Voy a ver una película… y me topo con gente comiendo combos gigantescos dentro de la sala del cine.
En un estadio de futbol… venden hamburguesas, papas, refrescos, botanas, tacos y demás tipos de comida.
Los Godínez en sus oficinas se la pasan comiendo…
Lo mismo pasa en velorios, en los salones de clases, en el transporte público, mientras esperamos en una central de camiones o aeropuerto, cuando navegamos en Internet, etc.
Así en múltiples actividades de la vida, el mexicano necesita estar comiendo. Hagan la prueba y pónganse a observar. Verán que tenemos muy arraigada una especie de obsesión compulsiva que nos orilla a estar comiendo mientras sobrellevamos nuestra rutina.
Y no es que quiera darme golpes de pureza. De hecho la mayor parte de mi vida fui gordo y conozco esa necesidad de estar comiendo nomás para hacer más llevadero un momento. Aún hoy siento envidia por mis compañeros de la oficina que se la pasan comiendo todo el tiempo o por las personas que se despachan unas palomitas grandes, unos nachos, un hot dog y un refresco jumbo en el cine. Haciendo además, un escándalo desagradable, como de hamsters o ratas gordas de esas que husmean la basura.
De hecho, si no lo hago es por cuestiones de salud y para no ponerme bien marrano de nuevo. Sin embargo, una parte de mi está convencida de que el tiempo se me iría más pronto y sería más placentero si en ese lapso me la pasara comiendo.
Controlarse no es fácil pero sí posible. En mi caso, diario debo batallar con las tortas de tamal, las papitas, los chilaquiles, los panes, atoles y demás delicias que desfilan a todas horas en la oficina donde trabajo. Dicen que es recomendable que cuando estamos laborando de vez en cuando es bueno levantarnos de nuestro lugar para ejercitarnos un poco, el problema es que cuando lo hacemos es para ir por comida. Y así no se pueda.
Lo mismo en el cine, donde no son pocas las veces en las que me encuentro salivando por el olor a palomitas con mantequilla. Pero ni modo, me aguanto como los machos pues a la larga es lo mejor si no me quiero parecer al Botija.
¿Y entonces estamos condenados a comer todo el tiempo?
Según yo las raíces del problema varían de una persona a otra, pero encuentran su verdadera causa en alguna frustración o insatisfacción que queremos llenar con comida. Si lo analizamos, el 80% de las actividades que acompañamos con algún refrigerio podríamos realizarlas sin necesidad de tener comida al lado.
No soy psicólogo ni pretendo serlo (de hecho pienso que todos los que estudian esa carrera están más chiflados que las personas promedio) por lo tanto no sacaré ninguna conclusión ni aportaré ninguna solución para esa necesidad que el mexicano tiene de estar comiendo.
Simplemente me da curiosidad que este fenómeno sea constante y que la mayoría caen en él de forma inconsciente.
Y sí, mientras escribo esto también estoy comiendo, por eso estamos como estamos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario