Desde hace mucho tiempo tenía ganas de participar en una
carrera. Pero pues soy flojo y nunca me animaba. Pasaba meses viendo como
algunos amigos (sobre todo mujeres) subían a Facebook y Twitter varias imágenes
sobre las competencias en las que iban participando, y de las cuales se
expresaban como una gran experiencia. Yo, que veía sus tuits y publicaciones
desde la conchudez de mi cama los domingos por la mañana, me moría de envidia
de que ellos sí pudieran vencer a la decidía.
Siempre me decía que algún día participaría en una
carrera, pero nunca hacía ni el más mínimo intento por emprender el reto en
serio. Fue hasta que mi novia me convenció de que nos inscribiéramos a una
carrera. Serían 5 kilómetros, una distancia eterna y casi imposible de lograr
para alguien que como yo, tiene mucho tiempo sin hacer actividades físicas en
serio. Sin embargo la carrera tenía un plus: seriamos bañados en pintura
durante el recorrido.
Me explico. El nombre de la carrera es 5Kolors, y su
peculiaridad es que en cada kilometro, los participantes son bañados con pintura
de diferentes colores. Así, al llegar a la meta los competidores terminarían
todos pintarrajeados. Eso de que mi primera carrera tuviera su parte divertida
y no fuera “tan en serio” me pareció un buen punto de partida en esto de mi
relación con las carreras.
Un mes antes de la carrera ya estaba inscrito, ahora el
problema era la preparación. Volví a ir al gimnasio al que me inscribí hace más de medio año y al que tenía en el abandono. Obviamente no hacia pesas ni cosas
para ponerme fortachón, sino que me centré en adquirir un poco de condición
física. Usaba la corredora para ir aumentando poco a poco la velocidad e
intensidad con la que trotaba. Al principio caminaba poco tiempo. Después fui
aguantando más y más tiempo, hasta que fui capaz de correr por más de media
hora seguida, algo que semanas atrás aun consideraba imposible.
Terminaba agotado, pero satisfecho de saber que poco a
poco me estaba demostrando que era capaz de enfrentarme a una de esos retos que
antes me parecían imposibles.
Me di cuenta de lo importante que es el mantener la calma
mental mientras se corre. El no desesperarse en los momentos en los que los
pies o la mente empiezan a rondarnos la cabeza con ideas como ‘ya me cansé’, o ‘ya
no puedo’. También aprendí que a la hora de enfrentarse a una carrera la música
que se elije es de vital importancia. Una buena selección de temas puede hacer
que te animes y mantengas el ánimo alto, o por el contrario, contribuir a que
el bajón físico y mental se presente más rápidamente.
Por su parte mi novia también se entrenó, pero en su
gimnasio más lujoso y para gente burgués.
Una semana antes probé mis avances en la pista del Autódromo
Hermanos Rodríguez. Corrí los casi 5 kilómetros que la conforman y aunque me cansé,
supe que mi objetivo había pasado de ser un imposible, a estar a mi alcance.
Llegó el día de la carrera. Fue el pasado domingo 21 de
abril a las 8 de la mañana, por el rumbo de Ciudad Satélite. Tuvimos que
levantarnos muy temprano y atravesar toda la ciudad. Tenis, short, la playera
de la carrera, una muñequera, lentes, bolsa cangurera y mi iPod. Además de una
emoción que no sé cómo describir.
Llegamos un poco tarde y no salimos junto con el
contingente principal de la carrera, cosa que poco importó pues me encontraba
en esa competencia para probarme que podía ser capaz de llegar a la meta, no
para hacerlo en primer lugar. La carrera no fue extenuante, de hecho sospecho
que la ruta fue menor a 5 kilómetros. Además estaba el detalle de los colores.
En cada uno de los kilómetros éramos recibidos con una lluvia de polvo de distintos colores. Ver
a los demás competidores pintarrajeados e imaginarte tu aspecto igual o peor
que el de ellos hacia de correr algo divertido, y no un tormento como pensé que
sería mi primera competencia.
Terminamos menos de media hora después. No cansados pero
sí muy satisfechos. Recibimos nuestra medalla de participación e inmediatamente
sentí deseos de participar en otra carrera y recibir otra medalla y así seguir
eternamente. Mi novia tenía la misma sensación.
El regreso a casa fue un tanto complicado. De nada sirvió
sacudirnos cuanto pudimos en la calle. Seguíamos pintarrajeados. Para no
ensuciar las vestiduras del auto colocamos en los asientos unas bolsas de
tienda departamental. Ya en nuestros rumbos, nos lavamos las manos (parecían de
indigente) unas 5 veces antes del desayuno. Aunque no queríamos, andábamos pintando
todo con lo que nos topábamos. Fue hasta que me bañé cuando más o menos pude
quitarme el arcoíris que traía encima. Me sorprendió estar pintado por TODOS
lados. Hasta en el cicirisco.
En mi primera carrera no gané. Ni siquiera estuve cerca
de hacerlo. Pero me divertí mucho y me quedó el gusanito de hacerlo una vez
más. Ahora mi plan es seguir entrenando (si es que la flojera no me vence) y
participar en un par de competencias más. Si lo hago, el otro año intentaré
correr los 10 kilómetros.
Por lo pronto le pongo punto final a este texto, con la
satisfacción que uno más de los pendientes que tenía en la vida ya lo cumplí.
Ahora sé lo que es competir en una carrera. Por ahora, el sentimiento de
envidia hacia quienes corren carreras los domingos por la mañana ha
desaparecido.
3 comentarios:
ah por eso estaban esas manchas en la gustavo baz... jaja mira tu...tan cerca de mi casa y yo ni enterado.
Yo la única que he corrido hasta el momento es la nike del año pasado, aun no sé ni como la acabé.
Según yo este año la quiero correr también, pero sigo con los mismos kgs de mas, aunque en si ha mejorado mi condición en 2 meses que llevo de gym
claro que puedes lograr todo lo que te propongas. sigue corriendo y no pares hasta alcanzar tus metas
Hombre del traje gris: Espero también poderme inscribir a la Nike. Y no, no tenía ni idea de que vives por allá.
Saludos, ¡quizá nos encontremos en alguna carrera!
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