Han sido unos tres o cuatro correos electrónicos que he recibido en los últimos días, aunque seguramente otros cuantos se irán acumulando antes de la llegada del sábado 5. Diciembre ya no inicia con luces navideñas y las primeras compras de regalos, no, diciembre comienza cuando uno recibe su primer mail en contra del ‘fraude del Teletón'.
Cada año el fenómeno se repite, trayendo consigo nuevos adeptos que juran saber ‘la verdad de las verdades’ sobre este movimiento altruista en teoría, conformado por varias empresas y medios de comunicación cuya finalidad, en un principio, es ayudar a la creación de centros de rehabilitación para niños con capacidades especiales. Llevó años escuchando las más fantasiosas historias acerca del verdadero y terrorífico motivo que impulsa el Teletón, desde que fue una estrategia para estabilizar a Televisa de una crisis económica, hasta que es sólo un aparato para evadir impuestos. Qué si es pura farsa, qué si cada año la suma ya está asegurada desde antes de que comience la emisión, qué si los niños empleados en cada promocional son explotados de manera burda e inhumana.
Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, mi hermana me está mentando la madre, y saben, no me importa, en primer lugar porque compartimos a la misma progenitora, y en segundo lugar, porque su único fundamento es uno de los muchos correos que circulan actualmente en el ciberespacio.
Lo cierto es que estas son una sarta de babosadas. Fiel a nuestra costumbre nacional, los mexicanos (ni modo, así somos), nos la pasamos buscándole tres pies al gato, inventando conspiraciones idiotas o viendo cortinas de humo hasta en el vuelo de una mosca. ¿A dónde voy con todo esto? A que rara vez validamos alguna campaña a favor de los más desfavorecidos. ¿Cuántas veces no hemos escuchado comentarios en contra de la campaña ‘Un Kilo de Ayuda’, ‘Sólo por ayudar’, ‘El Redondeo’, ‘Fundación Azteca’, y un larguísimo etcétera? ¿qué necesitamos para creer que realmente hay gente interesada en emplear sus tiempos y recursos en los demás? Convendría dejar esa postura un tanto retrograda de que los empresarios y gente adinerada, por el simple hecho de serlo, no puede dar pie a iniciativas con fines sociales y sin lucro.
Del Teletón podrán decir misa, pero lo cierto es que las instalaciones de sus Centros de Rehabilitación Infantil (las mejores en América Latina) en varios estados de la República Mexicana, están a la vista de quien los desee visitar. Médicos, terapeutas, enfermeras, voluntarios, padres de familia de niños en rehabilitación no me dejarán mentir: el Teletón, a pesar de a veces no darse abasto, funciona como una opción para aquellas familias de escasos recursos que necesitan tratamientos costosos para mejorar la existencia de miles de niños en el país. No dudo que las empresas se beneficien en sus ventas y al anunciarse a muy bajo costo durante los eventos del Teletón, pero caramba, no me importa si de esta manera un niño tendrá la oportunidad de mejorar su estilo de vida.
Detrás de toda la parafernalia (esa sí, a veces chocante) de los artistas y cantantes intentando caer bien a lo largo de más de 24 horas de transmisión ininterrumpida, está el verdadero fin: ayudar con lo que podamos. Seguramente el sábado buscaré un huequito para ir y cooperar con lo que pueda. Por un día preferiré dejar de comprar cervezas, revistas, discos, comida o cosas sin importancia y unirme a esa mayoría que afortunadamente, seguimos creyendo en el México solidario. El chiste es hacerse presente de vez en cuando. Llámese Teletón o darle comida a un niño en la calle. Lo que no podemos permitirnos es la pasividad, pues de ser así, ni derecho de reclamar tenemos. Ojalá un día no muy lejano, ya no necesitemos de un video conmovedor o de las lágrimas de Lucerito para dar un poco de nosotros.
Cada año el fenómeno se repite, trayendo consigo nuevos adeptos que juran saber ‘la verdad de las verdades’ sobre este movimiento altruista en teoría, conformado por varias empresas y medios de comunicación cuya finalidad, en un principio, es ayudar a la creación de centros de rehabilitación para niños con capacidades especiales. Llevó años escuchando las más fantasiosas historias acerca del verdadero y terrorífico motivo que impulsa el Teletón, desde que fue una estrategia para estabilizar a Televisa de una crisis económica, hasta que es sólo un aparato para evadir impuestos. Qué si es pura farsa, qué si cada año la suma ya está asegurada desde antes de que comience la emisión, qué si los niños empleados en cada promocional son explotados de manera burda e inhumana.
Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, mi hermana me está mentando la madre, y saben, no me importa, en primer lugar porque compartimos a la misma progenitora, y en segundo lugar, porque su único fundamento es uno de los muchos correos que circulan actualmente en el ciberespacio.
Lo cierto es que estas son una sarta de babosadas. Fiel a nuestra costumbre nacional, los mexicanos (ni modo, así somos), nos la pasamos buscándole tres pies al gato, inventando conspiraciones idiotas o viendo cortinas de humo hasta en el vuelo de una mosca. ¿A dónde voy con todo esto? A que rara vez validamos alguna campaña a favor de los más desfavorecidos. ¿Cuántas veces no hemos escuchado comentarios en contra de la campaña ‘Un Kilo de Ayuda’, ‘Sólo por ayudar’, ‘El Redondeo’, ‘Fundación Azteca’, y un larguísimo etcétera? ¿qué necesitamos para creer que realmente hay gente interesada en emplear sus tiempos y recursos en los demás? Convendría dejar esa postura un tanto retrograda de que los empresarios y gente adinerada, por el simple hecho de serlo, no puede dar pie a iniciativas con fines sociales y sin lucro.
Del Teletón podrán decir misa, pero lo cierto es que las instalaciones de sus Centros de Rehabilitación Infantil (las mejores en América Latina) en varios estados de la República Mexicana, están a la vista de quien los desee visitar. Médicos, terapeutas, enfermeras, voluntarios, padres de familia de niños en rehabilitación no me dejarán mentir: el Teletón, a pesar de a veces no darse abasto, funciona como una opción para aquellas familias de escasos recursos que necesitan tratamientos costosos para mejorar la existencia de miles de niños en el país. No dudo que las empresas se beneficien en sus ventas y al anunciarse a muy bajo costo durante los eventos del Teletón, pero caramba, no me importa si de esta manera un niño tendrá la oportunidad de mejorar su estilo de vida.
Detrás de toda la parafernalia (esa sí, a veces chocante) de los artistas y cantantes intentando caer bien a lo largo de más de 24 horas de transmisión ininterrumpida, está el verdadero fin: ayudar con lo que podamos. Seguramente el sábado buscaré un huequito para ir y cooperar con lo que pueda. Por un día preferiré dejar de comprar cervezas, revistas, discos, comida o cosas sin importancia y unirme a esa mayoría que afortunadamente, seguimos creyendo en el México solidario. El chiste es hacerse presente de vez en cuando. Llámese Teletón o darle comida a un niño en la calle. Lo que no podemos permitirnos es la pasividad, pues de ser así, ni derecho de reclamar tenemos. Ojalá un día no muy lejano, ya no necesitemos de un video conmovedor o de las lágrimas de Lucerito para dar un poco de nosotros.