Todo aspirante a escritor sueña con ganar algún
prestigioso premio literario. Un reconocimiento que no sólo de fama y
reconocimiento al ganador, sino que también le reafirme su valía en el oficio
de crear historias.
El autor de este blog nunca ha ganado un premio
literario. O bueno, quizá sí. Pero no. Juzgue usted…
Eran los primeros días de febrero del 2006. Entonces no
tenía trabajo, por lo que pasaba mis días en la total inanición. Fue en una de
esas tardes eternas cuando mi amigo Rodrigo (7 años menor que yo) fue a
buscarme a mi casa, pidiéndome que lo ayudara con una de sus tareas. En su
escuela les habían pedido a todos los alumnos escribir un cuento relacionado al
día de San Valentín. Participarían las secciones primaria, secundaria y
preparatoria, y al final, sólo habría un ganador.
Rodrigo no estaba interesado en el premio. Sólo quería
que escribiera para él dos cuartillas, con las cuales cumpliría el trámite de
su tarea y podría seguir con su vida feliz. Acepté sin mucho ánimo, más por
compromiso que por ganas de sentarme a redactar sobre un tema como el 14 de
febrero, que en sí me parece ridículo.
Una mañana de lunes me puse a trabajar en el texto sin
tener una idea muy clara de qué haría. Minutos después se me ocurrió jugar con
la idea de la coma (el signo de puntuación) y la coma (el estado clínico de
pérdida de la conciencia). Entonces, la obligación se volvió placer, y las
siguientes tres horas en las que me tardé redondeando la historia fueron un
autentico deleite. Cuando terminé el texto, egoístamente pensé en quedármelo y
ya no dárselo a mi amigo. Modestia aparte, sentía que aquellas líneas me habían
quedado muy bien elaboradas.
Sin embargo, la flojera pudo más en mí. Ante la
perspectiva de ponerme a escribir un nuevo texto preferí darle ese escrito a
Rodrigo. Total, sólo lo quería para que no lo reprobaran y yo sólo lo escribí
porque él me lo pidió de favor. Osea, el pobre texto, más que tener su origen
en la inspiración literaria, lo tuvo en la mera y horrible obligación de
cumplir un trámite (tanto escolar como de amistad).
Unas semanas después, mientras jugábamos futbol en uno de
los parques de la colonia, llegó Rodrigo y me contó que cuando fue la
premiación del concurso literario, formaron a todos los estudiantes en el patio
(primaria, secundaria y prepa) y anunciaron a los ganadores. Él estaba
distraído cuando dijeron su nombre, anunciando que había obtenido el primer
lugar gracias al texto que entregó. Las autoridades escolares, muy sorprendidas
de su talento con la pluma, hasta le hicieron decir unas palaras frente a toda
la escuela.
Rodrigo, que ni siquiera leyó el cuento que le di y sólo
se limitó a entregarlo, dijo dos o tres palabras de agradecimiento y se bajó del
estrado, más apenado y confundido que orgulloso por la distinción. En los días
subsecuentes, varias de sus compañeras se acercaron a él y le dijeron que les
había encantado su escrito. Que se les hacía de lo más romántico y que debería
considerar el convertirse en escritor.
Después de haberme relatado lo anterior, Rodrigo cambió
la conversación y nunca más volvimos a tocar el tema. Para él, aquella anécdota
no pasaba de ser precisamente eso: una anécdota divertida. Para mí, en cambio,
me generó emociones encontradas. Nunca gano nada, y ahora que uno de mis textos
fue reconocido, tuve que conformarme con escuchar la historia ‘de lejitos’. Lo
mismo, los halagos de las muchachas hacia lo que escribí las recibió otro, no
yo.
Por otro lado, de cierta forma esto del reconocimiento
que-gané-pero-no-gané me ayudó a reafirmarme que no soy tan malo para eso de
escribir. Y que si bien, no fui reconocido por premio profesional ni de prestigio,
mi texto sí sobresalió del montón. Para quitarme el coraje, desde el 2007 subí
el escrito en mi blog y cada que lo releo me gusta más.
Ese pequeño cuento lleva por título “La coma (,) el amor
y otros accidentes", y es uno de los textos de los que más orgulloso me siento
de haber escrito, pues considero que logré redondearlo de una forma casi
perfecta. Si quieren leerlo, den clic aquí.
Después de eso, nunca he vuelto a ganar ningún premio
literario. Aunque eso sí, en alguna ocasión me salieron 40 pesos en una bolsita de papas.
1 comentario:
claro que eres un excelente escritor,
continua escribiendo y el mejor premio es saber de da uno lo mejor de si mismo.
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