En el post pasado les conté cómo me estaba preparando para enfrentar la desvelada que tendría durante la noche del 19 y la madrugada del 20 de noviembre, a causa del juego de Nueva Zelanda vs. México, por el pase a la Copa Mundial de Brasil 2014.
Pues bien, la desvelada estuvo así...
Después de salir a trabajar el martes 19, llegué a mi casa, comí y después atendí unos asuntos personales en la calle. Volví a casa a eso de las 8 de la noche, y en medio de una auténtica tormenta subí a la azotea para ver cuanta agua había en los tinacos y saqué a pasear a mi perro Margarito, ya ven, uno que es temerario. Después de esto quedé empapado, así que me quité la ropa mojada, me puse mi pijama sensual, hice tantita popó y me dormí antes de las nueve de la noche.
Admito que me costó conciliar el sueño: una ilusión parecida a la que se siente cuando de niños se intenta dormir en la noche de un 5 de enero no me dejaba relajar. Y es que esta vez no esperaba encontrarme juguetes nuevos al despertar, sino un boleto para el Mundial.
Sí dormí, aunque no plenamente, pues constantemente me despertaba o mi sueño no era tan reconfortante. Justo cuando ya me encontraba dormido comenzó a sonar la alarma de mi celular. Ya eran las 23:45 y el juego desde Wellington estaba por comenzar.
Encendí el televisor, me puse a ver el partido, y claro, a tuitear para que la cosa estuviera más sabrosa. Muy pronto México se mostró superior y al medio tiempo ya ganaba 3-0. A esas alturas podría haberme ido a dormir pues el boleto al Mundial ya estaba prácticamente amarrado, pero ¿qué clase de hombre sería si dejo las cosas a medias? Mejor aproveché el descanso para cenarme unas Zucaritas.
El segundo tiempo estuvo más tranquilo. México se relajó en la cancha y aunque los de Nueva Zelanda intentaron ponerse abusados, al final el marcador terminó 4-2 a favor de México (9-3 global). Así, oficialmente México se convirtió en el clasificado número 31 a Brasil 2014.
Todavía estuve viendo un rato los programas deportivos y chacoteando en Twitter, hasta que por ahí de las 2:20 de la mañana me retiré a dormir. En esta ocasión no me costó nada conciliar el sueño y quedé dormido casi de inmediato.
Tuve un par de sueños raros y de pronto el despertador me volvió a la realidad alrededor de las 5:30 de la mañana. Me levanté con muchísimo sueño, tendí mi cama, me bañé y me fui a la chamba, aunque antes de subir a la oficina pasé por un café al Starbucks. Pasaditas las 7 de la mañana ya estaba trabajando.
Contrario a lo que yo creí durante toda la jornada laboral no sentí sueño ni cansancio. Salí a las 2:30 de la tarde, manejé hasta mi casa y comí. Ahora, mientras escribo estas palabras comienzo a sentir los estragos del desvelo. Ya saben, una pesadez general que alenta mis movimientos y pensamientos, un bostezo por aquí y un ojo lloroso por allá.
Subiré este post al blog, iré a correr un poco al parque, haré un poquito de popó y con su permiso, me dormiré un par de horas. Será un tiempo reparador, por favor no me molesten, que pocos sueños se disfrutan tanto como los que se tienen después de ver a la selección nacional de tu país calificar a un Mundial de Futbol.
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