sábado, 27 de noviembre de 2010

Hacia la consecución de un sueño

Intento esta entrada de mi blog y escribo, ambas cosas con poco éxito. Estoy a unas horas de salir hacia la ciudad de Guadalajara. A pesar de haber ido a principios de año, está vez estoy emocionado. No es lo mismo ir a una boda, como en febrero pasado, a ir a una celebración ampliamente pospuesta. Esta tarde una ligera ansiedad se apoderó de mi, y dudo me dejé en paz en las próximas horas. No es para menos… no diario se nos cumple un sueño?

En un rato viajaré hacia el occidente del país para estar en mi primera Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Desde que supe de la existencia de esta fiesta literaria he querido ir. Dicen que es la segunda más importante a nivel mundial, y la primera en habla hispana. Cada año la misma historia se me repetía: veía las noticias que daban cuenta de las actividades en la FIL y la envidia me invadía. Siempre me prometía que para la próxima edición estaría presente. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que no cumplí mis propias promesas pero siempre me guardé tantita fe.

Como amante de la literatura estar en la FIL es como ir a Disneylandia. Estaré en Guadalajara apenas un par de días, pero pienso disfrutarlo como enano. ¿Qué me espera por allá?, ni idea, pero la idea de viajar combinada con el encanto de la escritura se me antoja irresistible. Quisiera hablar más de mi viaje, pero se me cuecen las habas por seguirme alistando. Voy hacia la consecución de un sueño. Nos estamos leyendo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Los Monstruos


Esta historia es tan maravillosa, que se ha contado tres veces. Habla sobre un niño que una tarde se viste de lobo, escapa de casa y en una barca llega hasta una isla habitada por varios monstruos que lo nombran su rey. Así de sencilla y complicada es esta historia cuya primera versión, un cuento para niños, fue escrita por Maurice Sendak en 1963 bajo el título de ‘Donde viven los monstruos’. Desde su publicación aquel libro se volvió entrañable, un clásico de la literatura infantil que conquistó a varias generaciones. Hace más de un año, la adaptación cinematográfica de esta aventura irrumpió en los cines mostrando una interpretación más elaborada, pero con su esencia intacta.

Ya en éste blog he hablado de ‘Donde viven los Monstruos’, tanto del libro de Sendak como de la película de Spike Jonze. Pensé que el círculo se cerraba con estas dos narraciones. Me equivoqué. Hace unos meses, mientras curioseaba en internet di con la portada del libro que da pie a esta entrada. Intrigado indagué más al respecto y me llevé una gran sorpresa cuando descubrí que Dave Eggers, autor de esta novela, fue coautor de la película ‘Where the Wild Things’ junto con Spike Jonze. Leer esta novela se convirtió en una obsesión. Durante semanas busqué, sin éxito, conseguir el libro. Nadie supo darme informes de su existencia en México. Triste me resigné a perderme la tercera visión de las aventuras de Max y sus monstruosos amigos. Una tarde, la menos pensada, asistí a un evento en una casa cultural en la colonia Condesa, y ahí, en la librería de Refugio Citlaltepetl me topé con ‘Los Monstruos’. Dicen que uno se cruza con los libros que lo marcarán en la vida. Así me pasó, literalmente.

Cuenta Dave Eggers que Spike Jonze lo contactó hace ya varios años para ponerse a trabajar en el guión de ‘Dónde viven los Monstruos’. Tras un arduo trabajo, que contó con la entera aprobación de Maurice Sendak, desarrollaron una trama completamente apegada a la original, pero aunando más en la personalidad de Max y los demás personajes. Después de éste gran trabajo, el propio Sendak sugirió a Eggers que escribiera una novela basada en el guión. Eggers, lejos de transcribir el guión tuvo el enorme acierto de tomar lo mejor del guión, pero cambiar varios aspectos para darle aun más vitalidad a la historia.

Después de leer el cuento infantil, ver la película y leer la novela he completado el círculo y tengo la autoridad suficiente para decir que es justamente en la novela de Eggers en donde el universo de Max y sus monstruos alcanza su mayor madurez. Similar al film pero con diferencias importantes, ‘Los Monstruos’ nos enseña un ángulo más obscuro y maduro de los personajes y las acciones en que participan. Los ambientes, las actitudes, los pensamientos y detalles son de mayor de profundidad y nos permiten adentrarnos mucho más en los pliegues de esta maravillosa narración.

Las ganas de huir al sentirse incomprendido, sin salida. Luego la incertidumbre vestida de aventura. La ilusión de lo nuevo, los celos, y la frustración del desengaño. Dave Eggers hace que entre los párrafos de ‘Los Monstruos’ quepa una madre divorciada que no encuentra los hilos de su vida, el drama de un divorcio, lo complejo de las relaciones interpersonales y lo complicado de mantener en equilibrio una amistad. El Max de esta historia es más vulnerable, pero a la vez más humano. Los mismos Monstruos son más salvajes e irracionales, pero por lo mismo más transparentes y puros. Me llama poderosamente la atención como una isla habitada por siete monstruos y un niño bastan para crear la radiografía de las virtudes y problemas que una sociedad y sus avances políticos (del oscurantismo a la modernidad) y tecnológicos trae consigo. No sé si fue intencionalmente o no, pero Eggers creó una fabula en pares. Max tiene una personalidad muy parecida uno de los monstruos y en otro ve un antagonista. La misma Mamá de Max y su hermana se repiten en la isla planteándonos la sabrosísima duda de quienes realmente son los monstruos y quienes los seres pensantes. Y aquí le dejo, pues a esas 222 páginas que lo conforman podrían ser estudiadas por horas.

Ayer terminé de leerla. De nuevo, me invadió una mezcla de profunda nostalgia-melancólica bañada de ternura. Y reí. Y por momentos quise estar en esa isla en dónde viven los monstruos, participar en una fiesta salvaje y dejarme llevar por mi lado salvaje. Ya estoy marcado de por vida por esta historia.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Mi educación sentimental proviene de las caricaturas



Desde niño fui raro. En ese entonces no me daba cuenta que aunque tenía los mismos gustos y aficiones de mis amiguitos, les daba un enfoque un tanto diferente, incomprensible para los demás. Mucho tiempo después sé que no era tan extraño como los demás creían, sino que fui un enamoradizo prematuro.

Se entiende que en cada persona el proceso es diferente, y que normalmente, cada quién inicia su educación sentimental con la adolescencia. Sin embargo, un servidor comenzó a tener corazón de pollo desde muy tierna edad, y que incluso, me llevó a auto medicar a unos niños en el kinder. Desconozco cuando comencé a tener noción del amor, pero fue gracias a las caricaturas que descubrí que el amor es capaz de mover y alterar el orden natural de las cosas. De tal modo que cuando veía Robotech, mi mayor preocupación no era que el piloto Rick Hunter combatiera con éxito a las fuerzas Zentraedi, sino que éste resolviera el triangulo amoroso que conformaba junto con la famosa cantante Minmei y la capitana Lisa Hayes (confieso que me enamoré de ella). En una de las escenas que más recuerdo, Rick vuela su nave en una pelea de proporciones épicas, mientras Minmei canta en un programa de televisión y Lisa observa con preocupación el desarrollo de la batalla. Lo que para el resto de los niños era una secuencia de acción maravillosa, para mí era un momento lleno de drama y tensión amorosa.

De la historia concisa de Robotech recuerdo muy poco, pero sus escenas románticas entraron para siempre en mi memoria. Aprendí así que la peor de las guerras no son nada si se comparan con un corazón roto. Lo mismo me pasaba con Súper Campeones, en dónde mi atención no se centraba en los goles sino en la conmovedora historia de Andy Jhonson, jugador enfermo del corazón que arriesga su vida durante varios partidos mientras su mejor amiga sufre en silencio por él.

Con Dragon Ball quedé cautivado por el extraño romance entre Vegeta y Bulma; con los Caballeros del Zódiaco siempre esperaba que algún día Seiya y Saori aceptasen sus sentimientos; y ni hablar de los coqueteos entre Gambit y Rouge en X-Men. Enumerar más ejemplos me parece ocioso y hasta infantil. Lo único que pretendo con éste post es comprender porque soy como soy. Quizá por eso aun soy un cursi y hasta en programas de comedia me fijo más en las historias románticas que en los chistes. Por lo anterior no es raro que hace 2 años la película Wall-E me hubiera conmovido, y que gran parta de mi adolescencia y juventud la haya pasado enamorado del amor, a pesar de que entonces vivía una profunda soledad.

No sé si mi corazón se haya reducido a una pasita por usarlo desde que era tan pequeño. Tampoco sé si fui el único niño hombre al que le gustaban los balazos, la violencia y los goles, pero sólo si estos estaban motivados por la conquista de una mujer, el desamor o la pasión.

Soy Gabriel Revelo, y sin vergüenza lo reconozco, mi educación sentimental comenzó al ver caricaturas.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Enfrentando fantasmas (regreso a Tepoztlán)


Los lugareños aconsejan no pasar por ahí de noche. Se rumora que el lugar está cargado de una extraña energía, que es una de las zonas con mayor presencia del fenómeno OVNI y escenario de varios fenómenos extraños. Para los románticos es una población dueña de una belleza propia y para los más jóvenes, el lugar ideal para ir de fiesta con los amigos un fin de semana. El caso es que Tepoztlán, en la el estado de Morelos, nunca pasa desapercibido para quienes alguna vez pasan por ahí.

Hasta antes de mi visita del pasado viernes, según mi olvidadiza memoria, anteriormente sólo había estado dos veces en Tepoztlán. La primera vez fui con mis amigos Claudio y Jonathan, teníamos unos 18 años, y únicamente escalamos el cerro del Tepozteco y comimos nieve. La segunda ocasión fue unos años después, y me dejó tan marcado que cambió mi vida para siempre. Esto fue lo que pasó:

25 del Diciembre del 2003. Después del recalentado de Navidad en el hogar de mis abuelos, mi mamá y mi hermana decidieron ir al cine a ver ‘Harry Potter y la Cámara Secreta’. Como yo había visto la película días antes, regresé a casa con mi papá. Subí a mi cuarto a leer. A lo lejos escuché como mi padre le habló por teléfono a su hermano Miguel. La llamada duró una media hora, al final papá colgó llorando. No dije nada, desde mi cuarto hice mil conjeturas que sólo se disiparon cuando una hora después llegó mi mamá y se enteró de todo. En la llamada, mi papá escuchó muy mal a su hermano. Sabíamos que mi tío tenía problemas de salud, por lo que el presentimiento de mi papá de que quizá a su hermano no le quedaba mucho tiempo de vida. Tomamos la decisión de ir a visitarlos. Dos días después fuimos a Yautepec, lugar en el que residía Miguel. Llegamos cerca del mediodía después de unas horas en carretera, fuimos al mercado del pueblo, comimos y escuché un sinfín de anécdotas. Otros tíos y primos llegaron en el transcurso de la tarde. Abandonamos esa entrañable reunión poco antes del anochecer. Debido a la cercanía, decidimos pasar un rato a Tepoztlán. Llegamos en poco tiempo. Subíamos por una empinada calle cuando nuestro auto, un antiguo New York Turbo comenzó a despedir humo blanco por todos lados. El esfuerzo del auto por avanzar hasta una calle completamente recta terminó por empeorar las cosas. Entre gente curiosa y comentarios de ‘se está quemando ese coche’ llegábamos al centro del pueblo. Mi papá bajó nervioso, abrumado, sin saber qué hacer. En condiciones normales él habría solucionado el problema en un dos por tres. Pero ahora sabemos que llevaba meses gravemente enfermo y que su salud se deterioraba rápidamente. Tomamos un taxi y fuimos a conseguir un mecánico, el cual dijo que el turbo del auto había sufrido un gran daño y que para repararlo había que bajar el motor. Aquella noche en Tepoztlán la recordaré porque por primera y única vez vi a mi papá fumar. Como los celulares no tenían señal tuve que entrar a una papelería y hacer llamadas al seguro del auto. Más tarde llegó una grúa y nos trajo de regreso hasta la Ciudad de México. Después de esa noche mi papá no volvió a ser el mismo. Como si el estrés de saberse responsable de nosotros hubiera mermado a un más su estado físico y hubiera acelerado aun más las cosas. Dicen que antes de morir uno va despidiéndose de sus familiares y conocidos. Quién se despidió esa tarde decembrina de sus familiares no fue mi tío Miguel, sino mi papá, que murió mes y medio después.

Desde entonces, Tepoztlán se volvió un lugar al que preferí mantener lejos de mis recuerdos. Cuando por casualidad pasaba por ahí, la simple silueta lejana del cerro del Tepozteco me provocaba escalofríos. La forma de esos cerros asimétricos, que tantas leyendas cargan a cuestas para mí no eran sino un recordatorio de una noche triste. Sabía que tarde o temprano tendría que volver a enfrentarme a los fantasmas que dejé en aquel pueblo, que estos estaban esperándome y que no se marcharían hasta que los confrontase. La fecha del reencuentro llegó siete años después. Mientras planeaba un viaje exprés a Cuautla, de la nada me surgió la idea de antes pasar a Tepoztlán, aun a sabiendas de que los recuerdos podrían abrumarme. Tenía que enfrentarme a Tepoztlán tal como alguna vez lo hice con Acapulco.

Tal como estaba planeado, el pasado viernes abandoné la Ciudad de México en compañía de Tania. Cerca de las 17:30 hrs. tomé la desviación a Tepoztlán, ahora nombrado Pueblo Mágico. El camino curveado avisa que aquel lugar es diferente, que se ingresa a un territorio en el que lo normal se altera de una forma inexplicable, pero perceptible. Al llegar, las casas, calles y el mismo aire provinciano pusieron melancólico mi corazón. Estacioné el auto en la misma zona en la que nuestro New York quedó varado años atrás. La papelería en la que llamé al seguro del auto y en dónde mi papá compró los cigarros seguía ahí. Esa tarde sentí la necesidad de contarle a Tania lo que había pasado en mi anterior visita. Fue como un desahogo que me ayudo a sentirme un poco mejor y caminar por el pueblo. La noche caía mientras veíamos puestos de artesanías, el templo principal y recorríamos algunas calles. La sombre que sobre el pueblo proyecta el Tepozteco seguía ahí, misteriosa pero cada vez menos atemorizante. Poco a poco los fantasmas fueron diluyéndose hasta comenzar a disfrutar la belleza del pueblo.



No estuvimos ni dos horas, pero salí revitalizado. Al partir pasé por la misma calle en la que nuestro auto había comenzado a sacar humo. Esta vez no pasó nada y seguimos nuestro camino a Cuautla. Una noche después, ya de regreso y sin Tania, volví a pasar cerca de Tepoztlán. En el set list del iPod sonaba 'Revolution #9'. Sentí un escalofrió y sonreí. Ya no estaban los fantasmas, sólo un recuerdo que ya no duele tanto.

martes, 9 de noviembre de 2010

Los minados caminos de San Juan

¡Bomba! Esta es una aventura cotidiana de plomeros, mercados pintorescos y la dudosa idiosincrasia del mexicano. Algún día me esto me pasó:

Vengo llegando del mercadito de San Juan, temiendo, no haber salido muy bien librado del lugar. Todo comenzó ayer al medio día, cuando la bomba hidráulica de la casa (el aparatejo encargado de subir el agua al tinaco) dejó de funcionar, dejando llaves, regadera y baño sin mayor suministro del vital liquido que el almacenado un día anterior. Ante una contingencia de este tipo, no pude hacer menos que entrar en paranoia total y ahora sí, economizar el agua como si fueran billetes de mil pesos.

Por eso hoy me bañe en tan sólo cinco minutos (rasurada incluida, ya se imaginarán la irritación de la que soy presa a estas horas de la tarde). Más o menos a las doce del día llegó el primer plomero para decir que casi nada de la instalación servía, y de paso, cobrarnos una fortuna. Hagan de cuenta que iban a reconstruir toda la casa. Obviamente, hicimos lo que se aconseja en estos casos: mandarlo al demonio y llamar a un segundo plomero, con la esperanza de que su presupuesto fuera al menos pagable por una quincena común y corriente de salario. Y así fue, después de llevarse la bomba nos hablaron una hora después para decirnos que no tenía solución, pues casi todas las piezas de su interior estaban pegadas. ¿Qué significa esto en el argot de las bombas hidráulicas? francamente lo desconozco, o quizá tengo una idea pero prefiero quedar como ignorante que hacer el ridículo.

Como se estipula en estos menesteres, el plomero quiso hacer su agosto y ofrecernos una bomba en $600.00. Después de echarle un vistazo concluí que el artefacto que nos vendían como si fuera la octava maravilla, distaba mucho de ser nuevo. En un ataque de sensatez (o tacañería) pensamos en conseguir la bomba (recalco que es hidráulica, en tiempos de terrorismo es mejor evitar malentendidos), en el mercado de San Juan, sitio pintoresco en las inmediaciones de la Agrícola Oriental y Ciudad Nezahualcoyotl. Quienes conozcan, saben que no son rumbos muy agraciados que digamos. Con todo, y todos, nos dirigimos inmediatamente al mercadito con una alegría inexplicable, cual si fuéramos a un centro turístico.

Como casi todas las inmediaciones de las capitales latinoamericanas, la zona es el vivo ejemplo de las carencias. Calles sucias, con basura y casas a medio construir son una constante en medio de niños, torres de luz y graffitis por todos lados. Justamente el mercado de San Juan está en una de estas zonas, a unas calles de Ignacio Zaragoza. No sé cómo no me perdí en medio de tantas calles iguales. Una vez que llegamos, busqué lugar en medio del tráfico provocado por viejos camiones de carga en un reducido camellón. Con gran desconfianza me despedí de mi auto pidiéndole a Dios encontrarlo a mi regreso.

En el interior de mercado la cosa es diferente. Empezando por su piso sin pavimento que junto con los angostos y oscuros corredores le dan a uno la idea de internarse en catacumbas egipcias. Un montón de tiliches decoran las paredes del lugar: tazas de baño, lavabos de porcelana, flotadores y demás objetos polvosos, propios de la plomería, son una constante en nuestro recorrido. Y sin embargo, no sería justo decir que éste lugar es feo, al contrario, yo me sentía como en Disneylandia con tantos escenarios dignos de adoración. Locales llenos de piezas viejas y amontonadas, un altar a la virgen, vendedores tan extraños como fascinantes en su atuendo. Jamás he estado en un mercado de medio oriente, pero supongo, esto es lo más cercano a la experiencia. Después de media hora, salimos del mercado con una bomba nueva (hidráulica, recalco de nuevo) cuyo precio nos dejó convencidos a todos. Antes de abandonar estos rumbos de San Juan, justo enfrente del mercado descubro una especie de casa de la cultura a la que no pude dejar de entrar. Es un lugar grande y de ser bien cuidado, bonito; aunque también muy abandonado por la gente.

Salí de San Juan pidiéndole una disculpa al rumbo y a sus habitantes, mi auto estaba intacto y durante mi estancia en aquellos lugares fui tratado bien. Llegando a casa le hablamos al plomero, que llegó minutos después con dos de sus ayudantes, y aquí es donde viene lo anecdótico del asunto: la bomba era reconstruida. Por eso no la dieron un poco más barata, por eso goteaba una vez instalada, y también, sus salidas no embonaba muy bien con el resto de la tubería. Culpando, como buen trabajador mexicano, a sus compañeros de oficio de lo mal instalada que estaba la bomba anterior. ¿Por qué siempre el trabajo de uno es el único bien hecho, y el de los demás una porquería? Lo ignoro, pero también pasa con los albañiles, cerrajeros, carpinteros, mecánicos y demás oficios semejantes.

Al final parece que ya todo quedó bien instalado, más unos pagos extra por los ajustes, claro está. Podría sacar muchas conclusiones de todo esto, o simplemente sentirme relajado de poder contar nuevamente con agua en los servicios de mi vivienda. También podría hacer una reflexión sobre la importancia de cuidar el agua y su importancia en nuestras vidas. No hace falta, de seguro algún día se les descompondrá la bomba, se les tapará la tubería o se les averiará el tinaco. Toco madera por ustedes.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Biutiful


Cada tres o cuatro años, Alejandro González Iñarritu irrumpe en la escena cinematográfica mundial con algún proyecto que invariablemente dará de que hablar. ‘Amores Perros’, ’21 gramos’, ‘Babel’ y ahora ‘Biutiful’ generan admiración o desprecio por igual. Aunque respeto todas las opiniones, descalifico aquellas que califican todos los trabajos del director mexicano (muchas veces sin ni siquiera verlos) calificándolos como tendenciosas y sobrevaloradas. Honestamente, a mi las 4 me han gustado por la sencilla razón de que me han conmovido, emocionado, hecho pensar, en fin, me han tocado el corazón.

Acudí al cine una tarde de domingo, en la que decidí dejar de lado un molesto dolor de estomago y la oportunidad de ver lo que después sabía, sería un infumable partido América-Chivas. Al salir de la sala no podía estar más convencido de haber hecho lo correcto. Una vez más fui gratamente sorprendido. Biutiful conserva la fotografía impecable, las grandes actuaciones y el ritmo dramático de los anteriores trabajos de Iñarritu, pero se desmarca al mostrar una forma narrativa lineal y no segmentada, las escenas son en espacios más cerrados y sobre todo, se ve una notable evolución en la dirección.

Filmada en Barcelona, Biutiful es un coctel de emociones e historias, todas inmersas en un mosaico marginal pero multicultural contenido en los suburbios de la ciudad, ahí, donde el sentido de la humanidad respira con dificultad. En ese ambiente Uxbal trabaja controlando (hasta donde le es posible) el comercio informal, la producción de la piratería y la mano de obra de migrantes chinos y africano; además, posee el don de hablar con los muertos, es padre de dos hijos cuya madre padece el trastorno de la bipolaridad y por si fuera poco, descubre que su salud se deteriora rápidamente. Un personaje así, con tal carga emocional, se vuelve entrañable gracias a la sublime actuación de Javier Bardem, quien da una cátedra de actuación metódica, milimétricamente exacta. Cada gesto, cada movimiento, cada tono de voz, hacen de Uxbal un personaje disfrutable, pero suficientemente humano para erizarnos la piel con cada una de sus reacciones.


Además hay un grupo de emigrantes chinos, paisajes desesperanzadores, una madre senegalesa que se ve obligada a separarse de su esposo, una mujer desquiciada por su falta de estabilidad emocional y las ganas de vivir la vida al máximo o unos niños que desean conocer los Pirineos. Biutiful podría ser una película sobre enfermedades terminales, la muerte, migración o la pérdida de derechos humanos, pero tal como lo dice Iñarritu: Biutiful trata, ante todo, del amor que un padre puede tenerle a sus hijos, ese cariño supremo que no conoce barreras, que todo lo puede y ante el que cualquier sacrificio vale la pena.

Biutiful me sacudió el alma, me removió heridas frescas y me contó una historia que a veces se me olvida, viví de algún modo. Con todo, el título lo dice todo. Detrás de las dudas, del no encontrar salida, de la pérdida de la dignidad y la incomprensión, se encuentra el amor como elemento más puro, aquel que nos empuja y hace aferrarnos a la vida.