Tal cómo sucede cuándo uno decide embarcarse en la lectura de una historia sin saber a bien dónde terminaremos, así de repente nuestra necedad nos lleva a lugares inimaginables, pero no por eso insufribles. Quizá haya sido por curiosidad, por aventura o por una fuerza que aun no sé descifrar muy bien, el chiste es que hoy escribo desde la Ciudad de Campeche, al sureste mexicano.
La idea de venir surgió de la nada hace unos seis meses. Aunque comencé a tomarla en serio hace apenas un par de meses. En mi vida había estado aquí, o escuchado, salvo lo obvio, referencia alguna de la ciudad o el estado. Lo elemental: Campeche colinda con los estados de Tabasco, Chiapas y Yucatán; que hace frontera con Belice y Guatemala; que es el estado con más reservas del petróleo del país; y cuna de la antigua civilización maya.
Poco a poco fui dándome a la tarea de investigar de a poquito, intentando descifrar qué es lo que sin saberlo, hacía impostergable mi visita hacia tierras campechanas. Varias consultas en internet después, sazonadas con una guía de viajero del estado confirmaron mi sospecha: tenía que ir a ese lugar que ya en fotos se insinuaba mágico.
Semanas después estoy aquí, escribiendo desde un café internet en una tarde lluviosa pero rica, calurosa por momentos. Apenas llevó unas horas aquí y la ciudad ya se ha encargado de encantarme a un punto que no saber ni qué escribir… ¿para qué si las palabras, las ponga en el orden en el que las ponga, no le harán ni la menor justicia a lo que ahora mismo ven mis ojos por la ventana de éste establecimiento? , qué por cierto, se ubica en esta calle:
La ciudad de Campeche antiguamente se encontraba amurallada. Un imponente muro bordea parte del antiguo pueblo que hace siglos era un puerto expuesto a los ataques de barcos piratas. Por eso es común encontrar cañones a lo largo del hoy remodelado malecón y vestigios de estas paredes de piedra que colindaban con el mar. Por si fuera poco, las calles de la ciudad son un festín de colores y antiguos estilos arquitectónicos que le han valido a la Ciudad de Campeche el calificativo que “Patrimonio de la Humanidad”. Si a eso le agregamos sus playas casi vírgenes, su exuberante vegetación, sus sitios históricos y sus zonas arqueológicas, tenemos a uno de los estados más ricos y atractivos de México.
Es imposible caminar esta ciudad sin sentirse en medio de un cuento de piratas, en otra época, en otro plano en el que todo sabe y se ve diferente. No imaginaba esta ciudad tan limpia, tan diferente a todas las que he visto, tan moderna en partes y tan colonial en otras. Desde que llegué ando con esa sensación de extrañeza pues no termino de acomodarme en un sitio que debería ser la escenografía de una película y no una ciudad real. Uno, dos tres, cuarenta o mil pasos y la sensación es la misma. Sigo sin saber qué me hizo viajar hasta acá, pero presiento que pronto lo encontraré. Es similar a escribir, se sabe cómo empieza la historia y se tiene una vaga idea de lo que va a pasar, lo demás es un misterio que ni el propio autor sabe.
Se me complica escribir cuando estoy de viaje, sin embargo nunca he podido dejar de hacerlo y claro, ahora no será la excepción. Inicia aquí mi cuaderno de viaje por Campeche y mi búsqueda del motivo que me llevó a cometer la locura de recorrer más de 1,000 km desde la Ciudad de México. Aunque una cosa es cierta, con las horas que llevo aquí, ya gané. Nos estamos leyendo, por lo pronto me voy a recorrer la ciudad en tranvía y después a ver la puesta de sol en el malecón, muéranse (pero de a mentiritas) de la envidia).
Ciudad de Campeche, Campeche
Octubre de 2008
2 comentarios:
woooooooow, una de mis mejores amigas se va a vivir allá por un año y prometí ir a visitarla. Ahora tengo más ganas.
:)
¿te quedas allá para siempre? jajaja
latita: ven a visitarla, no hay desperdicio alguno en venir hasta acá. y no amiga, sólo estaré un par de días más y después (que diablos) a mi adorada ciudad de méxico). saludos!
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