jueves, 10 de diciembre de 2015

Delincuente soy (de nuevo)


En el verano del 2006 me convertí en un delincuente, cuando en un Wal Mart me robé una botella gigante de cartón, usada como objeto promocional de Coca Cola, y que era alusiva al Mundial de Alemania 2006. Ese hecho bochornoso de mi vida lo conté hace años en este blog, y de hecho pueden leerlo dando clic aquí.

¿Por qué saco a relucir en estos momentos mi obscuro pasado? Pues porque 11 años después volví a convertirme en un delincuente, y aunque ahora sí no merezco perdón de Dios, decidí una vez más contarlo en este espacio, para dejar así constancia del horrible ser que soy.

Todo ocurrió el pasado domingo por la noche, cuando fui con Tania a un Superama para la compra semanal de la despensa. En cuanto ingresamos al estacionamiento de la tienda, Tania vio que en un rincón del estacionamiento estaba abandonada una de esas canastas de plástico para ir echando los productos que uno va eligiendo cuando se encuentra dentro de la tienda.

En broma ella dijo “Deberíamos llevárnosla”. Y pues, entre broma y broma la verdad se asoma. En ese momento no le di importancia al comentario y entramos a la tienda.

Cuando regresamos con las bolsas ‘del mandado’ y las estábamos metiendo a la cajuela del auto, Tania nuevamente vio la canasta abandonada y 'casualmente' nuevamente dijo:

- Deberíamos llevárnosla.

Mi respuesta fue la de cualquier persona honesta:

- Pues va, órale.

Lo que siguió ocurrió muy rápido. En cuestión de segundos ambos intentábamos meter la dichosa canasta en la cajuela. No cabía. Tania diciendo "apúrate, apúrate, alguien nos va a ver… ¡ay no, una señora ya se dio cuenta, ya se dio cuenta!” Y yo, como un ser enfermo de maldad, con los ojos inyectados de sangre le contestaba de forma violenta “no me importa, ahora nos la llevamos”

Para lograr nuestro plan endemoniado abrimos las puertas traseras del auto y pusimos la preciada canasta sobre el asiento trasero. Mientras Tania la cubría con algunas bolsas yo me quitaba la chamarra para tapar toda evidencia que nos delatara. Subimos al auto, arrancamos como alma que lleva el Diablo y sudamos frío cuando llegamos a la salida. Dimos el boleto del estacionamiento y la pluma se levantó, dejándonos libres. Ya en el exterior suspiramos aliviados: Oficialmente éramos unos malditos ladrones, una completa vergüenza para la sociedad.

Cuando íbamos de regreso a casa noté que detrás de nosotros iba una patrulla. Por unos segundos me imaginé inmiscuido en una persecución de película, y luego recluido tras las rejas, pasando años en las sombras pagando por mis malas acciones.

Pero luego la patrulla se detuvo en unos tacos.

Ahora la canasta -que por cierto, está manchada con las huellas de la deshonestidad- se encuentra en mi casa. La verdad no la hemos usado y no sabemos realmente para qué carajos la queremos. Aquí el botín, cada que lo veo siento que una y otra vez me dice “eres un maldito ladrón asqueroso”: 


Aunque luego se me quita.

En fin, espero que un día no llegue la justicia a tocar hasta mi puerta, o peor aún, me detengan el día que se me ocurra volver a poner un pie en ese u otro Superama.

Si termino en la cárcel por favor llévenme nueces de la india:


Y también Nueces de la India:
Ya sé lo que están pensando: Pinche Gabriel, eres un desmadre.

Y sí.