domingo, 27 de julio de 2014

No es fácil llamarse Gabriel

A lo largo de mi vida he tenido una relación de amor-odio con mi nombre. Durante mis primeros 5 años me daba igual llamarme Gabriel. En los años venideros, lo confieso, el nombre comenzó a no parecerme muy agradable y ni siquiera sé por qué. 

Me pusieron Gabriel porque mi abuelo materno se llama así. Además comparto el nombre con un tío y dos primos (por cierto, uno de ellos también se apellida Revelo, osea que es mi tocayo por partida doble).

En fin, habrá sido hace unos 10 años cuando no sólo me reconcilié con mi nombre sino que hasta me gustó. No me parece excéntrico ni anglosajón, lo cual me agrada; no está tan choteado pero tampoco es una rareza; es de origen hebreo y su significado es Fuerza de Dios.

¡Qué tal! 

Por eso y más era muy feliz con mi nombre, hasta que hace un par de semanas Coca Cola lanzó una campaña en donde sus latas venían con distintos nombres grabados. En total son 488 nombres repartidos entre Coca Cola, Coca Cola Light y Coca Cola Zero. Fue cuestión de días para que medio mundo comenzara a subir fotos a las redes sociales con sus latas tocayas, y obvio, yo quería encontrar la mía para estar a la moda. 


Pasaron los días y no encontraba mi lata, hasta que revisé la lista con los nombres y descubrí la cruda realidad: A los señores de Coca Cola les pareció que Gabriel es un nombre tan raro y poco popular que decidieron no tomarse la molestia de hacerlas. Lo peor es que sí hicieron latas con los nombres de Gabriela y Gabi

La verdad sí me ardí, sobre todo porque toda mi vida he sido un consumidor enfermizo de Coca Cola, y lo menos que esperaba como retribución por todo el dinero que he invertido en sus productos, era una triste lata con mi nombre “rarísimo”. 

El colmo fue cuando me puse a checar y noté que hicieron latas de nombres naquillos y raros como: 

- Edwin
- Dora
- Brian
- Brandon
- Josu
- Meche
- Edel
- Pier
- San
- Joselyn
- Kevin
- Mitzy
- Ronaldo

¿Cualquiera de los nombres anteriores es más popular y habitual que Gabriel? ¿Les cae?

¡No manches Coca Cola, andas muy malito del sentido común!

Nunca me han gustado los nombres anglos o que no encajan en la cultura mexicana, pero bueno, cada quién le pone a sus hijos como quiere. Desgraciadamente Coca Cola y esta campaña me hacen pensar que soy yo quien vive en el error. 

Chale, ni el nombre tengo popular, mejor me hubieran puesto Brian.

domingo, 20 de julio de 2014

Es mejor no saber nada


Luis Fernando tiene siete años, y no comprende que esta pasando…yo tampoco. Sabe que esta tarde algo importante debe estar pasando, de otra forma, no hubieran cortado tan abruptamente su caricatura favorita. ¿Por qué de repente sus papás y demás adultos rodean y miran con tanto interés el televisor? No sabe por qué ese corte informativo es tan importante ni qué significan palabras como Israel, Hezbolá, Beirut, el Líbano o Franja de Gaza. 

Luis Fernando ve imágenes que no lo sorprenden del todo: tanques de guerra disparando, edificios destruidos y gente llorando; siente que esta viendo una película de acción, aunque más aburrida. Supongo que éste y muchos motivos más lo llevan a levantarse y dirigirse a su cuarto a jugar con su perro ‘Bingo’.

Qué afortunado eres querido Luis Fernando, tu inocencia te salva de los nubarrones que opacan la realidad de los adultos, y qué bueno que sea así, qué bueno que tus deseos de jugar sean más grandes a ver cómo seres humanos se destrozan en nombre de fronteras e ideologías que ni ellos ni nadie civilizado entiende. 

Qué bueno y que envidia me das: a tu escasa edad no conoces la perversidad de las armas ni lo mal parados que como sociedad y especie ‘supuestamente pensante’ nos deja cualquier guerra. Luis Fernando sigue jugando, y ni idea tiene que justo en este momento, la madre tierra tiembla de impotencia ante la proximidad de una nueva guerra.

Luis Fernando regresa, quiere jugar conmigo a la pelota, por supuesto acepto; quizá unos minutos con él, compartiendo risas bajo el cielo azul, me ayude a comprender qué demonios le pasa a este mundo. 


* * * * *
Lo anterior fue escrito en julio del 2006. Ocho años después, duele saber que este texto sigue igual o incluso más vigente que en su momento. Ahora el mundo mira con terror conflictos como el que sostienen Israelíes con palestinos, o los ucranianos con los rusos. 

Luis Fernando ya tiene 15 años y yo sigo pensando que es mejor no saber nada de esos temas, pero en esta ocasión la realidad no escapa de mi mente.

martes, 15 de julio de 2014

De cuando usaba el perfume para mujer de Paris Hilton


Hoy decidí romper el silencio y contarles una historia que por años he guardado para mis adentros: Yo usaba perfume para mujer marca Paris Hilton.

Sí, ese que tenía feromonas y que supuestamente servía para atraer hombres. 

¿Qué diablos hacía yo usándolo? Eso mismo se pregunta toda persona que se entera de que por un buen tiempo su servidor hiciera algo tan raro. Pero aquí estoy, dispuesto a ser sincero de una vez por todas y contarles uno de los más grandes secretos de mi vida. Aquí mi confesión… 

Corría el año 2006 cuando mi hermana se fue de viaje con sus amigas y al regreso trajo un perfume Paris Hilton original con todo y su cajita. Resulta que se lo había encontrado (eso decía) y al ver que aquella fragancia no era pirata, decidió conservarla. 

Cuando la trajo a casa la curiosidad me invadió, tanto había escuchado del mentado perfume y sus feromonas, que en cuanto pude destapé la dichosa botellita y la olí. Aunque el aroma era muy agradable tampoco me volvió un animal embrutecido. 

Lo anterior hubiera quedado sólo como una anécdota de no ser porque unas semanas después tuve que salir un viernes por la noche con mi grupo de amigos. Iríamos a conocer el bar que un tipejo había abierto, dicho mequetrefe me caía gordo, no sólo porque tenía sangre pesada y era un mirrey venido a menos, sino además porque era pretendido por la chica que entonces me gustaba. 

Obviamente acepté ir al bar no porque tuviera ganas de conocer el local (bastante gacho por cierto), sino porque debía cerciorarme de que aquella noche no ocurriera nada que fuera contra mis intereses. 

Por alguna extraña razón, antes todo me salía mal, sobre todo en cuestiones del corazón. Esto se comprobó esa misma tarde, cuando horas antes de verme con mis amigos y con la susodicha, fui víctima del “Huele Caca”. 

Ni pongan cara de extrañeza, el Huele Caca es un fenómeno que a todos nos ha pasado, nos pasa o nos pasará., y que consiste en que de pronto y sin saber muy bien por qué, uno huele a caca. 

Aquella tarde fui al baño, hice del 2 (de verdad no me resulta fácil escribir esto, así que valoren lo que leen), me limpié según yo muy bien y seguí normalmente mi vida. Cual sería mi sorpresa al notar que me olía la coliflor. Aún así no le di mucha importancia, pues según yo, al momento de darme un regaderazo el olor se iría. 

Y no fue así. Después de bañarme y arreglarme el olor seguía ahí, si bien no de forma tan intensa, aún era perceptible. ¿Así tenía planeado luchar contra mi rival de amores? Él tenía un bar y yo olía a popo. No hace falta ser un genio para saber que llevaba las de perder. 


No podía darme por vencido, así que busqué entre mis fragancias masculinas y descubrí que me había terminado todas y que tontamente guardaba los frascos vacíos, mismos que ahora me veían de forma burlona. Fue entonces cuando a mi mente vino el perfume de Paris Hilton. 

Como mi hermana no estaba en casa, tomar el dichoso perfume sería sencillo. ¿Oler a chica sensual o a popo? Esa era la duda que por unos minutos analicé en mi mente hasta que opté por oler a Paris Hilton. Ni hablar, todo fuera por triunfar en el amor. 

Me rocié un poco (bueno, no, la verdad es que bastante) de esta fragancia en la parte trasera de mi pantalón, y hasta debajo del calzón. Cuando sentí que el tufo de popo se había esfumado me sentí con más de confianza y salí a encontrarme con mis amigos y el destino. Ya en el auto noté que todo apestaba a feromonas. 

Al llegar al bar nos recibió el tipejo infumable aquel. Él también apestaba a perfume, sólo que en su caso era una colonia barata de hombre, además traía el pelo relamido y vestía como señor chiquito. Mientras estuve en aquel negocio varias veces temí que por aquello de las feromonas algún caballero se enamorara de mi, o que en el peor de los casos quisiera hacerme suyo sobre una de las mesas del bar. 

Hasta me abstuve de ir al baño para evitar que el exceso de feromonas femeninas que traía sobre mi provocara un accidente. 

Gracias a Dios eso no pasó, aunque para mi pesar, el olor a Paris Hilton tampoco hizo que saliera de la Friendzone en la que me encontraba. Esa noche mi fracaso fue total y mi rival de amores triunfó. 

- Ni hablar, al menos nadie notó que olías a caca, me dije cuando regresaba solo a casa, abandonado como un perro. 

El Huele Caca es un problema que se sufre en el momento menos pensado, por lo que en ocasiones futuras también opté por el perfume Paris Hilton para rociarme la pompa y salir de la bronca. Jamás supe si mis amigos se dieron cuenta de que usaba una fragancia para mujer. 

Con el tiempo mi hermana descubrió que usaba su perfume (no debe ser fácil descubrir que tu hermano mayor acostumbra a rociarse feromonas). Al pedirme una explicación le dije que tarde o temprano revelaría el por qué de mi extraña actitud. En parte, este texto es una deuda que tenía con el pasado. 

Si alguien sufre del Huele Caca (que repito, a todos nos ha pasado), le recomiendo que use el perfume Paris Hilton, que funciona de las mil maravillas para librarnos del problema. Si un día estaban conmigo y les llegó un aroma a perra feromonas, ya saben a qué se debe. 

No es la primera vez que un olor no me deja en paz, en alguna ocasión apesté por horas a ajo por culpa de una pizza, pero eso ya se los conté alguna vez en este blog.

domingo, 6 de julio de 2014

Soñé que #NoEraPenal


Tanto Mundial ya me tiene afectado, tanto que cuando duermo hasta tengo sueños referentes a Brasil 2014. 

En el pasado post de este humilde blog les dejé mis impresiones sobre el juego que México perdió ante Holanda en los octavos de final con un penalti que a los ojos de muchos no fue falta, sino un clavado del holandés Robben, que en el apellido lleva la penitencia. 

A raíz de este error descarado, en redes sociales comenzó a proliferar una gran cantidad de memes alusivos que con el hashtag #NoEraPenal nos ayudó a tomar lo sucedido con cierto sentido del humor y a librarnos del trauma (o al menos aceptarlo). Yo tampoco pude escapar de la moda y durante los últimos días me la he pasado posteando cuanta imagen alusiva he encontrado al “No era penal”. 

Luego supe que ya había tocado fondo cuando tuve un sueño relacionado al #NoEraPenal , mismo que ahora les narro: 

Llegaba a un salón de clases, muy parecido a los que hay en la preparatoria en la que estudié. Me senté casi hasta adelante y noté que había varios jóvenes de distintas nacionalidades, aunque claro, la mayoría eran mexicanos. A los pocos minutos entró el profesor, que no era otra persona que Joseph Blatter, el mismísimo presidente de la FIFA. 

Puso sus cosas sobre su escritorio de maestro, y pasó lista. Por supuesto cuando mencionó mi nombre contesté muy ñoñamente: presente. 

Después procedió a presentarse diciendo: Hola, buenos días soy Joseph Blatter, presidente de la FIFA y…

Entonces, algo pasó en mi interior y de forma natural exclamé: Ehhhhhh…. ¡PUTO! 

No fui el único, además de mi otras cuatro o cinco personas habían gritado lo mismo. El problema es que aquella osadía hizo que el señor Blatter frunciera el ceño, se pusiera rojo de coraje y nos mirara a todos con odio. Muy en su papel de profesor advirtió:

"Les doy un minuto para que me digan quién de ustedes fue el que grito esa palabra. El que lo haya hecho acaba de cometer un acto de racismo y será castigado con 4 meses sin poder entrar a ningún estadio de futbol del mundo. Será fichado por FIFA. 

Espero que quién haya sido, tenga el valor cívico de levantarse y salirse del salón". 

Chin, al oír estas palabras me puse nervioso. No sabía si comportarme como un hombre, ponerme de pie y aceptar mi culpa, o ser un cobarde, guardar silencio y ver qué pasaba. Y es que la cosa no estaba fácil, si confesaba mi imprudencia seguramente aparecería en los noticieros, sería la vergüenza de la familia y para colmo, no podría ir a ningún estadio de futbol durante casi medio año. Parecía toda una tragedia, aunque a los pocos segundos me cayó el veinte que México no volvería a jugar hasta el otro año y que como el Atlante descendió, estaría difícil que mi equipo jugara algún partido en la Ciudad de México. Además, no creo que los de la FIFA estén revisando si en los juegos de la Liga de Ascenso intenta colarse el que llamó Puto a su presidente. 

Cuando entendí que no tenía nada que perder y estaba a punto de levantarme, un chavo se me adelantó, se puso de pie y en silencio salió del salón. Supe que era compatriota pues traía su playera de la Selección Mexicana, tras el otros dos alumnos hicieron lo mismo. 

Viendo esto, también me levante y mientras me dirigía a la puerta el profesor Blatter empezó a quejarse nuevamente de la terrible ofensa que habíamos cometido y la neta me calenté. Antes de abandonar el salón, me volví hacia donde estaba el viejo desgraciado y con mucha dignidad le grité varias groserías y finalicé con un: ¡¡¡Y NO ERA PENAL, PINCHE VIEJITO HIJO DE SU PUTA MADRE!!! 

Y en eso desperté. Noté que estaba bien enojado y con ganas de seguir mentando madres. 

Dicen que en los sueños el que habla es nuestro subconsciente. De ser así, esto quiere decir que la derrota de la Selección sí me afectó y gacho. Recuerdo que al momento en el que marcaron el polémico penal no hice tantos corajes, tampoco los hice en los días siguientes, pero ese sueño me hizo saber que en efecto, yo tampoco acepto ese penal. Al menos encontré cierto consuelo al mentarle la madre a la FIFA. 

Y ya, ese fue mi sueño mafufo, del que sacó la siguiente conclusión: No era penal, hasta los sueños me lo dicen.