


Diversión y Escritura. Desde la Ciudad de México, un intento de escritor, cuya profesión es hacer el ridiculo, intenta sobrevivir a la vida y comprender a qué diablos vino al mundo.
Ha conmocionado al mundo. Fue tomada en un zoológico, justo en el momento en el que el sismo de 8.8 grados sacudía suelo japonés. En ella se aprecia a un oso panda abrazado a las piernas de uno de los guardias del lugar. Me resultó imposible dejar de conmoverme. Una inexplicable tristeza recorrió mi cuerpo, se instaló en mi garganta y se volvió nudo. En ese instante lo decidí. Quería hablar de lo sucedido en Japón, y lejos de ilustrarlo con escombros y destrucción, lo haría con la fotografía de ese Panda.
¿Qué me dice un Oso Panda asustado? Me habla de la vulnerabilidad y el miedo que todos podemos sentir; de lo efímero y pequeños que somos, ante las fuerzas de un planeta al que no hemos sabido respetar. Animales y humanos al fin y al cabo compartimos la misma casa, somos más parecidos de lo que creemos. Sentimos miedo y encontramos consuelo en nuestra compañía. Temor y esperanza fusionados en un abrazo en el que todos nos encontramos. Un policía y un panda muestran que de cualquier manera, todos los habitantes de la tierra formamos parte de la unidad. Estamos para apoyarnos y sentirnos fuertes en compañía. Que me perdonen todos, en esa foto se encuentra encerrada la esencia de la humanidad y todo lo bueno que somos.
Lo único bueno de que ocurran desgracias como la de Japón, es el resurgimiento de cierto sentimiento de unidad mundial. Pasa cuando algún acontecimiento nos rebasa como raza humana. Sólo entonces nos acordamos de que somos hermanos. Terremotos, guerras, huracanes, sequias. ¿Por qué es hasta que tenemos el agua hasta el cuello cuando nos acordamos de que somos millones compartiendo tiempo y espacio? Paradójicamente tuvo que ser un ‘animal’ el que nos enseña a ser civilizados. Con esto de Japón he escuchado cualquier cantidad de versiones tontas y sin fundamento acerca de ‘se lo merecen por asesinar ballenas y delfines’. Nada más errado. Los animales no saben de rencor ni venganza. ‘Si estás cosas pasan es porque el planeta se defiende y a gritos nos pide frenas ciertas actitudes, ciertas acciones’, puede ser, pero tampoco estoy de acuerdo. En dado caso los responsables son ciertos sectores de la humanidad. Algunas decisiones mal tomadas por las esferas del poder de algunos gobiernos no son nada en comparación de los millones de pobladores de un país que en su inmensa mayoría está conformado de personas buenas. Lo mismo pasa con el resto del planeta. Somos más quienes amamos la tierra, a sus animales o el vivir en paz. Sólo tenemos que cambiar algunos hábitos y entender de una vez por todas que no importan nacionalidades. Ser mexicano, japonés, hindú, norteamericano, peruano, australiano, camerunés, polaco, francés, hondureño, brasileño, o de cualquier otra región del país no nos hace ser ni menos ni más a los demás, sino iguales. Bendita palabra.
El sufrimiento de un japonés vale lo mismo que el de un anciano en las zonas marginadas de mi México. En el llanto no hay valores cambiarios ni balanza que mida pesos específicos. Quiero hablar de Japón, enaltecerlo y desear que salga adelante. El que lo hagan curará la inquietud de saber que cualquier día podemos ser nosotros quienes nos encontremos en el ojo de la tempestad. Éste post, humilde y mal escrito va para ese pueblo sabio y noble. Hoy por ustedes, mañana por nosotros, siempre por todos. No importa cuántas veces tenga que escribir sobre tragedias. Quiero hacerlo porque no quiero perder la capacidad de asombro. Porque el ver los altibajos de la vida nos hace estar alerta de lo que venga. Una de las funciones de éste blog es documentar el presente.
Aquel oso panda asustado nos dio una gran lección. A confiar en lo que somos y tenemos. Vas a salir de esta Japón, van mis oraciones por ti.