La semana pasado no escribí en este blog… es que fue mi
cumpleaños y anduve muy festejado. Precisamente de esto trata este post.
No tenía planeado celebrar mi cumpleaños, ni hacer nada
al respecto. Es más, ni siquiera quería que nadie se enterara. Por alguna razón
soy un Grinch de mi propio cumpleaños. Sin embargo, las personas que me rodean
se encargaron de hacer que este año todo fuera muy diferente. Dicen que las
mejores cosas de la vida llegan cuando uno menos lo espera, y en esta ocasión
así fue.
El mero día de mi cumpleaños, osea el jueves 18 de abril,
gracias a un tuit de mi novia, mi jefe (al cual no veo realmente como mi jefe,
sino como un amigo) me felicitó en la mañana en su programa de radio. Horas
después, en la oficina me hicieron un pastel y entre todos me cantaron las
mañanitas. Por la tarde, encontré mi auto con mensajes de mi novia escritos en
las ventanas y un globo de feliz cumpleaños.
Dos días después la sorpresa fue mayor. Mi novia (que se
supone, se había ido a Veracruz en un viaje) me organizó una fiesta sorpresa
que no esperaba. Llamó a gran parte de mi familia, consiguió unos ricos tacos
de canasta y hasta karaoke hubo. No sólo yo me la pasé bien. Todos los
invitados se divirtieron de lo lindo y aquella fue una tarde fenomenal. Tanto
que aquel sábado lo considero uno de los mejores días de mi vida.
El remate fue un álbum de fotografías proporcionadas por
todos los miembros de mi familia acompañadas por unos recados que cada uno de
ellos escribió para mí.
Dos horas después de aquel cumulo de emociones ha
comenzado a caerme el veinte. Y además de sentirme profundamente agradecido por
lo que mi novia, amigos, compañeros de trabajo y familia hicieron por mi
durante los últimos días, también tengo un cierto sentimiento de vergüenza. Y
es que no me considero tan especial como muchos creen que soy. Al menos yo me
veo como una persona llena de defectos y hasta cierto punto egoísta. La mayor parte
del tiempo estoy sumido en mis propios pensamientos y suelo ser bastante
distraído y desapegado a los demás.
Por supuesto, no me considero una mala persona, pero
disto mucho de ser una maravilla. Por eso, tantas muestras de cariño hacen que
tenga miedo a no estar a la altura de las expectativas o imágenes que los demás
tienen de mí. Darme cuenta que soy tan querido me hacen sentirme obligado a
intentar ser una mejor versión de mi mismo.
¿O será que nunca nos creemos los elogios ajenos? No sé.
Por lo pronto soy un afortunado por tener a tanta gente
tan maravillosa mi alrededor. Si alguno de ellos lee estas palabras, les doy
las gracias desde lo más profundo de mi corazón.
Y ya, sólo quería presumirles y contarles la manera en la
que pasé mi cumpleaños. Ahora sí, este blog vuelve a su normalidad.
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