viernes, 30 de marzo de 2012

El cine, la fábrica de diabéticos


Producto del ocio y mi ignorancia, esta es una de esas reflexiones chairas y sin sentido que luego me da por hacer. Antes de que lean la idiota conclusión a la que llegué, bien valdría la pena aclarar que no soy ningún experto en la materia que estoy por tratar, por lo que es perfectamente posible que mi hipótesis sea un planteamiento incoherente y sin sustento alguno.

Dicho lo anterior, ahí les va mi tonta teoría de por qué digo que el cine es una fábrica de diabéticos.

Una de las muchas veces que suelo ir al cine fui a ver "La Dama de Negro", cinta protagonizada por Daniel No-sé-qué (el que hacía de Harry Potter) y que podríamos catalogar dentro del género de terror y espantos. Debo aceptar que aunque soy un hombre de acción y aventura, hubo un par de ocasiones en las que brinqué en la butaca a causa de algún sustillo provocado por la trama de la película. En esa ocasión estaba tomando un refresco que me compré en la dulcería del Cinemex al que acudí. Entonces me entró la duda que dio origen a este post.

¿No se supone que después de un susto no se deben ingerir alimentos altos en azucares, pues esto podría disparar los niveles de glucosa y provocar diabetes?

"Comete un bolillito pal, susto", me dijo alguna vez mi abuela después de que se enteró que recién habíamos chocado en el auto. Según he oído varias veces, este pan "no dulce" ayuda a estabilizar las sustancias del organismo después de un sobresalto. Pero ¿qué pasa si al momento de vivir una emoción fuerte uno tiene un dulce en la boca o está tomando refresco? Son varias las veces que hasta he escupido un chicle a la calle después de dar un enfrenón mientras manejo.

Si imaginamos el número de refrescos y demás golosinas que venden en las dulcerías y lo multiplicamos por la cantidad de películas de suspenso que a diario se proyectan, entonces tendríamos un número aproximado de posibles diabéticos ¿no?

Entrada a la sala del cine para ver una pelí de espantos: 50 pesos.
Refresco 30 pesos.
Bolsa de Gomitas, 25 pesos.
Así volverse diabético de un día para otro saldría en poquito más de 100 pesos. ¡Bara bara!

Igual y estoy muy pendejo. Pero cuando he ido a ver una de estas películas y comienzo a exaltarme prefiero dejar de consumir cosas con azúcar hasta que ya me encuentre más tranquilo.

¿Y si mejor advierten en los cines que para ver películas de terror lo mejor es no consumir cosas azucaradas? Creo que no lo harían, ni modo que dejen de venderlas por los presentimientos idiotas y sin sentidos del autor de este blog. Pero mi teoría ahí está. De hecho me extraña que nadie más se haya percatado de esto antes.

Por lo pronto, si voy a una película de terror mejor tomo mi aguita simple y unas palomitas saladas. No vaya a ser la de malas y el susto me salga muy caro.

lunes, 26 de marzo de 2012

La noche que México enamoró a Benedicto XVI, y viceversa



Quien me conoce sabe que siempre tuve una admiración especial por Karol Wojtyla, mejor conocido como el papa Juan Pablo II. Su vida y forma de ser siempre los he considerado como ejemplos a seguir. Aun después de su muerte en el 2005, su carisma sigue no sólo en mi memoria, sino en la de todo el mundo. Sobre todo en México, país con el que este Papa siempre tuvo una conexión muy especial y nunca antes vista.

Quizá esta fuerte relación Juan Pablo II/México fue la que hizo que muchos dudásemos cuando se anunció que Benedicto XVI visitaría nuestro país. No es que no nos alegrara la noticia, sino que la seriedad y aparente falta de carisma nos hacía pensar que su estancia en México no sería tan emotiva como lo fue con Juan Pablo II, su sucesor.

Y todo apuntaba a que así sería. Aun a escasos días de la llegada de Joseph Ratzinger el ambiente y expectativa por su llegada aun era frío. Quizá los escándalos de pederastia en el interior de la iglesia católica mexicana, la falta de conexión con un nuevo Papa que como buen alemán era metódico pero carecía de esa naturalidad para desenvolverse en el contacto con las masas, o probablemente el desencanto que la violencia ha traído al pueblo de México.

Aun así había que estar atentos a la sexta visita que un Papa hacía a México. Habían pasado 10 años desde la última vez y era importante, además de interesante, ver si México le seguiría siendo fiel a un Papa muy diferente. Lo que ocurrió desde el pasado viernes 23 de marzo hasta hoy por la mañana simplemente superó cualquier expectativa. Y se puede resumir en la siguiente frase posteada por un tuitero mexicano:

“Que emotivo fin de semana, el viernes llegó el sucesor de Juan Pablo II, hoy lunes se va nuestro querido Papa Benedicto XVI”.

Tres días fueron suficientes para que México enamorara a Benedicto XVI y viceversa. Tres días para que este Papa se mostrara como nunca lo había hecho en siete años de pontificado. Humano, cercano a la gente, rompiendo protocolos y permitiéndose dar muestras de alegría. México le enseñó a sonreír al Papa. A cambio Benedicto XVI nos devolvió la fe en nosotros y nos trajo un mensaje de esperanza. Tuvo que venir el representante de Dios en la tierra para recordarnos que somos un pueblo maravilloso, alegre, fuerte. Una nación que ante las dificultades más duras nunca pierde esa calidez y ganas de estar de pie.

Perdí la cuenta de las veces que me conmoví al seguir las transmisiones de sus recorridos por el estado de Guanajuato, pero fueron muchas. Una sensación muy parecida a lo vivido con Juan Pablo II, pero diferente. Y esa diferencia es la que empezó a hacer que la visita de Benedicto XVI fuera tomando fuerza. Al paso de las horas ya no se hablaba de un sustituto, sino de otro líder espiritual con distinta fuerza, pero que fuimos aprendiendo a querer.

No voy a enumerar paso por paso cada una de las actividades de Benedicto XVI en México, pues hay infinidad de medios que lo hicieron mejor y de manera más profesional que yo. Sólo quiero dejar constancia de que esto que experimente también le pasó a millones de mexicanos. Benedicto XVI se ganó mi cariño. Sobre todo la noche de anoche, cuando después de un día lleno de actividades, y cuando se supone debería estar descansando, ese alemán de 85 años salió a la calle en donde una multitud lo aclamaba y pedía verlo unos segundos más.

Sin importar que se saliera del programa establecido el Papa acudió nuevamente al encuentro de su México… y lo que ocurrió fue un momento simplemente conmovedor para un país que siempre se entrega:



Ver a Benedicto XVI feliz y con un sombrero de mariachi fue el colofón de una visita que ya pasó a la historia.

“Muchísimas gracias por este entusiasmo, estoy muy feliz. He hecho tantos viajes pero nunca he sido recibido con tanto entusiasmo”

“Ahora puedo decir que México permanecerá siempre en mi corazón. Desde hace muchos años estaba orando por México, pero ahora oraré mucho más”

Díganme ñoño, mojigato o santurrón. Este tipo de eventos siempre son muy importantes para mí. Es en lo que creo y no me importa contárselo al mundo. Hace unas horas nuestro Benedicto XVI abandonó México para continuar con su gira por Cuba. Una de las más grandes lecciones que en lo personal me dejó fue cuando dijo que a pesar de la ciencia, los gobiernos y la voluntad de los hombres, siempre hará falta ese extra de tener fe en Dios para poder salir delante de nuestros problemas.

Estoy triste por su partida, pero alegré porque ahora tenemos otro Papa mexicano, otro líder en quien buscar consuelo en los momentos difíciles… y eso es un regalo del cielo.

"Ahora puedo entender por qué el papa Juan Pablo II decía: 'Me siento como un papa mexicano'. Ahora también me siento un Papa mexicano"

jueves, 22 de marzo de 2012

Después del temblor


Hasta antes del pasado martes nunca había sentido que mi vida corriera peligro. Esa sensación real de que nuestra existencia puede terminarse en cualquier momento te deja marcado. Al menos yo, desde hace dos días no puedo dejar de recrear en mi mente las emociones que por unos segundos se apoderaron de mi mente.

Martes 20 de marzo del 2012. Me encontraba en la oficina de mi trabajo, ubicada en el penthouse del sexto piso de un edificio en la colonia Nápoles de la Ciudad de México. Lo que parecía una mañana normal de trabajo se vio súbitamente interrumpida. A las 12:02 de la tarde me sentí mareado. Casi inmediatamente sentí que el piso vibraba. No le di mucha importancia, pues muchas veces cuando un camión pasa por la calle hace que nuestra oficina se cimbre. Cuando noté que las vibraciones iban en aumento, nervioso dirigí la mirada hacia el techo y vi como las lámparas se mecían.

- Está temblando. Dijo alguien más en la oficina.
Unos a los otros nos veíamos las caras preocupados.


Entonces los movimientos aumentaron. Tomé mi celular y automáticamente me levanté de mi lugar. Fue aquí donde todo el penthouse se movió. Una especie de jalón hizo que aumentara la preocupación de las cerca de 15 personas que estábamos reunidas en la oficina. Un segundo jajón hizo que realmente me preocupara. Todo se movía a mí alrededor. Sentí la impresión de estar en un cuarto de cartón. Una sacudida más feroz y agresiva me hizo consciente de que ese sismo iba en serio.

Antes de ese día me había tocado vivir otros temblores, pero ninguno de tal intensidad. O al menos, hasta ese día, no había presenciado como todo a mí alrededor se movía como gelatina.

Recuerdo que por mi mente pasó el pensar ‘me voy a morir’ y en silencio le pedí perdón a Dios por todos mis pecados. Sí, ya sé que lo anterior es muy ñoño, pero en ese momento me nació hacerlo. De verdad pensaba que de un momento a otro el edificio entero podía colapsar. Queríamos bajar, pero usar el elevador hubiera sido una tontería. La puerta que daba a las escaleras se trabó por los movimientos y no podíamos salir. Por instinto todos nos dirigimos a la terraza del penthouse. Los letreros y fachadas de algunos edificios de alrededor también se cimbraban. A lo lejos se escuchaba como tronaban los cristales de otras edificaciones. Entonces ubiqué con la mirada el World Trade Center, uno de los edificios más altos de la ciudad en donde trabaja mi novia. En ese momento ella se encontraba en el interior. Con pánico vi cómo la punta del WTC también se movía al compás de los movimientos telúricos. Con el corazón en la mano esperé que no estuviera asustada.

Entonces lograron abrir la puerta. A pesar de que mi vida estaba en peligro (o eso creía yo) tuve la calma para cerrar una llave de agua que estaba abierta y la puerta del refrigerador que a causa del sismo se había abierto. El temblor continuaba pero mis compañeros y yo bajamos de forma ordenada y tranquila por las escaleras. Después de los seis pisos por fin salí por la entrada principal del edificio. En los alrededores, los oficinistas y vecinos de los edificios y casas aledañas se encontraban en la calle. Aun se movían algunos postes y señalamientos, pero la intensidad del sismo fue disminuyendo hasta volverse imperceptible.

Algunas caras serias, otras asustadas. Rostros de confusión. Otros bromeaban. Creo que yo sonreía. Después de haber sentido que mi vida corría peligro, el estar tocando tierra firme y saber que el temblor había pasado era motivo suficiente para estar en calma. Sabiendo de antemano que era una misión imposible, intenté marcarle al celular a mi novia. Como lo sospechaba, el servicio de Telcel había colapsado. Seguramente toda la gente en ese momento estaría intentando comunicarse con sus seres queridos.

A lo lejos comenzaron a sonar patrullas y ambulancias.

Cinco minutos después volvimos a subir a la oficina. Mientras ascendía por las escaleras recibí un mensaje por medio del BlackBerry Messenger. Era mi novia que preguntaba cómo estaba. Le contesté que bien. Ella me contó que debido a que se encuentra en un onceavo piso no abandonó el edificio, pero que no le había pasado nada ni a ella ni a la construcción. Ya en la oficina redacté lo más pronto que pude una nota informativa sobre el sismo que acababa de ocurrir. Trabajar en la redacción de un portal de internet exige inmediatez y es lo que traté hacer.

La información comenzó a surgir poco a poco. Sorprendido me enteré que la intensidad del temblor había sido de 7.8 grados con epicentro en el estado de Guerrero. Según los reportes y testimonios, la Ciudad de México había soportado el sismo. Gracias a Twitter mis amigos y conocidos fueron reportándose poco a poco, lo cual me tranquilizó aun más.

Una hora después abandoné la oficina. Varios semáforos estaban descompuestos y en varias zonas la gente seguía afuera de las construcciones. La mayoría de las estaciones radiofónicas transmitían lo sucedido. El mensaje en general era el mismo: la población se comportó de manera civilizada y la ciudad, salvo algunos daños materiales, no reportaba víctimas mortales. Una línea del metro había sido cerrada debido a que las vías se habían desviado por los movimientos sísmicos y algunas zonas estaban sin energía eléctrica. Pero la ciudad respiraba calma. De pronto un orgullo se apoderó de mi al ver que un evento de esa magnitud fue bien llevado por todos los ciudadanos.

Civilidad, calma y solidaridad. Este sismo fue el segundo de mayor intensidad después del que devastó la ciudad en 1985 y del que tengo recuerdos muy vagos. La cicatriz que dejó ese terremoto dejó en todos los capitalinos nos enseñó a comportarnos con valor e inteligencia en estas circunstancias.

En Twitter el hashtag #PrayForMexico se volvió Trending Topic Mundial. Me emocionó ver cómo desde diversas partes del mundo los usuarios de esta red social expresaban su preocupación por los mexicanos. Me conmoví a tal grado que derramé una lágrima de felicidad. Mi ciudad que tanto amo estaba en pie y mis seres queridos estaban a salvo. El día estaba soleado.

De lo anterior han pasado dos días. Hoy volví a sentir una réplica en mi oficina de más de cinco grados, pero fue demasiado leve en comparación con lo ocurrido el martes. Sin embargo no puedo quitarme de la cabeza la sensación tan extraña que sentí en esos instantes en los que mi vida estuvo en riesgo. Muchos dicen que los momentos en los que tiemblan se les vuelven eternos, a mi me pasó al revés, todo me pasó rapidísimo.

Me inquieta que a pesar de creer que podía morir en ningún momento perdí la calma. Al contrario, me llegué a sentir resignado y en espera de lo que pudiera pasar. Y eso me inquieta. No sé qué pensar de mi actitud ante la muerte, lo cierto es que me siento diferente desde el martes. Ahora la imagen del segundo en el que pensé que todo se iba a terminar se repite en mi mente una y otra vez.

Eso me dejó el temblor… qué bueno que pude narrarlo.

lunes, 19 de marzo de 2012

Shame


Sé que una película me gustó mucho cuando después de verla siento la imperiosa necesidad de escribir sobre ella. Con Shame me pasó así. Todavía no salía de la sala de cine cuando este post ya estaba dando vueltas en mi cabeza.

Dirigida por Steve Moqueen, y con las actuaciones de Michael Fassbender, Carey Mulligan y James Badge Dale, Shame cuenta la historia de Brandon, un treintañero que vive sólo en su apartamento en Nueva York, tiene un empleo estable y es adicto al sexo en todas sus formas. Consume pornografía en grandes cantidades, se masturba a menudo y cuando no recurre a prostitutas, acostumbra a tener encuentros casuales con mujeres. Aun así, dentro de este caos Brandon guarda un escrupuloso orden en su vida. Es pulcro y toda su rutina transcurre de forma metódica.

Entonces ocurre la imprevista llegada de su hermana Sissy, una chica rebelde y problemática que por las noches canta en un bar, y que sacará de balance el mundo de Brandon hasta hacerlo perder el control de sus propias emociones.

Bajo este argumento se desenvuelve un complejo pero armónico tendido emocional que tiene a los instintos sexuales como motor protagónico. Convirtiendo así a Shame en un interesante tratado sobre la fuerza que los instintos carnales tienen sobre nuestra existencia, y lo difícil que es resistirse a ellos cuando estos se convierten en el centro de nuestra vida.

En qué punto las aficiones sexuales se salen de control y en lugar de llevarnos al placer nos hacen caer hasta tocar fondo? ¿Cómo dejamos de controlar nuestra vida para cederle nuestro albedrío a la poderosa adicción del deseo?

Shame no intenta responder a estas preguntas, mucho menos aleccionarnos sobre lo bueno y lo malo. En cambio nos muestra un rico menú de sentimientos que nos dan una idea del seductor (pero a la vez peligroso) estilo de vida de quien apuesta todo a las bajas pasiones.

Con tomas precisas y casi artísticas, diálogos inteligentes, música sobria pero perfectamente amalgamada a las escenas, una fotografía que de inmediato nos adentra en el ambiente sofisticado pero perturbador de la historia, y una actuación entregada y convincente de Michael Fassbender. Esta película nos lleva hasta esos lugares de la existencia humana que por pudor ocultamos a los demás.

Aunque hay escenas explicitas y momentos fuertes, todo el filme está impregnado por un aura de buen gusto.

Shame se estrenó en México el pasado fin de semana. Si les gusta que sus emociones sean puestas a prueba, y además disfrutar del lenguaje visual y sonoro de una película bien hecha, no pueden dejar de verla.

jueves, 15 de marzo de 2012

Margarito, el ataque que sí fue

Como si el destino me jugara una broma de muy mal gusto. Así defino lo ocurrido hace menos de 24 horas. Justo ayer, en mi pasado post les conté como unos vecinos habían amenazado de muerte a mi perro Margarito, y ayer mismo fue atacado salvajemente. No por los vecinos que días atrás nos advirtieron que le echarían gasolina, sino por otro perro. Por cierto, mucho más grande que él.

Los hechos ocurrieron ayer por la mañana, cuando yo iba ya rumbo al trabajo. Como es una costumbre, mi hermana Lucia sacó a pasear a Margarito poco antes de las 7 de la mañana. Lo llevó hasta el parque por la ruta de siempre. De regreso se cruzó con una señora y su enorme perro, el cual se le escabulló a la dueña. Sin que nadie lo esperara, el perro se abalanzó sobre Margarito. Lo prensó de una mordida y no lo soltaba.

Sin éxito Lucia y la señora intentaban que el perro soltara a Margarito. Incluso en su desesperación mi hermana le puso la mano al perro cerca de su hocico para que la mordiera a ella y soltara a Margarito. Después de segundos que fueron eternos, lograron liberar a mi perrito.

Del susto a Margarito se le salió la popo. A pesar de que el perro le mordió una rodilla, Lucia cargó a nuestro perrito ensangrentado y regresó corriendo a casa tan pronto como pudo. En minutos ella y mi mamá llevaban a Margaro al hospital veterinario. Él se quejaba y lloraba. Lloraba ante cualquier movimiento de su cuerpecito.

En el veterinario le administraron un analgésico pero no lo anestesiaron. Según la doctora, Margarito estaba en un nivel de estrés tan grande, que si se le dormía se corría el riesgo de que sufriera un infarto cardiaco. Margaro se quedó en el hospital para que los doctores pudieran examinarlo después de tranquilizarlo. Lucia se fue a trabajar con lágrimas en los ojos.

Todo esto pasó ayer, y no eran ni las 7:30 de la mañana.

Cerca de las 9:30 Lucía me informó lo ocurrido por medio de Twitter. Cinco minutos después mi mamá me marcó para también comunicarme lo sucedido. El resto de la mañana se me hizo eterno. Esa angustia e incertidumbre que da el no saber la suerte de uno de tus seres queridos no se le deseo a nadie.

Por la tarde fui por Margarito al hospital. Cuando vi su carita sentí un gran alivio. Su pecho y varias partes de su cuerpecito tenían varias zonas suturadas con puntos. Además su patita delantera izquierda apenas y podía apoyarla. Quizá tenga fracturado un fragmento de hueso, pero con reposo la doctora espera que en unos días éste solidifique por sí mismo. Además de tenerlo bajo observación y cuidados, le fueron recetados calmantes y antibióticos. Antes de las 6 de la tarde, después de 12 horas infernales, Margarito volvió a casa. A su casa.

Ojalá está historia sirva para que los dueños de perros grandes o violentos tengan cuidado con sus animales. Ahora fue Margarito, ¿pero qué tal si hubiera sido algún niño? Horas después fui a ver al perro que atacó a Margaro. Es un perro grande y fuerte. Espero que no vuelva a reaccionar así.

Mi hermana quiere proceder legalmente en contra de la dueña del perro. Yo no quiero. Cuando fuimos a verla se mostró apenada y pagó los gastos generados por la veterinaria. No se gana nada demandando y no podemos culpar a alguien por la reacción irracional de un animal. Una de malas que a todos nos puede pasarnos.

Ahora mismo Margarito se encuentra adolorido y triste. Le cuesta ponerse de pie y caminar. Se queja constantemente y me rompe el corazón. Sin embargo sigue intentando estar al pendiente de lo que hacemos los demás integrantes de la casa. Continúa buscando que le demos de comer mientras estamos en la cocina y nos sigue de un lado a otro. Tengo fe en que las heridas de Margaro se curen pronto y mi perro no tarde en volver a las andadas.

Como dijo mi amigo Ángel, Margaro es perro de 1000 batallas, y seguramente en esta ocasión nuevamente vencerá.

Esta foto nos la tomamos cuando Margaro regresó del Hospital.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Mi perro Margarito, amenazado de muerte


Sorpresas que da la vida. El pasado domingo regresaba de un pequeño viaje de fin de semana, apenas llegué a mi casa y me enteré de una noticia ridícula: mi perro Margarito había sido amenazado de muerte.

En otras circunstancias el que uno de mis seres queridos cargue a cuestas con una amenaza de este tipo me hubiera aterrado. Pero que el amenazado en cuestión fuera mi mascota me intrigó y hasta causó cierta gracia. ¿Quién querría atentar en contra de mi Margarito, que es poco menos que un pan de Dios, un perrito de tamaño pequeño que jamás en su vida le ha hecho daño a nadie?

Quienes conocen al Margaro saben que a lo largo de sus doce años sólo se ha dedicado a ser un buen perro. Alegré y cariñoso con todos, un amigo fiel que sabe ganarse el cariño de cualquiera. A pesar de haber sido atropellado hace años y por lo tanto estar casi al borde de la muerte, nunca dejó de ser el mismo. Si le preguntan a los vecinos por mí es probable que no sepan quién soy o dónde vivo, pero si dicen que buscan la casa de Margarito es casi seguro que todos les den referencias.

Así de famoso es el Margarito. Por eso cuando mi hermana me contó que unos vecinos habían dicho que lo querían matar apenas y lo creí.

Sucede que ese domingo al atardecer mi hermana salió a pasear a Margarito. Estuvieron un buen rato en un parque cercano a mi casa. De regreso, de una casa salió un señor cincuentón, una señora cuarentona y un niño-puberto de unos 12 años. Vecinos nuevos en la calle en la que vivo. Días atrás el mocoso ese le gritó de groserías a mi hermana. En ese momento Lucia (así se llama mi hermana, para quienes no sepan) no le hizo caso. Pero el pasado domingo, ella y Margaro se vieron acorralados por la familia mitotera.

Le dijeron que varias veces habían visto a Margarito hacer popo afuera de su casa, sin que nadie de mi familia recogiera sus desperdicios. Lucia les respondió que aquello era mentira, que ella siempre recogía las caquitas del Margaro y hasta les enseño las bolsitas con las que carga para levantarlas.

Entonces, "el-señor-cincuentón-venido-a-menos" dijo que si volvía a ver a Margaro merodeando su casa lo envenenaría con cloro y le echaría gasolina. Lucia que es protectora de animales a ultranza, le dijo que si lo hacía le pondría una demanda por abuso contra los animales. El niño-adolescente-cagengue le dijo la grosería más fuerte de la que fue capaz: mugrosa. Lucía le reclamó que días antes le había dicho de groserías. La cuarentona-casi-cincuentona dijo que eso era imposible que su angelito dijera majaderías.

Y mejor Lucia se fue y los dejó hablando.

Lo curioso es que esta familia es más bien cobardona. Cuando mi mamá o yo no los hemos encontrado no nos han dicho nada. Vamos, ni nos voltean a ver. Otra cosa que hace de esta amenaza una ridiculez: Margarito nunca está solo en la calle. De manera que es imposible que lo hayan visto merodeando su casa. De miar y cagar afuera de su puerta ya ni hablamos.

Margarito está amenazado de muerte, aunque no sé cómo le harán para asesinarlo. Para que logren que tome cloro (olor que por cierto, Margaro detesta) tendrían primero que quitármelo y después convencerlo de que beba esa sustancia. De echarle gasolina… es más difícil todavía. Para que le pongan un dedo encima primero tendrían que matarme. Y dudo que un cincuentón, un puberto y una doña de las cuatro décadas lo consigan.

Llevo dos días deteniéndome afuera de esa casa para ver si me encuentro con alguno de sus habitantes y estos se atreven a decirme algo. Nada me daría más gusto que mandarlos al carajo.
Mientras tanto, Margarito luce despreocupado. Al parecer la amenaza de muerte le valió madres.

sábado, 10 de marzo de 2012

Un día especial este 11 de marzo


1. Aquella primavera del 2004

Recuerdo la primavera del 2004 como una época de mi vida caótica pero agradable. Excitante y llena de sin sentidos. Tan vertiginosa y rápida que en tan sólo unos meses viví lo que no había experimentado en años. Perdí un amor y llegó otro mucho más intenso que me trajo más preguntas que respuestas.

Así eran las cosas cuando sucedió la tragedia que se volvió canción de amor.

2. 11 de marzo

Parte de mis memorias sobre la primavera del 2004 corresponden al jueves 11 de marzo de ese año. Durante esa época realizaba mis prácticas profesionales en Televisa Chapultepec, en la redacción del portal de internet en el área de noticieros. Esa mañana llegué a Televisa más temprano de lo habitual (10 de la mañana, tiempo de México) sólo para encontrar la oficina colapsada por tanto trabajo. Fue ahí cuando me enteré por primera vez de lo que estaba ocurriendo en España.

Un atentado terrorista había sucedido unas horas antes en la estación de trenes de Atocha, en Madrid. Sin mayor aspaviento me puse a trabajar en lo que podía. La información corría por mis manos, sólo para escupirla minutos después en forma de notas periodísticas. Datos sobre el número de víctimas, sobre el deslindamiento de ETA sobre los hechos ocurridos y el anunció de Al-Qaeda adjudicándose la autoría de los atentados.

Siempre he tenido una extraña fascinación por los sucesos que detienen al mundo. Me estremecen pero a la vez atrapan. Me conmueven y atraen enormemente. Quizá por eso aquel día permanecí más tiempo del normal en la oficina. Viendo fotos, vídeos, escuchando reacciones de todas partes del mundo sobre lo sucedido. No recuerdo a qué hora me marché ese día de la redacción.

Al otro día cerca de las 5 de la tarde abandoné la oficina para dirigirme a la Universidad. Una manifestación de trabajadores del Seguro Social bloqueaba Avenida Tlalpan. Pasé casi dos horas en el tráfico y no llegué a mi clase de 6. Durante ese tiempo escuché en el radio del auto la cobertura que se le daba a lo ocurrido. Locutores y expertos discutían sobre las implicaciones políticas que los atentados tendrían en España y el tipo de consecuencias que podrían traer bélicamente al mundo. También en ese momento se realizaba una inmensa y conmovedora marcha por las principales avenidas de Madrid. España tenía el corazón destrozado pero estaba de pie. No sé si todos los mexicanos compartíamos el mismo sentimiento, pero al menos yo no podía evitar sentirme triste.

Llegando a la Universidad mis amigos Ángel y Rosalía me preguntaron por qué había llegado tarde.

Les dije que no tenía importancia.

Cuatro años después volví a sentir ese abatimiento, cuando escuché una canción de amor.

3. Jueves

El 16 de septiembre del 2008 fue día feriado en México. Esa tarde decidí comprar un disco. Elegí "A las cinco en el Astoria", el entonces nuevo disco del grupo español La Oreja de Van Gogh. No lo escuché sino hasta días después, una tarde que lo puse mientras manejaba.

Entonces empezó una canción que desde el principio llamó mi atención. Una baladita de ritmo melancólico que hablaba de una chica enamorada de un pasajero al que diariamente se encontraba un el tren pero del que no sabía nada más... o algo así entendía. Conforme avanzó la narrativa de la canción me fui metiendo más en la historia de aquella mujer que ve pasar los días esperando un romántico milagro.

Por un par de minutos me volví uno con esa canción. De verdad anhelaba que aquella enamorada se armara de coraje y se acercara al hombre que la hacía suspirar. Cuando ella toma la iniciativa es correspondida. Y por fracciones de segundo me alegro de su suerte… hasta que escucho el siguiente verso:

"... y ya estamos llegando,
mi vida ha cambiado,
un día especial este 11 de marzo.
Me tomas la mano, llegamos a un túnel
que apaga la luz.

Te encuentro la cara
gracias a mis manos.
Me vuelvo valiente y te beso en los labios,
dices que me quieres y yo te regalo el último soplo de mi corazón…”


Y la melodía termina de pronto.

Entonces en cuestión de segundos relaciono todo en mi mente... los trenes, la fecha, el súbito final en medio de la oscuridad. Y fue como si me golpearan el corazón. Tuve que aguantar las ganas de llorar frente a las otras personas que me acompañaban en el auto.

La historia de un amor que apenas vivió unos segundos sólo puede ser comparable con la pérdida de 192 vidas. Cuando ambas cosas se mezclan en forma de una hermosa canción el resultado es poco menos que devastador para quien la escucha. Una épica historia de amor que murió de forma injusta.

Después del impacto inicial tuve que escucharla un par de veces más. El temblor de mi cuerpo siempre venía hacia el final de la canción. Justo en ese instante en el que la tragedia sobrevino al amor. Y uno siente pena por aquella chica que después de ver pasar los días ‘como las golondrinas del poema de Becker’ se volvió valiente y fue feliz dando su último beso, justo cuando el tren en el que viajaba entró en un túnel.

Lo realmente jodido del asunto no es partirme el alma cada que la escucho. Lo verdaderamente triste es que 192 historias terminaron dramáticamente ese jueves. Lo complejo y difícil de explicar, es que el odio de unos cuantos haya sido suficiente para romper la calma de millones. Nunca lo entendí ni creo poder hacerlo jamás.


Un día especial…

Cada 11 de marzo pienso en la historia de amor de la canción y los atentados que cimbraron Madrid. A ocho años de la barbarie y cuatro de haber escuchado ‘Jueves’ por primera vez, el fantasma de la melancolía sigue presente.

Hoy es uno de esos días… de nuevo escucharé ‘Jueves’ y me pondré triste. Aun así, sigo pensando que es una de las canciones más hermosas que haya oído en toda mi vida.

“Por una vez y durante apenas cinco minutos de música, aquel 11 de marzo de 2004 vuelve a ser sencillamente ‘Jueves’”

Cuautla, Morelos (11 de marzo de 2012)

(Si la disquera bloquea el video, da clic aquí para verlo).


jueves, 8 de marzo de 2012

Recuerdos del ayer

Parte de la razón de ser de este blog es el documentar, en pequeña o gran medida, las historias de mi pasado que han ido conformando mi presente. Generalmente las personas guardan muy dentro de su mente aquellos recuerdos que más les han marcado. Aquellos que pocas veces se cuentan, y que al momento de evocarlos vienen a nosotros acompañados de sensaciones y aromas que hacen de la ‘sensación de recordar’ algo mucho más intenso, tanto que sólo basta pensar en esos instantes para volver a vivirlos con la misma fuerza.

Si en ocasiones en este espacio escribo historias de mi vida, no es por pretensión ni un afán de protagonismo, sino porque necesito hacerlo. Necesito contar las cosas que me han sucedido, en parte para desahogarme, y en parte para evitar malas pasadas de mi mente. Odiaría que algún momento significativo de mi vida fuera desvaneciéndose a causa del tiempo.

Padezco ese afán de recordar y mirar mucho hacia mis ayeres. A veces se hace intencionalmente, otras veces el pasado vuelve cuando menos lo esperamos para aclararnos la vida y decirnos por dónde caminar. De eso se trata la película de la que estoy por hablarles.

Hace poco más de un año vi la película de anime El secreto de la sirenita (Ponyo en el acantilado). Desde entonces quedé fascinado con las cintas realizadas por Estudio Ghibli, considerado como uno de los mejores del mundo. Poco a poco he ido viendo algunas de estas cintas y siempre termino sorprendido.

Hace unos días vi ‘Recuerdos del Ayer’ una de las obras más antiguas de Ghibli y quedé más que sorprendido. No exagero al decir que esta película jugó con mis sentimientos y emociones durante las dos horas que dura. Destruyó y rehízo mi corazón varias veces. Me hizo sentir pena, nostalgia, tristeza y melancolía. Me enamoró. Me recordó cosas de mi propia vida y sobre todo, me hizo tener un dialogo con el niño que yo solía ser en la primaria. 'Recuerdos del ayer” a fin de cuentas podría ser mi historia, o la del que lee este texto.

Si alguna vez han visto una o más películas de Estudio Ghibli, sabrán que estas amalgaman de forma excepcional la fantasía y ciencia ficción, con historias llenas de ingenio y simbolismos. En cierta forma, ‘Recuerdos del ayer’ es muy diferente al resto de las otras cintas. Para empezar está ambientada en un mundo real y de ahí nunca se sale. No está orientada al público infantil pues a estos podría parecerles aburrida. Carece de escenas de acción o poderes mágicos, pero conserva ese simbolismo que hace que después de ver estos animes muchos diálogos y escenas se mantengan dando vueltas en la cabeza del espectador atando cabos.

Dirigida y escrita por Isao Takahata, y producida por Hayao Miyazaki, ‘Recuerdos del ayer’ nos cuenta una historia en dos tiempos. En el presente, Taeko es una mujer cercana a los treinta años. Aun no se casa, es más, ni siquiera tiene algún prospecto para hacerlo, y debe soportar las presiones y exigencias de sus parientes quienes quisieran verla formar una familia. Su trabajo no le apasiona, pero tampoco le desagrada. En cierta forma, quisiera cambiar el rumbo su vida pero no sabe cómo ni hacia dónde. Un día decide tomar vacaciones y sale de Tokio para dirigirse al pueblo de su cuñada para ayudarla una temporada a levantar las cosechas. Ese viaje al campo le cambiará la vida desde que sube al tren, donde por medio de recuerdos comenzará a evocar algunos pasajes de su estancia en el quinto grado de primaria.

La segunda línea narrativa se desarrolla justo en el pasado que estos recuerdos van reviviendo en la protagonista. Así, el pasado de su quinto año de primaria y la niña que Taeko solía ser se le hacen presentes una y otra vez.



Y ya no les cuento más, pues esta película merece ser vista por primera vez sin más señales de lo que podría pasar. Simplemente me limitaré a decir que los últimos 20 minutos son de una belleza y emotividad que a cualquiera le conmoverían. El resto de la cinta no es menos interesante. A lo largo de los 120 minutos uno tiene la sensación de no estar viendo un anime, sino de estar leyendo una buena obra literaria. Con un balance perfecto entre imágenes, diálogos que le dan una madurez muy especial a la historia.

Por momentos incluso tuve la impresión de ver una historia escrita por Haruki Murakami tipo
Tokyo Blues.

A pesar de que la película fue estrenada en 1991, la plasticidad de las escenas de Tokio y el campo japonés está muy bien lograda. Debido al éxito de la película, varios escenarios como la estación de trenes de Takase, el volcán Zao y varios paisajes de Yamagata (donde Taeko viaja en sus vacaciones) se conservaron intactos desde entonces a la fecha. También los rasgos y movimientos de los personajes (sobre todo en la parte correspondiente al presente) son notables. Según he leído, esta película retrasó un año su lanzamiento debido al énfasis que se puso en los detalles.

Quizá sea porque tengo corazón de pollo, porque soy un romántico y cursi empedernido de lo peor, o porque al igual que la protagonista estoy cercano a los treinta, pero ‘Recuerdos del ayer’ me asestó un golpe emocional del que no me puedo reponer. Probablemente a todos mis contemporáneos les pase igual, por lo que es a este público semi treintañero al que le recomiendo esta película ampliamente.

Búsquenla y véanla, es una joya. Mi novia y yo acabamos de comprarla en un MixUp. No se arrepentirán.





lunes, 5 de marzo de 2012

La mafia franelera

Por dónde se vea, la situación es incoherente: personas que te cobran por utilizar un pedazo de calle, que en teoría, es de todos. Bajo este argumento abusivo operan cientos de "franeleros" en la Ciudad de México, quienes con botellas, cubetas y hasta piedras apartan lugares para que sólo se estacionen ahí quienes paguen la cuota establecida por ellos mismos.

Su pseudo oficio siempre me pareció ilegal, pero realmente nunca había sufrido por su existencia hasta hace unos meses. A causa de mi trabajo algunos días a la semana me veo en la necesidad de estacionar mi auto en la calle de Magdalena, ubicada entre las calles Luz Saviñón y Romero de Terreros, a sólo unos metros de avenida Insurgentes Sur. Resulta que toda esa zona casi a toda hora está atestada de "franeleros".

La primera vez que me aventuré a llevar auto fue un viernes. Llegué unos 15 minutos antes de las 7 de la mañana. Aun había muchos lugares libres y ni un rastro de los franeleros. Aunque ya había varios lugares apartados con cubetas y botellas. Para evitar problemas me estacioné en uno de los lugares "no apartados" y me fui a trabajar. Cerca de las 5 de la tarde regresé por el auto. A diferencia de en la mañana, ahora la calle estaba llena de autos y un franelero cada 20 metros. Abrí mi coche y me subí con toda la calma del mundo. El franelero en turno no me dijo nada, pero podía sentir su mirada 'inconforme' a mi espalda.

A la siguiente semana volví a hacer lo mismo. Obtuve idénticos resultados. De nuevo les gané el espacio a los franeleros y de nuevo me mal miraron cuando me marchaba. Les apliqué la misma fórmula tres veces más. Los días que prefería llegar en Metrobús (la mayoría de las veces) estudiaba el modus operandi de los franeleros. Llegan poquito antes de las 7 de la mañana. De jardines o árboles cercanos sacan las cubetas y botes con las que apartan los lugares. Del mismo lugar agarran una escoba con la que barren el pedazo de calle del que se apropian. Supongo que tienen algún convenio con los vecinos o autoridades del lugar. Cerca del medio día es el cambio de turno, y los franeleros matutinos les ceden el espacio y clientes a los vespertinos. Obviamente los primeros le cuentan a los segundos que autos sí pagaron y cuáles no.

En una ocasión vi cómo pasaba una patrulla pidiendo dinero a los franeleros, prueba de que al menos los patrulleros de la zona están coludidos con esta mafia.

Un día dejé mi auto afuera de un edificio. Al recogerlo horas después, el franelero en turno se me acerco a decirme que por favor no volviera a dejar el auto en ese sitio. El reclamo se me hizo injusto. Valentonado le respondí que no era dueño de la calle y que cuando yo llegué no había ni una cubeta ni nada que señalara que el lugar estaba apartado. Al franelero le molestó mi actitud y enojado me respondió que ese lugar era 'para las visitas de los inquilinos del edificio', por lo que quienes dejaban su auto ahí, le dejaban las llaves de sus vehículos por si había que moverlos.

¡Ahora resulta! ¿Quién en su sano juicio le dejaría las llaves de su coche a un señor del que ni su nombre conoce?

Obviamente no le creí, pero en futuras oportunidades estacioné el auto hasta el otro extremo de la calle. Afuera de lo que parecía era una casa grande adaptada a un negocio. Obviamente no tapaba la entrada. En una ocasión, al dejar ahí el coche, otro franelero se me acercó furioso exigiéndome que mejor quitara mi vehículo de ahí, pues la dueña de la casa-negocio se enojaba de que lo dejara ahí, y que inclusive quería agarrarlo "a chingadazos", pero que gracias a su intervención no lo hizo.

Osea, ¡ya hasta le debía la integridad de mi auto al heroico franelero!

Según este temerario franelero, en aquel negocio le daban dinero para que les aparte el lugar a los trabajadores de esas oficinas. Averiguando descubrí que las instalaciones de ese lugar son parte de Grupo Comercial y de Servicios del Valle S.A de C.V. Si el franelero dijo la verdad, los señores de esta empresa también fomentan la corrupción.

En fin, que para evitar problemas, tampoco lo volví a dejar ahí, sino en otro lugar de la calle. Un día, al estacionarme llegó el franelero en turno para pedirme moviera mi carro para que pudiera barrer mejor. No le hice caso. Volví a dejar el auto en el mismo lugar hasta que un día se enojó y me exigió que ya no usara "sus" lugares, que ya la había agarrado contra él, que mejor me fuera a otro sitio. A la próxima lo puse en otra parte de la calle. Cuando fui por el auto, otro franelero me pidió que no lo dejara en esa casa, pues ahí vive una señora minusválida y necesitaban el espacio para subirla y bajarla del auto a su casa.

Y así un sinfín de pretextos. Cuando no era la vieja invalida, eran los vecinos del edificio o la dueña de la casa negocio. La situación comenzaba a cansarme, eso sin contar la desconfianza de dejar ahí mi coche y encontrarlo horas después con algún rayón, llanta ponchada o cristal roto.

Un día mi novia me hizo entrar en razón. Ya no quería estar preocupado y haciendo corajes cada semana. Una mañana negocié con uno de los franeleros. Me pidió 30 pesos. Al final me lo dejó en 25. ¿Y qué lugar creen que me da siempre? Afuera del edificio en donde se supone, los vecinos sólo permitían que se estacionaran sus visitantes.

Aun hoy me pregunto si hice lo correcto. Varias veces he pensado en ir a denunciar a los franeleros de esa calle, pero sólo de pensar que las patrullas del rumbo reciben dinero de ellos me desanima. Por otro lado, no sé que tanto dependan de ese ingreso esos sujetos y sus familias, ni si tendrían alguna otra oportunidad de empleo.

Y sin embargo da coraje tener que dar dinero por usar un pedazo de calle que en teoría es de todos. He escuchado que algunas veces (raras, por cierto) hay operativos en algunas zonas de la ciudad. Pero los franeleros (ya sea los mismos u otros) siempre regresan. ¿Qué hacer ante una mafia así? ¿Quién coordina la repartición de calles?

Sea como sea, el oficio de franelero para mí no es más que una actividad ilícita que unos maleantes, holgazanes y huevones aprovechan con el consentimiento de las autoridades.

Lo peor es que seguiré lidiando con ellos. A ver si no leen esto y mi auto termina pagando las consecuencias.

viernes, 2 de marzo de 2012

Éste que ves

“El de la pintura es un niño desesperado.
Necesita salvarse y no imagina de qué.
Quiere salir de ahí, no sabe cómo”


No sé bien que nombre darle a lo que sentí aquella primavera del 2007, pero era muy intenso y era, cuando mucho, la décima vez que me pasaba en la vida. Ansiedad, emoción, ganas de contarle a todo el mundo que no crees posible que lo que acababas de leer haya sido escrito por otra persona como tú, y sin embargo diferente.

Intento escribir esta entrada para mi blog y a pesar de los años transcurridos, las emociones aun cosquillean y me transportan hacía los párrafos que durante un mes leí con tanta atención y detenimiento que a cualquier otro lector promedio hubieran desesperado. Disfrutar la lectura. Ir lo más lento posible. Hace cinco años, fue toda una aventura saborear cada una de las 241 páginas que conforman ‘Éste que ves’, la segunda nueva novela de Xavier Velasco.

Y es a partir de aquí donde me despido de toda objetividad. No porque Xavier sea por mucho mi escritor favorito, sino porque sin proponérselo de nuevo volvió a hablarme de mi. Si con Diablo Guardián este autor parecía haberme sacado una radiografía que transformó en novela, con ‘Éste que ves’ simplemente me muestra un retrato de lo que soy. Y es por medio de retratos, como finalmente descubrimos detalles que incluso a nuestros propios ojos permanecen ocultos.

Si se supone que Xavier Velasco narra ‘la historia de la historia’ de su infancia, y las circunstancias que lo llevaron a practicar el juego de la escritura como una escapatoria a lo insoportable de su infancia, entonces, ¿por qué ese empeño en querer hacer mía ésta novela? No lo sé a ciencia cierta, quizá tenga que ver con verme tétricamente identificado con algunos detalles de su narración. Al igual que el niño de la historia, yo viví años insoportables en la infancia, también fui solitario y molestado por mis compañeros de clase. Como él, terminé odiando la escuela por ser para mí poco menos que un reclusorio. También prefería jugar solo, pues la presencia de cualquier otro niño alteraría el curso de las historias a las que desde entonces no dejaba que nadie más interrumpiera. Como el protagonista de ‘Éste que ves’ fui (sigo siendo) malo para los deportes, torpe y tímido. También me enamoré desde muy chico, y desde entonces, el amor ha sido un constante tormento en mi vida que me ha dado más problemas que satisfacciones.

Dice Xavier, que ésta historia no es una biografía, pues tomó elementos de su propio pasado y las mezclo con ‘otras realidades’ para darle individualidad al personaje. Podrá ser, pero sus lectores más fieles adivinamos que el autor le prestó casi toda su personalidad y vivencias al protagonista que como yo, creció en medio de la confusión al no saber de dónde provienen esas ganas de escribir sin descanso.

Fueron muchas las veces que tras pasar una página sentí ese golpe en el estomago. Ese ataque que sólo la literatura te puede dar y que te dice ‘éstos son tus sentimientos y ese pobre individuo metido en problemas de la historia eres tú’. Reconocerse, saber que alguien más tuvo (o tiene) tus mismas angustias es en cierto modo un rescate a tiempo. No sé si alguien no atrapado en el vicio de contar historias o con una infancia insufrible encuentre ésta novela atractiva, pero al menos yo la disfruté como pocas veces.

De nuevo lo hizo. Una vez más Xavier me subió a un carrito de montaña rusa junto con sus letras. Sentí vértigo, mis entrañas se revolvieron y la cabeza me dio vueltas. Pero una vez terminada la sacudida quería volver a subirme a la historia, sentir esa adrenalina y sufrimiento que sólo un buen narrador es capaz provocarnos. Escenarios llenos de incomprensión y soledad. Frases que parecen bordadas especialmente para cada lector. Dudas. Un amor grandísimo que nunca fue por culpa de la vida y sus defectos. Un niño atrapado tras un cuadro y que suplica salir. Un niño que es Xavier Velasco. Un niño que soy yo.

No hablé nada de la trama del libro. El estado de shock en el que aun caigo al recordar las últimas hojas de la novela me lo siguen impidiendo. Sólo diré ´pocas veces he leído algo tan bueno.

“Se escribe, igual que se ama o que se vive,
porque no queda más alternativa, ni se ve escapatoria tolerable”

El haber recordado una historia que leí desde hace años tiene un motivo. El próximo domingo 4 de marzo es la presentación de ‘La Edad de la Punzada’, la nueva novela de Xavier Velasco y continuación de ‘Este que ves’. La cita es en la Feria Internacional del Palacio de Minería de la Ciudad de México en el Salón de Actos a las 20:00 hrs. Si van por allá nos vemos.