miércoles, 16 de junio de 2010

La Guerra del Fin del Mundo

A pesar de que han pasado cuatro años, sigo impactado, sintiendo ese cosquilleo y temblor a causa de un glorioso final que, como miles de cañones, sigue retumbando en cada uno de mis pensamientos. El día que terminé de leer ‘La Guerra del Fin del Mundo’ de Mario Vargas Llosa, parecía que no había lugar para nada cosa más.

En una entrevista, el escritor Xavier Velasco consideró esta novela como su libro de cabecera, ahí supe de su existencia y me prometí algún día leerla. Después de más de un año de posponer su lectura, mi hermana me regaló la edición definitiva de Alfaguara, que dicho sea de paso, nos costó mucho trabajo encontrar. Setecientas diecinueve hojas después, consideré que éste libro es poco menos que una obra de arte.



La primera novela que el maestro Vargas Llosa situó fuera de Perú en un principio no prometía gran cosa, o por lo menos, no me llamaba mucho la atención: Un conflicto armado con tintes revolucionarios, en el noreste del Brasil de finales del siglo XIX. La llamada ‘Revolución de Canudos’, acontecimiento histórico que hasta entonces desconocía, es un remanente de circunstancias, personajes e historias que sólo una novela de éste calibre podría explicarnos.

“El hombre era tan alto y flaco que parecía siempre de perfil. Su piel era oscura, sus huesos prominentes y sus ojos ardían con fuego perpetuo. Calzaba sandalias de pastor y la túnica morada que le caía sobre el cuerpo recordaba el hábito de esos misioneros que, de cuando en cuando, visitaban los pueblos del sertón bautizando muchedumbres de niños y casando a las parejas amancebadas. Era imposible saber su edad, su procedencia, su historia, pero algo había en su facha tranquila, en sus costumbres frugales, en su imperturbable seriedad que, aun antes de que diera consejos, atraía a la gente”



Basta leer éste, el primer párrafo de la novela, que describe la personalidad a Antonio Conselheiro ‘El consejero’ para quedar prendidos de semejante personaje, capaz de exaltar el convencimiento fanático de los marginados del Brasil post monárquico. Cuando el Consejero anunció la proximidad del fin del mundo, y esté coincidió con la llegada de la Republica, se marcó el inició de un conjunto de mal entendidos que finalmente, derivaron en la ocupación de la hacienda de Canudos. A partir de aquí, las confabulaciones políticas y militares no harán sino ensalzar ésta épica historia, cuyos personajes (María Cuadrado, el Beatito, Galileo Gall, Pajeú, Júrema, el León de Natubía, por mencionar algunos) son tan entrañables, que difícilmente olvidaremos.

Justo escribo estás líneas, me convenzo más de la perfección de esta novela que es, para aquellos que pretenden llegar a escribir algún día, una muestra aleccionadora sobre cómo tratar y entrecruzar historias, tener un ritmo narrativo intenso y una convincente exposición de ideologías. Y esto es lo interesante, cada personaje, cada acción, cada escena, te envuelve. No hay desperdicio, no hay un párrafo en que el texto no te haga sentir emoción, nerviosismo o tristeza. No hay ni un instante el que no se den gracias al destino por cruzarnos con esta historia en la que el rezó de un rosario, las campanas de una iglesia y el estruendo de los cañones se mezclan armónicamente. Perfectamente documentada, al final se piensa mucho sobre religión, sobre el destino, el amor y la política... y eso, pensar, es lo que uno busca cuando lee, que le revuelvan las ideas y el corazón.

Dudo que con estos comentarios le haga la menor justicia a una novela ya de por si enorme. Sólo me queda recomendarla y reiterar que Vargas Llosa dio vida a una de las novelas más importantes de la literatura latinoamericana. El día que terminé 'La Guerra del Fin del Mundo' lo lamenté, tal como ocurre con todo aquello que lamentablemente llega a su fin después de tanto disfrutarlo. Así es la maldita literatura.

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