Aunque no suceda con todos, estoy seguro que hay libros predestinados para llegar a nuestra vida. Justo en ese momento cuando nuestras dudas son tantas que nos asfixian, llega esa historia que nos habla de nosotros mismos, nos aclara al panorama y se introduce en nuestras entrañas hasta dar con nuestro corazón para sacudirlo, zarandearlo y cambiarlo de posición. Una novela que te marea, te duela y te haga sufrir, pero a la vez la sientas a tu medida. Que te incomode y sin embargo, no la puedas soltar. Así me pasó con Tokyo Blues (Norwegian Wood).
Tenía un muy buen tiempo queriendo leer alguna obra de Haruki Murakami. Tras leer un par de síntesis sobre sus principales novelas me decidí por Tokyo Blues. El argumento de esta, si bien no parecía nada del otro mundo, me atrajo a sobremanera: En un frío aeropuerto, Toru Watanabe escucha casualmente una canción de los Beatles que le remueve los sentimientos, la tristeza y la nostalgia, llevándolo a recordar su juventud a finales de los años 60, cuando Tokyo se cimbraba en medio de revueltas estudiantiles. La remembranza se vuelve abrumadora cuando en la memoria de Watanabe reaparece la imagen de Naoko, novia de Kizuki, su único amigo de la adolescencia. Tras el suicidio de éste, Naoko y Watanabe se encuentran un año después, entablando una extraña relación que se complica conforme la salud y estabilidad emocional de Naoko va quebrándose hasta llevarla a terminar internada en un centro de reposo. Paralelo a estas acciones Watanabe conoce a Midori, una chica extrovertida y decidida que le muestra otro lado de la vida citadina y con la que entabla una relación de amistad-enamoramiento que no hará más que confundir al protagonista en la búsqueda de su propia identidad.
Quizá era la mención de los Beatles, la referencia a los turbulentos años sesentas de una cultura tan lejana como la japonesa, la historia de amor o un poco de todo, lo que me llevó como loco a buscar Tokyo Blues en varias librerías hasta encontrarla. Después me perdí en su lectura, dejé botados los otros libros que ya había iniciado y no dejé pasar una noche sin leer por lo menos un par de páginas antes de irme a dormir. Ayer por fin lo terminé con esa extraña sensación de tristeza y pesadez que acompaña a los personajes a lo largo de la historia. Tanto me compenetré con la historia que todavía hoy traigo varios de sus pasajes en la cabeza.
Definitivamente mi primera experiencia leyendo a Murakami fue más que provechosa. Descubrir a un autor así, cuyas letras te dan escalofríos en la espalda y hace que tu ritmo cardiaco aumente, no es algo de todos los días. Una cosa es leer una novela y disfrutarla, y otra, es encontrar una novela con carretadas de similitudes con mi vida actual. Junto con Watanabe, comparto el grandísimo problema de la inseguridad, de no saber nunca si el paso que se da es el correcto. Watanabe duda hasta del amor. En su búsqueda de no querer lastimar a los demás termina por ser seco y distante en cuanto a cuestiones sentimentales, y no es porque no quiera querer, simplemente no sabe si es el lugar, el momento y la persona adecuada. Por eso encuentra un desahogo temporal en las relaciones casuales y en los encuentros sexuales de ocasión que después, una vez pasada la tormenta de la pasión, sólo dejan un vacío con sabor a nicotina y resaca. Por si fuera poco, Watanabe debe soportar los continuos cuestionamientos sobre la muerte, elemento que asalta y cuestiona a la razón del protagonista a lo largo de esta entrega de Murakami.
Si bien Watanabe, como personaje central, es un hallazgo y hasta terminé por verme en él, no terminó por comprarlo. Algo ahí en el comportamiento y en las reacciones del personaje que no me encaja. No terminó por creerme tanta madurez en un joven de 20 años. Perspectiva muy personal y que no afecta casi en nada el brillante desarrollo de la historia, que quizá tenga que ver con la diferencia de culturas que existe entre la cultura mexicana y la japonesa.
El encanto de Tokyo Blues no se queda sólo en los conflictos del protagonista. Tokyo Blues es una deliciosa y precisa narración del ambiente de la capital japonesa de hace 50 años, del pulso de vida de una ciudad que desde este lado del charco siempre nos ha parecido enigmática pero que no alcanzamos a comprender en su intimidad, en sus calles, en sus bares, en sus suburbios. Adentrarse en esa cultura y comprenderla es parte del talento innegable que posee Hurakami, pues la historia podría ocurrir en cualquier otra ciudad del mundo. Están además las menciones músicales que dotan a la novela de un ritmo muy especial, desde varias menciones y guiños a las canciones del cuarteto de Liverpool hasta el propio Bob Dylan. No es de extrañar que Norwegian Wood de los Beatles sea la que le da el subtitulo a Tokio Blues.
Los personajes secundarios que son deliciosos, y esa narrativa que raya en lo poético de Murakami. El ritmo cadencioso de narrar los encuentros sexuales. Los paisajes que se nos dibujan con palabras y que dotan a cada estación del año de una personalidad propia. Las frases divertidas. La eterna diferencia de pensamiento de los hombres y las mujeres. Un todo que hacen una novela redonda, de esas que al llegar al punto final te impiden levantarte.
Seguramente volverá a leer algo de Murakami. Por lo pronto me quedo con un gran sabor de boca. Tokyo Blues me dejó melancólico y reflexivo. Me dio respuestas y me hizo otras preguntas. No me trajo la calma, al contrario, revolvió mi interior, tal y como ocurre con los libros que valen la pena.
Tenía un muy buen tiempo queriendo leer alguna obra de Haruki Murakami. Tras leer un par de síntesis sobre sus principales novelas me decidí por Tokyo Blues. El argumento de esta, si bien no parecía nada del otro mundo, me atrajo a sobremanera: En un frío aeropuerto, Toru Watanabe escucha casualmente una canción de los Beatles que le remueve los sentimientos, la tristeza y la nostalgia, llevándolo a recordar su juventud a finales de los años 60, cuando Tokyo se cimbraba en medio de revueltas estudiantiles. La remembranza se vuelve abrumadora cuando en la memoria de Watanabe reaparece la imagen de Naoko, novia de Kizuki, su único amigo de la adolescencia. Tras el suicidio de éste, Naoko y Watanabe se encuentran un año después, entablando una extraña relación que se complica conforme la salud y estabilidad emocional de Naoko va quebrándose hasta llevarla a terminar internada en un centro de reposo. Paralelo a estas acciones Watanabe conoce a Midori, una chica extrovertida y decidida que le muestra otro lado de la vida citadina y con la que entabla una relación de amistad-enamoramiento que no hará más que confundir al protagonista en la búsqueda de su propia identidad.
Quizá era la mención de los Beatles, la referencia a los turbulentos años sesentas de una cultura tan lejana como la japonesa, la historia de amor o un poco de todo, lo que me llevó como loco a buscar Tokyo Blues en varias librerías hasta encontrarla. Después me perdí en su lectura, dejé botados los otros libros que ya había iniciado y no dejé pasar una noche sin leer por lo menos un par de páginas antes de irme a dormir. Ayer por fin lo terminé con esa extraña sensación de tristeza y pesadez que acompaña a los personajes a lo largo de la historia. Tanto me compenetré con la historia que todavía hoy traigo varios de sus pasajes en la cabeza.
Definitivamente mi primera experiencia leyendo a Murakami fue más que provechosa. Descubrir a un autor así, cuyas letras te dan escalofríos en la espalda y hace que tu ritmo cardiaco aumente, no es algo de todos los días. Una cosa es leer una novela y disfrutarla, y otra, es encontrar una novela con carretadas de similitudes con mi vida actual. Junto con Watanabe, comparto el grandísimo problema de la inseguridad, de no saber nunca si el paso que se da es el correcto. Watanabe duda hasta del amor. En su búsqueda de no querer lastimar a los demás termina por ser seco y distante en cuanto a cuestiones sentimentales, y no es porque no quiera querer, simplemente no sabe si es el lugar, el momento y la persona adecuada. Por eso encuentra un desahogo temporal en las relaciones casuales y en los encuentros sexuales de ocasión que después, una vez pasada la tormenta de la pasión, sólo dejan un vacío con sabor a nicotina y resaca. Por si fuera poco, Watanabe debe soportar los continuos cuestionamientos sobre la muerte, elemento que asalta y cuestiona a la razón del protagonista a lo largo de esta entrega de Murakami.
Si bien Watanabe, como personaje central, es un hallazgo y hasta terminé por verme en él, no terminó por comprarlo. Algo ahí en el comportamiento y en las reacciones del personaje que no me encaja. No terminó por creerme tanta madurez en un joven de 20 años. Perspectiva muy personal y que no afecta casi en nada el brillante desarrollo de la historia, que quizá tenga que ver con la diferencia de culturas que existe entre la cultura mexicana y la japonesa.
El encanto de Tokyo Blues no se queda sólo en los conflictos del protagonista. Tokyo Blues es una deliciosa y precisa narración del ambiente de la capital japonesa de hace 50 años, del pulso de vida de una ciudad que desde este lado del charco siempre nos ha parecido enigmática pero que no alcanzamos a comprender en su intimidad, en sus calles, en sus bares, en sus suburbios. Adentrarse en esa cultura y comprenderla es parte del talento innegable que posee Hurakami, pues la historia podría ocurrir en cualquier otra ciudad del mundo. Están además las menciones músicales que dotan a la novela de un ritmo muy especial, desde varias menciones y guiños a las canciones del cuarteto de Liverpool hasta el propio Bob Dylan. No es de extrañar que Norwegian Wood de los Beatles sea la que le da el subtitulo a Tokio Blues.
Los personajes secundarios que son deliciosos, y esa narrativa que raya en lo poético de Murakami. El ritmo cadencioso de narrar los encuentros sexuales. Los paisajes que se nos dibujan con palabras y que dotan a cada estación del año de una personalidad propia. Las frases divertidas. La eterna diferencia de pensamiento de los hombres y las mujeres. Un todo que hacen una novela redonda, de esas que al llegar al punto final te impiden levantarte.
Seguramente volverá a leer algo de Murakami. Por lo pronto me quedo con un gran sabor de boca. Tokyo Blues me dejó melancólico y reflexivo. Me dio respuestas y me hizo otras preguntas. No me trajo la calma, al contrario, revolvió mi interior, tal y como ocurre con los libros que valen la pena.
2 comentarios:
se oye interesante eh? a mi tan solo el blues en el título ya me decide un poco.
en dónde lo ocnseguiste? para no perder tanto tiempo en estar buscando, porfa rólame el dato.
la leeré tan pronto termine de leer conversación en la catedral.
alvi: de verdad está de lujo. la edición de andanzas es complicado consegurla, pero hace poco vi en gandhi de miguel ángel de quevedo muchos ejemplares en edición maxi tusquets. la que sea no hay pierde, lo que vale es el texto.
saludos!
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