El domingo, en la explanada del Palacio de los Deportes, se realizó una tocada de Rock como parte de la promoción de los próximos Premios MTV Latinoamérica que precisamente se llevarán a cabo en la Ciudad de México.
Antes de seguir mi hasta ahora breve relato, considero oportuno aclarar que los grupos invitados eran ‘Mazapán’ y ‘Allison’, representantes del hoy tan de moda subgénero del rock conocido como Happy Punk. No sé qué tan justa sea esta categorización, o peor tantito, desconozco en mi calidad de no experto del tema, si es apropiado hacer divisiones en un genero ya tan manoseado como el rockero. Por eso, si Allison y Mazapán son o no dignos representantes de la rebeldía de estos tiempos, y si, ‘están o no en la onda’, no es algo que pueda responder. Como se darán cuenta, en este tipo de cuestiones soy un ignorante que de repente acabó presenciando aquel mini concierto.
Fue una amiga (fan de Allison) la que me invitó. Como aquel día tuve que trabajar en la mañana, quedé de alcanzarla en el evento. Después de apurarme como desquiciado para ‘llegar a tiempo’, salí de la oficina (si es que se le puede llamar así al lugar ese dónde trabajo) como alma que lleva el Diablo para encontrarme con ella. Aquí es importante aclarar que mi consigna durante el viaje de Avenida Universidad al Palacio de Los Deportes era cambiarme de ropa mientras manejaba, porque eso sí, no iba a llegar en pants y sudadera (look fodongo de domingo).
Ya se imaginaran, primer alto, y yo que aproveché para bajarme del auto, abrir la cajuela, sacar la bolsa con la ropa para cambiarme. Luz verde y a manejar más. Siguiente alto: me desabrocho el cinturón de seguridad, me quito la sudadera, la playera que traía y...¡qué se pone el siga!. Y ahí voy, manejando sin playera, mostrando el cuerpazo que tacos, refrescos y demás comida chatarra me han ayudado a mantener durante tanto tiempo.
Luz roja de nuevo. Me pongo una playera blanca de manga larga, y encima, me hubiera puesto una camisa tipo polo negra, y digo ‘me hubiera’, porque inmediatamente la luz verde volvió a hacer de las suyas. Y ahí voy, manejando con una camisa a medio poner que se me había enredado entre la cabeza y el hombro, y que supongo me daban un aspecto de musulmán drogado. Luz roja de nuevo. Me acomodo la camisa y me quito los tenis para acomodarme las calcetas cuando... ajá, adivinan, luz verde. Aquí quiero hacer otro paréntesis, quienes no viven en México seguramente creen que exagero con aquello de que el rojo del semáforo me duraba muy poco. No es tanto eso, sino la precisión maquiavélica con la que los conductores comienzan a tocar los claxons de sus vehículos justo a las .23 centésimas de segundo después de que la luz cambia a verde. Esta desesperación (que todos los nativos de esta ciudad tenemos, pero que nadie sabe de dónde viene), es la que impedía que me tomara mi tiempo entre calle y calle.
Cierro el paréntesis, para abrir otro; ¿alguno de ustedes a manejado un automóvil estándar descalzo?, y con la pregunta anterior, me refiero a distancias largas. Además de raro ¡¡¡es horrible!!!. Los primeros minutos parece que uno está aprendiendo a manejar: saca mal las velocidades, el auto se le detiene al arrancarlo en primera, se tiene que pisar a fondo el cluch y el acelerador para que entren bien, etc. Después, a los cinco minutos la dureza de los pedales y la delicadeza de la piel de los pies (¿me quejó como niña?) comienza a tener resultados devastadores. Cierro el segundo paréntesis.
A pesar del valle de lágrimas que viví en el trayecto, manejé lo bastante rápido como para llegar en quince minutos.
Me estacioné lo más cerca posible y a pesar de que por aquella calle pasa bastante gente y que además me encontraba justo enfrente de una fonda, por comodidad y ahorro de tiempo decidí cambiarme el pantalón afuera del vehículo. Rápidamente me quité el pantalón deportivo y justo cuando giré para tomar el de mezclilla, ¡bam!, que sin querer empujo la puerta y cierro el auto. Lo preocupante no era haber dejado las llaves y mi teléfono celular dentro del carro, no, lo preocupante era ¡¡¡qué yo me encontraba en calzones a media calle un soleado domingo en el que al parecer a todo mundo le dio por salir a caminar por esa calle!!!. ¿Y ahora?. Si bien mi casa no estaba muy lejos de ahí (unos tres kilómetros), ni modo de dejar plantada a mi amiga, pero por otro lado, ni modo de llegar sin cartera, sin tenis y sin pantalón. En eso intentaba pensar cuando me di cuenta que en trescientos metros a la redonda, la atracción era yo. Aunque algunos fingían, todos me miraban. A algunos les ganaba la risa, otros se detenían divertidos por el espectáculo, otros murmuraban y yo, con mis boxers grises sin saber qué hacer. Fue entonces cuando una inspiración divina me hizo darme cuenta de mi estupidez... durante todo el tiempo que duró mi exhibicionismo, la puerta del copiloto tenía el seguro de la puerta levantado, al darme cuenta corrí hacía ese extremo del auto, abrí y me metí rapidísimo. Como ya no me quedaba ni tantita dignidad, terminé de cambiarme dentro, pero a la vista de todos, salí como si nada. Pero eso sí, con los pantalones bien puestos.
Bueno, después de contar puras cosas que ni al caso con el tema central de este post, ya les contaré como estuvo ‘el rock’. Al llegar a la explanada del Palacio de los Deportes ya estaba tocando Allison, y ante mis ojos, cientos de jóvenes bien jóvenes de entre 15 y 18 años (no es que yo sea viejo, pero comparado con los presentes si me sentía medio grande). En su mayoría enfundados con playeras negras (¿y yo de qué color iba?, si les digo que soy bien original), cantando y saltando de un lado para otra. En el escenario, los Allison tocaban con singular alegría y entre la letra de la canción, no perdían la oportunidad de soltar una que otra grosería que los presentes celebraban como si la Selección hubiera metido gol en la final del Mundial. Niñas muy guapas por todos lados, chavos que volaban sobre las cabezas y caían encima de los demás, decenas de cabezas afirmando al ritmo de la música y muchísimos incautos haciendo ‘cómo si tocaran’ guitarras invisibles.
Finalmente encontré a mi amiga. La saludé, comentamos un par de cosas y me quedé parado junto a ella. Me costó trabajo adaptarme al entorno, por eso, durante la primera canción que escuché me conformé con mirar lo que sucedía. Dos canciones más y comencé a ponerle atención a la letra de las canciones, que bueno, no son Shakespiere, Sanz o Lennon & McCartney, pero que para la edad de los Allison y el público para el que van dirigidos está bien. Después de mi brillante conclusión, comenzó la envidia que me provocaba que aquellos muchachos cinco años más jóvenes que yo robaran tantos gritos y suspiros por parte de todas las presentes. Digan que soy envidioso, celoso y mala persona, pero analizando a los cuatro integrantes del grupo ¿¡¿¡¿¡qué les ven?!?!?!. Digo, me dirán ustedes que el Rock es una actitud y esa rebeldía es lo que los hace más interesantes para el sexo opuesto. Pues bien, yo digo que ¡¡¡¡mis boxers grises recién salidos a la fama tienen más actitud!!!!.
Cantaron la última canción y todas las mujeres gritándoles que se acercaran a la valla que dividía el escenario del público. Ahí fue cuando me di cuenta que todos los hombres que estábamos ahí teníamos cara de ‘pocos amigos’, justo cuando sus amigas, novias, amantes o prospectas se abalanzaban para conseguir aunque sea ver más de cerca de los Rockstars. Por los demás sujetos que estaban en mi situación no sentía ni tantita pena, al contrario, al principio cantaban y saltaban de lo más felices, pero después, cuando vieron en sus héroes a sus peores enemigos, ya no sabían qué hacer para apartarlas de ahí.
Solidariamente acompañé a mi amiga a la valla para que ella pudiera ver más de cerca a ‘sus artistas’. Cuando los tuve a treinta centímetros de distancia me di cuenta de dos cosas: Una, lo fácil que hubiera sido asestarle un buen golpe a cualquiera de ellos y vengar así el orgullo de los otros hombres; y dos, lo tremendamente normales que son. Si no fuera por el glamour que les da una reja de seguridad y las guitarras eléctricas, los muchachillos esos podrían ser perfectamente unos cerillos del Wal Mart, unos chavos más de las retas de fútbol en el parque, cajeros de un McDonald’s o cualquier otra cosa normal. Según yo les eché mal de ojo, pero dudo que haya funcionado.
Así que no digan que es la actitud del Rockero, y que esa aura de inmaculados y atractivos se las da la lucha en el ambiente Underground (sepa la madre si se escribe así, ya me enojé). Igual sufren para saltar a la fama los cantantes de ranchero y nadie dice lo mismo de ellos. Voy a decir una idiotez (total, una más), pónganme una guitarra eléctrica, súbanme a un escenario y sepárenme de la gente por medio de cercas y verán cómo me vuelvo un símbolo sexual. Por eso, por medio de este post quiero anunciar que voy a formar mi propia banda de rock: Solicito baterista, guitarrista y un bajista; ofrezco: convertirse en un imán para las mujeres ¿quieren más?.
La realidad es que canto horrible, en la primaria no aprendí a tocar ni la flauta y mis composiciones, lejos de parecer rockeras sonarían a boleros. Así que no me queda de otra más que seguir muriéndome de coraje por la suerte que aquellos Rockstars tienen al llamar la atención de ellas siendo tan normales.
Por eso, les declaro la guerra.
Antes de seguir mi hasta ahora breve relato, considero oportuno aclarar que los grupos invitados eran ‘Mazapán’ y ‘Allison’, representantes del hoy tan de moda subgénero del rock conocido como Happy Punk. No sé qué tan justa sea esta categorización, o peor tantito, desconozco en mi calidad de no experto del tema, si es apropiado hacer divisiones en un genero ya tan manoseado como el rockero. Por eso, si Allison y Mazapán son o no dignos representantes de la rebeldía de estos tiempos, y si, ‘están o no en la onda’, no es algo que pueda responder. Como se darán cuenta, en este tipo de cuestiones soy un ignorante que de repente acabó presenciando aquel mini concierto.
Fue una amiga (fan de Allison) la que me invitó. Como aquel día tuve que trabajar en la mañana, quedé de alcanzarla en el evento. Después de apurarme como desquiciado para ‘llegar a tiempo’, salí de la oficina (si es que se le puede llamar así al lugar ese dónde trabajo) como alma que lleva el Diablo para encontrarme con ella. Aquí es importante aclarar que mi consigna durante el viaje de Avenida Universidad al Palacio de Los Deportes era cambiarme de ropa mientras manejaba, porque eso sí, no iba a llegar en pants y sudadera (look fodongo de domingo).
Ya se imaginaran, primer alto, y yo que aproveché para bajarme del auto, abrir la cajuela, sacar la bolsa con la ropa para cambiarme. Luz verde y a manejar más. Siguiente alto: me desabrocho el cinturón de seguridad, me quito la sudadera, la playera que traía y...¡qué se pone el siga!. Y ahí voy, manejando sin playera, mostrando el cuerpazo que tacos, refrescos y demás comida chatarra me han ayudado a mantener durante tanto tiempo.
Luz roja de nuevo. Me pongo una playera blanca de manga larga, y encima, me hubiera puesto una camisa tipo polo negra, y digo ‘me hubiera’, porque inmediatamente la luz verde volvió a hacer de las suyas. Y ahí voy, manejando con una camisa a medio poner que se me había enredado entre la cabeza y el hombro, y que supongo me daban un aspecto de musulmán drogado. Luz roja de nuevo. Me acomodo la camisa y me quito los tenis para acomodarme las calcetas cuando... ajá, adivinan, luz verde. Aquí quiero hacer otro paréntesis, quienes no viven en México seguramente creen que exagero con aquello de que el rojo del semáforo me duraba muy poco. No es tanto eso, sino la precisión maquiavélica con la que los conductores comienzan a tocar los claxons de sus vehículos justo a las .23 centésimas de segundo después de que la luz cambia a verde. Esta desesperación (que todos los nativos de esta ciudad tenemos, pero que nadie sabe de dónde viene), es la que impedía que me tomara mi tiempo entre calle y calle.
Cierro el paréntesis, para abrir otro; ¿alguno de ustedes a manejado un automóvil estándar descalzo?, y con la pregunta anterior, me refiero a distancias largas. Además de raro ¡¡¡es horrible!!!. Los primeros minutos parece que uno está aprendiendo a manejar: saca mal las velocidades, el auto se le detiene al arrancarlo en primera, se tiene que pisar a fondo el cluch y el acelerador para que entren bien, etc. Después, a los cinco minutos la dureza de los pedales y la delicadeza de la piel de los pies (¿me quejó como niña?) comienza a tener resultados devastadores. Cierro el segundo paréntesis.
A pesar del valle de lágrimas que viví en el trayecto, manejé lo bastante rápido como para llegar en quince minutos.
Me estacioné lo más cerca posible y a pesar de que por aquella calle pasa bastante gente y que además me encontraba justo enfrente de una fonda, por comodidad y ahorro de tiempo decidí cambiarme el pantalón afuera del vehículo. Rápidamente me quité el pantalón deportivo y justo cuando giré para tomar el de mezclilla, ¡bam!, que sin querer empujo la puerta y cierro el auto. Lo preocupante no era haber dejado las llaves y mi teléfono celular dentro del carro, no, lo preocupante era ¡¡¡qué yo me encontraba en calzones a media calle un soleado domingo en el que al parecer a todo mundo le dio por salir a caminar por esa calle!!!. ¿Y ahora?. Si bien mi casa no estaba muy lejos de ahí (unos tres kilómetros), ni modo de dejar plantada a mi amiga, pero por otro lado, ni modo de llegar sin cartera, sin tenis y sin pantalón. En eso intentaba pensar cuando me di cuenta que en trescientos metros a la redonda, la atracción era yo. Aunque algunos fingían, todos me miraban. A algunos les ganaba la risa, otros se detenían divertidos por el espectáculo, otros murmuraban y yo, con mis boxers grises sin saber qué hacer. Fue entonces cuando una inspiración divina me hizo darme cuenta de mi estupidez... durante todo el tiempo que duró mi exhibicionismo, la puerta del copiloto tenía el seguro de la puerta levantado, al darme cuenta corrí hacía ese extremo del auto, abrí y me metí rapidísimo. Como ya no me quedaba ni tantita dignidad, terminé de cambiarme dentro, pero a la vista de todos, salí como si nada. Pero eso sí, con los pantalones bien puestos.
Bueno, después de contar puras cosas que ni al caso con el tema central de este post, ya les contaré como estuvo ‘el rock’. Al llegar a la explanada del Palacio de los Deportes ya estaba tocando Allison, y ante mis ojos, cientos de jóvenes bien jóvenes de entre 15 y 18 años (no es que yo sea viejo, pero comparado con los presentes si me sentía medio grande). En su mayoría enfundados con playeras negras (¿y yo de qué color iba?, si les digo que soy bien original), cantando y saltando de un lado para otra. En el escenario, los Allison tocaban con singular alegría y entre la letra de la canción, no perdían la oportunidad de soltar una que otra grosería que los presentes celebraban como si la Selección hubiera metido gol en la final del Mundial. Niñas muy guapas por todos lados, chavos que volaban sobre las cabezas y caían encima de los demás, decenas de cabezas afirmando al ritmo de la música y muchísimos incautos haciendo ‘cómo si tocaran’ guitarras invisibles.
Finalmente encontré a mi amiga. La saludé, comentamos un par de cosas y me quedé parado junto a ella. Me costó trabajo adaptarme al entorno, por eso, durante la primera canción que escuché me conformé con mirar lo que sucedía. Dos canciones más y comencé a ponerle atención a la letra de las canciones, que bueno, no son Shakespiere, Sanz o Lennon & McCartney, pero que para la edad de los Allison y el público para el que van dirigidos está bien. Después de mi brillante conclusión, comenzó la envidia que me provocaba que aquellos muchachos cinco años más jóvenes que yo robaran tantos gritos y suspiros por parte de todas las presentes. Digan que soy envidioso, celoso y mala persona, pero analizando a los cuatro integrantes del grupo ¿¡¿¡¿¡qué les ven?!?!?!. Digo, me dirán ustedes que el Rock es una actitud y esa rebeldía es lo que los hace más interesantes para el sexo opuesto. Pues bien, yo digo que ¡¡¡¡mis boxers grises recién salidos a la fama tienen más actitud!!!!.
Cantaron la última canción y todas las mujeres gritándoles que se acercaran a la valla que dividía el escenario del público. Ahí fue cuando me di cuenta que todos los hombres que estábamos ahí teníamos cara de ‘pocos amigos’, justo cuando sus amigas, novias, amantes o prospectas se abalanzaban para conseguir aunque sea ver más de cerca de los Rockstars. Por los demás sujetos que estaban en mi situación no sentía ni tantita pena, al contrario, al principio cantaban y saltaban de lo más felices, pero después, cuando vieron en sus héroes a sus peores enemigos, ya no sabían qué hacer para apartarlas de ahí.
Solidariamente acompañé a mi amiga a la valla para que ella pudiera ver más de cerca a ‘sus artistas’. Cuando los tuve a treinta centímetros de distancia me di cuenta de dos cosas: Una, lo fácil que hubiera sido asestarle un buen golpe a cualquiera de ellos y vengar así el orgullo de los otros hombres; y dos, lo tremendamente normales que son. Si no fuera por el glamour que les da una reja de seguridad y las guitarras eléctricas, los muchachillos esos podrían ser perfectamente unos cerillos del Wal Mart, unos chavos más de las retas de fútbol en el parque, cajeros de un McDonald’s o cualquier otra cosa normal. Según yo les eché mal de ojo, pero dudo que haya funcionado.
Así que no digan que es la actitud del Rockero, y que esa aura de inmaculados y atractivos se las da la lucha en el ambiente Underground (sepa la madre si se escribe así, ya me enojé). Igual sufren para saltar a la fama los cantantes de ranchero y nadie dice lo mismo de ellos. Voy a decir una idiotez (total, una más), pónganme una guitarra eléctrica, súbanme a un escenario y sepárenme de la gente por medio de cercas y verán cómo me vuelvo un símbolo sexual. Por eso, por medio de este post quiero anunciar que voy a formar mi propia banda de rock: Solicito baterista, guitarrista y un bajista; ofrezco: convertirse en un imán para las mujeres ¿quieren más?.
La realidad es que canto horrible, en la primaria no aprendí a tocar ni la flauta y mis composiciones, lejos de parecer rockeras sonarían a boleros. Así que no me queda de otra más que seguir muriéndome de coraje por la suerte que aquellos Rockstars tienen al llamar la atención de ellas siendo tan normales.
Por eso, les declaro la guerra.
12 comentarios:
ok, tuve que interrumpir la lectura en el primer tercio para comentar esto: me muero de la risa nada mas de imaginarte. Que quede claro, no me burlo, pero la escena es comiquisima, ademas de que en alguna etapa de la infancia me paso lo mismo, y los niños no fueron tan benévolos como tus espectadores...
Listo. Pues que decir? Después de una noche en el Bulldog tambien sali un poco hastiado con la actitud pseudo-rocker que se carga la gente a ultimas fechas. De no ser por las mujeres que te encuentras y que a fin de cuentas el rock es el rock, no tendria tantas ganas de volver a ese lugar.
No te preocupes, los escritores tambien tenemos nuestro encanto... ja
Well, mi estimado, yo no les declaro la guerra, yo sí clarito: LOS ENVIDIO, malditos todos, pero, en mi caso, el género es distinto, yo soy un ochentero incurable... y fácil hasta setentero ... desde tu José josé, hasta Nino Bravo, y es q si me escucharas en los karaokes, dejarías de ser mi amigo por la verguenza q te provocaría. Un abrazo!
Qué buen amigo eres!!! Yo prefiero darme un balazo en una pierna que ir a ver una "tocada" en la explanada del Palacio de los Deportes", que dicho sea de paso, sirve para todo menos para deportes...
Por lo menos no pasaste esa pena de estar en calzones y que nadie te volteara a ver... No???
jajaja!!!!me reí mucho Gabisss!!! Primero, como dijo Topo, me hubriese reido mucho si te hubriese visto en esa sitación!! Me dá risa solo imaginarlo!!jajaja!!(con onda eh!)
Segundo, es tan cierto lo que decis... asi que yo soy tu fan nro 1!!y prometo formar tu Fans Club Oficial!jjaja!!!Besos de Fan!!jaja
Gabrielito... :)
La parte que más me gustó fue la del cambio de ropa, lo siento jijiji, me reí muchísimo.
Afortunadamente no saliste en bikini o tanga, eso sí hubiera sido desafortunado. Total, unos boxers... son como shorts, ¿qué no? Les hubieras dicho que no conocen de moda, así andan todos en París. Incultos...
:)
Por eso dice Facundo Cabral que lo que da dinero es la fama. Y ella es la que tanta atracción tiene. Así que amigo busca algo para ser famoso, aunque ya estás cerca quizá sea tu destino, la causalidad de la exhibición de los boxers está marcando algún misterioso mensaje.
Odio a esos falsos grupetes Punk . . .
topo: el rock es el rock, gracias a Dios la música sigue estando por encima de los musicos. Y sí, los escritores tenemos nuestros encantos, sólo que la mayoría de las fans de los rockstars no los saben ver.
luis: nada de verguenza, la bohemia sí me gusta. ¡vaya, también el rock!, lo que no aguanto son los celos-envidia. saludos a Perú.
Gomis: a mi antes tendrían que darme un balazo en la pierna antes de no darle gusto a a ella. así tenga que soplarme una 'tocada'. deberían cambiarle el nombre al Palacio de los Deportes.
Romina: Gracias por lo del Club ja ja, tendré que programar una visita a Argentina.
Jorge: ¿será qué mi destino es el exhibicionismo?, por si las dudas tendré que ponerme a bajar los kilos de más.
mynita: ya somos dos (pero como dos millones de personas).
Formé una banda de rock en mi adolescencia llamada: "ME YEGA".
Música y letra original, nada de covers.
Eso de ser rock star es de la puta mare.
Todas las flacas nos adoraban.
Cómo extraño aquellas épocas, cuando sólo tenía 15 años y me alucinaba Jim Morrison.
Si algún día quisiera volver a ser algo, sería rockero.
son tontos no tocan bien y hablan bien sarra hahahaha bien maldita no me gusta la musica de ellos y si aka en mexicali rifa ahy mujeres guapas hahahaha yo soy una de ellas hahahaa no te kreas!!!
muy interesante tu escrito, no habia tenido la oportunidad de leerlo jajaja cuanto te he hecho pasar vdd?? por esto te amo chaps y por eso eres el mejor amigo del mundo y ps si tienen algun encanto jajaja q le gustan tanto a las mujeres... grax x acompañarme y pa aquellas que se sientan tu fan N.1 lamento decirles que esa soy yo! asi que d ahí pa abajo!!! te amo amigo!!
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