miércoles, 30 de noviembre de 2011

Soñé con Espinoza Paz



Hace un par de años en éste blog les conté sobre la facilidad que tengo para soñar varias cosas mientras duermo, y recordarlas al día siguiente. En ese post les mencioné algunos sueños, como por ejemplo cuando estuve en Hogwarts, o canté con Alex Ubago y Alejandro Sanz. No vamos muy lejos, la noche de anoche soñé que estaba en San Cristóbal de las Casas, y que dejaba olvidado ¡mi sanitario! en casa de una amiga. Sin embargo, el día de hoy les quiero confesar algo, hace unos días… soñé con Espinoza Paz.

Sí, el cantante y compositor de música de banda que ahora está de moda.

No fue nada sexual, ni se emocionen. Más bien fue como ver una película de acción y aventura. Pues bien, en mis sueños, me encontraba en una reunión de amigos en una especie de cafetería dedicada a la venta de CupCakes (el lugar de hecho existe, se llama CupCake Lovers y está cerca de la estación de Metrobús Patriotismo en el DF). Al poco tiempo acompañé a mi amigo Ángel Vázquez al exterior del local para que fumara un cigarro. En esas estábamos platicando cuando a lo lejos vimos acercarse a un hombre con pinta de ‘pocos amigos’. Una especie de Cholombiano que daba miedo nada más con verlo. Pausa a la narración. Si usted no sabe que es un cholombiano, de clic aquí. Quitamos la pausa y sigo mi narración. De repente que me dice Ángel…

- Ese que viene ahí, es de los Zetas.

No sé cómo, pero ambos sabíamos que el cholombiano narcotraficante se dirigía a la tiendita de los cupcakes. Una persona normal y sensata se hubiera ido corriendo sin dudarlo, pero nosotros hicimos lo contrario, entrar al cafecito para ver qué pasaba. Así lo hicimos. Una vez adentro, llegó el Zeta Cholombiano. Que ya no era uno, sino tres. Quién sabe en qué chingado momento se multiplicó. El caso es que los maleantes sacaron sus cuernos de chivo y empezaron a amenazar a todos los presentes. A mí no me dio miedo porque soy valiente. Después de unos minutos más de intimidación, los cholombianos zetas del narcotráfico decidieron secuestrar a un señor. Lo sacaron a empujones y lo subieron en una camioneta. Cuando giré la cabeza para ver la cara de mi amigo me llevé la sorpresa de que Ángel ya no era Ángel, sino que se había transformado en Espinoza Paz, el cantante. Den clic aquípara que vean una de sus canciones.

Los malos se escapaban con el secuestrado cuando le dije a mi amigo Ángel que ya no era Ángel sino Espinoza Paz.

- Hay que seguirlos.
- Sí, hay que rescatarlo.
Me contestó Espinoza Paz antes Ángel.

Entonces lo seguimos, pero no en auto, no en bicicleta, no en moto… sino corriendo. La persecución llegó hasta Avenida Viaducto. Mientras los malos iban en su camioneta por el asfalto, nosotros corríamos por las jardineras laterales. Ya casi los alcanzábamos cuando de repente me frené en seco y le pedí a Espino Paz que también lo hiciera y guardara silencio. A lo lejos sonaba "El próximo viernes", uno de los éxitos de Espinoza Paz.

-Ya oíste, están tocando tu canción. Dije.

Y Espinoza Paz que se conmueve y empieza a llorar porque ‘que orgullo que yo, que era un campesinito humilde pueda ahora llegar con mis canciones hasta los oídos del público, de verdad es un orgullo que me den la oportunidad de que con mis letras y música llegué hasta sus corazones’. Todavía balbuceo más cosas, pero con su llanto ya ni le entendí bien. Sólo recuerdo que mencionó a su abuelita. Fue tan conmovedor el momento que un montón de gente se acercó, nos rodeó y empezó a aplaudir.

- Bueno ya, vámonos que tenemos que luchar con los Zetas. Dije decidido.

Y sin decir una palabra más ni despedirnos de los presentes, nos echamos a correr. Tres segundos después ya habíamos alcanzado a los Zetas Cholombianos, que por cierto, ya no eran tres sino como 15, y además de ir en una camioneta iban en motos. Cuando estuvimos bien cerca del contingente de narcos, Espinoza Paz gritó ¡Saltemos! Y lo obedecí (no fuera a llorar otra vez). En la caída, cada uno iba pegándole en el aire a los zetas motociclistas. Incluso Espinoza Paz usó su sombrero como boomerang que lanzaba para tirar Zetas y regresaba a su poder.

Como Espinoza Paz y yo somos hombres de acción y aventura, además de que estamos ‘bien dados’, íbamos parados cada quien en una moto. Repito, parados en el asiento, hasta la fecha no encuentro cómo se manejaban solitas. Al estar a la altura de la camioneta saltamos hacia la única ventana que estaba abierta. No podíamos entrar y corríamos el riesgo de caer, pero los Zetas del interior de la narco-camioneta nos ayudaron para que pudiéramos abordar. Apenas en el interior comenzamos a golpearlos. Eran un montón, quién sabe cómo cabían tantos en un solo auto, pero aun así, había mucho espacio para pelear. Les ganamos bien rápido. Quitamos al conductor del volante y lo aventamos por la puerta, en el sueño nunca supe si se murió. Bueno, entonces nos dimos cuenta de que en el vehículo iban los rehenes, que ya no era uno, sino como 20.

Con nuestra nueva camioneta los llevamos de regreso a la cafetería de los cupcakes, donde las personas rescatadas, sus familiares y nuestros amigos hicieron una fiesta en nuestro honor. Y ya, desperté siendo una persona común y corriente. Ese tipo de cosas sueño a diario, y eso que ya no ceno tanto como antes.

“…y nos fuimos a pasear por el mundo, dejando atrás las tinieblas y el mal, soñando con reír y ser felices. Y contentos, por haber vencido a la muerte, aunque sólo sea por un momento”
- poema de Gloria Trevi recitado al final de la película Zapatos Viejos.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Sailor Moon y yo (parte 2 de 2)


“Cuando me levanto en la mañana, veo como el viento mueve las cortinas, blancas como la nieve. El reloj cucú suena para decirme que ya son las 7. Y entonces mamá grita -¡ya levántate o llegarás tarde a la escuela! Le contesto a medio dormir -¡por favor déjame dormir tres minutos más! Todos los días llego tarde a la escuela y la maestra me hace estar parada en el pasillo. También saco malas calificaciones en los exámenes. Después de clases, comemos hot cakes, y quedamos fascinadas con los vestidos de fiesta que están en los aparadores de las grandes tiendas. Me encantaría volver a tener una vida así… me encantaría…”

Aunque dejé de ver Sailor Moon por años, el monologo anterior nunca se me borró de la cabeza. Es de Serena, quien después de haber enfrentado una cruel batalla en la que las otras cuatro Sailor Scouts murieron, habla sobre su deseo de tener una vida normal. Éste fue el final de la primera temporada, y quizá era la escena que más recordaba de toda la serie. A pesar de eso, nunca volví a mostrar demasiado interés en ese anime… hasta hace poco, cuando me reencontré con Serena y compañía.

Cuando mi novia aun no era mi novia, en cierta ocasión me platicó que una de sus caricaturas favoritas era Sailor Moon. Un par de años después me marcó una noche para contarme que una tía le había conseguido la serie completa. Confieso que me emocioné. Al revisar los DVD’s no faltaba ni uno. Estaba la primera parte, Sailor Moon R, Sailor Moon S, Sailor Moon Súper S y Sailor Moon Stars. Las cinco temporadas listas para verse. Con la llegada del fin de semana comenzamos lo que llamamos ‘Maratón de Sailor Moon’. Ese primer viernes vimos cinco capítulos, al otro día seis y el domingo dos.

En cuestión de tres semanas terminamos de ver la primera parte. Con Sailor Moon R tardamos un poco más pero también la acabamos. Actualmente vemos Sailor Moon S y hay veces en las que quisiéramos devorar más capítulos y llegar hasta el final.

Cambió mucho mi perspectiva de esta serie animada que vi por primera vez hace casi 15 años. En esa época añoraba la llegada del amor, ahora lo tengo de forma tangible y real. Estudiaba y me agobiaba por tonterías; hoy trabajo y me enfrento a la vida y sus verdaderos problemas. Sin embargo, sigo siendo sensible al romanticismo. En el fondo, ese niño tímido, torpe y enamoradísimo no me ha dejado del todo. En cuanto a la estructura de la caricatura, la recordaba algo simple, boba y repetitiva. No podía estar más equivocado. Con esta nueva revisión la encuentro fascinante. Con un manejo envidiable del sentido del humor y la caricaturización, personajes bien estructurados, y una historia que comienza simple y conforme pasan los capítulos y las temporadas se va volviendo más compleja e incluso obscura.

A la par de nuestros maratones de Sailor Moon, revisé en Wikipedia la trama completa y quedé asombrado. No recordaba que fuera tan extensa. Mucho menos que los personajes fueran evolucionando y madurando tanto, para muestra la misma Serena, que con el paso de las pruebas del destino se va forjando como la gran líder de las Sailor Scouts. Con saltos al futuro, peleas inolvidables y escenas llenas de tensión y heroísmo he vuelto a caer preso de una fiebre que estaba dormida dentro de mí.

Ahora disfruto más la serie, no sólo por la mágica compañía de mi novia sino porque tengo elementos para entenderla mejor. Ahora he revalorizado a los personajes y sus circunstancias. Ya no considero a Rei tan enojona, al contrario, se me hace la que más carácter y convicción tiene; a Lita la consideraba como la más guapa, después comprendí que su exceso de fuerza en realidad la hacían la menos femenina, por más que ella también anhelara lo que cualquier chica de su edad; la misma Amy, que me parecía mojigata, ahora me parece la más equilibrada y dueña de una calma siempre necesaria cuando se sortean pruebas difíciles. Y así podría enumerar cómo va cambiado mi opinión de cada uno de los personajes inmiscuidos.

En su momento no lo percibí, pero la serie habla también de temas algo vedados para la época como la homosexualidad, los celos de una madre a una hija por la preferencia del padre, la crueldad de la muerte o la crudeza de la traición. Sin embargo la serie transmite grandes valores. El apostar por la lealtad de la amistad, y anteponer la vida misma por el amor está presente constantemente a lo largo de los poco más de 200 episodios .

Me emociono con la aparición de cada personaje y de cada una de las Sailor Scouts que van surgiendo. Plutón (la Saiolor más solitaria), Urano y Neptuno con su peculiar relación, y Saturno; esta última siempre me inquietó y llamó la atención por el misterio, la fragilidad y la lucha que el bien y mal sostenían en su interior. Ni que decir de Darien, Rini y su inocencia o Chibi Chibi. En fin, que podría seguir hablando de esta serie que sigue rompiéndome el corazón. Ahora ya no importa que la gente se entere que vea la serie, ya no temo las burla que recibí en la secundaria y mucho menos el qué dirán. En el post pasado dije que ‘era’ fanático de Sailor Moon, hoy puedo decir que lo soy. Por lo pronto seguiré disfrutando con mi novia de nuestros maratones de Sailor Moon.

Por cierto, tanto hace 15 años como ahora, la canción de cierre sigue haciendo que la piel se me ponga chinita. Con ella me resulta imposible no acordarme de la dueña de la serie. Soy un romántico sin remedio, que le vamos a hacer.


martes, 22 de noviembre de 2011

Sailor Moon y yo (parte 1 de 2)


Hace más o menos un año, en éste blog les conté como mi educación sentimental proviene de las caricaturas. Desde que era niño, veía los dibujos animados fijándome más en las historias de amor y desamor de la trama, que en las batallas o peleas que en teoría, deberían ser las que me emocionaran. Sin embargo, en ese post omití (no sé si por error, pena o simplemente quería guardarme el secreto muy para mí) el nombre de una de las series que más laceraron mi corazón ya no de niño, sino de adolescente ‘enamorado del amor’. Señores, confieso que fui fanático de Sailor Moon.

La primera vez que vi esta caricatura iba en segundo de secundaria. A diferencia de mis compañeros que escuchaban música de rock, jugaban deportes bruscos y hacían chistes vulgares de las mujeres, yo vivía en un mundo muy ajeno al de ellos. Mi cotidianeidad no era anhelar ser el mejor en algún deporte (aunque ya desde esa época me gustaba mucho el futbol), ser el que mejor peleará a golpes o tener el record de manosear muchachas, no, lo que yo añoraba con toda el alma era enamorarme. Verme reflejado en los ojos de alguien más y escuchar de sus labios que para esa persona yo era importante. Escuchaba a Fey, pero sólo sus canciones tristes o cargadas de miel. Jugaba a ser un héroe pero centraba mis historias en obtener el corazón de le heroína y no en derrotar a los malos, los cuales la mayoría de las veces actuaban sólo como escenografía para hacer lucir más el romanticismo.

No estaba enamorado de nadie en especial, es más, ni siquiera convivía con mujeres debido a que mi escuela era sólo para varones. Por cierto, detestaba estar en el colegio, pues ahí sólo encontraba lo contrario a lo que buscaba: labergones que casi no hablaban de ‘ellas’ y cuando lo hacían, era para referirse a ellas como objetos de los cuales sólo se podría obtener satisfacciones sexuales. Por eso prefería no participar mucho en sus conversaciones, y probablemente a eso se debió que en esa época no tuviera muchos amigos. Para colmo, si bien antes (e incluso después) fui un estudiante de buenas calificaciones, algo pasó que comencé a bajar notablemente mis calificaciones. La verdad, es que estaba demasiado ocupado en pensar en el amor, que lo demás me parecía poco importante. En esas tardes en las que añoraba estar en mi cuarto, único lugar en el que podía darle rienda suelta a mi mente, descubrí por accidente el primer capítulo de una caricatura poco conocida en México. El que sintonizara justo ese canal, en el momento en el que esta iniciaba fue una casualidad afortunada.

Así vi por primera vez un episodio de Sailor Moon. De inmediato me identifiqué con Serena, una estudiante de secundaria algo distraída, cuyas calificaciones no eran nada buenas y que deseaba conocer al chico de sus sueños. Una chica en apariencia común y corriente, un tanto inmadura y torpe. Ese primer capítulo termina cuando Serena descubre que en realidad es una Sailor Scout y que su deber es luchar por el amor y la justicia. Gracias a los poderes que Luna (una gata que habla) le revela, Serena aprende a transformarse en una heroína que librará temibles batallas contra horribles criaturas que quieren apoderarse del alma de las personas. Quitando los poderes y el traje de marinera… Serena era mi versión en niña.

Desde entonces mis tardes se cubrían de nostalgia. No sé porque cada capítulo de Sailor Moon me ponía triste. Poco a poco la serie fue agregando personajes. Otras cuatro jóvenes en apariencia normales descubrieron que también tenían poderes y se unieron a Serena para proteger al mundo. Así conocía a las sailors Mercurio, Marte, Júpiter y Venus. Disfrutaba las partes en las que la historia se centraba en la acción, pero era en los momentos románticos en donde realmente quedaba atrapado por la trama. Sailor Moon misteriosamente era salvada por un extraño y elegante sujeto llamado Tuxedo Mask. Poco a poco entre ambos personajes comenzó a surgir un entrañable romance que varias veces me hizo llorar. Serena nunca sospechó que la identidad de aquel paladín justiciero era la de Darien, un chico que la molestaba cada que se encontraban. Sé que pueden leer esto y pensar que era una ridiculez conmoverse por una historia así, pero en verdad me pasaba.

Llegué a sentir tanto apego por esta caricatura que me imaginaba mi propia versión de la historia en la que Sailor Moon era hombre. Hasta comencé a comprar las figuritas de las sailor scouts que sacó la marca de juguetes Bandai. En una ocasión se me ocurrió llevármelas a la escuela en la mochila. En un descuido mis compañeros las descubrieron. Por cerca de un mes recibí todo tipo de burlas. Me dijeron homosexual, afeminado, que esas cosas ‘eran de viejas’, etc. Y yo con ganas de responderles a gritos que aquella serie no era para niñas, sino para personas con alta sensibilidad al amor. Lo cual, ahora que lo leo, también me hubiera ocasionado un sinfín de burlas. Aun así no me importó. Seguí viendo religiosamente cada episodio. Disfrutando cuando la trama se centraba en el amor y la amistad.

Así pasé dos años.

Vi gran parte de la serie a la que llegaron muchos personajes nuevos.

Entré a la prepa que ahora ya era mixta.

Conviví con más mujeres. Si bien el amor seguía proyectándoseme como algo que no comprendía por lo menos mis enamoramientos ya tenían nombres y rostros. Fui perdiendo el interés de a poco en Sailor Moon. Sentía que cada capítulo era lo mismo: destruir al malo que quiere apoderarse del diamante, corazón o alma de una persona pura, siempre usando el mismo truco… y ya.

Un día ya no vi Sailor Moon, y aunque ocasionalmente me acordaba de la serie no volví a mostrar demasiado interés en ella…

hasta hace poco… cuando me reencontré con Serena y compañía…

sábado, 19 de noviembre de 2011

Pinche Buen Fin


Nunca me ha gustado ir de compras. Mucha gente en las tiendas, probarse cosas, tomar la decisión de que llevar y que no, caminar por los centros comerciales sin encontrar lo que se quiere, buscar el mejor precio. En fin, para mí es un martirio. No comprendo a las mujeres, y menos a los hombres, que disfrutan pasar horas probándose ropa y recorriendo aparador tras aparador. Por eso, cuando no me queda otra opción y tengo que ir a comprar algo a un almacén, prefiero hacerlo en días y horas poco comunes. Lunes por la noche, o miércoles por la mañana, por ejemplo. Esta antipatía a las compras es la que pensaba me mantendría a salvo de la fiebre de consumismo de éste fin de semana.

Una vez más me equivoqué.

A lo mucho tendrá un mes que me enteré del Buen Fin. Una dinámica impulsada por el gobierno y la iniciativa privada para reactivar la economía nacional, y en la que durante un fin de semana entero, muchas tiendas y comercios tendrán descuentos y promociones especiales en sus productos. Para facilitar el flujo de dinero, varias dependencias gubernamentales adelantaron una parte del aguinaldo a sus trabajadores. Tal y como sucede en Estados Unidos o en las grandes capitales europeas, se pretende instaurar el Buen Fin como una costumbre anual que genere ingresos significativos.

Lo anterior me provocaba sentimientos encontrados. Por un lado las ofertas y oportunidades de pago pueden significar una buena oportunidad para que la población pueda comprar varios productos sin gastar tanto. Aunque también es un abuso forzar a la gente a gastar antes de tiempo. Habrá quien no se pueda controlar, se endeude más de la cuenta y la cuesta de enero le llegue antes de tiempo.

Redacto éste post en pleno Buen Fin. Desde el 18 (ayer) y hasta el 19 de noviembre los promocionales en medios de comunicación no dejan de invitarnos al consumismo de una manera tan insistente, que incluso a mí, que soy un Grinch de las Compras me hicieron querer ir al centro comercial más cercano y comprarme algo. Por más que en días anteriores jurara y perjurara que nada me haría querer ir a desembolsar el poco dinero que tengo, terminé por sucumbir a la tentación.

Ayer desde muy temprano varios compañeros del trabajo hablaban de lo lleno que ya estaban los centros comerciales. Incluso a uno de ellos le habló su mamá, que estaba en una tienda, para preguntarle qué pantalla de plasma le convenía más comprar. Por la tarde decidí ir a ver de cerca el fenómeno provocado por el Buen Fin. Llegué al centro comercial y lo encontré a reventar. Era un viernes por la noche y aquello parecía domingo por la tarde. Los pasillos, las escaleras y cada una de las tiendas estaban llenísimas. Personas cargando cajas de aparatos eléctricos, bolsas con ropa y filas enteras para sacar dinero de los cajeros automáticos. Si bien la inmensa mayoría de los locales anunciaban ofertas, eran contadas las que valían la pena.

Entré a la tienda de discos. Todos los discos compactos nacionales estaban a 99 pesos. Tome dos. Entonces dude sin comprarlos o no. De pronto me entró remordimiento por unirme a esa vorágine de compra-venta. Entré al Sanborns. Vi más discos. Y libros. Y hasta celulares. Me pasé a otra tienda deportiva. La ropa Adidas también estaba de oferta. Fui a más almacenes. Más ofertas se me iban metiendo a la cabeza. De pronto me sorprendí haciendo cálculos de cuanto gastaría si me compraba tal o cual cosa que honestamente no necesitaba. Entonces vino el mareo. Tanta gente. Tantas filas. Tantas bolsas. Tanto barullo me comenzaba a desesperar. Tuve que salir de la plaza a tomar aire. Mi alergia a las compras había vuelto.

Decidí retirarme sin comprar nada. A medio camino decidí regresar. Algo me hacía sentirme mal por ser el único idiota que no aprovecha las grandes oportunidades que ante mí se mostraban. De mala gana volví a la plaza comercial que para ese entonces era un hormiguero. Me puse de mal humor. Los compradores compulsivos que me rodeaban me causaban repulsión y odio. No compartía su felicidad por gastar. Me sentía pobre y miserable. Al final para no sentirme raro compré dos discos. Con el descuento sólo pagué 190 por ambos. Quién lo diría, después de todo sí ahorré. Aunque también me sentí culpable por no haber sido fuerte y haber caído en el jueguito del gobierno.

Aun en el camino de regreso me topaba con personas felices, llenas de cajas y bolsas que sabrá Dios cuando acabarán de pagar. Mi enojo con el mundo seguía. Pinche Buen Fin, me hiciste caer en tus garras. Ahorita todos te aman, pero verás cómo te odiarán más que yo cuando lleguen los primeros recibos de pago.

En fin, ya liberé mis traumas. Ojalá y su historia durante éste Buen Fin sea diferente a la mía. Aunque algo bueno me dejó todo esto, me hice de este disco que desde hace semanas quería, y que la verdad está muy bueno:


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Redactor Web (mi nuevo trabajo)

Hace poco más de 10 meses me corrieron de mi último trabajo... por tuitear. Desde entonces pasé muchos, muchísimos días en la incertidumbre del desempleo. Administrando la liquidación que recibí y que por más esfuerzos que hacía se me iba como el agua.

Una entrevista por aquí, otra por allá, varios ‘nosotros te hablamos’ que a la mera hora no se concretaban sabrán Dios por qué. Recibir ofertas de trabajo risibles y francamente ridículas bajan la moral de cualquiera. Así viví casi todo el 2011. Intentando ver la cara buena de la vida aunque el destino se empeñara en ocultármela. Presionado por la gente que me rodea, escuchando comentarios acerca de mi conformismo y mi flojera, como si uno eligiera estar desempleado y desperdiciar hora tras hora sin pena ni gloria. Porque eso sí quiero dejarlo bien claro, cuando alguien no tiene trabajo muchas veces no es porque no quiera, sino porque simplemente no encuentra. Cuando alguien hacía comentarios referentes a mi situación o me calificaba de ‘nini’ me daban ganas de gritarle que se pusiera en mi lugar, ahí dónde cada domingo sabe igual que un martes o un viernes. Ahí donde lo único que se pide es una oportunidad para dejar de dar lastimas y sentirse útil.

A pesar de lo anterior creo que manejé bien la situación. Me prometía no perder la fe en el futuro y me decía que los cambios vienen por algo. Gracias a varias personas que siempre estuvieron apoyándome o tratando de conseguirme algún empleo (se los agradezco con el alma) es que me pude sostener sin volverme loco o traicionar mis ideales. Justo cuando me resignaba a terminar el año en la miseria y literalmente me quedaban 100 pesos en la bolsa las cosas cambiaron. Fue una tormenta difícil en la noche, pero el amanecer en calma pinta mucho mejor. Ahora tengo un nuevo trabajo, soy redactor web.

Y no de cualquier web, sino de uno que tiene un elevado número de visitas y que es una de las favoritas de éste país. Colaboro con el titular de esa página y con otro grupo de redactores para generar un contenido ameno, divertido e interesante. Tengo un horario que si bien me hace levantarme temprano me permite salir a la hora en la que todos están comiendo y prácticamente me permite tener la tarde libre. No está muy lejos de mi casa, el ambiente en la oficina es bastante relajado y amigable. Además (y muy importante) puedo ir vestido como quiera, porque eso de ponerme un incomodo traje a diario sigue sin dárseme.

Y así son ahora mis días.

Y escribo. Me pagan por eso y aunque no sea mucho me reafirma el sueño de que en éste país es posible hacer lo que a uno le gusta y ser remunerado por ello. También es un buen lugar para aterrizar y poner los pies en la tierra. Para darme cuenta que en esto de expresarse con las letras aun soy un principiante. Muchas veces batallo con el inglés, otras me doy cuenta que quizá no soy tan buen escritor como pensaba (ocasionalmente se me va algún dedazo o escribo frases sin coherencias). En fin, aprenderé. Es un pequeño paso hacia el futuro que me quiero forjar.

No les diré del todo en donde estoy, pues quiero mantener un tanto separado mi desempeño en ese trabajo de mi actividad en éste blog (y viceversa), pero les dejaré una pista…


Nos seguimos leyendo por acá y por allá.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Blake Mora: Mi versión ficticia de los hechos


Sé qué en estos casos lo aconsejable es no especular. En nada contribuiré soltando al aire conjeturas en las que carezco de toda certeza. Por eso prefiero hacerlo a modo de ficción, como si todo fuera un cuento cuyo final, por desgracia, es más real de lo que todos quisiéramos.

Viernes 11 de noviembre del 2011. Cerca de las 9 de la mañana el helicóptero en donde viaja el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, sin explicación alguna cambia de ruta y sale de los radares. A las 11:30 de la mañana comienzan a correr el rumor que después se confirma: el helicóptero se estrelló y fue hallado en un cerro del Ayaquemetl, en las inmediaciones de Amecameca, en el estado de Morelos. La noticia perturba a la sociedad mexicana. Se vuelve inevitable relacionar éste accidente con el que hace poco más de tres años le costó la vida a Juan Camilo Mourinho, el entonces también secretario de Gobernación. A estos incidentes, se suman otros percances de funcionarios del gobierno en accidentes en aéreos.

Cuesta pensar que todo fue obra casualidad. Que dos secretarios de Gobernación hayan muerto en situaciones similares, en el mismo mes y bajo un aura de misterio da mucho que pensar. Qué si el narco, qué si los intereses políticos, qué un mal mantenimiento de las aeronaves, que si el clima. Acá está mi versión. No pretendo confirmar nada, sólo contar la causa de ese accidente de un modo fantasioso pero, por qué no, posible.

A raíz de su lucha contra el gobierno, el narco busca dar golpes significativos, mostrar que si las autoridades les cierran el camino y merman sus fuerzas operativas, ellos también son capaces de dar golpes certeros. El crimen organizado se vale de una mafia que, a pesar de los esfuerzos por depurar las esferas del poder, siguen impregnadas en una bien estructurada red de corrupción. Una de las formas de infiltrarse es la amenaza.

Imagino que algunos de los tripulantes de ese helicóptero días antes comenzó a recibir amenazas. De algún modo se sintió cercado. Pensemos. Qué sucedería si uno de nosotros es intimidado y se nos pide hacer algo a cambio de salvaguardar la vida de nuestros seres queridos. Qué tal si por semanas los familiares, cuentas bancarias o propiedades de quienes esa mañana abordaron el avión fueron monitoreados para saber dónde y cómo presionarlos. Bajo la primicia de "tu vida o la de tu familia" cualquiera se la pensaría.

El amenazado recibiría instrucciones precisas de cómo actuar una vez que se encontrarán en el aire. Quizá iría armado y nadie lo vería como algo raro (recordemos que en el helicóptero iba un escolta con permiso para portar armas de uso exclusivo del ejército). Una vez en el aire, en el momento indicado el tripulante infiltrado sacaría el arma, amagaría al resto de los pasajeros y obligaría al piloto a desviar el vuelo de rumbo. Después de horas de tensión, en un acto kamikaze daría la indicación de estrellar la nave en un punto hasta cierto punto desolado, así, los cuerpos de emergencia tardarían en llegar.

Lo anterior puede sonar fantasioso, pero recordemos que pensar en alguna falla en el helicóptero, o que esta fue provocada por algún tercero se antoja complicado. La nave tenía apenas unos días de haber sido sometido a revisión y siempre estuvo resguardado en los hangares militares.

Esta sólo fue una versión muy poco aproximada a lo que sucedió esa mañana. Todos tenemos nuestra historia de lo que pensamos ocurrió, esta fue la mía.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Querido y odiado enemigo (carta al América)



Querido y siempre odiado Club América:

Nunca pensé que te escribiría una carta a ti, el más odiado de los rivales. En realidad creo que ni siquiera tendría por qué estarme metiendo en un problema en el que aparentemente no tengo incumbencia. Me presento. Soy un aficionado más al futbol, seguidor de toda la vida al Atlante, equipo que representa casi todos los ideales opuestos a ti. Nuestra cuna pobre e historia llena de traspiés, nada tiene que ver con tu riqueza y suntuosidad. Es en honor al recuerdo de lo que casi siempre has sido, por la que redacto estas líneas. Para que te mentirte, extraño esas batallas en las que vencerte resultaba un reto. Juegos en los que el orgullo estaba por encima de todo y cuyo resultado me dejaba marcado por días. Ya fuera coraje o alegría, un Atlante-América nunca podría dejarme indiferente.

Por desgracia, enemigo mío, esa sensación ha ido cambiando. De un tiempo acá te noto cambiado, decaído. Como si parte de tu espíritu se hubiera esfumado. Enfrentarte ya no viste como antes. La ilusión de doblegarte ha dejado de tener la intensidad de otras épocas. Y no te lo niego, me duele. Fastidia saber que desde hace tiempo estás enfermo de intereses y conflictos internos. ¿Qué sería del futbol sin rivalidades, sin alguien a quién odiar y desear pasarle por encima en cada oportunidad? Creo coincidir con los aficionados del resto de los equipos, en que echamos de menos a ese América ganador, aquel equipo que se detesta con el corazón, pero al que se le respeta por su historia.

La liga mexicana no podría entenderse sin su antagónico de siempre. Para hablar de futbol en éste país es obligatorio referirse a tus títulos, a tus rivalidades, a tus jugadores emblemáticos y a tus colores. También está esa afición a la que tantas veces les he mentado la madre en un estadio, gritándoles un gol de mis Potros o aguantando sus burlas. Todo el americanismo en conjunto necesita despertar de su letargo. Retomar el camino de lo que solían ser, y entonces sí, volver a despertar la animadversión que sólo ustedes provocan.

No pretendo homenajearte con estas palabras. Al contrario, quiero que reacciones para cuando vuelvas a ser el de siempre, gritarte cada gol en la cara y celebrar burlonamente las victorias sobre ti. Quiero que vuelvas a ser grande por tus resultados y no porque una ridícula campaña mercadológica lo dice. Quiero que tus soberbios seguidores vuelvan a tener motivos para ser arrogantes, y así callarles la boca sin que una de tus malas rachas opaque el resultado.

Pocos equipos te han enfrentado tanto como el Atlante. Ambos son viejos conocidos, no por nada nacieron en el mismo año. Han sido 96 años de enfrentamientos, de un juego que tiene la etiqueta de clásico y que al menos para mí, siempre ha sido importante. Te necesitamos para que seguir alimentando esta historia.

Espero te cures pronto… nos veremos en la cancha. Y tan enemigos como siempre.


Atte.
Un Atlantista

lunes, 7 de noviembre de 2011

Todas las familias felices




Terminé de leer ‘Todas las familias felices’ de Carlos Fuentes, libro de relatos (o cuentos), una de las últimas creaciones del renombrado escritor mexicano. Y saben, me gustó.

De Carlos Fuentes podrán decirse muchas cosas, como los grandes creadores tiene seguidores, y sobre todo, detractores. Obviamente no me corresponde a mí juzgar la calidad de un autor del que yo quisiera ser al menos la mitad de talentoso. Lo que sí, es que ‘Todas las familias felices’ posee todo el estilo Fuentes. Relatos elaborados, ricos en descripciones y juegos de palabras, un manejo envidiable de los detalles y finales abiertos.

Cada uno de estos relatos muestran diferentes accidentes (¿o así es normalmente?) que diferentes familias van sufriendo: Odio, deseos de revancha, amantes, divorcios gay, reencuentros, relaciones que el poder corrompe, etc. Salvo un par de cuentos que caen en lo repetitivo o que no terminan por desarrollarse plenamente, el libro entretiene, en ocasiones te sacude y hasta deleita por su versatilidad: lo mismo narra una historia en un crucero por el mediterráneo, en un lujoso apartamento en la Ciudad de México o en las ruinas de Monte Albán en Oaxaca.

Mención aparte merecen los ‘coros’ que se intercalan entre narraciones. Estos versos libres nos adentran aún más en la realidad que viven las familias latinoamericanas (delincuencia juvenil, problemas con las ‘maras’, la noche de bodas, los niños de la calle). La mayoría crudos, algunos humorísticos. Al final sólo una constante prevalece: No hay familias perfectas, de cualquier manera todos tenemos algo decoroso (o rencoroso) que contar.

Un buen libro, recomendable para todos. Léanlo y luego me cuentan.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Esas mariposas misteriosas



“La casualidad se puso el disfraz de una
mariposa”

-
Mariposa, La Oreja de Van Gogh


Tan raro como ver llover en diciembre. No debe ser común toparse con mariposas en pleno otoño, y menos casi a punto de la llegada del invierno. No soy experto en insectos, y aunque lo fuera, prefiero verle el lado romántico y excepcional a las cosas. Aunque me desconcierte, quiero pensar que el toparme por lo menos una vez al día con mariposas de todos los colores y tamaños, durante el último mes tiene un significado.

Saliendo de mí casa. Al pasear al perro en el parque. Mientras camino por calles conocidas y desconocidas. En la pared de algún edificio. Al conducir. En el momento menos esperado se me atraviesan volando y me apartan de mis pensamientos. En un principio pensé que era obra de la casualidad y no le di la mayor importancia, después me resultaba simpático, ahora me confunde. Dicen que soñar con mariposas es señal de que vendrán cambios, otros afirman que traen consigo buena suerte o anuncian la llegada de una visita esperada. ¿En mi caso qué significa toparme con varias de ellas?

Una mariposa representa la metamorfosis. Un nexo entre la vida, la muerte y el renacer. Por lo visto no soy el primer “perseguido” por mariposas. Indagando sobre el tema me he topado con testimonios de personas que también ven mariposas de manera frecuente (sobre todo de colores claros), las cuales tienen el común denominador de haber perdido a alguien importante en su vida. Existe la creencia de que por medio de las mariposas quienes ya se han ido nos hacen saber que nos protegen. Y eso también me pone a pensar. Sé que estos encuentros no son normales. Carecen de lógica y me hacen elaborar conjeturas que luego desecho por inverosímiles.

¿Vendrá un cambio en el rumbo de mi vida?, ¿las cosas cambiarán para bien?, ¿se aproximan buenos tiempos?, ¿alguien está muy al pendiente de mis pasos?, también pienso que pueden ser advertencias… de momento sólo espero saber descifrar el mensaje y hacer lo correcto. El universo está hablándome y quiero entenderle. Hay muchas coincidencias en la vida, pero cuando se repiten constantemente, están dando un claro mensaje sobre algo. Por lo pronto seguiré mi vida acompañado de ellas y con una certidumbre que no puedo dejar de mencionar: cada que las veo me dan mucha paz.