Salir contigo es cosa seria, tanto, que a veces pienso debería estar prohibido. Basta pasar unas horas a tu lado, para querer repetir la experiencia una, y otra, y otra vez, así hasta el infinito. Quiere el destino que hoy, viernes lluvioso y bañado de paz, aumenten los síntomas que mi deshidratado corazón a veces padece por ti. Tener sed de ti a penas es uno de los tantos efectos que provocas.
Ir muriendo de nervios en el auto, llegar puntual y esperarte, gozando esos minutos de retraso que saben a dulce tensión, promesa de vértigo de que cualquier cosa puede pasar. Entonces apareces. Más preciosa de lo que las horas previas a nuestro encuentro me pudieron sugerir, dueña del entorno que vuelves tuyo y transformas en la más sublime escena de cine. Segundos después, tras cruzar las primeras palabras contigo se cae en la cuenta de lo inútiles y deficientes que resultan los planes y tácticas de conquista. Tan espontánea que con tu mirada y voz serías capaz de desarticular cualquier ejercito. A esas alturas la pregunta deja de ser ‘qué hacer’, y sede la prioridad a cuestionarnos ‘cómo hacerle’ para sobrevivir sin perder la cordura en los minutos venideros.
Lo que sigue es una vorágine de sensaciones y momentos que carece de tiempo y espacio. Todo cambia, desde el color de las cosas hasta el clima frío que se viste de calidez. Más que transcurrir en un espacio lineal, los sucesos se van encapsulando en diferentes estampas de momentos. No me creo que sea yo el que está sentado frente a ti en aquel lugar. Menos que un comentario tonto logré hacer que sonrías y hasta rías. Alguna mirada, un pequeño dialogo, un silencio cargado de cien palabras sordas. Te vuelves mujer-fotografía y yo que para esos momentos caigo intoxicado de tu encanto no puedo sino almacenar esas diapositivas de ti entre el espacio que deja el alma y el corazón que se va hidratando de a poquito.
Y con eso me quedo. Ya de regreso, en la oscuridad de mi cuarto conciliar el sueño es imposible. Entonces caigo en la cuenta: los efectos secundarios por salir contigo comienzan. Una vez que dormite el sueño serás tú. Una vez que despierte la resaca de ti será total y comenzará así la sed y las ganas de retroceder el tiempo y volver a llenar cada uno de mis pensamientos de ti. Buscar en la tarde el rincón más silencioso para comenzar a torturarme por placer mientras una cascada de instantes y momentos me ahoga bajo el peso de la incertidumbre de saber que seguramente las cosas pudieron haber sido mejor. Recorrer lenta y minuciosamente los diálogos y actitudes personales para darme cuenta que dije muchas tonterías, guarde muchos silencios y no me comporté a la altura. El ‘¿Qué hubiera pasado si...?’ me aturde y antecede al cosquilleo de querer saber qué piensas tú, y si de casualidad logré llamar tu atención aunque sea la mitad de lo que tú hiciste conmigo.
Desconozco cuántas tardes de sed me esperan ni cuando volverá a repetirse el sueño de pasar unas horas contigo. Cuando el milagro se vuelva a dar, y vuelva a temblar de miedo por tu angelical presencia saciaré mi sed por unos momentos. Y luego las horas sin ti volverán. Y así hasta que poco a poco mi nombre se grabe en tu corazón o muera de sed.
No sé cuanto tiempo llevo viendo en mi cabeza las fotos de aquella vez. Me gusta pensar en ese instante como en una fotografía en la que la eternidad congela esa extrañísima sensación de saciedad que sólo contigo consigo.
Ir muriendo de nervios en el auto, llegar puntual y esperarte, gozando esos minutos de retraso que saben a dulce tensión, promesa de vértigo de que cualquier cosa puede pasar. Entonces apareces. Más preciosa de lo que las horas previas a nuestro encuentro me pudieron sugerir, dueña del entorno que vuelves tuyo y transformas en la más sublime escena de cine. Segundos después, tras cruzar las primeras palabras contigo se cae en la cuenta de lo inútiles y deficientes que resultan los planes y tácticas de conquista. Tan espontánea que con tu mirada y voz serías capaz de desarticular cualquier ejercito. A esas alturas la pregunta deja de ser ‘qué hacer’, y sede la prioridad a cuestionarnos ‘cómo hacerle’ para sobrevivir sin perder la cordura en los minutos venideros.
Lo que sigue es una vorágine de sensaciones y momentos que carece de tiempo y espacio. Todo cambia, desde el color de las cosas hasta el clima frío que se viste de calidez. Más que transcurrir en un espacio lineal, los sucesos se van encapsulando en diferentes estampas de momentos. No me creo que sea yo el que está sentado frente a ti en aquel lugar. Menos que un comentario tonto logré hacer que sonrías y hasta rías. Alguna mirada, un pequeño dialogo, un silencio cargado de cien palabras sordas. Te vuelves mujer-fotografía y yo que para esos momentos caigo intoxicado de tu encanto no puedo sino almacenar esas diapositivas de ti entre el espacio que deja el alma y el corazón que se va hidratando de a poquito.
Y con eso me quedo. Ya de regreso, en la oscuridad de mi cuarto conciliar el sueño es imposible. Entonces caigo en la cuenta: los efectos secundarios por salir contigo comienzan. Una vez que dormite el sueño serás tú. Una vez que despierte la resaca de ti será total y comenzará así la sed y las ganas de retroceder el tiempo y volver a llenar cada uno de mis pensamientos de ti. Buscar en la tarde el rincón más silencioso para comenzar a torturarme por placer mientras una cascada de instantes y momentos me ahoga bajo el peso de la incertidumbre de saber que seguramente las cosas pudieron haber sido mejor. Recorrer lenta y minuciosamente los diálogos y actitudes personales para darme cuenta que dije muchas tonterías, guarde muchos silencios y no me comporté a la altura. El ‘¿Qué hubiera pasado si...?’ me aturde y antecede al cosquilleo de querer saber qué piensas tú, y si de casualidad logré llamar tu atención aunque sea la mitad de lo que tú hiciste conmigo.
Desconozco cuántas tardes de sed me esperan ni cuando volverá a repetirse el sueño de pasar unas horas contigo. Cuando el milagro se vuelva a dar, y vuelva a temblar de miedo por tu angelical presencia saciaré mi sed por unos momentos. Y luego las horas sin ti volverán. Y así hasta que poco a poco mi nombre se grabe en tu corazón o muera de sed.
No sé cuanto tiempo llevo viendo en mi cabeza las fotos de aquella vez. Me gusta pensar en ese instante como en una fotografía en la que la eternidad congela esa extrañísima sensación de saciedad que sólo contigo consigo.
3 comentarios:
Supongo que en esta entrada no hay comentarios porque seguramente se quedaron como yo, pasmados e himnotizados, pensando ¿llegara algun dia alguien que escriba o sienta eso por mi? seria bello no crees?
La verdad es la segunda vez que la leo.
Te mando muchos besos y sigo aqui leyendo. Elo.
elo: "¿llegara algun dia alguien que escriba o sienta eso por mi?"... yo me pregunto lo mismo.
No lo se... solo nos queda esperar y no perder la fé.
Elo.
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