Llegó la hora de la verdad y ni cómo negarlo, tengo miedo. Poco pueden controlarse las ansias de los momentos previos a las citas con el destino. Un escalofrío me recorre la espalda sólo de pensar en el calvario que dentro de unas horas estaré viviendo y del cual veo muy difícil escapar. Mañana me sacan una muela.
La cita con el dentista está programa a las 5 de la tarde. A menos de 24 horas lo único que ocupa mi pensamiento es la extracción de esa pieza dental que para ser sinceros no me provoca el menor problema. Por más que el doctor me diga esa muela está demás y que podría irse encimando con sus vecinas, sigo considerando que el sufrimiento que me espera es completamente innecesario. Si la pobrecilla lleva años conmigo, ¿quién soy yo para arrancarla de mi existencia?
Podría posponer la intervención para mejor ocasión (como dentro de 5 años, por ejemplo), pero sería la tercera vez, y la verdad, los pretextos se me terminaron. Además, no pretendo andar cargando con esta angustia que desde noviembre traigo a cuestas y a la que tarde o temprano tengo que enfrentar.
No encuentro una explicación lógica al origen de mi terror por mi próxima visita al dentista. Cuando tenía 12 años tuve un tratamiento de ortodoncia que trajo como consecuencia la sustracción de al menos cuatro dientes. Por contradictorio que parezca en esa época no hice el menor drama. Al contrario, recuerdo cómo me divertía sentir cómo el diente iba crujiendo mientras el dentista iba aflojándolo con unas pinzas. Ahora en cambio todo me provoca terror: los piquetes de la jeringa que contiene la anestesia, los dolores que al momento de los jaloneos, los malestares post-extracción y no poder comer alimentos grasosos quién sabe hasta cuándo.
Un show aparte es el doctor. A diferencia de mi primer dentista y su silencio tranquilizante, el actual abusa de platicar con sus pacientes, haciendo de aquel momento que uno desearía fugaz, algo eterno. Como buen ‘fans’ de la NFL se la pasa hablando de futbol americano (deporte al que nunca le he hallado el chiste), así que mañana seguramente la charla girara en torno al ya cercano Super Bowl. Las revistas de la sala de espera de su consultorio son del siglo pasado. Acostumbra escuchar música clásica para inspirarse mientras tortura a sus pacientes, pero eso sí, al termino de la consulta a uno le regala su mini-pasta de dientes y su cepillo como recuerdo de nuestra grata estancia en su negocio.
Si no salgo huyendo del país, mañana en la noche ya todo habrá pasado. Quizá me encuentre adolorido, con los cachetes más inflados de lo normal, medio adormecido por la anestesia y con ganas de llorar. Prometo dar muestras de vida en cuanto el dolor me lo permita.
¡auch!
La cita con el dentista está programa a las 5 de la tarde. A menos de 24 horas lo único que ocupa mi pensamiento es la extracción de esa pieza dental que para ser sinceros no me provoca el menor problema. Por más que el doctor me diga esa muela está demás y que podría irse encimando con sus vecinas, sigo considerando que el sufrimiento que me espera es completamente innecesario. Si la pobrecilla lleva años conmigo, ¿quién soy yo para arrancarla de mi existencia?
Podría posponer la intervención para mejor ocasión (como dentro de 5 años, por ejemplo), pero sería la tercera vez, y la verdad, los pretextos se me terminaron. Además, no pretendo andar cargando con esta angustia que desde noviembre traigo a cuestas y a la que tarde o temprano tengo que enfrentar.
No encuentro una explicación lógica al origen de mi terror por mi próxima visita al dentista. Cuando tenía 12 años tuve un tratamiento de ortodoncia que trajo como consecuencia la sustracción de al menos cuatro dientes. Por contradictorio que parezca en esa época no hice el menor drama. Al contrario, recuerdo cómo me divertía sentir cómo el diente iba crujiendo mientras el dentista iba aflojándolo con unas pinzas. Ahora en cambio todo me provoca terror: los piquetes de la jeringa que contiene la anestesia, los dolores que al momento de los jaloneos, los malestares post-extracción y no poder comer alimentos grasosos quién sabe hasta cuándo.
Un show aparte es el doctor. A diferencia de mi primer dentista y su silencio tranquilizante, el actual abusa de platicar con sus pacientes, haciendo de aquel momento que uno desearía fugaz, algo eterno. Como buen ‘fans’ de la NFL se la pasa hablando de futbol americano (deporte al que nunca le he hallado el chiste), así que mañana seguramente la charla girara en torno al ya cercano Super Bowl. Las revistas de la sala de espera de su consultorio son del siglo pasado. Acostumbra escuchar música clásica para inspirarse mientras tortura a sus pacientes, pero eso sí, al termino de la consulta a uno le regala su mini-pasta de dientes y su cepillo como recuerdo de nuestra grata estancia en su negocio.
Si no salgo huyendo del país, mañana en la noche ya todo habrá pasado. Quizá me encuentre adolorido, con los cachetes más inflados de lo normal, medio adormecido por la anestesia y con ganas de llorar. Prometo dar muestras de vida en cuanto el dolor me lo permita.
¡auch!
11 comentarios:
ah pues! si te van a sacar la muela no los dedos, así que no tienes pretexto para no escribir, aunque tengas la boca chueca e hinchada escurriendote baba verdosa por el lado derecho del labio inferior que será lo único que se te mueva mientras intentes hablar y suplicar por comida, como solo podras ingerir liquidos el estomago te estara matando de hambre y cuándo intentes contarselo a alguien nadie entendera que quieres, si solo te sacaron una muelita.
Espero que se te quite la angustia.
saludos. JA!
Ay ay Gabrielito, pues si querés huir, veníte para Céfiro, dudo mucho que alguien pueda encontrarte por acá.
Además, si las muelas que decís son las de hasta atrás, las del juicio, entonces sí, mejor que te las saquen de una vez por todas, mirá, a mí aún no me han salido esas, pero a mi abuela se las sacaron porque le estrobaban mucho, y mi papá aún las tiene asíque él también se las quiere sacar.
Además, alguien me ha dicho que inflando globos es bueno contra el malestar después de la extracción.
Te saludo y me despido
Atentamente:
Jessie, la princesa del sur de Céfiro
Ah, y por cierto, un placard es como un armario, un clóset donde guardamos la ropa, es tipop un ropero. Acá en Céfiro así les decimos, guardar ropa en el placard, también podés buscarlo en google.
Por eso me quedé pensando que siempre no es buena idea guardar papeles en el placard, mejor mandálos al archivo muerto.
Te saludo y me despido
Atentamente:
Jessie
te encontré! un placer conocerlo aquella noche de bloggers
espero que tu experiencia dental cada dia vaya mejor
besotes!
Uy manito! Yo ando en las mismas, padeciendo a los dentistas.
Cabe destacar que la mayoría de ellos tratan a toda costa de volverte su esclavo, taladrando y abriendo heridas que te obligan a regresar cada semana por tu siguiente dósis de terror y suplicio voluntario.
Lo pero de todo es que acabas pagandoles (y mucho) por la chinga que te ponen.
Un abrazo Revelo, cada vez escribes mejor, tu narrativa me gusta mucho.
ánimo, aguanta!!! al menos vives en la época en que existe la anestesia.
si no, imagínate.
atte. alviseni (me dio floggera loggearme)
nuri: qué amable ja ja... ¡si sólo me iban a sacar la muela no a hacer un exorcismo! afortunadamente nada de lo que mencionaste paso (salvo el hambre), pero ya estoy de vuelta y como si nada.
jessie: gracias por los consejos, ese de los globos no lo sabía. aunque la verdad no tuve molestia alguna. gracias por aclararme lo del placard.
karla: lo mismo digo, un placer. la experiencia dental fue de lo más tranquila. te sigo leyendo.
doc neón: así es, no salieron nada baratas las cinco citas que tuve... afortunadamente ya pasó todo. no vuelvo en un año ja ja. eso si, no tengo ni una caries. saludos y gracias por los comentarios siempre positivos.
doc alvin: bendita anestecia ja ja... me salvó la vida y el fin de semana. saludos.
Lo que más odio del dentista es la máquina que hace el ruido que eriza la piel... espeluznante...
fuera de eso, me gusta tener una buena dentadura.
;)
zocadiz: ¡he tenido pesadillas con ese ruido!...
Yo también le tengo miedo al dentista (tal vez sea trauma de todos los años y visitas al ortodoncista que pa'l caso es lo mismo xD)
Pero como propósito de año nuevo, tmb dejaré de una vez por todas de evadirlo y arreglar mi dentadura.
Saludos
keisha: te recomiendo que vayas... al final no es tan malo y ganas en confianza y tranquilidad... si te animas con la visita te deseo toda suerte del mundo. saludos jo.
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