jueves, 26 de mayo de 2011

Niño ratero




Aquí estoy, una vez más, a punto de romper el silencio y ventilar mi vida privada en éste humilde blog. Si usted, querido lector, aún me guarda un poco de respeto, mejor no lea el siguiente post. En esta ocasión, la historia que quiero contarles es sobre un niño ladrón. ¿O debería decir, dos?

Vámonos al pasado. 1994. Su servidor estudiaba el sexto grado de primaria en la escuela pública Carlos Sandoval Sevilla. Era un niño gordo común y corriente. Ahora también soy gordo. Y común. Y corriente. Íbamos a nuestras primeras fiestas ‘de grandes’, hacíamos nuestros primeros intentos por congeniar con el sexo opuesto y pensábamos que éramos la octava maravilla. El punto es que a mis 11 años, por muy grandes que mis compañeros y yo nos creyéramos, seguíamos siendo unos niños. Supongo que no era el único que aun tenía sus muñecos y de vez en cuando los sacaba sintiendo cierta culpa. Como si a esa edad estuviera prohibido creerse héroe de caricatura, y de paso, darle vida a las aventuras más inverosímiles.

Afortunadamente, la edad de la punzada no me cambió del todo. Mientras algunos de mis amigos ya tenían dentro del mismo salón a sus novias, yo seguía creyéndome Caballero del Zódiaco, o Garfield, o futbolista estrella, o Superman, o lo qué fuera. Quizá por eso me fue imposible rechazar la oferta que Miguel, uno de mis compañeros, me hizo un día cualquiera a la hora del recreo.
- Oye, yo sé que te gustan los muñecos de los Depredadores. Cuestan como 100 pesos, pero un tío me los consigue más baratos. Si quieres le encargo uno, te lo daría a 18 pesos.

Obviamente dije que sí. La verdad, siempre había querido tener una figurita de acción del Depredador (sí, los extraterrestres mechudos feos de las películas). Digan que pequé de ingenuo, pero no le vi lo sospechoso a tal ofertón. Además, si hoy en día cien pesos aun es mucho dinero para mí, imagínense en esa época. Ahorré un par de días y junté los 18 pesos acordados. Una noche, mi amigo Juan Carlos (también iba en el mismo grupo) habló a mi casa para decirme que Miguel acababa de traerle mi Depredador. Quise ir por él inmediatamente, pero Juan Carlos insistió en que mejor me lo daría en el colegio al otro día. Ni dormir pude. Pacientemente esperé a que pasara la noche y a la mañana siguiente, recibí mi juguete. Nuevecito, en su empaque original. Ni quise abrirlo hasta llegar a mi casa. La verdad, estaba bien padre. Era algo así:



Miguel me dijo que podría conseguirme todos los juguetes que yo quisiera, a precios muy similares al de mi primer encargo. Y justamente eso pensaba hacer, ahorrar otros 18 pesos y encargarle otro muñequillo. Obviamente, la entrega del primer Depredador animó a que varios de mis compañeros y compañeras se animaran y pidieran varios encargos. Había que sacarle provecho a ese tío que supuestamente trabajaba en Juguetrón. Por un par de días, todos dejamos de lado la imagen de ‘grandes’ y sin pena hablamos de muñecas, personajes de acción y juguetes similares. Miguel siguió trayendo encargos a precios risibles, ante la felicidad de todos. Juntó tanto dinero, que en muy poco tiempo tuvo el dinero suficiente para comprarse una cámara fotográfica de fotos instantáneas. Gasto medio tonto, pues sólo nos tomábamos fotos sin chiste.

Por desgracia, la vendimia duró poco. Ricardo, nuestro profesor, empezó a sospechar y mandó a traer a los papás de varios de nosotros. Así quedó al descubierto que no existía ningún tío trabajando en Juguetrón, y que en realidad, los juguetes eran robados del Wal Mart de la colonia por Miguel y sus amigos. Hubo varios castigados y regañados por sus papás. Por fortuna yo salí impune del lío y me quedé con mi Depredador. Lo malo es que aunque tenía mucha ilusión, ya no pude obtener otros juguetes.

Un año después, ya en la secundaria, la anécdota de los robos al Wal Mart siguió en mi mente. Entonces deseaba tener un corrector Liquid Paper en forma de bolígrafo, pues estaba de moda. Por eso, se me hizo fácil sacar uno del Wal Mart, en lugar de pedírselo a mis papás. Lo hice como se hacen las estupideces, sin pensarlo. Lo tomé, lo guardé en mi bolsa y me salí corriendo. Esperaba que al hacerlo sonara alguna alarma, que algún policía me hubiera visto en una cámara de seguridad y saliera corriendo detrás de mí. No había ni salido de la zona del centro comercial, cuando el sentimiento de culpa me parecía insoportable. Abrí el paquete, saqué el lápiz corrector y lo estrellé un par de veces en un poste de luz. Al tercer impacto el corrector comenzó a chorrear y salirse de aquel instrumento roto. Fue un acto tonto, pero que en cierta forma me dio paz. Había robado, y lo peor, traicioné la confianza de quienes me pensaban incapaz de hacer algo. En aquellos tiempos la vigilancia en ese supermercado no era tan quisquillosa como ahora, pero aun así pasé unos meses temiendo que cada que ponía un píe en esa tienda me identificasen y así, fuera entregado a la justicia.

Esta fue la narración de un niño ratero que indirectamente volvió a otro en lo mismo. No me enorgullezco de lo que pasó, pero tampoco fue algo malo. Aprendí que al hacer algo malo, el peor castigo es enfrentarse a la conciencia de uno mismo. No volví a robar… bueno, sí, en otra ocasión, en el mismo Wal Mart, pero esa, fue
otra historia que ya conté alguna vez.

domingo, 22 de mayo de 2011

Poza Reyna



Más allá de sus brujos, lagunas o playas cercanas, en rumbos poco conocidos hasta por los lugareños, la región de los Tuxtlas, en el estado de Veracruz, tiene uno de sus secretos mejor guardados: Poza Reyna.

La primera vez que fui debió haber sido por ahí de 1997. Fue en uno de los múltiples viajes, que año con año realizo con mi familia a Catemaco, cuando el velador del sitio en el que siempre nos hospedamos, le platicó a mi papá sobre Poza Reyna. 'Olvídese de cualquier otro sitio que haya conocido por aquí, cuando conozca Poza Reyna verá que nada se le compara, es otra cosa', nos dijo aquel hombre. Después de preguntar la manera de llegar, mi papá no aguantó su curiosidad y terminamos yendo en busca de la dichosa Poza. Aquel velador tenía razón, Poza Reyna era un auténtico paraíso, uno de los lugares más hermosos en los que he estado en toda mi vida.

Pasó el tiempo. Nunca más volvimos. Mi papá y otros integrantes valiosos de la familia partieron de nuestras vidas. Sin embargo, aun a 14 años de distancia, Poza Reyna seguía siendo una obsesión para mí y otros de mis familiares que la habíamos visitado en el pasado. Por eso, en abril de éste año decidimos volver. Sin una idea muy clara de la ruta a tomar, quisimos aventurarnos de nuevo e ir en busca de nuestra Poza Reyna, aquella que ya una vez nos había maravillado y a la que por supuesto, no podíamos olvidar.

Aunque esa vez fuimos en dos camionetas, ahora fue sólo en una. Salimos de Catemaco, bordeando por carretera su inmensa laguna y tomamos el camino hacia Nanciyaga. Pasamos dicha reserva natural y también la fábrica de refrescos Coyame. Más adelante, la carretera de asfalto llega a su fin y comienza el camino de terracería. Hay comienza verdaderamente la aventura. Siguiendo un angosto camino en el que encontrar más autos o personas es cada vez más difícil. Se va en medio de la inmensidad de cerros. Atravesando pequeños riachuelos, pasando a lado de hectáreas con animales de ganado que en silencio nos miran pasar. Nuestra memoria comienza a jugarnos una mala pasada. De pronto ya no recordamos si aquel era el camino que seguimos la vez pasada. Cada que atravesamos algún arco o puerta, la sensación de ser invasores en propiedad privada se apodera de nosotros.


De pronto, un anuncio oxidado nos informa que hemos llegado. Giramos a la derecha y somos recibidos por un hombre que nos informa que el acceso nos costará 30 pesos por persona. Paradójicamente, años atrás sólo le dimos unos refrescos al vigilante de aquel terreno. Ahora, hasta nos dieron unos volantes impresos. “Es por ser semana santa, en cualquier otra época los hubiéramos dejado entrar gratis. Pero bueno, son ordenes del patrón”, nos comentó aquel encargado, y de paso nos advirtió “son tres pozas, ustedes sólo pueden estar en las primeras dos, porque la que tiene la cascada es de otro dueño”. Dejamos la camioneta en una explanada. A diferencia de la última vez, ahora había más vehículos además del nuestro. Caminamos unos metros por un camino rocoso y lleno de vegetación, y ahí estaba. Imponente, la primera poza rodeada de un paisaje selvático. Su agua azul intenso y la paz que su movimiento regala. Aquel hermoso deposito natural de agua sigue su camino corriente abajo, y a la vez, es abastecido por una poza de menor tamaño, ubicada metros arriba. De ahí se distingue la tercera y más espectacular, a la que por desgracia en está ocasión no pudimos acercarnos, a pesar de que en nuestra primera visita si lo hicimos.

Imágenes de la primera poza:



Imágenes de la segunda poza:





Tercera poza:









Tomar una bebida refrescante en la selva tropical teniendo un escenario tan soberbio de testigo no tiene comparación. Aquel sábado de gloria lo pasamos ahí. Nadando en la profundidad de la primera poza. Aquella agua helada era ideal para el caluroso clima que nos sofocaba. Ver como un lugareño saltaba desde una roca a una altura de dos metros, querer imitarlo, darse cuenta que aquel acto temerario era peligroso si no se caía alejado de algunas rocas del fondo. Tardarse una hora en tomar el valor para arrojarse y repetir la operación otras tres veces. Jugar a ser Rambo, Indiana Jones, Tarzán. Todo cabe en un escenario así. Soy animal de ciudad, para mí, lugares así, sólo en películas.

En algún momento, otra turista comentó que había visto un pez amarillo de gran tamaño en el fondo, e incluso, algo que parecía un cocodrilo. Nunca vimos nada. De cualquier forma, no dudo que entre toda esa naturaleza, o debajo de esa poza azul haya aun animales salvajes. Si en esta ocasión quedé con la boca abierta por la belleza de Poza Reyna, imaginen lo que fue 14 años atrás, cuando aquella tierra, y aquellas pozas eran vírgenes.

Dejamos Poza Reyna antes del atardecer. Felices por volver a tener la oportunidad de estar en uno de esos paraísos terrenales que aún le quedan a éste mundo.



miércoles, 18 de mayo de 2011

Cock


Se dice que todos en la vida tenemos un gran amor. ¿Qué sucede cuando se tienen dos… y al mismo tiempo? De eso, y muchas cosas más trata Cock, obra teatral escrita por el dramaturgo inglés Mike Bartlett, y que se presenta en corta temporada en el Teatro de los Insurgentes, en la Ciudad de México. La semana pasada fui a verla, y saben, me gustó.

Con un planteamiento inteligente, Cock es todo un viaje al complejo mundo de las relaciones humanas, y la manera en la que la pasión, y las costumbres, suelen confrontarse en el momento menos esperado. La historia comienza cuando Juan (Diego Luna), un joven gay sorpresivamente se enamora de una mujer (Ilse Salas). Como si lo anterior, ni fuera suficiente problema, Juan le habla de su nuevo amor a su pareja (José María Yazpik), el cual, ofendido pero curioso por la situación, decide organizar una cena en su propia casa, para así conocer a su rival. Una trama sencilla pero con un enfoque original, en la que igual cabe un humor muy fino, así como una profunda reflexión.

Valiéndose de una ingeniosa escenografía móvil, capaz de trasladarnos a diferentes estados emocionales, la obra pasa ligera, llena valiosas aportaciones a los enfoques que cada uno de nosotros tiene de la sexualidad humana. Más allá de un asunto de preferencias, Cock es un desenfadado estudio sobre el amor y la confusión que éste desata. La empatía entre Luna y Yazpik es convincente, conmovedora, las escenas entre ambos están cargadas de esa intimidad-empatia, de la que para bien o para mal, están impregnadas las parejas. Por otro lado, Luna e Ilse Salas llevan a sus personajes a través de un vaivén en el que la tensión sexual y la seducción es la constante.

Uno como espectador no puede sustraerse a la guerra de emociones que vive Juan; y es que, más allá de ser una decisión acerca de su orientación sexual, el verdadero y aterrador dilema es el darse cuenta de no saber lo que realmente se quiere, lo que se es. Enfrentarse a la presión de elegir un camino, cuando ambos tienen su encanto y por qué no, sus desventajas. Hacer de todo éste drama algo divertido es tan difícil de mandar, y a la vez un acierto. Sin lugar a dudas, de lo mejor que actualmente puede verse en la cartelera teatral de nuestro país.

Cock se presenta los jueves a las 20:30hrs, los viernes a las 19 y 21hrs, sábados 18 y 20:30hrs, y los domingos a las 17 y 19:15hrs. Es una corta temporada de unas cuantas semanas, así que vayan cuanto antes. Vale mucho la pena.

viernes, 13 de mayo de 2011

Nahual en Catemaco



No importa cuántas veces haya ido en mi vida, el poblado de Catemaco siempre consigue sorprenderme. Enclavado en la región de lo Tuxtlas, Catemaco es famoso por ser tierra de brujos y escenario de eventos sobrenaturales, cuyo misticismo se siente en cuanto uno pone un pie en aquel municipio del estado de Veracruz. Una bella y soberbia cascada; una cueva dedicada a ritos de magia negra; una piedra en dónde se dice, se le apareció la Virgen del Carmen a Juan Catemaco; una playa a la que le han ido robando su encanto; brujos callejeros; la zona en la que se fabrica un singular refresco de manantial; encuentros con narcos y más, pero mucho más aventuras he vivido en Catemaco. Para muestra, esta pequeña anécdota…

Martes 19 de abril de 2011. Acostado en la cama del lugar en el que me hospedaba, curioseaba en Twitter y casualmente me encontré con una singular nota (bastante mal escrita, por cierto) titulada "Extraña aparición en el Lago de Catemaco". La noticia era publicada por el portal de El Diario de Eyipantla, periódico local, y daba nota sobre la supuesta aparición del cadáver de un Nahual en las inmediaciones del lago de Catemaco. Fascinado compartí la información con mis primos y por medio del internet, aunque no encontramos fotos o vídeos del Nahual, descubrimos un par de cosas más. El cuerpo de aquella criatura se encontraba en Nanciyaga, reserva ecológica ubicada a unos cuantos kilómetros de Catemaco y donde supuestamente la habían encontrado. Curiosamente, cada que visitamos aquellos parajes, una de nuestras paradas obligadas es Nanciyaga, situación que nos hizo decidir ir lo más pronto posible en busca del Nahual.

No era la primera vez que estando por esos lugares escuchaba sobre apariciones y leyendas de Nahuales, al contrario, allá se habla mucho de ellos. Pero… ¿qué es un Nahual? ... quizá esta definición encontrada en el portal Contacto Semanal aclare las cosas:

“… de acuerdo con la tradición prehispánica, los dioses aztecas, mayas y toltecas poseían la facultad de adoptar formas animales para interactuar con el ser humano. Cada dios solía transformarse en uno o dos animales. Tezcatlipoca, por ejemplo, se aparecía convertido en jaguar o coyote; en tanto, Huitzilopochtli se manifestaba con apariencia de colibrí.

Además, cada persona, desde su nacimiento, poseía el espíritu de un animal que se encargaba de protegerlo y aconsejarlo, principalmente durante el sueño. Estos espíritus también eran llamados nahuales.

Sin embargo, mediante la magia, los brujos y chamanes podían establecer un fuerte vínculo con su nahual, de modo que sus sentidos se agudizaban notoriamente. Pero había otro modo de aprovechar al nahual personal. Quienes se adentraban en el conocimiento de las cosas ocultas, lograban transformarse en su animal guía. De este modo, en México se le conoce como nahual al brujo que tiene la habilidad de transformarse…”

- Los Nahuales en México, ContactoSemanal.com


El 21 de abril, cerca de la 1 de la tarde fuimos a Nanciyaga. A pesar de que se puede llegar en lancha, atravesando la laguna de Catemaco, decidimos hacerlo vía terrestre. Ingresar a esta reserva en auto es una experiencia única, pues la entrada es un camino en medio de la selva. En un momento dado, el auto va en medio de la nada, rodeado de árboles inmensos, plantas y hojas exuberantes y sonidos de diversos animales alrededor. Al llegar al estacionamiento, uno paga la entrada y es guiado por un guía que le mostrará un recorrido en donde el visitante puede toparse con un manantial cuya agua es bebible, y su lodo es usado como mascarilla para el cutis; la posibilidad de tomar un baño temazcal; la apreciación de figuras prehispánicas o de los cocodrilos en cautiverio, entre otras cosas. En algún punto del recorrido, le pregunté al guía sobre el rumor de la aparición del famoso Nahual. El joven nos contó que en efecto, se había encontrado el cuerpo de un ser extraño pero no en Nanciyaga, sino en la isla de enfrente. Fue traído hasta la reserva ecológica y varias personas lo vieron. Por desgracia, llegaron policías y autoridades provenientes de la Ciudad de México, que se lo llevaron junto con todas las fotos o pruebas de su existencia. Al pedir una descripción física, el guía se limito a decir que aquel era como un duende con partes humanas y de animal, y que presentaba una herida en la zona de las costillas.

Nos fuimos de Nanciyaga dándole carpetazo al caso del Nahual, al cual nunca pudimos ver con nuestros propios ojos. Sin embargo, hace unos días mi primo Luis Gabriel me comentó que había encontrado en YouTube un vídeo sobre el dichoso Nahual, el cual he subido al blog para que le den una revisada:

Muchos dicen que era un chango y que la coloración de su piel se debe a que le arrancaron la piel. Puede ser, aunque las orejas forma de la cara no coincide del todo con la de un primate. Además, si en efecto hubiera sido un mono, no tendría sentido el que se lo hubieran llevado con tanta premura y discreción. Buscando un poco más, supe que semanas atrás del descubrimiento del Nahual, hubo varios reportes de lugareños que aseguraban haber visto a una extraña criatura en las orillas de la laguna de Catemaco, incluso hubo reportes de gallinas salvajemente asesinadas en zonas cercanas. No sé si aquello que se halló era o no un Nahual, lo cierto es que una vez más Catemaco me regala pretextos para seguir hablando de él, y de los muchos misterios de esa región.


martes, 10 de mayo de 2011

Coatepec


Algo tienen los llamados Pueblos Mágicos de éste país que me encandila. Una extraña atracción se apodera de mi cada que visito alguno de estos destinos elegidos por la Secretaria de Turismo, en los que tradición, arquitectura y cultura hacen que la denominación “Pueblo Mágico”, sea una garantía para los viajeros. Taxco, Real del Monte, Tepoztlán, Dolores Hidalgo, Pátzcuaro o Cuitzeo son algunos de estos poblados que he tenido la oportunidad de conocer.

En está ocasión llegó el turno de Coatepec. Lugar ubicado en el estado de Veracruz, y hacia el cual me dirigí una mañana sin mucha idea de cómo llegar, o qué esperar. Viajes así no se planean mucho, pero por consiguiente se disfrutan como pocos. Un trayecto de aproximadamente 4 horas separa a la Ciudad de México de Coatepec. La ruta no es tan compleja. Se va rumbo a Puebla, y de ahí se toma la carretera hacia Perote y Xalapa. Un camino con amigables paisajes nos acompaña antes de nuestro destino final, que tiene una parada obligada: la capital veracruzana.

La primera, y única ocasión que éste bloguero estuvo en Xalapa, fue en 1999. Doce años después me encontré con una ciudad muy diferente. Mucho más grande, limpia y con lugares realmente apacibles. Unas horas en su zócalo son suficientes para recargar baterías y entusiasmar al corazón. Infaltable es acudir a la catedral xalapense y visitar a Rafael Guízar y Valencia, obispo canonizado en el 2006. Seguir adelante y llegar a Coatepec, o quedarse más tiempo en Xalapa es el dilema de quienes decidimos seguir esta ruta. Tras tomar la decisión de seguir el plan original, se deja Xalapa con la certeza de querer regresar lo antes posible, y escribir más y más sobre ella.




Coatepec está a unos 7 kilómetros de Xalapa. Éste poblado está enmarcado por un bosque tropical que hace el breve trayecto entretenido y agradable. Al llegar, el encanto va descubriéndose poco a poco, las calles, iglesias y casas van adquiriendo ese toquecito que sólo los Pueblos Mágicos tienen. Lo más recomendable es dejar el auto en algún estacionamiento en la zona centro y caminar, dejar que sea el propio lugar el que nos vaya contando su propia historia. De golpe, lo primero que percibió mi mirada fue la Parroquía de San Jerónimo, un agasajo visual que nos invita a recorrer su patio y el interior del templo.




Después las sorpresas van sucediéndose una a otra, comenzando por ese delicioso aroma a café, impregnado en todos los rincones de Coatepec, una de las principales entidades cafetaleras del país. Quizá, su rincón más emblemático sea el Parque Hidalgo y su kiosco central, donde el encanto de un parque provinciano, sus arboledas y ubicación lo convierte en el punto medular de la vida coatepense. Es aquí donde el viajero puede abordar “El Piojito” (bus turístico que debe su nombre al primer tren que llegó a Coatepec) y descubrir la historia de los lugares más representativos del lugar. Así uno se entera que Coatepec quiere decir “Cerro de las Culebras”, debido a la proliferación de estos reptiles en los cerros aledaños, o la historia de como a principios del siglo XIX se trajeron semillas de cafeto arábigo, las cuales fueron plantadas en estos fértiles suelos, comenzando así la producción que a la larga le darían al café de Coatepec el título del mejor y con más calidad de México.







El resto depende de uno y su espíritu aventurero. Coatepec ofrece tantas posibilidades en sí mismo que resultaría un tanto ocioso describirlo. El chiste es meterse en sus museos, recorrer las inmensas casonas estilo andaluz que abundan en cada calle, que en su interior guardan portentosos jardines, y que en no pocas ocasiones han sido empleadas como locaciones de películas. Pasito a pasito sentirse invadido de tranquilidad en sus bellas calles y toparse con sus coloridas iglesias de distintos estilos arquitectónicos. Por si le faltara más belleza, Coatepec es adornado por sus invernaderos y viveros, en donde resalta la abundancia de orquídeas y plantas exóticas.

Cuando horas después se abandona Coatepec, la despedida no es menos mágica con el Pico de Orizaba como silencioso gigante al fondo del paisaje. El olor a café se extraña desde los primeros instantes en los que se parte hacia nuevas rutas, hacia nuevas aventuras.

lunes, 2 de mayo de 2011

Carta Astral


Me leyeron mi carta astral, y el resumen final fue: soy un gordo compulsivo, que tiene amigos borrachos y jotos. Bueno, no, la verdad es que me dijeron muchas, pero muchas cosas más el fin de semana. Como sé que algunos lectores de éste blog son un tanto curiosos (chismosos), les cuento lo que a grandes rasgos me depara el futuro.

Después de proporcionar algunos datos referentes a mi fecha y hora de nacimiento, fue el tío de un buen amigo, el que amablemente me hizo el favor de elaborar mi carta astral. En un par de hojas con círculos, líneas trazadas, símbolos y números, se supone, estaba contenido mi pasado y parte de mi futuro. En una amena charla de más de una hora supe lo siguiente: Soy muy criticón y hasta cierto punto burlón. Suelo ser enojón y decirle sus verdades a la gente. En las mujeres me fijo mucho en los ojos y en su busto. Mis parejas o prospectas suelen dejarme de repente, algo sucedía en el pasado que no me dejaba ir adelante en mis relaciones. Soy muy aprensivo en cuestiones románticas, pues estas me afectan demasiado. Tendré puras hijas, y serán altas, de hecho, una de ellas será muy parecida a mi mamá. Hablando de ella, me comentaron que salvo la presión baja, es muy saludable y vivirá mucho tiempo. Poseo facultades especiales para ver familiares muertos (cieeeeerto) y también para sentir las vibras positivas y negativas de personas y lugares. Uno de mis mayores deseos es irme a vivir al extranjero, objetivo complicado según el tío astrologo.

Soy propenso a los accidentes automovilísticos. Sobre todo cuando voy o vengo de camino a mis trabajos. Es más, a principios de octubre me veré envuelto en uno más o menos fuerte. Iré en el auto con mi pareja y terminaré con algunos huesos rotos. Hablando de huesos, tendré problemas en mis articulaciones bajas (de la cintura hacía abajo), en gran medida ocasionadas por mi sobrepeso. Tiendo a subir y bajar de peso con facilidad, pero en algún momento no me resultará tan sencillo, así que debo empezar a comer menos. Se supone que como compulsivamente gracias al excesivo nerviosismo del que padezco. El mes de abril de éste año fue el más pesado del año para éste bloguero. Enero, Febrero y Marzo los pasé casi todo el tiempo en casa, pero la buena noticia es que el resto del año me pinta muy bien. En mayo por fin conseguiré trabajo. Será por medio de personas de mi pasado y recibiré la llamada de una mujer. La empresa a la que entraré es grande, aunque relativamente joven. De dueños extranjeros y en la cual trabaja gente de mi edad. Ahí me encontraré con viejos conocidos y estaré contento. Con el paso del tiempo ganaré bien y entonces será el momento de irme haciendo de mis propiedades. Abandonaré el nido materno hacia finales de éste año o principios del otro. De algún modo me comprometeré con mi pareja a finales de año. Este año aun no tendré descendencia. Viajaré sólo al extranjero en éste 2011, probablemente a un país anglosajón joven (Canadá o Estados Unidos). En noviembre haré con mi novia un viaje de placer y en diciembre otro de trabajo.

A casi todos mis amigos les gusta el alcohol. Casi todos son comunicólogos y hablan hasta por los codos. Vine al mundo para ayudar mucho a uno de ellos. Debo cuidarme de hacer negocios con ellos o prestarles dinero, pues es muy fácil que me estafen o me quiten mis cosas. También, algunos de mis amigos son gays. Estoy muy unido a mi hermana y rara vez tendré conflictos con ella, aunque en septiembre ambos tendremos un pleito con uno de mis abuelos. Ningún familiar morirá en lo que queda del año, pero uno de mis abuelos, sin que sea algo grave, recaerá de ciertos problemas que ha tenido en el estomago y las vías urinarias. Tengo facultades para administrar el dinero y para comunicarme, aunque lo hago mucho mejor de forma escrita, sobre todo cuando hablo de amor. Siento que casi nadie me comprende y soy extremista, a veces muy tierno, a veces muy seco.

Y ya. Hay más cosas, pero esas prefiero guardarlas para mí. ¿A poco creían que les iba a contar todo? Resultó un ejercicio interesante. No soy un creyente fervoroso de estas cosas, pero algo de cierto debe haber en las ciencias astrológicas y de adivinación. De todo lo anterior le atinó a varias. El tío astrologo me contó cosas que casi nadie sabe, por lo cual le doy crédito. Vienen cosas muy buenas y así quiero creerlo, los astros están conmigo, sólo es cuestión de echarlas a andar. A fin de año veremos qué tal.