Por lo general, los avances tecnológicos le han facilitado la vida a la humanidad, haciendo que todo sea más práctico y sencillo. Sin embargo, hay un rubro donde ni todo el conocimiento científico ni las innovaciones nos han ayudado. De hecho, se ha presentado un claro retroceso del que todos somos víctimas, aunque muy pocos lo confiesen.
Hablo, por supuesto, del escusado, taza del baño, trono, o como usted quiera llamarle…
Si nadie tiene el valor moral de hablar del tema, lo haré yo, pues me hice consciente del tema hace unas semanas. No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo, pero desde hace mes y medio me mudé de casa. El bonito departamento donde ahora vivo tiene dos baños, los cuales me causaron desconfianza desde la primera vez que los vi, pues al “jalarles” noté que no emplean tanta agua como los baños de antaño.
Sí, ya sé que la poca cantidad de agua es por rollos ecológicos y de ahorro del agua, pero no son muy efectivos qué digamos. Los baños de hace unos años soltaban una poderosa descarga de agua, formando un remolino potente que se llevaba casi todo lo que estaba depositado en el interior de la taza. Pero ahora, el agua y el remolino de cada descarga es tan pinche, que en muchas ocasiones no son suficientes para llevarse los cakes.
Y esto lo digo con conocimiento de causa, pues en los últimos diez días he tapado el baño de mi departamento no una, no dos… sino tres veces.
Ni pongan esa cara de asco, de hecho me declaro inocente. Tampoco es que esté comiendo demasiado o que posea una potencia sobrehumana cuando voy a soltar el miedo, más bien el problema es que esos baños están hechos para niñitas que solamente comen lechuga.
La primera vez que tapé el baño pensé: Va, la verdad sí hice un poco más de lo que acostumbro y con todo el asco del mundo me puse a vaciar varias cubetas al inodoro. Y santo remedio.
Para evitar nuevas complicaciones, cuando nuevamente me andaba del 2 iba al otro baño. Lo malo es que unos días después también tapé es. Ya se imaginarán lo feliz que me puse. Nuevamente viví el show de destaparlo, sólo que ahora “el producto” nomás no se iba, así que debí incrementar la cantidad de cubetazos y hasta usar la bomba destapa caños.
Cuando logré destaparlo me sentí como un gladiador que había vencido a un león gigantesco, o como Gloria Trevi en esta película:
La tercera vez que nuevamente tapé el baño ya ni siquiera me sorprendí y resignado comencé una vez más con el procedimiento para liberar la tubería obstruida.
Desde entonces vivo en la incertidumbre y cada vez que llega el momento de jalarle al váter mi mundo se detiene unos segundos esperando que todo se vaya con facilidad.
Ya casi llegamos a Marte, podemos saber al instante lo que ocurre del otro lado del mundo, pero como humanidad no somos capaces de hacer que un pinche inodoro genere la suficiente potencia de succión y a la vez gaste poco líquido. En otras palabras, el desarrollo de los últimos años ha servido para un carajo, pues lo que ahorramos en agua gracias a estos baños, lo acabamos usando en todas las cubetas que llenamos para lograr destapar el baño.
Y esto no es exclusivo de mi nuevo hogar, ya que en varios lugares me he topado con esos baños ecológicos que solamente nos dejan en ridículo porque se tapan casi casi con la pura mirada.
Ahora tengo que ir por la vida buscando dónde hay baños viejitos y confiables, en los que pueda soltar toda mi furia sin temor a las consecuencias. Podrán reírse de lo que acabo de escribir y decir que soy un marrano, pero lo cierto es que son muchos los que comparten mi sentimiento pero prefieren callar y sufrir en silencio.
1 comentario:
Jiji si seguro que la tecnología a fallado en escusados!! Saludos.
Publicar un comentario