domingo, 27 de junio de 2010

Victimas de nuestra historia y fin del sueño


No me he quitado mi playera verde. Aunque han pasado cinco horas desde la eliminación de México de la Copa Mundial de Futbol de Sudáfrica, a manos de la selección argentina, una especie de orgullo descorazonado hace que me aferre a ella, como si con esto, el baño de realidad que recibí en la tarde fuera a borrarse de mi memoria. Lo cierto es que a estas horas de la noche, el ánimo nacional luce algo adormilado. El ambiente en las calles transcurre con la resignación de quienes desean que, cosa rara, llegue el lunes y las actividades laborales mitiguen la desilusión.

3-1 fue el marcador. Resultado maldito que por quinto mundial consecutivo nos deja fuera en la fase de octavos de final. Por más que me digan que ‘se jugó bien’, a mi ya no me resulta suficiente. Es cierto que el primer gol de los argentinos debió haber sido anulado por un fuera de lugar del tamaño de África; también que el segundo tanto en contra fue a causa de un error garrafal de Ricardo Osorio; que un soberbio golazo terminó sepultándonos; y que el de la honra, fue un gol que todo México grito, conseguido por Javier Hernández a base de pundonor y vergüenza deportiva. De nada sirven un montón de consuelos cuando la tragedia se vuelve cíclica. Tardamos cuatro años en rehacer nuestra ilusión para ver como en un partido se deshace. Desde 1994 ha sido lo mismo.

No se pudo. No hubo revancha ni quinto partido. El sueño terminó y vendrán las mismas cantaletas de siempre: que el futbol mexicano sigue creciendo y que tarde o temprano, ese quinto partido llegara. Y ya no sé si creerlo. Es la primera vez que una eliminación mundialista de la Selección no me lleva al llanto. Hace 4 años se peleó, se hicieron cambios inteligentes, se tuvo al rival en un puño. Hoy fuimos claramente superados, y no precisamente por Argentina, sino por nuestros miedos. Hoy nuestra historia nos pesó demasiado. La mala suerte, la falta de confianza en nosotros mismos, la carencia de atención a la defensiva y la falta de puntería frente al arco rival. Antes de pensar en ganar partidos decisivos debemos cambiar radicalmente. De no ser así, podremos esperar 4 años para lo mismo.

Los jugadores tienen su dosis de culpa, es innegable. Pero ¿y Javier Aguirre? Su necedad de alinear a jugadores que no están en su mejor momento terminó siendo determinante. Será el técnico nacional, pero su intransigencia fue dañina. Ni qué decir de la Federación Mexicana de Futbol, máquina de hacer dinero pero deportivamente inoperante. Por mi, Justino Compeán, Decio de María y Juan José Kochen pueden irse a sembrar dólares, o a la chingada. Lo que me importa es que mi Selección cambie, que gane los partidos importantes o cuando menos, no muera de lo mismo de siempre.

No exijo ser campeón del mundo, pero sí que tras un proceso de cada cuatro años haya progresos palpables, y no como en esta ocasión, en la que el retroceso en la forma de perder es una realidad. Estoy enojado con los dirigentes de la Femexfut, con el técnico y con algunos jugadores, pero mi romance con esta hermosa playera verde que visto, sigue intacto. Es por ella que hoy sigo escribiendo sobre futbol en mi blog, por ella esperaré paciente a que llegue el 2014 y volverme a ilusionar. Mientras seguiré soñando con que algún día romperemos nuestras propias ataduras.

Gracias a esos jugadores que se rompieron la madre en el intento por poner el nombre de México muy alto. En estos momentos me quito la playera, la lavaré y quedará lista para próximas batallas. Mientras, colorín colorado, éste Mundial se nos ha acabado.

jueves, 24 de junio de 2010

Sentimientos de revancha


Justamente un día como hoy, pero de hace cuatro años, la Selección Mexicana fue eliminada por Argentina, del Mundial de Alemania 2006, al caer por marcador de 2-1 en fase de octavos de final. Curiosamente, en un par de días México se enfrentará de nueva cuenta a los argentinos, de nuevo en un Mundial, de nuevo en octavos de final. Cuando la suerte deja de acompañarnos en el futbol, es inevitable añorar a la venganza como bálsamo curativo de la derrota. Aunque en esta ocasión, no imaginamos que la oportunidad llegaría tan pronto.

La vez pasada, aun con el dolor en el alma provocado después de presenciar aquel partido cardiaco que se definió gracias a un golazo de Maxi Rodríguez en tiempo extra, escribí estás palabras:

“No podía haber sido de otra manera. Así son los juegos de un mundial de futbol, por eso cada cuatro años el mundo se paraliza. Por eso, también duele en el alma quedar fuera y resignarse. Nos queda esperar hasta el 2010 para volver a vibrar de esta manera.

Al final, no fueron noventa, sino ciento veinte los minutos de pura tensión, de nervios y oraciones contenidas. De gritar un gol. De mentarle la madre al árbitro. De maldecir nuestra suerte. De querer estar en la cancha para defender esa camisa verde que hoy, luce más linda e imponente que nunca. Más de dos horas de no poder estar quieto, de gritar, de decir una y otra vez ‘vamos México, los tenemos’. Segundos eternos. Difíciles. Inolvidables.

Ayer por la tarde, después de presenciar una épica batalla, el marcador final de golpe me devolvió a la realidad: Argentina 2 – México 1. De nuevo nos quedamos en octavos de final, aunque esta vez luchando como los grandes. Con carácter, con personalidad, dueños de un fútbol por momentos perfecto. ¿Qué si duele perder? ¡Claro que sí, carajo! sobre todo porque fuimos mejores que uno de los mejores equipos del mundo. Y al final, la maldita suerte. Esa que parece tenernos bien tomada la medida. ¿Qué decir de la gente? El país entero respiraba, vivía y gritaba al ritmo de un balón. Millones de mexicanos en un sólo corazón. Después del silbatazo final lloré. Por orgullo, de impotencia, de amor a mi país. No dudo, México, que algún día por fin daremos ese paso. Tu noble gente lo merece. Esa que deja todo con tal de apoyarte.

Gracias Ricardo La Volpe. Gracias México, por haber dado la vida en la cancha. Por hacerme soñar. Por hacerme sentir cada día más orgulloso de haber nacido en esta bendita tierra. Gracias, porque con actuaciones como la de ayer, me demuestras que no hay imposibles; y que vale la pena esperar cuatro años, con tal de vivir la emoción de verte en un mundial. Gracias, por hacerme quererte un poco más cada día.

Algún día llegaremos a lo más alto. Y también estaré contigo, como siempre.”

No había leído estás líneas desde aquella tarde de 24 de junio. Me sorprendí. Como si volviera al 2006, la sensación de orgullo sigue ahí. Nuevamente me emociono y un cosquilleo nervioso de a poco se apodera de mí. Cierto es que la misión parece más complicada que la otra vez. Sólo haciendo un partido perfecto México podrá aspirar a vencer a la Albiceleste, que como nunca, luce temible. Sin embargo, la oportunidad está ahí. Real. Posible. Suficiente para dar como un hecho que el próximo domingo el alma de millones de mexicanos estará en vilo. Ignoró que sentimiento tendré por ahí de las 4 de la tarde, pero si logro sentirme igual de satisfecho que la vez pasada, entonces la espera habrá valido la pena.

Hasta ese entonces, sólo tengo sentimientos de revancha… llegó la hora México. Qué sea una batalla memorable. Claro que se puede.

domingo, 20 de junio de 2010

José y Carlos, In Memoriam

Aunque se hayan ganado el derecho a eternamente ser Monsiváis y Saramago. Respetuosa, pero sobretodo, amistosamente, hoy les llamaré por sus nombres de pila. José y Carlos, con su partida se apoderaron de la atención no sólo del sector intelectual, sino de todas y cada una de las esferas de la vida pública nacional e internacional. Se suponía que hoy postearía sobre el triunfo de México ante Francia, en el Mundial de Futbol. Al enterarme del deceso de ambos escritores me pasó como a muchos, el futbol, al menos por unas horas, pasó a segundo término. Y no, no es oportunismo, simplemente es darle salida a esta necesidad que tengo de hacerle saber al mundo, que de otra forma, los echaré de menos.


José Saramago (1922-2010)

Solamente he leído dos de sus novelas. Suficientes para apreciarlo, insuficientes para quedar saciado de su estilo inigualable. Mi primer acercamiento fue con ‘Levantado del Suelo’, épica obra que retrata la situación la precaria situación que se vivía en el campo portugués a principios del siglo XX. Tras el impacto inicial de los primeros párrafos, mi adaptación al manejo de José de los signos de puntuación, y al ritmo vertiginoso se su narrativa, me descubrí frente a una forma de contar historias que me sedujo. Leer a Saramago es subirse a un tren bala y no querer bajarse de él. Es sentir la vertiginosa velocidad de retratar hasta el más mínimo detalle segundo a segundo. Un par de años después quise volver a experimentar más de esa literatura tan nueva para mi, entonces devoré ‘Memorial del Convento’ y firme un pacto de total admiración hacia el buen Saramago, mismo que hasta hoy mantengo. Penosa, pero también afortunadamente, me queda demasiado Saramago por descubrir. Sus mejores novelas están ahí, esperándome, teniendo una cita pactada que no pienso perderme. Irónicamente su muerte me ha mostrado lo vivo que José está. En las últimas horas, la vorágine noticiosa me ha hecho adentrarme en su vida. Fascinado he visto entrevistas en las que la persona se desdobla del escritor y concluyo con una sonrisa: es un gusto conocerle, señor Saramago.


Carlos Monsiváis (1938-2010)

¿Qué decir, que no se haya mencionado ya durante éste fin de semana, de Carlos Monsiváis? ¿Cómo intentar si quiera, pretender aportar ‘algo más’, que los principales intelectuales del país no hayan hecho ya, de manera impecable? Haré mi mejor intento por no defraudar con mis palabras, la memoria de quién habló, y fue referente de todo. Tal como me pasó con El Santo, Chabelo, o Cantinflas, mi primer recuerdo de Monsiváis no existe. De pronto apareció en mi conciencia social y ni cuenta me di. Con ‘Monsi’ no aplica el decir ‘es que no leí nada de su obra, no lo conozco’, pues todos lo escuchamos. En algún momento de nuestra existencia escuchamos su punto de vista sobre los más diversos temas de la vida nacional. No había tema en el que el maestro Monsiváis no hubiera profundizado. En cada acontecimiento verdaderamente importante, su voz siempre era autorizada y sus conclusiones, guía y termómetro dentro del caos de lo inexplicable que resulta México. La última vez que lo vi fue en el 2007, en la presentación de un libro en la casa azul de Frida Kahlo. Ahí comprobé que Monsiváis, siempre sería Monsiváis. Esa inteligencia envidiable, su archivo infinito de la cultura contemporánea, su personalidad dicharachera y humilde, su siempre dispuesto sentido del humor, y sobre todo, su inagotable capacidad de análisis sobre la vida cotidiana. Es cierta esa afirmación de que sin Monsiváis, una parte de México se fue, que nos quedamos sin el cronista más importante y representativo de los últimos 50 años. También es cierto que preservar su legado (libros, ensayos, artículos periodísticos, conferencias) es darle vida a ese México que a veces se nos escapa, aquel que realmente huele y sabe a nosotros.

José y Carlos. Carlos y José… bienvenidos a la perpetuidad, esa que sólo gozan unos cuantos.

miércoles, 16 de junio de 2010

La Guerra del Fin del Mundo

A pesar de que han pasado cuatro años, sigo impactado, sintiendo ese cosquilleo y temblor a causa de un glorioso final que, como miles de cañones, sigue retumbando en cada uno de mis pensamientos. El día que terminé de leer ‘La Guerra del Fin del Mundo’ de Mario Vargas Llosa, parecía que no había lugar para nada cosa más.

En una entrevista, el escritor Xavier Velasco consideró esta novela como su libro de cabecera, ahí supe de su existencia y me prometí algún día leerla. Después de más de un año de posponer su lectura, mi hermana me regaló la edición definitiva de Alfaguara, que dicho sea de paso, nos costó mucho trabajo encontrar. Setecientas diecinueve hojas después, consideré que éste libro es poco menos que una obra de arte.



La primera novela que el maestro Vargas Llosa situó fuera de Perú en un principio no prometía gran cosa, o por lo menos, no me llamaba mucho la atención: Un conflicto armado con tintes revolucionarios, en el noreste del Brasil de finales del siglo XIX. La llamada ‘Revolución de Canudos’, acontecimiento histórico que hasta entonces desconocía, es un remanente de circunstancias, personajes e historias que sólo una novela de éste calibre podría explicarnos.

“El hombre era tan alto y flaco que parecía siempre de perfil. Su piel era oscura, sus huesos prominentes y sus ojos ardían con fuego perpetuo. Calzaba sandalias de pastor y la túnica morada que le caía sobre el cuerpo recordaba el hábito de esos misioneros que, de cuando en cuando, visitaban los pueblos del sertón bautizando muchedumbres de niños y casando a las parejas amancebadas. Era imposible saber su edad, su procedencia, su historia, pero algo había en su facha tranquila, en sus costumbres frugales, en su imperturbable seriedad que, aun antes de que diera consejos, atraía a la gente”



Basta leer éste, el primer párrafo de la novela, que describe la personalidad a Antonio Conselheiro ‘El consejero’ para quedar prendidos de semejante personaje, capaz de exaltar el convencimiento fanático de los marginados del Brasil post monárquico. Cuando el Consejero anunció la proximidad del fin del mundo, y esté coincidió con la llegada de la Republica, se marcó el inició de un conjunto de mal entendidos que finalmente, derivaron en la ocupación de la hacienda de Canudos. A partir de aquí, las confabulaciones políticas y militares no harán sino ensalzar ésta épica historia, cuyos personajes (María Cuadrado, el Beatito, Galileo Gall, Pajeú, Júrema, el León de Natubía, por mencionar algunos) son tan entrañables, que difícilmente olvidaremos.

Justo escribo estás líneas, me convenzo más de la perfección de esta novela que es, para aquellos que pretenden llegar a escribir algún día, una muestra aleccionadora sobre cómo tratar y entrecruzar historias, tener un ritmo narrativo intenso y una convincente exposición de ideologías. Y esto es lo interesante, cada personaje, cada acción, cada escena, te envuelve. No hay desperdicio, no hay un párrafo en que el texto no te haga sentir emoción, nerviosismo o tristeza. No hay ni un instante el que no se den gracias al destino por cruzarnos con esta historia en la que el rezó de un rosario, las campanas de una iglesia y el estruendo de los cañones se mezclan armónicamente. Perfectamente documentada, al final se piensa mucho sobre religión, sobre el destino, el amor y la política... y eso, pensar, es lo que uno busca cuando lee, que le revuelvan las ideas y el corazón.

Dudo que con estos comentarios le haga la menor justicia a una novela ya de por si enorme. Sólo me queda recomendarla y reiterar que Vargas Llosa dio vida a una de las novelas más importantes de la literatura latinoamericana. El día que terminé 'La Guerra del Fin del Mundo' lo lamenté, tal como ocurre con todo aquello que lamentablemente llega a su fin después de tanto disfrutarlo. Así es la maldita literatura.

miércoles, 9 de junio de 2010

Los Mundiales y yo

*** De antemano, una disculpa a los lectores de éste blog si en las próximas semanas el tema del futbol se vuelve más común de lo habitual en éste espacio. Sé que a muchos de ustedes el futbol nomás no les gusta, pero les ruego entiendan que para mí, la celebración de una Copa Mundial es un asunto de primerísima necesidad. Prometo tratar de no abusar mucho del tema e intentar, en la medida de lo posible, que el blog siga su curso normal.

Para hablar de futbol basta cualquier pretexto. Nuestra propia vida, por ejemplo. Suelo dividir mi existencia en diversos segmentos marcados por sucesos importantes y que me marcan de alguna u otra forma. Asociar etapas de mi vida a los campeonatos mundiales me resulta nostálgico e interesante. Saber dónde estoy parado cada cuatro años es un ejercicio para el que vale tomarse el tiempo. A dos días de la inauguración de Sudáfrica 2010, quiero hablar de mis mundiales, de lo que yo viví con esos eventos desde mi entorno. Esta es mi historia con los 6 campeonatos mundiales que he vivido:

México 1986. El primer Mundial que recuerdo. Tenía 4 años y mis recuerdos suelen ser vagos y no muy claros. Si hago un gran esfuerzo puedo ver que en los puestos de periódicos vendían plumones de Pique, la mascota mundialista representada por un alegre chile bigotón. Sé que después de la final fuimos a caminar en las inmediaciones del Estadio Azteca, recuerdo puestos de recuerdos, mucha gente diferente y un ambiente de fiesta. Años después mi papá me mostraría varios videos (en formato Beta) de aquel mundial. La ceremonía de inauguración simplemente me enchina la piel cada que la veo. Si me preguntan, ha sido mundial con el mejor ambiente.


Italia 90. El Mundial al que menos le tengo, quizá porque México no participó. A los ocho años poco me importaba el futbol. Recuerdo a toda mi familia reunida viendo la final de aquel Mundial mientras yo, hojeaba una revista de luchadores.


Estados Unidos 94. El primer mundial que seguí de principio a fin. Mis últimos días en sexto de primaria, lejos de convivir con mis compañeros antes de cambiar de escuela, eran salir corriendo para llegar a casa y ver los partidos con mi papá. El juego contra Noruega lo vimos en familia, un domingo, en el Jardín de Niños que tiene mi mamá. Se perdió 1-0, y el impacto fue tanto, que al otro día, mi maestro Ricardo interrumpió su clase para hablar de lo que había pasado un día antes. La primera vez que lloré por futbol fue cuando México fue eliminado en octavos de final por Bulgaria. Después del partido, era tanto mi coraje que subí a mi cuarto y lloriqueé por minutos. Desde entonces, lloro cada que nuestro país queda fuera de la justa mundialista.


Francia 98. El Mundial al que más cariño le tengo. A mis 16 estaba enamorado y las vacaciones no ayudaban a que el desamor me dejara en paz. La inauguración la vi en casa de mi amigo Claudio. El encuentro en el que México le empata heroicamente a Bélgica, se celebró el mismo día en el que mi papá cumplía años. El juego contra Holanda lo vi mientras barría la casa y contra Alemania, mi papá y yo hicimos unos hotdogs en el medio tiempo, iniciando el segundo tiempo, México anotó gol y mi papá aventó su hotdog, rompió un vaso y salió al patio gritando groserías de felicidad. Semana y media después, fue internado en el Hospital y terminó dializado. Vio la final ahí.


Corea-Japón 2002. Mi mundial en la universidad. Estudiaba el cuarto semestre de la Carrera de Comunicación. Gracias a mi buenas calificaciones, salí de vacaciones antes que la mayoría de mis amigos, lo cual no impedía que después de un buen partido, el punto de reunión para comentar las incidencias del encuentro fuera en los pasillos de la UVM campus Tlalpan. Debido a la diferencia de horarios con México, los partidos eran en la noche. El juego de México vs. Croacia estuvo marcado por el messenger, medio por el que nos comunicamos cada que algo interesante ocurría. El trágico partido ante Estados Unidos, lo vi en casa con mis amigos Felipe, Rodrigo y Johny. Un día después, en la universidad la tristeza invadía cada rincón, creo que el país estaba igual.




Alemania 2006. Mi mundial en soledad. Tenía medio año de haber salido de la universidad y aun no tenía trabajo. Mis amigos Ángel y Claudia andaban en la mismísima Alemania, y mi amiga Rosalía trabajaba en la obra de teatro ‘Selena’. El incierto juego de la Selección y las evidentes elecciones presidenciales hacían que el ambiente estuviera enrarecido en el país. No fue mi mejor época, sin embargo, me dejó dos cosas buenas. Ese mes (junio) publiqué mi primer texto en una revista (DF por Travesías) y también, tenía un par de meses de haber abierto mi blog.


¿Cómo recordaré Sudáfrica 2010?, lo ignoro, lo cierto es que las cosas van mucho mejor que hace cuatro años. Algo me dice que vienen días llenos de cosas buenas.


domingo, 6 de junio de 2010

'Los Aburridos' Rules


- Dedicado a todos los aburridos que tarde o temprano, venceremos.

La otra noche, nuestra amiga Brigitte nos contaba que había comenzado a salir con un muchacho ‘algo diferente’, pero que la tenía ilusionada a pesar de ser completamente opuesto a sus relaciones pasadas. Sucede que el personaje en turno, en lugar de invitarla a fiestas, antros o lugares de moda, prefería invitarla a la Cineteca, a museos y a exposiciones, además gusta de leer y escribir, es un muchacho tranquilo y al que no le gusta desvelarse. Mientras Bri intentaba develar el por qué del repentino cambio de sus gustos, yo sonreí sabiendo la respuesta por la que ella, llevaba días quebrándose la cabeza: Los aburridos, estamos de moda.

Suelo poner mucha atención cuando mis amigas hablan de hombres. Dicen una cosa y en realidad (ellas no lo saben) buscan otra. Por lo general buscan al aventurero, guapo y atlético; al seguro de sí mismo, que sabe bailar y es el centro de la fiesta; al que viste bien, es hombre de mundo y es un descarado; al que sabe beber, tiene ideas revolucionarias y es sociable. Por años, los aburridos tenemos que resignarnos a ver cómo nos comen el mandado sin poder siquiera meter las manitas. Por fortuna la revancha viene tiempo después, cuando ellas se hartan de buscar lo banal y se centran en buscar no a un modelo, sino a un buen hombre; no al popular, sino al que sabe apreciar los pequeños detalles de la vida. Hay es dónde los aburridos tomamos revancha.

Me identifico como un aburrido, y siempre he sido así. Rara vez me desvelo, la vida nocturna no se hizo para mí; cuando voy a una fiesta o a un bar, suelo sentirme fuera de lugar; generalmente estoy más ocupado en mirar al entorno, que en interactuar con él; no bailo, y cuando lo hago el resultado es fatal y vergonzoso. No conozco los grandes lugares de moda, ni el dinero ni buen gusto para vestir bien. Y con todo eso puedo decir que soy feliz. Atrás quedaron esas épocas en las que necesitaba aparentar ser otro y en las que tenía que ocultar que me encanta devorar libros, escribir, estar en casa, escuchar mi música de señor y ponerme mi playera del Atlante.

Seguirá siendo un misterio, al menos para el autor de éste blog, en qué momento Los Aburridos abandonamos el papel de secundarios y nos volvemos protagonistas de las historias de amor. Lo cierto es que pasa. Cada vez se hace menos raro que amigas y conocidas se enamoren de ellos; y ojo, usé la palabra enamorarse porque está encierra un significado mucho mayor que ‘salir con alguien porque está guapo’ o porque ‘es un tipazo’. Más allá de esta versión moderna del Patito Feo, se encierra la necesidad de comprensión y de conectar las esencias y no las apariencias. Descubrí que no me importa ser tachado de ‘loser-teto’ si soy un ‘hombre bueno’. Tarde o temprano ellas se darán cuenta. Así me pasó a mí.

jueves, 3 de junio de 2010

Hasta siempre, "Jefe" Vilar


Seguramente, como cada vez que escribo de futbol, el promedio de visitantes en éste blog bajarán. Sólo por esta vez, casi no me importará. Aunque no quiera, la necesidad de escribir es más fuerte. En parte por agradecimiento, en parte para curarme el dolor, y en parte también, para honrar nuestros recuerdos.

Estas palabras son para ti, Federico Vilar. Más de cinco años defendiste la portería del Atlante, equipo de mis amores. Tus actuaciones soberbias y tu estilo valiente y desenfadado, hicieron que de a poco te fueras ganando el corazón de la afición azulgrana. No importaba el rival o lo que se jugara, siempre salías a dar todo por nuestro equipo, aquel que te brindó la oportunidad de llegar a México y al poco tiempo, permitirte jugar en primera división. El colofón del cariño que la afición te profesa, llegó a su punto máximo el día en el que junto con el Atlante fuiste campeón de liga, y cuyo logro, en buena medida fue gracias a ti. Desconozco el número de veces que grité tu nombre en el estadio, o la de veces que respiré tranquilo después de una de tus salvadas imposibles. Poco después te conocí en la presentación de tu libro, y confirmé que tu grandeza va de la mano con tu sencillez.

Gracias Fede, por habernos regalado tantos años de tu talento. Ya eres parte de la historia del Atlante. Te vas por la puerta grande con la certeza de que volverás, pues así son los grandes amores. Hoy te digo adiós con el corazón roto, pero con la alegría que da el haber dado todo. De una u otra forma, tu historia y la del Atlante estarán unidas por siempre. Eres el mejor, que Dios te bendiga en tu próxima aventura, hasta que algún día, nuestros caminos vuelvan a ser uno.