domingo, 24 de enero de 2010

La mujer polícia que casi echa a perder el paseo ciclista (por eso uno está gordo)


La cosa iba bonita y hasta tenía su toque emotivo. Junto con Ángel y Tanía iría a dar un paseo ciclista a Ciudad Universitaria. Lo planeamos por días. Ellos con sus bicis casi nuevas y yo, con la bici de carreras que era de mi papá y que tenía cerca de 12 años guardada. A pesar del tiempo que la bici tenía guardada, bastó con inflarle las llantas y reacomodarle su cadena para que estuviera como en sus mejores años. Aquel vehículo de mi papá volvería a rodar a pesar de que el ya no estuviera en esta tierra. Debo reconocer que al subirme en ella por primera vez, sentí que recobraba algo que había perdido. Yo reencontraba algo de mi papá, y la bici, un conductor que sabría valorarla.

No podrán negar que lo anterior hacía de esta mañana algo especial, y así fue. Me encontré con Tanía en el Metrobús de mi casa, y de ahí nos dirigimos a la estación en la que quedamos de encontrarnos con Ángel. Después de saludarnos y platicar un rato, los tres esperábamos el arribo del siguiente Metrobús cuando a lo lejos escuchamos como una mujer policía regañaba a un ciudadano por comerse una torta de tamal cuando se supone ‘no se pueden introducir alimentos’. El detalle no pasó de parecernos anecdótico. No pasó ni un minuto cuando la mujer policía se acercó a nosotros. A partir de ahí, lo emotivo del paseo se iría al traste.

La mujer policía primero nos replegó con todo y bicis, a una de las orillas de la estación pues ‘estorbábamos al resto de los ciudadanos’. Lo curioso es que por ser domingo en la mañana, casi ni había gente a la cual obstruirle el paso. Cuando pensamos que ya nos habíamos librado de la mujer policía, esta regresó para decirnos que no podíamos subir los tres al mismo Metrobús (a pesar de que los fines de semana, está permitido subir bicicletas al transporte público) pues íbamos a molestar al resto de los pasajeros. Ángel y yo, como buenos hombres mitoteros que somos, nos pusimos locos y le respondimos (con respeto) que en ningún lugar decía que el número de bicicletas a bordo de los camiones estaba limitado a determinada cantidad. La mujer policía nos dijo que si subíamos los tres al mismo Metrobús, lo detendría y llamaría a las autoridades correspondientes. Reconozco que la idea de ir preso por querer hacer ejercicio me parecía idiota, pero a la vez divertida.

Mientras, Tanía sólo reía con nuestras respuestas a los argumentos que nos daba la mujer policía. Le dije que en ninguna otra estación eran tan remilgosos (le recordé lo del muchacho que comía su torta de tamal) como en la suya, y que muchas veces había visto a pasajeros subir sus bicicletas sin objeción alguna. Desesperada aceptó que subiéramos un máximo de dos bicis. Lo anterior lo dijo como si nos hiciera un grandísimo favor. Nosotros seguíamos en lo mismo, que nos subiríamos los tres sin importarnos si pasábamos el resto del domingo en la delegación y hasta le planteamos lo siguiente ‘¿qué pasa si subimos dos de nosotros y dentro del bus ya vienen otras dos bicis?, ¿bajaría a los dos pasajeros-ciclistas que ya venían para que de nuevo queden sólo dos a bordo?’. La mujer policía no supo ni que contestar, pero sólo nos contestó que se haría lo que ella quería y que de insistir, levantaría un reporte para que se suspendiera el acceso de bicicletas al Metrobús. ¡Ahora resultaba que la mujer policía estaba por encima del infumable Marcelo Ebrard.

Total que la discusión y las contestadas continúo un buen rato. En eso llega un Metrobús y por nuestras pistolas, los tres decidimos subirnos con todo y bicicletas. La mujer policía se dio cuenta e inmediatamente detuvo el camión. Subió y cuando se disponía a bajarnos a la fuerza, varios de los pasajeros abogaron por nosotros. Tenían razón, no le hacíamos ningún daño a nadie llevando tres bicicletas a bordo en un bus semi vacio y lleno de espacio. Fue tal la presión ciudadana que la mujer policía terminó doblando las manos y aceptando que continuáramos nuestro camino a bordo. Nuestros planes siguieron y el paseo ciclista fue un éxito (aunque ahora tengo mis pompas y mis piernas entumidas). Tomamos litros de Gatorade, conocimos a un viejito ciclista y recorrimos casi todo CU bajo el rayo del sol. Ah, y la bici de mi papá y yo nos entendimos de las mil maravillas.

La conclusión después de este encuentro con la arbitrariedad policial es que por eso la gente está gorda, porque cuando uno quiere hacer ejercicio siempre le cortan la iniciativa. Es más cómodo ir por un consomé de barbacoa o una pancita que moverse. Por si se lo preguntaban, y por si quieren irle a pedir un autógrafo o a tomarse una foto con ella, la mujer policía enojona se encuentra en la estación Américas, de la línea 2 del Metrobus de la Ciudad de México.

7 comentarios:

Tulius Ciceron dijo...

si le dás mas poder al poder...
mas duro te van a venir a coger!!

Molotov

XND dijo...

Me gusta que retar (mas no violar) la ley, les resulte a ésos empleados de la ley un ridículo fracaso, cuando tratan de imponer maneras absurdas.

¡Bien hecho Gabriel! =D

soleil dijo...

nunca faltan anecdotas como estas... personas que se supone trabajan para "el bien social" y que son pagadas con los impuestos de uno, que vienen a querer inventar leyes o a tener mas poder...

que bien que no se salio con la suya =D y... a hacer ejercicio!

Anónimo dijo...

jajajajja buenisimo primo q bueno q t armaste de valorr y enfrentaste ala mujer esa
atte adrianita(:

gabriel revelo dijo...

maverick: cuanta razón tiene esa canción... en parte los culpables somos nosotros.

jonhy: gracias, pues sí, soy de la idea en que debatiendo bien y actuando de manera inteligente y valiente pueden darse pasos significativos.

soleil: haremos ejercicio jojojo... fijate, tienes razón, todavía que uno paga sus sueldos no salen con esto.

adrianita: saludos prima... la verdad fue hasta divertido. gracias por leerme.

Victoria dijo...

vieja ignorante

gabriel revelo dijo...

vic: jajajaja, por supuesto.