martes, 27 de abril de 2010

Entre Zetas te veas (charla con lo maligno)

‘Es un secreto a voces que el gobernador de Catemaco es parte de los Zetas’, nos dijo hace un año un sacerdote de la región de Los Tuxtlas, en el estado de Veracruz. Aquella premisa me siguió durante meses. Cada que en el periódico o noticias leía que distintos cárteles iban arrastrando al Grupo de Los Zetas hasta territorio veracruzano, una sensación de curiosidad-coraje iba apoderándose de mí. Como muchas veces he escrito en éste blog, el poblado de Catemaco es como mi segunda casa, aquel lugar al que he ido tantas veces y vivido tantas cosas, y al que siento mío.

Por diversos blogs y periódicos de la zona he podido enterarme que la calma del lugar poco a poco ha ido perdiéndose. Han empezado las extorsiones telefónicas y actos violentos. Sin embargo, a simple vista en aquel famoso paraje turístico no ocurre nada. Hasta que uno no tiene un encuentro con el mundo del narco va por la vida pensando que es un problema lejano, como de película. El narco y sus consecuencias está en apariencia, en otro plano existencial, y ahí, invisible a nuestros ojos, está bien. Lo malo es cuando un día cualquiera nos topamos, sin advertencia previa, con ese mundo.

2 de abril de 2010. Viernes Santo.

Pasadas las 10 de la noche varios de mis primos decidieron pasar la noche en un bar de Catemaco. Como buenos turistas preguntaron cuál era el mejor lugar del poblado para divertirse. ‘El Quimera’, les dijeron varios lugareños. Está ubicado en la parte final del Malecón, en un establecimiento de color blanco ubicado arriba de un supermercado. La verdad, el barcillo no está tan mal.

Dos horas y nada sobresaliente sucedió. El ambiente común, nada extraordinario. Entonces llegó un borracho, que se dice, es dueño de un antro en Veracruz. Comenzó a platicar con uno de mis primos, pues una de sus sobrinas estuvo a punto de andar con él. Otro borracho hizo su aparición y se unió al primero. El resto de mis primos, algo inquietos, le pidieron a los meseros que se llevaran a los borrachos para evitar que molestaran a mis primas. Al ver al par de hombres tomados los meseros nerviosos pararon en seco y nerviosos se alejaron sin motivo alguno. La explicación vino sola.


El segundo borracho se presentó. Se hace llamar ‘El Señor’ y es, según él mismo dijo, ‘el mero mero de los Zetas de Catemaco’. A uno de mis primos le dijo ‘me caíste bien, y sólo porque andas con éste pinche borracho (su amigo), no te voy a hacer nada, sino mira…’, dijo mientras con sus dedos simulaba una pistola que disparaba. Después les mostró sus anillos, enormes, de oro. Aquel sujeto continúo ‘si algún día te quieren hacer algo, tú nada más di que conoces al señor, y ya no te pasará nada’. Mis primos se pusieron nerviosos. Aquel individuo, por el momento se mostraba amigable, pero el alcohol podría poner las cosas difíciles a la menor provocación. ‘El Señor’ alardeaba su control en la zona, y el resto del Bar se sumía en tensión. Todos cuadrados ante él y su amigo, sirviéndole lo que quería.

En un momento determinado, cerca de las 2 de la mañana, ‘El Señor’ se paró al baño. Momento que mis primos aprovecharon para salir del lugar y regresar al hotel. De aquella noche quedó la experiencia de charlar con lo maligno y una foto del amigo ‘Del Señor’.





El mal está ahí, creyéndose dueño de las cosas, intimidando, sembrando miedo. No es tanto lo que el narco haga, sino las dudas que siembra. El miedo paraliza, y eso, precisamente es lo que no se puede permitir.

sábado, 24 de abril de 2010

Los propósitos que no cumplí (y que yo ni hice)

Se supone que nadie nos quiere como nuestros padres; que somos su vida y adoración. Dicen que no hay amor como el que se siente por los hijos. ‘Pedazo de mi carne’ suelen llamarnos cariñosamente. Ingenuamente, yo también pensaba que las cosas eran así, hasta que descubrí el fraude que mi propia madre cometió en mi contra. Así fueron las cosas.

En poca más de un mes, por segunda ocasión, tendré el honor de ser padrino de Primera Comunión. Para serlo, uno de los requisitos que debo entregar es la constancia de mi propia Primera Comunión, misma que he buscado sin éxito alguno. Lo curioso, es que en el proceso hallé un álbum fotográfico fechado en julio de 1991. Su portada es blanca, tiene a un niño y a unas uvas grabados con vivos dorados, en el que resalta el título ‘Mi Primera Comunión’. Al abrirlo y ver las fotos me llevé una sorpresa: yo era el protagonista.

Unas 30 imágenes componen el archivo fotográfico del hasta ahora, principal acontecimiento católico de mi existencia. En ellas, un pequeño niño gordo (ahora soy adulto gordo), aparece trajeado, con su librito y su velilla blanca, peinado de ‘raya de lado’ y una cara de mustio que no puede con ella. No lo pude evitar, el ‘yo’ de 9 años me cayó medio mal. Aquí, dos de esas fotos. Si nomás no les caigo bien, lo comprenderé.


Repuesto del impacto inicial, seguí hojeando el álbum, que incluía una lista de los regalos que me dieron y una de las invitaciones que se dieron a los invitados. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue el encontrar en una de las hojas, la lista de los que se suponen, son mis ‘principales propósitos para mi vida cristiana’ y que sospechosamente, estaban escritos con una letra muy diferente a las ‘patas de araña’ que hacía en esos días. Después de un breve análisis, concluí que la dueña de aquella tipografía, no era otra que mi mamá.

Según ella, mis propósitos para mi vida cristiana eran los siguientes:
-Ser bueno
-Mantener la fe en Dios
-Comulgar
Confesarme seguido
-Llegar a tiempo a la Misa


Qué recuerde, nunca prometí tales cosas. Por más que al final mi firma estuviera estampada, me conozco y sé que ni borracho hubiera escrito esas cosas. No hay de otra, mi mamá, deseosa de que sus hijos sean mojigatos y ultra religiosos, se aprovechó de mi desatención y quiso engañarme. Seguramente creía que años después, al abrir ese álbum su hijo diría ‘pero que hermosos propósitos, voy a retomarlos y a vivir una vida cristiana feliz’. Pues para su mala fortuna y mi buena perdición, descubrí su chantaje a tiempo. Puede que el autor de éste blog sea medianamente bueno, o al menos no un desgraciado; como puedo y haciéndome bolas creo en Dios… pero… tiene mucho que no comulgo, me he confesado poquisísisisimas veces y no llego a tiempo a la Misa, es más, ni voy.

Son propósitos que sólo me imagino cumpliendo cuando sea uno de esos ancianos que se pasa todo el día en la iglesia. Por lo pronto, lejos de sentirme culpable me siento profundamente engañado. Si algún día ese álbum cae en manos de otras personas, quiero que quede claro: mis únicos propósitos, como cualquier niño de 9 años, era jugar con mis muñequitos de acción y ver las caricaturas. ¿De verdad quienes fabrican esos álbumes creen que un mocoso maldito pondrá sus propósitos religiosos con alegría y felicidad?

No cumplí mis propósitos y no me siento culpable. El malévolo plan de mi mamá no funciono. Ñaca Ñaca.

martes, 20 de abril de 2010

Quiero ser escritor. Parte 1


¿Cómo hacer para dejar de ser un don nadie?


Contrariado y con la sensación de no haber avanzado ni un centímetro en siglos. Hace unos momentos leí una entrada antigua de mi blog, del 2 de septiembre del 2007 para ser exactos.
'Sáquenme de aquí' es el título del texto que hace más de dos años usé para desahogarme de lo insatisfecho que me encontraba con mi nuevo trabajo y es precisamente mi reencuentro con esas palabras, el que hoy me da ánimos para idear y comenzar una especie de reto público ante mis lectores.

Sigo en el mismo y patético trabajo del 2007. Gano más dinero que cuando entré, me llevo bien con la mayoría de mis compañeros y podría decir que no me la paso del todo mal. Sin embargo, la cosquillita de hacer algo más sigue ahí. Me conozco y sé que si no me salgo ya de aquella oficina, podría pasarme el resto de mis días ahí. Debo abandonar mi zona de confort o morir en el intento. Las últimas dos semanas, el hastío me ha llevado a ‘casi renunciar’ dos veces. Aun a sabiendas de cómo está la situación, ¿será el momento de salirme de aquel trabajo?

De ahí viene toda mi idea de perseguir uno de mis tantos sueños. Qué mejor si al intentarlo, puedo dejar en “El Incomprensible Mundo de Gabriel Revelo", el testimonio de mi futuro éxito o fracaso. Mi meta es la siguiente: ser escritor de alguna revista o periódico antes de que termine el 2010. Aun no tengo un plan trazado, pero esa es parte del experimento. Periódicamente iré publicando mis avances y desventuras, paso a paso documentaré lo que un ‘Don Nadie’ como yo, hace para entrar al difícil mundo editorial. Igual y al terminar el año, sin querer elaboré un manual de ‘lo que no se debe hacer al buscar trabajo’.

Alguna vez colaboré en la revista dF por Travesías, de Editorial Mapas, publiqué un par de cosas en revistas independientes y on-line, además de mi blog, un montón de cuentos y escritos que aun no ven la luz y que en conjunto, creo yo, son motivos suficientes para probar suerte. He crecido escuchando que tengo talento, pues llegó el momento de buscar esa oportunidad y enfrentarme de tú a tú con las palabras. Y al final, no sé, quizá nos salga bien.

Éste blog seguirá su curso, con las tradicionales entradas, harto divertidas y pintorescas de siempre, intercaladas con los avances de ‘Cómo hacer para dejar de ser un don nadie’. Nos seguimos leyendo, deséenme suerte.

domingo, 18 de abril de 2010

Álbum de estampitas


Sucede que compré el tradicional álbum Panini de estampitas, conmemorativo del Mundial Sudáfrica 2010. No es la primera vez que compro uno, anteriormente, en mis épocas de niño gordo, coleccioné los álbumes de 'Bombitas', de Gokú, Súper Campeones o hasta de Beisbol (deporte que ni me gusta, pero bueno). Pensé que había dejado eso de andar cambiando estampitas repetidas, hasta que hace unos días tuve la ocurrencia de comprarme el álbum que hoy hace la delicia de niños y grandes.

El primer día, además del álbum, adquirí cuatro sobres de estampitas. El segundo y tercer día he hecho lo mismo, comprar cuatro sobrecitos con cinco estampitas. En total al día tengo 20 imágenes de jugadores que, en su mayoría ni conozco y que además, me están saliendo carísimos: 5 pesos con cincuenta centavos por sobre. Para colmo, ya salieron mis primeras repetidas. Algo me dice que nunca lo juntaré, pero maldita sea, uno es necio y hasta cierto punto idiota. Se empeña en situaciones ociosas y sin objetivo fijo. Quizá por estar a la moda, por tener algo en que distraerme o quizá, por sentirme más joven. Esto último me hace mucho sentido éste 18 de abril, día de mi cumpleaños.

Repito mi edad y me sorprendo. Por primera vez me siento ‘grande’. Alejado de una adolescencia que casi se me fue. Las cosas comienzan a ser diferentes. Me preocupan cosas que antes ni me importaban. El futuro ya no me es indiferente, cada día valoro más la salud y cosas como los ‘albumes de estampitas’ se me hacen obsoletas y sin chiste. Pero con todo y todo quiero aferrarme a juntar estampillas, a encontrar aquel encanto perdido que me devuelva lo que fui y en parte, arregle mi presente. Pego y despego, sabiendo de antemano mi dificultad de completar la añorada colección. Lo complicado de cumplir la edad que tengo es que perdí la fe en llenar el álbum, y peor tantito, las ganas. ¿Cómo voy a poder cambiar el mundo si no puedo con unos tristes pegostes de papel?

Estoy perdiendo las ganas de hacer las cosas porque precisamente, voy dejando de creer que son posibles. Situación preocupante si tomamos en cuenta que quiero cambiar el mundo por ti, para ti. Crecer es conocer la impotencia de ver alejarse los sueños, de descubrirse débil y no un guerrero.

Éste día cumplí 28 años, y apenas llevó 40 estampitas en el álbum de la vida. Me falta mucho y se me agota la vida.

jueves, 15 de abril de 2010

Previo a realizar un sueño (Up and Coming Tour)


Hay imposibles que de repente se vuelven realidad. Sueños que de un día a otro se cristalizan. Así acaba de pasarme, o eso parece, porque la verdad todavía no me la creo. El caso es que si hace un mes alguien me hubiera dicho que hoy tendría un boleto para un concierto de Paul McCartney lo hubiera tirado de loco, y, pues que creen, que sí lo tengo.

Primero por la influencia de mi papá, y después por propia convicción, crecí escuchando a The Beatles. Más allá de su música, ideología, películas o carga cultural que el cuarteto de Liverpool trae consigo, aprendí a ver la Beatlemanía como un estilo de vida, como un mito emblemático que la historia de la humanidad se había encargado de crear. Sin embargo, crecí medio resignado a nunca escuchar alguna de sus endémicas melodías en vivo. Cuando hace poco, Paul McCartney (uno de los dos Beatles que aun viven) anunció que realizaría su última gira mundial y en ella no aparecía México, un pequeño sentimiento de frustración se apoderó de mi.

Entonces ocurrió el milagro. En plena semana santa un periódico publicó que McCartney visitaría México a finales de mayo, como parte de su gira ‘Up and Coming’. De inmediato el tema inundó Twitter y otras redes sociales. Días después Ocesa confirmaría la noticia y anunciaría las fechas de venta de boletos y del concierto mismo. Precisamente ayer comenzó la preventa. En un hecho sin precedente, los boletos se agotaron en menos de una hora, lo que se dice, es un récord en México.

No sé si fue la buena suerte, un milagro, o que el destino se empecina en guiarme hasta lo que de seguro, será una de las noches más memorables de mi existencia, pero alcancé a conseguir boletos. Quizá no sean los más caros o los mejor ubicados, pero demonios, ¡¡¡son para ver a un ex-Beatle!!! Llevó un día escuchando que “Fulanito” no encontró boletos o que “Sutanito” está desesperado porque se habrá otra fecha, y yo, bendito sea el cielo, tendré la oportunidad de escuchar en vivo esas canciones que con su ritmo, han hecho latir el corazón de diversas generaciones en el mundo entero.

Mi papá nunca pudo ver a Paul McCartney en vida. El próximo 27 de mayo a las 21:00 horas en parte cumpliré el sueño de ambos. A ciencia cierta no sé qué sentiré al escuchar ‘Let it be’, ‘Yester
day’ o ‘A day in the life’ en concierto, sólo sé que será inolvidable, fastuoso, épico… y muy Beatle.

domingo, 11 de abril de 2010

De paseo por Orión


Ayer me di cuenta de lo pequeño que son los humanos. Una insignificancia ante la enormidad del universo. Debería bastarles con transitar, durante unos minutos, por las calles de cualquier ciudad en medio de la noche, para sentirse una pequeña partícula que, sin embargo, piensa, tiene libertad de movimiento y capacidad de creación. Si ya el mundo de por si es inmenso, ¿cómo pueden tan siquiera soñar con imaginar al menos una parte del universo y sus latitudes infinitas?

Están perdidos en medio de un gigantesco edén. Basta mirar al cielo y perderse en su
azul marino para ser testigos de uno de tantos milagros que nos rodean. Respirar, amar, el crecimiento de un árbol, la lluvia que moja la tierra. Todo forma parte de una estremecedora realidad por sí misma impactante. Entonces, si todo es tan mágico y cargado de energía ¿por qué deciden terminar con tanto brillo? ¿por qué siendo tan pequeños hacen tanto daño? Pobres hombres, llevan siglos perdidos en una oscuridad imaginada por ellos mismos. Añorando placeres, buscando dioses falsos y pruebas de su existencia. ¿Para qué buscar vida en otros planetas cuando ni siquiera pueden terminar de comprenderse y tolerarse entre ellos?

Dudo que estos seres inteligentes perciban que su mundo esta muriendo lentamente. Quizá mi visión, desde acá arriba es diferente. Tal vez, al no tener un corazón humano no entiendo del todo la maldad ¿o será ignorancia? No pertenezco a la humanidad, y esa probablemente sea la diferencia. Sólo soy una estrella que observa la decadencia de tú mundo.

jueves, 8 de abril de 2010

Coyáme


De nuevo hablaré de refrescos. Si hace unas semanas dediqué una entrada de éste blog a la Coca Cola de cereza, hoy lo haré de otra bebida refrescante, igual o hasta más exótica: el Coyáme. No es fácil conseguirla, de hecho, la información sobre ella en internet es prácticamente inexistente. Para tenerla hay que viajar hasta su zona de origen, el pueblo de Catemaco (famoso por sus brujos), en la región de Los Tuxtlas, en el estado de Veracruz. Por lo tanto no hay de otra, para tenerla hay que hacer el viaje hasta allá.

Varias veces tuve la oportunidad de visitar su fábrica, ubicada en el kilometro 592 de la carretera Costera del Golfo. Hacerlo es toda una aventura. Para empezar, la pequeña refresquera está ubicada en medio de la selva tropical, a un costado de la emblemática Laguna de Catemaco. Es en un paisaje así en dónde se elabora el delicioso Coyáme. A penas llega cualquier visitante, los visitantes se desviven por mostrarle sus humildes pero higiénicas instalaciones en las que literalmente ‘se hace de todo’. En una zona se imprimen las botellas de plástico y vidrio con serigrafía; en otra, el área de lavado y llenado, seguidas de la zona de empaque. Todo funcionando en perfecta sincronía. Sin embargo, lo mejor está al fondo, en un cuarto cuyo interior sólo posee un pequeño cuadro en medio del piso, cerrado con una tapa de plástico. Ahí es el pozo, y desde que uno de los encargados lo destapa un olor mineral invade el aire. Si uno se acerca lo suficiente, la fuerza del agua manantial y los gases que la componen llega de nuestra nariz al cerebro en segundos, evocando el famoso ‘tehuacanazo’, famoso método empleado por la justicia mexicana para obtener información confidencial.

Quizá lo anterior sea lo que le da su sabor tan especial al Coyáme. Nace de un manantial de agua mineral y ahí mismo es procesada y transformada en un refresco de diversos sabores. Disponible en envase de vidrio y en botellas de plástico de 600 ml. y de dos litros, sólo se comercializa en Catemaco y los pueblos aledaños. Ignoro su antigüedad pero desde hace años existe. Hoy en día, visitar esta zona del país y no tomarme un Coyáme bien frio es casi un sacrilegio.

Éste año no he podido viajar a Catemaco, pero el resto de mi familia sí. No dejé de pedirles que me trajeran toda la cantidad de Coyámes posibles, y para mi felicidad, así lo hicieron. Justo ahora soy el feliz propietario de varias botellitas. La verdad es que no quisiera acabármelas, aunque tomarme un Coyáme, es recibir de golpe decenas de recuerdos de aquella tierra que amo con todo mi corazón. Sólo he repartido algunos entre mis amigos, todos opinaron que es delicioso.

Si algún día se cruzan con un Coyáme, no dejen de probarlo, sé lo que les digo.



El autor de éste blog, con su pintoresca familia, en una de sus últimos viajes a la fábrica de Coyáme.

domingo, 4 de abril de 2010

Where The Wild Things Are



te quiero tanto que te comería

Seré sincero, en estos momentos tengo el corazón hecho un guiñapo y no tengo para cuando curarlo. Que yo recuerde, es la segunda vez que al salir del cine termino así, la primera vez fue con Wall-E, ahora es con ‘Donde Viven los Monstruos’, película basada en el cuento infantil del mismo nombre, escrito por Maurice Sendak.



Hace un mes lo leí preguntándome que tan fiel sería una historia a la otra y sobre todo, como de una primicia tan sencilla (unas 20 hojas) podía desarrollarse algo tan complejo como una película. Tras esperar varios meses de espera, por fin llegó a México ‘Donde Viven los Monstruos’, y ya la considero una de las películas más hermosas que he visto en mi vida, capaz de llevarme de la alegría al llanto de una escena a otra. Cuando una historia logra arrancarnos suspiros y lágrimas es que nos tocó el corazón; en éste caso me lo sacudió hasta dejarlo sin razón.


Max es un niño incomprendido por un mundo en el que no encuentra su lugar. Una noche decide ponerse su disfraz de lobo y hacer travesuras, saca de quicio a su mamá y tras recibir un fuerte regaño, sale corriendo hasta el muelle, en donde escapa en un barquito con rumbo indefinido. Así llega a una isla habitada por temibles monstruos, los cuales intentan comerse a Max hasta que éste los detiene diciéndoles que él es un rey con poderes. Confundidos, los Monstruos lo nombran su Rey, comenzando así una aventura aleccionadora en la que una y otra vez se cruzan las fronteras de la inocencia y la madurez. Cada uno de los Monstruos representa un sentimiento humano y en cierta forma, una paradoja sobre las diferentes formas en las que nos relacionamos con los demás. Como dice el Spike Jonze, director de la cinta, esta es una película sobre la infancia y la confusión y la soledad que sentimos a esa edad.

Para muchos ‘Donde Viven los Monstruos’ es un tanto obscura y hasta cruel, sin embargo derrama ternura y amor en cada dialogo, en cada cuadro. La esperanza y la eterna búsqueda de la felicidad, la necesidad de sentirse parte de un grupo, la desintegración familiar, los celos, el amor, la amistad… todo contado desde el punto de vista de un niño y sus monstruos. Me resultó imposible escapar de tal combo sentimental. Debo confesar que varias veces me sorprendí llorando durante la proyección de la película, no es para menos, todos alguna vez hemos luchado contra un mundo en el que no podemos controlar lo que sucede, nadie puede escapar a las peleas y a la ruptura de alguna relación, alguna vez nos hemos sentido solos y buscamos escapar de ella de cualquier manera.



‘Donde Viven los Monstruos’ además está filmada con maestría e inteligencia. Los efectos necesarios son espectaculares pero justos, los monstruos imponen pero a la vez dan ganas de abrazarlos; eso sin mencionar los paisajes y tomas llenos de arte. Una obra fílmica así de completa merece celebrarse, verse una y otra vez, analizar las decenas de interpretaciones que guarda y disfrutarla, pues pocas películas son capaces de tatuarse en nuestras emociones. Lamentablemente sólo se ha estrenado con 20 copias en México, por lo que recomiendo que acudan a verla cuanto antes… no saldrán indiferentes del cine, se los garantizo.


De ser Max volvería una y otra vez a esa isla en donde a pesar del salvajismo todo es amor; ahí, donde jugar y trabajar unidos es sinónimo de alegría; ahí, dónde un abrazo dice más que mil palabras y donde los problemas se solucionan con cariño y aceptación; ahí, donde puedo ser un Rey o un monstruo; ahí, dónde viven los monstruos.

sábado, 3 de abril de 2010

Las horas ociosas

Sábado de Gloria, poco antes de las 3 de la tarde. El autor de éste blog escucha un programa de radio sobre viajes e intenta escribir un post en su blog acerca de nada. Sucede que al contrario de TODA mi familia, por cuestiones laborales no salí de vacaciones y llevo toda la semana abandonado en casa. Seré honesto, miro a mi alrededor y cada rincón de mi hogar está sucio y empolvado, del auto ya ni hablamos. Se supone que hoy (lo fui posponiendo del lunes al martes, del martes al miércoles, y así sucesivamente) sería mi día dedicado a darle una barrida, sacudida y hasta trapeada a mi casa, pero las horas se me fueron pasando en nada y hasta éste momento, sólo he podido lavar los trastes.

Lo curioso es que estoy despierto desde las nueve de la mañana y según yo, me daría tiempo para todo. Error. La mañana se marchó entre leer un libro, ver una película de Pedrito Fernández, pasear al perro, bañarme y pensar en nada. Ahora que el día está medio nublado, creo que ya no haré nada pues, seamos honestos, aunque me quedé en la ciudad estoy en la ‘vacación’ y sería un pecado cansarme en labores hogareñas.

Y así pasa mi ‘sábado santo’, entre horas ociosas y una pequeña molestia moral por no tener mi hábitat como un ‘chiquero’. Da igual, creo que ya no haré nada. Pediré disculpas cuando el resto de los habitantes de mi casa regresen y encuentren todo en estado deplorable y me excusaré con el siguiente argumento: Si me hubiera ido con ustedes, al regresar todo estaría exactamente igual, y de seguro, no hubieran hecho tanto drama.

En lo que escribí está entrada pude haber barrido… pero en ‘Sábado de Gloria’ es mucho pedir.