Tan simple al principio. Complicado después. Nada me basta. Por más que digan que hay más mundo detrás del horizonte nunca podré estar conforme con nada. Dicen que sin corazón no puedes vivir, entonces ¿cómo hacer cada que te lo quiebran en dos? Mueres muchas veces, supongo. Naces una vez superado el dolor, intentas amar de nuevo, te lo vuelven a romper, mueres de nuevo. Y así infinitamente. Gracias desamor.
Si morirse es renacer, creo que estoy en el limbo. No me recreo, no cambio, no llego. Probablemente he muerto ya tantas veces, que la vida ha preferido ahorrarme el trámite de ser, dejar de ser y volver a ser.
No tiene mucho que morí de nuevo. Ni siquiera sé si ya volví a la vida, o sigo aferrado a un corazón que ya ni forma tiene. Y estoy siendo benévolo, pues sospecho que ya ni corazón tengo y sólo respiro por inercia. Si sigo muerto, que alguien me lo diga. Si estoy agonizando, que me salven de mi inevitable muerte, esa que ya no tiene retorno: la renuncia definitiva al amar.
Vivir sin corazón no debe ser tan malo, al contrario, es casi lo mismo. Ríes, comes, duermes igual. Puedes correr, saltar, ver la televisión. Sólo que no hay latidos que te sobresalten para bien o para mal. Sin corazón la vida es una línea recta siempre tranquila. Todo lo conoces, nada te sorprende. Nadie puede hacerte daño... y eso da miedo.
Me siento bien, desconfiadamente bien. No soy presa del dolor que debería sentir por perderla una vez más. Puedo dormir y los ataques de ansiedad ya son controlables. Si no me conociera diría que me estoy desenamorando de ti. Pero no. No amarte, al menos para mí, es imposible. Tendría que no tener corazón. Para eso, tú y las otras tendrían que haber contribuido poco a poco a su destrucción.
¿Podré vivir sin corazón?... parece más sensato que vivir sin ti.
1 comentario:
A veces es difícil vivir esperando que esta vez no sea otra equivocación, porque sí, los hombres también nos templamos.
Vivir sin corazón es feo, es terrible, se sufre demasiado, sin embargo siempre, pero siempre hay alguien que sabe de alguna manera, encontrar ese músculo perdido en los confines de nuestro rencor.
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