viernes, 28 de junio de 2013

Meniscopatia, o por qué hacer ejercicio NO es saludable


“Meniscopatia en la rodilla izquierda”, ese fue el diagnostico al que llegó el médico ortopedista después de revisarme.

Quienes me conozcan o lean este blog estarán enterados de mi situación. Si no, les cuento: Hace varios meses empecé a correr y hasta participé en mi primer carrera. Eso de la corredera empezó a gustarme tanto, que por lo menos lo hacía una vez a la semana. Una vez me entró la loquera, corrí 8 kilómetros de un jalón (cosa que nunca había hecho) y por la tarde comenzó a dolerme la rodilla izquierda. A la semana siguiente volví a correr y me dolió la misma rodilla. A la semana siguiente volví a intentar correr y nuevamente me dolió la rodilla y así por un mes. Entonces decidí buscarle solución.

Desesperado recibí varios masajes por parte de un huesero que me dio mis buenas madrizas tronadas. Intenta correr nuevamente y el dolor volvió. Por lo tanto, mejor acudí con un doctor ortopedista, quien después de revisarme me comunicó que lo más probable era que mi padecimiento fuera una meniscopatia. Y la verdad es peor de lo que pensaba.

Resulta que mis meniscos se lastimaron por haber tenido un despliegue físico fuerte sin estar preparados para ello. Generalmente se soluciona con una operación, pero como en mi caso no estoy tan lesionado, con terapias y reposo podría recuperarme en unos dos meses. De no quedarme quieto, entonces podría lastimarme más, y ahora sí, la operación sería inevitable.

Obviamente me saqué de onda. Pensaba que me mandarían una pastillitas y listo, podría seguir corriendo como si nada. En cambio, además de asistir a terapia y usar rodillera, dejaría de correr por un espacio de dos meses, con lo cual me perdería dos carreras para las que ya me había inscrito. Confieso que me deprimí y por un par de horas me sentí profundamente triste y hasta chillé cuando estaba a solas en mi cuarto.

¿No que el ejercicio es saludable y trae muchos beneficios? En mi caso sólo amoló mi estado físico, me trajo gastos y mucha frustración.

Hasta ahora he ido a dos sesiones de terapia, donde me colocan toallas calientes en la rodilla, me colocan unos aparatos que me dan pequeñas descargas eléctricas y me ponen a realizar varios ejercicios que cada vez me confunden más, y me hacen preguntarme continuamente si realmente me curaré y volveré a correr.

La terapista dice que casi no tengo fuerza en mi pierna izquierda y de hecho se sorprende de que no sienta dolor todo el tiempo y no sólo cuando corro. Dice que mis movimientos con esa pierna son mucho más pesados y torpes que con la otra pierna. (Perdón por el comentario, pero durante la terapia me siento como niño de anuncio del Teletón).

Por lo pronto no me queda de otra más que guardar el mes de reposo, ver desde las gradas las dos carreras en las que participaría y seguir con mis terapias, rogándole al mismo tiempo que esa meniscopatia se vaya de la misma forma en la que llegó.

Sólo por ser mis amigos les confieso que a veces me entra la duda de qué el diagnostico del médico haya sido el correcto. Me niego a creer que por correr me haya hecho acreedor a una lesión que incluso podría terminar en una operación. ¿Ahora bien, por qué tengo una pierna más débil que la otra? Ni la terapista se lo explica. ¿Estaré chueco, torcido o de plano estoy embrujado?

Este domingo tenía una carrera y me duele en el alma no correrla. Dentro de un mes tengo otra en la que tampoco participaré. Espero que sean las últimas dos veces en las que me quedé al margen.

En fin, si algo me queda claro es que hacer ejercicio y llevar una vida saludable no me ha traído más que dolores de cabeza.  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si hubieras llevado una vida sedentaria, ahora no tendrías la rodilla destrozada. MORALEJA: el deporte es MALÍSIMO para la salud.

Unknown dijo...

La idea de cambiar un estilo de vida de la noche a la mañana tiene sus riesgos. Ademas creemos que el arte de correr viene en nuestros genes y requiere de un entrenamiento adecuado para evitar lesionarnos. Las lesiones se pueden prevenir con ejercicios de calentamiento, fortalecer los músculos de las piernas haciendo ejercicios, tales como caminar, subir las escaleras, usar la bicicleta estática, o levantar pesas, evitar los cambios rápidos en la intensidad de los ejercicios, aumentar poco a poco la fuerza o duración de las actividades, usar zapatos adecuados y mantener un peso saludable.
Exito con la recuperación y paciencia para volver a la pista.