martes, 30 de diciembre de 2008

Bye bye 2008

¿De modo que te vas así, sin despedirte ni nada, como si entre tú y yo no hubiera pasado nada? Se te olvida que, aunque no quieras, algunos de tus días quedarán grabados para siempre en mi existencia.

Querido 2008 te marchas pero permaneces ahí, guardadito en diferentes momentitos hoy tan indispensables para entenderme. Me hueles a un puerto de cuento de piratas, a una borrachera de julio, a una lagartija maldita, a un montón de encuentros y personas nuevas, a unos ojos de cielo que de plano no quisieron mirar hacia esta dirección, a noches de fiesta con finales confusos y a grandes compromisos. Me arrancaste sonrisas y también el sueño en noches de incertidumbre. De nuevo fuiste un montón de ilusiones que a la hora buena se volvieron nada. No es que quiera recriminarte lo que desde luego es mi responsabilidad, pero al menos admite que pudiste haberme tratado un poco mejor.

Aun así no hay rencores. Detrás de tu sombra quedan muchas historias y eso siempre será mejor a la nada. Después de todo la pasé bien y acabé divirtiéndome a mi manera. No puedo decir que te echaré de menos pero al menos en dos días podré recordarte con cierta nostalgia, como a esos conocidos que nos caen mejor una vez que ya se fueron. Así fue nuestra relación 2008, buena a secas. Por favor, lee estas líneas y vete, siento que estás viviendo horas extras.



Y a ti, que por distintas circunstancias te encuentras leyendo este blog, mi más grande agradecimiento por el tiempo y la atención dedicado a este espacio. De corazón te deseo que el 2009 sea maravilloso.

Nos leemos el otro año.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Crepúsculo


Terminé cayendo, aunque como siempre, a destiempo. Vengo llegando de ver Crepúsculo en el cine, película basada en la novela de Stephenie Meyer, que junto con Luna Nueva, Eclipse y Amanecer, conforman la nueva saga de moda dentro del mundo literario en gran parte gracias a las ventas millonarias que estás obras han tenido.

A pesar de su éxito (o quizá en parte por él) siempre traté de mantenerme alejado de la fiebre que Crepúsculo había ido desatando poco a poco. No obstante que varios conocidos me han hablado con gran entusiasmo de esta moderna historia de amor y vampiros, su repentina comercialización nunca me dio la confianza suficiente como para ir corriendo por la novela y sumergirme en sus páginas. Aun así, sería una gran mentira no reconocer que la historia me inquietaba. Con esa consigna entre al cine hace unas horas deseando sinceramente que en primer lugar, la historia fuera lo más fiel posible al libro y en segundo lugar, que me atrapará; aun así después me viera en el dilema de comprar el resto de libros que completan la saga.

Como sería injusto e irresponsable hablar de la novela de Stephenie Meyer sin leerla, mis comentarios se limitarán a la adaptación cinematográfica. Pues bien, la verdad es que Crepúsculo me gustó. Fue una agradable sorpresa, a pesar de saber a grandes rasgos la línea narrativa la historia a cada momento me presentaba nuevos elementos que me hicieron permanecer atento durante las casi dos horas que duró la película. Supongo que el reto de amalgamar una temática amorosa con los siempre populares vampiros (temáticas abordadas hasta el hartazgo en el cine, la literatura y la televisión) fue todo un reto. Por eso se agradece que con Crepúsculo la brisa del refresco y la innovación nunca deje de estar presente.

Crepúsculo carece de esa lejanía que a menudo sentimos con las clásicas historias de vampiros, pues no ocurre en otra época, ni en castillos o alejados poblados europeos. Supongo que el espectador desde ahí comienza a conectar con el universo de Meyer. Después vienen los paisajes, los personajes predecibles pero aun así atractivos, la acción y como actor principal la historia de amor entre Bella y Edward. ¿Cómo no sentirse hasta cierto punto seducido por esa pasión acompañada de prohibición que le da un toque tan sensual a la atracción entre los protagonistas?... ¿cómo no ponerse en el lugar de los amantes atormentados cuando a todos el deseo y el impedimento por lo menos alguna vez nos ha puesto las entrañas en jaque?

Por más adolescente que quieran pintar la trama, para todos aquellos que vemos en el amor el placer del peligro está historia no tendría por qué pasar inadvertida.

Contrario a lo que me pasó con otras obras similares como con El Señor de los Anillos o Harry Potter, en las que primero leí el libro y después las vi en pantalla grande. Crepúsculo me plantea el reto de pausar la historia y esperar más de un año para ver la próxima entrega en cine o acudir a los libros y adentrarme, ahora sí, por completo, en la serie completa. El entusiasmo no me falta, yo por mi comenzaría ahora mismo si no fuera porque un par de proyectos y los libros que tengo a medias me terminarían mentando la madre por acabar con el poquito tiempo libre que me queda.

Si fuera más temprano seguramente acabaría comprando el siguiente libro para ‘ver que sigue’. Lo malo es que acaban de dar las 12 de la noche y los vampiros ya están sueltos.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Ven a cantar, que ya llegó la Navidad

Lo escribí hace un año y lo sostengo: hoy es el día más flojo del año, ya sea por la cruda, por la desvelada, por la comilona que hace apenas unas horas (sin contar el recalentado) nos acabamos de engullir, por la nostalgia, por la alegría o por el frío.

El chiste es que hoy ni las gallinas ponen. Yo mismo había decidido tomarme el día libre del blog y no postear nada; sin embargo, hubiera sido un crimen no subir el video que tomé (de nuevo con mi celular pobre y de tercer mundo) anoche durante la cena de Noche Buena en casa de mi abuela. Todo iba muy bien… se cantó la tradicional letanía, se rompieron un par de piñatas, escuchamos canciones deprimentes de las ardillitas antiguas, comimos Sabritones, tomamos ponche y participamos en dinámicas cursis por regalos y juguetes chafas. Lo malo fue que después del brindis de la media noche mi mamá anunció que tenía preparada una sorpresa: traía la pista de una canción y la letra de la misma en unas hojitas que repartió.

Gravísimo error eso de poner a cantar a la familia ¡lo hacemos horrible! Lo malo es que nadie ha tenido el valor para decírnoslo. Así que para desgracia de ustedes que están a punto de ver el video, primos, abuelos, tíos, sobrinos, hermana y colados comenzaron a cantar sin imaginar el mal aspecto que dan. Lo único divertido, eso sí, fue cuando mi abuela se enojó por una ocurrencia de mi abuelo (y de paso me miró con odio por reírme). Les dejo pues, éste documental para que les sirva la lección y eviten que sus futuras navidades terminen así.



Ya después vinieron los abrazos y la cena que no es por dárselas a desear pero estuvo de diez. Hoy fue el recalentado (de nuevo en casa de la abuela), un primito le pegó a otro, tengo ganas de ir al cine pero nadie me invita, me dolió la panza y ya… el día y la tarde pasan muy lentamente. Por cierto, si acaso alguien que no sea mexicano lee éste texto, aprovecho para presentarles una de las tradiciones más comunes en México: el nacimiento carente de perspectiva y lógica en tiempo y espacio.

Si se fijan en la foto, el Niño Dios es más grande que el resto de las cosas (y eso que es un bebé). Hay animales más grandes que las casas y en general la proporción no existe. Lo bonito es que cada hogar mexicano tiene uno de estos.


Y ya… tengo sueño.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Reunión Blogger


Finalmente pasó. Tras mi primer intento fallido hace unas semanas, ayer por fin fui presentado en sociedad bloguera. Y saben qué, me gustó.

La cita fue en “Tierra de nadie” un agradable bar en la calle de Belgrado, a unas calles del Ángel de la Independencia. No obstante la cruda de los mil demonios y las ojeras de mapache que me cargué toda la tarde (un día antes fui a una boda), al caer la noche sabía que esta vez nada me impediría ir al encuentro de esas personas que tantas veces he y me han leído en diversas ocasiones. Después de bañarme y comprobar que las ojeras sólo desaparecieron en un 50%, salí directo la reunión blogger navideña a la que con mucha anticipación me habían invitado
Ross y Lata.

Por más que me apuré llegué un poco tarde. Ingresé a Tierra de Nadie y me dirigí a la mesa más concurrida. Lo extraño era que, aunque de entrada no ubicaba a nadie, en el ambiente ya se respiraba una agradable camarería. En esas estaba, tratando de ubicarme en tiempo y espacio, cuando de repente escuche mi nombre. Giré y ahí estaba Ross (guapísima y con un gran sentido del humor). Le di un abrazo y estúpidamente pregunté cómo me había reconocido.

- Pues por las fotos de tu blog. Contestó un tanto divertida. (ah pues sí).

Después fue Lata la que se acercó con esa sonrisa y buena vibra que te hace quererla desde el primer momento. Fui presentado con todos los demás bloggers y amigos del lugar. Finalmente todas esas palabras, historias y personajes se fueron materializando frente a mí. Ya no eran nombres e ideas, sino personas muy agradables y diferentes que formaban un grupo más que interesante. A pesar de que la mayoría ya se habían visto en reuniones pasadas jamás me sentí extraño, al contrario. Así se pasaron los minutos, hablando de Pizzas de Huevo (juro que no es albur), de pelos de camarones (tampoco lo es), de Italia, de regalos bizarros, de cómo evitar los bloqueos de internet en la oficina, de Xochimilco, de blogs (obviamente), etc.

Fueron tres horas que se me pasaron volando. Ahora mismo me encantaría mencionar a todos y cada uno de los asistentes, pero temo omitir alguno y verme un tanto distraído o grosero. Por eso mejor quiero agradecerles así, en conjunto, a ese grupo tan unido que de a poco se va formando. Decirles que no hubo uno que no me cayera bien. Son todos unos tipazos.

Ayer mencionaban que somos todos tan diferentes, que muy probablemente, si no fuera por el blog sería muy difícil que nos conociéramos. Y he ahí uno de los encantos que tiene éste juguetito llamado blog, que no sólo te permite escribir de lo que se te pegue la gana y que otros te lean, sino que además te permite entrar en contacto con otras almas que también le encuentran sentido a eso de sentarse frente a un monitor a contar algo interesante. Un blog es parecido a un iceberg, pues s sólo nos permite conocer una pequeñísima parte (la que emerge a través del universo de la escritura) de la inmensa totalidad de una persona. Saber que me queda un mundo por descubrir en cada uno de esos nuevos amigos es simplemente excitante.

No puedo esperar a que sea la próxima reunión. Mientras tanto me quedo con las palabras de Lata cuando me despedí de ella… Que bueno que veniste, ¿cuánto hace que nos leemos? ¿más de un año? No lo sé exactamente mi querida Lata, sólo te diré que ahora más que nunca quiero seguir blogueando, y ustedes son los culpables.


Con Ross:




Con Lata:

viernes, 19 de diciembre de 2008

Juguete corriente

En estas fechas navideñas, olvídense de las Barbies, los muñecos de acción, los Playmobile, la muñeca comiditas, La máquina de raspados y de más juguetes ‘clásicos’ para los niños. Gracias a la vida (que me ha dado tanto), la empresa de artículos de fiesta “Viva la fiesta” presenta su Arca de Noé, el nuevo producto que hará las delicias de los chiquitines en estas vacaciones.

Por solo 12 pesos, pase horas y horas de diversión jugando a revivir aquel momento clásico del antiguo testamento con las figuritas de los animalitos que serán salvados de la destrucción que provocará la terrible inundación que nuestro Dios misericordioso mandará a la tierra. Cada bolsita del Arca de Noé incluye una lancha, un velero, animales de plástico (en color crema y vino) y un pedazo de papel fotocopiado con el nombre del producto.


En cuanto lo vi no pude dejar de comprarme un paquetito. Lo que no entiendo es por qué si se supone que Noé se llevó parejas de animales, la bolsita incluía 3 carneros, 3 avestruces, 7 osos polares, 1 pelicano, 1 cebra y un flamingo. Armé la lancha-velero (que por cierto, no se puede mantener en pie por si misma) y cuando me disponía a jugar mi alegría se convirtió en odio… ¿A qué malditos demonios infernales se supone que puede jugar uno? ¿La figurita de Noé se vende por separado? ¿A quién se le ocurrió que un niño medianamente sano de la mente querría comprarse algo así?

Aún así, es de los mejores juguetes corrientes que he tenido (y miren que he tenido muchos). Es educativo y seguramente me alejará de las garras del diablo y el deseo carnal. No dejen de hacerme sus pedidos cuanto antes y de paso, salve su alma. ¡Apúrense porque se acaban!


martes, 16 de diciembre de 2008

Mi trinchera navideña


A duras penas puedo escribir desde esta zona de guerra, así que de antemano les pido disculpa por la brevedad del siguiente escrito. Ayer apacible y acogedora, hoy un espacio de nadie, eso es mi casa de unos días para acá.

En mi antes ‘hogar’ están poniendo el arbolito y los adornos navideños. Todo está de cabeza. Cajas por aquí, muebles amontonados por allá, adornos encima de la mesa, esferas en el piso, series de foquitos formando una inmensa maraña en el sofá, el arbolito navideño sintético a medio armar y cuya punta está chueca, una bicicleta recargada en la pared, un balón ponchado a media escalera, etc. Nada en su lugar.

Ni siquiera pude dirigirme a la computadora desde la cual escribo, sin tener que esquivar polvo, sillas y bolsas llenas de objetos rojos aterciopelados que supongo, son gorritos de Santa Claus. Si crees que exagero al decir que estoy en una zona de guerra, es quizá porque aun no conocer el detalle más aterrador: TODAS las cortinas de mi casa se mandaron a lavar, por lo que ahora cubrimos todas las ventanas del inmueble con sabanas. Por favor, no se imaginen la imagen glamorosa y ‘nice’ que mi hogar proyecta.

Los cálculos más alentadores dicen que todo volverá a su normalidad en un par de días. Que el arbolito de navidad se verá mejor y que todo será más empalagosamente navideño que otros años. Lo cual, por cierto, me preocupa mucho más que el mismo caos domestico. El año antepasado los demás habitantes de esta casa colgaron estrellas llenas de diamantina en el techo, árbol de navidad y paredes, haciéndome sentir como osito cariñosito región 4.

Seguiré informando desde los escombros decembrinos, aquellos que cada año le quitan la calma habitual a mi vida. Hoy he tropezado cinco veces con diversos artefactos, espero sobrevivir a las caídas.

Desde su trinchera, reportó Gabriel Revelo.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Encuentro casual


Me rio de los que no creen en casualidades. Si no, de qué otra forma explico lo que me pasó esta tarde. Si lo pienso fueron un montón de cositas las que se fueron alineando: el regresar temprano de ir a verificar el auto, no haber ido al cine, quedarme dormido 20 minutos, detenerme a comer unos tacos y llevar a componer la grabadora de mi mamá. Fue ahí, cuando cruzaba una calle rumbo al servicio eléctrico cuando el grito de ¡Revelo! me sacó de mi universo de pensamientos ñoños en el que siempre ando divagando.

Entonces se acercó a mi. Desde el principio supe de quien se trataba pero preferí que fuera él quién se presentara:

– Soy Alvi…

No sé si decir que hoy lo conocí, pues desde meses atrás leo su blog con la mayor regularidad que me es posible. Además de ser un gran bloguero, Alvi es doctor y vive a unas cuadras de mi casa. Resulta curioso que nos enteráramos de nuestra existencia al leer nuestros respectivos blogs y no por ser vecinos. Hablamos muy poco tiempo, aunque suficiente para darme cuenta que frente a mi se encontraba una persona de buen corazón. Simpático y dicharachero como sus letras, aprovechó para tomarme una foto con su cámara (que por cierto, está increíble), intercambiar unas frases más y se despidió.

Después de otros intentos fallidos, el de esta tarde fue mi primer encuentro con algún bloguero fuera de la atmosfera que brinda internet. No negaré que es un poco raro, pero la satisfacción que da el conocer a una persona a la que has leído sin un monitor de por medio es alucinante. Finalmente esto de la tecnología, a pesar de todo también sirve para acercar a las personas y conocerlas aun antes de toparse cara a cara con ellas. Por eso decía que no sé si sea correcto si decir que hoy conocí a Alvi, pues llevó meses leyendo de su vida y adentrándome de una u otra forma a su pensamiento.

Cae la noche y podría creer aquel encuentro casual nunca pasó. Afortunadamente su blog ya da testimonio de nuestro encuentro con esa foto en la que, ahora me doy cuenta, salí pésimo. A Alvi seguramente veré más seguido y en ocasiones futuras podremos hablar más tranquilamente o con unas cervezas de por medio, en el bullicio de una fiesta de esas a las que me ha invitado. Quizá nos vayamos de mujeriegos o un montón de cosas que uno hace cuando tiene un amigo.

Hasta entonces, y como le dije, nos estamos leyendo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Viejito anciano en auto nuevo

Estoy emocionado, por primera vez subo un video en blogger tomado por mí. La verdad fue más fácil de lo que pensé. Tenía tiempo buscando un pretexto para subir alguna grabación, hasta que hoy, el destino hizo que me cruzara con una de esas imágenes que unos simplemente no puede dejar pasar. Es curioso, estas cosas siempre me pasan cuando no tengo nada de que escribir.

El siguiente video fue tomado hace apenas unas horas en un bonito centro comercial del oriente de la ciudad. La calidad no es muy buena pues soy pobre y mi celular no cuenta con tecnología de primer mundo. (Nota personal: traer siempre la cámara digital).


¿Qué pasa con ese señor? En un principio creí que estaba muerto y que su ataúd era un automóvil nuevo. Después pensé que era un chofer incluido en la compra del auto, como parte de una ingeniosa oferta de la agencia automotriz. ¿Y si era una momia traída desde Guanajuato para ser exhibida como una instalación artística moderna contemporánea, de esas que nadie entiende?

Entré a una tienda. Minutos después el muerto viviente estaba afuera del auto y atendía a un posible cliente. Por esas políticas de empleados es que quiero trabajar en Nissan cuando sea más grande. Se ve que sus trabajadores llevan una vida tan tranquila y nada les quita el sueño.

Me voy a dormir a mi carro (igual y es la gran cosa y yo, para variar, ni por enterado).

lunes, 8 de diciembre de 2008

Yo pecador


"De nuevo acabo de decirle que ‘no’... y no me siento ni tantito culpable de haberlo hecho"- Ave María Purísima...

- Sin pecado concebida...

- Dime hijo, ¿cuáles son tus pecados?

- Acúseme Padre, de tener la suficiente desvergüenza de venir ante usted y entrar a éste confesionario, sin tener la menor voluntad de contar con la absolución de Dios. Peor aún, me declaro inocente de los hechos que estoy a punto de contarle. De no encontrar pecado alguno en mis acciones. .. No. No me interrumpa Padre. Por favor déjeme contarle todo. Y después, emita su juicio en el nombre del Creador. Soy arista del pincel. Pinto paisajes, momentos históricos, escenarios improbables cargados de realismo. Crear otros mundos en un lienzo es mi pasión, nada me atrae más en la vida. Fuera de mi desordenado estudio, no concibo el menor atractivo en la vida externa, ni en las personas, ni en el amor, ni en nada. No cuento con amigos y los pocos familiares que tengo se han hecho a la idea de sólo verme un par de horas el 25 de diciembre. El resto del año, para ellos y el resto del mundo no existo.

Tampoco piense que a mis treinta y cinco años soy un ermitaño. De algo tengo que vivir ¿o no? Sólo salgo de mi estudio los sábados y domingos, días en los que vendo algunas de mis pinturas en la Plaza de San Jacinto, por el rumbo de San Ángel. Ahí me encontré con Estrella. Recién terminaba la misa dominical, ella y su pequeña hermana se acercaron a ver algunos de mis cuadros. Me pareció atractiva, aunque demasiado joven. Tan sólo diecinueve años. Pensándolo bien, aparenta ser más grande. Alta, portadora de un cuerpo hermoso, casi divino. Su impecable cabellera rubia a media espalda y su piel blanquísima pueden mentirle a cualquiera. Sus ojos grises se cruzaron con mi mirada. Hacía tanto que una mujer no me veía así. Fueron un par de segundos. Suficientes para adivinar un dejo de coquetería en sus hermosas pupilas. No sé si hago bien en contarle éstas cosas Padre. Quizá sea un sacrilegio describir su cuerpo tan detalladamente en la Casa de Dios. Si es así discúlpeme y sume el primer Padre Nuestro a mi futura penitencia. Esa primera vez me preguntó por el precio de una pintura. Sabía que no podría pagarme un cuadro como ese. Aun así se contento con sonreírme y marcharse con su hermana, antes de que yo pudiera decirle el precio de aquella obra.

A la siguiente semana volvió. Con una amiga de su edad, ya no con su pequeña hermana. Arreglada atractivamente, con un vestido entallado de flores amarillas y no con el conjunto deportivo de siete días atrás. De nuevo me preguntó por el mismo cuadro. Doce mil pesos, respondí. Ella no se marchó. Se sentó a mi lado junto con su amiga. Me dijo su nombre, su edad, sus sueños de convertirse en pintora y vender sus obras como yo. Vi tanta pasión en sus ojos y tanta emoción en su voz, que después de pasar más de tres horas platicando le regalé aquel cuadro que tanto le gustó. Así, el lienzo con una casa estilo colonial y una fuente que pinté en una noche de lluvia se fue con ella.



Ese cuadro es el culpable de la desgracia de Estrella. Cada domingo por la tarde llegaba hasta mi sitio en aquel parquecito apacible. Arreglada. Sola. Perfumada. Se sentaba a mi lado. Aprovechaba cualquier pretexto para tocarme y acercar su cuerpo juvenil al mío. Al principio su presencia me era indiferente, después comencé a disfrutarla cuando hablábamos por largos periodos de pintura. ¿El nacimiento de una amistad? No. Por mi parte ella no era más que una mujer más. Interesada en mi trabajo, sí, pero sin mayor significado para mí.

Ahora Padre, supongamos que ella buscaba solo ser mi amiga, ¿es posible que haya amistad entre un hombre y una mujer? Yo digo que no. Estoy convencido que tarde o temprano uno de los dos termina admirando demasiado al otro, y así, enamorándose irremediablemente. Como podrá adivinar, fue ella la que poco a poco se enamoró de mi. Ella. No yo. ¿Ve por qué yo no puedo ser el culpable? La que decidió creer que aquel regalo desinteresado por mi parte era la respuesta a sus coqueteos fue ella. Quién me frecuentaba cada fin de semana, me platicaba su vida privada y vestía provocativamente fue ella. No yo.

Justo cuando, medio año después, Estrella comenzó a visitarme en mi estudio su presencia empezó a fastidiarme. A esas alturas sus sentimientos para conmigo eran más que obvios. Un día intento besarme. La rechace. Así es Padre. Lo que para muchos jóvenes de la edad de Estrella habría sido algo inolvidable para mí sólo representó repugnancia. Sus pequeños labios de rojo intenso que podrían derretir a cualquier hombre no surtían el menor efecto en mi. No es que sea una mala persona, solamente que ella y yo pertenecemos a mundos completamente opuestos. Ella ama la pintura, pero no más que al amor. Yo puedo prescindir del amor, pero no de la pintura. Por eso nunca me he enamorado de una mujer. No lo necesito. No me hace falta. Sensualidad, pasión, belleza. Eso y más lo encuentro en el Arte.

La primera vez que me pidió que fuéramos novios, Estrella ya estaba obsesionada conmigo. Aquel sábado en la tarde le dije que no. Supongo que también dije todas esas palabritas nefastas ‘no eres tú soy yo’, ‘eres demasiado joven para mí’, ‘mereces a alguien mejor’. Ni siquiera lloró. Lejos de entenderlo creyó que sólo le estaba haciendo las cosas difíciles, y que mi verdadera intención era probar su amor. Siguió buscándome. Irrumpía por sorpresa en mi estudio, diario, a todas horas. Y así empecé a sentir despreció por ella Padre. No soportaba que se apareciera sin avisar y me robara los momentos de inspiración que tanto necesitamos los artistas del pincel. Me quitaba las horas de soledad que tanto atesoro y disfruto. ¿Qué sería de un pintor sin esos instantes en los que, a solas consigo mismo crea en su mente universos enteros de líneas y color? Decidí armarme de valor. Pedirle que me dejara en paz.

Estrella enfureció. Revolvió mi estudio. Manchó algunas obras. Llorando decía que me amaba con locura, que estaba perdidamente enamorada de mí y que sin mí, su vida carecía de valor. Le tuve mucha paciencia Padre. No le grité, toleré su reacción y sin usar excesivamente mi fuerza la saqué.

Tres días después allí estaba, en la Plaza de San Jacinto, vigilándome a lo lejos. Una joven se acercó a pedir informes de mi trabajo. Estrella, enferma de celos, salió de su puesto de vigía y comenzó a gritarme en medio del Parque. De una patada tiró una pintura y comenzó a lanzarme golpes que con dificultad esquivé. Mis colegas pintores me ayudaron a controlarla unos minutos. Un par de policías detuvieron a Estrella y se la llevaron detenida a la Delegación. Como no quise levantar cargos, salió esa misma tarde aunque con la advertencia, --por parte de la autoridad, la mía y de sus padres--, de no acercarse nunca más a mí.

No volví a verla ni a saber nada de ella durante las siguientes semanas. Dejé de frecuentar la Plaza de San Jacinto y mudé mi puesto de venta al centro de Coyoacán. Por un mes me olvide de los penosos incidentes con Estrella y logré olvidarla. Pensé que todo quedaría ahí, en una simple anécdota de tintes desagradables. Hasta que una noche en mi departamento apareció Paulina, su madre. Una señora bastante orgullosa Padre. Se veía que le pesaba estar ahí. Me pidió que fuera a ver a su hija. Estrella, me dijo, está irreconocible. No come, no duerme, no sale de su cuarto. Sólo llora. Es como si se hubieran robado su voluntad.

Paulina me suplicó que interviniera inmediatamente. Que tan sólo le marcara por teléfono y que con el tiempo Estrella iría dejándome de lado. No me convenció. Le expliqué lo complicado de mi estilo de vida y al final me dio la razón.

Al otro día, Estrella me mandó una carta en la que me pedía perdón por haberme obligado a quererla. No le respondí. Por la noche intentó suicidarse. Se cortó las venas de la muñeca con un cuchillo de cocina y fue internada de emergencia en un hospital de Avenida Universidad, mismo del que escapó para dirigirse a mi Estudio-departamento. Llegó a las cinco de la mañana, con las venas ensangrentadas y el suero del hospital aun pendiendo de su brazo izquierdo. Me amenazó con quitarse las vendas y desangrarse ahí mismo a menos que aceptara escaparme con ella a otra ciudad. Juraba que con el tiempo la amaría. De lo contrario su muerte sería mi culpa. ¿Usted que haría Padre? ¿Condenarse a vivir con alguien a quién no ama y que da claras muestras de inestabilidad mental o abandonarla a su suerte, a sabiendas de que es capaz de atentar contra su vida?

No lo pensé dos veces. Di media vuelta. Detrás de mi escuchaba sus gritos. De reojo vi cómo se despojaba violentamente de sus vendas. La sangre rápidamente manchó de rojo su bata blanca de hospital. Entonces Estrella hizo lo que jamás imaginé: tomó uno de los candelabros que con velas iluminaban mi estudio y las arrojó directamente a una de las cubetas de solvente que uso para limpiar mis pinceles. Súbitamente las llamas se avivaron y comenzaron a extenderse y devorar cada espacio, cada una de mis pertenencias, cada una de mis pinturas. Y le juro que casi me muero Padre. Dejé de preocuparme por Estrella. En medio del humo y el fuego sólo tenía una preocupación: salvar mis creaciones, sacarlas de ese infierno que amenazaba con aniquilar el fruto del esfuerzo de toda mi vida. Perdí el conocimiento.

Desperté en la calle, en medio de una muchedumbre que en medio de la calle veían como un grupo de bomberos sofocaban el incendio. Dos paramédicos me atendían y un oficial de la Policía me informaba que el fuego ya estaba controlado, pero que lamentablemente todas mis pertenencias habían quedado reducidas a cenizas. Tuve quemaduras de primero y segundo grado por lo que permanecí varios días en el Hospital. Al salir, algunos de mis familiares me ayudaron a re decorar mi estudio-departamento que hasta ese momento no era más que escombros y desastre. Uno de mis sobrinos me comentó que la causante del incendio, la mismísima Estrella no había muerto. Fue internada en una clínica psiquiátrica de Tlahuac.

No sé si odiar sea pecado. Pero desde entonces la odio con toda la fuerza de mi ser. Por sus obsesiones infundadas perdí todo lo que era, todo lo que por años me ayudó a encontrarle sentido a mi vida. Sí. Puedo volver a pintar. Pero aquellos trazos, aquellas sensaciones que sentí al forjar las imágenes que formaban mis antiguos cuadros jamás las recuperaré. Y eso me duele mucho Padre. Es como ver morir a un hijo. Uno nunca vuelve a ser igual, hay un vacío de pura nostalgia ocupando el lugar de mi corazón. Después del incendio pensé alejarme para siempre de ella... después llegó el odio y decidí destruirle la vida así como hizo conmigo ¿En dónde estaba escrito que debía quererla? ¿Por qué nunca pudo entender que habemos personas negadas para el amor? ¿Por qué no quererla significo mi ruina, si se supone que me amaba con locura? Supongo que se hiere a lo que más se ama, consiguiendo así la sumisión de nuestro amante al advertirle que su corazón está fieramente sujeto en nuestras manos. De alejarnos, nuestro pecho se desangra en miles de flagelos y venas que como nuestra integridad, se romperán violentamente. Morir desangrados. Morir quemados. Morir locos. Pero morir juntos.

Desde entonces la visito cada semana. Sí Padre, adivinó bien: los domingos. La atormento diciéndole que estoy enamorado de otra mujer. Y ella, dentro de aquella cabina blanca, ataviada en una camisa de fuerza, siempre se desgarra en llanto y me hace la misma pregunta: ¿Quieres ser mi novio? Yo río. Estrepitosamente. A carcajadas. Y me marcho. Ahora mismo vengo de verla. De nuevo acabo de decirle que ‘no’... y no me siento ni tantito culpable de haberlo hecho. Quiero que pague con su locura mi propio desconsuelo. Hasta que alguno de los dos muera a causa de su odio por el otro.

Ya escuchó mi historia Padre. ¿Soy inocente, culpable, victima, pecador o demonio?. Además del Padre Nuestro que ya le debo, ¿Cuál será mi penitencia por el pecado de huir del amor?

Gabriel Revelo - Enero 2007

viernes, 5 de diciembre de 2008

La verde


Éste es un post de futbol, pero sin futbol; de amor, pero sin amor. Si ya es complicado describirlo más lo es escribirlo (chequen el verso sin esfuerzo). Debido a que no sé dónde comenzó todo y menos aún, dónde terminará, esta narración comenzará el pasado 19 de noviembre, día en el que por ciento, México jugó contra Honduras.

Tal y como ocurre cada que juega la Selección Mexicana, desde muy temprano me puse mi playera verde. La oficial, ya saben. Gracias a que a mi trabajo puedo ir vestido como se me pegue la gana, algunos compañeros del trabajo hicieron lo mismo (bueno, en realidad sólo éramos tres los ridículos). Además, el autor de éste blog decidió llevar un jersey extra para que ‘alguien más’ se nos uniera a la causa. No tarde mucho en decidir que ese ‘alguien más’ sería la chica más guapa del lugar dónde ‘quesque’ trabajo.

No recuerdo ni que le dije para convencerla de la importancia que tenía que ese día se pusiera la playera verde y apoyara al equipo Tricolor. El chiste es que se veía excesivamente bien. Algún extraño poder tienen ciertas mujeres, que son capaces de convertir una simple prenda futbolera en la más sexy de las vestimentas. Sigo sin descifrar la ecuación de su atractivo por más evidente. Tal vez el juego de su piel canela con el verde obscuro o lo negro de sus ojos contrastando con los vivos rojos de aquella camisa Adidas. Lo cierto es que toda la mañana ella tuvo toda mi atención. Iba y venía por la oficina uniformada mientras un extraño e incomprensible orgullo se apoderó de mi. Como pocas veces las horas se me fueron volando. Al despedirme pensé que me devolvería el jersey. Idea que fue sepultada con la losa de su dulce voz que me dijo ‘mañana te la traigo’.

Así han pasado los días, y estos se han convertido en semanas. Varios compañeros del trabajo me han dicho que le pida mi playera que en su momento me costó muy cara. Me comentan que es un abuso, y una que otra compañera ha amenazado con pedírsela. He de confesar que en un principio el paradero de mi playera verde me importaba mucho, pues como muchos sabrán el futbol es una de mis pasiones. Peeeeeerooooo… paulatinamente las cosas han ido cambiando. Lo importante de hablar diario con ella ya no es insinuarle de una manera sutil que me regresé la playera. Al contrario, lo importante es verla, hablar con ella. Hacerla reír.

Dos semanas después la tendencia sigue siendo la misma. Estas letras son el mejor ejemplo de lo que pasa. Puse a La Verde como pretexto para hablar de ella. Honestamente la playera no me importa tanto, vamos, ni siquiera tantito. Podría decirse que hasta me siento bien de que ella me la guarde el tiempo que sea. Si yo fuera la playera me encantaría mi destino.

En el trabajo nos llevamos de maravilla. Ella es la luz de la oficina. A todos les cae bien. Además de guapa, es una chica con un carácter increíble y que siempre está de buena. Van dos días que la espero para irnos juntos. En el camino de regreso (descubrí que vivimos muy cerca) hemos conversado de perros, conejos, vomito, ropa tendida en la calle, del gordo de Monterrey, borracheras, ranas, fiestas del año, del trabajo, y muchas cosas más.

¿Cuándo sabe uno que otra persona comienza a volverse importante? ¿En qué momento se toma la decisión de lanzarse al ruedo para convertir la atracción en realidad? Ella sigue siendo en muchos aspectos un maravilloso misterio, es en parte lo que me incentiva a seguir adelante por más que mis estadísticas en el campo del romance no han sido de las más favorecedoras. Lo raro es que no estoy babeando ni cacheteando las banquetas como en otras ocasiones. No estoy obsesionado ni detengo mi mundo. Sin embargo estoy tranquilo, demasiado diría yo. Me emociona mucho lo que pueda pasar. La aventura de cada día atreverme a un poco más… y a ver para qué me alcanza, a ver hasta dónde me alcanzan las fuerzas para descifrar todo lo que sigue desconcertándome de ella. El tiempo apremia, estoy seguro que ya ella se dio cuenta de mis intenciones y yo sin ningún plan para quitarle a mi suerte la etiqueta de imposible. Lo insoportable de este fin de semana, es que no la veré hasta el lunes.

¿Y la verde? Ni idea. Perdóname futbol, te usé como pretexto para hablar de otra cosa… juro que no lo vuelvo a hacer. Soy un cursi.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Eso es lo que consigues cuando dejas que tu corazón gane


Un día los escuché en la radio. Después vi uno de sus videos. Lo siguiente fue inevitable: comprar su disco. Así llegó a mi vida el disco Riot! del grupo Paramore. Seré honesto. Más allá de que el disco me parece un buen ejemplo de pop-rock de calidad, y de que Halley Williams me parece la mujer perfecta, la verdadera razón por la que decidí prestarles atención fue por su canción ‘That’s what you get’ que me tiene prisionero entre sus acordes. No importa el momento. Ya sea en el iPod, en el auto, mientras escribo o cuando estoy de ocioso, la canción me tiene poco menos que estúpido.

Se le podrían dar muchas interpretaciones y vueltas de tuerca a su letra y aun así el mensaje es el mismo: el corazón, además de latir, sirve para jodernos la existencia; incluso podríamos catalogarlo como el peor enemigo de la razón. Por eso esta canción me gusta, pues deja explicito el deseo (imposible, por cierto) de mandarlo al demonio, pedirle que se siente y que por una vez en la vida, no interfiera en nuestras decisiones.

Ir detrás de un imposible. Luchar por una relación insalvable. Rogar por amor. Sufrir de celos. Ponernos en segundo término e incluso volverse esclavo de otra voluntad. Todo eso pasa cuando dejas que tu corazón gane.

¿Repetir la canción con tanta vehemencia tiene alguna intención extra? Puede ser, pero no se lo digan a mi corazón, espero que capte la indirecta.