martes, 29 de octubre de 2013

Cuando te falte la inspiración


Cuando te falte la inspiración
no la busques en tu cuerpo
o en el centro de tu corazón,
sería inútil y francamente
perderías tu tiempo.

Si te falla la genialidad
sumérgete en los mares de tu niñez,
encontraras más de catorce motivos para crear.

Sueña con esos ojos de mujer,
que de tan imponentemente bellos
un día frenaron tu mundo.

Y si tienes más confianza,
viaja a la luna y habla con tu musa:
de tus pasiones, de tus miedos,
y júrale una vida eterna.

Así el universo te tocará,
descubrirás los secretos de la vida
en la calma del río y en el caos de esta ciudad.

Los campos se llenan de vida,
y una mariposa nos marca el rumbo
de un mundo que no comprendes,
pero que te apasiona.

Así nacen un pensamiento tan puro y sereno
que confundes con un sueño.
No lo quieres creer y lloras con tanto amor,
que el mundo se vuelve inmenso,
y mucho más perfecto.

Cuando me falte inspiración
me dedicaré a vivir con pasión,
usaré la risa para ahogar la tristeza.

Las voces de ángeles y reinas amorosas guiarán mis pasos
e iluminarán el sendero de mis pensamientos.

Y si Dios quiere,
mis palabras y mi vida se volverán poesía.


Gabriel Revelo / Noviembre 2004

martes, 22 de octubre de 2013

Yo leía la revista Eres


Una vez más voy a usar este blog para romper el silencio y contar algo muy poco conocido de mi vida. Es algo difícil de contar pero debo hacerlo pues es un peso que cargo desde hace años. Y es que yo, por qué no aceptarlo, leía la revista Eres cuando era niño gordo.

¡¡¡Pero qué osooooooo weeeeey!!!, seguramente dirán ustedes, y sí, la verdad es que sí. Nunca fui consciente de la gravedad del asunto hasta hace unos años, cuando noté que haber comprado esa revista por años no fue para nada normal.

Para los muy jóvenes o que no sean de México, les explico que la revista Eres era una publicación quincenal enfocada al público juvenil y que tenía consejos de moda, el amor, tips para la vida, y notas y entrevistas del mundo de la música. Cada portada venía engalanada por uno o dos artistas “de moda” que hasta salían en anuncios de televisión promocionando la mentada edición.



La revista Eres tuvo su mayor auge en los años 90’s, en donde además de venderse muy bien hasta se crearon los mentados Premios Eres, que premiaban a lo mejor de la música en español.

Ahora, todo esto que acabo de mencionar está muy bien para una chica adolescente, el problema es que cuando empecé a comprar la revista Eres yo era un niño gordo que estudiaba en una secundaria para varones y tenía nulo contacto con niñas de mi edad, obviamente de novia ni hablamos. Aparte de ser un gordo enamorado del amor me sentía muy grande y quería estar a la moda, por lo que según yo, una de las formas de lograrlo era leyendo esa revista de forma religiosa, tanto que el mismo día que salía a la venta yo acudía al puesto de revistas por ella y la leía con mucha ilusión.

No sólo me chutaba la sección de noticias de los artistas, sino que además, contestaba los tests como “¿realmente le gustas al chico de tus sueños?” o “¿estás a punto de romper con tu pareja?” o “¿estás listo para tu primera vez?”. Aunque en teoría la revista Eres era unisex, era más que obvio que su contenido estaba dirigido a un público femenino. Yo ni cuenta me daba de eso y si lo hacía prefería no darle mucha importancia, por eso adapté los dichosos tests, cambiando el género de las preguntas y contestándolas como si fueran adaptadas para mí, así en vez de saber “si me amaba el chico de mis sueños” cambiaba el sentido del cuestionario buscando saber “si me amaba la chica de mi sueños”Lo más loser es que hasta me deprimía si no me salía el resultado que quería.  

Tampoco me perdía los reportajes con tips sobre cómo llamar la atención de alguien que nos gusta, o los consejos para besar bien o para ser un buen novio. Ahora veo todo esto como una autentica ridiculez, pues insisto, aunque deseaba fervientemente enamorarme, ser correspondido y tener a otra persona con quien ir a todos lados y compartir mis días, mi vida era de lo más aburrida (sí, más que ahora) y solitaria.

Recuerdo que cargaba mis revistas Eres en la mochila y las leía en cualquier tiempo libre que tuviera entre clases, eso sí, sin que ninguno de mis compañeros se enterara, no fuera a terminar siendo el hazme reír de mis compañeros.

Mi situación llegó a ser tan preocupante que hasta me compré mi gorra oficial de la revista, el disco oficial de la entrega de los Premios Eres y hasta las ediciones especiales de sexualidad. Ahora que lo analizo, compraba todas esas cosas no porque les aprendiera mucho, es más, si he de ser honesto lo que leía en esas páginas me parecía completamente ajeno, sin embargo, tener esa publicación me daba ciento sentido de pertenencia (aunque fuera de lejitos) a un mundo que anhelaba.

Mi idilio con esa revista me duró unos 3 años, dejé de adquirirla cuando la prepa de mi escuela se volvió mixta, comencé a tener contacto con chicas de mi edad y me enamoré de algunas. Entonces dejé de comprarla paulatinamente, descubrí que en aquellos tests no había respuestas para nada relacionado con el amor y seguir esos consejos no me pondrían de moda ni me harían un seductor.

Tiempo después la revista Eres dejó de existir y mi vida romántica comenzó a existir, aunque la mayor parte del tiempo de manera desastrosa.

Hasta hace un par de años aún guardaba decenas de revistas Eres en una caja, las cuales terminaron en la basura, llevándose con ellas esos tiempos obscuros en los que mi contacto con el amor y la vida sólo era posible en las hojas de una revista juvenil.     

Esto sólo se los conté porque son mis amigos y no quiero que lo anden divulgando por ahí, están advertidos. 

martes, 15 de octubre de 2013

Mi primer festival de música (Corona Capital 2013)


No sé si lo hacía por hacerme el interesante e intelectual, o simplemente porque estaba chavo y era ignorante de la vida, pero durante muchos años me dediqué a hablar pestes de los festivales musicales. Y no, no hablo de esas porquerías de conciertos organizados por estaciones de radio con música para niñas quinceañeras, y a los que con dolor admito que alguna vez sí asistí.

Sí, he ido a muchos conciertos en mi vida, pero jamás a un festival musical en el que diversas bandas e intérpretes se presenten en varios escenarios durante varias horas y uno tenga la libertad de ver a quién quiera. A pesar de que tenía mucho que varios amigos y compañeros esperaban con ansias estos eventos y se emocionaban cuando se anuncian los carteles con los participantes, nunca conseguí prenderme de ese entusiasmo que veía como ridículo e incomprensible.

Porque claro, uno llega a una época en la que se cree intelectual de izquierda y piensa que únicamente lo que se lee, escucha y mira es lo que vale la pena. Así crecí creyéndome la última Coca Cola del desierto, escuchando música romántica en español y a uno que otro representante anglo, de hecho, quien me conoce bien sabe que soy muy fan de The Beatles pero también de Alejandro Sanz… oh sí, así de raros son mis gustos.

A raíz de que hace un par de años entré a trabajar a un famoso sitio de internet, he tenido que estar más en contacto con la música de todo el mundo, y mi escaso gusto musical que entonces se limitaba al pop comercial en inglés y español (qué oso estar escribiendo esto) poco a poco ha ido cambiando. Por eso, con un poquito más de cultura musical, decidí que era el momento de aventurarme e ir a mi primer festival de música. Y señores, el pasado fin de semana fui al Festival Corona Capital 2013, por lo que a continuación les narro mi experiencia…

Como en años pasados llegué a enterarme que los boletos se agotaban con bastante antelación, mi novia y yo los compramos desde meses antes del festival, eso sí, sólo adquirimos para el día sábado, pues ese día iban los grupos que queríamos ver, además porque no estaban tan baratos o bien, qué tal si la experiencia estaba gacha; además el sábado podía desvelarme sin broncas, mientras que el domingo esto hubiera sido más complicado por aquello del trabajo.

Finalmente llegó el día, me puse ropa más o menos cómoda, agarré una chamarra y me fui a ver qué show con el Corona Capital. Al llegar al Autódromo Hermanos Rodríguez lo primero que me sorprendió fue ver a tanta gente entrando al evento. A pesar de que las presentaciones de diversos grupos habían empezado dos horas antes, la gente seguía llegando en grandes cantidades. Yo ingresé a las 4 de la tarde y eran ríos de gente quienes también lo hacían.

Lo primero de lo que me di cuenta, fue que me encontraba rodeado de pura chaviza, la gran mayoría más joven que yo, que iban muy bien producidos al evento: ropa de moda, las muchachas con shortcitos de mezclilla y flores en la cabeza, y los hombres con sus playeras y camisas tipo mirrey. Y yo, pus en mis fachas.

En fin, también me sorprendió ver tanto colorido alrededor. Gracias a que la tarde estaba radiante, el vestuario de la gente, los globos, los escenarios y muchos otros elementos dispuestos a lo largo del lugar le otorgaban al festival un toque de alegría muy especial.


Pa´ los que les dio miedo ir o nomás frecuentan los bailes de música naca tipo La Arrolladora Banda Limón, les platico: el Corona Capital este año contó con cuatro escenarios, en los que al mismo tiempo se van presentando distintos exponentes de lo mejor de la música actual a nivel mundial.

Tras unos minutos en aquel universo extraño lo que más le cuesta a quien es primerizo como yo es hallarse. De pronto ves gente bailando por todos lados, tomando cerveza, yendo y viniendo de un lugar a otro y hablando de bandas de rock que ni sabías que existían. Entonces escuchas música en uno de los escenarios, y te acercas, y tímidamente comienzas a mover la patita o la cabecita, y de pronto, sin darte cuenta, ya estás bailando y cantando aunque no tengas ni idea de quién está en el escenario.

Eso fue lo que pasó con la primera presentación que vi, de un tal Chris Lake, que era un DJ que la verdad puso buen ambiente e hizo que todos se sintieran gringos en una playa californiana. Al terminar, vimos completa la presentación de un grupo llamado The Dandy Warhols, en el cual canta un güero con cabello largo, otro integrante del grupo era barbón y también había una chava mafufa que se ve estaba en un viajesooote.

Después llegó el turno de Travis, un legendario grupo al que con vergüenza admito que nunca le presté atención, pero que me conquistaron con su presentación. No sabía la cantidad de canciones de ellos que ya había escuchado y que identifiqué al instante. La verdad me emocioné y conmoví como no jamás pensé. Gracias a que mi novia enloqueció y quería estar lo más adelante posible, nos pusimos abusados y quedamos muy cerca del escenario, donde no importaba estar apretujado, oliendo toda la mariguana que fumaban unos chavos oaxaqueños que estaban a unos metros de nosotros o con un calor humano sofocante, lo importante era ser parte de esa energía que es tan diferente a la que se percibe en un concierto normal.



Al terminar Travis ya estaba enamorado del Festival Corona. Lo que a mi llegada veía con extrañeza o haciéndole caras raras, ahora me parecía increíble, todo esto sin haber tomado más que un refresco (aquí vale la pena mencionar que comprar un refresco, o cualquier otra cosa, era todo un show, pues los vendedores nunca jamás traían cambio).

Más fuimos a ver la presentación de Dinosaur Jr. un grupo rockero muy vacilador que tuvo sus momentos buenos y hasta emocionantes. Hora y media después, en ese mismo escenario salió Phoenix, grupo francés al cual vimos muy pero muy cerca del escenario, y cuya actuación fue una autentica locura. A sus maravillosas canciones se le tenía que sumar la calidad de las imágenes audiovisuales de su espectáculo y la entrega de los miles de asistentes que presenciaron su interpretación. En medio de esa locura me bastaba girar la cabeza para ver a un mar de gente moviéndose al unísono, cantando y moviéndose como si aquel fuera el último y más precioso momento de sus vidas.


Fue ahí cuando nos enteramos que a varios asistentes les estaban robando sus celulares, así que tomé mis precauciones para evitar que algún amante de lo ajeno me echara a perder la noche, eso sí, cada dos minutos checaba que el iPhone siguiera en su lugar. Después me fui al Bizco Club, el único escenario techado de todo el Corona Capital en donde vi parte de la presentación de M.I.A. No obstante el cansancio quisimos quedarnos un rato más para ver a Blondie en ese mismo sitio; la vocalista salió vestida como bruja y a pesar de que ya está en edad de quedarse en casa a ver la comedia de las seis de la tarde, escuché varios de sus éxitos y así cerré con broche de oro la noche.

Salimos a la 1 de la mañana, destrozados pero felices y con ganas de volver al otro año.

¿Mi primera experiencia en un Festival de Música? No sé en los demás festivales, pero al menos éste me pareció excelso. A pesar de que no falta el desadaptado que avienta vasos con cerveza, llega empujando a los demás o se pone a robar celulares, el 98% de la gente es amable y va a divertirse sanamente. En conclusión, me la pasé muy bien, conocí otras propuestas musicales y me traigo en el corazón varios momentos memorables.

Corona Capital, nos vemos el próximo año.  

martes, 8 de octubre de 2013

El día que debí morir


Lunes 15 de enero de 2007
Panteón Francés de la Piedad
09:48 hrs.

Estoy afuera de un panteón, en plena avenida Cuauhtémoc, entre Viaducto y Centro Médico. El vigilante de la puerta principal no me deja entrar. De forma prepotente alega que estoy en un panteón privado, y que al no tener a ningún familiar o conocido enterrado en aquel cementerio tengo mi acceso negado. Como yo también sé ponerme en plan pesado e intransigente insistí en hablar con la encargada de la administración del camposanto; un minuto después salgo de aquella oficina con el permiso de ver todo lo que quiera, burlonamente veo de reojo al vigilante y me interno en aquel entorno de ensueño.

Aun no sé qué hago entre tumbas, pues originalmente venía de otro lugar. De pronto me dieron ganas de entrar y así lo hice. El Panteón Francés de La Piedad es un homenaje a la nostalgia y el recuerdo, cada una de sus criptas, mausoleos, lapidas y estatuas de piedra nos transportan irremediablemente al México de principios del siglo pasado; el suelo está formado de tierra seca y las capillas familiares guardan un sinfín de historias: Algunas rotas, otras devoradas por hierbas. Camino entre calles de muertos como en un laberinto en el que tanta singularidad me marea. Estatuas de ángeles tristes, alegres, santos, vírgenes, cruces… y todo vacío, salvo los árboles, los caracoles panteoneros y algunas flores que de tan marchitas están a punto de morir, diría que soy el único vivo en muchos metros a la redonda. Un lugar como éste impone por su silencio que habla y por las miles de miradas de aquellos que ya no están pero están.

Muertos con apellidos de abolengo. Muertos desconocidos. Muertos que llevan más tiempo muertos que vivos. Y siento miedo por ser diferente aquí, y salgo del panteón intoxicado de muerte. 

Lunes 15 de enero de 2007
‘Megasuspenciones Lu-Gra’
11:53 hrs.

Desde hace semanas mi auto gris hace un ruido extraño cuando lo conduzco, además hoy tiró anticongelante. Por eso estoy en el taller mecánico de la señora Graciela, mi mecánica de confianza. Sucede que se rompió la bomba del agua. Se la cambiaron inmediatamente. Al preguntar sobre el origen del ruido, descubrieron que tenía mal los baleros de las llantas traseras y que urgía cambiarlos.

La señora Graciela y sus mecánicos no se explican cómo no se salieron las llantas en movimiento, pues los valeros estaban ya tan gastados que les parece imposible que haya aguantado tres meses en ese lamentable estado. De no haber ido hoy al taller, era cuestión de unos metros a bordo del vehículo para que las llantas salieran disparadas, el auto perdiera control y seguramente ocurriera un accidente fatal. Lo dejo en reparación. Tardarán unas tres horas en arreglarlo y cambiarle lo necesario. Regreso caminando a casa.

Lunes 15 de enero de 2007
Librería Rosario Castellanos
19:37 hrs.

Un antiguo panteón. Un taller mecánico. Poco o casi nada tienen en común. En eso pienso ahora, mientras me tomo un café en una librería en la colonia Condesa. Sí, vine en metro, el auto me lo entregan hasta mañana.

Además de mi… ¿cuánta gente se salvó hoy de morir?

Supongamos: esta tarde tenía planeado ir a cualquier librería a ver las últimas novedades editoriales; originalmente mi intención era dirigirme a la Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo; si la bomba de agua de mi auto no se hubiera averiado, no habría ido esta mañana al taller, y mucho menos me hubiera enterado de lo dañado de los valeros de las llantas; después de comer me habría subido al auto y de seguro habría tomado avenida Churubusco; sin duda iría a más de 95km/h; a esa velocidad y con esos valeros mi vehículo indudablemente hubiera perdido una o las dos llantas traseras; una de esas llantas abría salido volando a cualquiera de los otros carriles de la avenida; probablemente habría impactado en otro vehículo con fatales consecuencias, o bien, alguno hubiera frenado para evitar el impacto con el neumático, pero sin lograr evitar formar una carambola con los vehículos que vinieran detrás de éste.

Ahora ¿qué me habría pasado a mí en el interior del auto desbocado y fuera de control?; ¿me habría estampado con otro conductor, hubiera impactado con algún muro o poste de las laterales?; ¿y si en el momento del siniestro hubiera transitado por uno de los puentes de esta avenida? ¿caería al vacío? ¿y los vehículos y gente de abajo?. Son un sin fin de posibilidades, todas igual de macabras, acompañadas en el peor de los casos por el común denominador de la muerte.

Si una bomba de agua no hubiera cambiado mi destino hoy, probablemente no estaría escuchando música clásica, ni dándole un trago más al café. En cambio, pensar en un hospital, una sala de velación o en mi carro destruido al lado de una avenida me da escalofrió. A mi alrededor hay libros, algunas personas leen, otras platican en voz baja o recorren las estanterías, todos vivos, no como en el Panteón Francés.

Desconozco los caminos y formas de actuar del destino. A estas horas de la noche me sigue causando conflictos pensar que desde hace semanas traía a la muerte siguiéndome los pasos. Quizá ahora mismo estoy ocupando un espacio que ya no debería. ¿Fue coincidencia haber ido esta mañana a un cementerio y qué justo hoy se haya descompuesto el auto de una insignificancia? Aquellos a los que mi ‘accidente’ iba a involucrar, quizá mortalmente, ¿sabrán que se salvaron y que siguen vivos por una coincidencia?

Nunca sabrán que, al igual que yo, hoy debían morir.

Escrito hace 7 años, sigo sin morirme. 

jueves, 3 de octubre de 2013

Cats


No estoy seguro de la fecha exacta, pero sí sé que fue hace más de veinte años cuando fui por primera en mi vida vez a ver una obra de teatro.

Mis recuerdos de ese día no son muy claros, aunque tengo algunos instantes bien guardados en mi memoria. Por ejemplo, que era domingo o la impresión que me llevé al entrar a esa sala del teatro y descubrir que las paredes estaban completamente tapizadas de basura. Más tarde, cuando se apagaron las luces, una curiosa música comenzó a sonar, y de pronto, de entre los pasillos y las butacas comenzaron a verse varios pares de ojos que avanzaban ágilmente hacia el escenario; cuando una tenue luz iluminó aquellos cuerpos vi que tenían una elegante forma felina.

Esa tarde vi Cats en el Teatro Silvia Pinal, eran los años 90's. 

* * * * *

No recordaba mucho de la trama de esa obra, pero sí que trataba de una especie de convención de gatos donde el más viejo elegiría uno de ellos para elevarse a una especie de cielo gatuno, o algo así. Tampoco se me escapa que en su momento el vestuario y los movimientos felinos de los actores me resultaron impresionantes. Cats entonces me pareció sublime, y quizá por eso me mostraba algo escéptico de verla nuevamente ahora que esta puesta en escena es montada por segunda vez en México.

Como dato anecdótico, ese día, por indicación de mi papá le di un golpe a otro niño de mi edad que estaba sentado junto a mí. Es que durante el primer acto me había dado un par de besos en el cachete, por lo que mi progenitor me sugirió "si te vuelve a dar un beso, suéltale un golpe". Así lo hice, y estuvo bien, pues eso de que otro niño me estuviera besando el cachete me estaba incomodando mucho. Lo malo fue que durante todo el intermedio no dejó de llorar, pero ni modo, mi orgullo quedó a salvo.

En fin, el pasado fin de semana nuevamente vi Cats, que desde hace unos meses volvió a ser montada en el Teatro San Rafael de la Ciudad de México. Sobre este nuevo montaje había escuchado algunos comentarios desfavorables y muchos otros que la recomendaban y calificaban de una gran puesta en escena, con estos antecedentes me senté en mi butaca esperando ser sorprendido, y así fue.

Las paredes del teatro no estaban tapizadas de basura, y los ojos misteriosos que aparecían al inicio de la obra únicamente brillaban en una de las paredes. Esto me decepcionó un poco, aunque en cuestión de minutos la atmósfera de Cats terminó de envolverme y ya no pude escapar de ella. Ahora que estoy más grande sí entendí la trama, que por cierto me pareció divertida y conmovedora. Conecté todos los recuerdos que tenía de la primera vez que vi Cats y por fin logré sumergirme en ese universo.

La historia de Cats está basada en la poesía de T. S. Eliot, misma que fue retomada 42 años después por Andrew Lloyd Weber, quien la adaptó como musical en 1981. La trama gira en torno a la reunión anual de los gatos Jélicos, en la que el miembro más viejo elige al gato más especial que ascenderá al Edén Sideral de los gatos y volverá a renacer. Entonces viene la presentación de varios de estos gatos, conociendo así distintas personalidades que en conjunto le dan a ese basurero un ambiente entre misterioso y festivo.


Gatusalém, Mirringo, Grizabella, Micifustófeles (soy fan del personaje), Gus y otros gatos inolvidables van haciendo su presentación y ganándose el corazón de los espectadores, quienes finalmente son conquistados con la perfecta estética del baile y voz de los actores. Mención aparte merece la actriz que interpreta a Silabub, de nombre Tzaitel Santini, y a quién conozco desde hace años pues es la hermana de uno de mis mejores amigos.

Y es que más allá de una historia sencilla pero emotiva, la fuerza de Cats se encuentra en el impacto visual que genera el ver esos movimientos felinos perfectamente coordinados entre todos los elementos escenográficos y actorales que se encuentran sobre el escenario.

Las canciones son contagiosas, aunque el punto medular de la obra llegue con la interpretación de Memory, una melodía que sin importar del paso del tiempo sigue siendo intempestiva y cargada de nostalgia.

Mi segunda visita a la reunión de los Jélicos no pudo haber sido mejor, Cats cumple su encargo de aproximarnos a la mística y forma de ser tan peculiar de los mínimos. Vayan, está buena, palabra de gato.