jueves, 8 de noviembre de 2012

Yo sufrí de bullying



Este es uno de esos textos que siempre quise escribir, pero siempre lo posponía. Quizá por cobardía o porque nunca será agradable confesar que uno fue víctima de un problema tan común pero a la vez vergonzoso para quien lo padece. Fue a raíz de que vi la película "Después de Lucía" cuando vinieron a mi mente algunos momentos de mi vida que sí bien, forman parte del pasado y ya están superados, en su momento me provocaron varios dolores de cabeza.

Así pues, sin rodeos lo digo y rompo el silencio: yo sufrí bullying.

No a niveles extremos, ni siquiera fue algo que me impidiera hacer mi vida normal, pero sí de una forma recurrente y molesta. Nunca supe por qué durante años fui víctima de burlas. Tampoco cómo comenzó ni el momento en el que terminó. Un día el problema estaba ahí, y por mucho tiempo me acompañó como una sombra que de vez en cuando se las ingeniaba para recordarme que siempre andaba tras de mis pasos.

Inició en la secundaria y en parte de la prepa. Venía de una escuela de gobierno cuando ingresé al Instituto Don Bosco, colegio particular en el que al principio me sentí fuera de lugar. Con el paso de los meses me hice de algunos amigos, pero también le caí mal a varios compañeros que a ocasionalmente comenzaron molestarme. Me insultaban, y a veces me jaloneaban por motivos que ni yo entendía. A veces cuestionaban mi orientación sexual, o se burlaban de algunos de mis gustos. No todos, ni tampoco siempre, pero sucedía. Para ser honesto, creo que ser diferente a la mayoría era lo que me hacia blanco de bromas y comentarios hirientes. Y es que nunca tuve reparos en llevar mis cuentitos del Gato Garfield a clase o mi Tamagotchi (el cual me destrozaron un día), confesar que me gustaba la música de Fey, o que veía Sailor Moon. Si a eso le agregamos que nunca he sido muy sociable, entonces tenemos como resultado que era un blanco propicio para las burlas.

Algunas veces me defendí y terminé agarrándole a golpes con uno que otro malandrín que me colmaba la paciencia. Casi siempre con resultados nefastos para mi persona, pero con la satisfacción de que al menos los demás veían que el tonto que veían en mi a veces le daba por hacerse valiente.

En prepa, al ser una sección mixta (secundaria era varonil) el hostigamiento bajó un poco, aunque siguió por algún tiempo. Haberme enamorado en ese tiempo no me ayudó, al contrario, me volvió más torpe y hacia que me sintiera más confundido. No entendía por qué la chica de mis sueños no me hacía caso, ni por qué no era aceptado por los demás en la escuela. Mis calificaciones también se fueron a pique. Por fortuna, mi familia y los amigos con los que crecí en la calle donde vivo siempre me hicieron sentir querido. Fuera de la escuela sí podía ser yo con mis gustos, mis tonterías y sin temor al qué dirán. Nunca confesé lo qué me pasaba. No quería que supieran que era un dejado o descubrieran que el yo que ellos conocían simplemente se esfumaba cuando ingresaba al escuela.

Poco a poco fui librándome de estigmas. Durante el último año de prepa el niño abusado se transformó en una lacra mucho más vivaz que los abusadores. Me volví un malandro que se volaba clases y se iba de pinta, capaz de usar un permiso falso para entrar y salir del colegio, y que incluso alguna vez fue capaz (idiotamente) de darle yumbina a una de sus compañeras. Eso sin dejar de lado el que me armé de valor y le hice saber a la chica de mis sueños que me gustaba (otro día les cuento esa historia).

Cuando terminaron esos años en la prepa el bullying se esfumó y no volvió nunca más. Entré a la universidad y viví varios de los mejores años de mi vida. Hice amigos que aún conservo y siempre fui respetado por todos.

A la distancia, cuando recuerdo esos días en los que era molestado no puedo evitar sentir cierto coraje. Aún me sé los nombres de estos personajes, qué sabrá Dios por qué, me hacían la vida imposible. Qué ganas de encontrármelos ahora, que vean que ese niño gordo y timorato al que molestaban ya no es el mismo. Que se atrevan a molestarme y repetirme lo que me decían, y a ver de a cómo nos toca. Lo admito, me da curiosidad saber qué piensan ellos, si se sienten muy orgullosos o muy hombres por actuar como imbéciles. Ojalá y vieran que no me destruyeron, que fui capaz de tener amigos y de ser feliz a pesar de ellos.

Siempre fui diferente. Un tanto más sensible. Aficionado a la lectura, a las historias de amor, a escuchar música romántica, a actuar de forma un tanto inmadura y acostumbrado a la paz de mi casa y familia. Si eso les enojó o les pareció que era de homosexuales, haya ellos y su idiotez. Quiero creer que ahora han madurado y que así como yo cambié ellos también lo hicieron.

El fin de semana pasada escuché a varios familiares hablar a la ligera del bullying. Qué no existe, que no es tan grave. Eso es porque no lo han padecido. La indiferencia hacia este problema contribuye a que este se fortalezca.

Yo sufrí y sobreviví al bullying. Si estas palabras llegan a alguien que lo esté padeciendo le diré que sea fuerte, tenga confianza en sí mismo y no sé calle. Que denuncie a esos tontos, que siempre son cobardes disfrazados de villanos, pero cuyo papel les queda muy grande. Al final, el tiempo siempre nos pone a todos al mismo nivel. 

7 comentarios:

Luis Gabriel... dijo...

Y después de escribir una cosa así, te sientes mejor. Nunca es tarde para algo de ese tipo. Yo también sufrí de bullying y también sobreviví.

gabriel revelo dijo...

Luis: El chiste es sobrevivirlo y contarlo, lo que sigue es una fiesta.

alba dijo...

Yo tambien sufri de bullying,soy sobreviviente en la jungla de descerebrados sin corazon.yo tambien a veces quisiera saber que piensan si en verdad les dio mas inteligencia o superpoderes rebajar a alguien nomas por ser diferente a ellos.
agregue tu blog a mis favoritos.

gabriel revelo dijo...

Alba: lo bueno es que ahora podemos contarlo, el chiste es que ya no duela y verlo a la distancia como una historia lejana. Gracias por agregar mi blog a tus favoritos ;)

jonh mabs dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Partido Social Player dijo...

vaya, mucho de lo que escribes en este post me recuerda a mi mismo, en mi caso fue hasta los primero semestres de preparatoria cuando me dije a mi mismo que mi cuerpo (con sobrepeso) era mas bien un arma que un estorbo y motivo de burla, y fue asi como me gane el respeto que siempre mereci...

siempre es dificil de tocar los temas por parte de las victimas, gracias por compartir algo tan intimo...

Anónimo dijo...

Desgraciadamente sufrí acoso escolar hace 10 años, entonces no se conocía como "bullying" ni era algo a lo que se prestara atención. Tras una feliz infancia, con ilusión por ir al colegio y aprender, además de tener éxito escolar, llegué al instituto y todo cambió. Durante 3 duros años tuve que soportar como a varios individuos les pareció entretenido insultar, humillar, amenazar, acosar e incluso agredir, hasta el punto de crear en mi miedo, esa es la palabra que destacaría y que definiría mi adolescencia. Miedo a salir de casa, a encontrarme a las personas que me acosaban, miedo a ir a clase, miedo a contarlo a mis padres porque me amenazaban con hacerles daño. Esto supuso que perdiera años de mi adolescencia, de salir con amigos, pues me quedé totalmente sola en este sentido, me dejaban de lado porque no les vieran conmigo y les hacían algo a ellos también. Pienso en aquellos años y no se cómo pude ser capaz de superarlo, pero de alguna forma saqué fuerzas de donde pude y lo hice. Conseguí superar mis estudios, estudiar la carrera por la que sentía pasión. Actualmente, voy a hacer prácticas en un instituto como profesora, en el mismo instituto donde sufrí ese acoso, donde recibí insultos y miradas, recuerdo cada lugar del centro donde eso ocurría como si fuera ayer. Se que las sensaciones y emociones cuando vuelva serán fuertes. Pero iré siendo otra persona, más fuerte, con valentía y con ganas de transmitir a los alumnos aquello que eché en falta, apoyo, escuchar , ayudar e intentar que no haya otra víctima en esas aulas como yo lo fui un día, intentar conseguir crear un ambiente de respeto y cooperación.