jueves, 4 de febrero de 2016

De cómo nos iba a golpear un fan gordo del Cruz Azul


Lo que están por leer una conmovedora historia de superación humana, una epopeya que sobrepasa los límites de lo increíble y que sin duda le dará una lección de vida.

(Bueno, no, la verdad solamente es la historia de cómo nos iba a madrear nos íbamos a pelear con un aficionado gordo del Cruz Azul, en las gradas del Estadio Azul).

El pasado martes fui al Estadio Azul con mi amigo Vázquez, su esposa y uno de sus amigos cuyo nombre no recuerdo (pero él sí se sabía el mío, qué oso). Bueno, estábamos ahí para ver el juego entre el Cruz Azul y el Atlante. Quienes me conocen saben que soy aficionado de toda la vida del Atlante, así que obviamente tenía que estar presente, sobre todo porque desde que mis Potros descendieron ya casi no puedo verlos en vivo.


El juego estuvo de mucha emoción y el Atlante logró, a base de mucho empuje, empatar el partido a un gol. Aunque nadie ganó, los aficionados traían una fiesta en las gradas y cuando llegó el silbatazo final todos estaban felices echándole porras a sus respectivos equipos. Entonces, en medio de la euforia vi a un chavo fresa y a su lobuki pasarle sus vasos repletos de cerveza a un fanático del Cruz Azul muy pasado de tamales, el cual los arrojó hacia donde estaba la porra del Atlante, mojando a varias personas que ni se lo esperaban.

Sí, como si fuera un animal, ese marrano monumental nomás porque sí le aventó esa bebida a otros aficionados. No fui el único que se dio cuenta de la mala onda del obesoide, pues un seguidor del Atlante que se encontraba cerca de él, agarró otro vaso de cerveza e hizo lo propio con el gordinflón. Aunque aquello fue una especie de justicia divina, el botijón no entendió eso de que "el que se lleva se aguanta" y empezó a echarle la bronca al atlantista.

En cuestión de segundos, el albondigón se abrió paso entre los demás aficionados para llegar hasta el seguidor del Atlante y golpearlo. De forma valiente éste no se amedrentó, al contrario, también comenzó a gritarle maldiciones. Todo estaba puesto para que esos dos terminaran liándose a golpes. 

(Aquí cabe señalar que todo este espectáculo de pena ajena yo lo presenciaba cómoda y tranquilamente desde mi lugar, ubicado filas arriba. Podría decirse que incluso hasta me divertía lo que sucedía).

La gente varias veces separó a los dos peleoneros, y aunque el panzón infame amagaba con retirarse, en más de una ocasión regresaba para seguir buscando bronca. Muchos de los presentes comenzaron a pedirle al balón con patas que ya se fuera, y entonces, de entre todos esos gritos alguien gritó "ya vete Peppa", en alusión a Peppa Pig, la cerdita que protagoniza unos dibujos animados para niños. El apodo me causó gracia, y nomás por cotorrear, mientras el mantecoso seguía echando pleito, comencé a gritar:

- ¡Peppa, Peppa, Peppa!

Algunos atlantistas que estaban a mi alrededor se me unieron y comenzaron a gritar lo mismo...

- ¡Peppa, Peppa, Peppa!

Todo era risa y diversión hasta que giré la cabeza y vi que a unos metros de donde estaba un sujeto con cara de maleante me miraba con odio. Resulta que ese tipo era amigo del marrano y al parecer no le causó gracia el griterío que inició por mi culpa. 

- Chin, ya valió madre. 

... pensé cuando vi que el cara de maleante se acercó a mí y comenzó a reclamarme. 

Mi amigo Vázquez se puso loco y también le respondió con majaderías. Entonces el maleante tomó el vaso de cerveza que tenía en la mano y se lo arrojó con fuerza. Para fortuna de Vázquez el proyectil no impactó en él, sino en la cara de su amigo cuyo nombre no recuerdo, quien ni deberla ni temerla terminó llevándose el trancazo. 

Esto hizo que Vázquez, su amigo de cuyo nombre no me acuerdo y el sujeto con cara de maleante se pusieran más locos, para colmo en ese momento el marrano aficionado del Cruz Azul iba subiendo hacia dónde estábamos y amenazaba con también unirse al pleito. Viendo la gravedad de la situación la esposa de Vázquez se alejó y yo hice lo que cualquier hombre valiente y buen amigo haría... hacerme güey. 

Fueron unos segundos tensos en los que vi pasar mi vida: Me imaginé pasando la noche en los separos, golpeado, con mi playera del Atlante rota, un diente menos y los ojos morados. Por supuesto en cuanto mi esposa se enterara de lo ocurrido seguramente me prohibiría regresar a un partido de futbol. 

No sé cómo pero al final ya no pasó nada. El pedazo de cebo y su amigo maleante se fueron retirando (por supuesto, mentando madres y lanzando amenazas hacía Vázquez, su amigo desconocido y un servidor. Cuando íbamos saliendo me puse mi sudadera roja por si el puercote y su cuate regresaban o nos topábamos con ellos más adelante. 

Una vez afuera del estadio me fui como alma que lleva el diablo, subí a mi auto e inmediatamente me marché a mi casa. Sí, lo sé, me vi bien maricón, pero preferí eso a terminar como Santo Cristo, pues esos dos sujetos tenían la pinta de ser personas violentas, de esas que gozan rompiendo narices. 

Aquí un video de esa noche, es de cuando el Cruz Azul le metió gol al Atlante. En algún momento se ve al amigo cara de maleante (bueno, creo que es él, no estoy muy seguro) haciéndole bullying a un aficionado atlantisa:


Escribí este texto para dejar testimonio de lo fácil que es hacer que en un estadio las cosas se salgan de control y de la nada se detone la violencia. 

También quiero aprovechar este espacio para decirle al cerdonio y a su cuate cara de maleante que se salvaron de recibir una paliza. 

miércoles, 27 de enero de 2016

Maus, relato de un sobreviviente


Tengo una extraña relación con las historias ambientadas durante la Segunda Guerra Mundial. Ya sea en televisión, literatura o cine, siento que el tema ha sido explotado hasta el cansancio y de cierta forma adentrarme en nuevas obras con el mismo tópico me causa demasiada pereza. 

Sin embargo, constantemente termino enredado en alguna de ellas, como si una especie de fuerza invisible me hiciera regresar constantemente a ese momento crucial de la historia moderna. Mi última visita a ese conflicto bélico la hice de una forma poco común pero no por eso poco interesante: Leyendo una novela gráfica que es una especie de fábula pues está protagonizada por ratones.

¿Puede una historia tan cruel como la del holocausto ser retratada por roedores y seguir siendo válida y profunda? Por supuesto que sí, eso me quedó más que claro después de leer Maus, relato de un sobreviviente sin duda una de las novelas gráficas más importantes de las últimas décadas, que incluso se hizo acreedora al Premio Pulitzer en 1992.


Aunque no soy muy asiduo de las novelas gráficas tenía meses queriendo leerla. Aprovechando la época de intercambios navideños que recientemente acaba de pasar, la pedí como una de mis opciones de regalo. 

Escrita y dibujada por Art Spiegelman, Maus, relato de un sobreviviente es una novela gráfica publicada de 1980 a 1991 en la revista Raw. Narra la historia real de Vladek Spiegelman (padre de Art), un polaco judío que junto a su esposa Anja sufrió un sinfín de persecuciones y vicisitudes durante la persecución y exterminio que los nazis llevaron en contra de los judios. 

Los años que Vladek y Anja vivieron bajo la sombra de la guerra y el holocausto fueron testigos de actos crueles e inhumanos, e incluso los sufrieron en carne propia. A lo largo de las casi 300 páginas que integran esta novela, podemos ver derrumbarse la vida de Vladek, quien pasó de tener una posición acomodada en la sociedad polaca, terminó sumido en la pobreza y luchando por su vida en un campo de concentración. 


Para darle vida a los relatos que escuchaba de su padre, Art Spiegelman decidió que los personajes fueran animales asignados a distintos grupos. Los judios eran representados como ratones, los alemanes como gatos, los polacos como puercos, los franceses eran ranas, los estadounidenses como perros, etc. Esto ayudó a darle una nueva dimensión a las historias sobre la Segunda Guerra Mundial y nos permite entender mejor cómo se relacionaban entre sí los distintos actores de ese período histórico. 

Podría pensarse que al poner animales y no a humanos en un drama así disminuiría el impacto emocional, cosa que no ocurre, de hecho, el relato adquiere otra dimensión muy peculiar, donde la tensión y los momentos emotivos siguen estando muy presentes. Los trazos en los dibujos de Spiegelman ayudan a darle más crudeza a las desgracias que viven los personajes, con los que uno inevitablemente termina encariñado, volviendo propias sus angustias y sufrimientos. 

Esta obra maneja dos tiempos narrativos, uno ubicado en el Nueva York de los años ochenta, período en el que Art intentaba darle vida a una novela gráfica sobre la historia de su padre en el Holocausto, para lo que ambos se reúnen continuamente. La otra es precisamente la historia de Vladek, ubicada en la Polonia ocupada por los nazis de la Segunda Guerra. Ambos relatos nos ayudan a conformar mejor la personalidad de Vladek, y cómo la persecución de la que fue objeto terminó por transformarlo radicalmente. 


El Vladek neoyorkino es un anciano obsesionado con el ahorro, el órden y muy cuadrado en su forma de pensar; el Vladek de Auschwitz es un hombre inteligente, generoso y valiente, quien gracias a la buena fortuna y a la toma adecuada de decisiones logró salir bien librado de uno de los mayores horrores por los que ha pasado la humanidad. Estas dos versiones de Vladek en apariencia tan diferentes terminan siendo conectadas y adquiere coherencia cuando terminamos de leer Maus: Relato de un sobreviviente

Esta novela gráfica es considerada ya todo un clásico y no es para menos, pocas obras referentes al holocausto pueden acercarnos tanto al horror que vivieron los judíos en aquellos años. Aunque para ser sincero, este libro es un documento fiel y conmovedor de la peculiar relación de un padre y su hijo, y de la forma en la que el segundo intenta preservar para siempre la memoria del primero. Y es que no importa el tiempo que pase, hay heridas que nunca se cierran y se transmiten de generación en generación. 

Todos deberían leer Maus al menos una vez en la vida.

lunes, 21 de diciembre de 2015

17 cosas que pensé mientras veía el último programa de Chabelo


El pasado domingo se transmitió la última emisión del programa En Familia con Chabelo, cerrando así un ciclo de 48 años al aire. Obviamente lo vi y hasta me dieron ganas de chillar al final pero me aguanté. Mientras lo checaba, pensé varias cosas...

1. El señor Jorge Alberto Aguilera, encargado de la sección Los cuates de la provincia es eterno. Supongo que toma la misma pócima mágica que Chabelo y por eso no envejece. 


2. Al final, las leyes que prohibieron que los dulces y alimentos chatarra dejaran de anunciarse en horario matutino sí afectaron al programa En Familia. Antes todos estos productos se anunciaban con Chabelo, en cambio, durante los últimos meses los patrocinadores ya eran productos médicos o dirigidos al público adulto. Eso terminó notándose en la dinámica del programa y enrareciendo. 

Supuestamente esta ley era para evitar que los niños siguieran engordando, cosa que no ha pasado, y en cambio, terminaron matando al amigo de todos los niños. Pinche gobierno, siempre descomponiendo todo.

3. Y por eso mismo, como los patrocinadores eran clínicas para personas con dolores de rodillas o sordera, pues casi ya no concursaban niños, sino papás. 

4. En Familia con Chabelo nunca se caracterizó por dar regalos muy costosos o exhorbitantes, al contrario, siempre fueron bastante austeros. La diferencia era que uno de niño veía la vida con ilusión y quisiera estar concursando para llevárselos. 

5. ¿Qué diablos es eso de ‘Agua inmaculada’ que se anuncia con Chabelo? ¿Será su elixir de la eterna juventud?


6. Se nota que hasta el final Chabelo disfrutó haciendo su programa. Siempre lo vi cómodo y feliz, y ayer no fue la excepción. Sin duda ese programa era su pasión. 

7. En la última catafixia no hubo regalos chafas, como era una tradición. Aquello se me hizo buen detalle. 

8. Chabelo es el único ser al que le perdono usar calcetín blanco con zapatos y bermudas. 


9. Pinche Televisa, te odio por haber hecho llorar a Chabelo. Ya está grande, es como pegarle a un abuelito o a un árbol gordo gigante. Culeros.



10. Me encantó que la mayoría de las personas que siempre decían no haber visto el programa y/o que siempre lo criticaban, el domingo estaban subidos al Tren del Mame por el adiós de Chabelo. Yo siempre le fui fiel y sí sentí feo, pero genuinamente, no como la mayoría de ustedes, ¡posers!

11. Siempre me ha chiflado que Chabelo se cambie varias veces de ropa durante el programa. 

12. Aunque está chido que en los últimos años Chabelo usara camisas beisboleras extra grandes, prefería cuando usaba su traje setentero.


13. Muchos le reclaman a Televisa porque el último programa estuvo algo desabrido, pero lo cierto es que quizá fue el mismo Chabelo quien escogió tener un bajo perfil en su despedida, pues así es su personalidad.

14. Chabelo siempre tuvo buen ojo para elegir a sus edecanes. 

15. Siempre quise participar en la “escalera loca”, pero como era un concurso para papás, pues nunca tuve chance. Ya me la pelé. 

16. ¿En unos años irán a sacar “Chabelo animado”?

17. Cuando Chabelo apagó las luces del Foro 2 y salió del foro, simplemente se me rompió el corazón. Ver el rostro con lágrimas de Xavier López nos habla de lo mucho que le costó despedirse de este proyecto.



Y ya, la depresión no me deja escribir más. ¡Te quiero mucho Chabelo y espero tu regreso para la segunda temporada!

miércoles, 16 de diciembre de 2015

“Michael Jackson Hot-Joto, con Bibi Gaytán", y otras incoherencias de cuando uno va en la primaria

Cuando somos niños decimos muchas estupideces -luego crecemos y decimos todavía más-. Y es que, es en esta época de nuestras vidas cuando nuestra mente inocente comienza a retorcerse de forma perturbadora. 

No digo que en la Primaria nos volvamos unos seres endemoniados, sino simplemente nuestra boca va más rápido que nuestro cerebro, y si a esto le sumamos la poca experiencia que tenemos en la vida, pues es fácil explicar por qué nuestra cabeza termina formulando pensamientos incoherentes. 

A continuación enlistaré cinco ejemplos de pensamientos o actitudes carentes de sentido, de los que fui testigo cuando iba en la primaria.

1. “Mejor cómprate unas herramientas” 

Cursaba el quinto grado de primaria y después de ahorrar por semanas me había comprado una figura o-r-i-g-i-n-a-l de uno de los Caballeros del Zódiaco. Obviamente lo quería presumir y lo llevé a la escuela. Fue en el recreo cuando un par de amigos me dijeron que había hecho muy mal por haber gastado mi dinero en un muñeco. El argumento de uno de ellos, que se llamaba Christian y le decían “Chico” (no sé si algo le conocían o le hablaban al tanteo), fue…

- No Pif (así me decían), ya no gastes en muñequitos, mejor cómprate unas herramientas.

¿¡¿¡QUÉ?!? Osea ¡¡¡no manchen!!!. Teníamos 10 años y esos niños decían que ya debía dejar de pensar y querer juguetes para empezar a comprarme herramientas de señor 

¿¡Pues qué vivimos en un país en guerra para dejar de lado mi niñez y hacerme de unas herramientas!? Si mi sueño hubiera sido ser carpintero o mecánico cuando fuera grande, pues voy de acuerdo, pero a los 10 años no tenía ni idea de qué haría con mi vida. Ahora tampoco la tengo, pero esa es otra historia. 

Total, nunca les hice caso. De haberlo hecho, quizá ahora no sería tan inútil y sabría usar un taladro, reparar autos, colgar cuadros en las paredes y esas cosas que hacen los hombres de verdad. 


2. El cuchillo

Cuando iba en segundo de primaria se decía que en la cisterna de la escuela se aparecía un cuchillo. Sí, leyeron bien. En la cisterna de la escuela se aparecía un cuchillo diabólico. 

¿Qué hacía el dichoso cuchillo? ¡Nada! 

¿Qué hacía en el supuesto interior de la cisterna? ¡Nada! 

¿Por qué nos daba miedo si la cisterna siempre estaba cerrada? Sabrá Dios. 

Ni siquiera era que el cuchillo volara, tuviera vida propia, poseyera a la gente o estuviera en la mano de un asesino… nada de eso. Es como tenerle miedo al cuchillo de la cocina y eso está muy chafa. 


3. Yo uso “Condom”, y me protejo 

Cuando era niño en las calles había un anuncio espectacular que decía “Contra el SIDA te protejo: Condón”, y había una especie de globito enojado. Nunca entendí a qué diablos se refería, ni qué era el Sida y mucho menos porqué el dichoso “Condón” era como un súper héroe. 

Entonces, iba en sexto de Primaria cuando en una plática sobre gripas y catarros, un compañero que se llamaba Julio dijo muy serio:

- “Yo nunca me enfermo de nada porque uso ‘Condom’ cuando cojo”. 

Sí, así dijo “Condom”. En ese momento, esa afirmación no tuvo la menor lógica para mí. ¿Qué era eso del ‘Condom’? ¿Acaso una medicina mágica? ¿Y qué es eso de ‘cojer’? ¿Es cómo agarrar algo?

Años después comprendí la frase, aunque no del todo, pues obviamente a los 10 años Julio no usaba condones ni cojía. Es más, seguro que la incoherencia que dijo ni siquiera tuvo sentido para él. 


4. La casa de los sustos

En la primaria teníamos una casa de los sustos: El baño. 

Sí, por algún extraño motivo éramos masoquistas y teníamos un juego extraño: Entrar al WC de niños y ver el contenido de los escusados. Y es que como en toda escuela de gobierno los baños estaban hechos un asco, por eso, ver las plastas que ahí se encontraban era peor que toparse con un fantasma o un monstruo. Al final salíamos con los ojos llorosos y ganas de vomitar. Sigo sin saber por qué hacíamos eso. 


5. Michael Jackson Hot-Joto, con Bibi Gaytán 

En primaria era muy fan de Michael Jackson. Bueno, lo sigo siendo. Sabiendo eso, una vez un compañero de nombre Miguel se me acercó para hacerme una oferta: Según él, tenía en su poder un VHS titulado “Michael Jackson Hot-Joto”, que contaba con la participación especial de Bibi Gaytán. En el dichoso video los dos salían bailando encuerados. 

WTF?!?! ¿Neta el tal Miguel pensó que alguien iba a creer semejante mentira?

Y lo mejor, es que el dichoso video podría ser mío por sólo 20 pesitos, cantidad que si bien hoy me parece de lo más accesible, a mis 10 años no era tan fácil tenerlos a la mano. 

Nunca compré el video, pues desde entonces aquello me sonaba a estafa, aunque debo admitir que a veces llego a preguntarme ¿y si ese video era real? Lástima, no aproveché la oferta y me quedé sin ese artículo de colección que seguramente hoy vale miles de dólares. 


* * * * *
Mi conclusión: Los niños de las primarias están imbeciles. O al menos así era en mi generación.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Delincuente soy (de nuevo)


En el verano del 2006 me convertí en un delincuente, cuando en un Wal Mart me robé una botella gigante de cartón, usada como objeto promocional de Coca Cola, y que era alusiva al Mundial de Alemania 2006. Ese hecho bochornoso de mi vida lo conté hace años en este blog, y de hecho pueden leerlo dando clic aquí.

¿Por qué saco a relucir en estos momentos mi obscuro pasado? Pues porque 11 años después volví a convertirme en un delincuente, y aunque ahora sí no merezco perdón de Dios, decidí una vez más contarlo en este espacio, para dejar así constancia del horrible ser que soy.

Todo ocurrió el pasado domingo por la noche, cuando fui con Tania a un Superama para la compra semanal de la despensa. En cuanto ingresamos al estacionamiento de la tienda, Tania vio que en un rincón del estacionamiento estaba abandonada una de esas canastas de plástico para ir echando los productos que uno va eligiendo cuando se encuentra dentro de la tienda.

En broma ella dijo “Deberíamos llevárnosla”. Y pues, entre broma y broma la verdad se asoma. En ese momento no le di importancia al comentario y entramos a la tienda.

Cuando regresamos con las bolsas ‘del mandado’ y las estábamos metiendo a la cajuela del auto, Tania nuevamente vio la canasta abandonada y 'casualmente' nuevamente dijo:

- Deberíamos llevárnosla.

Mi respuesta fue la de cualquier persona honesta:

- Pues va, órale.

Lo que siguió ocurrió muy rápido. En cuestión de segundos ambos intentábamos meter la dichosa canasta en la cajuela. No cabía. Tania diciendo "apúrate, apúrate, alguien nos va a ver… ¡ay no, una señora ya se dio cuenta, ya se dio cuenta!” Y yo, como un ser enfermo de maldad, con los ojos inyectados de sangre le contestaba de forma violenta “no me importa, ahora nos la llevamos”

Para lograr nuestro plan endemoniado abrimos las puertas traseras del auto y pusimos la preciada canasta sobre el asiento trasero. Mientras Tania la cubría con algunas bolsas yo me quitaba la chamarra para tapar toda evidencia que nos delatara. Subimos al auto, arrancamos como alma que lleva el Diablo y sudamos frío cuando llegamos a la salida. Dimos el boleto del estacionamiento y la pluma se levantó, dejándonos libres. Ya en el exterior suspiramos aliviados: Oficialmente éramos unos malditos ladrones, una completa vergüenza para la sociedad.

Cuando íbamos de regreso a casa noté que detrás de nosotros iba una patrulla. Por unos segundos me imaginé inmiscuido en una persecución de película, y luego recluido tras las rejas, pasando años en las sombras pagando por mis malas acciones.

Pero luego la patrulla se detuvo en unos tacos.

Ahora la canasta -que por cierto, está manchada con las huellas de la deshonestidad- se encuentra en mi casa. La verdad no la hemos usado y no sabemos realmente para qué carajos la queremos. Aquí el botín, cada que lo veo siento que una y otra vez me dice “eres un maldito ladrón asqueroso”: 


Aunque luego se me quita.

En fin, espero que un día no llegue la justicia a tocar hasta mi puerta, o peor aún, me detengan el día que se me ocurra volver a poner un pie en ese u otro Superama.

Si termino en la cárcel por favor llévenme nueces de la india:


Y también Nueces de la India:
Ya sé lo que están pensando: Pinche Gabriel, eres un desmadre.

Y sí.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Ya no hacen los escusados como antes


Por lo general, los avances tecnológicos le han facilitado la vida a la humanidad, haciendo que todo sea más práctico y sencillo. Sin embargo, hay un rubro donde ni todo el conocimiento científico ni las innovaciones nos han ayudado. De hecho, se ha presentado un claro retroceso del que todos somos víctimas, aunque muy pocos lo confiesen. 

Hablo, por supuesto, del escusado, taza del baño, trono, o como usted quiera llamarle… 

Si nadie tiene el valor moral de hablar del tema, lo haré yo, pues me hice consciente del tema hace unas semanas. No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo, pero desde hace mes y medio me mudé de casa. El bonito departamento donde ahora vivo tiene dos baños, los cuales me causaron desconfianza desde la primera vez que los vi, pues al “jalarles” noté que no emplean tanta agua como los baños de antaño. 

Sí, ya sé que la poca cantidad de agua es por rollos ecológicos y de ahorro del agua, pero no son muy efectivos qué digamos. Los baños de hace unos años soltaban una poderosa descarga de agua, formando un remolino potente que se llevaba casi todo lo que estaba depositado en el interior de la taza. Pero ahora, el agua y el remolino de cada descarga es tan pinche, que en muchas ocasiones no son suficientes para llevarse los cakes. 

Y esto lo digo con conocimiento de causa, pues en los últimos diez días he tapado el baño de mi departamento no una, no dos… sino tres veces. 

Ni pongan esa cara de asco, de hecho me declaro inocente. Tampoco es que esté comiendo demasiado o que posea una potencia sobrehumana cuando voy a soltar el miedo, más bien el problema es que esos baños están hechos para niñitas que solamente comen lechuga. 

La primera vez que tapé el baño pensé: Va, la verdad sí hice un poco más de lo que acostumbro y con todo el asco del mundo me puse a vaciar varias cubetas al inodoro. Y santo remedio. 

Para evitar nuevas complicaciones, cuando nuevamente me andaba del 2 iba al otro baño. Lo malo es que unos días después también tapé es. Ya se imaginarán lo feliz que me puse. Nuevamente viví el show de destaparlo, sólo que ahora “el producto” nomás no se iba, así que debí incrementar la cantidad de cubetazos y hasta usar la bomba destapa caños. 

Cuando logré destaparlo me sentí como un gladiador que había vencido a un león gigantesco, o como Gloria Trevi en esta película:



La tercera vez que nuevamente tapé el baño ya ni siquiera me sorprendí y resignado comencé una vez más con el procedimiento para liberar la tubería obstruida. 

Desde entonces vivo en la incertidumbre y cada vez que llega el momento de jalarle al váter mi mundo se detiene unos segundos esperando que todo se vaya con facilidad. 

Ya casi llegamos a Marte, podemos saber al instante lo que ocurre del otro lado del mundo, pero como humanidad no somos capaces de hacer que un pinche inodoro genere la suficiente potencia de succión y a la vez gaste poco líquido. En otras palabras, el desarrollo de los últimos años ha servido para un carajo, pues lo que ahorramos en agua gracias a estos baños, lo acabamos usando en todas las cubetas que llenamos para lograr destapar el baño. 

Y esto no es exclusivo de mi nuevo hogar, ya que en varios lugares me he topado con esos baños ecológicos que solamente nos dejan en ridículo porque se tapan casi casi con la pura mirada. 

Ahora tengo que ir por la vida buscando dónde hay baños viejitos y confiables, en los que pueda soltar toda mi furia sin temor a las consecuencias. Podrán reírse de lo que acabo de escribir y decir que soy un marrano, pero lo cierto es que son muchos los que comparten mi sentimiento pero prefieren callar y sufrir en silencio.

lunes, 30 de noviembre de 2015

La canción de Chabelo que me rompió el corazón


Hace unos días, se anunció que el programa En Familia, que conduce Xavier López Chabelo, llegaría a su final tras casi 50 años de transmitirse cada domingo. Quienes me conocen saben que soy un maldito cursi y que éste tipo de cosas me conmueven en demasía. Y es que la mera verdad soy muy fan de Chabelo. 

Aunque muchos se creen revolucionarios-chairos-anti sistema-enemigos de Televisa y dicen cosas como “yo nunca he visto ese programa” o “de niño no estaba idiota y ni televisión veía porque es el opio del pueblo”, la verdad es que TODOS los mexicanos alguna vez han visto el programa de Chabelo. Incluso me atrevería a decir que incluso guardan un recuerdo referente a este legendaria emisión televisiva. 

En mi caso, cuando despertaba temprano los domingos y prendía la tele para ver En Familia no sólo me gustaban los concursos, sino que además me imaginaba participando en ellos y teniendo que elegir entre las distintas opciones que le daban a los participantes. 

Con mucha claridad recuerdo gran parte los concursos, los patrocinadores y los premios. ¡Hasta sufría a la hora de las catafixias! Sin embargo nunca pude ir a la grabación del programa. A pesar de que por años mi sueño fue asistir, ni mis papás ni yo mandamos nunca esa carta (era un tiempo prehistórico, antes de los correos electrónicos) para pedir boletos. 

* * * * 
Crecí, por lo tanto, teniéndole cariño a un niño que cada mañana de domingo veía en televisión y al que nunca tuve problemas para considerarlo “mi cuate”. Tampoco me conflictuaba saber que en realidad Chabelo era una persona madura. Eso sí, escucharlo hablar con su verdadera voz (la de Xavier López) nunca me gustó. Es raro, como si alguien llegara y le diera de patadas a mi niño interior. 

Todo este apego que sentía hacia Chabelo se materializó cuando asistí a una edición de Espacio -uno de los eventos para universitarios que Televisa organizaba- y entré a una conferencia magistral que estuvo engalanada por el propio Chabelo. Cuando fue presentado e irrumpió en el escenario el público se le entregó con varios minutos de aplausos. Recuerdo haber sentido un nudo en la garganta mientras me decía a mí mismo: ‘Ahí está Chabelo, ¡estás frente a una leyenda!’

Lo anterior ocurrió en el 2001 y cuando lo cuento generalmente recibo burlas o rostros de incredulidad. Francamente me vale. No planeo ir por la vida ocultando mi admiración hacia una persona sólo porque los demás no comparten mi opinión. 

* * * * 

No pude evitar ponerme nostálgico cuando el propio Chabelo confirmó lo que ya se rumoraba desde días antes: En Familia llegaría a su fin.



Pus sí, sentí bien gacho, sobre todo porque siento que parte de mi niñez se va con Chabelo. Por otro lado, seguramente los boletos para los últimos programas estarán súper cotizados y ya no podré asistir nunca al programa. Todo este asunto de su adiós me hizo recordar que una de sus canciones me gusta mucho e incluso está entre mis favoritas de todos los tiempos. 

Se llama “Vale la pena vivir” y cada que la escucho me rompe el corazón. Aunque aquí debo hacer una aclaración, pues por esta ocasión el término “me rompe el corazón” lo uso para decir que la canción me quiebra emocionalmente pero de manera positiva, y no sólo eso, pues también me pone de buen humor y me llena de esperanza el corazón. 

Ok, lo anterior suena bien cursi y hasta yo me doy asco, pero es la verdad. 

La letra de la canción es de Armando Manzanero, pero en la voz infantil de Chabelo transmite un optimismo y vitalidad que nadie más podría darle. Además, el toque de la música mexicana ayuda a redondear favorablemente la pieza.



Admito que este post, ademas de querer mostrarles una canción que siento está poco valorada, es para reivindicarme con Chabelo. Nunca iré a su programa, pero de alguna forma crecí acompañado por él, así que este texto es una forma de agradecerle por tantas horas de sana diversión y por crecer a mi lado. 

Gracias por todo cuate.

martes, 17 de noviembre de 2015

Pinche Tren Ligero


Hasta hace unos meses el Tren Ligero de la Ciudad de México (que va de Taxqueña a Xochimilco) era algo ajeno a mi vida, tanto que eran contadas las veces que me había subido en este sistema de transporte eléctrico. Mi experiencia en esas ocasiones fue bastante plana y para bien o para mal, poco memorable.

Sin embargo, de unas semanas para acá he tenido que usar con mucha más frecuencia el Tren Ligero como medio de transporte para ir al trabajo. Las primeras veces este reencuentro transcurrió con total normalidad, incluso podría decir que la combinación entre el Metro y el Tren Ligero me parecían la mejor forma de recorrer una parte de la Calzada de Tlalpan. 

Total, que todo era alegría y felicidad hasta que el pinche Tren Ligero se las ingenió para ponerme de malas. 

Ocurrió un martes. Salí de mi casa con tiempo suficiente para llegar al trabajo. Abordé el Metro y al llegar a Taxqueña me dirigí a la estación Tasqueña del Tren Ligero. Tranquilo esperé a que llegara el tren y me subí a uno de los vagones. El tren comenzó su avance y entonces me percaté de que no paró en la primera estación… ni en la siguiente… ni en la siguiente.

Por alguna extraña razón el tren seguía de largo sin detenerse en cada estación. Mi extrañeza se volvió enojo cuando pasamos la estación en la que debía bajarme y no pasó nada. Indignado veía los rostros de los demás pasajeros buscando en ellos rastros de desconcierto. Y nada. Al parecer yo era el único sacado de onda por ese comportamiento tan extraño del tren en el que íbamos. Llegué a pensar que estaba enloqueciendo. 

Finalmente el tren se detuvo tres estaciones después de aquella en la que deseaba bajar. Enchilado esperé a que llegara otro tren que me llevara en dirección contraria y me regresara al trabajo. No sé ni cómo logré evité el retardo. 

Al otro día, miércoles, volví a subirme al Tren Ligero olvidándome por completo de la experiencia del día anterior, pues según yo había sido solamente un hecho aislado. Grave error. En cuanto subí al vagón y vi que pasamos la primer estación sin detenernos sentí que aquello era una mala pesadilla. Aún así suspiré pues nuevamente iba con tiempo suficiente. 

El problema fue que en esta ocasión el Tren Ligero no sólo se siguió de lado cuando pasamos por la estación en la que me debía bajar, sino que tampoco se detuvo donde un día antes lo había hecho sino hasta el Estadio Azteca. 

Cuando el señor chofer del Tren Ligero se digno a parar ya se me hacía tarde. Para mi consuelo, esta vez fuimos muchos los que enojados nos bajamos del tren preguntándonos qué diablos había pasado. 

Poder regresar hacia mi chamba fue un infierno, pues los trenes que iban en dirección contraria iban a reventar y lograr subir en ellos era imposible. Cuando lo logré ya era demasiado tarde para evitar el retardo en mi trabajo. Por supuesto me puse a mentar madres en Twitter, esperando que los encargados del Tren Ligero me dieran una explicación de lo ocurrido. Solamente recibí una respuesta escueta que no me aclaraba realmente por qué los trenes ligeros no se detenían en cada estación:


Al salir de trabajo, de regreso a casa, fui a quejarme a la estación del Tren Ligero de Tasqueña (que al igual que las otras estaciones de este medio de transporte, están bien rascuachas). Las señoras que me atendieron se mostraron extrañadas de lo ocurrido, pues según ellas, el Jefe de Estación se pone a gritar en el andén cuando los trenes no harán paradas en las primeras estaciones.

-Un sistema modernísimo, por cierto-. 

Obviamente negué que hubiera un viejo gritón anunciando la ruta que seguiría el tren. No contento con la explicación fui con el propio Jefe de Estación y me dijo lo mismo: Cuando los trenes se van directo, él mismo lo avisa a gritos. Hasta ganas de mentarle la madre me dieron. 

En ese momento me sentí ridículo pues jamás escuché los gritos del Jefe de Estación, o bien, el dichoso Jefe de Estación tiene voz de niña de tres años. 

Al otro día nuevamente me subí al tren ligero y en esa ocasión sí fue haciendo parada en cada estación, aunque eso sí, salí de casa todavía más temprano por si nuevamente el chofer del tren hacía su graciosada. 

Desde entonces vivo en miedo constante de abordar uno de esos trenes malignos que se detienen donde les da la gana. Afortunadamente hasta ahora no he vuelto a vivir esta horrible experiencia, sin embargo, sigo sin entender por qué diablos en el Tren Ligero piensan que es una buena idea que a veces los trenes no hagan paradas y a veces sí. Con este tipo de transporte nunca llegaremos al primer mundo. 

A veces hasta me dan ganas de mejor irme diario en auto, pero luego me acuerdo del tráfico y se me pasa…

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Tras la pista de "Diseñador Ambos Sexos"


“La vida misma es un motivo para reír”
Partamos de un hecho claro: Históricamente en México eso de realizar buenos sitcoms no se nos da. Salvo honrosas excepciones, los intentos que se han hecho o han dejado mucho que desear, o bien, ni siquiera pertenecen a este género de comedia.

Supongo que antes de continuar debería explicar qué es una comedia de situación, pues bien, es un formato televisivo cómico, cuyos episodios se desarrollan regularmente en los mismos lugares y con los mismos personajes y en donde se suelen incluir risas grabadas o en vivo. Si bien cada capítulo tiene una trama independiente, poco a poco van desarrollando una historia continúa más compleja.

Como ejemplos de esto tenemos a nivel internacional Friends, Seinfield o actualmente The Big Bang Theory. Sin embargo, en nuestro país el género no ha sido tan desarrollado, pues el humorismo nacional tiende más a los sketches y a las parodias.

Desde siempre he sido un gran admirador y seguidor de la comicidad, y se podría decir que actualmente vivo de escribir cosas medianamente graciosas. De hecho, muchos de mis ídolos o son comediantes, o personas que se dedican a hacer reír a los demás.

Por eso, atesoro con especial cariño aquellos sitcoms nacionales que he tenido la oportunidad de ver y qué me han gustado, como por ejemplo La Familia P. Luche, Fonda Susilla, Amor Mío o Vecinos, por mencionar algunos. Y es aquí dónde hablaré de Diseñador Ambos Sexos, que desde mi punto de vista ha sido el mejor programa de comedia de situación mexicano de los últimos años. 



Fue estrenado a principios del 2001 por Televisa y se transmitía los miércoles a las 10 de la noche. Recuerdo que al terminar el primer capítulo, en el Noticiero de Joaquín López Dóriga se mencionó que aquella primera emisión había roto récords de audiencia para un programa de ese género. 

Y no era para menos, desde el primer capítulo este programa se notaba diferente a todo lo que entonces se hacía (y se hace) en cuanto a comedia en México. Y de hecho, ahora que lo pienso, en México actualmente la televisión de comedia está muerta y carece de programas humorísticos. 

Pero volviendo a Diseñador Ambos Sexos, este programa trataba sobre Juan Felipe (Héctor Suárez Gomís), un diseñador de modas que no encuentra trabajo pues en la industria prefieren a los diseñadores homosexuales. Por eso, decide hacerse pasar por gay (incluso se cambia el nombre a Jean Phillipe) para conseguir trabajo en Cossette’s Little Secrets, una importante empresa de ropa interior en la que entra a trabajar como diseñador ambos sexos. 

Para su sorpresa, en esa misma compañía también trabaja Carolina Carrera (Luz María Zetina), antigua novia de Juan Felipe en la universidad, con quien de inmediato rivaliza profesionalmente, aunque siempre haya tensión sexual entre ambos. Además hay otros personajes muy divertidos, como Bobby, un actor que espera ser descubierto y mientras eso pasa vive de mantenido en el departamento de Juan Felipe; Fabiola, amiga millonaria de Caro; Valente, un compañero gay de Cossette’s Little Secrets; Don Félix, dueño de Cossette’s; y Lola, una simpática española que también trabaja en la industria.

Aquí una parte del primer capítulo:


Sobra decir que como buena comedia de situación, Diseñador Ambos Sexos estaba llena de enredos, pero también de una trama que se iba desarrollando conforme avanzaban los capítulos, y que giraba alrededor de la historia de amor entre Juan Felipe y Caro.

Por aquel entonces el programa me traía estúpido. No me perdía ningún capítulo e intentaba ir desmembrando cada uno de ellos, analizando el timing de los chistes, el desarrollo de los personajes y la forma en la que se iban planteando las historias. Siempre he tenido la loca idea de qué mi vida es un sitcom, por lo que la idea de escribir uno es algo que sigue dándome vueltas en la cabeza. 

Así pasó la primera temporada, compuesta por 24 capítulos. Alejándose de lo que ocurre con los sitcoms gringos, la segunda temporada empezó un mes después del final de la primera. Esta segunda fase duró 22 capítulos. Es decir, prácticamente la serie se transmitió ininterrumpidamente durante todo el 2001. 

Y después silencio. 

Esperé que aquel último capítulo emitido el 28 de noviembre de aquel año fuera solamente un final de temporada y que la serie volviera muy pronto, pero el tiempo pasó y la serie dejó de transmitirse sin que los televidentes tuvieran ninguna explicación. La serie fue exitosa, de eso no me cabe la menor duda, aunque quizá los costos de producción eran muy altos para mantenerla al aire. El punto es que aún hoy me pregunto porque no se continuó con un producto que sin duda tenía calidad, tanto en manufactura, como en guiones y por supuesto, en actuaciones, donde además de los actores protagónicos, César Bono y Mara Escalante brillaban con luz propia. 

Un par de años después, gracias a este blog y a que él también tenía uno (tan genial que terminó siendo un libro y un show de comedia), tuve la oportunidad de conocer a Héctor Suárez Gomís. Aún así nunca pude preguntarle el por qué del final de uno de mis programas favoritos. 


Por ahí del 2011 me enteré que estaban repitiendo el programa en el canal de cable Distrito Comedia y nuevamente volví a verlo.

Y ahora, en este 2015, una vez más y de modo cíclico le estoy dando una nueva repasada. ¿Y saben? El programa me sigue gustando igual o aún más. En mi opinión ha resistido muy bien al tiempo pues sigue funcionando y siendo muy actual a pesar de los casi 15 años que han pasado desde que estuvo al aire. Todo esto me confirman que en efecto, Diseñador Ambos Sexos fue y es un gran programa.

Cuando esta serie estaba en su punto más alto, escuché que en una entrevista Luz María Zetina dijo “La vida misma es un motivo para reír” para referirse a su trabajo en Diseñador Ambos Sexos, desde entonces adopté esa frase como parte de mi estilo de vida, y si hoy sigo viendo a la comedia como un elemento elemento clave para poder enfrentar cualquier adversidad y sobrellevar la existencia, en parte fue por este gran programa.

Actualmente Diseñador Ambos Sexos se transmite en el canal Distrito Comedia, aunque también pueden encontrar todos los capítulos en YouTube, si pueden no dejen de echarle un ojo.

Los dejo con uno de mis capítulos favoritos:


domingo, 23 de agosto de 2015

Hola, mi nombre es Gabriel y no tengo papá


Me ocurre varias veces al año y me incomoda ver a la gente incomodarse porque creen que me incomodan. 

¿No me entienden? Me explico...

Hace unas semanas veíamos las fotos de la boda del hermano de mi novia. En algunas de las imágenes donde él se preparaba para la ceremonia y se pone su traje, él aparece junto a su papá (osea mi suegro). Un par de horas después, mi novia me confesó haberse sentido incomoda pues pensaba que yo me había puesto triste al ver esas fotos. Y es que yo no tengo papá. 

Como ya conté una vez en este blog, mi papá murió en febrero del 2003. Desde entonces es común que mucha gente crea que me sacó de onda cuando me hablan de él. Quienes no están muy al tanto de mi pasado o apenas están conociéndome, frecuentemente llegan diciéndome: 

- Y tu papá ¿a qué equipo le va...?

O...

- ¿Cómo te llevas con tu papá? 

O... 

- ¿Qué le vas a dar a tu papá de Día del Padre? 

Es ahí cuando respondo: Es que no tengo papá, se murió hace unos años. 

Y así la persona en cuestión pone cara seria, me dice que lo siente mucho e intenta excusarse diciendo con mucho pesar y vergüenza “perdón, no lo sabía", para luego cambiar de tema rápidamente . Y a mí todo este tema me parece de lo más simpático. 

No, no me entiendan mal: NO me parece simpático que se haya muerto mi papá, pero tampoco es un tema que me lacere el alma. Hay muchas personas que después de sufrir una pérdida pasan años en luto y emocionalmente tratan mucho en reponerse. Conmigo no fue así, los años que viví a lado de mi papá fueron tan buenos y los disfruté tanto, que acordarme de él (cosa que hago diario) lejos de entristecerme me pone de buen humor. 

Por eso me da risa cuando alguien, por algún tipo de comentario, descubre que 'no tengo papá', e intenta pedirme disculpas. Por eso, para evitarles la pena, he pensado en mandar a hacer unas etiquetas que digan "Hola, soy Gabriel Revelo y NO tengo papá (ah, y no siento feo por eso)", y usarlas cuando vaya a un lugar en el que vaya a conocer a nuevas personas. 

Si están leyendo y me conocen, no sientan pena de hablar de sus papás cuando yo esté presente. En serio, no me incomoda ni me pongo triste.

sábado, 25 de julio de 2015

Masaje del mal


De unos años para acá en muchos centros comerciales del país han sido colocados varios sillones masajeadores, a los que basta con echarle unas monedas para disfrutar de 5 minutos de un supuesto masaje relajante y terapéutico.

Muchas veces llegué a pasar junto a esos artefactos y con curiosidad veía a varias personas haciendo uso de ellos, mientras en sus rostros se dibujaba una extraña expresión de placer y tranquilidad. Toda esta experiencia por sólo 10 pesitos. 

Confieso que me daba curiosidad saber qué se siente usar estos sillones masajeadores, aunque también pena, pues en mi opinión, eso de sentarme y poner cara de placer mientras un montón de gente desconocida se me queda viendo es como de changuito exhibido en zoológico. 

Yo juraba que NUNCA iba a usar uno de esos objetos malignos. Pero como suele pasar, cualquier historia cambia cuando en la ecuación entra una mujer. En este caso fue mi novia la que tuvo la ocurrencia de que –nomás por cotorrear- probáramos la experiencia de usar uno de estos masajes. 

Sucedió hace varias semanas en el centro comercial Patio Universidad. Habíamos comprado boletos para el cine pero faltaba una hora para que empezara nuestra función. Buscábamos la manera de matar el tiempo y nos topamos con un par de estos sillones masajeadores, así que decidimos a ver qué tan efectivos son. 

No lo hubiéramos hecho… 

Por sólo 10 pesos estos artefactos del diablo prometían unos minutos de paz y relajación. El resultado fue todo lo contrario. Para quienes aún no viven la experiencia, les cuento que el dichoso sillón tiene unas raras piezas metálicas en su interior, las cuales comienzan a moverse de forma rara y siniestra en cuanto uno deposita el importe por el masaje. 

Primero cada una de tus piernas son aprisionadas, después ocurre lo mismo con tu cabeza, al mismo tiempo que en la espalda comienzas a sentir un golpeteó intenso y poco agradable (como si te estuvieran agarrando a batazos). Y lo peor, es que cuando más descuidado y vulnerable te encuentras, sientes una de estas piezas explorando de forma poco gentil tu trasero. Aquello parece examen de próstata. 

No sé qué gestos hacía mientras el dichoso sillón me violaba, pero me imagino el extraño espectáculo que le estaba dando a quienes pasaban por ahí y veían mi cara de sufrimiento y placer. Oficialmente me sentía chango exhibido en circo. 

Los minutos que duró aquel masaje se me hicieron eternos e insufribles. Para cuando todo acabó me sentía como si hubiera recibido una golpiza.

Giré la cabeza para ver a mi novia, quien también lucía como si acabara de correr un maratón. Comenzamos a platicar nuestra experiencia y coincidimos en lo raro que fue sentirse estrangulado, atacado y violado por un sillón maligno. La única diferencia fue que, a pesar de también sufrir los embates del sillón luchador, ella estaba dispuesta a volver a repetir la experiencia. Algo a lo que por supuesto me negué. Ni saliendo del cine ni otro día he querido sentarme nuevamente en uno de esos sillones de tortura. Es más, no sé cómo hay gente que es fan de usar esas cosas. 

Temo que en algún momento de mi vida tendré ir a un psiquiatra y contarle sobre los maltratos que recibí por parte de este sillón de masajes. Si ustedes no han tenido el infortunio de usar uno, no lo hagan. Si respetan su integridad mental y física huya de ellos, véanse en el espejo de este triste tipo que sigue traumado por la experiencia, y que para superarla tiene que escribirla en su blog.

domingo, 12 de julio de 2015

Netflix llegó a mi vida


Nunca le había visto chiste al Netflix, ese servicio de streaming por internet donde pueden verse series, películas y programas de televisión a la hora que uno quiera. 

- ¿Para qué si tengo televisión con cable?, pensaba. 

Sin embargo, de unos meses para acá comencé a sentirme fuera de onda cuando en varios programas de radio y televisión que suelo escuchar, o en sitios web que frecuento, se hacía referencia al contenido de las series que en exclusiva podían ver por Netflix. 

La cosa se complicó cuando en la oficina mis compañeros comentaban con mucha emoción sobre series con historias maravillosas a las cuales yo no tenía acceso. Poco a poco, escuchar nombres como Orange is the new black, House of cards o Daredevil se me hacía más común. Entonces tuve esa terrible sensación de estarme perdiendo algo importante para mi generación, como si hubiera una fiesta fenomenal y yo fuera el único que no estuviera invitado. 

El punto crítico ocurrió cuando estrenaron Sense8 en Netflix, una serie de los hermanos Wachovski cuya historia es todo un debraye, pues trata sobre 8 personas altamente sensibles que viven en distintas partes del mundo (uno de ellas en la Ciudad de México) y que están interconectadas entre sí. 

Ya no me aguanté las ganas y un lunes finalmente saqué mi cuenta. Pensé que hacerlo era poco menos que venderle mi alma al Diablo, pues siempre que hago trámites con tarjetas de crédito siento que me estoy condenando al infierno. Aunque en honor de la verdad, todos los sentimientos antes descritos desaparecieron en cuanto comencé a ver todas las series y películas que podría ver por medio de Netflix. 

Luego me puse a ver Sense8, los capítulos que no he visto de Hora de Aventura y el documental Hot girls wanted. Fue cuestión de días para que mi punto de vista sobre Netflix cambiara, y ahora opino que este sistema de streaming es lo mejor que le ha pasado al mundo. 

Ahora mi problema es que entre la chamba, mis entrenamientos para correr y la vida misma, no tengo tiempo para ver todas las maravillas que este sistema de entretenimiento me ofrece y sufro por ello. 

Escribiría más al respecto pero tengo una cita. Sí, con Netflix.

miércoles, 1 de julio de 2015

Tú, yo, y Valle de Bravo como testigo


Ocurrió un sábado de junio. Desde hace un par de años Tania y yo queríamos volar en parapente, pero por distintas circunstancias siempre terminábamos posponiéndolo . Finalmente los astros se alinearon, hicimos una reservación y nos lanzamos a vivir esa experiencia, que estaba destinada a ser una de las más importantes de nuestras vidas. 

Debido a que el vuelo sería en Valle de Bravo, tras un desayuno ligero salimos muy temprano desde la Ciudad de México hasta nuestro destino. Desgraciadamente una preocupación rondaba mi mente: El cielo estaba nublado al extremo y en ocasiones llovía en la carretera. Bajo esas condiciones, realizar un vuelo en parapente sería imposible por cuestiones de seguridad. 

Aún así decidí confiar en que el cielo se abriría al llegar a Valle de Bravo y llevar a cabo mi plan: Dar un anillo de compromiso. 

Llevaba meses posponiendo la entrega, no por falta de ganas sino porque no había encontrado el momento ideal para hacerlo. Por ello, que la lluvia obrara en mi contra para nuevamente retrasar mis planes se me hacía una mala broma del destino. Afortunadamente, en cuanto arribamos a Valle de Bravo tras dos horas de viajar, el cielo se despejó, permitiendo que el plan que mi plan siguiera en pie. 

Llegamos a las oficinas de la empresa que contraté para realizar el vuelo. Como aún teníamos una hora libre recorrimos un poco del malecón de este Pueblo Mágico, que entre sus muchos encantos, cuenta con un lago artificial que en realidad es una presa creada décadas atrás. 

Para matar el tiempo compramos unas papitas y nos pusimos a comerlas viendo al horizonte. Tania hablaba sin parar, yo apenas y decía dos palabras. Quería aparentar tranquilidad y sin embargo era un manojo de nervios, y como tic, una y otra vez tocaba la cangurera para asegurarme que traía conmigo la joya que cambiaría mi vida y la de ella para siempre. 

La hora llegó y junto con otras personas que también habían contratado el servicio fuimos llevados en camionetas hacia el cerro desde donde emprenderíamos el vuelo. En el camino Tania iba hablando con uno de los instructores. Tras tantos años de conocerla sé cuando está feliz y en esos momentos, su voz y sonrisa denotaban que estaba emocionada por finalmente poder cumplir su sueño de viajar en parapente. 


Llegamos a lo alto del cerro y nos dijeron que nos preparáramos porque en cualquier momento comenzaríamos a volar. Espontáneamente Tania pidió ser la primera y en cuestión de segundos ya le estaban colocando el equipo para hacerlo. Esto echaba abajo mis planes de salir antes que ella y esperarla abajo con el anillo. 


Ni hablar, habría que improvisar. 

Minutos después ella estaba en el aire y yo apenas recibía instrucciones para mi vuelo. 


Las cosas se retrasaron un poco más cuando mi instructor descubrió que el parapente estaba mal enredado y tuvo que acomodar todo nuevamente. 

Finalmente llegó la hora de la verdad y salí volando.

Ir en un parapente es una gran experiencia. La sensación de surcar los aires impulsado por el viento y la paz que se vive allá arriba mientras se disfruta de una vista soberbia es indescriptible. 

20 minutos después comenzamos el descenso, se acercaba la hora de la verdad… 

Aterricé en un terreno de un césped verde a un lado de la laguna. Ella estaba esperándome y se río de lo torpe de mi llegada. Mientras me quitaban el equipo con el que volé pensaba si era el momento adecuado de entregarle el anillo. Observé el escenario a mi alrededor (una inmensa presa, un día románticamente nublado, personas volando en parapente en el cielo) y me di cuenta que no habría otro momento mejor.

Le pedí a Tania que me acompañara a la orilla de la laguna y que me tomara una foto ‘pal feis’. Argumentando que tenía me quité la playera que traía. Entonces Tania vio la otra playera que traía abajo y que durante todo el día había estado ocultando, y que traía la imagen de una pareja casándose. Ella comenzó a llorar mientras yo sentía que se me iba la vida. Me puse de rodillas, saqué el anillo y le dije cuanta tontería llegó a mi mente y con las que intentaba explicar lo que sentía. Recuerdo haberle dicho que me había hecho correr, me había hecho volar, y que me había hecho tan feliz que quería pasar el resto de mi vida con ella

Entonces un abrazo, más lágrimas, un beso y todo el entorno se volvió mágico. Tania aceptó, no había más que decir. Por mi parte ya no estaba nervioso ni tenso, solamente feliz. 

El resto de la tarde fue perfecta: Fuimos por un café, tomamos un pequeño tour que nos llevó a conocer Avándaro y algunas cascadas de la zona, después comimos y al atardecer regresamos a la Ciudad de México, mientras en carretera veníamos escuchando muchas de las canciones que han marcado nuestra historia. 


Seis años después de conocernos decidimos comprometernos e iniciar una gran historia. Incierta pero emocionante. No sé que nos deparé el destino, pero tengo la certeza de que todo a su lado todo será más fácil.