en un comentario correspondiente a "El final de la historia", un post de mi blog que hablaba sobre la confusión sentimental que en esos momentos sentía.

“Llevo ya un buen tiempo leyendo ocasionalmente tu blog. Desde que leí la primera vez, tus palabras se ganaron mi atención de una forma que solo grandes escritores han logrado. No es que sea yo muy letrado. Por el contrario. Es solo que me aburro muy fácilmente.
Tengo que decirte que hasta la fecha, nunca me ha pasado con tus palabras...

Yo, al igual que tú, he vivido mis propias historias sin final feliz. Todas, y cada una de ellas a lo largo de mis casi 26 años de vida.
A lo largo de este tiempo, de alguna forma y sin saber cómo, me volví indiferente a todo. Insensible. "Si nada me importa, nada me duele"...
Aunque una vez estando allí adentro, no me sentí tan bien como se supone que debe sentirse alguien a quien "no le duele nada". (le doy la razón a Alejandro Sanz cuando dice "No hay más miedo que el que se siente, cuando ya no sientes nada...").
El problema es que no tenía idea de cómo salir de ahí...

Hace poco menos de un año, en una noche corriente de octubre, apareció alguien en mi vida que se robó esa indiferencia, y me rescató de la oscuridad... aunque solo para recordarme el dolor de amar sin ser amado.

Me recordó muchas cosas que tenía olvidadas...

Cosas simples que solo aprecias cuando estás enamorado...
Y cosas tontas que duelen mucho cuando estás enamorado..

Todas las cosas buenas, y también las malas... excepto una...

Cuando enfrentas una decepción de ese tamaño, una de las primeras cosas que haces, es llorar.
Sin embargo, yo me encontré con la enorme sorpresa de que no podía.
Traté una y mil veces, y no importa que tan mal me sintiera, ni el hecho de que deseara hacerlo con todas mis fuerzas... Sencillamente no podía...

El día jueves rasgaste seriamente lo que quiera que se interponía entre mis sentimientos y 'mis ojos' con "El monólogo del amor"... y hoy, después de leer "El final de la historia", lo lograste...

Lloré.

(...)

Yo, soy solo un personaje más en esta historia, y poco puedo hacer para ayudar... Sin embargo, quería agradecerte de todo corazón por tus escritos… por compartir tus sentimientos de una forma tan especial.
El mundo es un mejor mundo gracias a personas como tú...

Le mando un abrazo... señor Gabriel Revelo!!!.. Gracias!"


Después he recibido más comentarios de éste tipo. Leo todos los comentarios que me mandan y cada uno es el mejor combustible para seguir adelante. Por eso tengo éste blog. Porque en una sociedad que nos separa cada vez más, aun podemos conectarnos por medio de algo tan humano como lo son las palabras. Porque no importa si uno de nosotros está en la Ciudad de México, Veracruz, Chihuahua, Perú o España, el corazón y las ganas de sentir cosas similares termina hermanándonos. Escribo para saber que no soy tan malo haciéndolo, porque me hace feliz, porque éste espacio es el mejor escape para los problemas de la vida. Escribo éste blog por quienes me leen, para decirles ‘Miren, esto me entusiasma y quiero compartirlo con ustedes’.

Escribo por gente como Angélica Carreón y su hermana Lili, la que hace poco más de un mes me encontró cuando un servidor, distraídamente ordenaba algo en un local de comida rápida, y ella amablemente se acercó a platicarme que leía éste blog y hasta un autógrafo me pidió. ¿Cómo pagar eso? ¿Cómo le explico que el más sorprendido, entusiasmado y agradecido era yo? Incluso nos tomamos esta foto ese día:



Cuando cualquiera de ustedes se toma la molestia de entrar a mi blog y dedicarle unos minutos no me hace el día, me hace la vida. Qué en esta rutina llena de obligaciones, alguien dedique parte de su tiempo a estar aquí me hace querer agradecerle a todos y cada uno por darle sentido a mi existencia.

Empiezo a dar gracias y no quiero dejar a nadie fuera, aunque de seguro me pasará. No es mi intención, es sólo que soy medio bruto y distraído. Gracias a Dios, por darme la facilidad de poder comunicarme por medio de la escritura. A mi papá allá arriba por no dejarme ni un momentito sólo, y venir a verme en sueños. A mi mamá y mi hermana, por regalarme una vida feliz, ser mi refugió y mi fuerza, porque mientras estemos los tres cualquier problema será sorteable. A mi Tan ¿les he dicho que es la mejor novia del universo?, gracias teporinga por siempre estar conmigo y nunca dejarme caer, porque gracias a ti sé lo que significa entregarse enteramente a otra persona, por aguantar mis burradas y sobre todo, por amarme como lo haces. Simplemente, maravillosamente, te amo.

Gracias a la familia Revelo Medina, a Luis Fer (que dice, ha leído todo éste blog… ¡qué agüante! y que honor) y a su increíble familia. A los Rodríguez González (que luego se burlan de lo que escribo), a Luis Gabriel G. Sayago y Caro. A mis mejore amigos: Ángel, Rosalía, Claus, Julio, Bri, Jonathan Chande (fiel lector y mejor persona), Claudio, Huriat, Rodrigo, Felipe y demás amigos de mis años en la universidad y algunos de la prepa. A los compañeros de mi ahora ex-trabajo. A los demás bloggers y comunidad twittera que muchas veces me han apoyado mucho y con los que recorremos esta locura llamada internet. Y a los lectores, me vienen muchos nombres pero sería una grosería omitirlos por error. Por eso, sin importar si eres mi familiar, amigo, conocido, si sólo me has leído un par de veces, si al igual que yo tienes un blog y compartimos el mismo vicio, te doy las gracias por permitirle a mi hijo virtual llegar a esta edad. Ya huelo a suegro.

Me quito el sombrero ante ustedes y los saludo con el corazón en la mano.


Gabriel Revelo,
13 de enero de 2011

martes, 11 de enero de 2011

Me corrieron por twittear


Ayer me corrieron. No, no es broma. Oficialmente he pasado a formar parte de las tasas de desempleo de éste país y para ser sincero, no se siente nada bien… o más o menos, les explico.

Hace más de tres años, entré a trabajar a una empresa (no diré el nombre para evitar problemas) de monitoreo y análisis de información, la cual lleva algunas cuentas muy buenas (las cuáles tampoco mencionaré, por ahora). Desde un principio no estuve muy conforme con algunas de las condiciones de aquel empleo, pero poco a poco fui encontrando mi lugar y comencé a conocer a personas maravillosas, algunas de las cuales, hoy son grandes amigos. Paulatinamente fui ascendiendo puestos, teniendo más responsabilidades, y con orgullo y satisfacción puedo decir que mi desempeño fue satisfactorio. Sin embargo, nunca me sentí realizado. Mi sueldo no era la gran cosa, muchas veces tenía que quedarme a trabajar horas extras o ir días que no me correspondía, comencé a padecer gastritis y siempre me sentía cansado a causa de dormir poco. Después de mucho tiempo fui entendiendo que si no hacía nada por salirme de esa oficina, podría quedarme en esa zona de confort por años. Ganando lo suficiente para pasar el rato, pero no para forjar un futuro sólido; sin prestaciones para afrontar cualquier eventualidad del destino; y dejando además, mis otros sueños por nada.

Los últimos meses la idea de renunciar se me fue haciendo necesaria. No quería dejar todo botado pero tampoco estaba dispuesto a seguir en un lugar cuyas expectativas de crecimiento son casi nulas. Varias veces me fijé fechas para salirme de la empresa pero siempre terminaba posponiéndolas. A veces para juntar un poco más de dinero, otras para no dejar la chamba en un momento inadecuado o de mucha carga, otras por simple presentimiento. Ahora que lo pienso, quizá de no haber pasado lo que pasó, siempre hubiera encontrado alguna excusa para mantenerme ahí. Supongo, o así quiero y me reconforta pensarlo, que el destino terminó dándome el empujoncito que por cobarde probablemente nunca hubiera dado.

¿Si a pesar de todo, di buenos resultados en la empresa, por qué terminaron despidiéndome? Pues por twittear. Así de simple, de cagado, de estúpido, de idiota y difícil de creer es. Para nadie es un secreto que el blog y las redes sociales son parte de mi vida. En un trabajo en el que todo el tiempo me exigía estar conectado y usando estas herramientas, usar mis cuentas de Twitter o Facebook no era nada complicado. Si han leído mis tweets, sabrán que en ellos hay espacio para todo. Desde comentarios estúpidos, opiniones deportivas, enlaces a mi blog y críticas. No soy de quedarme callado ante las injusticias, y en la oficina no era la excepción. Cada que pasaba algo que no me parecía correcto, lo posteaba en mi cuenta de Twitter. A mi cuenta de twitter la considero como algo personal, un espacio de libre expresión en el que puedo poner lo que me la gana.

Ayer me dijeron que el jefe quería hablar conmigo. Pensé que sería una charla monótona, de esas que he tenido muchas. Estaba equivocado. Sucede que algunas veces, me quejé de que alguno de los clientes que pedían demasiadas cosas y alguien en esa empresa se dio cuenta y se dio a la tarea de ir recolectando esos tweets. Días antes, en un mail (y argumentando a un supuesto amigo en común) uno de los clientes de esa empresa preguntó si yo era Gabriel Revelo. Ahora las cosas encajan, sólo estaban corroborando si yo era el mismo de los tweets. Nunca hice un juicio a nombre de la empresa en la que estaba, mis opiniones siempre fueron personales, pero eso ni el jefe ni su esposa lo entendieron. Dijeron que mis acciones ameritaban un cese inmediato y que yo, al ganar por honorarios, no merecía liquidación alguna. Las cosas se complicaron cuando la mujer del jefe, inconforme con que se me pagara, husmeó en mi cuenta de twitter y vio las cosas que había escrito sobre mi trabajo. Colocaron un iPhone apuntando hacía mi, el cual, obviamente grababa la conversación. Es cierto, escribía en su contra, y que quizá lo hacía empleando un lenguaje inadecuado, pero ninguna de mis críticas es injustificada e insisto, soy libre de dar mi opinión si lo hago a título personal.

Terminaron dándome una remuneración que a mi modo de ver las cosas, fue muy poca. Me sacaron poco menos que como si hubiera matado a alguien y me hicieron firmar una carta de renuncia. Me podrán haber argumentado que violé la confidencialidad de la empresa, pero no hice más que expresar lo que no me parecía, en un espacio que para eso fue creado. Por desgracia la legislación en cuanto a redes sociales está en pañales. Me queda el consuelo de que no fui despedido por alguna falla en mi trabajo, éste siempre fue impecable y lo defiendo a muerte. Le di a la empresa más de lo que recibí a cambio y si lo que les molestó fue leer sus verdades, ni hablar, de todas formas son muchos los que piensan como yo. Acepto que me faltó ser profesional y no mezclar algo tan personal como lo son las redes sociales, con lo que pasa en mi trabajo. Aprendí la lección y créanme, seré infinitamente más cuidadoso en el futuro. Sobre todo, le daré sólo importancia a las personas que la tienen. Si alguien de mi antigua empresa lee esto, despreocúpese, no los volveré a mencionar nunca más.

Mentiría si les dijera que me siento feliz o satisfecho con lo que pasó. Al contrario, si bien mi plan era bajarme de aquel barco en unos meses, el que haya sido así me pone frente a uno de mis mayores temores: la desocupación laboral. Es el enfrentarme al día a día, sin un rumbo fijo ni la idea clara de por dónde comenzar lo que hoy me tiene con el ánimo bajo. Sé que quiero colaborar en algún medio impreso o electrónico, que escribir es lo que hago menos mal. Es sólo que el pensar en esas tardes de mandar curriculums y no recibir respuestas me da pánico. El dinero que tengo no es mucho y no será eterno. Debo emplear el tiempo y no dejar que éste me coma. Luchar contra mi nueva rutina que se resume en nada. No quiero decepcionarme ni decepcionar a quienes me quieren y esperan más de mí. Le temo al futuro y enfrentarme a él, cargado sólo de incertidumbre, me pone nervioso. Quiero pensar que vienen cosas mejores y que debo ver todo como una nueva oportunidad, como una aventura que está por comenzar. Me hace falta creérmela.

Suerte a mí, la necesito.

sábado, 8 de enero de 2011

Real del Monte


Falta poco para llegar, y el paisaje árido no da el menor indicio de que en medio de esa tolvanera y cerros pelones, pueda existir un Pueblo Mágico. Es hasta llegar al Corredor Turístico de la Montaña, a unos 15 minutos de Pachuca, cuando el panorama cambia radicalmente. Montañas llenas de arboles, paisajes impresionantes y un letrero que anuncia la salida al poblado de Real del Monte.

Con el transcurso de los viajes he aprendido que no importa cuánto se lea o vean fotos de un Pueblo Mágico, pues estos destinos hay que vivirlos en carne propia. Observarlos, olerlos, caminarlos. Por eso, en cuanto uno toma la desviación a Real del Monte, y momentos después, comienza a ver las primeras viviendas, sabe que aquel lugar es único. Paisajes montañosos, subidas y bajadas en calles empedradas, miradores por todos lados y románticos callejones. Real del Monte puede ser definido como un laberinto en el que da gusto perderse. Nunca he estado en Praga, pero dicen que sus tejados rojos realzan la belleza de aquella ciudad, algo similar ocurre en esta entidad hidalguense, cuyos techos de lamina color rojo visten de armonía el entorno.



Lo primero es llegar al centro. Nada complicado si tomamos en cuenta que lo único que hay que hacer es visualizar las torres de la iglesia principal y subir por sus calles hasta allá. Después dejar el auto en cualquier estacionamiento de la zona y después, simplemente disfrutar. Tras recibir de golpe, y posteriormente acostumbrarse al aire frío, que a esa altura (una de las más altas del país) sopla sin piedad, de poco vale haber traído algún plan preestablecido.

Fundado en buena parte por migrantes ingleses, Real del Monte fue uno de los pueblos con mayor actividad minera del país. Pasado que aun sustenta con orgullo, y que presume en cada una de sus minas y estatuas erigidas a éste noble oficio. La primera para obligatoria es La Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, de estilo barroco y piso de madera, que envuelve de misticismo cada paso dentro de éste templo. Después las pequeñas plazuelas que vuelven a Real del Monte tan especial. En lugar de tener un centro convencional, con una plaza más o menos amplia y bien definida, Real del Monte rompe el esquema tradicional y nos brinda pequeños pero abundantes placitas y lugares en los que se podrían pasar horas enteras. Las construcciones coloridas y en perfecto estado, simplemente enmarcan el cielo azul, dando como resultado un poema visual que créanme, es sublime, perfecto.



Estuve unas tres horas recorriendo cuanto rincón encontraba. Caminos en ascenso, escaleras con direcciones confusas, paisajes extraordinarios que aparecen de pronto, detalles en paredes de piedra y marcos de puertas. Todo limpio, todo pulcro, un silencio tranquilizante, bosque verde alrededor. Con Real del Monte, el mote de Pueblo Mágico incluso se queda corto. Dan ganas de mimetizarse, de volverse una piedra más de esta obra de arte que no obstante la quietud, desborda vida.

Comí en un restaurante de la zona centro de Real del Monte, teniendo frente a mí una de las tantas perspectivas panorámicas que la distribución de sus casonas, y lo irregular del terreno permiten. Comida típica, antojitos mexicanos, conejo, escamoles y ni que decir de los tradicionales pastes, infaltables en cualquier visita al estado hidalguense; todo delicioso, como si el empeño de Real del Monte fuera cautivar, a toda costa, cada uno de nuestros sentidos.

Justo cuando pensaba que Real del Monte me había dado más de lo esperado, fui sorprendido una vez más. Faltaba lo mejor.


Panteón Inglés

En una de las orillas de Real del Monte, subiendo por un estrecho camino que por momentos parece no conducir a ningún lado, se encuentra el Panteón Inglés. Había escuchado que lo que ahí había era sencillamente imperdible. En algún punto del trayecto, es necesario dejar el auto en una orilla y ascender unos metros más a pie por una calzada solitaria. Entonces, ante nuestros ojos, aparece la fachada de un cementerio. Un arco de piedra anuncia que llegamos. Atravesarlo significa entrar a una atmosfera densa pero atrayente. Un escenario perturbador pero con cierta belleza. Esa tarde el sol se ocultaba a lo lejos. Bañaba las cientos de tumbas y lapidas de piedra de ciudadanos ingleses que vivieron en la época de mayor esplendor de Real del Monte en el siglo XIX.



Sucede que aquel espacio fue dispuesto sólo para ellos. Aquellos ingleses que eligieron Real del Monte para hacer su vida destinaron que en ese cementerio sólo ellos y sus descendientes directos fueran enterrados ahí. Algunas tumbas lujosas y otras, apenas unas rocas apiladas, daban cuenta del estrato social del que procedía el difunto. Es justamente esta variedad uno de los encantos del panteón ingles. Una de las primeras cosas que, se quiera o no se revelan al recorrer aquel pequeño terreno es que todas las tumbas están orientadas hacia Inglaterra. Menos una, la de Richard Bell, payaso inglés que tras fracasar en su país natal, vino a México y encontró la fama que su tierra le negó. Bell fue el único que consiguió arrancarle sonoras carcajadas a Porfirio Díaz, razón por la cual el primer mandatario lo nombró ‘Payaso Internacional’. Bell pidió ser enterrado en el Panteón Inglés, junto a sus compatriotas, pero quiso que su tumba no le diera la espalda a México, por agradecimiento a todo lo que nuestro país le dio. Esa fue su última payasada.


A la entrada del cementerio hay una plataforma masónica. Esto es porque algunos de los ingleses que hay eran enterrados eran masones. Cuando alguno de ellos moría, las puertas se cerraban para dejar que se realizaran los rituales masónicos en completa privacidad. El resto de los difuntos ahí enterrados pertenecían a la religión protestante.



Caminar en un panteón muy diferente a los que hay en México, sentir el frío, ver a los inmensos arboles moverse al compás del viento, escuchar el escandaloso rumor de la nada, sentirse observado, ver nombres y apellidos extranjeros, fechas de muerte del siglo antepasado. Estar media hora ahí me costó salir melancólico pero emocionado. No me podía creer que un lugar así fuera real. Menos que hasta ahí, según me contaron, de vez en cuando llegaban visitantes provenientes del Reino Unido a buscar a sus antepasados. Me despedí de la tumba de Bell. De aquel panteón encantado. Subí al auto, kilómetros abajo Real del Monte y sus techos rojos se despedían junto con la tarde. En menos de dos horas llegué a la Ciudad de México, convencido de haber estado en un autentico Pueblo Mágico.


Para ver más fotos de mi viaje a Real del Monte, da 'clic' aquí.

lunes, 3 de enero de 2011

Juguetes Mi Alegría presenta... Jesús, el hijo de Dios


Y no, lo que están por leer no es broma, sino algo real. Yo tampoco lo creí cuando un compañero del trabajo nos contó que había ido a la feria del juguete en el WTC de la ciudad de México, y en el stand de la marca de juguetes Mi Alegría se topó con una novedad imperdible: habían sacado a la venta un muñeco de acción basado en el mismísimo Jesús de Nazaret, uno de los personajes históricos más importantes de la humanidad, y uno de los pilares de la religión católica. Enterarme que la dichosa figurita ‘Dice frases y reza’, fue lo que hizo que mi consciencia no estuviera en paz hasta no ir hasta la feria y verlo con mis propios ojos.

No pasó ni una semana cuando acudí al WTC y después de recorrer decenas de pasillos por fin lo encontré en el pasillo de juguetes Mi Alegría. Podría pasar por El Buki o por un muñeco del ex futbolista Erik Cantona, pero su vestimenta no dejaba lugar a dudas. Este es el empaque:

Aun pensaba si comprarlo, cuando al revisar la caja me di cuenta que dentro se incluía un libro con algunas de las mejores aventuras de Jesús. Lo probé y terminé por convencerme al escuchar su voz angelical, varonil y mística voz. Quedé cautivado. Aquel era el muñeco de ‘Jesús, el hijo de Dios’, y tenerlo me costaría sólo 230 pesos… ¡qué barato! Por una módica cantidad tendría un juguete que acompañara a mi He-Man, mis Cazafantasmas y mis Caballeros del Zodiaco en su lucha contra los malos; y además, obtendría hermosas enseñanzas que me ayudarían a ser más santo de lo que soy.

Por supuesto me llevé uno. No lo quería abrir porque es de colección, pero al final no me aguanté. Para mi sorpresa, ‘Jesús, el hijo de Dios’ se encuentra en forma, o como dicen los muchachos de ambiente: está mamado ¡y eso que en esa época no había gimnasios! Su túnica está muy bien hecha y además, tiene unos huaraches bien padres. Desde entonces no puedo dejar de escucharlo y poner en práctica sus consejos. A donde lo llevo, al igual que el Jesús original, causa sensación, y por desgracia, también sufre igual. Hoy lo llevé a la oficina y accidentalmente una compañera lo tiró. Al pobre Jesús se le rompió una pierna y aunque pudimos pegarla con Cola-Loca, no volverá a ser el mismo. Fue su primera caída, imagínense cómo va a terminar.

Yo conocí la plenitud y paz espiritual gracias a éste muñeco de acción. Ojalá muchos niños los pidan a los Reyes Magos. Ellos estarán deseosos de transmitir la palabra de Dios de esta forma tan bonita. Si aun tienen dudas, les dejó éste video en el que les muestro un poco mejor a ‘Jesús, el hijo de Dios’.




Una última cosa. Alejen a ‘Jesús, el hijo de Dios’ a sus muñecas Barbies sabrosonas pero perras, pecadoras y de vestidos diminutos.

sábado, 1 de enero de 2011

El tonto del Monumento


¿Qué diablos hacía el 1 de enero, caminando solo y de noche en el Monumento a la Revolución? Ni yo mismo lo supe. Mucho menos sé si sea correcto empezar el año con un post así de confuso.

Salir de casa al atardecer. Dejar el auto. Decidir llegar a mi destino usando el transporte público y únicamente con 20 pesos en la cartera. Llegar al citado Monumento de la Revolución con el pretexto idiota de ver su remodelación. Llevaba días escuchando que había sido remodelado y que había quedado hermoso, sobre todo si uno asiste de noche y lo observa iluminado. Por eso, esta tarde de sábado decidí matarla ahí, en aquel sitio en el que alguna vez participé en un baile masivo y al que ahora acudía en busca de respuestas.

Las dos horas que invertí en ir y venir han sido como de otra dimensión. Me moví por inercia. Pensé sin tener en mente nada. Veía pasar gente y autos sin prestarles la más mínima atención. Fue hasta que estuve frente al Monumento de la Revolución cuando, por así decirlo, volví a la tierra. No eran exagerados los comentarios que hablaban de que la ahora llamada ‘Plaza de la República’ quedó impresionante después de varias obras de remodelación. La iluminación correcta hacia los muros de la construcción, amplios espacios, fuentes que varían la intensidad, forma y dirección de sus chorros, un museo y elevador a la parte superior de la estructura.

Lo recorrí unas tres veces, con el corazón sobrecogido por la majestuosidad y belleza de un lugar que hasta no hace mucho, había perdido brillo. Me siento orgulloso de lo que veo, de la historia que precede y justifica la existencia de aquel espacio que sin embargo, no todos entienden. O no lo entiendo como ellos. O el tonto soy yo. O en los últimos días la vida me ha vuelto un amargado. El hecho es que me desagradó que hubiera tantos vendedores ambulantes, o que alrededor de las fuentes danzantes hubiera tantas personas divertidas viendo como decenas de niños, algunos adolescentes y uno que otro viejo ridículo se atravesaban corriendo en medio del agua, gritando y salpicándose. En un lugar así debería tenerse respeto por los valores que se supone, deberían transmitirse a los ciudadanos. Para mojarse están los balnearios, para vender comida están los mercados, pero no le hagan esto a un sitio que infunde respeto y orgullo.

Posiblemente no sea para tanto y el motivo de mi actitud defensiva sea que de unos días para acá poco o nada tiene sentido. Curiosamente es a principios de año cuando se deberían tener las ideas y los planes a futuro más claros que nunca, pero en mi caso es todo lo contrario. Al igual que con La Plaza de la República, mi vida en teoría tendría que estar plena. Lo malo es que siempre sobran o faltan cosas. Ponerme a comparar mi porvenir con un monumento histórico sólo me convierte en un tonto, y eso mismo me convierte en el tonto del Monumento a la Revolución. Aquel que se encuentra confundido y hasta cierto punto temeroso, el que quisiera cambiar y darle, de una vez por todas, sentido a su vida, pero es incapaz de ser y hacer feliz a los que le rodean. Si el 'Tonto de la Colina' de la canción de The Beatles habla pero nadie lo escucha, el tonto del Monumento de la Revolución piensa y ni él se entiende. Ve ‘peros’ en dónde los demás ven diversión y hace comparaciones ridículas y enredosas. Temé ser incomprendido y no estar a la altura de las cosas. Le teme al cambio pero sabe que es necesario.

Bonito post para comenzar el año. Sin pies ni cabeza, y con el corazón a punto del paro cardiaco. Así ha sido mi primera noche de éste 2011. Noches así no llevan a ninguna parte, pero rompen en mil pedazos la tranquilidad y cansan mucho. Han pasado tan sólo unas horas desde que regresé de Monumento a la Revolución. Debe ser el inicio de año el que me pone así. Eso, o que soy un tonto loco que comienza a darse cuenta de que la coherencia se le fue junto con el año 2010.

Casi nunca muestro mis sentimientos, pero hoy están a flor de piel.