lunes, 24 de junio de 2013

Y así, Internet nos salvó del desamor (Parte 2 de 2)


1. Del Messenger, Facebook, las tarjetas virtuales y otras maravillas

¿Cuántos de ustedes se han visto beneficiados por Internet con fines amorosos?

Quien ahora escribe estas líneas confiesa haber pasado varias noches charlando por Messenger (Q.E.P.D) con sus compañeras de clase. Varias veces me animé a invitarlas a salir por medio de este sistema de mensajería instantánea. Cómo olvidar los nervios que daban cuando después de formulada la invitación, en la pantalla aparecía el mensaje <<’Fulanita de tal’ está escribiendo un mensaje>>. En el caso de que la susodicha aceptara, había felicidad absoluta. En caso contrario, no pasaba nada, de aquel asunto no se enteraba casi nadie (a menos que la invitada en cuestión fuera una hija de la fregada e hiciera el asunto público, pero esto al menos a mí nunca me pasó).

Mandar postales electrónicas, pensamientos y cartas románticas ya no requería toda una logística. Antes había que hacer una letra más o menos legible sobre el papel, comprar un sobre, entregarlo, esperar el momento adecuado para entregarlo, rogarle a Dios que ninguno de tus amigos burlones viera esa carta porque estabas destinado a semanas de risas a tus costillas. Ahora, basta un clic para hacer llegarle tus sentimientos a la persona que quieras.

Repito, viví ambas etapas. Mandé cartas en papel y también de manera electrónica. De entrada quizá a ellas les parezca más romántico recibir una carta de forma física, pero si el contenido de la misma no tiene substancia, entonces una postal o correo enviado desde la web y con el mensaje correcto puede ser más efectivo.

Dicen que el mundo es de los valientes y sí, pero también lo es de quienes saben sacarle provecho a la red.

Antes, enamorarse era aun más complejo que ahora. En cuanto uno caía idiotizado por otra persona, debía acercarse a ella haciendo acopio de valor. Repito, este reto era todo un goce para los valientes y aventureros que gustan de arriesgarlo todo. ¿Pero y los calculadores e introvertidos?

No había de otra, uno debía hacer acopio de coraje y acercarse. Intentar seducir a la otra persona, averiguar si tiene o no novio, sufrir en su ausencia pensando ¿qué estará haciendo?

Ahora las cosas no han cambiado mucho, pero sí son menos complejas. Con tan sólo tener el nombre de nuestra prospecta, uno sólo necesita del Google para obtener información sobre ella. En Facebook podemos ver si tiene o no pareja, la vida a la que está acostumbrada, sus gustos y afinidades, y el círculo de amigos y lugares que frecuenta. Si tiene blog o Twitter, uno puede enterarse más del día a día de esa persona y de su forma de pensar, así como saber si tiene el corazón roto, está clavada con otro o si se encuentra abierta a encontrar el amor.


Todo esto de andar espiando al objeto de nuestros deseos amorosos, antes era mal visto. Ahora también, pero está de moda y hasta tiene un nombre: Stalkeo.

Hoy los enamoradizos pueden regalar canciones vía online, declararse por medio de videos. Se puede charlar viendo la imagen de otra persona usando Skype y mandar emoticones. Si de plano no pescamos ni un resfriado, siempre nos quedarán los sitios de citas en línea como Match.com.

El otro lado de la moneda es cuando esas mismas herramientas que nos ayudaron a conquistar son las mismas que pueden hundirnos y llevarnos a una ruptura. Por ejemplo, es bien sabido de muchos casos en los que una pareja rompe debido a fotografías o publicaciones en el muro de alguno de los dos.

Al consolidarse una ruptura, la cercanía que las redes sociales siguen permitiéndonos con la otra persona hace que el duelo se supere más tardíamente. Ya ven, nos gusta tirarnos al drama y echarle más limón a la herida viendo lo bien que se la pasan nuestros ex sin nosotros.

2. El lado obscuro del amor virtual

Todo en la vida tiene claroscuros. La búsqueda del amor auxiliándonos del Internet no es la excepción. Lamentablemente cada vez son más los casos de delincuentes y maleantes que usan las redes sociales y las salas de chat para enganchar a jóvenes para extorsionarlos o incluso plagiarlos. No se trata de satanizar las relaciones que se dan vía online pues lo mismo puede ocurrirnos “en el mundo real”, pero bien vale la pena tener cuidado con cualquier persona que se acerque a nosotros por este medio, sobre todo si se trata de desconocidos.

Sólo se trata de estar atentos y no caer en excesos de confianza.


3. El amor no cambia, sólo se transforma

Al final cada quién habla cómo le fue en la feria. No dudo que haya quién sea capaz de ligar y encontrar el amor sin recurrir a Internet, aunque en estos tiempos, es casi imposible que alguien menor de 30 años no se haya ayudado de la tecnología online para conseguir algún fin amoroso, y claro, a veces sexual, pero ese es otro tema.

En ningún momento estoy en contra de enamorar a otra persona frente a frente; nada se compara con un intercambio de miradas en un bar, con abordar a quién nos gusta en una fiesta o con vivir la adrenalina de regalar un ramo de flores. Sin embargo, hoy en día aquellos que estábamos condenados a luchar en contra del desamor, ahora tenemos un gran aliado para salir de esa condición: el Internet.

Una vez que el amor salta de los monitores, los tablets y los smartphones al mundo real, Internet seguirá estando presente. Ya sea para mantener a las parejas comunicadas o para causar malentendidos. Es algo inherente al humano.


*** Texto de mi autoría, publicado originalmente en Sopitas.com

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