miércoles, 10 de abril de 2013

De cuando mi cuarto se transformó en el antro de Ella-Laraña (Gabriel vs. la araña gigante)



Como les conté, hace poco más de una semana volví de unas mini vacaciones. De ese viaje a Catemaco, Veracruz, me traje recuerdos, experiencias, vivencias… y otra desagradable sorpresa.

Una mañana de esta  semana veía la televisión encuerado en mi cuarto mientras esperaba que se me secara el desodorante para no manchar la ropa. Entonces en una de las paredes la vi... una araña negra inmensa (bueno, como de unos 4 centímetros) que caminaba muy quitada de la pena.

Me pasmé por el horror. En cuestión de segundos recordé que días atrás, en Catemaco, vimos varias arañas negras de ese tipo e incluso alacranes. Por alguna extraña razón en aquella zona este año abundaron los insectos y alimañas ponzoñosas. Entonces hile las ideas: ese bicho me lo traje desde allá. Rápidamente agarré una chancla. Cuando intenté aplastarla, la muy desgraciada me saltó encima. Como pude la esquivé pero ya no pude ver donde cayó. Moví varios muebles decidido a darle muerte, pero no di con ella.

Me seguí vistiendo. 5 minutos después la vi pasar por el piso. Nuevamente me abalancé sobre la arañota, pero se me escapó a una velocidad que aún ahora me aterra. Esa cosa se movía rapidísimo, hasta parecía que corría.

La hubiera seguido buscando pero ya tenía que irme a trabajar. Pasé el resto del día preocupado por la araña. Pensaba en cómo le había hecho esa criatura horrible para sobrevivir tanto tiempo. ¿Se vino en la maleta, en el auto, en una de mis ropas? ¿Y cómo le había hecho para  sobrevivir tantos días? ¿Y si tenía crías? ¿Y si me picaba? ¿Y si es radiactiva?

Cuando regresé a casa tenía miedo entrar a mi cuarto, y sólo lo hacía para lo estrictamente necesario. Ya en la noche del lunes me resultó complicado conciliar el sueño. Despertaba continuamente con miedo a de pronto sentir un piquete mortal o unas patas malignas recorriendo mi cuerpo.

Después pensé que era ridículo que le tuviera miedo a un animal tan pequeño, por lo que al otro día, ya cansado de tener miedo, se roció mi cuarto desde muy temprano con insecticida y se cerró la puerta. Por unas 10 horas mi dormitorio fue una auténtica cámara mortífera. Me fui a trabajar y hasta en la noche que regresé, abrí nuevamente el cuarto para que se ventilara y no me hiciera daño dormir ahí.

* * * * *

Seguramente la araña ya debe estar muerta. Aunque debo reconocer que una parte de mi aún teme que ese insecto gigante sea inmortal y regrese cuando menos lo espere. Aún hoy cada que entro a mi cuarto me siento un poco inquieto. Al igual que Harry Potter y Ron cuando se internaron al bosque donde vive Aragog, o Frodo y Sam cuando llegaron al antro de Ella-Laraña, no estoy tranquilo y temo por mi integridad.

Según yo no les tenía miedo a las arañas, ya vi que no es así. Si muero a causa de una extraña picadura, ya saben por qué fue.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Valla que no se entere tu hermana de que convertiste tu cuarto en una camara mortifera porque es begana, ehhh.
te quiero