viernes, 28 de marzo de 2014

La tumba de las luciérnagas


De vez en cuando a mi novia y a mí nos da por comprar películas de los Estudios Ghibli, aunque siempre que lo hacemos terminamos llorando con un par de escenas. Sin embargo, el último de estos títulos que vimos de plano nos rompió el corazón y no exagero al decir que nos hizo derramar lágrimas de principio a fin. 

Admito no ser un experto en las películas de los Estudios Ghibli, aunque sí he visto unos 8 o 9 de sus cintas y hasta el momento ninguna me ha decepcionado, de hecho, en este blog ya escribí un par de posts sobre El Secreto de la Sirenita y Recuerdos del ayer

No obstante, fue con La tumba de las luciérnagas con la que más me he conmovido. La vi sin conocer a lo que me enfrentaría y quizá por ello el impacto emocional que recibí fue mucho mayor. De esta película sólo sabía que trataba sobre la Segunda Guerra Mundial y nada más. Sospeché, como ocurre en las cintas que abordan esta temática, que habría un par de escenas conmovedoras y nada más. No podía estar más equivocado, ya que esta cinta animada dirigida por Isao Takahata y basada en la novela homónima de Akiyuki Nosaka es considerada una de las mejores películas anti guerra de todos los tiempos y una autentica obra maestra del cine animado. 

Cuando leemos o vemos historias sobre este conflicto bélico, generalmente están situadas en la Europa que sufre el yugo nazi, o bien, desde la perspectiva norteamericana. En cambio, pocas veces se le pone atención al drama que vivió el pueblo japonés, que tan mal parado salió al final de la guerra. En eso justamente se centra La Tumba de las Luciérnagas, en cómo la gente común de una nación en conflicto sufre los estragos de una guerra sin sentido. 

"El día 21 de septiembre de 1945, yo morí", con esta frase inicia esta película cuya trama gira entorno a Seita, un adolescente de 14 años que vive en la ciudad de Kobe con su mamá y su hermana Setsuko de 5 años, mientras su padre, un oficial de la marina japonesa, participa en la batalla que se desarrolla en el Océano Pacífico. 

A pesar de la guerra y de los ataques esporádicos que sufren en su ciudad, podría decirse que Seita y su familia viven felices; hasta que una tarde de marzo de 1945, tras lanzarse la alarma por la proximidad de un bombardeo, Seita y su hermana se retrasan y no pueden llegar al búnker en donde se encontrarían con su madre. 

Tras el ataque aéreo, ambos logran sobrevivir tan sólo para encontrar parte de su ciudad ardiendo en llamas y toparse con escenas de dolor y sufrimiento a cada paso que dan. Así comienza una lastimosa cadena de infortunios al que Seita y su hermana se enfrentarán por sobrevivir día tras día, y en el que sólo el amor que uno siente por el otro los mantendrá a flote. 

Podría revelar más datos sobre la historia, pero creo que es mejor que aquellos que se aventuren a verla lo hagan como yo, con una ligera noción de lo que encontrarán, pero dejando que al final sea la propia historia la que los vaya guiando en este viaje de subidas y bajadas emocionales y aleccionadoras. 

Esta película es tan humana que duele verla. Cuenta con momentos realmente estremecedores y duros de digerir, pero también con partes llenas de amor y que nos hacen conectar sentimentalmente con ambos personajes. Parecería mentira que una obra visual y narrativa tan cruel también sea tan bella, enaltezca la pureza de la humanidad y a la vez nos muestre lo peor de ella. 

Técnicamente la película cumple (no olvidemos que fue hecha a finales de la década de los ochenta) y si bien tiene pasajes muy bien logrados, es en la historia en la que recae todo el peso de esta maravillosa obra de arte llena de simbolismos. 

Al final, además de un profundo hueco en el alma, uno se queda tocado y reflexivo por los efectos devastadores que una guerra puede tener en personas buenas que sin temerla ni deberla de pronto ven su vida convertida en un infierno. Aunque sin duda, lo que más hiere es descubrir que más allá de un conflicto bélico, lo que verdaderamente termina destruyéndonos es la indiferencia y el no ver más allá de nuestras narices. 

La tumba de las luciérnagas es fácil de conseguir en librerías o tiendas de discos, incluso pueden encontrarla en YouTube. Como sea, por favor háganse el favor de verla, les apuesto a que será una de las cintas más conmovedoras e impactantes que verán en su vida. 

Y sí, van a llorar.

lunes, 24 de marzo de 2014

Ya resolví el misterio de la servilleta en la puerta

Apenas iba terminando de escribir el pasado post sobre El misterio de la servilleta en la puerta de mi casa (si no lo leíste, da clic aquí), cuando el caso dio un giro inesperado.

Llevaba cerca de tres horas encerrado mi cuarto, en donde vi el juego del Atlante vía internet (es que soy pobre y no tengo Sky) y después escribí el texto arriba mencionado para este blog. Eran cerca de las ocho de la noche de ayer domingo cuando finalmente salí de mi dormitorio, fui a echarme una firma, bajé a la sala y cuando abrí la puerta descubrí que nuevamente había otra servilleta amarrada. Hasta le tomé una foto:


Y ahora sí me entró miedo. Una cosa es que dejen cosas amarradas a la puerta cuando no estoy en casa y otra que lo hagan cuando me encuentro presente. Nuevamente recurrí a Google en busca de una respuesta y mis temores aumentaron: en varios sitios web encontré información sobre la manera en la que los delincuentes suelen marcar las casas de sus potenciales víctimas para después saquearlas.

A nada estaba de caer en el caos (sí, la verdad me vi bien maricón y qué, ustedes se hubieran puesto igual) e ir a decirle al vigilante de la esquina de mi calle que pusiera especial atención a mi casa. Después pensé en sacar las cosas importantes y de más valor y traerlas en el auto conmigo, por si robaban la casa no dejarles algo de lo que fuera irrecuperable.

Entonces sonó el celular pero no alcancé a contestar, aunque en el identificador de llamadas vi que se trataba de mi prima Yuli (nunca sé cómo se escribe su nombre). A los dos minutos llamó al teléfono de mi casa y me preguntó cómo estaba, después me pidió que fuera a su casa para contarme algo. Le respondí que no podía pues estaba haciendo la comida. Después se mostró muy interesada en el horario que tendría al otro día y sobre las horas en las que no estaría en casa. Todo eso me pareció sospechoso, sobre todo porque sus llamadas se dieron a los pocos minutos de que en mi muro de Facebook expliqué el asunto de la servilleta misteriosa. Aún así, todavía tenía mis dudas.

Un par de minutos después mi prima llegó a mi casa (vive a unas calles de distancia) y me confesó que ella y su familia habían sido quienes colocaban las servilletas. Como iban a buscarme y no me encontraban, me dejaban esa señal para que supiera que habían estado ahí y que estaban al pendiente de mí. De hecho hasta me mostró un pedazo de la misma servilleta que traía en su bolsa.


Muy en mi papel me hice el valiente y les dije que en ningún momento tuve miedo de la situación, aunque por dentro sí me estuve cagando de miedo. Yuli me dijo que había decidido aclarar todo para evitar preocuparme.

Y así se resolvió el misterio. Si bien me sentí muy relajado cuando todo se aclaró, una parte de mí tenía la ilusión de que aquello fuera algo más complejo que me llevara a enfrentarme a las fuerzas ocultas y sobrenaturales, o quizá hasta a los mismísimos narcotraficantes, que tan de moda se han puesto.

Ni hablar, yo solito me hice ideas y caí víctima de mis propios malviajes. Será pa' la otra.

domingo, 23 de marzo de 2014

El misterio de la servilleta en la puerta


Estoy viviendo una aventura, o algo así. El caso es que desde ayer me siento como el protagonista de una novela de misterio, en las que una situación fuera de lo común detona algo extraordinario. Esto es lo que pasó:

La semana pasada, una noche llegaba a mi hogar y tras estacionar el auto noté que había algo en la chapa de la puerta. Al acercarme ví que aquel objeto era una servilleta anudada a la base de aluminio donde se jala la puerta de la casa para cerrarla. En ese momento no le di importancia, arranqué la servilleta y me metí a mi casa.

En cuestión de horas olvidé lo sucedido. Sin embargo, el pasado sábado por la noche, regresaba a mi casa y volví a toparme con otra servilleta atada en el mismo sitio. Y ahora sí me sentí desconcertado. 

Mientras intentaba romper la servilleta noté unas manchas rojas en ella, lo que me provocó escalofrío ¿y si era sangre? Para mi tranquilidad esas figuras coloradas eran parte de los dibujos que tenía estampado el mentado papel, que por cierto, era una de esas servilletas de cocina cursilonas. Nuevamente la arranqué y la tiré en la calle (no fuera a ser la de malas). 

En cuanto entré a mi casa me puse a buscar en Google qué podía significar aquello. Lo primero en lo que pensé fue en una brujería maligna, algo o alguien quería hacerme algún trabajo con miras a causarme un mal y usaba un hechizo extraño. De ser así, lo peor era que las dos veces agarré el probable papel embrujado con mis propias manos. 

Luego pensé que la servilleta podía ser una protección o un amarré de amor, quizá alguien quiera enamorarme y al ver que soy frío como el viento y peligroso como el mar, decidió intentar robar mi corazón por medio de la magia blanca. 

Después comencé una de mis actividades favoritas: hacerme figuraciones de lo que no es y preocuparme de a gratis. ¿Y sí aquello era para intimidarme? ¿Y si días después recibo una llamada diciéndome que me traen checado y que como prueba han estado dejándome cosas en la puerta? ¿Y si son los narcos? La verdad cuando pensé esto empecé a sentirme nervioso, lo cual era medio tonto pues no tengo ningún indicio de que aquella servilleta en la puerta fuera la prueba de nada. 

Pero ya ven, hasta en eso soy hipocondríaco. 

Minutos después saqué a mi perro a dar una vuelta y mis nervios seguían alterados. Sentía que me observaban y me seguían, al regresar lo primero que hice fue revisar que no hubiera otro papel en la puerta, afortunadamente no había nada. Un día después hasta pensé en ir por agua bendita a la iglesia y rociar la entrada de mi casa con ella, pero luego me acordé que jugaba el Atlante y lo dejé para luego. 

Ahora estoy tomando todo eso con humor, y mejor pienso que es una broma o algo que tiene su explicación lógica y por lo que veré que no debo preocuparme. ¿Me inquieta que alguien llegue hasta la puerta de mi casa y deje una servilleta amarrada? Sí, aunque a la hora se me olvida y opto por sentirme el personaje de una novela, aquel que está a punto de emprender una grandiosa e increíble aventura (o al que está apunto de cargárselo la desgracia).

Ya veré sí aparece otra servilleta, y claro, por aquí les cuento. Mientras tanto ¿alguien sabe de qué se trata todo esto?

lunes, 17 de marzo de 2014

La invención del amor


Desde que me topé con ella, lo primero que me llamó la atención fue el título. Después, en la última edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tuve la oportunidad de asistir a la presentación que el autor hizo de esta novela. Tanto escuché de este libro que me prometí leer el libro. Un par de meses después lo cumplí. 

La invención del amor, es la novela con la que el escritor español José Ovejero ganó el Premio Alfaguara de Novela 2013. La historia de este libro es simple aunque muy original: Una noche, Samuel recibe una llamada en la que le avisan que Clara, su amante, acaba de fallecer en un accidente automovilístico; lo curioso es que Samuel no conocía a ninguna Clara. Movido por la curiosidad asiste al funeral y es ahí donde comienza esta peculiar historia de amor ausente. 

Así, Samuel conoce a Carina, hermana mayor de Clara y con quién realiza un extraño pacto: ambos se contarán las vivencias que tuvieron con Clara, a fin de conocerla mejor. Obviamente, Samuel comienza a inventarse una historia de amor que jamás sucedió y a formarse una idea con la narración de Carina. Así, sin tenerlo planeado cae enamorado de una mujer a la que jamás conoció. 

Bajo esa premisa se desarrolla esta novela, en la que el lenguaje juega un papel predominante, tanto en el sentido narrativo como lírico. Las páginas de La Invención del Amor tienen un ritmo muy característico y bien logrado, aunque no se quiera se lee con acento ibérico y la misma cadencia de las palabras nos va guiando por distintas emociones, no sólo de los personajes sino también del entorno. 

Y es que esta novela transpira ambiente citadino de Madrid. Suavemente vedadas aparecen en segundo plano la crisis económica española, el ritmo de una ciudad que sigue siendo un oasis, la multiculturalidad propia de las grandes ciudades europeas, y la forma de ser tan característica de los españoles. 

Aún así, el título no debe engañarnos: esta no es una novela rosa ni cursi. El propio protagonista es un soltero cuarentón que jamás se ha enamorado ni se ha comprometido con nada, pero que todo el tiempo reflexiona sobre distintos temas existenciales. Esa marea interna se adereza con la melancolía y soledad de Samuel, y le da al personaje un aura entrañable que nos hace sentir empatía inmediata. 

La tecnología también tiene su breve aparición en esta historia, detalle que me llamó la atención pues hasta ahora no había leído otra novela en la que se hiciera mención a las redes sociales. 

Aunque no es una novela perfecta, pues desde mi punto de vista, tiene algunos detallitos en el argumento pero nada que opaque la experiencia de sumergirse en este libro ameno y de fácil lectura. 

Insisto, su mayor virtud es pintarnos una extraordinaria historia de amor a partir de la imaginación de un hombre solitario. Léanlo, vale la pena, después de todo, cada uno de nosotros es en mayor o menor medida, inventores de nuestras propias historias de amor en los espacios de nuestra memoria.