lunes, 18 de marzo de 2013

De cuando gané (pero no gané) mi primer concurso literario


Todo aspirante a escritor sueña con ganar algún prestigioso premio literario. Un reconocimiento que no sólo de fama y reconocimiento al ganador, sino que también le reafirme su valía en el oficio de crear historias.

El autor de este blog nunca ha ganado un premio literario. O bueno, quizá sí. Pero no. Juzgue usted…

Eran los primeros días de febrero del 2006. Entonces no tenía trabajo, por lo que pasaba mis días en la total inanición. Fue en una de esas tardes eternas cuando mi amigo Rodrigo (7 años menor que yo) fue a buscarme a mi casa, pidiéndome que lo ayudara con una de sus tareas. En su escuela les habían pedido a todos los alumnos escribir un cuento relacionado al día de San Valentín. Participarían las secciones primaria, secundaria y preparatoria, y al final, sólo habría un ganador.

Rodrigo no estaba interesado en el premio. Sólo quería que escribiera para él dos cuartillas, con las cuales cumpliría el trámite de su tarea y podría seguir con su vida feliz. Acepté sin mucho ánimo, más por compromiso que por ganas de sentarme a redactar sobre un tema como el 14 de febrero, que en sí me parece ridículo.

Una mañana de lunes me puse a trabajar en el texto sin tener una idea muy clara de qué haría. Minutos después se me ocurrió jugar con la idea de la coma (el signo de puntuación) y la coma (el estado clínico de pérdida de la conciencia). Entonces, la obligación se volvió placer, y las siguientes tres horas en las que me tardé redondeando la historia fueron un autentico deleite. Cuando terminé el texto, egoístamente pensé en quedármelo y ya no dárselo a mi amigo. Modestia aparte, sentía que aquellas líneas me habían quedado muy bien elaboradas.  

Sin embargo, la flojera pudo más en mí. Ante la perspectiva de ponerme a escribir un nuevo texto preferí darle ese escrito a Rodrigo. Total, sólo lo quería para que no lo reprobaran y yo sólo lo escribí porque él me lo pidió de favor. Osea, el pobre texto, más que tener su origen en la inspiración literaria, lo tuvo en la mera y horrible obligación de cumplir un trámite (tanto escolar como de amistad).

Unas semanas después, mientras jugábamos futbol en uno de los parques de la colonia, llegó Rodrigo y me contó que cuando fue la premiación del concurso literario, formaron a todos los estudiantes en el patio (primaria, secundaria y prepa) y anunciaron a los ganadores. Él estaba distraído cuando dijeron su nombre, anunciando que había obtenido el primer lugar gracias al texto que entregó. Las autoridades escolares, muy sorprendidas de su talento con la pluma, hasta le hicieron decir unas palaras frente a toda la escuela.

Rodrigo, que ni siquiera leyó el cuento que le di y sólo se limitó a entregarlo, dijo dos o tres palabras de agradecimiento y se bajó del estrado, más apenado y confundido que orgulloso por la distinción. En los días subsecuentes, varias de sus compañeras se acercaron a él y le dijeron que les había encantado su escrito. Que se les hacía de lo más romántico y que debería considerar el convertirse en escritor.

Después de haberme relatado lo anterior, Rodrigo cambió la conversación y nunca más volvimos a tocar el tema. Para él, aquella anécdota no pasaba de ser precisamente eso: una anécdota divertida. Para mí, en cambio, me generó emociones encontradas. Nunca gano nada, y ahora que uno de mis textos fue reconocido, tuve que conformarme con escuchar la historia ‘de lejitos’. Lo mismo, los halagos de las muchachas hacia lo que escribí las recibió otro, no yo.

Por otro lado, de cierta forma esto del reconocimiento que-gané-pero-no-gané me ayudó a reafirmarme que no soy tan malo para eso de escribir. Y que si bien, no fui reconocido por premio profesional ni de prestigio, mi texto sí sobresalió del montón. Para quitarme el coraje, desde el 2007 subí el escrito en mi blog y cada que lo releo me gusta más.

Ese pequeño cuento lleva por título “La coma (,) el amor y otros accidentes", y es uno de los textos de los que más orgulloso me siento de haber escrito, pues considero que logré redondearlo de una forma casi perfecta. Si quieren leerlo, den clic aquí.    

Después de eso, nunca he vuelto a ganar ningún premio literario. Aunque eso sí, en alguna ocasión me salieron 40 pesos en una bolsita de papas

1 comentario:

Anónimo dijo...

claro que eres un excelente escritor,
continua escribiendo y el mejor premio es saber de da uno lo mejor de si mismo.