lunes, 26 de marzo de 2012

La noche que México enamoró a Benedicto XVI, y viceversa



Quien me conoce sabe que siempre tuve una admiración especial por Karol Wojtyla, mejor conocido como el papa Juan Pablo II. Su vida y forma de ser siempre los he considerado como ejemplos a seguir. Aun después de su muerte en el 2005, su carisma sigue no sólo en mi memoria, sino en la de todo el mundo. Sobre todo en México, país con el que este Papa siempre tuvo una conexión muy especial y nunca antes vista.

Quizá esta fuerte relación Juan Pablo II/México fue la que hizo que muchos dudásemos cuando se anunció que Benedicto XVI visitaría nuestro país. No es que no nos alegrara la noticia, sino que la seriedad y aparente falta de carisma nos hacía pensar que su estancia en México no sería tan emotiva como lo fue con Juan Pablo II, su sucesor.

Y todo apuntaba a que así sería. Aun a escasos días de la llegada de Joseph Ratzinger el ambiente y expectativa por su llegada aun era frío. Quizá los escándalos de pederastia en el interior de la iglesia católica mexicana, la falta de conexión con un nuevo Papa que como buen alemán era metódico pero carecía de esa naturalidad para desenvolverse en el contacto con las masas, o probablemente el desencanto que la violencia ha traído al pueblo de México.

Aun así había que estar atentos a la sexta visita que un Papa hacía a México. Habían pasado 10 años desde la última vez y era importante, además de interesante, ver si México le seguiría siendo fiel a un Papa muy diferente. Lo que ocurrió desde el pasado viernes 23 de marzo hasta hoy por la mañana simplemente superó cualquier expectativa. Y se puede resumir en la siguiente frase posteada por un tuitero mexicano:

“Que emotivo fin de semana, el viernes llegó el sucesor de Juan Pablo II, hoy lunes se va nuestro querido Papa Benedicto XVI”.

Tres días fueron suficientes para que México enamorara a Benedicto XVI y viceversa. Tres días para que este Papa se mostrara como nunca lo había hecho en siete años de pontificado. Humano, cercano a la gente, rompiendo protocolos y permitiéndose dar muestras de alegría. México le enseñó a sonreír al Papa. A cambio Benedicto XVI nos devolvió la fe en nosotros y nos trajo un mensaje de esperanza. Tuvo que venir el representante de Dios en la tierra para recordarnos que somos un pueblo maravilloso, alegre, fuerte. Una nación que ante las dificultades más duras nunca pierde esa calidez y ganas de estar de pie.

Perdí la cuenta de las veces que me conmoví al seguir las transmisiones de sus recorridos por el estado de Guanajuato, pero fueron muchas. Una sensación muy parecida a lo vivido con Juan Pablo II, pero diferente. Y esa diferencia es la que empezó a hacer que la visita de Benedicto XVI fuera tomando fuerza. Al paso de las horas ya no se hablaba de un sustituto, sino de otro líder espiritual con distinta fuerza, pero que fuimos aprendiendo a querer.

No voy a enumerar paso por paso cada una de las actividades de Benedicto XVI en México, pues hay infinidad de medios que lo hicieron mejor y de manera más profesional que yo. Sólo quiero dejar constancia de que esto que experimente también le pasó a millones de mexicanos. Benedicto XVI se ganó mi cariño. Sobre todo la noche de anoche, cuando después de un día lleno de actividades, y cuando se supone debería estar descansando, ese alemán de 85 años salió a la calle en donde una multitud lo aclamaba y pedía verlo unos segundos más.

Sin importar que se saliera del programa establecido el Papa acudió nuevamente al encuentro de su México… y lo que ocurrió fue un momento simplemente conmovedor para un país que siempre se entrega:



Ver a Benedicto XVI feliz y con un sombrero de mariachi fue el colofón de una visita que ya pasó a la historia.

“Muchísimas gracias por este entusiasmo, estoy muy feliz. He hecho tantos viajes pero nunca he sido recibido con tanto entusiasmo”

“Ahora puedo decir que México permanecerá siempre en mi corazón. Desde hace muchos años estaba orando por México, pero ahora oraré mucho más”

Díganme ñoño, mojigato o santurrón. Este tipo de eventos siempre son muy importantes para mí. Es en lo que creo y no me importa contárselo al mundo. Hace unas horas nuestro Benedicto XVI abandonó México para continuar con su gira por Cuba. Una de las más grandes lecciones que en lo personal me dejó fue cuando dijo que a pesar de la ciencia, los gobiernos y la voluntad de los hombres, siempre hará falta ese extra de tener fe en Dios para poder salir delante de nuestros problemas.

Estoy triste por su partida, pero alegré porque ahora tenemos otro Papa mexicano, otro líder en quien buscar consuelo en los momentos difíciles… y eso es un regalo del cielo.

"Ahora puedo entender por qué el papa Juan Pablo II decía: 'Me siento como un papa mexicano'. Ahora también me siento un Papa mexicano"

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