lunes, 31 de octubre de 2011

Lo que aprendí de Guadalajara 2011



La mañana está nostálgica, y presiento que así será el resto de la tarde. Prendo el televisor y ya no hay competencias en televisión. No más juegos de polo acuático, partidos trepidantes de voleibol de playa o sesiones de atletismo en las que me era imposible levantarme y hacer otra cosa. Aunque las primeras planas de los periódicos me confirman que lo sucedido durante las últimas dos semanas no fue un sueño, a veces siento que todo me lo inventé. Y es que fue casi perfecto.

Estar triste y a la vez orgulloso. Quién piense que es imposible poder tener ambos sentimientos al mismo tiempo es porque no vio los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011. Y no vibró. Y no se dio cuenta que éste evento fue simplemente inolvidable. Desde la fastuosa inauguración del 14 de octubre pasado, hasta la clausura del día de ayer todo fue impecable. Momentos aleccionadores de los que aprendimos varias cosas:

1. Que a pesar de las grillas políticas y las dudas, los Juegos Panamericanos pudieron llevarse a cabo y de una manera que nadie sospecho, superando con creces cualquier expectativa. Gracias a las autoridades federales y estatales, pero sobre al público y a los cientos de voluntarios que con su dedicación se volvieron el alma de Guadalajara 2011.

2. Que no hay imposibles. Que pensar en unos juegos olímpicos en Guadalajara ya no suena descabellado. Dicen los que saben que la organización, las ceremonias de apertura y clausura, y escenarios deportivos de estos Panamericanos no le piden nada a los de cualquier Olimpiada o Mundial celebrado recientemente. Y yo les creo. Al menos la impresión que tuve al ver las transmisiones por televisión es la misma: se estuvo a la altura.

3. Que Guadalajara está más hermosa que nunca. Si ya de por sí era una metrópoli mexicanísima y con el equilibrio justo entre tradición y modernidad, en estos juegos lució radiante. Daban ganas de caminar entre sus calles y recorrer todos esos espacios ricos en cultura, de belleza arrebatadora que fueron adornados por días llenos de sol y cielo azul.

4. Que no todo en la vida es futbol. Descubrir que puedo emocionarme con una gran infinidad de deportes fue una agradable sorpresa. Básquetbol, tae kwon do, clavados, balonmano, tiro con arco, ciclismo, raquetbol, boxeo, natación, o gimnasia rítmica, entre otros, que hicieron que el mosaico deportivo de cada día fuera imperdible. De pronto la gente y los medios dejaban de hablar del futbol, del americano y de la serie mundial de beisbol, para hablar de las competencias panamericanas y de los atletas que frente a los ojos del continente se convertían en leyendas.

5. Que pese a todo, el deporte mexicano sigue vivo. A pesar de que en su mayoría estos logros son por esfuerzos personales, siempre emociona ver que un connacional triunfe y ponga el nombre del país muy en alto. Nada como ver ondeando la bandera y escuchar el himno nacional después de una gesta deportiva.

6. Que de nuevo, las mujeres mexicanas pusieron el ejemplo y atrajeron la mayor cantidad de medallas de la delegación mexicana. Nombres como el de Paola Longoria, Cinthya Valdez o Paola Espinoza infunden ya respeto y admiración de la afición. Uno de los grandes tesoros de México son sus mujeres. Siempre luchonas, siempre valientes.

7. Que la afición completo la fiesta de manera brillante. El apoyo no sólo a los competidores mexicanos, sino al de todas las delegaciones hizo de estos juegos una fiesta. Un ambiente de primera en el que se respiraba cordialidad.

8. Que para ser anfitriones los mexicanos nos pintamos solos. Siempre abrazamos a los visitantes con calidez y alegría. Esta vez la ciudad tapatía y sus habitantes demostraron que con civilidad y sumando voluntades es posible dejar una profunda huella en el corazón de quienes vinieron a los Panamericanos. ¿Cuántos cientos de corazones habrás enamorado Guadalajara?

Dos semanas después, México terminó en cuarto lugar del medallero con 42 preseas de oro, 41 de plata y 50 de bronce, logrando así su mejor participación en la historia de estos juegos. Cayó el telón de Guadalajara 2011. Despedimos al continente con una lágrima en los ojos, pero con una imborrable sonrisa, muestra de la satisfacción que da el deber cumplido. Un orgullo ser mexicano.

Adiós Guadalajara 2011. Bienvenido Toronto 2015.

martes, 25 de octubre de 2011

Soy tu fan (segunda temporada)



Hace más de un año (mayo del 2010) en éste blog les hablé de 'Soy tu fan', una nueva serie que recién se había estrenado en OnceTv México. En aquel entonces era un proyecto que no muchos televidentes conocían, y que a la postre se volvió en todo un suceso, incluso llevó a la cadena MTV transmitió integra la primera temporada. Cada vez éramos más quienes nos enganchábamos semana a semana con la historia de amor de Nico y Charly. En un abrir y cerrar de ojos, los 13 capítulos llegaron a su fin dejando varias tramas abiertas, y a la audiencia con ganas de más. Por fortuna la semana pasada (miércoles 19 de octubre) se estrenó el primer capítulo de su segunda temporada…

… y se desató la locura. Cientos de comentarios alusivos en redes sociales, niveles de audiencia nunca antes visto en Canal 11 y críticas 100% favorables, confirmaron que Soy tu fan regresó más fuerte que nunca.

La historia parte unos meses después del desenlace de la primera temporada. Charly entra a trabajar, mientras se enfrenta a los retos de su nueva vida profesional, comienza a madurar y dejar de ser la joven alocada de la primera parte. Por su parte, Nico afianza su relación de pareja, comienza a considerar formar una familia y se encuentra en un período de su vida un tanto establo. Sin verse desde hace tiempo, el destino vuelve a unirlos de una manera poco convencional cuando una conocida en común los reúne. ¿Cómo les explico que cuando se dio éste encuentro me emocioné como si aquel momento me estuviera pasando a mí? A partir de ahí las cosas se enredan de nuevo, trayendo consigo momentos románticos, tristes y hasta graciosos, pero sobre todo momentos reales y completamente posibles. En eso radica el encanto de esta serie. No nos vende amores perfectos ni cuentos de hadas; no hay personajes malos ni buenos, sólo personas que intentan abrirse paso en la vida a pesar de los tropezones.

Es de lo más fácil identificarse con varios de los protagonistas y con las circunstancias que los rodean. Todos nos hemos enamorado alguna vez de quienes menos pensamos, nos hemos enfrentado a la confusión de un corazón que no sabe hacia dónde ir o hemos sentido la necesidad de hacer volver al pasado. ‘Soy tu fan’ nos recuerda que las grandes historias están en la vida cotidiana, en un grupo de amigas incondicionales, en un enamorado del amor que cuida plantas, en un actor desempleado que intenta ser el apoyo de una futura madre embarazada, o en una pareja de chicas que aprenden a quererse de otro modo.

- Eres como Nico, el personaje de Soy tu fan. Ya he perdido la cuenta del número de veces que me han dicho esta frase en el último año. Al principio de la serie no me hacía mucha gracia que digamos. Después, con la evolución del personaje fui cambiando de opinión. Si como muchas mujeres dicen ‘todas las mujeres quisieran tener un Nico en su vida’ entonces creo que tal comparación es un cumplido. No es el más guapo, ni tiene el mejor trabajo o el mejor cuerpo, vamos, ni siquiera es fiestero. Un hombre bueno que cuando se enamora se entrega de forma sincera y es capaz de cambiar al mundo por ella. Complemento ideal para Charly y su carácter explosivo. Agua y aceite que gracias a la fuerza del amor a veces logran complementarse. Así me pasó a mi.

Un guión ingenioso, actuaciones entrañables y bien construidas, las locaciones adecuadas y el acertadísimo repertorio musical, hacen de una idea original argentina un producto muy mexicano. Cada dialogo y escena transpira el estilo de vida del México actual y sus calles. Todo se confabula para que espere con ansias saber si por fin el amor de Nico y Charly logra sobrevivir a las dudas. Quedan además muchas preguntas, nuevos personajes y muchos conflictos por formarse. Sólo sé que lo mejor está por comenzar y desde ya estoy mordiéndome las uñas.

La segunda temporada de “Soy tu fan" se transmite los miércoles a las 22:30hrs por Oncetv, con repeticiones los domingos a las 23:00hrs. Si no la han visto no saben lo que se pierden.


viernes, 21 de octubre de 2011

El sueño de un bloggero, por 50 pesos



En la actualidad, uno de los sueños más comunes entre las personas en edad laboral, es el de hacer lo que más nos gusta y que además de todo, nos paguen por ello. Utopía que sólo un reducido número de afortunados logra hacer realidad. Éste anhelo no es ajeno a los blogueros, quienes (para que nos hacemos güeyes) secretamente guardamos la ilusión de que alguien llegue y nos retribuya económicamente el tiempo y esfuerzo que invertimos para mantener con vida un blog.

Por lo anterior, no pude dejar pasar de lado una vacante que encontré por internet en una de mis búsquedas de empleo. La empresa Zankyou solicitaba un “Blogger, redactor, escritor”. Obviamente, por curiosidad y también con algo de ilusión, le di clic. Lo primero que solicitaban eran el envío vía mail de nuestro currículo, así como la URL de nuestro blog. Al menos con éste primer paso cumplía sin problema alguno, así que seguí leyendo los siguientes requisitos:

Duración: Aplicará un mes de prueba para obtener la vacante.
Jornada: Por resultados
Tipo de trabajo: Honorarios y desde casa. Debe tener disponibilidad de presentarse en oficina al menos 1 vez por semana para asistir a reuniones de equipo.
Carrera: Ciencias de la comunicación, periodismo, organización de eventos, mercadotecnia... afines.
Sexo: Femenino
Edad: 24-35 años (preferencia)

¡A toda madre! me dije. Sólo debía presentarme una vez a la semana en la oficina y el resto del trabajo podría hacerlo en casa. Además, si bien no soy William Shakespeare, estoy seguro de que en ese mes aprueba podría demostrar mis capacidades y competir más que dignamente por la vacante. Estudié Ciencias de la Comunicación y mi edad encaja a la perfección con la requerida. El único problema era que no soy del sexo femenino, pero bueno, estaba convencido que mi talento sería suficiente para resarcir ese pequeño inconveniente. La cosa seguía gustándome, la verdad me encontraba animado. Continúe con la parte que hablaba de las responsabilidades del puesto. De ser contratado, debería elaborar artículos sobre bodas y todo lo relativo a ellas, para ser publicados en una revista online.

Como experiencia pedían tener un buen estilo de redacción, ortografía excelente, tener un blog actualizado (mínimo 20 veces al mes) y que se encontrara bien posicionado en los buscadores. El aspirante debería usar más de tres redes sociales (incluyendo Twitter, Facebook y Google+). Además de conocimientos en Wordpress, Blogspot, Google Docs, Flickr, Picasa, Hootsuite, Google Analytics, Adwords, Webmaster Tools, Adobe y en Gadgets. Gran parte de esta experiencia y conocimiento los tengo, y los que no sin problema alguno podría aprenderlos y manejarlos a la perfección. Al fin y al cabo, lo importante (modestia aparte) que es escribir y generar contenido se me da, y muy bien.

Ingenuamente empecé a imaginarme viviendo de mi creatividad, cumpliendo el sueño de ser un bloggero pagado. Por desgracia, el desencanto me cayó como una losa pesadísima cuando vi el salario ofrecido: 50 pesos por post.




Después del impacto inicial lo primero que alcancé a exclamar fue “mejor miéntenme la madre”. Quienes tenemos un blog más o menos decente, sabemos el trabajo que conlleva escribir una entrada de blog. Se invierte tiempo, creatividad, dinero y esfuerzo. Algunas veces hasta se debe desarrollar una investigación sobre el tema a escribir. Vamos, los post no son panes para hacerlos en serie, uno detrás de otro. Tardó aproximadamente hora y media en escribir un post de éste blog, aunque en algunas ocasiones me he llevado hasta tres días. Díganme sí es justo ponerle un precio tan bajo al posteo en blogs. Para mí es un insulto. ¿Y qué, cuántos post tengo que escribir al día para tener un sueldo más o menos decente? ¿Tan mal valorado está la creatividad en éste país? Por desgracia alguien caerá y tomará el puesto, haciendo que diversas empresas sigan aprovechándose de la necesidad de los demás, y de paso malbaratando el oficio de escritor.

Con 50 pesos a duras penas alcanza para una comida corrida. Con 50 pesos de gasolina no se llega a ningún lado. 50 pesos por pasar horas sentado frente a una hoja en blanco, moviendo palabras para encontrar el mejor ritmo y armonía en el texto. Perdón, pero una cosa es buscar ganar el sustento con esfuerzo y humildad, y otra el regalar el trabajo. Lo siento señores de Zankyou, quédense con sus 50 pesos, mi sueños y conocimientos vale más que eso.

Espero que algún día se las cosas cambien y deje de verse a la escritura como un esfuerzo menor. Seguiré buscando trabajo…

martes, 18 de octubre de 2011

Bacalar



“Nacimiento del cielo” es el significado prehispánico del nombre de esta pequeña ciudad, que se dice, es poco menos que el paraíso terrenal. Ubicado a 35 kilómetros al noroeste de Chetumal, Bacalar se encuentra a orillas de una bellísima laguna homónima de 55 kilómetros. Desde hace tiempo vengo siguiéndole la pista. Nombrado 'Pueblo Mágico' en el 2006, Bacalar y sus paisajes de ensueño, es uno de los destinos que tengo pendiente por conocer. Por eso, cuando me enteré de la existencia de una película mexicana llamada “Bacalar”, y cuya filmación en su mayoría se llevó a cabo ahí, supe que tenía que verla.

Patricia Arriaga, creadora de exitosas series para OnceTV México como “Bizbirije” o “El Diván de Valentina”, es la escritora, productora y directora de esta cinta para niños. La trama principal gira en torno al tráfico ilegal de especies animales en México. Bien documentada, nada pretenciosa y con una fotografía impecable que hace resaltar aun más la belleza natural de Bacalar y sus alrededores, la historia comienza cuando tres crías de lobo mexicano (especie en peligro de extinción) son robadas de la reserva federal en San Luis Potosí y llevadas ilegalmente hasta Bacalar, punto que por su ubicación geográfica facilita a los traficantes la salida del territorio mexicano de especies protegidas por la frontera sur. En medio de esta enredada red de corrupción terminan inmiscuidos Santiago y Mariana, dos amigos que de forma fortuita, jugando a ser agentes investigadores descubren y filman las actividades del grupo delictivo, comenzando así una emocionante aventura que poco a poco va transformándose en un thriller infantil que lo mismo tiene al filo de la butaca a niños y adultos.

Podría parecer una historia sencilla: salvar a los lobitos y librarse de los malosos. Sin embargo, a la par de la ligereza del guión, varias sub tramas complementan y le dan a la película una perspectiva más madura. La relación padre e hijo, el valor de la amistad, la superación de una discapacidad, el recuerdo de una madre ausente, y sobre todo la importancia de ‘siempre creer’ hacen de esta producción una obra aleccionadora. No todo el cine mexicano tiene que estar basado en violencia y drogas, ni estar ambientado en ciudades grises ni plagadas de groserías. Con Bacalar regresan esas ganas de mostrar paisajes inimaginables, de emocionarnos y hacernos recapacitar de los tesoros que la naturaleza nos ha regalado. Sin grandes presupuestos, sin abusar del uso de efectos especiales y con un casting inteligente basado en el talento se demuestra que una buena idea y las ganas y dedicación por llevarla a cabo son suficientes.

Si son fanáticos de las series infantiles de Canal 11, Bacalar no les decepcionará. La narrativa, manejo de tiempos y originalidad de las entregas televisivas permanecen, y gracias al lenguaje cinematográfico se expanden y alcanzan niveles notables. Por algo Disney fue coproductora y distribuidora de la cinta. Vayan al cine y véanla en familia. Repitan la experiencia que yo viví al salir contento y emocionado después de ver una película infantil muy disfrutable y con mensaje.

En cuanto al poblado de Bacalar y su laguna de diversas tonalidades azules le pido que me siga esperando. Prometo no tardar, a la menor provocación me lanzó a la aventura de conocerte.


sábado, 15 de octubre de 2011

La inauguración de los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011, en imágenes

Unas horas después de la inauguración de los Juegos Panamericanos sigo con la piel chinita. La distancia no fue impedimento para que siguiera la ceremonia por televisión. Y fue fastuosa, elegante, ágil, memorable. Un evento que sorprendió a propios y a extraños, con una calidad a la altura de cualquier inauguración de Juegos Olímpicos. México vuelve a sorprender al mundo. Qué orgullo y que felicidad que de nuevo se demuestre que en éste país, con voluntad y creatividad somos capaces de cualquier cosa. De la noche mágica de ayer podría escribir millones de palabras y no le haría justicia a la belleza de lo visto y escuchado, mucho menos creo poder transmitir esa emoción que inundó el corazón de los miles de televidentes.

Me doy por vencido. No narraré lo acontecido. Una imagen vale más que mil palabras. De Guadalajara para el mundo, aquí un recuento gráfico de la inolvidable noche de anoche.














jueves, 13 de octubre de 2011

La fiesta de América, en México. Guadalajara 2011 (tan lejos y tan cerca)

Por azares del destino, escribo éste post en la Universidad Anáhuac, Campus Sur. Sentado en una mesa del área de alimentos, con la mirada puesta en el teclado de mi BlackBerry. A mi alrededor van y vienen los estudiantes universitarios. Aunque soy mayor que la inmensa mayoría de los presentes, estoy seguro de pasar inadvertido entre ellos. Escucho de todo, risas, pláticas sobre economía y política, debates sobre las mejores clases y hasta historias amorosas. Se habla de todo, menos de lo que al menos a mi éste día me tiene ilusionado.

Resulta paradójico que bajo éste cielo nubladísimo y el frío intenso que asola esta parte de la Ciudad de México, nadie repare en lo que está por pasar en unas horas. A cientos de kilómetros del DF el ambiente debe ser muy diferente. Un ambiente colorido, los nervios y las ansias de que empiecen ya las próximas dos semanas en dónde México será el centro de atención del continente. Comienza a llover justo cuando me digo que me encantaría estar ahí, justo en el epicentro de la acción. Ahí dónde nacerán leyendas y se gestarán hazañas épicas. Ahí, en Guadalajara, sede de los Juegos Panamericanos 2011.



En parte le doy vida a éste texto para curarme la envidia que me provocan quienes están en la sede panamericana. Ya sea deportistas, espectadores o medios de comunicación. Esa adrenalina a menos de 24 horas del inicio de la ceremonia de inauguración de un evento de esta magnitud pocas veces se puede sentir. Si yo estoy emocionado, por más que el entorno parezca no estar ni enterado del fiestón que tendrá lugar en nuestro país, no quiero ni imaginar lo que sentirá cada uno de los atletas que están por entrar en competencia, cargando el orgullo y peso del país a sus espaldas.

Siempre he sido un apasionado de los grandes eventos deportivos, máxime si nuestro país es la sede. Aun no nacía cuando México DF fue sede de los Juegos Olímpicos de 1968, ni tampoco cuando se organizó el Mundial de Futbol de 1970. Tenía 4 años cuando de nuevo tuvimos otro Mundial en casa, en 1986. Por eso mi desesperación ahora que se avecinan unos Juegos Panamericanos y no estaré ahí.

El año pasado fui dos veces a Guadalajara Quedé prendido de ella. Supongo que ahora debe estar aun más hermosa. La Perla Tapatía será visitada por un gran número de turistas de todo el mundo, y contemplada por millones de televidentes. Sé que encantará a más de uno y que como siempre hacemos en México, recibiremos a nuestros hermanos de América con ese calor y hospitalidad que se nos escapa del cuerpo. Atrás quedará Vázquez Raña y su prepotencia, la politiquería que amenazan la logística de Guadalajara 2011 y la desorganización. El milagro mexicano de encontrar un orden dentro del desorden volverá a suceder.

Cae la noche en la Ciudad de México. Súbitamente sonrío. Esta gran festividad no sólo es para Guadalajara. Es la forma en la que México le dice al mundo que estamos de pie y más vivos que nunca. A pesar de nuestros problemas es mucho más lo que tenemos que ofrecerles. Con los brazos abiertos les damos la bienvenida a nuestros hermanos de toda América.

¡Qué comiencen los Juegos!

Termino el post. Tomo la botella de agua y a la distancia brindo por Guadalajara 2011. Ya me saboreo lo que está por comenzar.

Universidad Anáhuac del Sur
Octubre 13 de 2011

lunes, 10 de octubre de 2011

Ilusiones y realidades de un circo




En toda mi vida sólo había ido una vez al circo. Tenía unos siete años, fui con mis papás y todo me pareció mágico. Por eso, en base a ese recuerdo, aquel plan de viernes en la tarde parecía una buena opción. Llegaron hasta mis manos un par de cortesías para ir a una de las funciones en el Circo Hermanos Vázquez, y no lo pensé dos veces. Volver al circo me ilusionaba.

Ese día llegué una hora antes del inicio de la función. Acompañado por mi novia recorrimos los alrededores para matar el tiempo. Nos tomamos fotos con las esculturas de los elefantes, compramos unos dulces y nos formamos en la fila para ingresar. Fue justo ahí, mientras estábamos en la cola cuando vino el primer desencanto. Un trabajador del circo salió con una llama y un poni, hermoso par de animales a los que los niños podían, bajo una cierta cuota, acercarse para acariciarlos, montarlos y tomarse con ellos la foto. Fue ahí cuando Tania, la cual desde niña ha sido fanática de los circos y los ponis, se emocionó y se dirigió corriendo hacia él. Estuvo un par de minutos con aquellos bellos ejemplares hasta que horrorizada regresó y angustiada me pidió que me fijara en una de las patas traseras del poni. No sé si la tenía fracturada o sólo lastimada, pero el pobre animalito apoyaba lo menos posible su patita en el suelo, por lo que la tenía semi flexionada. La situación se tornó más angustiante cuando la familia de un niño gordo pagó para que su retoño montara al pobre poni. Tania se entristeció y quería irse. Yo comenzaba a desencantarme.



Poco después la fila avanzó. Ingresamos al área de alimentos y después al interior de la carpa. Nos sentamos en una butaca cercana a la pista del escenario. En mis recuerdos infantiles, las dimensiones de un espacio como aquel eran mucho más grandes. Aun así, la afluencia de espectadores era, a mis ojos, insuficiente. Uno suele imaginarse un sitio así lleno de familias felices, y en cambio, el contraste con aquellas gradas semivacías y frías daba al ambiente un toque de abandono y melancolía.



Para cuando inició la función la entrada no mejoró mucho. Sólo el 40 o 45 por ciento de los lugares estaban ocupados cuando la banda de música ocupó uno de los costados del escenario, y abrió el espectáculo con una movida melodía. La mayoría de aquellos músicos rondaban de los 50 a los 60 años. A pesar de la distancia, no era difícil darse cuenta que portaban trajes gastados y maltratados. Apareció el maestro de ceremonias y captó la atención del respetable. Un grupo de bailarinas y trapecistas animaron el momento. Renacía la ilusión con cada nuevo acto con los que los artistas de distintas nacionalidades circenses nos arrancaban suspiros y ovaciones.

El programa siguió. Malabaristas, un grupo de simpáticos perros que libraban obstáculos o una par de ingeniosos payasos llevaron mis pensamientos hasta un detalle en el que nunca había reparado. Operativamente hablando, un circo como ese requiere de un gran número de gente trabajando para hacerlo funcionar. Los costos de sueldos y alimentación de los trabajadores, la renta del espacio en el que se monta el circo, la manutención de los animales y una infinidad de gastos más, sin duda deben ser bastante elevados como para obtener ganancias con entradas de 50 personas por función, en dónde muchos de los asistentes entramos con cortesías. Sin hacer demasiadas matemáticas no me resultó difícil descubrir el por qué estos tradicionales circos de carpa poco a poco han ido desapareciendo. Detalles como los vestuarios de los artistas o el descuido de las butacas y alfombras evidenciaban que, financieramente hablando, aquella compañía circense no pasa por sus mejores tiempos.

Así llegó el intermedio. Con cierta tristeza salí a la dulcería por un par de bebidas a la dulcería. En el pasillo que une la carpa con la dulcería se exhiben varios recortes de periódico con reportajes sobre dedicados al Circo Hermanos Vázquez, los cuales hacen más nostálgico el ambiente. Pedí una botella de agua y un refresco. Para mi sorpresa los vasos para la Pepsi (no había Coca) estaban atiborrados de hielos, y la bebida no la obtenían de alguna máquina como en los cines, sino de una botella de dos litros. Pagué 25 pesos por un refresco que a lo mucho tendría 300ml de gaseosa y el resto de hielo. Además, la mayoría de los artistas llegaron hasta las gradas a vender narices de payasos, diademas brillantes y productos alusivos al circo a precios francamente elevados. Supongo que gran parte de esta industria se sostiene de la venta de alimentos y souvenirs.

Regresé a mi lugar. El semblante de mi novia había cambiado. Triste volteó a verme y señaló lo que sucedía en el escenario. Un pequeño hipopótamo se encontraba sobre una base de madera. Cada que aquel mamífero bebé quería bajarse uno de los encargados del circo lo impedía. Sin ser un experto en animales creo que el ambiente árido de la pista en la que estaba no era el adecuado para un animal que debe pasar la mayor parte del tiempo en el agua. Acompañando al pobre hipopótamo se encontraba el poni y la llama. Quienes desearan podían pagar para tomarse la foto del recuerdo. Aquellos minutos presenciando la mirada triste de aquellos animales fueron eternos.

Inició la segunda parte de la función. Si bien algunos números hacían que riéramos o nos admirásemos, el mal sabor de boca seguía ahí. Llegó el número del domador de tigres. Cuatro felinos irrumpieron en la jaula mientras el domador los amedrentaba con ayuda de su látigo. Tres de ellos atravesaron aros de fuego, se paraban en dos patas o se elevaban en una jaula. El cuarto, lastimosamente apenas y podía moverse. Era un tigre débil. Quizá viejo, o muy enfermo, o ambas. Después de su participación los tigres salieron en una pequeña jaula. No puedo imaginar lo triste de esa vida, de la jaula a los latigazos y viceversa. Una indignación similar sentí cuando unos jinetes de origen asiático daban vueltas en la pista mientras sus jinetes hacían acrobacias. De nuevo los latigazos se hicieron presentes. Por momentos, sufríamos en lugar de disfrutar. Mi novia se quejaba. Nuestros vecinos de butaca mejor se cambiaron de lugar para no escucharnos.

Casi una hora después, el presentador anunció el final de la función con un número en el que todos los artistas agradecían la presencia del público. De nuevo comenzó la venta de productos y fotos con los animales, incluido un cachorro tigre que dudo llegue a conocer algo más que la pequeña jaula en la que duerme. Salimos del circo con un sentimiento agridulce. Los campers y las jaulas de los animales contrastan con lo que debería ser un mundo fantástico. De dos a cuatro funciones por día. Siete días a la semana. Sin descanso para los trabajadores. Sin descanso para los animales. Aunque me alejé de aquel circo mi cabeza sigue en el circo, uno de tantos que hay en el mundo. ¿De parte de quién me pongo, de la de los animales indefensos, de la de los artistas que se ven aman su estilo de vida y seguramente viven al día, o de la de los empresarios que defienden la tradición de un circo de éste tipo, y que generan empleos?

Ese viernes el circo no dejó indiferente a su público. La mayoría salió feliz. Los niños sonreían y hablaban emocionados de lo que acababan de presenciar. Otros pocos buscábamos esa ilusión infantil para anestesiarnos de una realidad que nadie quiere ver.

martes, 4 de octubre de 2011

Gema y su incongruente verde

Para muchos, escoger color favorito es cosa menor. Decisión tomada en base a gustos estéticos, que rara vez encierra un verdadero motivo de pertenencia. En mi caso, yo no elegí un color, yo me fui a vivir con él. O mejor dicho, con ella. El primero de muchos absurdos es que la palabra verde casi siempre haga referencia al género masculino. Considerado poco elegante, además. De ahí el menosprecio hacia un color que en realidad es todoterreno, un comodín maleable a nuestro entorno, y en donde hasta la palabra mujer tiene cabida.

Mi primer recuerdo verde no proviene de campos visitados en mi infancia, o cursilerías de ese tipo, sino del programa de Bob Ross. Aquel simpático pintor solía embadurnar su pincel con pintura ‘Verde Vejiga’, término que ingenuamente malinterpreté como ‘Verde Vagina’. Ya se imaginarán, crecí engañado con respecto a la anatomía femenina. Mucho tiempo después conocí a Gema y supe que las vaginas no son verdes. Al menos, no las saludables.

Con Gema, mi perspectiva sobre el verde cambió. Después de todo, éste color es el que mejor representa a su nombre, al brillo de sus ojos y a su forma de ser, totalmente contradictoria. Al principio, encontrarla fue como sentirme en la tierra de Oz. Caminaba por un hermoso camino que se suponía, me llevaría hasta la Ciudad de Esmeralda y que por desgracia, me condujo a las garras de la Bruja Verde. Bipolar ella, bipolar el verde. Círculo perfecto pero vicioso que desde entonces domina mi existir. Conquistarla fue un reto. En ocasiones se me mostraba alegre, luz verde para amar, cantaría Luis Miguel. Otras veces, ese verde optimista se transforma en letal veneno. ¿Cómo explicar que un mismo color pueda significar vida, esperanza, y a la vez, sea representativo de las cosas echadas a perder, estancadas?

Así es Gema, sin medias tintas. Pasa de un extremo a otro. ‘Para una mujer como yo, estás muy verde’, dijo cuando le hablé de lo que sentía por ella. Años después me considera un viejo rabo verde. Nuestra historia de amor es igual de incongruente. Verde seduce verde, eso explica que Gema le hiciera caso a los dólares de mis cuentas bancarias. ¿Qué verde la cautivó más? ¿El del diamante del anillo de compromiso?, ¿El del mar Caribe de nuestro viaje de bodas? ¿El de los pinos que franquean el jardín de la casa que me hizo comprar? o ¿El del auto con pintura metálica brillante que bautizó como ‘el sapo’? Da igual. Por periodos de tiempo soy feliz, o al menos ese fino engaño me transmite su cariño convenenciero. Gema obtiene de mí los recursos para darse la vida que dice merecer, y yo lo acepto. La sola idea de imaginarme sin ella me hace temblar como gelatina de limón. Kryptonita que me debilita y manipula a su antojo.

Gema es mi adicción. Hierva verde que necesito para sentirme bien. Me hace daño, lo sé, más no me siento capaz de dejarla. Trébol de cuatro hojas que me protege del exterior, en donde los amarillos, rojos, azules y demás colores proliferan. No me importa que un mundo multicolor sea más luminoso y perfecto. Me quedo con mi princesa y su mundo verde. Incongruente, pero a mi medida.




Éste texto de mi autoría, fue publicado en abril de 2010 en la revista Picnic número 39, dedicado a los Cromáticos.