domingo, 31 de mayo de 2009

Un buen hombre... que no soy yo



‘En mi caso, la esclavitud es un
amor imposible. Pero me siento libre cuando podemos platicar como
amigos’

Patricia y Salvador llevan dos años de novios, tres meses comprometidos y están a seis días de casarse. Ambos cenan en un lujoso restaurante panorámico del hotel ‘Las Brisas’ de Acapulco. La vista de la hermosa bahía, a pesar de la tormenta, es espectacular. Todo transcurre con normalidad hasta que el teléfono celular de Patricia suena. Ella contesta.

- Bueno... ¿Paty? Soy Leonardo… de seguro lo notaste inmediatamente. Por favor, no digas nada, lo menos que quiero es ocasionarte un problema. Disculpa mi atrevimiento, sé que estas ocupada con tu prometido, prometo no volverá a pasar. Esta llamada es para despedirme para siempre de ti. No, no pongas esa cara de extrañeza que tantas veces hacías cuando de mi boca salía cualquier niñería ¿verdad que te conozco? Como te decía, no volverás a verme. Ahora mismo, mientras tú disfrutas esa Langosta bañada en salsa de queso que tanto te gusta, imprudentemente voy manejando a toda velocidad en las curvas y peñascos del camino que va de Acapulco al Aeropuerto. Mi avión sale en hora y media, haré escala en una ciudad de los Estados Unidos y de ahí abordaré otro avión que me llevé hacía un país escandinavo. No volveré................................
(SE ESCUCHA UN TRUENO)

- ... disculpa si te espanto ese trueno, cayó sobre el mar y todo Puerto Márquez se ilumino de azul eléctrico, ni que decir del sonido hueco e impactante que de seguro escuchaste. Por cierto, ahora mismo paso por Las Brisas, de manera que si ese lugar es panorámico igual y divisas mi Jetta Blanco surcando las curvas de esta carretera con irregular precisión; como comprenderás, no es nada fácil conducir con una sola mano en medio de una intensa lluvia y sostener con mi otra mano el teléfono celular desde dónde me confieso con mi eterna enamorada.....
(UNAS LLANTAS DERRAPAN)

- ............. aquí estoy, no te preocupes, creo que tomé esa curva demasiado rápido. Casi salgo del camino. Esa es la idea. Matarme y caer en los abismos de esta bella carretera panorámica o llegar al aeropuerto. Una de dos. No hay más. Como sea, no te veré más. ¿Escuchaste? Otro trueno, más imponente. Así como imponente e impactante es lo que tengo que decirte. Mira, amiga de toda mi vida, me conoces más que nadie en este mundo. Crecimos juntos en este Acapulco lindo que ambos recorrimos tantas veces. Nunca te lo dije pero sabías que te amo. En parte porque soy pésimo para ocultar sentimientos y en parte, porque jamás viste que pusiera mi interés en otra mujer que no fuera tú. Con el tiempo me di cuenta que nunca me verías como el hombre de tu vida. Al contrario, llegamos a ser algo así como hermanos, y de seguro, lo que menos querrías son relaciones incestuosas… y … otra vez mi pésimo sentido del humor aparece en el momento menos oportuno....
(LA LLUVIA Y LOS RAYOS QUE CAEN EN EL MAR AUMENTAN)

-... ¡diablos! sería un milagro llegar sin que éste auto se averíe con una lluvia así… Lo siento, de nuevo interrumpí esta plática, perdóname, prometo que no sucederá de nuevo. Te decía, entraste en mi corazón una tarde de verano. Caí enamorado y hasta ahora, jamás te he podido sacar de mi mente. Han sido diez años de pensar en ti. Crecí, creciste. Por motivos de trabajo tuve que vivir tres años en Toluca. ¿Te acuerdas cómo lloramos el día de mi partida, la manera en la que nos prometimos que nada cambiaría nuestra amistad? Y lo intenté Paty, de verdad… hice todo lo posible para que nada cambiara: llamadas telefónicas, correos electrónicos, postales, pasar las fiestas y días festivos contigo. Pero no se pudo, nuestra amistad sucumbió ante la temible distancia. ..........................
(SILENCIO)

Se cortó la llamada. Patricia no puede evitar turbarse, sentirse inquieta. Salvador la mira inquieto. ¿Pato, quién era? Ella no puede responder, aunque quisiera decirle a Salvador que partan inmediatamente del lugar, que Leonardo, su mejor amigo, quizá ha chocado ó caído a un desfiladero ¿ó acaso quiere evitar su partida? Todo esto y más piensa Patricia en su silencio involuntario. Salvador nota que el rostro de su prometida palidece a cada instante. Ella se siente desmayar. El resto de las personas del restaurante permanecen indiferentes.

Vuelve a sonar el celular. Ella vuelve a la vida cuando escucha la voz de Leonardo del otro lado de la línea.

- Perdóname Pats... un tramo de la carretera estaba encharcado y el maldito carro ya no arranca. Estoy varado en la playa de Revolcadero ¿te acuerdas cuando en nuestra adolescencia veníamos a ver a los gringos que intentaban surfear en esta aguas tan violentas? Ahora estoy aquí, en esta playa que siempre nos dio miedo por sus olas traicioneras. ¿Qué te parece si bajo? ¿Crees que con esta tormenta se corte la señal del celular? Qué más da. Voy a bajar tapándome con un rompevientos … caminaré hasta el mar.

(SE ESCUCHA COMO LA PUERTA DE UN AUTO SE ABRE, LA CALIDAD DE LA SEÑAL EN LA LLAMADA BAJA CONSIDERABLEMENTE)

- Por favor, no digas nada, no te inquietes, todo va a estar bien. Sabes, es complicado caminar en la arena mojada. Debes pensar que de repente me volví loco... y sabes, no es así… No debería ser así… Hace un mes regresé de Toluca. Y me presentaste con él, con el ilustrísimo Salvador Fuentes Olvera ¿ves, hasta memorice el nombre? En ese entonces pensé que sería un novio ‘pasajero’, de esos que vienen y se van sin realmente grabarse en tu corazón. Pensé que con él sería así, alguien que momentáneamente ocuparía el lugar para el que yo estaba destinado desde el día en que nací. Mira como es la vida, cuando me enteré de tu próximo matrimonio una parte de mi se sintió sinceramente feliz. Pero, para qué mentirte, también me derrumbé. Con el paso de los días tuve la oportunidad de convivir con él. Es un buen hombre: trabajador, honesto, amable, buena persona y sobre todo, se ve que te adora. ¿Cómo negarle a una persona así el derecho de proteger por el resto de su vida a lo que yo más quiero? Paty… no… reconozco ese suspiro. Estás a punto de llorar. Te pido que no lo hagas. Algún día entenderás que todo esto lo hago por tu bien, porque no quiero que éste amor que siento por ti llegué a lastimar nuestra amistad. Te amo. Te amo. Te amo. Desde hace años. Aun cuando te veo este pensamiento me carcome el alma. Te amo, siempre lo hice, siempre lo haré... ¿ves lo patético del asunto? En mi caso, la esclavitud es un amor imposible. Pero me siento libre cuando podemos platicar como amigos. Por eso, por medio de ésta llamada me despido, aunque de un modo más dramático del que tenía planeado. Gracias al tiempo no llegaré a tiempo para tomar mi vuelo. No importa vida mía. Desapareceré en medio de toda esta tempestad....
(OTRO TRUENO)

(SE ESCUCHAN LAS OLAS DEL MAR)

- ... entraré al mar que ahora tengo frente a mis ojos. La marea y la tormenta lo han picado y el oleaje es muy fuerte. ¿Te gusta para mi final?, ¿por qué lloras Paty? Después de todo estas a punto de vivir lo mejor de tu vida… ¡El agua esta helada!... Con lo friolento que soy.... Éste teléfono está por descomponerse… casi me tira una ola. Por eso, déjame decirte por último: Te deseo lo mejor, de seguro serás muy feliz, no tengas la menor duda. Llevó días tratando a Salvador y es un buen hombre, mucho mejor que yo. Sonríe, sonríe siempre, lo haces como nadie, con esa boquita y esa mirada perfecta. Dónde esté siempre pensaré en ti. Dónde esté siempre te cuidare. Me marcho tranquilo y desaparezco de tu vida....
(LAS OLAS SE ESCUCHAN MÁS CERCANAS, REBOTAN CONTRA EL CUERPO DE LEONARDO)

-... porque sé, te hará dichosa.... por eso....
(COMIENZA A FALLAR LA SEÑAL)

- .... creo que no tendrás inconveniente en que te diga adiós para siempre. Hasta siempre mi cielo.... supongo que la próxima ola es el adiós... te quiero....
(UN IMPACTO. AGUA. FIN DE LA COMUNICACIÓN)

* * * *

Aquella noche Patricia lloró amargamente. Salvador estuvo a su lado. Los servicios de emergencia encontraron el automóvil Jetta Blanco abandonado en la carretera Acapulco-Aeropuerto. Servicios de rescate buscaron rastros de Leonardo durante tres días. Su paradero, hasta el momento es un misterio.

Como estaba programado, seis días después Salvador y Patricia se casaron. La ceremonia fue sencilla pero emotiva.

Siguen felizmente casados. Aunque ella sigue negándose a la idea de que Leonardo murió. Tal vez tenga razón. A veces Patricia tiene la impresión de que la siguen, de que no está sola. Como el día de la boda, cuando ella no lo vio, pero supo que un extraño observó la ceremonia desde la entrada de la Iglesia en el centro de Acapulco.

Gabriel Revelo - Septiembre 2006
**** Bonus Track **** (dale click)

jueves, 28 de mayo de 2009

Osito Gominola, te detesto



¿Un jinete del apocalipsis, la encarnación de Hitler, un plan del maestro del Vaticano? Lo cierto es que desde la tarde en la que me enteré de su existencia vivo intranquilo. Mi vida sería mejor si no hubiera visto aquel video en el que él, engendro verde y gelatinoso del demonio, aparece bailando y enseñando el trasero. Le llaman el Osito Gominola, y es horrible.

Lo conocí por el anuncio de su melodía descargable para celular. El calvario surgió cuando comenzaron a pasarlo cada cinco minutos en Canal 9, impidiendo así, que disfrutara mis programas y películas corrientes. Ahora ese Oso está en todos lados. Su asquerosa canción me persigue, amenaza con apoderarse de mi entendimiento. La poética letra dice así: “yo soy tu gominola, osito gomi gomi gomi. Dulce gominola, gomi gomi gominola, fiesta fiesta pop”. Por favor, si alguien me ve cantándola deme un balazo.

Me pregunto si alguien en su sano juicio ha descargado ese video a su teléfono móvil. ¿Qué tipo de personas han atentado así contra su salud mental? ¿Qué los llevó a tomar una decisión así? Según averigüé, el dichoso-oso-asqueroso fue creado para el público infantil. Luego no se quejen de que la juventud cada vez consuma más drogas.

Jamás podré comerme unos Panditas sin el temor a que de pronto salga un gominola de la bolsita.

Estúpido panzón fofo. ¿Por qué demonios es tan feliz? ¿Pues a qué se dedica para andar siempre en calzones y tener la oreja mordida? Deseo atravesar su cuerpo de gel con un cuchillo. Golpearlo hasta que se calle. Quemarle su trasero para que ahora sí lo mueva con provecho. Verlo retorcerse de dolor mientras lo grabo para que quienes lo detestamos descarguemos el video de su muerte y podamos verlo a todas horas.

Las malas noticias siempre se saben. Por eso, dudo que alguien a estas alturas no conozca a Gominola. Si usted no lo conoce, felicidades, es una de esas afortunadas personas cuya alma todavía no se ha ensombrecido. Ahí les dejo el video. Véanlo bajo su propio riesgo. No me hago responsable por los problemas psicológicos e instintos asesinos que este pueda detonar en ustedes. Si YouTube quita el vídeo, da clic aquí.




lunes, 25 de mayo de 2009

Bowling Night


No es una ley escrita aunque uno esperaría que hacía sea. Algunas veces los talentos se heredan, otras no. A veces el gen está ahí, esperando cualquier pretexto para salir y probar suerte. ¿Nueva persona, mismo árbol genealógico, similar talento?

Sin atreverme a enfrentar la respuesta, durante años esa pregunta me rondó la mente. Cuenta la leyenda que mi papá era un gran jugador de boliche. Tan bueno que ganó muchos torneos y premios en su juventud. En mi casa había muchos trofeos, mismos que mi mamá (tan linda ella) se encargó de ir tirando a la basura. Ver esos reconocimientos y crecer escuchando las narraciones de esas epopeyas (como aquella de la vez en la que se ganó un viaje a Acapulco al ganar un ‘Moon Night’) sembró en algún lugar de mi cerebro la idea de que algún día probaría suerte en el deporte de los pinos.

Mi papá se fue (bueno, no se fué, se murió) hace unos años sin que tuviera oportunidad de enseñarme de manera práctica los secretos del boliche. Aunque varias veces me habló de la teoría nunca pude llevarla a cabo de manera tangible. Jamás había hecho el menor intento de jugar boliche, hasta hace dos fines de semana, cuando fui con mis mejores amigos.

Si bien, la idea de salir una noche de viernes e ir a un boliche me resultaba divertida, un cosquilleo nervioso me decía que aquella, más que una salida, sería mi encuentro con el pasado, el probarme si como en casi todo, traigo pegados los genes Revelo hasta lo más profundo de mis huesos. Estaba consciente de que mi primera incursión en este deporte pintaba para no ser nada espectacular. En mi vida había ni siquiera había agarrado una de esas bolas con hoyos, mucho menos me había calzado uno de esos horribles zapatos y menos, entendía gran cosa de las reglas. De todas formas la curiosidad no me dejó echarme para atrás.

Un boliche sobre Avenida Universidad. Como la temática era ‘noche disco’ la oscuridad se entremezclaba con luces neón, de colores y bolas de vidrios ochenteras. La música pop sonaba mientras el autor de este blog se quitaba sus pintorescos tenis Panam amarillos para calzarme unos zapatos de señor que me quedaban medio grandes. Esto último, dadas las circunstancias, era una graciosa y cruel apología del destino. Lo que menos quería era estar en unos zapatos grandes que por genética, se supone que debería llenar de talento. Entonces tuve mi primer contacto con el mundo del boliche. Sin saber qué buscaba elegí una bola y empecé a hacer lo que los demás hacían. Acomodamos los turnos de tiro en el monitor… sería el tercero.

Dos minutos después estaba frente al fantasma de la duda. El desgraciado me susurraba que no podría, que el que mi papá hubiera sido un jugador excepcional no garantizaba en lo absoluto que yo también lo fuera, que si quería salvar el orgullo y dignidad de la familia, mejor me retirara sin hacer el ridículo. No tengo ni idea de cómo pero me animé a sacar el primer tiro que seguramente no fue nada ortodoxa. La bola, contrario a mi presupuesto y a la lógica, no se fue hacía ninguno de los lados, sino que siguió un curso bastante recto, respetable diría yo. El primer impacto tiro 7 pinos. Para alguien que en su vida había intentado semejante locura aquello fue un logro. Del segundo tiro ni hablar, se fue por un carril de los lados.

En la primera partida descubrí que en verdad soy un desastre y que eso de los genes no tiene porque ser una ley universal. Tras la primera partida de nueve líneas quedé en la quinta posición de… cinco contendientes. Me puse de malas. Mi cara de pocos amigos afloró y durante un buen lapso de la noche estuve intratable. Una mezcla de vergüenza, decepción y coraje me hacían sentir como el peor jugador de la historia del boliche.

Jugamos dos partidas más. Y entonces ocurrió, el fantasma se calló. No fui brillante ni pude conectar una sola chuza, pero con cada tiro me fui sintiendo más cómodo. Algo dentro de mi (aun no sé darle nombre), fue haciendo que, de a poco, fuera entendiendo que algunos movimientos y el jugar con la intensidad de la fuerza de los tiros podían hacer que me defendiera bastante bien. Dos segundos lugares. No fui el jugador que el mundo esperaba pero al final fui competitivo e hice un papel bastante digno. Si una sola noche me bastó para avanzar tanto en el desempeño de mi juego, quizá haya algo de esos genes de campeón que recorren mi cuerpo.

El boliche como deporte puede llegar a ser apasionante. Ahí dentro de ese ambiente algo que invita a una extraña camarería y a una sana competencia. De entregarme a esa pasión, no dudo que podría volverse una de mis pasiones y por qué no, podría encontrar que soy bueno para algo más que para tener un blog y escribir cosillas. Desde aquella noche la invitación a volver me sigue y a ratos se torna seductora. Mientras veo si me dejo o no atrapar por ella, puedo ir tachando un pendiente menos de mi lista: ya jugué boliche, y no soy tan malo.

El autor del blog y una foto de aquella noche.

viernes, 22 de mayo de 2009

La imagen infame


Hay imágenes que quisiéramos olvidar, que simplemente no deberían de existir. Imágenes que se sienten como un vacio que nace en el estomago y que transmuta en un escalofrío que recorre todo el cuerpo. Así son las escenas infames, se vuelven aun más, cuando son transmitidas por televisión en vivo y en directo a todo el país.

Ocurrió de la nada. Sigue extrañándome que a más de 24 horas de ocurrida, la dichosa imagen no haya generado impacto en la opinión pública. O estoy exagerando o, de plano y en el peor de los casos, como sociedad hemos dejado de sorprendernos ante actos que merecen nuestra total indignación. No importa que la acción en cuestión duré apenas unos segundos, ni que la haya visto unas 10 veces, uno nunca termina por asimilar que un individuo se atreva a golpear a una mujer.

Sucedió después de las 8 de la noche durante la transmisión del juego entre los Indios y el Pachuca. Las incidencias ocurrían con la normalidad de cualquier partido de futbol hasta que una toma se centró en las tribunas, en lo que aparentemente era un bronca común y corriente entre aficionados. Entonces sucedió lo indecible. Un individuo se abalanzó a golpes en contra de una mujer. Ella de inmediato es protegida por los aficionados de alrededor, sin que por eso disminuyera la sorpresa e indignación de los comentaristas en el estadio y de un servidor en casa.

Toda la mañana pensé si insertar o no el video de la agresión. Nunca me quedó del todo claro lo ético que sería el mostrar una imagen así. Si bien el difundir la escena puede servir como protesta y medio para condenar acciones así, también podría rayar en el amarillismo. Decidí mejor poner el enlace. Ya cada quién decidirá si verlo y emitirá su respetable juicio.

Aquí el video

De entrada es representativo que esto sucediera en Ciudad Juárez, urbe fronteriza tristemente célebre por los asesinatos de cientos de mujeres que ahí han tenido lugar. Alguna patología extraña debe rondar en una sociedad para que se cometan crímenes así. Por eso, cuando un imbécil atenta contra la integridad física de una mujer a plena luz del día, en un lugar público y lleno de cámaras, es indicativo de que algo no está bien. Pobre educación, resentimiento y odio. Todo se conforma en un todo que no se quiere ver pero que ahí está. El problema no sólo es la agresión que vimos ayer. El problema es esa violencia que no vemos pero que sabemos ocurre no sólo en Juárez, sino en todas partes del mundo sin respetar ni clase económica, ni raza, ni nada.

Crecí con la enseñanza de que ‘a una mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa’. Con los años, además, he comprendido que no hay en el mundo nada más maravilloso que ellas. Basta con hacer un rápido repaso de las mujeres a las que les debemos la vida, con las que hemos crecido, a las que hemos amado, con las que hemos llorado, con las que hemos compartido la amistad para repudiar el que cualquier estúpido se envalentone con cualquiera de ellas.

La imagen infame sigue ahí, pidiendo ser ejemplo y denuncia. Me sigue enojando. Me hace exigir justicia desde este blog y prometerme firmemente que jamás permitiré que una vejación así. Faltar a mi palabra me volvería un taradito sin honor como el del video. No gracias.

martes, 19 de mayo de 2009

Tokyo Blues


Aunque no suceda con todos, estoy seguro que hay libros predestinados para llegar a nuestra vida. Justo en ese momento cuando nuestras dudas son tantas que nos asfixian, llega esa historia que nos habla de nosotros mismos, nos aclara al panorama y se introduce en nuestras entrañas hasta dar con nuestro corazón para sacudirlo, zarandearlo y cambiarlo de posición. Una novela que te marea, te duela y te haga sufrir, pero a la vez la sientas a tu medida. Que te incomode y sin embargo, no la puedas soltar. Así me pasó con Tokyo Blues (Norwegian Wood).

Tenía un muy buen tiempo queriendo leer alguna obra de Haruki Murakami. Tras leer un par de síntesis sobre sus principales novelas me decidí por Tokyo Blues. El argumento de esta, si bien no parecía nada del otro mundo, me atrajo a sobremanera: En un frío aeropuerto, Toru Watanabe escucha casualmente una canción de los Beatles que le remueve los sentimientos, la tristeza y la nostalgia, llevándolo a recordar su juventud a finales de los años 60, cuando Tokyo se cimbraba en medio de revueltas estudiantiles. La remembranza se vuelve abrumadora cuando en la memoria de Watanabe reaparece la imagen de Naoko, novia de Kizuki, su único amigo de la adolescencia. Tras el suicidio de éste, Naoko y Watanabe se encuentran un año después, entablando una extraña relación que se complica conforme la salud y estabilidad emocional de Naoko va quebrándose hasta llevarla a terminar internada en un centro de reposo. Paralelo a estas acciones Watanabe conoce a Midori, una chica extrovertida y decidida que le muestra otro lado de la vida citadina y con la que entabla una relación de amistad-enamoramiento que no hará más que confundir al protagonista en la búsqueda de su propia identidad.

Quizá era la mención de los Beatles, la referencia a los turbulentos años sesentas de una cultura tan lejana como la japonesa, la historia de amor o un poco de todo, lo que me llevó como loco a buscar Tokyo Blues en varias librerías hasta encontrarla. Después me perdí en su lectura, dejé botados los otros libros que ya había iniciado y no dejé pasar una noche sin leer por lo menos un par de páginas antes de irme a dormir. Ayer por fin lo terminé con esa extraña sensación de tristeza y pesadez que acompaña a los personajes a lo largo de la historia. Tanto me compenetré con la historia que todavía hoy traigo varios de sus pasajes en la cabeza.

Definitivamente mi primera experiencia leyendo a Murakami fue más que provechosa. Descubrir a un autor así, cuyas letras te dan escalofríos en la espalda y hace que tu ritmo cardiaco aumente, no es algo de todos los días. Una cosa es leer una novela y disfrutarla, y otra, es encontrar una novela con carretadas de similitudes con mi vida actual. Junto con Watanabe, comparto el grandísimo problema de la inseguridad, de no saber nunca si el paso que se da es el correcto. Watanabe duda hasta del amor. En su búsqueda de no querer lastimar a los demás termina por ser seco y distante en cuanto a cuestiones sentimentales, y no es porque no quiera querer, simplemente no sabe si es el lugar, el momento y la persona adecuada. Por eso encuentra un desahogo temporal en las relaciones casuales y en los encuentros sexuales de ocasión que después, una vez pasada la tormenta de la pasión, sólo dejan un vacío con sabor a nicotina y resaca. Por si fuera poco, Watanabe debe soportar los continuos cuestionamientos sobre la muerte, elemento que asalta y cuestiona a la razón del protagonista a lo largo de esta entrega de Murakami.

Si bien Watanabe, como personaje central, es un hallazgo y hasta terminé por verme en él, no terminó por comprarlo. Algo ahí en el comportamiento y en las reacciones del personaje que no me encaja. No terminó por creerme tanta madurez en un joven de 20 años. Perspectiva muy personal y que no afecta casi en nada el brillante desarrollo de la historia, que quizá tenga que ver con la diferencia de culturas que existe entre la cultura mexicana y la japonesa.

El encanto de Tokyo Blues no se queda sólo en los conflictos del protagonista. Tokyo Blues es una deliciosa y precisa narración del ambiente de la capital japonesa de hace 50 años, del pulso de vida de una ciudad que desde este lado del charco siempre nos ha parecido enigmática pero que no alcanzamos a comprender en su intimidad, en sus calles, en sus bares, en sus suburbios. Adentrarse en esa cultura y comprenderla es parte del talento innegable que posee Hurakami, pues la historia podría ocurrir en cualquier otra ciudad del mundo. Están además las menciones músicales que dotan a la novela de un ritmo muy especial, desde varias menciones y guiños a las canciones del cuarteto de Liverpool hasta el propio Bob Dylan. No es de extrañar que Norwegian Wood de los Beatles sea la que le da el subtitulo a Tokio Blues.

Los personajes secundarios que son deliciosos, y esa narrativa que raya en lo poético de Murakami. El ritmo cadencioso de narrar los encuentros sexuales. Los paisajes que se nos dibujan con palabras y que dotan a cada estación del año de una personalidad propia. Las frases divertidas. La eterna diferencia de pensamiento de los hombres y las mujeres. Un todo que hacen una novela redonda, de esas que al llegar al punto final te impiden levantarte.

Seguramente volverá a leer algo de Murakami. Por lo pronto me quedo con un gran sabor de boca. Tokyo Blues me dejó melancólico y reflexivo. Me dio respuestas y me hizo otras preguntas. No me trajo la calma, al contrario, revolvió mi interior, tal y como ocurre con los libros que valen la pena.

viernes, 15 de mayo de 2009

Pasos para convertirse en un malandro de preparatoria


¿Desconfiarías de los sujetos de la imagen de arriba?

Te los presento, de izquierda a derecha están Gabriel Revelo (también autor de este blog y experto en hacer el ridículo), Daniel Vázquez (diseñador gráfico),
Mario Peralta (diseñador gráfico y exitoso DJ) y Armando Díaz (locutor de radio). La fotografía fue tomada en mayo del año 2000 en el Instituto Don Bosco de la Ciudad de México en dónde cursában el 6to grado de preparatoria. Puede que parecieran ñoños y hasta medio loosers, vamos, ni a novia llegaban. Aunque eso sí, su último año en aquel colegio salesiano fueron un caos.

Entraré en mi personaje. Nunca hubo una estadística o cifra que lo confirmara, pero con toda seguridad me atrevería a decir que aquellos tres y yo fuimos los estudiantes de la generación que a más clases faltamos durante el curso 1999-2000. Ya sea que durante alguna clase nos escondiéramos en el auditorio del instituto, o en los baños, o en otro salón o en la sotea; o bien, que de plano nos saliéramos de la escuela y vagáramos por los alrededores de un río cercano.

Generalmente cuando uno escapa de algo es porque no lo soporta. En nuestro caso las normas aquella escuela religiosa siempre nos parecieron un tanto ridículas. Íbamos en prepa y aun nos controlaban como si aquello fuera la primaria. Misas continuas, sesiones de introducción al sistema preventivo de la institución, y convivencias infantiles y sin chiste, siempre hacían que aquel ambiente por momentos fuera repulsivo. Una escuela ideal para jóvenes populares y amantes de la juventud tipo comedia gringa, pero con su toque religioso. En conclusión, para mi y mis tres mejores amigos de la prepa que éramos un caos y hasta cierto punto irreverentes, ese era un mundo que nunca sentiríamos nuestro.

No hacíamos gran cosa al evadir las clases. Nos aburríamos igual o más que en clase. La gracia estaba en la adrenalina de saber que José Carlos (especie de prefecto bigotón y con panza de embarazo) rondaba las instalaciones de la institución, buscando alumnos ingratos y mala onda que echaban a perder la honorabilidad de aquel glorioso colegio, y de Don Bosco y, de María Auxiliadora, al no aprovechar la educación de primerísimo nivel que sus padres con tanto esfuerzo pagaban. Casi siempre lográbamos escapar de aquel botijón, otras veces estuvo a punto de dar con nosotros y creo que sólo un par de veces nos atrapo sin que hubiera consecuencias más graves que un regaño que siempre incluía la frase “jóvenes, me preocupa mucho está situación que se está dando y que nunca, repito, nunca se había dado”. Lo bueno fue que Daniel se vengó en una de las misas y le aventó un tapón de plumón cuando estaba distraído. Todo el auditorio río y el culpable nunca fue identificado.

Hacíamos enojar a los maestros. Nos robábamos las tortas de la cafetería. Le hacíamos pequeños hoyos a las bolsitas de salsa Valentina y las tirábamos en el salón para que algún inocente las pisara y se manchara en el acto. Individualmente también éramos un caos: Yo perdí la lista de calificaciones de un maestro, Daniel hacía acordeones para los exámenes y siempre lo descubrían, Armando una vez rompió varios matraces en el laboratorio y Mario escuchaba a todas horas
The Chemical Brothers. Nuestras bromas llegaron a tal idiotez que llevó todo el día pensando si comentarlas o no, pues algunas si fueron medio estúpidas y peligrosas. Lo bueno es que nunca pasó nada. A esa edad uno no piensa. Ni a los 27.

Siempre pensé que fui medio nerd en la prepa. A la distancia me doy cuenta que éramos unos malandros hechos y derechos, de esos que navegan con máscara de ‘no rompo un plato’ y que por lo mismo, son los verdaderos amos del mal comportamiento. Algún día retomaré esas aventuras y las narraré aquí. Por lo pronto les presento una de nuestras obras maestras, nuestro ‘pase mágico’ que nos servía para salir cuantas veces quisiéramos del colegio:



Esa hojita la obtuvo Mario al pedirle permiso al director (el padre Héctor Ugalde) de salir. Hábilmente Mario impidió que se lo quitaran. Daniel se encargo de agregar los nombres de todos. Desde entonces lo usábamos unas dos veces por semana. El rollo era siempre inventar algo para retener la hojita. La jugada nos salió tan bien que aun conservó la hojita, misma que conservo desde entonces. Ayer la encontré removiendo unos cuadernos viejos y por eso nació este post.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Atlante campeón y... ¡nos vamos al Mundial!


…y una vez más te descubriste casi a media noche gritando, preso de una alegría sincera nacida en lo más profundo de tu corazón. Después de 90 minutos pegado a la televisión, los nervios y taquicardia dejaron su lugar a ese grito ahogado que sabe a gloria y cuyo sentimiento es inigualable. Tu equipo es Campeón de la Liga de Campeones de la Concacaf.

Entiendes que todo valió la pena cuando ves a tu amado Atlante levantando el trofeo. Cuando estás más acostumbrado a ir a velorios que a bautizos poco importa si el partido fue deslucido o si el 0-0 quedó a deber espectáculo. Eres campeón a toda ley, vuelves a entender que nada se compara a ganar, que no hay nada como ser el número 1, el único, el mejor. Seguramente pasaran años y tu mente no podrá dejar de transportarte a la noche de anoche, a esos instantes en los que un silbatazo final del árbitro te hizo sentir en la gloria misma. Entonces los jugadores atlantistas, ahora y por siempre tus héroes, gritaban y saltaban eufóricos por la conquista de un triunfo más para el equipo mientras tú, hermanado en cuerpo y alma con ellos, hacías lo mismo.

Amaneces más enamorado de los colores de tu equipo. La mañana después de que el sueño se hizo realidad no dista mucho de ser diferente. Las primeras planas de todos los periódicos y secciones deportivas del país hacen alusión al campeonato atlantista y tú, aficionado de hueso colorado, dejas a un lado la crisis y compras los más que puedes. Y sonríes, pues lo mejor no es el, aun fresco y glorioso, pasado inmediato, sino lo que viene: gracias a la victoria de ayer, el equipo de tus amores jugará en diciembre ante los mejores equipos del mundo en el mundial de clubes en los Emiratos Árabes Unidos. Probablemente los rivales serán equipos como el Barcelona, Manchester United o Boca Juniors, aunque por ahora poco importa pues estás convencido que se puede con cualquiera. Pues así es tu equipo, acostumbrado a siempre plantarle cara a las dificultades y a poner en jaque a los grandes.

Preparas tu turbante, ubicas la ciudad de Abu-Dhabi en un mapa y te juras que el fin de año pinta para soñar aun más.

martes, 12 de mayo de 2009

Las horas nerviosas (previo a la cristalización de un sueño)


Un hueco en la panza, las manos nerviosas, sudor frio, una hiperactividad incontrolable, ganas de que el tiempo pase rápido cuando en realidad este se alenta más de lo normal, incomodidad y un cosquilleo que recorre todo el cuerpo. Indicativos de que hoy es un día diferente, especial. Hoy tu equipo de futbol favorito, al que sigues desde que tienes memoria, jugará una final.

Esta noche, para ser exactos en menos de tres horas, en la paradisiaca ciudad de Cancún tu Atlante, el llamado ‘equipo del pueblo’ jugará la final de vuelta de la Liga de Campeones de la Concacaf ante el Cruz Azul. Hace apenas 15 meses los viste proclamarse campeones de México, hoy podrían serlo de medio continente y con ello, ganarían el pase al mundial de clubes a celebrarse en Abu Dhabi en diciembre.

Deberías pedirle perdón al blog y a tus lectores por esta entrada que no tiene que la de calmar tu nerviosismo. De algún modo tienes que darle salida a toda esa adrenalina que tu cuerpo encierra y que ni el salir a caminar, el intentar dormir o el leer un libro ha logrado liberar. De cualquier manera no importa lo que hagas, el pensamiento que te acompaña desde hace varios días es el mismo y se fácilmente se resume en un partido de futbol. 90 minutos que nunca olvidaras y que en este instante son lo único que importa.

Llevas más de doce horas con tu playera azulgrana bien puesta al corazón. Todo el día tu auto ha portado la bandera con el escudo del Atlante y una y otra vez escuchas esa canción que juras, tu equipo te canta. Te descubres como un tonto angustiado, consideras que es una idiotez estar preocupado por un marcador que el Atlante va ganando 2-0. Por eso tomas precauciones de toda índole, por eso estas a punto de ir caminando a la iglesia más cercana de tu casa y orar porque Dios y el destino te regalen una de esas noches históricas.

Hoy el Atlante, tu Atlante, uno de los equipos más tradicionales de México juega uno de sus partidos más importantes de los últimos tiempos. Aunque sea a distancia sabes que el sufrimiento frente al televisor será igual o si acaso más que si estuvieras en el estadio.

Hoy tu equipo juega una final.

sábado, 9 de mayo de 2009

Mis aventuras con la ley a causa de mis problemas con el alcohol


Con todo el rollo de la influenza dejé de narrarles una anécdota en la que, para variar, hice el ridículo. Esta es la historia.

Jueves 30 de abril, en plena contingencia ambiental a mi amiga Kika se le ocurrió hacer una pequeña reunión (no fiesta, reunión) para celebrar el cumpleaños de Luis, su marido desde hace 5 meses. La verdad como soy ñoño y temeroso de la influenza, estaba firmemente convencido de no asistir. Sin embargo, los anfitriones son bien buena onda y mis mejores amigos (Ángel, Claudia y Rosalía) iban a ir. Como trabajaba al otro día, decidí que asistiría, con todo y cubrebocas, sólo un ratito (ajá).

Pasé por Rosalía eso de las 9 de la noche. De ahí nos dirigimos a la reunioncilla donde fuimos los primeros en llegar. De la reunión podría contar muchas cosas, pero seguramente acabaría regañado (yo me entiendo). Hubo botanas, cervezas y refrescos. El autor de este blog, que cuando trabaja al otro día rara vez toma algo más que una Coca-Cola con hielo, tuvo la ocurrencia de tomarse una cerveza. No dos, ni tres, ni cinco; sino una. Y como dicen, una no es ninguna.

A eso de la una de la mañana del ya viernes 1 de mayo, me retiré a mi casa. El regreso fue rápido y sin novedad. Mi cabeza iba absorta, pa’ que me hago güey, en un nombre de mujer. Entraba a Paseos de Churubusco escuchando 4 segundos en el estéreo del auto. Aceleraba por una de las calles vacías cuando a medida calle, de la nada, salió un tope. Bueno, la verdad es que siempre ha estado ahí, pero no lo vi y como iba medio rápido pues… volé. Obviamente no me volteé ni nada por el estilo, simplemente pasé el tope medio rápido y seguí mi camino. Dos calles adelante noté que me seguía una de esas nuevas camionetas de la policía con las luces rojiazules prendidas. Presentí que me quizá me estaban hablando. Bajé el volumen del radio y en efecto, me estaban pidiendo que me detuviera.

Dicen que ‘el que nada debe nada teme’ y por eso me estacioné. Un policía se acercó y pidió que bajara el vidrio. Me preguntó si estaba bien y me pidió mi licencia de conducir y la tarjeta de circulación de mi automóvil y se las llevó a su compañero y regresó. Todo iba bien hasta me dijo que percibió mi aliento alcohólico y qué sería necesario que hiciera la famosa “prueba del alcoholímetro”. Confiado le conté que venía de una reunión y que me había tomado una sólo una cerveza, por lo que confiaba ciegamente en pasar la dichosa prueba. Lo malo era que los uniformados no traían uno de esos artefactos en su unidad y por lo consiguiente, tendría que acompañarlos a la agencia policiaca de Iztapalapa más cercana.

-Oigan, pero no me iré a tardar mucho, es que mañana trabajo muy temprano y quiero dormir lo más posible. Total, en las noticias dicen que el nivel permitido de alcohol es de dos a tres cervezas, así que con lo poquísimo que tomé voy a salir negativo. Les comenté.


- No se crea joven, esas son mentiras, en realidad he visto a mucha gente dar positivo con sólo una cerveza. Seguramente si lo llevamos, va a rebasar el nivel permitido. Contestaron

Los siguientes veinte minutos los pasé discutiendo inútilmente con los policías. Por más que les dije que no había hecho nada, que ni siquiera estaba borracho y que por la información que antes había consultado era prácticamente risible que me llevaran ellos nomás y no cedían. Quitando lo molesto de la situación, la verdad es que esos dos sujetos eran unos personajazos con los que hasta hice algunas bromas. Hasta me dijeron ‘Gabriel, la verdad nos caíste bien’.

Aun así no me dejaron ir. Lo frustrante de la situación es que me encontraba a unas cinco calles de mi casa. Como nomás no veía claro y según los polis, ya me tenían que llevar porque ya le habían reportado mi caso al comandante y me estaba esperando, hice lo que cualquier hombre maduro de mi edad haría: le hablé a mi familia para que fuera a mi rescate. Al principio los polis no querían ‘que molestará a nadie de mi familia a esas horas de la madrugada’. Les dije que si no me iban a dejar libre, entonces a mi no me iba a importar despertar al mismo Presidente de ser necesario.

No quisieron esperar más. Después de decirle a mi familia lo que estaba pasando uno de los policías se subió conmigo y el otro nos fue siguiendo en su moderna camioneta policiaca. Si no me zafaba de esa, iba a terminar dando positivo en el alcoholímetro (no dudo que probablemente manipulado) y me iban a mandar detenido, en pleno brote de influenza, 36 horas al ‘Torito’ (así se llama donde encierran a los borrachos), además tendría que pagar una multa y mi coche acabaría en el corralón, de donde no saldría sin pagar unos 1,200 pesos por el encierro. Eso sin contar que por mi falta igual y hasta me corrían del trabajo.

Durante el trayecto el policía me fue insistiendo en lo mucho de tiempo y dinero que iba a perder si llegábamos a la estación de policía. Finalmente soltó la pregunta ‘¿cómo le vamos a hacer? tú dime' Nos paramos a una cuadra de la dichosa estación disqué para negociar. No estoy a favor de la corrupción, pero como este era un caso extremo les ofrecí 60 pesos… ¡y hasta se ofendieron! Según ellos, con unos mil pesos podría salir del problema. No sé qué cara les hice para que me explicaran que del dinero que les diera casi nada sería para ellos pues tenían que darle dinero al doctor que hace las pruebas, al comandante, al del ministerio público y a no sé cuántos más.

En esas andaba dudoso cuando hicieron su aparición mi hermana y mi mamá. Entonces los polis de lo más amable les contaron mi Twitter lo que sucedió. Claro, ellos se pintaron como los sufridos servidores públicos que cuidan el orden y a mí como el joven borracho e irresponsable. De pronto mi hermana enloqueció y empezó a hacer un montón de llamadas a sus conocidos. Yo aproveché para sacar mi celular, postear en que estaba detenido por la policía y por supuesto, le mandé un mensaje a Rosalía avisándole de mi detención. La susodicha me habló un minuto después para preguntarme dónde estaba. Mi hermana enloqueció más y comenzó a decirle de cosas a los poli. Rosalía volvió a marcarme para avisarme que ya venía en camino junto con Claudia y ‘otro güey’ que estaba en la fiesta.

En vista de que aquello estaba a nada de volverse una verbena popular, los polis nerviosos nos pidieron que dejáramos de hacer las cosas más grandes y que no insistiéramos en llamar a tanta gente. Entonces les ofrecí, como ganga final, 200 pesos. Y aunque yo mismo consideraba esa cantidad un insulto, que aceptan. Se los di ‘bajita la mano’ y hasta cerramos el trato con un apretón de manos y una despedida afectuosa. Nos desearon buenas noches y desaparecieron peor que bandidos. De haber sabido les hubiera vuelto a ofrecer los sesenta pesos.

Le avisé a Rosalía y a Claudia que mejor las veía en mi casa para seguir la fiesta y me retiré a mis aposentos.

Al otro día fui a trabajar desveladisimo pero con mi quincena casi intacta y con el auto en mi poder. La moraleja de esta aventura no es que tomar no deja nada, sino que, cuando te detengan por alguna tontería no cedas, desespera a los polis, dales largas y no muestres la menor prisa. Si puedes llama a medio mundo pues esto apanica a los uniformados corruptos. Lo más seguro es que se cansen y te dejen ir a cambio de una cantidad risible o en una de esas, si tienes mucha suerte, hasta gratis.

Saludos, y sí usted vino a tomar vino, tome vino, y si no, ¿a qué carajos vino?

miércoles, 6 de mayo de 2009

Ganar la batalla

5 posts en 12 días. Ese fue el saldo que dejó la Influenza H1N1 en el blog. Por dos semanas el tema recurrente fue el mismo. En cierta forma necesitaba hablar de la situación, no tanto por estar a la moda, sino como un método de catarsis que me permitiera deshacerme de la incertidumbre de no saber bien en qué terminaría todo. Por fortuna no hay mal que duré sin años y el brote epidemiológico ha comenzado a ceder terreno frente a las medidas preventivas y el esfuerzo de toda la sociedad.

Los decesos y contagios continúan con una tendencia a la baja, por lo que a partir de éste miércoles la vida económica empieza a restablecerse. Aunque con varias providencias de sanidad, los restaurantes, establecimientos, oficinas gubernamentales y algunos cines han abierto de nuevo sus puertas. A partir de mañana millones de estudiantes de todo México retornarán a sus estudios y en general, las calles, parques y avenidas han vuelto a poblarse de gente.

Hablar de una erradicación total del virus aun no es posible, sobre todo si tomamos en cuenta que históricamente las epidemias suelen registrar un segundo y hasta un tercer pico de repunte. Y sin embargo, la manera en la que la transmisión masiva de la Influenza humana ha bajado brinda signos más que alentadores.

Hagamos un análisis rápido de los hechos: Un virus nuevo ataca el norte del continente americano, México y sobre todo su capital son los más afectados; con aterradora rapidez comienzan a darse brotes en diversos sectores; el mal se extiende a otros países; el gobierno mexicano actúa rápido, se identifica el virus, se toman medidas radicales que la población acata con calma y responsabilidad; médicos y científicos mexicanos colaboran con sus homólogos de la OMS a fin de frenar una posible pandemia; gracias a la prevención el virus reduce dramáticamente su mortalidad; México anuncia que las actividades en el país comenzarán a reactivarse. Todo lo anterior en menos de un mes. Tres semanas en las que un país hizo frente a un mal cuyo imprevisto ataque hubiera hundido en el caos a muchos otros. Tres semanas en las que como ya es costumbre, se demostró que ninguna tragedia es más grande que el pueblo mexicano cuando se hermana. Tres semanas en las que todos hicimos sacrificios pero que al final, han valido la pena. Tres semanas de no sólo cuidar nuestra salud, sino la del resto de las personas en el planeta.

Tres semanas después podemos comenzar a mirarnos en a los ojos y hasta permitirnos bromear con el tema. Se necesita mucho más para vencernos. México libró una de las más duras batallas de su historia contemporánea y ha salido victorioso. Por más trabajo que pueda costar reactivar la economía y recuperar la imagen a nivel mundial de los mexicanos, estoy seguro que el reto, tal como ya está pasando, nos fortalecerá. Felicidades México, de nuevo demostraste esa grandeza que nos llena de orgullo.



La Ciudad de México está en pie, y quizá, más hermosa que nunca. El ambiente en todo México está cargado de una energía muy especial y eso se siente en cada calle, en cada persona que uno se encuentra en la calle. Todo vuelve a la normalidad y este blog no es la excepción. A partir de la próxima entrada nos olvidamos de la influenza humana y la mandamos a volar.





(ya sé que la epidemia no la provocan los cerdos, pero la imagen está bien bonita).

lunes, 4 de mayo de 2009

El delito de ser mexicano


“México no pide caridad, pero sí respeto”, dijo Felipe Calderón, presidente de México, al referirse a los distintos actos de discriminación que a últimas fechas han sufrido varios mexicanos alrededor del mundo debido al bote epidemiológico de Influenza Humana. No podría estar más de acuerdo.

Mientras algunos países cierran sus vuelos comerciales con México, otros suspenden la importación de carne de puerco y productos mexicanos a sus territorios. Medidas que se respetan pero que sinceramente, ni comparto y mucho menos comprendo cuando el virus no es privativo de nuestro país y mucho menos tuvo su origen en estas tierras, como se ha querido hacer ver. Los primeros casos de influenza humana se registraron en Estados Unidos. De ahí el virus saltó a México, Canadá y a otros países. Aun así, de poco importa el origen de la enfermedad de moda. Seguramente si el virus hubiera surgido en Rumania la discriminación sería igual y eso es lo que bajo ninguna circunstancia se puede permitir.

Empecemos por entender que éste problema no es de un grupo de naciones y el compromiso de enfrentar este brote con tintes pandemicos es de todos. Poco efectivo resultará cerrar fronteras y aislar a un grupo de personas, sin más pretexto que su país de origen. Parece mejor opción tomar medidas inteligentes entre los gobiernos y la misma OMS, abogar todos los esfuerzos científicos en pos de la obtención de una vacuna y el intercambio certero y rápido de información que ayude a la pronta erradicación del virus.

Enoja las acciones emprendidas por gobiernos como el chino, que saltándose los derechos humanos más elementales ha recluido y puesto en cuarentena a cerca de 40 mexicanos en un hotel, en medio de las más precarias condiciones humanas y sin comunicación con el mundo exterior. Por más intentos que el embajador de México en Beijing ha hecho, el gobierno chino sigue rehusándose si quiera a mostrar a los ciudadanos mexicanos cuyo único error es ser mexicanos. Lo más ridículo es que algunos de ellos son residentes de esa ciudad y tienen meses, o hasta años, de no pisar territorio mexicano. La Secretaría de Relaciones Exteriores ha reclamado enérgicamente y hasta dónde sé, está haciendo todo lo posible por corregir esta situación que no tiene palabras y que en lo personal me deja un mal sabor de boca, sobre todo cuando hace unos días el mismo gobierno chino, en una acción contradictoria, le donó a México una cuantiosa cantidad de productos médicos. Detalle que se agradecen pero que lamentablemente ha sido opacado por las medidas ‘bélicas’ de los chinos.

Está el caso de Francia que cerró momentáneamente sus vuelos hacia México. Repito, se entiende. Sin embargo, hay un caso que como nación nos duele, pues nos resulta difícil de digerir. Varios gobiernos latinoamericanos también han cerrado sus vuelos con México, además que en algunos han llegado a registrarse casos de discriminación a los mexicanos que residen o están de visita en aquellos países. No pondré los nombres de estos países porque no quiero cometer un error de desinformación y además, porque soy consciente de que en muchas ocasiones, un gobierno no representa, ni remotamente, a su pueblo. Aun así es incomodo porque no se espera. Uno podría esperar esas actitudes y medidas de Estados Unidos (que dicho sea de paso, han colaborado y se han portado a la altura de la situación), pero no de países a los que estamos unidos geográfica e históricamente y que consideramos hermanos. México no reaccionó de igual manera ante el brote de Dengue en varios países sudamericanos ¿dónde está la diferencia entre un caso y otro? Maldita ignorancia.

Por otro lado, sería injusto no mencionar a gobiernos como el japonés y el español, entre otros, que han brindado todo su apoyo a México y a los cuales les estamos profundamente agradecidos. Gracias por que este problema se solucionará construyendo y no destruyendo.

Al final cada quién su conciencia. Es en situaciones como está, cuando sale a relucir el carácter y verdadera fuerza de cada país.

sábado, 2 de mayo de 2009

La conspiración idiota


Más de una semana ha pasado desde que se decretó la contingencia sanitaria en México debido al bote de influenza humana. Sin pecar de optimistas podría decirse que el panorama luce menos sombrío. La paranoia y el temor inicial han disminuido, quizá porque uno va aprendiendo a vivir con las medidas preventivas dispuestas con las autoridades. En esto de las epidemias semi pandemicas los pronósticos no existen, pero estoy seguro que el comportamiento ejemplar de la población hace que poco a poco se vaya ganando la guerra.

La gran mayoría de los mexicanos considera como ‘buena’ la actuación del gobierno. Como mencioné arriba, la civilidad y solidaridad ha sido primordial. Existe, sin embargo, el resurgimiento de un fenómeno bastante común en la opinión pública mexicana: encontrarle siempre ‘tres pies al gato’ a todo. Cada que una crisis, modificación legislativa o algún período electoral aparece, además de escuchar la versión oficial, a modo de rumor surge una elaborada teoría que no conviene que se sepa y que está encubierta. A estas personas les llamaremos los ‘caza conspiraciones’ y se caracterizan por ser revolucionarios, contestatarios, inteligentes y por tener una explicación para todo.

¿Qué el chupacabras? Era una cortina de humo para calmar el clamor nacional por un turbulento 1993 en el que estalló la crisis económica, apareció el EZLN en la selva chiapaneca y fue asesinado Luis Donaldo Colosio.

¿Qué una bruja predijo la aparición de una osamenta en el patio de una casa? ¿Qué las torres gemelas? ¿Qué los 3 náufragos de Marshall? ¿Qué la
caída de la avioneta de Juan Camilo Mouriño en pleno DF? Para los Caza Conspiraciones nada de esto es real, todo son inventos para cubrir intereses económicos, desviar la atención y calmar la molestia de la población.

En esta ocasión, el brote de influenza humana no ha sido la excepción y su verdadero trasfondo ha sido hábilmente descubierto por los Caza Conspiraciones, que déjenme decirles, están en todos lados. Ya sea por medio de mails, artículos, pláticas en la calle o en el trabajo, estos días ha sido suficiente para escuchar las teorías más descabelladas. La más común dicta que es un plan para que el Gobierno Mexicano pueda pedir, en calidad de emergencia, un préstamo millonario al Banco Mundial. Otra teoría dice que la supuesta Influenza Humana es una cortina de humo para que un grupo de nuevas leyes (como la legalización de la marihuana) pasen por el congreso sin causar polémica. Digamos que estás dos teorías son más o menos posibles.

Otras de plano son una jalada. Ayer en la peluquería escuché a una señora decir que era una jugada secreta del gobierno para disminuir la excesiva población de la Ciudad de México. Para conseguirlo, varias avionetas sobrevuelan la capital arrojando un gas que enferma a quien lo respira. La señora estaba tan convencida que no dudó en afirmar que lo que narraba era real pues ‘¿qué no se fijaron ayer en las nubes? ¡Estaban rosas porque rociaron el virus! Ahorita en cambio las nubes están azules’. El colmo de los colmos, existe la idea de que en realidad, por la visita de Obama México recibió una especie de ataque bacteriológico terrorista ha distancia, que no tuvo éxito en contra del primer mandatario norteamericano, pero que si afectó a la población común y corriente.

Y hay le paramos pues si no sería el cuento de nunca acabar. Teorías van y vienen sin que los Caza Conspiraciones se pongan de acuerdo en una definitiva que a su juicio, ni falta hace, el chiste es desacreditar la versión oficial, como si de pronto lo más lógico y racional fuera sinónimo de mentira.

No voy a decir que no sea posible que en algún momento algún hecho haya sido prefabricado para manejar por debajo algunos intereses de algunos círculos de poder. Pero de eso a creer que la actuación y montaje sea una constante se me hace ridículo. ¿Acaso en este mundo no hay lugar para un ser que asesina cabras, unos náufragos, un accidente aéreo o al brote de un nuevo virus?... Pues no, para los Caza Conspiraciones todo en esta vida está fríamente calculado para que a los ingenuos como a mí nos vean la cara y los malvados imperialistas burgueses de ultra derecha se salgan con la suya.

Ahora resulta que el virus de la influenza estacionaria (conocido efectivamente desde hace mucho tiempo) no pudo mutar. Osea, nosotros evolucionamos, las plantas se adaptan y los animales van cambiando comportamientos; pero, los virus no ¿por qué? pues porque a los Caza Conspiraciones nomás no se les da la gana. Se reportan los contagios, los decesos pero qué creen, son cifras maquilladas. Lo gracioso es que cualquier cifra siempre parecerá poco. El gobierno toma medidas que hasta ahora han demostrado ser las adecuadas y los Caza Conspiraciones no dejan de tacharlas de incorrectas, tardías y las definen como una forma de sembrar el pánico cual prueba psicológica y mantener al pueblo a raya.

Si en realidad estamos en medio de un plan maestro para obtener un préstamo ¿Acaso no es un mal negocio detener gran parte de la vida económica del país? Las matemáticas no me dan por más que sumo y resto. Tampoco me cuadra como tantas naciones y el mismo OMS se prestan para una simple maniobra de corrupción por parte del gobierno mexicano. Ahora resulta que tenemos a medio mundo a nuestra disposición.

Dudar de todo, sólo por llevar la contraria, no es sinónimo de inteligencia, al contrario. Mucho menos es criticar a los medios de comunicación acusándolos de callar la verdad y de saturar de mentiras los espacios informativos con continuos reportes sobre la evolución de la contingencia. El repetir las medidas de prevenir el contagio y hablar continuamente del tema ha servido para crear conciencia a tal grado de que hasta los Caza Conspiraciones tienen muy presentes los pasos para prevenir la propagación del virus.

Así las cosas. El virus está ahí. El mundo entero toma cartas en el asunto y en nuestro México los enfermos están siendo atendidos con éxito, las medidas del gobierno han sido oportunas y el grueso de la gente va accionando con responsabilidad. Si decimos que estás buenas noticias son una cortina de humo nos estamos burlando de los esfuerzos de miles de mexicanos.

Prefiero creer en una verdad dudosa que en una conspiración a todas luces idiota.