1. Del Messenger, Facebook, las tarjetas virtuales y
otras maravillas
¿Cuántos de ustedes se han visto beneficiados por
Internet con fines amorosos?
Quien ahora escribe estas líneas confiesa haber pasado
varias noches charlando por Messenger (Q.E.P.D) con sus compañeras de clase.
Varias veces me animé a invitarlas a salir por medio de este sistema de
mensajería instantánea. Cómo olvidar los nervios que daban cuando después de
formulada la invitación, en la pantalla aparecía el mensaje <<’Fulanita
de tal’ está escribiendo un mensaje>>. En el caso de que la susodicha
aceptara, había felicidad absoluta. En caso contrario, no pasaba nada, de aquel
asunto no se enteraba casi nadie (a menos que la invitada en cuestión fuera una
hija de la fregada e hiciera el asunto público, pero esto al menos a mí nunca
me pasó).
Mandar postales electrónicas, pensamientos y cartas
románticas ya no requería toda una logística. Antes había que hacer una letra
más o menos legible sobre el papel, comprar un sobre, entregarlo, esperar el
momento adecuado para entregarlo, rogarle a Dios que ninguno de tus amigos
burlones viera esa carta porque estabas destinado a semanas de risas a tus
costillas. Ahora, basta un clic para hacer llegarle tus sentimientos a la
persona que quieras.
Repito, viví ambas etapas. Mandé cartas en papel y
también de manera electrónica. De entrada quizá a ellas les parezca más
romántico recibir una carta de forma física, pero si el contenido de la misma
no tiene substancia, entonces una postal o correo enviado desde la web y con el
mensaje correcto puede ser más efectivo.
Dicen que el mundo es de los valientes y sí, pero también
lo es de quienes saben sacarle provecho a la red.
Antes, enamorarse era aun más complejo que ahora. En
cuanto uno caía idiotizado por otra persona, debía acercarse a ella haciendo
acopio de valor. Repito, este reto era todo un goce para los valientes y
aventureros que gustan de arriesgarlo todo. ¿Pero y los calculadores e
introvertidos?
No había de otra, uno debía hacer acopio de coraje y
acercarse. Intentar seducir a la otra persona, averiguar si tiene o no novio,
sufrir en su ausencia pensando ¿qué estará haciendo?
Ahora las cosas no han cambiado mucho, pero sí son menos
complejas. Con tan sólo tener el nombre de nuestra prospecta, uno sólo necesita
del Google para obtener información sobre ella. En Facebook podemos ver si
tiene o no pareja, la vida a la que está acostumbrada, sus gustos y afinidades,
y el círculo de amigos y lugares que frecuenta. Si tiene blog o Twitter, uno
puede enterarse más del día a día de esa persona y de su forma de pensar, así
como saber si tiene el corazón roto, está clavada con otro o si se encuentra
abierta a encontrar el amor.
Todo esto de andar espiando al objeto de nuestros deseos
amorosos, antes era mal visto. Ahora también, pero está de moda y hasta tiene
un nombre: Stalkeo.
Hoy los enamoradizos pueden regalar canciones vía online,
declararse por medio de videos. Se puede charlar viendo la imagen de otra
persona usando Skype y mandar emoticones. Si de plano no pescamos ni un
resfriado, siempre nos quedarán los sitios de citas en línea como Match.com.
El otro lado de la moneda es cuando esas mismas
herramientas que nos ayudaron a conquistar son las mismas que pueden hundirnos
y llevarnos a una ruptura. Por ejemplo, es bien sabido de muchos casos en los
que una pareja rompe debido a fotografías o publicaciones en el muro de alguno
de los dos.
Al consolidarse una ruptura, la cercanía que las redes
sociales siguen permitiéndonos con la otra persona hace que el duelo se supere
más tardíamente. Ya ven, nos gusta tirarnos al drama y echarle más limón a la
herida viendo lo bien que se la pasan nuestros ex sin nosotros.
2. El lado obscuro del amor virtual
Todo en la vida tiene claroscuros. La búsqueda del amor
auxiliándonos del Internet no es la excepción. Lamentablemente cada vez son más
los casos de delincuentes y maleantes que usan las redes sociales y las salas
de chat para enganchar a jóvenes para extorsionarlos o incluso plagiarlos. No se
trata de satanizar las relaciones que se dan vía online pues lo mismo puede
ocurrirnos “en el mundo real”, pero bien vale la pena tener cuidado con
cualquier persona que se acerque a nosotros por este medio, sobre todo si se
trata de desconocidos.
Sólo se trata de estar atentos y no caer en excesos de
confianza.
3. El amor no cambia, sólo se transforma
Al final cada quién habla cómo le fue en la feria. No
dudo que haya quién sea capaz de ligar y encontrar el amor sin recurrir a
Internet, aunque en estos tiempos, es casi imposible que alguien menor de 30
años no se haya ayudado de la tecnología online para conseguir algún fin
amoroso, y claro, a veces sexual, pero ese es otro tema.
En ningún momento estoy en contra de enamorar a otra
persona frente a frente; nada se compara con un intercambio de miradas en un
bar, con abordar a quién nos gusta en una fiesta o con vivir la adrenalina de
regalar un ramo de flores. Sin embargo, hoy en día aquellos que estábamos
condenados a luchar en contra del desamor, ahora tenemos un gran aliado para
salir de esa condición: el Internet.
Una vez que el amor salta de los monitores, los tablets y
los smartphones al mundo real, Internet seguirá estando presente. Ya sea para
mantener a las parejas comunicadas o para causar malentendidos. Es algo
inherente al humano.
*** Texto de mi autoría, publicado originalmente en Sopitas.com
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