lunes, 27 de octubre de 2014

La vida entera


En mayo del 2003, el escritor israelí David Grossman comenzó a escribir una nueva novela. Seis meses después, Uri, su hijo menor, fue reclutado en el servicio militar obligatorio israelí, en el área del cuerpo de blindados. 

Cada que Grossman hablaba con su hijo por teléfono o éste venía a visitarlo en los días libres que le daban en el ejército, aprovechaba para platicarle sobre los avances del libro. Uri se mostraba interesado por saber más sobre la historia que escribía su padre.

En agosto del 2006, cuando la novela estaba casi terminada, Uri falleció durante un enfrentamiento en la Segunda Guerra del Líbano. Un año después, Grossman terminó La Vida Entera, su libro más icónico, considerada por muchos como una obra maestra.

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La primera vez que supe de David Grossman fue en la Feria Internacional del libro del año pasado, cuando tuve la oportunidad de estar en una charla que el escritor israelí sostuvo con Mario Vargas Llosa. Meses más tarde quise leer alguno de su libros y así llegué a La vida entera, una novela con más de 800 hojas que tardé casi medio año en leer, pero que a pesar de su extensión disfrute párrafo tras párrafo. 

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El destino a veces tiene caminos incomprensibles y esta novela de David Grossman es prueba de ello. La trama de La vida entera, curiosamente, gira entorno a una madre que debe soportar la angustia de ver a Ofer, su hijo menor alistarse como voluntario para una misión militar, apenas unos días después de haber terminado su servicio militar obligatorio con el Ejército Israelí. 

El nombre de esta mujer es Ora, y sin exagerar les puedo afirmar que es uno de los personajes literarios más complejos, pero a la vez inolvidables, que haya leído en mi vida. Y es que no podía ser de otra manera cuando La vida entera es un libro brillante, redondo, perfecto. 

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La vida entera comienza cuando Ora, de apenas 16 años, se encuentra internada en un hospital casi abandonado. Debido a una enfermedad que entonces padece, se encuentra en cuarentena con Abraham e Ilan, otros dos jóvenes de su edad. Los tres son cuidados por una enfermera árabe silenciosa que siempre se encuentra tensa y deprimida. Con el paso de los días, Ora comienza una extraña relación con los dos jóvenes, formando un entrañable triangulo de amistad que se extenderá por décadas. 

De entrada debo decirlo, no es un libro sencillo. Para muchos puede resultar denso y cargado de referencias que pueden parecernos ajenas (recordemos que por décadas, Israel y los pueblos árabes se han visto envueltos en constantes disputas políticas, bélicas y políticas), sin embargo, a mí nunca me cansó, al contrario, me pareció apasionante conocer este conflicto por medio de una obra que no toma partido por uno y otro bando, sino que nos muestra cómo la gente común vive, o más bien dicho, intenta llevar un vida común en estas circunstancias. 

A ratos obscuro, triste y desolador; a veces esperanzador, luminoso y conmovedor. Este libro está constituido por momentos comunes pero narrados con maestría. La suma de estos van constituyendo una historia sólida que abarca la vida entera de Ora, Abraham e Ilan. En este aspecto, esta novela logra condensar la cotidianeidad mezclada con la tragedia y desgaste que una guerra (o en este caso, varias) trae consigo.

Grossman maneja como pocos el arte de crear atmósferas en cada página, de dotar incluso a los silencios de una belleza arrebatadora y de hacer que cada personaje se presente de una forma concisa y tangible. Y es que no podía ser de otra manera después de verlos crecer desde su juventud hasta la madurez a lo largo de la novela.

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Todo lo que escribí anteriormente sólo son los componentes de la trama central de La vida entera, y en la cual se sostiene el resto de la novela: 

En Israel, cuando un soldado muere en cumplimiento de su deber, un reducido grupo de militares son los encargados de ir hasta la casa de sus familiares para dar la terrible noticia. 

Por eso, cuando Ofer de forma voluntaria se marcha un mes como voluntario a una misión especial del Ejército Israelí, Ora decide abandonar su casa y emprender un viaje a pie por gran parte de Israel, con la firme creencia de que si no está en casa, entonces la temible noticia de un posible incidente de Ofer en el campo de batalla nunca la alcanzará. 

Este peregrinaje, que originalmente tenía planeado hacer con Ofer, la lleva a revivir gran parte de su vida, a replantearse la relación con quienes la rodean, y a intentar cerrar las heridas que los años le han causado. 

Ora pretende que si no se queda quieta y sigue moviéndose sin quedarse fija en un lugar, mantendrá la vida de su hijo a salvo. Quizá lo mismo pensaba David Grossman mientras escribía La Vida Entera

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La guerra, el campo, la compleja relación de los árabes con los judíos y el miedo con el que viven continuamente; los atentados suicidas, la intensidad de un bombardeo, la crueldad de un padecimiento físico, el amor que puede esperar años antes de cristalizarse, la potencia de las palabras, los momentos difíciles a la hora de formar una familia, los caprichos del destino y una amistad a prueba de todo. 

Eso y más cabe en una vida entera.

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