martes, 4 de agosto de 2009

La edad de las tinieblas


Varios años tuvieron que pasar para que nuestros sentidos volvieran a deleitarse con un nuevo poemario de José Emilio Pacheco. Justo en el marco de la celebración por su 70 aniversario, el emblemático escritor lanzó dos libros inéditos, con los que continúa su obra poética: ‘La edad de las tinieblas’ (poemas en prosa) y ‘Como la lluvia’ (poemas en verso).

Quienes hemos leído sus poemas sabemos que la aparición de estos libros es todo un suceso. No sólo por tratarse del poeta mexicano vivo más importante, sino porque su obra ya es parte de la cultura mexicana. Cuando un pueblo hace suyo a un poeta éste se vuelve eterno y permanece vigente en el imaginativo colectivo. Por eso adquirí con premura ‘La edad de las tinieblas’ y lo leí despacito. Con una calma casi inmaculada. Atesorando cada enunciado en mi recuerdo.

Según el mismo Pacheco, con esta nueva entrega pretende reducir a su máxima inferioridad al poder, la arrogancia, la tendencia materialista, la envidia y demás deseos inhumanos; exaltando en cambio, aquellas virtudes que hacen del mundo un lugar digno de ser vivido. La vida de los insectos, la función del jabón, los rayos del sol, los famosos ‘Jumping Beans’ (frijoles saltarines) o hasta la cotidiana costumbre de rasurarse cobra un significado diferente a través de la óptica de un hombre tocado por el don de volver poesía cuanto escribe.

‘La edad de las tinieblas’ continúa el eje central de la obra de Pacheco: la nostalgia, esa eterna lucha/complicidad con el olvido y el recuerdo de una ciudad que hace mucho dejó de ser habitable. Todos desde un punto de vista siempre nuevo, que muestran a un poeta en plenitud, dueño absoluto de todos los recursos narrativos posibles y que poseen la facultad de tocar las fibras más sensibles de sus lectores, sin importar su edad o extracto social.

Fueron 50 poemas inolvidables. Cada uno de ellos entrañable, dueño de una voz propia y singular. Tras leerlos caigo en la cuenta de que la vida es un lugar de claroscuros. Que es justo en la edad de las tinieblas en dónde la belleza de la vida cobra mayor relevancia y se vuelve más fuerte y significativa. José Emilio Pacheco sigue más vigente que nunca. Su obra está llena de la maestría que sólo alcanzan los poetas que encuentran un estilo propio y son capaces de perfeccionarlo cada vez más.

No veo la hora de empezar a leer ‘Como la lluvia’.

2 comentarios:

Jessie dijo...

Buenas Gabrielito, pues entonces las cosas buenas de la vida, según éste señor, son malas porque son inhumanas? entonces ser una princesa, con poder y todo es malo? es inhumano? bueno, qué te digo, los que estamos arriba hacemos cosas malas, pero también hacemos cosas buenas, eh?

Y de verdad existen los fréjoles saltarines? eso sólo se ve en los dibujitos animados.

Pero lo único que peinso que es cierto, es que sí va de lo claro a lo oscuro y vice versa. Como una rueda de la fortuna, a veces estás andás abajo, y otras veces estás arriba.

Bueno, que te diviertas con tu libro de peomas.

Te saludo y me despido.

Atentamente:
Jessie, la primera (ja! soy la primera! EEAA!!! UUUU!!!)

gabriel revelo dijo...

jessie: antes, hace mucho mucho, vendían 'fríjoles saltarines' en las tiendas para turistas. la verdad adentro cada uno tenía un pequeño insecto que era el que hacía que se movieran.