
Alebrije: Forma enredada, difícilmente con una figura, confusa y fantástica.
Dicen que no existieron. Que son producto de la imaginación. Leyendas que al pasar de generación en generación, han perpetuado a pesar del correr de los siglos. Se cree que sólo son bellas artesanías. Pequeñísimo error del hombre blanco, creer que todo lo sabe.
Esta historia es sobre ellos. Criaturas enigmáticas y mágicas, cuya existencia siempre ha sido negada, adquiriendo quizá por esto el misticismo de lo que pese a ignorarse, es veraz. Provienen de Oaxaca, aunque habitan en todo el sur de México y parte de Guatemala. Pese a que actualmente evitan a toda costa el contacto con las personas, gracias a un pacto de mutua cooperación, durante siglos convivieron con los antiguos zapotecas y mayas. La llegada de los conquistadores españoles trajo consigo el derrame de sangre inocente, provocando que las colonias de Alebrijes conocieran la maldad engendrada en la raza humana y decidieran apartarse para mantener libre a su linaje de la violencia y crueldad del mundo. Sólo quedaron algunos códices y artesanías que daban cuenta de su existencia, mismos que fueron tomados como molde para los alebrijes que en la actualidad se venden en puestos y mercados populares.
Desde el nacimiento de la Nueva España, pocas veces han sido vistas. Las veces que esto ha pasado, han sido confundidos con duendes, extraterrestres, fantasmas, el chupacabras o diferentes tipos de animales.
Algunos alebrijes tienen la facultad de la invisibilidad. Sólo ellos se aventuran de vez en cuando a entrar en los asentamientos humanos. Son capaces de cambiar el estado anímico de las personas que los rodean, por eso muchas veces la gente suele sentirse alegre, nostálgica o triste sin motivo aparente. Otros, son capaces de alterar su entorno. Nublar el cielo, provocar que el viento frío sople en pleno verano o que las plantas florezcan en un instante. Seres mágicos por naturaleza, los alebrijes juegan con el mundo a su antojo, trastornando de paso, a cuanto ser viviente se cruza por su camino. De cualquier modo, muchas veces dependemos de su estado de ánimo para tener lo que llamamos ‘buena o mala suerte’.
* * * *
Su promedio de vida es de doscientos años, aunque según registros, algunos pueden llegar a los trescientos. Suelen ser orgullosos de su pureza y apariencia. Cada Alebrije es único. Mezcla de muchas criaturas y animales. Por eso, el mundo de los alebrijes se sacudió hace unos treinta años, cuando en una de sus colonias al norte de Chiapas nació Chali-Kam, alebrije amorfo. No tenía alas, colmillos o patas de otros animales. Sólo era una criatura amoratada y regordeta sin rasgos distintivos. Poseía, sin embargo, una gran ternura y felicidad que se le escapaba del cuerpo.
Días después de su nacimiento, el consejo de los alebrijes más viejos de la selva, decidieron reunirse con la finalidad de discutir sobre el futuro de Chali-Kam. Algunos sostenían que la llegada de este alebrije amorfo era una señal de los dioses, y que por lo tanto debía ser venerado como tal. Otros, en cambio, lo consideraban como un designio de mala fortuna y catástrofes venideras. Finalmente se tomó la decisión de tratarlo como un alebrije más de la colonia.
Pasaron los años, y mientras el resto de los Alebrijes de su edad paulatinamente descubrían y desarrollaban diferentes capacidades mágicas, propias de su especie, Chali-Kam crecía sin el amparo de alguna propiedad que lo volviera especial. Siempre fue tratado con respeto y cariño, pues el ser diferente hacía que se le tuviera un cierto sentimiento de protección. Contrario a lo que pudiera pensarse, no era feliz. Contaba con el amor de su familia y de la colonia entera; a pesar de esto, el mismo sentimiento de incomprensión lo seguía a todos lados. Su carácter fue cambiando paulatinamente, y aquella alegría desbordada de su infancia se convirtió en seriedad y melancolía. Sin que le importara demasiado, comenzó a ser llamado ‘Tristísimo’ por sus amigos. Ningún otro nombre lo describía mejor.
* * * *
Se marchó en una fría noche de octubre. Así, sin avisarle a nadie. Sin dar explicación alguna, ni siquiera a sus padres. Por años fue buscado sin éxito alguno. Poco a poco, los otros Alebrijes lo dieron por muerto, no sin sentir una gran pena en el corazón.
* * * *
Sucedía que Chali-Kam no podía seguir viviendo así. Sin ser parte de lo que se supone, debería ser su todo. Sabía que no era un Alebrije de verdad. Hubiera dado su vida entera por ser como el resto de sus amigos, y sentir, aunque fuera por un momento, el cosquilleo de la magia entre sus manos. Por eso decidió escapar aquella noche, para dejar de sentir la compasión de los demás. Para encontrar un futuro siendo el mismo, y no sólo una pretensión.
Salió de la selva, recorriendo pastizales, campos y brechas. Comiendo hojas de árboles y bebiendo agua de los riachuelos que a su camino encontraba. A veces pasaba por pueblos llenos de miseria y desigualdad, en los que pasaba semanas enteras preguntándose si en realidad ‘los humanos’ eran tan crueles y despiadados como los Alebrijes mayores le habían dicho. Le gustaba observarlos, y la verdad, no los encontraba tan temibles.
Una tarde lluviosa, mientras se protegía de la tormenta debajo de la corteza de un árbol, extraño su hogar y sintió ganas de volver. Un trueno iluminó el cielo de aquel paraje y una idea se apoderó de su mente: Llegar a ser como los otros Alebrijes. Sin tener muy en claro como lo conseguiría, decidió emprender el viaje de regreso a la selva, encontrar la manera de lograr su objetivo y volver con sus, ahora sí, semejantes. En el camino intentó hablar con diferentes animales, árboles y hasta con las nubes. Obteniendo como única respuesta el silencio.
Desesperado, Chali Kam tuvo la peor de las ideas. No fue la maldad la que lo orilló a matar, sino la soledad y las ganas de aceptación. Atacaba de noche, salvajemente, y en contra de su naturaleza noble. Después de cada asesinato lloraba. Se sentía repugnante y consideraba que el derramar la sangre de sus hermanos animales lo hacía una creatura peor que los hombres. No mataba por hambre, ni para defenderse. Asesinaba para apoderarse de partes de otros animales: alas de mariposa, pies de pato, cola de gato y coloridos plumajes y pieles que celosamente guardaba en el interior de una cueva. Cuando creía tener todo lo necesario dejó de matar, consiguió una filosa astilla de madera que uso a modo de aguja, y con hilos de plantas de maguey comenzó a coserse su nueva piel. Tiempo después, al ver su reflejo en el agua de un riachuelo, Tristísimo sonreía después de años de no hacerlo. Para celebrar decidió adornar su cabeza con un llamativo hongo silvestre y volver a casa.
* * * *Su llegada causo sorpresa. No porque nadie esperara verlo de nuevo, sino por su apariencia. Contrario a lo que Tristísimo pensaba, su nueva figura fue vista con repugnancia. Prontamente fue detenido por un grupo de Alebrijes y llevado hasta el Consejo de los más viejos, quienes lo interrogaron sobre el origen de su nuevo aspecto. Nervioso y sorprendido por el hostil recibimiento, Tristísimo les contó avergonzado la historia de sus crímenes. Y aunque intentó justificarse, pedir perdón y decir que estaba arrepentido, fue expulsado para siempre de la selva. Fue agredido por sus antiguos familiares y amigos.
‘Eres una vergüenza’, ‘Criatura maldita’, ‘¿En qué clase de mounstro te has convertido? un alebrije no derrama sangre innecesariamente’, ‘Eres como los hombres, tienes el corazón podrido’. Todo esto y más escuchaba Tristísimo, mientras era sacado a golpes de la colonia por los otros Alebrijes y recibía un poderoso conjuro mágico de parte del más anciano de ellos: Jamás volverás a sonreír, vivirás hundido en la más terrible de las tristezas.
Y se marchó. Sin rumbo fijo. Quería morir. Una mañana intentó quitarse las partes de otros animales que había cosido a su cuerpo. No pudo, gracias al conjuro mágico ya eran parte de él. Recorrió cientos de kilómetros, pensando que tal vez su lugar estaría con los humanos.
* * * *Muchas veces, Tristísimo sufrió agresiones por parte de los hombres. Algunas veces, cuando pasaba por algún cultivo, era confundido con animales carroñeros, y era alejado a pedradas y balazos del lugar. Otras era pateado y golpeado brutalmente. Incluso estuvo a punto de morir al ser atropellado en una solitaria carretera en el estado de Puebla. Milagrosamente llegó al peor lugar en el que un alebrije podría estar: La Ciudad de México. Basureros, contaminación, cielo gris y mucho ruido son suficientes para matar a un Alebrije. Todos sus días, todas sus noches, toda la soledad de esta urbe eran un infierno para Tristísimo, que decidió morir en Marzo, en un gigantesco terreno baldío cercano a la Cabeza de Juárez.
* * * *
Hace dos meses fui una vez más a una entrevista de trabajo. De nuevo me dijeron que no. Soy profesionista, y a mis veinticuatro años no me hago a la idea de no dedicarme a lo que estudié por años. ¿Alguien sabe lo que se siente tirar años de ilusiones al bote de basura? Yo sí, y créanme, duele. También perdí el amor, y desde entonces ni rastro de él en mi vida. Me sentía mal y lleno de confusión. Quería acabar con mi vida. Por eso compré este veneno para ratas que pensaba tomar y me alejé a uno de los suburbios de Iztapalapa.
Y fue cuando lo vi. Justo antes de tomar ese veneno que me haría agonizar, me di cuenta que alguien más lo hacía por mi. No supe quién o qué era. Mi única certeza, es que esa pequeña creatura había sufrido más que yo. Lo tome entre mis brazos. Pequeño, débil y asustado, me hizo comprender que era una tontería suicidarme pudiendo salvar otra vida. Lo llevé a mi casa (donde vivo en la mayor de las soledades) y lo alimenté con zanahorias, hojas de lechuga y agua; también lo limpié con agua caliente. Dos días después, creo, estaba fuera de peligro.
No sé, en una ocasión lo mire a los ojos, y su voz habló en mi interior. No pregunten cómo, pero lo entendí. Me contó su historia sin hablar. Se llama Tristísimo, y acepté quererlo desde ese momento, porque se parece a mi. Desde entonces es mi amigo. Ambos nos sentimos excluidos de nuestro mundo. Los dos, descubrimos que no tienes que ser un Alebrije o un humano para herir a los demás.
Hoy, Tristísimo duerme debajo de mi cama, y quizá por eso, hay días en los que me cuesta tanto sacudirme esta melancolía que tan frecuentemente invade mi corazón.
Eva Lucia Revelo / Gabriel Revelo
2006
El personaje de Tristísimo, así como su figura (ver fotos) es una creación de Eva Lucia Revelo González. La historia, es de Gabriel Revelo.