lunes, 31 de enero de 2011

México 200 años: la Patria en construcción


A estas alturas del blog, ya sabrán que soy un llorón de primera. Se llora por amor, tristeza, impotencia, soledad, angustia… y por orgullo. Quien lo ha hecho por esta última razón, sabrá que éste tipo de llanto sale de lo más profundo del pecho, y tiene un efecto luminoso que nos contagia de valor y confianza. La última vez que me pasó algo similar fue el jueves pasado, viendo un viejo documento del siglo XIX, nada más ni nada menos que en Palacio Nacional, centro neurológico del poder ejecutivo en México.

Con motivo del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, desde mediados del año pasado se montó “México 200 años: la Patria en construcción”, una gran exposición de cerca de 500 piezas con un gran valor histórico en la que se abordan los principales sucesos y acontecimientos que forjaron a México como nación. Desde las primeras manifestaciones de la insurgencia en la Nueva España, hasta nuestros días, pasando por las distintas revueltas sociales, guerras y movimientos ideológicos que forman parte de nuestra historia. Banderas, documentos, pinturas, vestimentas, reliquias, y una gran variedad de objetos, son los que conforman la muestra.

En un principio las filas de personas para verla eran inmensas. Por eso esperé unos meses para ir, y ya sin tanta muchedumbre, apreciarla mejor. Llegué cerca de la 1 de la tarde. Supongo que por ser un día entre semana, era comprensible que el acceso fuera rápido. Sólo tuve que pasar dos retenes de seguridad y en menos de cinco minutos ya estaba entrando, por primera vez en mi vida, en las entrañas del mítico Palacio Nacional, edificio emblemático del Centro Histórico de la Ciudad de México.


Lo primero a lo que uno se enfrenta al entrar a la exposición “México 200 años: la Patria en Construcción”, es a un impresionante proyección audiovisual de 360 grados, en el que las imágenes y música nos dan un primer golpe emocional al presentarnos una introducción de lo que es México; paisajes, su gente, la fauna, hechos históricos, mexicanos distinguidos, tradiciones, monumentos, sus grandes ciudades, y cientos de elementos más que conforman un collage que por sí mismo nos pone la piel de gallina. Da igual si se mira a la derecha, a la izquierda, delante, detrás o hacia arriba, el bombardeo de mexicanidad se nos impregna durante varios minutos. Sale uno de la sala temblando de emoción, y apenas era el principio.

Inmediatamente saliendo, sigue un pasillo en el que se exhiben muchas banderas mexicanas, que a lo largo de la historia han sido protagonistas de los más trascendentes eventos de la vida nacional. Algunas desgarradas y descoloridas por arduas batallas, otras con inscripciones de batallones o regimientos a los que estos lábaros originalmente pertenecían. Aquí de nuevo el orgullo galopante recorre mis entrañas. Es tremendo ver a tu bandera machada, deshilachada, padeciendo los embates del tiempo y sin embargo, encontrarla hermosa, imponente, majestuosa. A partir de aquí, comienza el desfile de salas en las que cronológicamente vamos recorriendo cada una de las etapas trascendentales de la nación. Independencia, primeros años de la republica, el imperio de Maximiliano, las intervenciones francesa y norteamericana, los años de Benito Juárez en el poder, el Porfiriato, la Revolución Mexicana, la expropiación petrolera y el México moderno. Cada una contada por medio de piezas de un alto valor artístico e histórico.

Hablarles de todo lo visto es prácticamente imposible, pero sí les platicaré de los momentos que frenaron mi respiración e incluso, me hicieron derramar lágrimas orgullosas, de esas que mencioné al principio de éste post. El primero, y quizá más impactante, es ver el acta de independencia original (es la única que queda) enfrente de uno. Simplemente la sangre se me congeló y empecé a sollozar, cuesta creer que el documento que acreditó el nacimiento de mi país, de mi México, pueda ser visto por mis ojos. A unos metros de ahí, otro impacto: el estandarte Guadalupano que Miguel Hidalgo utilizó para llamar a la insurgencia en la madrugada del 16 de septiembre. Tanto escuché hablar de éste objeto, y en tantas ocasiones le vi representado, que ver el original shockea. Lo mismo pasa con el documento ‘Sentimientos de la Nación’, redactado nada más ni nada menos que por José María Morelos. No me importó seguir derramando lágrimas cuando la historia del lugar en el que nací se materializa y cobra un sentido diferente. Con cada paso que daba dentro de aquel recinto, mi país se me iba presentando como mejor, como una nación fuerte y valerosa, siempre heroica.




La solemnidad llega a su punto cumbre en el momento en el que se entra a la sala dedicada a la memoria de los héroes de la nación. El color negro contrastado con dorado en los detalles de aquel espacio, los nombres de los héroes en color oro en las paredes, los escudos de cada uno de los estados de la república mexicana y los restos mortales de aquellos mexicanos que por sus acciones, merecen los más altos rangos y honores. Cráneos y huesos que después de varios tratamientos químicos para su conservación fueron colocados cuidadosamente dentro de elegantes urnas. Saberse acompañado por ellos, en el mismo lugar, es tremendo, una carga de energía tan especial que no se puede contener. No sabe uno qué hacer o pensar, sólo se une al respeto que inunda el lugar. Incliné la cabeza ante cada uno de los restos y agradecí el ofrendar su vida en pos de construir lo que hoy somos.



México 200 años: la Patria en construcción' también se compone de una visita en el interior de Palacio Nacional. Una oportunidad única recorrer los salones presidenciales, el comedor, la oficina principal, la biblioteca e incluso poder mirar desde el palco presidencial (desde donde el presidente da el tradicional grito de independencia cada 15 de septiembre) son una experiencia que enriquece aun más la experiencia de visitar está exposición. Uno pasa decenas, quizá cientos de veces por afuera de éste edificio sin saber la belleza que se guarda en el interior. El formalismo, la elegancia y protocolo del lugar asombra. Además están los jardines, los hermosos murales pintados por Diego Rivera, el patio central y la estructura que hacen de éste Palacio un monumento nacional sin precedente.



Salí tres horas después con mi mexicanidad por las nubes. Recorrí las calles de la ciudad con ánimos renovados, mirando mi país desde otra perspectiva. Mi México se ha ido construyendo de gente que lo ama y da la vida por él. Esta muestra estará abierta hasta el 30 de julio del 2011. No dejen de verla, vale demasiado la pena.

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