jueves, 18 de diciembre de 2014

Para el mexicano, todo momento es ideal… para comer


Voy a ver una película… y me topo con gente comiendo combos gigantescos dentro de la sala del cine. 

En un estadio de futbol… venden hamburguesas, papas, refrescos, botanas, tacos y demás tipos de comida. 

Los Godínez en sus oficinas se la pasan comiendo…

Lo mismo pasa en velorios, en los salones de clases, en el transporte público, mientras esperamos en una central de camiones o aeropuerto, cuando navegamos en Internet, etc. 

Así en múltiples actividades de la vida, el mexicano necesita estar comiendo. Hagan la prueba y pónganse a observar. Verán que tenemos muy arraigada una especie de obsesión compulsiva que nos orilla a estar comiendo mientras sobrellevamos nuestra rutina. 

Y no es que quiera darme golpes de pureza. De hecho la mayor parte de mi vida fui gordo y conozco esa necesidad de estar comiendo nomás para hacer más llevadero un momento. Aún hoy siento envidia por mis compañeros de la oficina que se la pasan comiendo todo el tiempo o por las personas que se despachan unas palomitas grandes, unos nachos, un hot dog y un refresco jumbo en el cine. Haciendo además, un escándalo desagradable, como de hamsters o ratas gordas de esas que husmean la basura. 

De hecho, si no lo hago es por cuestiones de salud y para no ponerme bien marrano de nuevo. Sin embargo, una parte de mi está convencida de que el tiempo se me iría más pronto y sería más placentero si en ese lapso me la pasara comiendo. 

Controlarse no es fácil pero sí posible. En mi caso, diario debo batallar con las tortas de tamal, las papitas, los chilaquiles, los panes, atoles y demás delicias que desfilan a todas horas en la oficina donde trabajo. Dicen que es recomendable que cuando estamos laborando de vez en cuando es bueno levantarnos de nuestro lugar para ejercitarnos un poco, el problema es que cuando lo hacemos es para ir por comida. Y así no se pueda. 

Lo mismo en el cine, donde no son pocas las veces en las que me encuentro salivando por el olor a palomitas con mantequilla. Pero ni modo, me aguanto como los machos pues a la larga es lo mejor si no me quiero parecer al Botija. 


¿Y entonces estamos condenados a comer todo el tiempo?

Según yo las raíces del problema varían de una persona a otra, pero encuentran su verdadera causa en alguna frustración o insatisfacción que queremos llenar con comida. Si lo analizamos, el 80% de las actividades que acompañamos con algún refrigerio podríamos realizarlas sin necesidad de tener comida al lado. 

No soy psicólogo ni pretendo serlo (de hecho pienso que todos los que estudian esa carrera están más chiflados que las personas promedio) por lo tanto no sacaré ninguna conclusión ni aportaré ninguna solución para esa necesidad que el mexicano tiene de estar comiendo. 

Simplemente me da curiosidad que este fenómeno sea constante y que la mayoría caen en él de forma inconsciente. 

Y sí, mientras escribo esto también estoy comiendo, por eso estamos como estamos.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Hasta siempre, querido Chespirito


Durante las últimas horas he recibo varios pésames en persona, por medio de mensajes y en redes sociales. No se murió ningún familiar o amigo cercano, pero sí alguien que me ha acompañado a lo largo de mi vida y al cual le debo varias horas de risas y alegrías en mi vida. 

Son las primeras horas del sábado 29 de noviembre de 2014 y el ambiente que respiro me parece raro, pesado. Horas atrás falleció Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, escritor, actor, comediante, guionista, productor y sobre todo buen hombre, que gracias al humorismo de sus programas y películas conquistó a todo al público en Latinoamérica y otras partes del mundo con personajes como El Doctor Chapatin, El Chapulín Colorado, El Chavo del 8, entre muchos otros. 

* * * * *

Aunque parezca contradictorio, por muchos años mi día favorito de la semana era el lunes. Y es que desde muy niño, los lunes por la noche me sentaba religiosamente a ver la televisión, con la certeza de que aquel grupo de personajes que veía en la pantalla siempre conseguirían hacerme estallar en carcajadas. Aunque también había veces que me conmovían y me hacían reflexionar sobre los problemas de la vida cotidiana. 

Detrás de ese festín de creatividad, ingenio y comicidad, está la pasión y el amor de un hombre noble que dedicó su vida a la tarea más bella: Dibujar una sonrisa en el rostro de millones de personas. 

* * * * *

"Hay en el mundo un sonido
que por sí solo podría
confirmar la melodía
más grata para el oído.
Es de todos conocido
y, desde luego evidente,
que no tiene equivalente
en la faz del mundo entero.
Por supuesto me refiero
a la risa de la gente".


- La Risa
, Roberto Gómez Bolaños. 


* * * * *

El viernes 6 de octubre del 2006 fue uno de esos días que nunca olvidaré, pues conocí a uno de mis más grandes ídolos: Roberto Gómez Bolaños ‘Chespirito’.

El encuentro sucedió en Plaza Loreto a las seis de la tarde durante la firma de autógrafos de Sin Querer Queriendo, su libro de memorias.

Imaginé que sería especial encontrarme con él, después de admirarlo toda mi vida, aunque no esperaba que el golpe emocional fuera tan fuerte. Desde que Chespirito entró en el improvisado recinto una vibra de ansiedad y emoción invadió el ambiente. Sí, ahí estaba el hombre de cuya imaginación nacieron los personajes más memorables de la comedia latinoamericana; ahí estaba el hombre que con su sola presencia llenaba estadios enteros donde quiera que iba; ahí estaba El Chavo, El Chapulín Colorado, El Chompiras y aun más. 

Sólo he sentido ese tipo de presencia inexplicable -mezcla de paz, seguridad, admiración, energía y cariño- al estar frente a dos personas: Juan Pablo II y Chespirito. No sé cuantas personas estuvieron reunidas ese día, pero de seguro todas sentían la misma descarga eléctrica. Chespirito apareció, y las personas del lugar no supimos qué hacer o cómo agradecerle tanta sencillez. Sólo se nos ocurrió brindarle un afectuoso aplauso de pie.

Niños disfrazados y emocionados, así como jóvenes, adultos y medios de comunicación escuchamos las breves pero significativas palabras con las que presentó su libro. Todos esperando paciente y ordenadamente el momento de estar frente a la leyenda. 

En cuanto llegué frente a él me invadió el pánico. No sé exactamente qué le dije, aunque estoy seguro de haberme desecho en elogios frente a él y su esposa Florinda Meza. Firmó mi libro, estreché su mano, intercambiamos unas palabras, y ocho años después sigo sin creérmela. Más sorprendente fue que él (él, cuando debería haber sido al revés) se ruborizada. El héroe de mi infancia, aquel que cada semana me hacía morir de la risa y a veces de tristeza cuando a sus personajes se les complicaba algo, se materializó en el mismo tiempo y espacio que yo. 

Esa tarde comprobé lo que ya sabía: Sólo habrá uno como él. Qué bueno que fui a verlo, qué bueno que exista gente así. Aquel día me tomé una foto con él, la cual quizá no era necesaria pues el recuerdo de ese instante no ha dejado de brillar nunca en mi mente.


* * * * * 
Para muchos hoy solamente se murió un actor más de televisión. Para mí, ese hombre fue, es y será uno de mis más grandes modelos a seguir. Para mis amigos y compañeros sus héroes de infancia eran súper héroes, cantantes o deportistas. Para mí era un comediante tan humano como cualquier otra persona, cuya cualidad era demostrarme que la mejor forma de ver y enfrentar la vida es con el buen humor. Aún con el paso de los años su trabajo es capaz de levantarme ante cualquier tristeza o preocupación. 

No estoy triste ni de luto, como muchos pueden pensar. El trabajo de Chespirito vivirá por siempre y eso lo vuelve inmune al olvido. Venimos al mundo a ser felices y Chespirito me ayudó a serlo infinidad de veces. 

Hasta siempre al escritor, al actor, al deportista, al productor, al cantante. 

Hasta siempre Chavito.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Eleanor & Park


Estoy en desacuerdo con aquellas personas que hacen menos a determinados géneros literarios, como si los libros que leemos fueran los que definieran qué tan cultos somos. 

Hace unos momentos terminé de leer uno de esos libros que, por ser dirigido a un público adolescente, no es tomado muy en serio a pesar de ser una obra literaria bien hecha y que cautiva a todo aquel que la lee. Hablo de Eleanor & Park, de la escritora Rainbow Rowell.

¿Por qué leer una novela orientada completamente al público adolescente? No lo sé, pero no siento la menor pena al confesarlo. Contrario a otros “adultos” que consideran esto como un gusto culposo, yo acepto abiertamente que de vez en cuando leo literatura infantil y juvenil. 

Siento una rara fascinación, llámenla nostalgia si quieren, por aquellas sensaciones que se viven durante la adolescencia, y que son tan intensas que nunca se vuelven a repetir. ¿Acaso alguien es capaz de olvidar lo eléctrico que fue tomar por primera vez la mano de la persona que ama, o lo ensordecedor que fue el contacto inicial de nuestros labios con los de quien nos atrae? 

Después de ese primer gran amor podrán venir mucho más, incluso mejores, pero esas sensaciones jamás serán tan vibrantes como las de nuestros años juveniles. 

Justamente esa es la trama de Eleanor & Park, novela tan bien estructurada que transporta al lector adulto a esos años en los que todo era nuevo y tenía impregnado el aroma a riesgo. 

La historia se sitúa en la década de los ochenta en Omaha, Nebraska, donde en un colegio, llega una chica nueva poco después de haber comenzado el curso. Su nombre es Eleanor y su apariencia dista mucho de ser normal: Tiene el cabello pelirrojo, viste de forma extravagante, está un poco pasada de peso y es solitaria. 

Desde el primer día Eleanor tiene problemas para adaptarse a su nuevo entorno, hasta que de forma fortuita y extraña comienza a relacionarse con Park, un chico con raíces coreanas-irlandesas, amante de los cómics y que todo el tiempo escucha música. Ni él ni Eleanor son populares, por el contrario, forman parte de esos bichos raros que no encajan en los círculos sociales preestablecidos entre los estudiantes. Incluso, con mayor o menor intensidad sufren actos de bullying (y quienes hemos pasado por ello, sabemos lo difícil que puede ser). 

¿Cómo es posible que entre estos dos personajes y su complejo entorno pudiera nacer un amor entrañable, que lucha contra todo y ante todos por poder existir? 

Unos párrafos atrás mencioné que esta novela me pegó pues me hizo recordar lo que son los nervios de las primeras veces. Pero no sólo eso, también me hizo ir del cielo al infierno varias veces, y es que esta historia está construida de tal manera que hay pasajes llenos de luminosidad –los que corresponden a Park- en los que atestiguamos el mundo equilibrado y armónico que le provee su familia: Su papá es un ex héroe de guerra que se parece a Magnum (el héroe de acción interpretado por Tom Selleck), su mamá es comprensiva y amorosa, y su hermano menor no le da demasiados problemas. 

En general la vida de Park es tranquila, y si acaso, su mayor preocupación es aprender a manejar un auto estándar y pasar desapercibido. 

En cambio, los pasajes correspondientes a Eleanor son estresantes y densos. Ella acaba de mudarse con sus cuatro hermanos menores, su mamá y Richie, su padrastro, a una pequeña casa del barrio llena de carencias. Poco a poco vamos descubriendo que la vida de Eleanor se encuentra cubierta de muchos claroscuros, mismos que también sufrimos quienes nos asomamos a su vida y hacemos nuestros sus problemas. Pocas veces un libro me ha puesto los nervios de punta como éste, esperando y temiendo que pase lo peor con Eleanor. 

Así transcurre la novela entre estos dos universos tan extremos entre sí, pero que por medio del amor forman una unidad pura e inmaculada, uno de esos romances que por valientes, se tatúan en nuestros corazones.

Una vez que comienzas su lectura, gracias a la trama y a su sencillez narrativa será difícil que no lo devores en unos cuantos días. Eleanor & Park dista mucho de ser un libro juvenil más, en sus páginas está retratado lo mejor y lo peor de la sociedad actual, todo potencializando por la fuerza tempestiva de la adolescencia.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Mi primera borrachera


La idea de relatarles esta pequeña historia surgió a partir de la foto principal de este post. Fue tomada en el verano del año 2000 en Puerto Vallarta, Jalisco. Podría ser una imagen cualquiera, sin embargo documenta un momento importante en mi vida: La primera vez que me emborraché. 

Fue en el viaje de graduación de preparatoria, misma que cursé en el Instituto Don Bosco. Fueron seis días de un viaje al que me decidí ir a última hora (algún día les contaré esa historia) y en el cual estaba decidido a jugarme el todo por el todo para conquistar a una chava que me gustaba. Según yo, aquellos semana era más que suficiente para ganarme su corazón, pensamiento que por cierto era bastante tonto pues si no lo hice en tres años no era nada lógico que lo lograra en un período de tiempo mucho menor.

Al final ni hice nada, en parte porque entonces era todavía más tímido que ahora, y claro, porque en ese viaje me la pasé haciendo otras cosas, como por ejemplo, ponerme briago. 

Ok, corrijo… nada más me puse briago una vez, pero fue suficiente para que al menos por unas horas, la “susodicha” dejara de ser mi prioridad durante el viaje. Hasta ese entonces nunca había tomado alcohol, salvo las pequeñas copitas de sidra Santa Claus que ocasionalmente me servían en las cenas elegantes y familiares de Navidad y Año Nuevo. Por cierto, el sabor de estas bebidas ni me gustaban, yo creo que por corrientes.

En fin, siempre he llegado tardíamente a las cosas buenas de la vida. La tomadera no fue la excepción, y mientras a los 18 la mayoría de mis compañeros de generación ya se embriagaban desde años atrás, yo lo más fuerte que hasta entonces había tomado era el Frutsi sabor piña colada (por cierto, que sabor tan más horrible, con razón lo descontinuaron). 

A diferencia de lo que ocurrió en los viajes anteriores que hice con mis compañeros y maestros de la prepa, en esta ocasión hubo una libertad total. A los maestros francamente ya les daba igual lo que hiciéramos y si en viajes anteriores hacían redadas en busca de alcohol en los cuartos de los estudiantes, parecía que ahora no les importaba si llegábamos o no a dormir a nuestros cuartos, o si nos poníamos hasta las manitas. 

Una de mis últimas tardes en Vallarta, mientras la melancolía me consumía porque pasaban los días y con ello el amor se me iba para siempre -denme chance, eso pensaba entonces, es que estaba chavo-, me encontraba deambulando por las instalaciones del hotel en compañía de mis amigos Armando Díaz y Daniel Vázquez (mi amigo Mario Peralta anduvo echando novio y casi ni nos peló). 

Faltaba como media hora para que todos los graduados nos viéramos en la zona de albercas, abordáramos los camiones y saliéramos rumbo al pueblo donde iríamos a cenar. 

Cuando los tres pasamos por uno de los bares del hotel vimos que era la Hora Feliz y por ende los tragos estaban de ofertón loco. Entonces Daniel propuso que nos tomáramos unas Margaritas para hacer tiempo. Confieso que hasta entonces no tenía ni la más remota idea de qué diablos era una “Margarita”, pero como me la sirvieron me resigné a tomármela, no fueran a pensar mal de mí. Los primeros tragos que le dí fueron difíciles pues sentía que mi garganta me quemaba. Después ya no me supo tan feo y hasta le agarré el gusto. 

Con las ganas de ir a hacer pipí, llegó la segunda y la tercera ronda de Margaritas, que por cierto no sé quién las habrá pedido pero eso pasó a segundo término. Curiosamente mis preocupaciones amorosas se fueron y todo era risas y felicidad. Antes de que llegara la cuarta ronda fui a echarme una firma, y mientras sentía el alivio del chorrito liberador abandonar mi cuerpo me di cuenta que todo me daba vueltas. Jamás olvidaré el dialogo que tuve conmigo mismo en esos momentos:

“Estoy bien mareado… ¿Así que esto se siente estar borracho? Órale, ¡está padre!”.

La verdad soy bien mojigato y siempre me ando preocupando por todo. Seguramente el Gabriel-preparatoriano-sobrio se hubiera estresado ante la posibilidad de que pasara algún maestro y nos viera tomando, pero al Gabriel versión borracho aquello le tenía sin cuidado. 

Nunca supe cuantas Margaritas me tomé en tan sólo media hora ni quién pagó la cuenta. Sólo recuerdo que antes de irnos a reencontrar con el resto de la generación fuimos a uno de los baños del hotel (sí, otra vez,, no me juzguen, uno se vuelve muy mión cuando toma). Armando entró a un excusado pero luego ya no podía salir porque se había atorado la puerta. Como era de madera hicimos lo que cualquier malacopa: Romperla a patadas. 

(Sí, no es algo de lo que me enorgullezca pero comprendan, no era yo el que actuaba sino una bestia horrible que surgió por culpa del maldito vicio). 

Después de vandalizar el baño llegamos justo a tiempo para salir en una foto con todos nuestros compañeros. Cabe señalar que desde 5 minutos antes éramos víctimas de una ataque de risa incontrolable, misma que fue capturada para la posteridad:


¡Lamentable! (pero qué maldito divertido fue). 

Según yo nadie se dio cuenta de nuestro estado inconveniente, o les valió, pues la verdad nadie nos pelaba porque no éramos populares. La fiesta todavía nos duró en el camión y se nos fue bajando hasta que estábamos cenando alitas en el Hooters de aquella ciudad. con la cena en el Hooters de aquella ciudad. 

Unos días después volvimos a la ciudad. No triunfé en el amor pero al menos ya sabía lo que era estar briago, cumpliendo así una asignatura que tenía pendiente en la vida. 

Ocasionalmente me seguí topado con Daniel y Armando, aunque nunca me volví a emborrachar con ellos. Durante la Universidad y años venideros me puse unas borracheras aún peores, aunque poco frecuentes. 

Ahora no tomo ni consejos. Y es que confieso que realmente nunca me ha gustado el sabor del alcohol. Así de aburrido soy. Han sido tan pocas mis borracheras, que vale la pena atesorarlas, incluso con una foto.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Cuando viajo en Metrobús me convierto en una persona horrible


Así como me ven, lleno de glamour y con mi apariencia de ciudadano de primer mundo, yo también viajo en transporte público. Aunque frecuentemente uso el Metro, la mayor parte del tiempo lo que más empleo es el Metrobús. 

Para no gastar tanto dinero, y también porque soy humilde, tres de los cinco días a la semana me traslado al trabajo en Metrobús, opción que en apariencia es bastante cómoda para mí, pues tengo una estación en la esquina de mi casa y otra a una calle de la oficina. Así, en cerca de 35 minutos voy y vengo sin problema de un punto a otro, todo un lujo para alguien que vive en un lugar tan caótico como lo es la Ciudad de México. 

Sin embargo las cosas no son tan buenas como parecen. Y es que a pesar de que me considero una buen ciudadano, algo tiene el Metrobús que me convierte en una persona horrible que termina odiando a la humanidad. 

Empecemos con el ingreso al Metrobús. Quienes han usado el Metrobús de la Ciudad de México saben que para acceder a cualquiera de las estaciones es necesario hacerlo con una tarjeta de prepago, la cual puede adquirirse y recargarse en TODAS las estaciones de este sistema de transporte a un precio realmente accesible. 

Aún así nunca falta quien se me acerca, pone cara de lástima y me dice algo así: 

“Le doy lo de mi pasaje y me presta su tarjeta para entrar”. 

¡¿¡¿Por qué hacen eso?!?! Adquirir la tarjeta para poder entrar no es ni caro, ni complicado, ni difícil. De hecho el proceso te lleva, cuando mucho, tres minutos. Tanto coraje me da la situación que nunca le hago el favor a nadie, simplemente les respondo “No” y me marcho. Sí, sé que no que no me quita nada ayudar a esas personas y prestarles mi tarjeta, pero es algo que escapa de mi voluntad.

Las cosas no mejoran cuando entro a la estación e intento abordar cualquiera de los camiones. Detesto a las personas que quieren entrar a la fuerza a una de las unidades a pesar de que lo ven lleno y comienzan a empujar a los demás con tal de ingresar. Si me topo con uno de ellos lo que hago es ponerme duro y estorbarle en el camino para que no logre su cometido. A ver si así dejan de pensar que pueden empujar a los demás como vacas rumbo al matadero.

Ya que voy a bordo del camión, y si no me tocó asiento, intento colocarme cerca de algún lugar que intuyo se desocupará pronto (la hilera trasera de 5 asientos siempre es buena opción). Así, voy haciendo una especie de “apartado” y en cuanto alguno de los pasajeros que van sentados junto a donde estoy se levanta, ocupo su lugar. 

La bronca es cuando voy “apartando” pacientemente un lugar y junto a mí se para una chava, señora, o viejita, pues en caso de que un lugar se desocupe me veo obligado a cederle el asiento que tan pacientemente llevaba apartando. De no ser así el resto de los pasajeros me lanzarían miradas asesinas por ser poco caballeroso. 

Tampoco quiero que se me juzgue de machista e insensible, pero las mujeres tienen asignada más de la mitad del Metrobús y al irse a la parte trasera provocan que los hombres deban rendirse a la presión social y levantarse pues “como van a dejar que una damita vaya de pie”. A veces pienso que muchas mujeres se van atrás sólo para conseguir asiento. 


Por eso, en el hipotético caso de que yo vaya sentado no le doy mi asiento a nadie a menos que se trate de una persona muy mayor, enferma, embarazada o con bebés. Los niños no, que se vayan acostumbrando. Ni hablar, así es esto de la igualdad. 

Si usted, amable lector, algún día se topa conmigo en el Metrobús y me ve con cara de fastidio, es porque casi siempre voy soportando los olores horribles de uno o más de los pasajeros. Nunca falta alguien que va soltando flatulencias a diestra y siniestra, volviendo el camión una cámara de gas que ya hubieran querido tener Hitler. 

También me pone de muy mal humor todas las personas que van dormidas. No me pregunten por qué pues cada que alcanzo lugar también me duermo. El chiste es que no puedo evitar mirar a los dormilones con odio. Otra cosa fastidiosa es la pregunta: “¿Baja en la siguiente estación?” que hacen algunos pasajeros cuando quieren pasar. ¡Qué tontería, mejor pidan permiso para pasar y listo! 

Y ahí le paro. Podría seguir hablando de las cosas horribles que pasan en el Metrobús, como por ejemplo, los chóferes que manejan rápida e imprudentemente como si estuvieran transportando mercancía. Malditos brutos. 

Por favor no me juzguen ni piensen que soy un ser despreciable. Yo quería ser bueno, pero son las circunstancias de la rutina las que me han hecho así. Algo tiene ese transporte que saca lo peor de mí.

lunes, 3 de noviembre de 2014

"Yo trabajé para una empresa fraudulenta" (Más sobre el fraude de Solución VIP‏)


En febrero del 2013 en este blog publiqué un post llamado "Solución VIP"... ¿un nuevo fraude", acerca de una forma de estafa en la que casi caigo. 

Se trata de módulos (ubicados casi siempre en Centros Comerciales) en donde unos empleados le ofrecen a la gente unos cupones con supuestos descuentos, que incluye el acceso a un programa de beneficios basados en una red de asistencia con servicios de ayuda vial, ambulancias, grúas y hasta atención psicológica por teléfono. Para ello el incauto únicamente debe proporcionar su tarjeta de crédito y una credencial de elector, mismas que los empleados del dichoso modulo obtienen de una forma mañosa y tramposa. Así, mensualmente las personas terminan depositando alrededor de 80 pesos en las cuentas de estos rufianes. Cancelar dicho cargo es todo un calvario. 

Todo ese texto pueden leerlo dando clic aquí
 
Desgraciadamente ha sido mucha la gente que ha caído embaucada por estos estafadores. Incluso el post que acabo de mencionar ha sido el que más comentarios ha tenido en la historia de mi blog (hasta ahora van 88), la mayoría de ellos, de personas que han sido víctimas de estos sujetos. 

Hace unas semanas recibí un mail de una chica de 17 años que trabajó para esta "empresa fantasma", donde me narra la forma en la que opera esta mafia. Se los comparto íntegramente (obviamente omitiendo sus datos personales). 

Hola encontré en tu blog una publicación de un fraude o algo así y espero me leas porque es importante.

Resulta que me encontraba buscando trabaja en Plaza México, Monterrey N.L. cuando me abordó un chico diciéndome:

"Chica hola!! ya manejas tarjeta de crédito" (Muy sonriente y muy bueno en expresión corporal) a lo que respondí que no :).

Y como no me gusta irme de largo porque es grosero el me dice.. "Veo que andas buscando trabajo, ¿no te interesa trabajar con nosotros?"

Respondí que sí porque ya quería un empleo y aparte no paraba de decir que estaba increíble el empleo y eran $1,200 base y hasta $2000 por semana y la otra chica me decía que hasta $5,000. Me agradó porque de sorpresa sólito llegó el empleo, me quitó mi solicitud y me citó en:

Edificio Latino ,Piso 11 oficinas 11.11 .

Llegué muy formal y me pasaron con el gerente a la "entrevista" pero sólo me decía lo genial que era trabajar con él, eran chicos de mi edad (17 a 20 años) los cuales salían y pedían a la secretaria "material" mientras otros no paraban de ensayar entre ellos :

"Amigo ¡hola que tal! ¿ya manejas tarjeta de crédito verdad? Es para darte una cuponera con descuentos, permíteme tu tarjeta!". 

Mientras las supervisoras dicen hasta el cansancio que "sonrían y recuerden no dejar hablarle al cliente. Sólo pídanle la tarjeta. Una vez que se la quiten, se portan fríos y cortantes". 

Yo sentí que lo que hacían no estaba bien pero decidí empezar para ver qué tal. Después me pasaron con las supervisoras ¡¡de unos 17 o 18 años!! y me dijeron que ganaría $700 pesos a la semana (cuando el chico me dijo que $1,200) más aparte comisión. Le pedí que me explicara qué hacían con las tarjetas y solo respondía que se encargaban de dárselas a telemarketing para que ellos cerraran la promoción de $80.00, y si el cliente no quería, pues no la aceptaban.

El mismo día de la entrevista me dijeron que ya íbamos a trabajar, así que del Edificio Latino nos trasladamos a Plaza México y empecé a ofrecer tarjetas. Yo sonreía y decía lo mismo que ellas pero era inevitable mi cara de perro enojado pues yo sabía que no estaba bien, no entiendo para que querían el IFE y la Tarjeta de Crédito en copia.

Sólo trabajé un día de 10am a 8pm (¿¿mas de 8hr por $700 ??). Hoy decidí no ir, me suena a estafa! Y leyendo y buscando en Google encontré muchísimas quejas para TOTAL CLUB y Loyalt4u. 

Diciendo que les llega el cargo de los $80.00 cuando no han autorizado nada y cuando a ti como promotor te dicen que ganas mucho dinero cuando ni siquiera vendes las cuponeras (según ellos ) yo misma me pregunté... ¿de dónde te pagan entonces?

Prefiero pasar hambre física que pasar hambre espiritual... En mi casa me enseñaron valores..

¡Espero me leas!

Después de leer esto me encontré que tanto las tarjetas Solución VIP, como Total Club, Loyalt 4U o Wigo Medical Card (más los nombres que se vayan sumando) son parte de una misma estafa que desde hace años llevan defraudando a cientos de personas, obteniendo ganancias importantes por los cargos que mensualmente hacen a las tarjetas de crédito de sus víctimas. 

Decidí compartirles esta información pues no me parece justo que sigan ocurriendo este tipo de prácticas ventajosas. Ojalá y cada vez sean menos quienes caen en ellas.

lunes, 27 de octubre de 2014

La vida entera


En mayo del 2003, el escritor israelí David Grossman comenzó a escribir una nueva novela. Seis meses después, Uri, su hijo menor, fue reclutado en el servicio militar obligatorio israelí, en el área del cuerpo de blindados. 

Cada que Grossman hablaba con su hijo por teléfono o éste venía a visitarlo en los días libres que le daban en el ejército, aprovechaba para platicarle sobre los avances del libro. Uri se mostraba interesado por saber más sobre la historia que escribía su padre.

En agosto del 2006, cuando la novela estaba casi terminada, Uri falleció durante un enfrentamiento en la Segunda Guerra del Líbano. Un año después, Grossman terminó La Vida Entera, su libro más icónico, considerada por muchos como una obra maestra.

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La primera vez que supe de David Grossman fue en la Feria Internacional del libro del año pasado, cuando tuve la oportunidad de estar en una charla que el escritor israelí sostuvo con Mario Vargas Llosa. Meses más tarde quise leer alguno de su libros y así llegué a La vida entera, una novela con más de 800 hojas que tardé casi medio año en leer, pero que a pesar de su extensión disfrute párrafo tras párrafo. 

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El destino a veces tiene caminos incomprensibles y esta novela de David Grossman es prueba de ello. La trama de La vida entera, curiosamente, gira entorno a una madre que debe soportar la angustia de ver a Ofer, su hijo menor alistarse como voluntario para una misión militar, apenas unos días después de haber terminado su servicio militar obligatorio con el Ejército Israelí. 

El nombre de esta mujer es Ora, y sin exagerar les puedo afirmar que es uno de los personajes literarios más complejos, pero a la vez inolvidables, que haya leído en mi vida. Y es que no podía ser de otra manera cuando La vida entera es un libro brillante, redondo, perfecto. 

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La vida entera comienza cuando Ora, de apenas 16 años, se encuentra internada en un hospital casi abandonado. Debido a una enfermedad que entonces padece, se encuentra en cuarentena con Abraham e Ilan, otros dos jóvenes de su edad. Los tres son cuidados por una enfermera árabe silenciosa que siempre se encuentra tensa y deprimida. Con el paso de los días, Ora comienza una extraña relación con los dos jóvenes, formando un entrañable triangulo de amistad que se extenderá por décadas. 

De entrada debo decirlo, no es un libro sencillo. Para muchos puede resultar denso y cargado de referencias que pueden parecernos ajenas (recordemos que por décadas, Israel y los pueblos árabes se han visto envueltos en constantes disputas políticas, bélicas y políticas), sin embargo, a mí nunca me cansó, al contrario, me pareció apasionante conocer este conflicto por medio de una obra que no toma partido por uno y otro bando, sino que nos muestra cómo la gente común vive, o más bien dicho, intenta llevar un vida común en estas circunstancias. 

A ratos obscuro, triste y desolador; a veces esperanzador, luminoso y conmovedor. Este libro está constituido por momentos comunes pero narrados con maestría. La suma de estos van constituyendo una historia sólida que abarca la vida entera de Ora, Abraham e Ilan. En este aspecto, esta novela logra condensar la cotidianeidad mezclada con la tragedia y desgaste que una guerra (o en este caso, varias) trae consigo.

Grossman maneja como pocos el arte de crear atmósferas en cada página, de dotar incluso a los silencios de una belleza arrebatadora y de hacer que cada personaje se presente de una forma concisa y tangible. Y es que no podía ser de otra manera después de verlos crecer desde su juventud hasta la madurez a lo largo de la novela.

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Todo lo que escribí anteriormente sólo son los componentes de la trama central de La vida entera, y en la cual se sostiene el resto de la novela: 

En Israel, cuando un soldado muere en cumplimiento de su deber, un reducido grupo de militares son los encargados de ir hasta la casa de sus familiares para dar la terrible noticia. 

Por eso, cuando Ofer de forma voluntaria se marcha un mes como voluntario a una misión especial del Ejército Israelí, Ora decide abandonar su casa y emprender un viaje a pie por gran parte de Israel, con la firme creencia de que si no está en casa, entonces la temible noticia de un posible incidente de Ofer en el campo de batalla nunca la alcanzará. 

Este peregrinaje, que originalmente tenía planeado hacer con Ofer, la lleva a revivir gran parte de su vida, a replantearse la relación con quienes la rodean, y a intentar cerrar las heridas que los años le han causado. 

Ora pretende que si no se queda quieta y sigue moviéndose sin quedarse fija en un lugar, mantendrá la vida de su hijo a salvo. Quizá lo mismo pensaba David Grossman mientras escribía La Vida Entera

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La guerra, el campo, la compleja relación de los árabes con los judíos y el miedo con el que viven continuamente; los atentados suicidas, la intensidad de un bombardeo, la crueldad de un padecimiento físico, el amor que puede esperar años antes de cristalizarse, la potencia de las palabras, los momentos difíciles a la hora de formar una familia, los caprichos del destino y una amistad a prueba de todo. 

Eso y más cabe en una vida entera.

sábado, 18 de octubre de 2014

Patrick Modiano, el camino al Nobel de Literatura


Como ocurre cada mes de octubre, el mundo de la literatura pone especial atención en la designación que la Academia Sueca hace del ganador del premio Nobel de Literatura. Como ya es toda una tradición, desde semanas antes se empieza a especular sobre el nombre del escritor que se llevará el prestigioso galardón. 

Si bien anualmente se barajan los nombres de escritores reconocidos mundialmente como Haruki Murakami o Milan Kundera, lo cierto es que muchas veces el ganador del nobel no es tan reconocido, volviendo este galardón una suerte de descubrimiento que siempre resulta atractivo para los lectores. 

Este es el caso del novelista francés Patrick Modiano -famoso en Francia, pero poco reconocido en el resto del mundo- quien el pasado jueves 9 de octubre fue elegido como el premio Nobel de Literatura 2014. El anuncio fue hecho en la ciudad de Estocolmo y de inmediato le dio la vuelta al mundo entero. 

La Academia Sueca señaló en su cuenta de Twitter, que la obra de Modiano evoca los más incomprensibles destinos humanos. 

"Por el arte de la memoria con el que él (Modiano) ha evocado los más incomprensibles destinos humanos y descubierto el mundo real de la ocupación nazi en Europa". 

En general, la obra de Modiano retrata la sociedad francesa de la primera mitad del siglo XX, periodo en el que el régimen nazi ocupó gran parte de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. 

¿Quién es Patrick Modiano?

Modiano nació en un suburbio localizado al oeste de París en julio de 1945, apenas dos meses después del final de la Segunda Guerra Mundial. Su papá de origen judío italiano, y su mamá, una actriz belga, se conocieron durante la ocupación de París. 

Estos orígenes influenciaron notablemente la escritura de Modiano, quien frecuentemente recurre a temas como el judaísmo, la ocupación nazi o la pérdida de identidad. Incluso El lugar de la estrella, fue calificada en Alemania como una obra literaria clave del Holocausto. 

Su primer gran éxito fue presentado a la casa editorial Gallimard por el escritor francés Raymond Queneau, amigo de la madre de Modiano cuando éste apenas era un veinteañero. 

Con su novela Los bulevares periféricos, ganó el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa en 1972. Seis años después, con Calle de las tiendas oscuras, obtuvo el Premio Goncourt. 

Sus tres primeras novelas: El lugar de la estrella (1968), La ronda nocturna (1969) y Los Paseos de la circunvalación (1970), fueron compiladas en la Trilogía de la ocupación, editada en el 2011 por Anagrama. Si bien estas tres obras son autónomas entre sí, aborda la ocupación nazi en Francia.


Su novela más representativa es Dora Bruder. En ella narra la historia de Dora Bruder, una joven capturada por los nazis y enviada al campo de concentración de Auschwitz. El nombre de esta mujer no fue inventado, de hecho, Modiano, leyó sobre ella en un periódico y se obsesionó tanto con el caso que terminó escribiendo esta novela.

Cuando en una ocasión se le preguntó el por qué de su obsesión con una mujer de quien no conocía nada, Modiano respondió: 

"Yo también me he hecho muchas veces esa pregunta: ¿por qué estás obsesionado con las huellas de otras personas? Y creo que es porque vivo en el siglo XX o XXI. Si yo hubiera vivido en el siglo XIX habría escrito novelas rurales: largas novelas redondas y completas. Pero en esta época todo es fragmentario, y las grandes ciudades favorecen eso, el anonimato, que el rastro de las personas se pierda".

Modiano también se desempeñó como guionista en la película Lacombe Lucien, dirigida por Louis Malle en 1974, y en la que se denunció la persecución a familias judías por parte del gobierno francés. 

A sus 69 años, Modiano vive actualmente en Paris, y el próximo 10 de diciembre recibirá el premio Nobel en una ceremonia que se efectuará en el Konserthus de Estocolmo. 

Confieso que no había oído hablar de él, pero ahora sus libros entran en mi lista de obras por leer.

sábado, 11 de octubre de 2014

Así entiendo a Dios


Ocurrió hace un par de semanas mientras iba manejando y de pronto en la radio sonó My Sweet Lord de George Harrison. Entonces mágicamente todas las ideas que desde hace días traía revoloteando en la mente tomaron forma. 

Quiero empezar este texto diciendo que soy católico. Si bien no soy tan devoto ni voy cada semana a la Iglesia, si rezo de vez en cuando y trato de seguir los preceptos que corresponden a mi fe. Respeto profundamente otras ideologías y creencias, y desde siempre he sentido una atracción especial hacia los temas de la relación del hombre con la divinidad. 

Todas las culturas antiguas me seducen precisamente por sus narraciones y mitos referentes a sus deidades. Lo mismo ocurre con las religiones "más modernas". Por ello, desde muy joven comencé a preguntarme cosas cómo:

¿Quién es verdaderamente Dios?; o ¿a quién darle más validez como Ser Supremo? ¿a Mahoma, Jehová, Alá o Krishna?; ¿por qué pensar que el Dios en el que creemos es el verdadero y no el de otra religión? 

Igual o más inquietante son las divinidades inferiores o subsecuentes como vírgenes, santos, profetas y reencarnaciones que se derivan de los diversos cultos del mundo. 

Supongo que todos nos hemos hecho estas preguntas alguna vez. Sin embargo, en mi caso estas interrogantes se me han presentado últimamente con mayor frecuencia: Hace unos días tuve que confesarme pues fui padrino de una Primera Comunión; estoy leyendo una novela que ocurre en el Medio Oriente y retrata las creencias de los árabes y los judíos; mi hermana viajó hace unos meses a la India (hasta me trajo unas lágrimas de Shiva) y está tomando varios cursos sobre el Hinduismo, en mi calle viven unos santeros que van y tiran gallinas muertas al parque de la esquina; no hace mucho me pasé más de 10 minutos mirando absorto e impresionado la enorme escultura de Tláloc afuera del Museo de Antropología e Historia, etc. 

Todas mis dudas respecto a la religión encontraron su lógica mientras escuchaba My Sweet Lord. O bueno, más bien me confirmó lo que ya sabía: Vivimos rodeados de milagros todo el tiempo, de un todo que comprende a los elementos de la naturaleza, a las plantas, los animales, las personas. Por la rutina no nos damos cuenta de estos regalos, pero basta con salir y mirar el entorno para percibir que todo es una sinfonía perfecta.



El párrafo anterior puede parecer demasiado denso o fantasioso, pero creo sinceramente que así es. Desde hace mucho estoy convencido de la existencia de un ser supremo, de una divinidad superior bajo la que opera el universo mismo. No importa el nombre que se le dé, o el sitio del mundo donde nazca cada culto. 

Mi teoría es que desde la antigüedad todos venimos hablando de varias versiones de Dios sin ser capaces de entender que en realidad nos referimos a una presencia superior que en un ciclo perfecto viene acompañando a la humanidad desde el principio de los tiempos. Las variaciones en el culto a este Dios único, son dadas por épocas y sitios geográficos distintos, pero al final, la inmensa mayoría de las religiones y cultos hablan de lo mismo: Debemos ser buenos con el prójimo y abrazarnos a ese Ser lleno de amor para alcanzar la santidad. Podrán cambiar las formas de culto pero no este mensaje. 

Hace ya varios años una persona muy cercana a mi soñó con otra persona (también muy cercana) que había muerto recientemente. En su diálogo la segunda persona le comentó a la primera: "Dios existe y es mucho más grande y perfecto de lo que imaginamos"

No puedo decir que mi punto de vista sea el real, pues en cuanto a cuestiones de Fe la verdad siempre será relativa. Sin embargo, pensar que bajo este orden opera la vida me da tranquilidad. 

Y así es mi relación con el Dios en el que creo, al que considero una fuerza enorme que opera desde el sentido mas básico del amor y por el cual se rige todo. Puedo hablar con él rezando, meditando, diciendo mantras o simplemente viendo un atardecer, riendo con los amigos o abrazando a mi perro. Al final es todo y nada, un equilibro perfecto sin el cuál nada tendría sentido. 

Para finalizar, encontré este fragmento de un capítulo de Los Caballeros del Zodiaco. Me movió mucho cuando lo ví por primera vez, y ahora viene mucho a colación. Si nunca vieron la serie no importa, creo que tiene varios mensajes y puntos de vista a los que debemos ponerle atención:

domingo, 5 de octubre de 2014

Así perdí 5 mil pesos por usar un cajero automático


Sábado 4 de octubre
14:05 horas

Estaciono mi auto afuera de una sucursal de Bancomer, en la colonia Viaducto Piedad. Para traer un poco de efectivo a la mano, entro al área de cajeros automáticos y saco 300 pesos de mi tarjeta de débito. Soy el único que se encuentra ahí. Hago la operación en menos de un minuto y abandonó el lugar.  

A los pocos minutos mi teléfono celular vibra un par de veces, como voy manejando decido no revisarlo.

14:15 horas

Dejo el auto a unas calles del banco, y camino junto con mi novia hasta la estación del metro Viaducto. Como vamos al mercado de La Lagunilla habíamos pensado que lo mejor seria ir en transporte público.

14:31 horas

Vamos entre las estaciones Bellas Artes y Garibaldi. De pronto el metro se detiene y se queda sin luz. Así estamos por varios minutos. Temo que empiece a temblar, aunque prefiero hacerme el valiente y mostrar una actitud relajada ante mi novia. Más tarde ella me confesaría que pensó lo mismo pero que tampoco me dijo nada para no preocuparme.

A excepción de un viejito que hablaba de política, el resto de los pasajeros guardamos un nervioso silencio.

14:39 horas.

Se reanuda la marcha del metro y en 20 segundos llegamos a la próxima estación.

15:20 horas

Ahora estamos en un departamento de una unidad habitacional del barrio de La Lagunilla. Un diseñador de modas le hace los últimos arreglos a un vestido que mi novia usará en una boda donde será Dama de Honor. Para matar el tiempo saco mi teléfono y reviso Twitter, Facebook y mis correos. Es entonces cuando veo que tengo 3 correos de Bancomer.

El primero es para notificarme que había sacado 300 pesos del cajero a las 14:05 horas. Esto no me causa mayor sorpresa pues desde hace tiempo el banco me manda un correo electrónico inmediatamente después de que ocurre alguna transacción en mi cuenta. Lo que me inquieta son los otros dos correos que recibí por parte del mismo banco.

El siguiente mail me informa que a las  14:06 horas el NIP de mi tarjeta de débito había sido cambiado. El tercero es aún más desalentador, pues me comunica que a las 14:09 habían sacado 5,200 pesos de mi cuenta. Si lo anterior es cierto, me han quitado todo lo que tenía en dicha cuenta. Por unos segundos me quedo en blanco y salgo del departamento para tomar aire y pensar qué hacer. Quiero llorar.

15:26 horas

Debajo de los mails de Bancomer dice que si no reconozco alguna de las transacciones llame al banco y justo eso hago. De inmediato me contesta un operador al que le relato lo sucedido. Entonces me pide que le de el número completo de mi tarjeta pero cuando la busco en mi cartera no la encuentro.

Para poder cancelar la tarjeta extraviada (lo cual a esas alturas ya me da igual, pues la cuenta ya no tiene más dinero) me piden varios datos personales, mismos que proporciono. Poco después ya tengo un nuevo número de folio para la reposición de mi "plástico". Al preguntar por mi dinero me dicen que tengo que esperar 24 horas para que los movimientos se vean reflejados en el sistema y pedir que se revise lo sucedido para ver si me pueden devolver o no la cantidad sustraída en contra mi voluntad.

Cuelgo la llamada y completamente desalentado entro de nuevo al departamento donde las Damas de Honor y los diseñadores platican animadamente. Me hacen una pregunta sobre otro tema que nada tiene que ver con mi desgracia y me uno alegremente a la platica fingiendo que nada ha pasado.

15:50 horas

Al salir de su prueba de vestido, mi novia me pregunta sobre los mails que recibí. Al contarle lo sucedido me ofrece su apoyo. Decido haberme el valiente y decir que todo está bien, aunque claro, por dentro estoy muy enojado.

Quienes se van enterando de mi desgracia me dicen que probablemente me regresen el dinero, que no me preocupe. Decido no hacerme ilusiones.

El resto de la tarde lo pasamos viendo zapatos para el vestido. Quiero olvidarme de lo sucedido pero no puedo. Si bien perder ese dinero no es cosa de vida o muerte, sí me sacará balance por varias semanas pues ya tenía claro para que lo tenía destinado.

Sábado 4 de octubre
Tarde - Noche

Después de la elección de los zapatos mi novia y yo fuimos a comer algo y después al cine. Ella se portó muy linda y en todo momento me ofreció su apoyo y ayuda.

Mientras veíamos le película llegué a la conclusión de lo que seguramente pasó: Al salir del cajero olvidé sacar la tarjeta del cajero y alguien se dio cuenta. Tanto por la hora del cambio de NIP, como del retiro, quien lo hizo observaba lo que hacia, pues entre mi retiro y el de las otras transacciones únicamente hay un minuto de diferencia.

No sé si esto fue lo que ocurrió pero me siento un idiota. Por un tonto descuido un aprovechado se quedó con mi dinero. Me da coraje porque seguramente vio cuando dejaba la tarjeta y en lugar de avisarme decidió sacar provecho de la situación.

Aún así me queda una duda: Al sacar el dinero en el cajero indiqué que deseaba salir. Al hacer esto, aunque deje la tarjeta es necesario poner nuevamente el NIP. Entonces ¿cómo le hizo quien tomó la tarjeta para hacer las transacciones tan rápido?

De momento sólo tengo teorías y suposiciones tontas. Lo único que puedo hacer es esperar a que pasen las 24 horas y volver a llamar al banco. Ya veremos qué pasa.

Domingo 5 de octubre

Intenté llamar a Bancomer pero su menú de atención en línea es una porquería. Cuando finalmente encontré la ruta correcta para que me atendiera un asesor, una grabadora me pidió que tecleara el número de mi tarjeta. Número que no recuerdo pues NO tengo la tarjeta.

Cansado de la situación decidí mandar al diablo a la humanidad entera. En este momento de mi vida los odio a todos.

* * * * *

Mañana iré al banco a que me den mi pedazo de plástico que de momento no sirve para nada pues no tiene dinero. Ahí mismo les platicaré lo sucedido y ver si de pura casualidad me pueden reponer el dinero. Aunque seguramente dirán que lo ocurrido será mi culpa y pus ya, peleishon time.

Eso sí, no me cabe en la cabeza cómo alguien puede quedarse con dinero ajeno y seguir su vida tranquilamente. Le deseo lo peor de la vida a quien tenga mis 5 mil pesos. Qué le aprovechen al muerto de hambre.

Sí, estoy muy enojado ¿se nota?

Por lo pronto me quedo con una frase que dice el personaje de Mario Moreno en la película Cantinflas:

"El dinero no es lo importante".

¡Eso espero!

Y también adaptaré la frase de una canción del maestro Alejandro Sanz:


"Sonrío y voy tranquilizando, la rabia de saber, que alguien mis 5 mil varos se está gastando".

domingo, 28 de septiembre de 2014

De cuando me escapé de la guardería


Mis primeros recuerdos de vida los tengo desde una edad muy temprana, tan antiguos que soy capaz de rememorar con exactitud ciertos pasajes que datan desde que tenía dos años. 

Nunca ví nada especial en esa capacidad de recordar lo que ocurrió cuando aún era muy pequeño, hasta que fui dándome cuenta que pocas personas son capaces de tener recuerdos tan antiguos. Precisamente hoy les hablaré de una de estas memorias de la prehistoria de mi existencia. 

* * * * *

Por cuestiones de trabajo, mis papás tuvieron que meterme a la guardería cuando tenía más o menos dos años de edad. Me pasaban a dejar temprano, y en la tarde mi papá iba por mí, para después ir los dos juntos a recoger a mi mamá a su trabajo. 

De esa época recuerdo vagamente como eran las instalaciones de dicha guardería, la hora de la comida y mi convivencia con otros bebés. Me basta con cerrar los ojos para traer de vuelta detalles como la textura, los aromas y el ambiente que reinaba en aquel lugar, que por cierto, recuerdo como poco iluminado. 

En cambio la atmósfera se iluminaba, o al menos se volvía más alegre, cuando llegaba la hora de la salida, mi papá pasaba por mí y me sentaba en un silloncito para bebé que colocaba en el asiento de copiloto. En el trayecto íbamos cantando canciones de Juan Gabriel hasta que llegábamos por mi mamá a la escuela donde daba clases y los tres regresábamos a casa. 

* * * * *
Fue en uno de esos días rutinarios cuando decidí darle emoción a mi naciente vida y escapar de la guardería. Bueno, en realidad no fue así, más buen ocurrió un malentendido que pudo haber tenido graves consecuencias. 

Cuando llegaban por los niños y bebés de la guardería se anunciaba su nombre y una de las encargadas iba por él y lo llevaban hasta sus papás. Como ya se acercaba la hora de que pasaran por mí, estaba atento para cuando dijeran mi nombre. Según yo, escuché que alguien dijo “Gabriel” y como nadie venía por mí, pues me dirigí con mis propias piernas regordetas hasta la salida de la guardería. 

Aquí debo hacer una aclaración: La guardería se encontraba en el interior de un edificio que se ubica en la calle de Vainilla (eje 3 sur) casi a su cruce con Churubusco. Para más señales, enfrente se encuentra Ciudad Deportiva y actualmente el Foro Sol. 

Volvemos a esa tarde; Al llegar a la puerta de la guardería nadie se percató de mi presencia… y pues seguí m camino. Bajé un par de pisos por las escaleras y finalmente salí por la puerta del edificio. ¿Cómo fue posible que ni las maestras ni nadie más se diera cuenta de que un niño pequeño andaba solo por un edifico, y peor tantito, que logró llegar hasta la calle? Es algo para lo que aún no tengo respuesta. 

A los dos años caminaba en una banqueta junto a una avenida muy amplia en la que no dejaban de pasar autos, corriendo así el riesgo de ser robado, atropellado, o de plano seguir caminando, extraviarme y volverme un vagabundo por el resto de mi vida. 

* * * * *

Veinte minutos después mi papá llegó a la guardería, pero a diferencia de otras veces las encargadas iban y venían, entregaban a otros niños pero no a mí. 

Finalmente llegaron conmigo, al verme mi papá vio que me encontraba nervioso. Supo que había llorado porque mis ojos estaban rojos. Al pedir una explicación las encargadas estás le contaron que me había salido sin que nadie se diera cuenta, que un señor me vio en la calle y me llevó de regreso a la guardería. 

Según me han contado, al otro día mi mamá fue a la guardería para quejarse de lo ocurrido. Al parecer los reclamos funcionaron, ningún otro bebé volvió a escaparse jamás de esa guardería. 

* * * * * 

Han pasado muchos años desde entonces. Casi diario paso afuera de ese edificio pero ya no hay ninguna guardería. ¿Qué tan cerca estuve de que mi vida cambiara para siempre esa tarde? Jamás lo sabré, ni tampoco lo qué me llevó a seguir caminando hasta dar con la salida de ese edificio. 

Lo cierto es que aquella fue la primera anécdota interesante y digna de narrar que viví, por eso tenía que contarla, aunque fuera varias décadas después.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Sobre porqué no odié "Cantinflas, la película"‏



Inició este texto aclarando que no me considero ningún experto en cine, de hecho disto mucho de serlo. Tampoco me siento intelectual de izquierda, de esos que le ponen 'peros' absurdos a todo producto de entretenimiento. 

Esta no será la primera vez que en cuestiones de crítica cinematográfica le lleve la contra a la mayoría, lo mismo hice cuando escribí que "No se aceptan devoluciones", de Eugenio Derbez, me había parecido una película memorable mientras muchos la despedazaron diciendo que era una porquería. 

Ahora, la cinta sobre la que hablaré favorablemente también ha estado en el ojo del huracán pues muchos la han calificado como un producto mediocre. Me refiero a la cinta Cantinflas, que trata sobre un fragmento de la vida del cómico mexicano Mario Moreno: desde su llegada al mundo de las carpas hasta su intervención en la cinta hollywoodense La vuelta al mundo en 80 días

Tantos comentarios negativos había escuchado sobre está película que fui al cine con ciertas reservas y dudas, mismas que fueron disipándose conforme avanzaba la cinta. Al final salí emocionado, contento y re valorando la imagen de este gran cómico mexicano. 

No faltarán los chairos (porque he leído a varios) que salgan con la cantaleta de "Tin Tan era mejor que Cantinflas". ¡Eso qué! En honor a la verdad diré que NUNCA en la vida he visto ninguna película completa de Tin Tan y con lo poco que he visto de él fue suficiente para caerme gordo. Así que, para mí, Cantinflas es mil veces mejor por el simple hecho de que crecí viendo sus películas (todavía hoy puedo hacerlo sin problema alguno), porque a mí sí me causaban gracia sus chistes y porque creo que su estilo es único e irrepetible. De hecho tengo muy grabado en mi mente como el país entero se detuvo en día que falleció y como el pueblo se volcó en las calles para despedirlo. En mi vida he vuelto a ver algo así con algún mexicano. 

Por lo tanto, como seguidor de la figura de Cantinflas (y esto no lo escribo por moda, siempre lo he sostenido) esperaba que una película sobre su vida retratara el mundo de las carpas; el México de los años 30's, 40's y 50's; el glamour y apogeo del cine de oro mexicano; la tenacidad de un hombre para buscar ganarse la vida sin imaginar lo lejos que llegaría; el conocer un poco más cómo era Mario Moreno y la forma en la que interactuaba con el personaje que él mismo creó; en fin, una película que, más que otra cosa, provocara alegría. 

Todo eso lo obtuve de la película Cantinflas, la cual dista de ser perfecta pues tiene ciertos detallitos de los que ya hablaré, pero que cumple con su cometido: Entretener, conmovernos y acercarnos nuevamente a la figura mítica de Cantinflas. De hecho, me gustaría pensar que esta cinta lo acercará a las nuevas generaciones. 

La historia que abarca la película me parece la correcta. Intentar abarcar toda la vida de Cantinflas habría sido muy complejo. También me pareció inteligente abordar los acontecimientos en dos planos narrativos: El de Cantinflas en sus inicios, y el de los preparativos de la película La vuelta al mundo en 80 días. Al final, ambos tiempos confluyen perfectamente en un final esperanzador. 

Muchos dicen que la película no mostró "el lado obscuro de Cantinflas", y aquí mi pregunta es ¿por qué carajos siempre queremos conocer y ver la parte tétrica de todo mexicano que triunfa? Parece que nos incomoda el triunfo ajeno y que por lo tanto, debemos encontrarles siempre un 'pero'. TODOS tenemos algo que queremos ocultar o de lo cual no nos sentimos muy orgullos, pero "como no somos famosos, pues tenemos derecho a no ser 100% perfectos". Los mismos Beatles consumieron droga y tuvieron varios escándalos y a ellos nadie los juzga, al contrario. 

Por eso se me hace absurdo que en esta película quieran ver un Mario Moreno mujeriego, manipulador de las masas, sujeto a intereses de terceros y poco menos que la reencarnación del Diablo. En cambio, un acierto de esta cinta es mostrarlo sí caprichoso, sí obsesionado con el personaje que Cantinflas, sí infiel, más no por eso retratarlo como escoria. En contraparte también vemos su parte luminosa, la cual destaca más y nos conforta al confirmarnos que la figura de este cómico tiene mucho más elementos positivos que negativos. Como ejemplo de lo anterior diré que la parte en la que Mario comienza a enamorarse y a coquetear con Valentina Ivanova es entrañable. 

Sin embargo, la cinta se la lleva el actor catalán Oscar Jeanada, quien en un principio generó dudas y críticas por su nacionalidad española ya que muchos consideraban casi un pecado que no fuera un mexicano el que le diera vida a Cantinflas. De cualquier forma estas absurdas polémicas quedan de lado en cuanto vemos el trabajo impecable de Jeanada, quien logra meterse en la piel de Cantinflas y dotarlo de vida. La forma de hablar, los gestos, los movimientos, todo es una copia fidedigna del actor. Incluso los retractores de esta película han reconocido la gran actuación de Jeanada. 

Otro punto que me conmovió fue la representación del México de principios y mediados del siglo XX, en lo particular esa época me gusta mucho, así que verla reflejada en esta película hizo que el producto final me conquistara aún mas. 

Como dije al principio, esta película tiene ciertos detalles que impiden que sea redonda, uno de ellos es que el casting de personajes secundarios (como varias estrellas del Cine de Oro mexicano) no esté bien logrado. Creo que en el afán por meter en estos papeles a muchas estrellas de cine y televisión actuales se siente que varias interpretaciones están "metidas con calzador". Hubiera preferido a actores menos reconocidos pero que no contrastaran tanto, sobre todo al lado del gran trabajo actoral e interpretativo de Jeanada. 

Pero repito, la película no es mala ni aburre. Revisando encontré que las críticas negativas vienen de parte de los periodistas y personas que por reputación siempre tienden a despedazar productos como éste. Son los mismos que elogian las películas que muestran a un México violento y lleno de pobreza y vicios. Y saben, en nuestro cine también hay lugar para historias bonitas o con un mensaje más positivo. 

En cambio, mucha gente común (que al fin y al cabo es la que paga un boleto) ha salido satisfecha del cine. Felices pues, y eso, al fin y al cabo, es lo que representó siempre Cantinflas.