lunes, 30 de noviembre de 2015

La canción de Chabelo que me rompió el corazón


Hace unos días, se anunció que el programa En Familia, que conduce Xavier López Chabelo, llegaría a su final tras casi 50 años de transmitirse cada domingo. Quienes me conocen saben que soy un maldito cursi y que éste tipo de cosas me conmueven en demasía. Y es que la mera verdad soy muy fan de Chabelo. 

Aunque muchos se creen revolucionarios-chairos-anti sistema-enemigos de Televisa y dicen cosas como “yo nunca he visto ese programa” o “de niño no estaba idiota y ni televisión veía porque es el opio del pueblo”, la verdad es que TODOS los mexicanos alguna vez han visto el programa de Chabelo. Incluso me atrevería a decir que incluso guardan un recuerdo referente a este legendaria emisión televisiva. 

En mi caso, cuando despertaba temprano los domingos y prendía la tele para ver En Familia no sólo me gustaban los concursos, sino que además me imaginaba participando en ellos y teniendo que elegir entre las distintas opciones que le daban a los participantes. 

Con mucha claridad recuerdo gran parte los concursos, los patrocinadores y los premios. ¡Hasta sufría a la hora de las catafixias! Sin embargo nunca pude ir a la grabación del programa. A pesar de que por años mi sueño fue asistir, ni mis papás ni yo mandamos nunca esa carta (era un tiempo prehistórico, antes de los correos electrónicos) para pedir boletos. 

* * * * 
Crecí, por lo tanto, teniéndole cariño a un niño que cada mañana de domingo veía en televisión y al que nunca tuve problemas para considerarlo “mi cuate”. Tampoco me conflictuaba saber que en realidad Chabelo era una persona madura. Eso sí, escucharlo hablar con su verdadera voz (la de Xavier López) nunca me gustó. Es raro, como si alguien llegara y le diera de patadas a mi niño interior. 

Todo este apego que sentía hacia Chabelo se materializó cuando asistí a una edición de Espacio -uno de los eventos para universitarios que Televisa organizaba- y entré a una conferencia magistral que estuvo engalanada por el propio Chabelo. Cuando fue presentado e irrumpió en el escenario el público se le entregó con varios minutos de aplausos. Recuerdo haber sentido un nudo en la garganta mientras me decía a mí mismo: ‘Ahí está Chabelo, ¡estás frente a una leyenda!’

Lo anterior ocurrió en el 2001 y cuando lo cuento generalmente recibo burlas o rostros de incredulidad. Francamente me vale. No planeo ir por la vida ocultando mi admiración hacia una persona sólo porque los demás no comparten mi opinión. 

* * * * 

No pude evitar ponerme nostálgico cuando el propio Chabelo confirmó lo que ya se rumoraba desde días antes: En Familia llegaría a su fin.



Pus sí, sentí bien gacho, sobre todo porque siento que parte de mi niñez se va con Chabelo. Por otro lado, seguramente los boletos para los últimos programas estarán súper cotizados y ya no podré asistir nunca al programa. Todo este asunto de su adiós me hizo recordar que una de sus canciones me gusta mucho e incluso está entre mis favoritas de todos los tiempos. 

Se llama “Vale la pena vivir” y cada que la escucho me rompe el corazón. Aunque aquí debo hacer una aclaración, pues por esta ocasión el término “me rompe el corazón” lo uso para decir que la canción me quiebra emocionalmente pero de manera positiva, y no sólo eso, pues también me pone de buen humor y me llena de esperanza el corazón. 

Ok, lo anterior suena bien cursi y hasta yo me doy asco, pero es la verdad. 

La letra de la canción es de Armando Manzanero, pero en la voz infantil de Chabelo transmite un optimismo y vitalidad que nadie más podría darle. Además, el toque de la música mexicana ayuda a redondear favorablemente la pieza.



Admito que este post, ademas de querer mostrarles una canción que siento está poco valorada, es para reivindicarme con Chabelo. Nunca iré a su programa, pero de alguna forma crecí acompañado por él, así que este texto es una forma de agradecerle por tantas horas de sana diversión y por crecer a mi lado. 

Gracias por todo cuate.

martes, 17 de noviembre de 2015

Pinche Tren Ligero


Hasta hace unos meses el Tren Ligero de la Ciudad de México (que va de Taxqueña a Xochimilco) era algo ajeno a mi vida, tanto que eran contadas las veces que me había subido en este sistema de transporte eléctrico. Mi experiencia en esas ocasiones fue bastante plana y para bien o para mal, poco memorable.

Sin embargo, de unas semanas para acá he tenido que usar con mucha más frecuencia el Tren Ligero como medio de transporte para ir al trabajo. Las primeras veces este reencuentro transcurrió con total normalidad, incluso podría decir que la combinación entre el Metro y el Tren Ligero me parecían la mejor forma de recorrer una parte de la Calzada de Tlalpan. 

Total, que todo era alegría y felicidad hasta que el pinche Tren Ligero se las ingenió para ponerme de malas. 

Ocurrió un martes. Salí de mi casa con tiempo suficiente para llegar al trabajo. Abordé el Metro y al llegar a Taxqueña me dirigí a la estación Tasqueña del Tren Ligero. Tranquilo esperé a que llegara el tren y me subí a uno de los vagones. El tren comenzó su avance y entonces me percaté de que no paró en la primera estación… ni en la siguiente… ni en la siguiente.

Por alguna extraña razón el tren seguía de largo sin detenerse en cada estación. Mi extrañeza se volvió enojo cuando pasamos la estación en la que debía bajarme y no pasó nada. Indignado veía los rostros de los demás pasajeros buscando en ellos rastros de desconcierto. Y nada. Al parecer yo era el único sacado de onda por ese comportamiento tan extraño del tren en el que íbamos. Llegué a pensar que estaba enloqueciendo. 

Finalmente el tren se detuvo tres estaciones después de aquella en la que deseaba bajar. Enchilado esperé a que llegara otro tren que me llevara en dirección contraria y me regresara al trabajo. No sé ni cómo logré evité el retardo. 

Al otro día, miércoles, volví a subirme al Tren Ligero olvidándome por completo de la experiencia del día anterior, pues según yo había sido solamente un hecho aislado. Grave error. En cuanto subí al vagón y vi que pasamos la primer estación sin detenernos sentí que aquello era una mala pesadilla. Aún así suspiré pues nuevamente iba con tiempo suficiente. 

El problema fue que en esta ocasión el Tren Ligero no sólo se siguió de lado cuando pasamos por la estación en la que me debía bajar, sino que tampoco se detuvo donde un día antes lo había hecho sino hasta el Estadio Azteca. 

Cuando el señor chofer del Tren Ligero se digno a parar ya se me hacía tarde. Para mi consuelo, esta vez fuimos muchos los que enojados nos bajamos del tren preguntándonos qué diablos había pasado. 

Poder regresar hacia mi chamba fue un infierno, pues los trenes que iban en dirección contraria iban a reventar y lograr subir en ellos era imposible. Cuando lo logré ya era demasiado tarde para evitar el retardo en mi trabajo. Por supuesto me puse a mentar madres en Twitter, esperando que los encargados del Tren Ligero me dieran una explicación de lo ocurrido. Solamente recibí una respuesta escueta que no me aclaraba realmente por qué los trenes ligeros no se detenían en cada estación:


Al salir de trabajo, de regreso a casa, fui a quejarme a la estación del Tren Ligero de Tasqueña (que al igual que las otras estaciones de este medio de transporte, están bien rascuachas). Las señoras que me atendieron se mostraron extrañadas de lo ocurrido, pues según ellas, el Jefe de Estación se pone a gritar en el andén cuando los trenes no harán paradas en las primeras estaciones.

-Un sistema modernísimo, por cierto-. 

Obviamente negué que hubiera un viejo gritón anunciando la ruta que seguiría el tren. No contento con la explicación fui con el propio Jefe de Estación y me dijo lo mismo: Cuando los trenes se van directo, él mismo lo avisa a gritos. Hasta ganas de mentarle la madre me dieron. 

En ese momento me sentí ridículo pues jamás escuché los gritos del Jefe de Estación, o bien, el dichoso Jefe de Estación tiene voz de niña de tres años. 

Al otro día nuevamente me subí al tren ligero y en esa ocasión sí fue haciendo parada en cada estación, aunque eso sí, salí de casa todavía más temprano por si nuevamente el chofer del tren hacía su graciosada. 

Desde entonces vivo en miedo constante de abordar uno de esos trenes malignos que se detienen donde les da la gana. Afortunadamente hasta ahora no he vuelto a vivir esta horrible experiencia, sin embargo, sigo sin entender por qué diablos en el Tren Ligero piensan que es una buena idea que a veces los trenes no hagan paradas y a veces sí. Con este tipo de transporte nunca llegaremos al primer mundo. 

A veces hasta me dan ganas de mejor irme diario en auto, pero luego me acuerdo del tráfico y se me pasa…

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Tras la pista de "Diseñador Ambos Sexos"


“La vida misma es un motivo para reír”
Partamos de un hecho claro: Históricamente en México eso de realizar buenos sitcoms no se nos da. Salvo honrosas excepciones, los intentos que se han hecho o han dejado mucho que desear, o bien, ni siquiera pertenecen a este género de comedia.

Supongo que antes de continuar debería explicar qué es una comedia de situación, pues bien, es un formato televisivo cómico, cuyos episodios se desarrollan regularmente en los mismos lugares y con los mismos personajes y en donde se suelen incluir risas grabadas o en vivo. Si bien cada capítulo tiene una trama independiente, poco a poco van desarrollando una historia continúa más compleja.

Como ejemplos de esto tenemos a nivel internacional Friends, Seinfield o actualmente The Big Bang Theory. Sin embargo, en nuestro país el género no ha sido tan desarrollado, pues el humorismo nacional tiende más a los sketches y a las parodias.

Desde siempre he sido un gran admirador y seguidor de la comicidad, y se podría decir que actualmente vivo de escribir cosas medianamente graciosas. De hecho, muchos de mis ídolos o son comediantes, o personas que se dedican a hacer reír a los demás.

Por eso, atesoro con especial cariño aquellos sitcoms nacionales que he tenido la oportunidad de ver y qué me han gustado, como por ejemplo La Familia P. Luche, Fonda Susilla, Amor Mío o Vecinos, por mencionar algunos. Y es aquí dónde hablaré de Diseñador Ambos Sexos, que desde mi punto de vista ha sido el mejor programa de comedia de situación mexicano de los últimos años. 



Fue estrenado a principios del 2001 por Televisa y se transmitía los miércoles a las 10 de la noche. Recuerdo que al terminar el primer capítulo, en el Noticiero de Joaquín López Dóriga se mencionó que aquella primera emisión había roto récords de audiencia para un programa de ese género. 

Y no era para menos, desde el primer capítulo este programa se notaba diferente a todo lo que entonces se hacía (y se hace) en cuanto a comedia en México. Y de hecho, ahora que lo pienso, en México actualmente la televisión de comedia está muerta y carece de programas humorísticos. 

Pero volviendo a Diseñador Ambos Sexos, este programa trataba sobre Juan Felipe (Héctor Suárez Gomís), un diseñador de modas que no encuentra trabajo pues en la industria prefieren a los diseñadores homosexuales. Por eso, decide hacerse pasar por gay (incluso se cambia el nombre a Jean Phillipe) para conseguir trabajo en Cossette’s Little Secrets, una importante empresa de ropa interior en la que entra a trabajar como diseñador ambos sexos. 

Para su sorpresa, en esa misma compañía también trabaja Carolina Carrera (Luz María Zetina), antigua novia de Juan Felipe en la universidad, con quien de inmediato rivaliza profesionalmente, aunque siempre haya tensión sexual entre ambos. Además hay otros personajes muy divertidos, como Bobby, un actor que espera ser descubierto y mientras eso pasa vive de mantenido en el departamento de Juan Felipe; Fabiola, amiga millonaria de Caro; Valente, un compañero gay de Cossette’s Little Secrets; Don Félix, dueño de Cossette’s; y Lola, una simpática española que también trabaja en la industria.

Aquí una parte del primer capítulo:


Sobra decir que como buena comedia de situación, Diseñador Ambos Sexos estaba llena de enredos, pero también de una trama que se iba desarrollando conforme avanzaban los capítulos, y que giraba alrededor de la historia de amor entre Juan Felipe y Caro.

Por aquel entonces el programa me traía estúpido. No me perdía ningún capítulo e intentaba ir desmembrando cada uno de ellos, analizando el timing de los chistes, el desarrollo de los personajes y la forma en la que se iban planteando las historias. Siempre he tenido la loca idea de qué mi vida es un sitcom, por lo que la idea de escribir uno es algo que sigue dándome vueltas en la cabeza. 

Así pasó la primera temporada, compuesta por 24 capítulos. Alejándose de lo que ocurre con los sitcoms gringos, la segunda temporada empezó un mes después del final de la primera. Esta segunda fase duró 22 capítulos. Es decir, prácticamente la serie se transmitió ininterrumpidamente durante todo el 2001. 

Y después silencio. 

Esperé que aquel último capítulo emitido el 28 de noviembre de aquel año fuera solamente un final de temporada y que la serie volviera muy pronto, pero el tiempo pasó y la serie dejó de transmitirse sin que los televidentes tuvieran ninguna explicación. La serie fue exitosa, de eso no me cabe la menor duda, aunque quizá los costos de producción eran muy altos para mantenerla al aire. El punto es que aún hoy me pregunto porque no se continuó con un producto que sin duda tenía calidad, tanto en manufactura, como en guiones y por supuesto, en actuaciones, donde además de los actores protagónicos, César Bono y Mara Escalante brillaban con luz propia. 

Un par de años después, gracias a este blog y a que él también tenía uno (tan genial que terminó siendo un libro y un show de comedia), tuve la oportunidad de conocer a Héctor Suárez Gomís. Aún así nunca pude preguntarle el por qué del final de uno de mis programas favoritos. 


Por ahí del 2011 me enteré que estaban repitiendo el programa en el canal de cable Distrito Comedia y nuevamente volví a verlo.

Y ahora, en este 2015, una vez más y de modo cíclico le estoy dando una nueva repasada. ¿Y saben? El programa me sigue gustando igual o aún más. En mi opinión ha resistido muy bien al tiempo pues sigue funcionando y siendo muy actual a pesar de los casi 15 años que han pasado desde que estuvo al aire. Todo esto me confirman que en efecto, Diseñador Ambos Sexos fue y es un gran programa.

Cuando esta serie estaba en su punto más alto, escuché que en una entrevista Luz María Zetina dijo “La vida misma es un motivo para reír” para referirse a su trabajo en Diseñador Ambos Sexos, desde entonces adopté esa frase como parte de mi estilo de vida, y si hoy sigo viendo a la comedia como un elemento elemento clave para poder enfrentar cualquier adversidad y sobrellevar la existencia, en parte fue por este gran programa.

Actualmente Diseñador Ambos Sexos se transmite en el canal Distrito Comedia, aunque también pueden encontrar todos los capítulos en YouTube, si pueden no dejen de echarle un ojo.

Los dejo con uno de mis capítulos favoritos: