“Todos alguna vez en la vida deberían leer El
Principito”, dice una frase común que habré escuchado un par de veces. Sin
embargo, a pesar de tener un ejemplar de esta novela en casa, nunca me había
dado el tiempo de leerla.
Por aquí y por allá había escuchado referencias a esta
obra, comentarios que la describían como un texto lleno de simbolismos y al que
siempre se le encuentran nuevos significados dependiendo del momento de la vida
en el que se le lea; pero ante todo, me decían, El Principito es un libro que
marca a quién lo lee.
Sabía que en algún momento de mi existencia me
confrontaría con él y comprobaría si todo esto era cierto. Ese momento llegó
hace unos días, pues escribí una nota sobre un árbol baobab que vive en unedificio de la Ciudad de México, y en ella haría referencia a esta novela. La
leí de un solo golpe y quedé sumamente satisfecho.
En apariencia, debería ser fácil hablar sobre El
Principito, un texto de no más de cien páginas, escrito en la primera mitad del
siglo pasado por el francés Antoine de Saint-Exupéry y que está dirigido al
público infantil; la realidad es muy diferente, hablar sobre esta novela no es
para nada sencillo, pues la experiencia al leerlo es muy personal, no obstante,
creo que no me equivoco si califico este libro como una grandiosa historia de
amor.
Cada una de sus páginas está impregnada del amor más puro
e inocente, el cual aparece enfundado en la imagen de un niño que viene de las
estrellas y que con su peculiar forma de ver el mundo va sembrando mensajes de
vida.
El argumento de El Principito para nadie es desconocido:
Debido a una falla de su avioneta, una piloto queda varado en el desierto del
Sahara. Mientras realiza las reparaciones necesarias, se encuentra con un
pequeño niño que dice venir de un lejano y pequeño asteroide. Así, a lo largo
de 8 días ambos se harán amigos, el aviador descubrirá que el Principito se
interesa por temas que los adultos dan por hecho y que también le gusta
cuestionar todo (aunque en cambio, rara vez responde preguntas).
Cadencioso, con un ritmo poético que le da belleza a cada
enunciado, así es este libro que nos hace conectar con nuestro niño interior y
replantearnos la manera en la que percibimos al mundo.
Hay varios parajes durante la historia que son luminosos
y con los cuales verdaderamente me enternecí, me sentí feliz y hasta me puse
melancólico, algunos de ellos son la relación del Principito con los baobabs
que crecen en su pequeño planeta, la visita que hace a distintos asteroides o
su llegada a la Tierra, un planeta en el que a pesar de su inmensidad, el
Principito se siente profundamente sólo.
No obstante, los dos momentos que se me arraigaron en el
alma fue la relación del Principito con su indefensa rosa de cuatro espinas, y
a la cual relaciono con el amor que se puede llegar a sentir por una mujer, y a
la cual, a pesar de sus aires de autosuficiencia y carácter cambiante, el
Principito siente la necesidad de proteger pues es suya y no hay dos como ella
en el universo. No sé por qué, pero la relación de la rosa y el Principito me
remiten a la canción Si hoy, del grupo Entre Ríos.
El otro momento entrañable es el encuentro del Principito
con el Zorro, quien le enseña el dilema de domesticar a otros para
enriquecernos la vida y alegrar nuestros corazones, aun con el consabido riesgo
de que tarde o temprano llorarem os al desprenderlos de ellas. Esta analogía,
creo, hace referencia a la amistad que podemos tener con otras personas o
incluso animales.
No sé si leer el Principito antes o más adelante me
hubiera dejado en el mismo estado de sensibilidad en el que ahora me encuentro,
lo cierto es que este libro dejó mi corazón en carne viva. Quizá esa pequeña
inquietud que no me deja en paz desde que llegué al punto final de la historia
sea mi niño interior pidiéndome que le conteste las preguntas que por medio de
esta lectura me hizo.
Su final simplemente me dejó sumido en una obscuridad que
sólo puedo aliviar asomándome a la ventana y escuchando la risa de las
estrellas que brillan en el firmamento. Como el piloto, yo también esperaré a
que alguien se tope con el Principito en aquellas dunas desérticas, me avise
que regresó y me saqué de esta tristeza en la que este libro me dejó.
Aun así lo que se dice es cierto: todos alguna vez
deberían leer El Principito.
2 comentarios:
Bonito artículo. He leído el libro 3 veces, una de niña (como a los 7), otra cuando tenía 15 y la última a los 21. La comparación que haces con la rosa y las mujeres es algo con lo que me llegué a identificar plenamente, todxs nos damos aires de autosuficiencia, pero necesitamos, a nuestro pesar, alguien que nos cuide y nos crea únicas en el universo.
Cada quien le da un significado diferente, yo lo veo distinto.
¡Saludos!
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