Cuenta la leyenda que esa tarde, libre de preocupaciones, decidiste revisar tu correo electrónico. No encontraste gran cosa. Cadenas, mensajes publicitarios y ofertas de empleo francamente deprimentes. Hasta aquí todo normal, o casi todo de no haber sido por una invitación a desayunar.
El correo no daba muchos datos. Una reunión de viejos amigos y compañeros un domingo por la mañana. La idea te resultó atractiva, y en un principio te mostraste convencido de asistir sin remordimiento alguno. La vida es así, te basto un descuido visual para que tu atención se centrara en los nombres de las personas (todas conocidas) que como tú, fueron invitadas. Y fue aquí dónde dudaste, pues digan lo que digan, el nombre de ella te sigue inspirando el respeto de aquello que sabes, invariablemente puede destrozarte. Un simple nombre, sí... pero de ella.
Confundido apagaste la computadora y tontamente hiciste el intento de distraerte con algún programa de variedades en la televisión. Percibías que el conductor de aquel bodrio decía quien-sabe-que-cosa. Era de esperarse, tú mente ya estaba en otro lado, peleando su propia batalla por no dejar asomar a los recuerdos. ¿Ir o no ir?, ¿Qué tan valido sería enfrentarse al pasado? Mentalmente reconstruiste posibles escenarios de cómo podría llegar a ser aquel reencuentro que hasta hace unos días creías imposible, pero te diste cuenta de que era una posibilidad real, que efectivamente podrías cruzarte una vez más con esa señorita a la que no ves desde hace poco más de un año. Y a la cual, por cierto, quisiste con el alma.
Consideraste que a pesar de que han pasado muchos meses desde la última vez (más no la única) que te rompió el corazón, el peligro seguía latente. Sí, ella ya esta en el olvido. Sí, por fin pudiste dejarla de lado y continuar tu vida. Sí, sí, sí. Saliste vivo de sus garras, aunque casi te cuesta el volverte loco. En estas circunstancias, ¿Qué tanto valía la pena emprender esta aventura llena de masoquismo?. A ratos jurabas que irías, tan sólo para cambiar de decisión inmediatamente, y de nuevo volvemos a empezar en este juego de las divagaciones que tanto daño te hacen.
Y paso la semana. Y era sábado en la noche y tú sin tomar una decisión. Sentado en un café en plena colonia del Valle, escuchabas a un par de trovadores cantándole al olvido, e irónicamente pensabas que tú al ‘olvido’ estabas a punto de mandarlo al demonio. Doce de la noche, caminabas por el cruce de Universidad y División del Norte ¿por qué decidiste salir aquella noche sin auto? y un gélido viento citadino te dio la respuesta que tanto anhelabas. Finalmente, decidiste darle en la madre a tus deseos de buscar a esos ojos celestes que de repente perdiste.
¿Acaso tienes algo mejor que hacer?, te preguntaste a ti mismo en la mañana del domingo... Alguno de tus amigos algún día te preguntó que si ella era el ‘amor de tu vida’. Muy seguro respondiste que no, a pesar de que hubieras dado cualquier cosa porque la respuesta fuera afirmativa; aunque para ti, desde siempre lo único y realmente importante sería la respuesta de ella, y aquí, sabes que lógicamente sales perdiendo. Aun así, ese domingo en la mañana cualquier pretexto era tonto en comparación con lo que podrías ganar, o más bien, perder.
¿Acaso tienes algo mejor que hacer?, te preguntaste a ti mismo justo a las once de la mañana, hora en la que supuestamente daría inicio la reunión. ¿Acaso tienes algo mejor que hacer?, te preguntaste a ti mismo cuando te diste cuenta que el medio día estaba próximo y tú en cambio estabas en el parque de tu colonia, haciéndole al futbolista, aunque tu mente estaba a varios kilómetros de ahí. Se supone que como portero de tu equipo tenias que estar cien por ciento concentrado, y en cambio, por distracción o descuido terminaste aceptando un par de goles infumables.
¿Acaso tenias algo mejor que hacer?, te preguntaste a ti mismo tres horas después, mientras el agua de la regadera intenta volverte a una realidad menos cruel, pero igualmente injusta. ¿Valía la pena renunciar a la chocarrera propuesta que te hizo el destino de unirte en tiempo y espacio con ella?. Entonces admitiste con cierta vergüenza (y para ti mismo) que en realidad no fuiste por cobarde, porque hace mucho te diste cuenta que el amor también hace daño y por lo tanto, a veces no es tan descabellado huirle. Tenias miedo de encontrarla de nuevo tan encantadora como siempre, de sentir que el tiempo sin ella no vale nada. Sin más rodeos, te daba pavor la idea de enamorarte una vez más. Aunque, también temías no volver a verla jamás... y eso no te lo podías permitir. ¿Acaso tienes algo mejor que hacer, que no sea ir en busca de un amor perdido? ¡Claro que no! te respondiste. Y estas simples palabras fueron suficientes para desatar una extraña energía que te puso de pie.
Sorprendido de tu súbita valentía, te pusiste lo primero que encontraste (un atuendo bastante pasado de moda, digno de cualquier domingo) y decidido escapaste en tu automóvil a toda velocidad. Una a una recorriste las calles y avenidas que te separan del centro de Coyoacan, sabiendo que cualquier demora innecesaria podría ser fatal. Batallaste para encontrar donde estacionarte. Después de varias vueltas infructuosas y de alejarte un par de cuadras por fin lograste aparcar en un callejón abandonado. Ni siquiera apagaste el radio del automóvil, y apenas pusiste un pie en el suelo comenzaste a correr en dirección de aquel Restaurante-Bar en el que con un poco de suerte, la reunión de tus amigos y compañeros continuaría. Chocaste con una señora, casi te atropellan y te torciste un pie, detalles en los que no reparaste pues tu conciencia se encontraba ocupada en tejer historias en las que ella y el resto de los invitados al desayuno decidieron prolongar la reunión. Quizá la charla esté muy interesante, talvez no todos fueron puntuales y apenas están decidiendo que bebidas pedir, o quizá, el mesero es novato y se tarda tanto en servirles que aun siguen ahí. Pretextos para engañarte de la realidad. Lo más probable, es que ya no estén ahí.
Te descubriste bañado en sudor al entrar en aquel restaurante. La gente miraba con rareza tu apariencia cuando recorrías mesa por mesa, rostro por rostro... y ella no está, demasiado tarde... ‘Talvez se acaba de ir’ pensaste con tristeza. Ya más calmado, saliste y recorriste la pintoresca plaza que a esas horas ya esta llena de gente y comerciantes. Pasaron una, dos, tres horas y la noche se hizo presente.
Ya en tu casa intentaste dormir sin éxito. El insomnio siempre viene a ti cuando más desearías desconectarte del mundo. ¿Acaso tenias algo mejor que hacer?, la verdad no. Lamentablemente los mounstros de la duda y la indecisión volverán durante varias semana para recordártelo... hasta que la olvides, y si Dios y el destino quieren, recibas otra invitación a desayunar.
Una cosa es cierta, a ella la miras con distancia y respeto, tal y como se hace con el Mar. Supongo que por eso, ni siquiera ahora te atreves a escribir su nombre.
El correo no daba muchos datos. Una reunión de viejos amigos y compañeros un domingo por la mañana. La idea te resultó atractiva, y en un principio te mostraste convencido de asistir sin remordimiento alguno. La vida es así, te basto un descuido visual para que tu atención se centrara en los nombres de las personas (todas conocidas) que como tú, fueron invitadas. Y fue aquí dónde dudaste, pues digan lo que digan, el nombre de ella te sigue inspirando el respeto de aquello que sabes, invariablemente puede destrozarte. Un simple nombre, sí... pero de ella.
Confundido apagaste la computadora y tontamente hiciste el intento de distraerte con algún programa de variedades en la televisión. Percibías que el conductor de aquel bodrio decía quien-sabe-que-cosa. Era de esperarse, tú mente ya estaba en otro lado, peleando su propia batalla por no dejar asomar a los recuerdos. ¿Ir o no ir?, ¿Qué tan valido sería enfrentarse al pasado? Mentalmente reconstruiste posibles escenarios de cómo podría llegar a ser aquel reencuentro que hasta hace unos días creías imposible, pero te diste cuenta de que era una posibilidad real, que efectivamente podrías cruzarte una vez más con esa señorita a la que no ves desde hace poco más de un año. Y a la cual, por cierto, quisiste con el alma.
Consideraste que a pesar de que han pasado muchos meses desde la última vez (más no la única) que te rompió el corazón, el peligro seguía latente. Sí, ella ya esta en el olvido. Sí, por fin pudiste dejarla de lado y continuar tu vida. Sí, sí, sí. Saliste vivo de sus garras, aunque casi te cuesta el volverte loco. En estas circunstancias, ¿Qué tanto valía la pena emprender esta aventura llena de masoquismo?. A ratos jurabas que irías, tan sólo para cambiar de decisión inmediatamente, y de nuevo volvemos a empezar en este juego de las divagaciones que tanto daño te hacen.
Y paso la semana. Y era sábado en la noche y tú sin tomar una decisión. Sentado en un café en plena colonia del Valle, escuchabas a un par de trovadores cantándole al olvido, e irónicamente pensabas que tú al ‘olvido’ estabas a punto de mandarlo al demonio. Doce de la noche, caminabas por el cruce de Universidad y División del Norte ¿por qué decidiste salir aquella noche sin auto? y un gélido viento citadino te dio la respuesta que tanto anhelabas. Finalmente, decidiste darle en la madre a tus deseos de buscar a esos ojos celestes que de repente perdiste.
¿Acaso tienes algo mejor que hacer?, te preguntaste a ti mismo en la mañana del domingo... Alguno de tus amigos algún día te preguntó que si ella era el ‘amor de tu vida’. Muy seguro respondiste que no, a pesar de que hubieras dado cualquier cosa porque la respuesta fuera afirmativa; aunque para ti, desde siempre lo único y realmente importante sería la respuesta de ella, y aquí, sabes que lógicamente sales perdiendo. Aun así, ese domingo en la mañana cualquier pretexto era tonto en comparación con lo que podrías ganar, o más bien, perder.
¿Acaso tienes algo mejor que hacer?, te preguntaste a ti mismo justo a las once de la mañana, hora en la que supuestamente daría inicio la reunión. ¿Acaso tienes algo mejor que hacer?, te preguntaste a ti mismo cuando te diste cuenta que el medio día estaba próximo y tú en cambio estabas en el parque de tu colonia, haciéndole al futbolista, aunque tu mente estaba a varios kilómetros de ahí. Se supone que como portero de tu equipo tenias que estar cien por ciento concentrado, y en cambio, por distracción o descuido terminaste aceptando un par de goles infumables.
¿Acaso tenias algo mejor que hacer?, te preguntaste a ti mismo tres horas después, mientras el agua de la regadera intenta volverte a una realidad menos cruel, pero igualmente injusta. ¿Valía la pena renunciar a la chocarrera propuesta que te hizo el destino de unirte en tiempo y espacio con ella?. Entonces admitiste con cierta vergüenza (y para ti mismo) que en realidad no fuiste por cobarde, porque hace mucho te diste cuenta que el amor también hace daño y por lo tanto, a veces no es tan descabellado huirle. Tenias miedo de encontrarla de nuevo tan encantadora como siempre, de sentir que el tiempo sin ella no vale nada. Sin más rodeos, te daba pavor la idea de enamorarte una vez más. Aunque, también temías no volver a verla jamás... y eso no te lo podías permitir. ¿Acaso tienes algo mejor que hacer, que no sea ir en busca de un amor perdido? ¡Claro que no! te respondiste. Y estas simples palabras fueron suficientes para desatar una extraña energía que te puso de pie.
Sorprendido de tu súbita valentía, te pusiste lo primero que encontraste (un atuendo bastante pasado de moda, digno de cualquier domingo) y decidido escapaste en tu automóvil a toda velocidad. Una a una recorriste las calles y avenidas que te separan del centro de Coyoacan, sabiendo que cualquier demora innecesaria podría ser fatal. Batallaste para encontrar donde estacionarte. Después de varias vueltas infructuosas y de alejarte un par de cuadras por fin lograste aparcar en un callejón abandonado. Ni siquiera apagaste el radio del automóvil, y apenas pusiste un pie en el suelo comenzaste a correr en dirección de aquel Restaurante-Bar en el que con un poco de suerte, la reunión de tus amigos y compañeros continuaría. Chocaste con una señora, casi te atropellan y te torciste un pie, detalles en los que no reparaste pues tu conciencia se encontraba ocupada en tejer historias en las que ella y el resto de los invitados al desayuno decidieron prolongar la reunión. Quizá la charla esté muy interesante, talvez no todos fueron puntuales y apenas están decidiendo que bebidas pedir, o quizá, el mesero es novato y se tarda tanto en servirles que aun siguen ahí. Pretextos para engañarte de la realidad. Lo más probable, es que ya no estén ahí.
Te descubriste bañado en sudor al entrar en aquel restaurante. La gente miraba con rareza tu apariencia cuando recorrías mesa por mesa, rostro por rostro... y ella no está, demasiado tarde... ‘Talvez se acaba de ir’ pensaste con tristeza. Ya más calmado, saliste y recorriste la pintoresca plaza que a esas horas ya esta llena de gente y comerciantes. Pasaron una, dos, tres horas y la noche se hizo presente.
Ya en tu casa intentaste dormir sin éxito. El insomnio siempre viene a ti cuando más desearías desconectarte del mundo. ¿Acaso tenias algo mejor que hacer?, la verdad no. Lamentablemente los mounstros de la duda y la indecisión volverán durante varias semana para recordártelo... hasta que la olvides, y si Dios y el destino quieren, recibas otra invitación a desayunar.
Una cosa es cierta, a ella la miras con distancia y respeto, tal y como se hace con el Mar. Supongo que por eso, ni siquiera ahora te atreves a escribir su nombre.
10 comentarios:
Adios indecisión. Pesa demasiado con el paso del tiempo.
Hace mucho que no pasaba por aqui querido Gabriel, y al recorrer nuevamente tu espacio quedo admirado nuevamente con el magno don que posees para transmitir el mundo en el que vives, incomprensible para muchos tal vez pero no para los que vivimos con un estigma dentro del espiritu.
Te felicito ya que dia a dia pules ams ese estilo tan tuyo de explayarte literariamente.
Un abrazo a la distancia querido amigo.
El proximo poema que voy a publicar te lo voy a dedicar a ti querido amigo y te prometo que en este momento lo entretejere.
Posteas diario?! je je je, cada vez que paso me encuentro con post nuevos. :)
Vaya, alguien estaba enamorad...
Mmm... más vale arrepentirse de lo que se hace que de lo que NO se hace.
Aunque el destino es sabio, y si quiere que la vuelvas a ver recibirás otra invitación, o tal vez te la encuentres en la calle, y esa experiencia te servirá para no titubear más.
Hola! te cuento que yo ,seguro ,no iría.Prefiero el delicado equilibrio de la duda al negro abismo del dolor de un amor que mata.
Hola! te cuento que yo ,seguro ,no iría.Prefiero el delicado equilibrio de la duda al negro abismo del dolor de un amor que mata.
A mí siempre me suele pasar lo mismo con las reuniones de promoción.
Este 2007 se cumplen 5 años desde que terminé el colegio.
Y no quiero ir.
Por más que todos me inviten.
Excelente texto. Adem�s,la an�cdota pasa a un segundo plano si reemplazas a aquel amor por cualquiera de las tantas cosas que uno no valora en su momento y no se vuelven a presentar por m�s que corramos a su encuentro. Interpretaste muy bien esa mezcla de angustia y desconcierto. Muy bueno.
Un abrazo, como siempre, amigo.
Caray Gabriel, sigues dándole al sentimiento...
A mí me pasa igual. Hago lo posible por no recordar a un viejo amor y nunca falta que cuando llega el correo de algún amigo mutuo aparezca su dirección e inmediatamente quiera saber sobre ella. Incluso a veces quiero husmear en su Hi5 pero me arrepiento. Porque la única y última vez que lo hice. Sus fotos eran la mayoría con su nueva pareja y se mostraba feliz. En todos los lugares y haciendo actividades que nunca quiso estar o hacer conmigo. Pero bueno, Dios sabe por qué razón suceden las cosas. Sigue así vas excelente.
Un abrazo y ya estamos calificados mi hermano. El Sábado voy a Monterrey a ver a nuestros Potros, ¿alguna petición en especial de tu parte? jeje.
Estamos en contacto.
Abuuurrrrr
EL AZUL GALOPA EN MIS VENAS, EL GRANA EN MI CORAZÓN
topo: ¡vaya que pesa!
fernando: gracias a ti por tenerme en tu concepto y por hacerme parte de tu arte.
lata: diario??? no podría querída lata, posteo (regularmente) cada tercer día. no estaba, estoy enamorado... del amor, mal correspondido, pero enamorado.
valeria: señorita rockera, quizá es el miedo a no estar a la altura del paso del tiempo.
mariel: otra perspectiva valida, y que a ratos me parece muy coherente...
gonzalo: yo iría... mínimo tendrías algo nuevo que contar.
esmoris: no me lo había planteado desde esa perspectiva-- un saludo a la distancia...
raúl: eso del hi5, tal cual, yo lo he vivido (o aun lo vivo). este sufrimiento es parte de sentirse vivo, pero eso no quita que duela e incomode. ¿si fuiste al estadio?, lastima del empate, pero bueno, espero que hayas gritado y vivido con todo ese partido.
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