domingo, 27 de enero de 2013

Al sur de la frontera, al oeste del Sol


“Hay muchas maneras de vivir. Hay muchas maneras de morir. Pero eso no tiene ninguna importancia. Al final sólo queda el desierto”

En apariencia, “Al sur de la frontera, al oeste del Sol” es una novela sencilla. En sus poco más de 260 cuartillas encontramos una historia sencilla, contada de una manera amena que permite leerla rápida y fácilmente. Pero te deja pensando. Minutos, horas, incluso días después de que uno la termina, hay ciertas escenas e interrogantes que no abandonan tan fácilmente nuestro pensamiento.

Así fue mi experiencia después de leer esta obra de Haruki Murakami.

Mi primer acercamiento a este renombrado autor japonés fue en el 2009 con Tokio Blues. Esa novela, mucho más elaborada que esta, me dio la pauta para saber lo qué se puede esperar de una novela de Murakami: Una narrativa absolutamente emocional, cargada de sexualidad, en donde los personajes están extraviados y desorientados en el mundo. Eso mismo encontré en “Al sur de la frontera, al oeste del Sol”, sólo que en esta ocasión, la estructura de esta novela es como un torbellino devastador, ese que en la base es pequeño y en apariencia inofensivo, pero que una vez que te atrapa, te eleva y te lleva a su zona más rápida y violenta.

Se inicia esta novela sorprendido de lo fácil que se lee. Las primeras diez, veinte, treinta hojas, pasan sin que uno se dé cuenta, envuelto en una atmósfera hasta cierto punto inocente. La trama entonces va cambiando sutilmente sin que uno lo perciba. La lectura sigue siendo muy ágil y su ritmo es vertiginoso, pero la calma inicial deriva en un conflicto que se va tensionando hasta estallar y dejar tras de sí un vacío insostenible y angustioso.

“Al sur de la frontera, al oeste del Sol”, trata sobre cómo el pasado en cualquier momento puede desbalancearnos el presente. Como el intempestivo regreso de alguien a quien creíamos ya sólo un recuerdo es suficiente para llenar nuestra mente de cuestionamientos y dudas, que al final no hacen más que decirnos “¿creías que eras feliz… entonces, ¿qué es todo ese vacío que siempre acompañó tu existencia?”.

Esto le pasó a Hajime, protagonista de esta novela. Hijo único cuyo destino se torció desde que en la primaria conoció a Shimamoto, también hija única. Por un par de años, ambos vivieron una amistad muy cercana en la que compartían música, lecturas y aficiones. Una relación de esas que sólo pueden darse una vez en la vida. Sin embargo los años pasaron y los dos se perdieron la pista. Hajime se mudó a Tokio para estudiaren la universidad, tuvo algunas novias y un trabajo mediocre. Finalmente se casó, tuvo dos hijas, abrió dos bares exitosos y la vida parecía sonreírle. Entonces, en una noche de lluvia Shimamoto volvió a reencontrarse con Shimamoto, y todo se tambaleó. 

¿Es posible que casi 20 años después, el regreso de una persona sea suficiente para hacer cimbrar nuestro universo y estar dispuestos a dejarlo todo por ella?

Recuerda tus años de adolescencia… ¿qué pasaría si esa persona que tanto te marcó durante esa época, de pronto apareciera en tu vida? ¿Qué hacer si por más que quieres aferrarte a lo que tienes, el destino se empeña en hacerte ver que siempre viviste anclado al pasado?

Y es que Hajime jamás se desapegó por completo de Shimamoto. Durante esos años de obscuridad en los que el protagonista vivía sin encontrarle sentido a su existencia, la imagen de Shimamoto siempre lo acompañó. Su extraña cojera al caminar, su cálida sonrisa, su forma de reír, la forma de entrecerrar los ojos al hacer ciertos gestos y la complicidad que vivió con ella. Jamás los olvidó del todo, e inconscientemente, quizá sabía que en algún momento terminaría volviendo a ellos.

Las páginas finales se recorren con el corazón triste y adormecido. Con una confusión semejante a la que vive Hajime y que nos sitúa en un melancólico callejón sin salida donde los espejismos y la realidad se confabulan para hacernos entender que al final sólo somos gotas de lluvia que caemos en la inmensidad del mar.

Han pasado unas cuantas horas desde que terminé “Al sur de la frontera, al oeste del Sol”. Aun no sé si siento pena, odio, ternura o compasión por el protagonista. Inevitablemente me pongo en el papel de Hajime. Intento vislumbrar el nivel de su obsesión e intento imaginar las posibles alternativas que tuvo para no verse atrapado por el torbellino. Concluyo en que no tuvo otro camino. Que el amor a veces puede ser la trampa más despiadada, y que una vez que uno cae en sus garras, es imposible salir ileso.

Aun así, esta novela tiene pasajes bellamente narrados. Frases y atmosferas que, en contraste con la desolación y confusión que puede imperar en sus páginas, dan lugar a momentos amorosos y entrañables. Puede que la historia deje varios cabos sueltos, pero tras darle varias vueltas al asunto, concluí que esto quizá obedezca a que Murakami desea dejarnos la misma sensación de confusión e irrealidad que se apoderó de Hajime.

Mi segundo acercamiento a la obra de Murakami no pudo ser mejor. Ahora dejaré pasar unos meses antes de leer otra de sus novelas, y es que si algo he aprendido después de leer a Murakami, es que uno se sale maltrecho y con el corazón triste.   

miércoles, 23 de enero de 2013

Me querían hacer tranza en Cinépolis



Los de Cinépolis me querían hacer tranza, pero me puse abusado y no me dejé… o eso creo.

El pasado sábado 29 de diciembre decidí ir al cine. Mi novia estaba fuera de la ciudad, y debido a que ella no quería ver “El Hobbit”, aproveché para acudir esa tarde al cine. Debido a que quería verla en formato HFR, y sólo hay una sala de cine en la ciudad con esas características (la de Plaza Universidad), pensé que sería buena idea apartar mi entrada desde la mañana.    

Entré a la página de internet de la cadena Cinépolis, seleccioné mi asiento e hice mi pago con tarjeta de crédito. Segundos después recibí en mi celular un código con el cual pude ingresar a la sala. Esa tarde vi la película, y aunque fui solo a la función, salí muy contento del cine.

El problema vino unos días después, cuando recibí un correo electrónico en el que se me daba la bienvenida al programa FAN CLUB Cinépolis. Intrigado abrí el mail y entonces leí que esta empresa me obsequiaba un mes de múltiples promociones sin costo, además de recibir dos boletos para mi siguiente visita a Cinépolis.

Según el correo, gracias a este programa tendría más de 3,000 pesos en beneficios cada mes, como descuentos, boletos a precios especiales, revistas, boletos para conciertos y otros espectáculos. Vamos, toda una maravilla. Ya empezaba a emocionarme cuando descubrí que en un apartado se especificaba que a partir del segundo mes, este programa tendría un costo de 59 pesos mensuales, mismo que se cargaría a mi tarjeta de crédito.

¿Y por qué carajos me iban a cobrar algo que JAMÁS PEDÍ?

Obviamente, los de Cinépolis usaron los datos que ingresé de mi tarjeta cuando compré mi boleto, y aprovecharon para inscribirme a este programa.  Lo anterior me molestó mucho, no tanto por el dinero que me descontarían mensualmente, sino por el abuso de confianza de suscribirme a un servicio que ni deseaba, ni necesitaba.

En el mismo mail se mencionaba que podría cancelar este servicio en cualquier momento, así que ingenuamente pensé que este sería un trámite sencillo. Ese mismo día, mandé un par de mensajes vía Twitter a la cuenta de Cinépolis. A pesar de explicar claramente que deseaba dejar de estar en este programa, no recibí respuesta alguna.

Varios días insistí por este medio para que se atendiera mi petición. Sin embargo, seguí sin recibir ninguna noticia. Un tanto desesperado, me dirigí de forma más enérgica por medio de varios tuits al Community Mannager de Cinépolis. Escribí que era una lástima que no atendieran a sus clientes y que sólo respondieran a quienes los felicitaban o hacían simples preguntas.

Así recibí finalmente una dirección de correo electrónico en la cual podrían atenderme. Con ánimos renovados mandé un mail explicando que quería ser dado de baja en el FAN CLUB Cinépolis. Pasaron uno, dos, tres días… y ni un pan me echaron. Empleando nuevamente un tono enérgico, volví a escribir al mismo mail exigiendo una respuesta a mi petición. Finalmente me contestaron comunicándome que iniciarían los trámites para darme de baja, y que ellos me avisarían una vez que el proceso finalizara.


Pensé que todo había acabado, cuando una mañana mientras estaba en mi trabajo, recibí una llamada. Era una empleada de Cinépois que comenzó a interrogarme acerca de mis motivos para no desear la maravillosa promoción que me ofrecían por ser uno de sus clientes.

Amablemente le contesté que no siempre iba a esa cadena de cines, que también suelo visitar Cinemark y Cinemex. Ella siguió insistiéndome en las bondades del programa. Qué pensara en los muchos beneficios que obtendría y en el dinero que ahorraría. A ratos hasta llegué a sentirme idiota por desperdiciar tan grandísimo regalo que el destino quería poner en mis manos.

Cuando le dije que yo en ningún momento me había inscrito al programa, su respuesta fue “por el simple hecho de abrir el mail que le llegó, usted quedó dado de alta”.

¡¡¡Puafff!!!

No sé cuántos minutos más duró esa conversación, lo cierto es que se me hizo eterna. Por más que quería guardar la compostura, aquella señorita que me atendía seguía dándole vueltas a mis intenciones de cancelar su servicio. Tuve que mostrar mi enfado y ser un poco altanero para que finalmente se diera por vencido, y aceptara mi baja de su sistema. Me dio mi número de trámite y me informó que todo había terminado.

Suspirando de felicidad, y ya más tranquilo, seguí mis labores ese día. En menos de una hora mi calma volvió a romperse cuando me llegó otro correo de Cinépolis bajo el título “Sé parte de FAN CLUB Cinépolis, descarga ya tus beneficios”. Por error presioné el botón indicado y abrí el correo. Ahora vivo en la incertidumbre, pues no sé si esto reactivó mi servicio.

Al final, la moraleja de todo esto es simple: NUNCA volver a comprar boletos para Cinépolis vía online con tarjeta de crédito.

Por cierto, la historia de cobros injustos y de la nada, no es exclusiva de Cinépolis. Ayer mismo fui a Telcel a preguntar por qué últimamente me llegaba un cobro de 80 pesos bajo el concepto “P.SEG”. Pues bien, resulta que según ellos en junio contraté un antivirus para mi celular, cosa que NUNCA hice. Finalmente también lo cancelaron después de casi rogarles para que lo hicieran.

¿Ahora que sigue? ¿Qué en mi banco digan que contraté con ellos un seguro de vida?

Esperen… creo que ya lo hicieron. 

sábado, 19 de enero de 2013

La pulsera LiveStrong

1. Para estar a la moda

Fue a finales del 2004 cuando noté que varios conductores y actores de televisión usaban unos brazaletes amarillos. Al poco tiempo me enteré que esas pulseras eran de la fundación LiveStrong, organización creada por el entonces ciclista Lance Armstrong para combatir el cáncer.

Fascinado hasta cierto punto por la moda, me puse a investigar sobre la vida de Armstrong, y quedé fascinado. Aquel hombre logró sobreponerse al cáncer de testículo que padecía y fue capaz de ganar 7 tours de Francia seguidos. Además, creó Livestrong, fundación enfocada al combate contra el cáncer.

Al instante quise una de esas pulseras y no era el único, en México se desató un auténtico furor por esos brazaletes amarillos que en un principio casi nadie tenía. Diariamente buscaba las dichosas pulseras con una obsesión enfermiza a la que se me unió mi amigo Claudio. 

Por fin, una tarde de sábado encontramos en Pericoapa lo que tanto anhelábamos. Compramos como tres o cuatro cada uno. De regreso a casa, veníamos fantaseando con el negociazo que podríamos hacer. En teoría, cada uno de esos plastiquitos amarillos costaba un dólar (dinero que iba íntegro a la fundación LiveStrong). A nosotros nos las dieron en cincuenta pesos, pero sabíamos que en muchos sitios las cotizaban entre los 100 y 200 pesos. Según nosotros compraríamos cientos de pulseras para después venderlas y obtener miles de pesos.

Seríamos ricos.

Lo malo es que luego nos dio flojera y ya no compramos ni vendimos nada. 

2. LiveStrong-manía y el significado del amarillo.

Las primeras semanas con pulsera LiveStrong en mi muñeca me sentía todo poderoso. Movía los brazos apropósito para que todos vieran que era de esos afortunados que tenían en su poder uno de esos distintivos. La verdad no sólo me sentía a la moda, sino también parte de algo importante. Por esas fechas fui cobrando razón de la seriedad del cáncer, y sentía que ese color amarillo de una u otra forma servía para formar conciencia. 

Pasaron los meses. De pronto todos tenían una pulsera amarilla en el brazo aunque muchas veces fueran piratas: las señoras que ni sabían quién era Lance, los niños chiquitos y los ancianos, nadie estaba ajeno de aquella euforia que duró como medio año y que luego se apagó poco a poco.

Podría asegurar que así como fui de los primeros en usar esas pulseras, también fui de los últimos en hacerlo. Y eso porque se me rompió la última que tenía y ya no pude reponerla. Desde entonces quise tener otra, pero aunque la busqué en varios sitios no tuve éxito.

3. La mentira de Lance y mi reencuentro con la pulsera

Así llegamos a finales del 2012 y se destapó lo que por mucho tiempo fue un rumor: Lance Armstrong se dopó con varias substancias para poder ganar los siete Tours de Francia y varias competencias más. Semanas después perdió varios patrocinios y renunció a la dirigencia de LiveStrong. Hace unos días, en una entrevista con la conductora Oprah Winfrey, Armstrong finalmente confesó haber consumido substancias prohibidas y sacar provecho de ellas en las competencias.

Curiosamente, el día que se transmitió la primera entrevista mi primo Josimar me consiguió una pulsera LiveStrong. Ahora, vivo la rara experiencia de escuchar decenas de críticas y comentarios negativos hacia el ex ciclista, y de paso, burlas a quienes portaban los brazaletes. ¡Ahora resulta que nadie los usó! 

Pero yo no lo reniego. Yo decido portar nuevamente esa pulsera como símbolo de lucha en contra del cáncer. Hace unos días falleció una compañera de mi trabajo a causa de esta enfermedad y he conocido de cerca casos en los que este mal ha puesto contra las cuerdas a personas buenas y valiosas. "Vive fuerte", dice la pulsera y es lo que quiero hacer. Luchar y vivir la vida de una forma incluso salvaje cuando se combate al cáncer, y hacerlo también cuando de está sano.

Que ese brazalete me recuerde que siempre hay que luchar por más que todo parezca perdido. Si antes lo portaba por moda, ahora lo hago más consciente de su significado.

Finalmente, quizá ahora la asociación LiveStrong comience a vivir tiempos difíciles en cuanto a credibilidad y obtener fondos les resulte complicado. Por eso que es necesario que apartemos el nombre de Lance de la asociación. Ambos ya no tienen nexos, la causa de LiveStrong y su mensaje sigue. Armstrong, por su parte, resultó ser un cínico y mentiroso, un ídolo que se derrumbó solo, pero cuyas palabras no debemos dejar pasar a la ligera: "me dopé para estar en igualdad de circunstancias con los demás". Igual de inaceptable es que lo haga él, los demás ciclistas, atletas de otros deportes o personas normales.

Si quieren saber más de las acciones que emprende LiveStrong, o la forma de ayudar a esta fundación, da clic aquí

domingo, 13 de enero de 2013

Mis mejores posts (2008-2009)



Este día mi blog cumple 7 años. Parece que fue ayer cuando un 13 de enero del 2006 me decidí a crear “El Incomprensible Mundo de Gabriel Revelo”, sin saber que a la larga se convertiría en una parte esencial de mi vida. Hace un año, como parte de la celebración del entonces sexto aniversario de este blog, hice un recuento de los mejores posts de este espacio durante sus primeros dos años de vida (2006-2007).

Ahora, para celebrar estos siete años, decidí reunir otros 20 textos, pero ahora dentro del periodo 2008-2009. Así lo iré haciendo cada que este amado blog cumpla años.

Les agradezco su tiempo y atención a lo largo de estos años a todos y cada uno de quienes se han tomado la molestia de leerme. Gracias a ustedes es que esto sigue vivo. Los dejo con estos veinte pedacitos de mi vida a los que les tengo un gran cariño, espero que disfruten leyéndolos tanto como yo hice al escribirlo.

2008
31 de enero
El chico del Burger King (siempre miércoles). Una tarde entré a un Burger King y quedé flechado por la cajera que me atendió. Volví un par de veces hasta que me animé a dejarle mi teléfono en una servilleta. Nunca me marcó y tampoco volví, pero esa anécdota sirvió para darle vida a este cuento en el que intenté darle voz a una chica fresa.

3 de febrero
Siempre miércoles (el chico del Burger King). Otra versión de “El chico del Burger King (siempre miércoles)”.  Aparecen los mismos hechos, pero ahora narrados desde el punto de vista del otro protagonista. Fue un experimento que disfruté mucho.

30 de marzo
Visitando al DiabloParte de varios posts que hice sobre Catemaco, lugar famoso por ser tierra de brujos y escenario de eventos sobrenaturales. En este texto narro cómo es la experiencia de introducirse en la selva, en medio de nada, en busca de la Cueva del Diablo, lugar en donde se practica la magia negra.

11 de abril
Te descubrí mujerDebo ser honesto, hasta ahora este es mi post favorito en la historia de mi blog. Narra lo sucedido en la noche de Día de Brujas de 1995. Los Simpsons, un suéter de César Costa, una fiesta Scout, y la primera vez que una mujer me cautivó. Todo eso y mucho más cabe en este texto que aun hoy sigue provocándome una inmensa nostalgia cada que la leo.

18 de mayo
Escribí de tiVolví a leer este texto y no me reconozco. Soy yo, pero usando un lenguaje lleno de romanticismo barroco, casi poético. Cuando uno está enamorado del amor, a veces debe vomitar palabras así para no morir de deseo.

26 de mayo
... de cómo automediqué a unos niñosA los cinco años robé varias medicinas de mi casa para dárselas a mis compañeritos del kínder. ¿Por qué lo hice? Pues para participar en una guerra de alumnos, en la que decidí participar por seguir a la niña que me gustaba.

10 de septiembre
Parecer leyendaUna noche, en una fiesta desprecie a una guapa muchacha que me quería ligar. Todo porque me sentía cansado y quería dormir. Obviamente me arrepentí. Entonces, la escena de una película de Cantinflas llegó a mí como una iluminación y me hizo saber cómo actuaría en adelante.

14 de septiembre
SusurroUn día un amigo me contó algo que le había sucedido a una de sus amigas. El relato era tétrico y se me quedó grabado en la mente. Basado en esa historia, fue que me animé a escribir mi primer cuento de terror. Estoy muy orgulloso del resultado. Recientemente lo leí de nuevo. Toda la noche sentí escalofrió.

22 de septiembre
Mi debut como maloUno suele cansarse de los rechazos y fracasos en el amor. Movido por eso escribí una carta llena de odio y rencor. Nunca lo había hecho ni lo he vuelto a hacer. Supongo que el veneno vertido en ella fue suficiente para que me olvidara de la historia que la originó y la cual volví a recordar ahora que releí este texto.

4 de noviembre
Feliz Aniversario Señorita NostalgiaUn 4 de noviembre me hice novio de una chica. Años después, ya que esa historia de amor había terminado, volví ese mismo día a la universidad en la que estudiaba, y pasé la tarde en el mismo lugar en dónde todo ocurrió. Fue una rara forma de celebrar aquel aniversario.

30 de noviembre
El fantasma peninsularUna de las pocas cosas sobrenaturales que me han pasado en la vida. Aunque me pasó a mí, sigo sin poder creerla. Me sucedió en Mérida, donde sin saberlo conviví varios minutos con un fantasma.

8 de diciembre
Yo pecadorUn pintor enamorado de su propio arte. Una joven obsesionada por él. Una historia que llegó hasta la locura y que terminó por ser narrada en el confesionario de una solitaria iglesia. Uno de mis cuentos que más quiero.


2009

10 de enero 
En alguna ocasión salí con una persona en plan clandestino. Nadie debía enterarse y eso mismo volvió aquella noche algo muy divertido. Una aventura que terminó con sus protagonistas a la 1 de la mañana, buscando una misteriosa aparición en un río de Paseos de Taxqueña.

3 de marzo
Santa De de la soledad. Quería escribir un cuento que ocurriera en sólo 24 horas y que hubiera dos líneas narrativas temporales contrarias que terminaran uniéndose en un punto clave de la historia. También quería hablar del rumbo de Santa Fe. Así surgió este texto, al cual doté de un toque de sensualidad que jamás había usado.

16 de marzo
Natación NoriegaCuando tenía cuatro años me hice popó en mis clases de natación. Por mi culpa regañaron a mi prima. Nunca olvidé esa historia jocosa.

3 de abril
Dancing NightQuienes me conocen saben que tengo dos pies izquierdos, sin embargo, a veces soy capaz de vencer esa insuficiencia y hacerlo. Esta fue una de esas raras ocasiones.

31 de mayo 
Un buen hombre... que no soy yoLa carretera panorámica que lleva de Acapulco a Puerto Márquez siempre me ha parecido muy bella. Lo mismo sucede con las intensas lluvias que caen en esa bahía. Esta historia de amor ¿con final feliz? fue sólo un pretexto para hablar de ese imponente paisaje.  

25 de agosto
EllasAlguna vez escuché que las anoréxicas y las bulímicas se identifican con unas pulseras en determinados bares y antros de la ciudad. Por semanas la idea de obsesionó y así surgió la idea de esta mini historia.

12 de octubre
El Niño de mi CorazónResumir parte de mi vida usando como pretexto a un niño fue una tarea muy divertida. Estos versos libres son de lo más inocentes, pero por lo tanto, entrañables.

26 de noviembre
Tristísimo. Historia de un alebrijeHace varios años mi hermana fabricó un alebrije de aspecto triste, le llamó Tristísimo. Siempre me gustó como le había quedado por lo que hice una historia en la que trataba de explicar el por qué de su amargura y melancolía. Aquel cuento, sin querer, fue un reflejo de la soledad y desesperación que vivía en ese tiempo.

Igual que ocurrió hace un año, este aniversario también tendrá su canción…



Nos seguimos leyendo, a este blog aun le faltan muchos años dando lata.

miércoles, 9 de enero de 2013

Mi "voz de pobre"


En algún momento de mi vida pensé en ser conductor de televisión o locutor de radio. Incluso confieso que ingenuamente llegué a imaginarme estelarizando una película en la que yo hacía el papel de héroe-galán tipo Fernando Colunga…

(la verdad si me parezco).


Sin embargo, con el paso del tiempo desistí de ese sueño. No porque fuera gordo y entonces estuviera más feo que ahora. Más bien, me desencanté en cuanto me di cuenta que tengo “voz de pobre”. Osea, horrible.

Y no, no es que los pobres hablen feo o que yo no me considere pobre. Es más, el término ni siquiera lo digo con afán racista. De hecho ni siquiera sé por qué me refiero a mi desagradable voz con ese adjetivo. El chiste es que nunca me ha gustado.

Soy de esos que cuando escuchan su voz en alguna grabación o video dicen: ese no soy yo.

¡Y es que es verdad!

Cada que digo algo, juro que me escucho de otra manera. Según yo tengo una voz normal, que a ratos puede ser seductora, tierna, juvenil y alivianada, pero enérgica y con un toque de madurez cuando así lo creo conveniente. El problema viene cuando escucho cómo me oyen los demás… y ahí viene el bajón, acompañado de esa sensación horrible que uno siente cada que escucha hablar a Chabelo con su verdadera voz.

¿Me explico? Algo dentro de mí se rompe, como si el propietario de esa voz que se supone es mía, en realidad fuera quién sabe quién. El colmo es que cuando me escucho “a mí mismo” me caigo gordo. Tengo la percepción de que sueno como un gordo-fresa-medio naco-afeminado. Y pus me da pena imaginar que todo el tiempo quienes me rodean tienen que soplarse las extrañas resonancias que salen de mis cuerdas vocales.

Para colmo no aprendo. Incluso tuve un programa de radio hace ya varios años, y ocasionalmente subo videos a este blog en los que aparezco a cuadro ‘con mi voz de pobre’. Y con esta pesada cruz, queridos amigos, he tenido que cargar toda mi vida.

Hay veces en las que me encuentro cantando muy animado mientras hago ‘el quehacer’ o manejando. ¡Hasta me imagino dando conciertos! Entonces dela nada me acuerdo de mi desgracia y caigo en la cuenta de lo feo que se escucharía un recital mío. Entonces me detengo de inmediato. Esto tiene su fundamento: en cierta ocasión (la verdad estaba muy tomado) me puse a cantar una canción de amor de esas llegadoras… al escuchar la grabación hasta la borrachera se me quitó cuando me di cuenta que sonaba peor que el José José de esta época.

Les cuento esto, por si algún día llegan a toparse conmigo y me escuchan, no se vayan a sacar mucho de onda. Sé que en mis fotografías aparento una gran virilidad y que lo más normal sería pensar que tengo un vozarrón, pero la realidad es otra. En caso de que ya me conozcan, ahora saben que uno de mis más grandes traumas es mi ‘voz de pobre’.   

domingo, 6 de enero de 2013

Mis días de cine (así quiero mi 2013)


Después de la boda de mi mejor amigo... después de los días decembrinos que tan extraños y anormales son... después de varios días de ausencia, vuelvo a escribir en este blog.

Podría hablarles de varias cosas. De cómo estuvo la pachanga del bodorrio, de las fiestas y reuniones familiares, de la operación de mi perrito Margarito y su asombrosa recuperación. Sin embargo, de lo que quiero platicarles es de los días que pasé en el cine.

Confieso que uno de mis mayores placeres es ir al cine. Gusto que aumentó considerablemente desde que ando con Tania, la cual es fanática asidua al séptimo arte, y ha contribuido a que el autor de este blog acceda a una gran cantidad de historias que lo han cautivado. Al igual que la literatura, siento que las películas contribuyen a que viva muchas vidas en una.

Ahora, aprovechando los días de asueto y ocio, fui 4 veces al cine en sólo una semana. Vi "El Hobbit", "Lo Imposible", "Cloud Atlas" y "Una aventura extraordinaria". Las cuatro muy diferentes pero maravillosas. Todas entrañables y ampliamente recomendables.

Fue durante las horas que pasé en el cine cuando decidí escribir este post. Fascinado entre las reflexiones, aventuras, tragedias y maravillas de las historias, comprendí que es precisamente eso lo que me cautiva del proceso narrativo: el contar algún suceso extraordinario que valga tanto la pena que merezca inmortalizarlo de alguna manera.

Viendo las cuatro películas me di cuenta de que es lo que quiero este año. Más allá de sentarme a inventar historias, escribirlas, leerlas o verlas en una pantalla, lo que verdaderamente me gustaría sería vivirlas. Salir de la rutina y embarcarme en aventuras extraordinarias. Qué me suceda lo indecible,  que la vida me ponga a prueba y de una forma insospechada ponga ante mí las herramientas para resolver lo que parecía imposible.

En "El Hobbit", Bilbo, un hobbit común y corriente de pronto es invitado por el destino para emprender un viaje incierto y peligroso, pero también maravilloso. Sólo de esa manera descubrirá el valor que hay en su interior. En "Lo imposible" una familia de pronto se ve abrazada por una tragedia sin precedentes, y la esperanza es la que les da el coraje para sobrevivir en el mismísimo infierno. Ni que decir de "Cloud Atlas", historia maravillosa que transcurre a lo largo de varios siglos. De esta cinta me cautivó cómo el destino y la vida de muchas personas están interconectados, y como cada mínima acción afecta el curso de las cosas. Con "Una aventura extraordinaria" reflexioné sobre la grandeza de Dios y su forma perfecta de dirigir los hilos del universo.

Así, creo que este 2013 quiero dejar de estar tanto tiempo en mi zona de confort. Leyendo en casa mientras afuera hay un mundo por descubrir. No quiero dejar de devorar libros ni de escribir, pero también quiero tener algo que contar, vivir algo tan impactante que no me quede de otra más que narrarlo. Por supuesto, espero que en este blog se plasmen varias de esas vivencias.

Siento que este 2013 cambiarán muchas cosas. Que sea, pues, el año en el que me atreví.

Vida, me pongo en tus manos.

Parque de los Venados, Ciudad de México.
Enero del 2013.