miércoles, 23 de febrero de 2011

La Esperanza muere al último


Libre. Cansado pero satisfecho. Con una gran carga menos. Así me sentí después de haber escrito "La primera vez que hice llorar a una mujer", post anterior a éste. En ella narré uno de tantos pasajes un tanto románticos-curiosos que protagonicé durante mi estancia en la preparatoria. No exagero al decir que esa época me dejó marcado. Si bien no hubo nada trascendente, personalmente estuve inmerso en una guerra de cambios de los que no siempre salía bien librado. Supongo que desde entonces agarré la vocación de hacer el ridículo.

Al finalizar esa etapa llegó el tiempo de la universidad, y aunque llegaron nuevas cosas, en mi mente siempre se quedaron grabadas aquellas vivencias en las que el amor (o más bien, el desamor) puso, por primera vez, mi mundo de cabeza. Apenas había pasado año y medio cuando sentí la necesidad de escribir lo que tan sólo años atrás viví. Intenté narrarlo a modo de novela ‘seria’ pero no pude. Entonces encontré el que pensé, sería el contexto ideal para plasmar todo lo que quería. Influenciado por series como Friends, Seinfield o Diseñador Ambos Sexos, decidí que no había un mejor genero para contar mis aventuras preparatorianas que la comedia de situación, género televisivo al que llevaba tiempo estudiando con detenimiento.

Usaba las madrugadas de vacaciones para escribir. El primer paso fue recordar. Después hice una lista de las anécdotas romántico-graciosas y las dividí en capítulos. En unas semanas tenía varias hojas de cuaderno llenas de una especie de fichas con el número de cada capítulo, las acciones más importantes en orden cronológico que en él ocurrirían, las canciones que se usarían y algunos datos más. El formato era sencillo. De esta forma terminé la primera temporada que constaría de 26 emisiones. Para los conocedores del formato sitcom, no descubriré el hilo negro al comentar que cada capítulo estaba escrito en la manera clásica: tres historias por capítulo que se van entrelazando entre sí y que ocasionalmente, van desarrollando una trama a lo largo de la temporada.

La trama básica era la siguiente: Gabriel fue en una secundaria religiosa de varones, cuya sección preparatoria, es mixta. Gabriel, que no tiene “ni idea de cómo tratar a las mujeres”, se enamora de una de sus nuevas compañeras llamada ‘Esperanza’. Lo malo, es que uno de sus mejores amigos, también le sucede lo mismo. ¿Cómo le hará Gabriel para sobrevivir y conquistar el amor de ella, sin morir en el intento? Junto a los protagonistas aparecen Mario, Rodrigo y Oralia. Para la segunda temporada aparece Armando “Mouse”, Daniel “El Fresa”, Estrella, Elisa y más personajes que van completando un divertido universo que para bien o para mal, es (o fue) completamente verídico.

Así nació el boceto de lo que desde entonces llamé "La Esperanza muere al último”. Originalmente serían tres temporadas. La primera correspondería a mi estancia en 4to año de prepa, la segunda 5to año y la tercera al sexto año y el viaje y ceremonia de graduación. Sin embargo, justo cuando estaba más inmerso en la creación del sitcom, me di cuenta la historia tenía su continuación en mis vivencias universitarias. Ciertos eventos hacían que las primeras tres temporadas conectaran perfectamente con mi estancia en una nueva escuela. Varios personajes repetían, nuevos llegaban y más y más situaciones iban agregándose. Al paso de los meses, y debido a nuevos romances y múltiples ocupaciones propias de la universidad, dejé de escribir la historia y guarde las hojas que llevaba en una caja de tenis que guardé debajo de mi cama. No obstante, la estructura de cada una de las temporadas y los personajes se quedó muy bien grabada en mi mente, y aun más, seguí alimentándola. Desde ahí, y como si mi vida entera fuera televisada, agarré la costumbre de ir dividiendo mi vida por temporadas, dejando los sucesos más impactantes o significativos como los inicios y finales entre cada una de ellas. Ahora mismo el juego sigue, voy en la decima.

Alguna vez soñé con ver el producto de mis malviajes cósmicos en televisión. Después me he ido conformando con ir armando mi propio sitcom y actuarlo-vivirlo sólo para mí. Pero vivir así me ha sido muy útil, pues me obliga a no tomarme las cosas tan en serio, incluso a ver cualquier tragedia o adversidad con otros ojos.

Todo iba bien, el sitcom de la historia dormía debajo de mi cama y pensé que ahí se quedaría por siempre. Por desgracia (o fortuna), el muerto revivió hace unos meses, y todo lo ocurrido en esos días ha estado girando en mi mente, tanto, que el contar aunque fuera una parte de esa historia se me fue haciendo necesario, urgente. Por eso, aunque fuera sólo una parte, decidí escribirla. La comezón desapareció sólo un momento, pero ha vuelto y ahí está, en espera de que haga algo con ella. Y justo ahí está el dilema. Revivo mi idea de continuar redactando cada uno de los capítulos de ‘La Esperanza muere al último’, con todo y que quizá nunca la termine, y peor aún, nunca llegue a realizarse como la tengo en la mente; o, la escribo en éste blog o a modo de novela, aun a sabiendas de que probablemente pierda parte de su frescura original.

En cuanto
me corrieron del trabajo pensé que tendría más tiempo para dedicarle a otros proyectos aparte del blog, como el avanzar la escritura del libro sobre la vida de mi abuelo. Para mi desgracia, el tiempo no me alcanza para buscar un nuevo empleo, mantener mi blog actualizado, escribir un libro y buscar darle un fin aceptable al que por ahora es un sitcom, pero amenaza con volverse algo más. Me gustaría dedicarle a cada cosa su espacio, pero todo colapsará si sigo pensando en abarcar todo.

Una historia que sólo yo sé. Qué tengo estructurada de manera impecable y que me muero por compartir. De momento sólo una cosa tengo clara. La Esperanza muere al último.

1 comentario:

Anónimo dijo...

gabriel claro que la esperanza muere al último solo necesitas organizar tus tiempos y tener claro lo que quieres y claro que tu puedes yo confio en ti.