Parte del encanto y desencanto de un blog es el navegar, hasta cierto punto, con la bandera del anonimato. Si bien nuestro nombre y nuestra foto pueden aparecer en un perfil, nuestro verdadero yo permanece oculto del mundo real. Se es un personaje, nadie nos garantiza que seamos los mismos fuera de la complicidad que brindan las letras.
Hasta ahora, el escritor del blog nunca se había atrevido a cruzar la frontera de la realidad. El contacto con otros blogueros o con lectores de éste espacio era hasta cierto punto utópico. Salvo las personas que me conocen de toda la vida (familiares y amigos), y que a veces se dan una paseadita por aquí, nadie conoce en realidad quién es Gabriel Revelo. Pensé que siempre sería así, hasta que recibí una invitación vía Facebook. Sucedía que la Lata y Ross (ambas ingeniosas, guapas y divertidas) organizaban una reunión entre varios blogueros el fin de semana. No tuve que pensarlo dos veces. Por dónde se viera el plan resultaba atractivo: hablar con otros autores de blog, conocer gente nueva, pasármela bien y de paso, salir del anonimato. Gabriel Revelo saldría, por primera vez, de su Incomprensible Mundo.
Pase dos días esperando a que llegara esa noche. Una mezcla de emoción y nerviosismo recorrían mi cuerpo cada que pensaba cómo sería ese momento en el que uno deja de ser blog y se transforma en individuo. Aunque a la mayoría de los invitados los he leído, con algunos he tenido intercambio de correos y comentarios, seguramente la sensación de platicas sin usar un teclado y mirando a otros ojos sería muy diferente. Comenzaban así las típicas preguntas que persiguen a todo inseguro: ¿y si soy menos de lo que esperan?, ¿y si mis letras han dado la idea de un personaje con el que simplemente no coincido?... ¿y si mejor ya no pienso tantas tonterías y simplemente me dejo llevar por las circunstancias?
Llegado el anhelado viernes, el destino me jugó la primera de muchas malas pasadas, cuando el Tour Garnacho Gastronómico 2008 en el que participo finalmente me cobró la factura por comer tanto. Quién sabe si fue la torta de carne al pastor que comí con mis compañeros de trabajo el que me provocó esa diarrea repentina o algún otro alimento de horas atrás. El chiste es que pasaban y pasaban las horas sin que mis escapadas al baño se detuvieran. Sólo un milagro haría que asistiera a la reunión de esa noche.
Y el milagro lo hicieron unas varias pastillas de Pepto Bismol.
De la nada la diarrea se detuvo, y si bien todavía me dolía el estomago, el malestar era soportable. Entusiasmado vi el reloj: aun no daban las 9 de la noche, de apurarme llegaría a tiempo. Me bañé lo más rápido posible, me puse mis mejores ropas, me perfume y salí como alma que lleva el diablo hacía La Bodeguita del Medio, mítico bar ubicado en el sur de la ciudad. Lo malo fue que me agarró el tráfico de viernes de quincena, provocado por el viernes de quincena y las desviaciones ocasionadas por tantas obras en la ciudad. Pasé más de una hora dentro del automóvil. Para cuando logré llegar a Avenida Insurgentes eran casi las 10:25 de la noche. Lo que sigue de la historia es una idiotez mía, pues olvidé apuntar la dirección del lugar y mi necedad por preguntar sobre la ubicación del sitio al que me dirigía hizo que me pasara más de media hora recorriendo varias veces la avenida arriba mencionada. Ya estaba medio harto cuando en una de las aceras de mi camino se atravesó un letrero amarillo que me indicaba que por fin había llegado a La Bodeguita.
Como la aguja de la gasolina rayaba ya la parte más baja del indicador de reserva, decidí desviarme a cargar combustible y regresar para ahora sí, ya sin interrupciones, pasármelo de lo lindo con Ross, Lata y compañía. La Gasolineria estaba unos 500 metros adelante. Mientras me atendían, las dudas sobre asistir a la reunión volvieron a tomarme por sorpresa, una vez más me pregunté si era correcto llegar tan tarde (la cita era a las 9) y de paso, desafiar mis inseguridades. Pagué y mandé mis dudas a la fregada, iría. Tenía mucho que ganar.
Deben haber sido poco más de las 11 cuando deje el auto en el Valet Parking de La Bodeguita y entré al restaurante-bar. En la recepción me preguntaron si había alguien esperándome y yo, muy seguro de mi, di el nombre real de Lata, pues se supone que la reservación estaría a su nombre. El encargado revisó varias veces su lista hasta que convencido me dijo que no había ninguna mesa apartada con ese nombre. Obviamente me indigné y puse cara de pocos amigos, gracias a lo cual me dejaron pasar para ver si ‘veía a mis conocidos’. Lo malo era que a mis conocidos sólo les conocía las letras, y alguna que otra foto de sus perfiles en diferentes páginas personales. Mi ingenuidad me hizo creer que los identificaría fácilmente con sólo verlos y para mi sorpresa-decepción, cada que pasaba por una mesa veía rostros que potencialmente podían ser Lata y Ross. En algunas ocasiones algunos comensales se detenían a verme con cierto fastidio o curiosidad.
Sin el teléfono celular de alguno de los otros blogueros, mi última opción era pasar de mesa en mesa preguntando ‘¿disculpen, esta es una reunión de autores de blogs? ¿Es usted la inteligente Lata o la carismática Ross?' La descarté en cuanto un retortijón me recordó que me dolía el estomago. Salí, pedí mi auto al Valet Parking y emprendí el camino de regreso a casa.
Aun no sé bien qué pasó. Puede que haya llegado a otra sucursal de La Bodeguita del Medio, es bien probable pues no soy nada orientado al andar por la ciudad. También puede ser que haya llegado demasiado tarde o que la reservación hubiera cambiado de nombre. De cualquier manera, el destino no quería que esa noche saliera del anonimato y se empeño en ponerme una infección estomacal, tráfico y desviaciones en el camino. Seguramente habrá otra ocasión para que éste que ahora escribe abandone el blog y sea cómo es, para conocer a esas otras personas que también dan vida a otros blogs y que estoy seguro, son increíbles. Por lo pronto seguiré acá, escribiendo y tratando que estas palabras no sean tan diferentes al Gabriel que va al supermercado, se enferma, saca a pasear a su perro y que a veces le da por perderse en la ciudad.
Hasta ahora, el escritor del blog nunca se había atrevido a cruzar la frontera de la realidad. El contacto con otros blogueros o con lectores de éste espacio era hasta cierto punto utópico. Salvo las personas que me conocen de toda la vida (familiares y amigos), y que a veces se dan una paseadita por aquí, nadie conoce en realidad quién es Gabriel Revelo. Pensé que siempre sería así, hasta que recibí una invitación vía Facebook. Sucedía que la Lata y Ross (ambas ingeniosas, guapas y divertidas) organizaban una reunión entre varios blogueros el fin de semana. No tuve que pensarlo dos veces. Por dónde se viera el plan resultaba atractivo: hablar con otros autores de blog, conocer gente nueva, pasármela bien y de paso, salir del anonimato. Gabriel Revelo saldría, por primera vez, de su Incomprensible Mundo.
Pase dos días esperando a que llegara esa noche. Una mezcla de emoción y nerviosismo recorrían mi cuerpo cada que pensaba cómo sería ese momento en el que uno deja de ser blog y se transforma en individuo. Aunque a la mayoría de los invitados los he leído, con algunos he tenido intercambio de correos y comentarios, seguramente la sensación de platicas sin usar un teclado y mirando a otros ojos sería muy diferente. Comenzaban así las típicas preguntas que persiguen a todo inseguro: ¿y si soy menos de lo que esperan?, ¿y si mis letras han dado la idea de un personaje con el que simplemente no coincido?... ¿y si mejor ya no pienso tantas tonterías y simplemente me dejo llevar por las circunstancias?
Llegado el anhelado viernes, el destino me jugó la primera de muchas malas pasadas, cuando el Tour Garnacho Gastronómico 2008 en el que participo finalmente me cobró la factura por comer tanto. Quién sabe si fue la torta de carne al pastor que comí con mis compañeros de trabajo el que me provocó esa diarrea repentina o algún otro alimento de horas atrás. El chiste es que pasaban y pasaban las horas sin que mis escapadas al baño se detuvieran. Sólo un milagro haría que asistiera a la reunión de esa noche.
Y el milagro lo hicieron unas varias pastillas de Pepto Bismol.
De la nada la diarrea se detuvo, y si bien todavía me dolía el estomago, el malestar era soportable. Entusiasmado vi el reloj: aun no daban las 9 de la noche, de apurarme llegaría a tiempo. Me bañé lo más rápido posible, me puse mis mejores ropas, me perfume y salí como alma que lleva el diablo hacía La Bodeguita del Medio, mítico bar ubicado en el sur de la ciudad. Lo malo fue que me agarró el tráfico de viernes de quincena, provocado por el viernes de quincena y las desviaciones ocasionadas por tantas obras en la ciudad. Pasé más de una hora dentro del automóvil. Para cuando logré llegar a Avenida Insurgentes eran casi las 10:25 de la noche. Lo que sigue de la historia es una idiotez mía, pues olvidé apuntar la dirección del lugar y mi necedad por preguntar sobre la ubicación del sitio al que me dirigía hizo que me pasara más de media hora recorriendo varias veces la avenida arriba mencionada. Ya estaba medio harto cuando en una de las aceras de mi camino se atravesó un letrero amarillo que me indicaba que por fin había llegado a La Bodeguita.
Como la aguja de la gasolina rayaba ya la parte más baja del indicador de reserva, decidí desviarme a cargar combustible y regresar para ahora sí, ya sin interrupciones, pasármelo de lo lindo con Ross, Lata y compañía. La Gasolineria estaba unos 500 metros adelante. Mientras me atendían, las dudas sobre asistir a la reunión volvieron a tomarme por sorpresa, una vez más me pregunté si era correcto llegar tan tarde (la cita era a las 9) y de paso, desafiar mis inseguridades. Pagué y mandé mis dudas a la fregada, iría. Tenía mucho que ganar.
Deben haber sido poco más de las 11 cuando deje el auto en el Valet Parking de La Bodeguita y entré al restaurante-bar. En la recepción me preguntaron si había alguien esperándome y yo, muy seguro de mi, di el nombre real de Lata, pues se supone que la reservación estaría a su nombre. El encargado revisó varias veces su lista hasta que convencido me dijo que no había ninguna mesa apartada con ese nombre. Obviamente me indigné y puse cara de pocos amigos, gracias a lo cual me dejaron pasar para ver si ‘veía a mis conocidos’. Lo malo era que a mis conocidos sólo les conocía las letras, y alguna que otra foto de sus perfiles en diferentes páginas personales. Mi ingenuidad me hizo creer que los identificaría fácilmente con sólo verlos y para mi sorpresa-decepción, cada que pasaba por una mesa veía rostros que potencialmente podían ser Lata y Ross. En algunas ocasiones algunos comensales se detenían a verme con cierto fastidio o curiosidad.
Sin el teléfono celular de alguno de los otros blogueros, mi última opción era pasar de mesa en mesa preguntando ‘¿disculpen, esta es una reunión de autores de blogs? ¿Es usted la inteligente Lata o la carismática Ross?' La descarté en cuanto un retortijón me recordó que me dolía el estomago. Salí, pedí mi auto al Valet Parking y emprendí el camino de regreso a casa.
Aun no sé bien qué pasó. Puede que haya llegado a otra sucursal de La Bodeguita del Medio, es bien probable pues no soy nada orientado al andar por la ciudad. También puede ser que haya llegado demasiado tarde o que la reservación hubiera cambiado de nombre. De cualquier manera, el destino no quería que esa noche saliera del anonimato y se empeño en ponerme una infección estomacal, tráfico y desviaciones en el camino. Seguramente habrá otra ocasión para que éste que ahora escribe abandone el blog y sea cómo es, para conocer a esas otras personas que también dan vida a otros blogs y que estoy seguro, son increíbles. Por lo pronto seguiré acá, escribiendo y tratando que estas palabras no sean tan diferentes al Gabriel que va al supermercado, se enferma, saca a pasear a su perro y que a veces le da por perderse en la ciudad.
11 comentarios:
Chale... ahí estábamos, éramos la mesa más grande :(
Chale... qué pena. Cuando yo llegué pedí mi mesa y fueron a ver, luego me dijeron "por aquí" y esa era la nuestra. En realidad no sé qué pasó, sólo lo lamento mucho.
¿Qué te digo?
:(
no te quedaste por la Roma? ahi hay otra Bodeguita, mmmm que mal q no diste, eramos una mesa muy grande y escandalos,a fui la priemra en llegar y con reservacion y todo aparte lugar, no se que paso, pero Lata y Ross no se parecena nadie son unicas, esperaremos a Diciembre, para reunirnos de nuevo asi te animas con un antifaz y presentaras tu escencia.
saludos
Ay ay, pobre Gabrielito, acá te va mi ahora mi sarta de boludeces escritas.
Mirá, seguramente te tomaron el pelo, ó no habrás pensado alguna vez en preguntar por Lata en lugar de su nombre real?
Ah, la bodeguita del medio, sólo conozco una, bueno, mi papá, y es la que está en la colonia Roma. Mi papá dice que la comida sabe como a comida cubana, y es muy buena y perfumada, y las bebidas típicas ahí son los mojitos.
Y mirá, yo por eso sigo siendo Jessie, yo no salgo tan fácilmente del anonimato, y acá en Céfiro, somos la única familia que usa un ordenador, en Céfiro nadie sabe qué es un ordenador.
Y lo del dolor de estómago, es típico de los nervios, a mi papá también le pasa, cuando se pone nervioso, le da una diarrea peor que la tuya, y se la pasa más tiempo en el baño que en el resto del castillo, pero bueno, supongo que es la edad, mi papá tiene más ó menos tu edad y le pasa lo mismo (lo sé porque he visto tu profile) y creo que podría ser también por cuestiones genéticas.
Ni modo, creo que ésta vez tu mundo seguirá siendo incompresinble, aunque yo sí lo comprendo. Pero a la próxima, ahora hacé lo mismo, invitá a todos los bloggers de tu país, y dejálos plantados.
Te tomaron el pelo, ahora vos tomáles el pelo a allos. Vengáte, porque, la venganza es dulce, más dulce de lo que yo estoy escribiendo porque una cosa es oir que es dulce, pero cuando la probás, es más dulce de lo que oíste, ó leíste, ó te han platicado, creéme, te lo digo por experiencia.
Bueno, espero no haberte aburrido. Yo no te hubiera tomado el pelo, como me hubiera gustado conocerte en persona, me imagino a alguien que bien pudiera ser otro hermano de mi papá (lo digo por lo de las edades que ya te platiqué).
Te saludo, te beso y me despido. Deseando que no te lleves otro chasco como el que has llevado ésta vez.
Atentamnete:
Jessie, siempre fiel
Ah! y por cierto, gracias por ligar mi libreta a la tuya.
Te saludo y me despido otra vez
Atentamente:
Jessie, ligada a vos por siempre
Y también acabo de inscribirme para una seguidora de tu libreta tan divertida y llena de aventuras, desventuras y... venturas.
Te saludo y me despido de nuevo
Atentamente:
Jessie, tu seguidora #2 (porque ya hubo quien se inscribió antes que yo, Auch!)
Aaaaaaaaaay, que mal pedo!
Jaja, ja. me ataque de risa de ímaginarte de mesa en mesa preguntando por la lata, con una mano en la barriga y otra donde termina la espalda. jajaja
no manches revelo. bueno no es tu culpa. quizá debiste pedir los números de celular.
oye y de paso me doy cuenta de que me desprecias eh? ya dos veces te invité a fiesta. supongo que debo de ser chica para que vayas a mis reuniones, lol. no te creas, no hay rencor.
saludotes viejo.
Muchas veces han pasado por mi cabeza esas ideas de conocer a otros bloggers y cómo sería el choque de realidades. Lo cierto es que no somos tan diferentes fuera de este espacio, según yo. Ya te dijeron arriba, en dicimebre te invitan de nuevo. Ojalá ahora sí puedas llegar y ya nos cuentas. Saludos, Gabriel.
lata: ¿la mesa más grande? entonces creo que sí los vi je je... no te preocupes lata, de todos modos nos vemos en diciembre y ahora sí que no me pierdo. de verdad tengo ganas de conocerlos.
luna: no, no era el de la roma, estoy seguro que era el de insurgentes. y claro, ross y lata (y tú también) deben ser únicas. nos vemos en diciembre. gracias por tu visita.
jessie: la verdad no me tomaron el pelo, más bien hubo una pequeña confusión y hasta ahí. y el estomago me dolía por la tragón ja ja. gracias por el diamante y por volverte seguidora de éste blog.
fatima: ja ja ja, pues sí, será pa´ la otra.
nuri: imaginate nada más, espero no haber dado muy mala imagen a los comensales. saludines!
alvi: tenía el teléfono de la lata pero hace poco se me borró la memoria. te prometo ir próximamente a una de tus fiestas, de verdad no he podido las veces anteriores. buena vibra vecino.
topo: supongo al igual que tú que no habría muchas diferencias. al contrario, sé que muchos de nosotros somos bien parecidos, no en vano nos une la escritura. saludos.
Es muy cierto, somos personajes anónimos, despues de todo. A esas reuniones, nunca llega a ir el autor del blog.
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