A duras penas puedo escribir desde esta zona de guerra, así que de antemano les pido disculpa por la brevedad del siguiente escrito. Ayer apacible y acogedora, hoy un espacio de nadie, eso es mi casa de unos días para acá.
En mi antes ‘hogar’ están poniendo el arbolito y los adornos navideños. Todo está de cabeza. Cajas por aquí, muebles amontonados por allá, adornos encima de la mesa, esferas en el piso, series de foquitos formando una inmensa maraña en el sofá, el arbolito navideño sintético a medio armar y cuya punta está chueca, una bicicleta recargada en la pared, un balón ponchado a media escalera, etc. Nada en su lugar.
Ni siquiera pude dirigirme a la computadora desde la cual escribo, sin tener que esquivar polvo, sillas y bolsas llenas de objetos rojos aterciopelados que supongo, son gorritos de Santa Claus. Si crees que exagero al decir que estoy en una zona de guerra, es quizá porque aun no conocer el detalle más aterrador: TODAS las cortinas de mi casa se mandaron a lavar, por lo que ahora cubrimos todas las ventanas del inmueble con sabanas. Por favor, no se imaginen la imagen glamorosa y ‘nice’ que mi hogar proyecta.
Los cálculos más alentadores dicen que todo volverá a su normalidad en un par de días. Que el arbolito de navidad se verá mejor y que todo será más empalagosamente navideño que otros años. Lo cual, por cierto, me preocupa mucho más que el mismo caos domestico. El año antepasado los demás habitantes de esta casa colgaron estrellas llenas de diamantina en el techo, árbol de navidad y paredes, haciéndome sentir como osito cariñosito región 4.
Seguiré informando desde los escombros decembrinos, aquellos que cada año le quitan la calma habitual a mi vida. Hoy he tropezado cinco veces con diversos artefactos, espero sobrevivir a las caídas.
Desde su trinchera, reportó Gabriel Revelo.
En mi antes ‘hogar’ están poniendo el arbolito y los adornos navideños. Todo está de cabeza. Cajas por aquí, muebles amontonados por allá, adornos encima de la mesa, esferas en el piso, series de foquitos formando una inmensa maraña en el sofá, el arbolito navideño sintético a medio armar y cuya punta está chueca, una bicicleta recargada en la pared, un balón ponchado a media escalera, etc. Nada en su lugar.
Ni siquiera pude dirigirme a la computadora desde la cual escribo, sin tener que esquivar polvo, sillas y bolsas llenas de objetos rojos aterciopelados que supongo, son gorritos de Santa Claus. Si crees que exagero al decir que estoy en una zona de guerra, es quizá porque aun no conocer el detalle más aterrador: TODAS las cortinas de mi casa se mandaron a lavar, por lo que ahora cubrimos todas las ventanas del inmueble con sabanas. Por favor, no se imaginen la imagen glamorosa y ‘nice’ que mi hogar proyecta.
Los cálculos más alentadores dicen que todo volverá a su normalidad en un par de días. Que el arbolito de navidad se verá mejor y que todo será más empalagosamente navideño que otros años. Lo cual, por cierto, me preocupa mucho más que el mismo caos domestico. El año antepasado los demás habitantes de esta casa colgaron estrellas llenas de diamantina en el techo, árbol de navidad y paredes, haciéndome sentir como osito cariñosito región 4.
Seguiré informando desde los escombros decembrinos, aquellos que cada año le quitan la calma habitual a mi vida. Hoy he tropezado cinco veces con diversos artefactos, espero sobrevivir a las caídas.
Desde su trinchera, reportó Gabriel Revelo.
5 comentarios:
Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, jajajajajaja!!!
Ay, Gabrielito, me matás, pero de risa, mirá que hay casualidades, porque yo también hize talacha en mi pieza, cambié de lugar todos mis muebles, mi cama real, mi escritorio real, mi pequeña sala de estar, mi tocador y mis demás chácharas, asíque también había desorden por acá. Enonces ya somos 2. Y eso que sólo fue en mi recámara.
Imagináte cuando sea en todo mi castillo, será un caos total porque acá ponemos un árbol de como 2 metros y medio de altura (en Céfiro también celebramos la Navidad) y no te cuento, digo, sí te cuento que es una verdadera lata poner las lucesitas del pino, y tenemos muchas esferas y chácharas que van colgadas en nuestro pino de Navidad, que a diferencia de vos, nosotros sí conseguimos cada año un pino natural, con olor a pino y todo lo demás, y además, para poner la estrella que va en la punta alta del pino, ni siquiera con una escalera la alcanzamos porque además de alto, siempre conseguimos un pino bien gordo. Y no sólo la estrella, sino lo que va arriba, y para hacer espacio, siempre movemos los muebles y se hace un desorden, mucho peor que el tuyo, porque además tenemos tantas cosas, que no nos caben en la Navidad y tenemos que sacarlas de la sala (ó de donde sea) y guardarlas en el sótano ó en el cuarto de la azotea.
Y no sólo eso, sino también la vajilla, los cubiertos, las paredes las pintamos con nieve artificial y les pegamos uno que otro adorno que los plebeyos nos consiguen de varias tiendas de segunda mano. Ponemos de esas farolas de papel en las lámparas de adentro y afuera.
Si pudieras ver mi castillo, parece piñata.
Bueno, ya, por hacerme reir te mandaré otro premio a tu mail.
Te saludo y me despido
Atentamente:
Jessie, la primera y la dadora de premios
Que padre, mi familia no es muy de poner adornos y esas cosas, ni siquiera árbol jajaja.
Estás en el medio de un tsunami navideño.
José Roberto Coppola
jessie: me queda una duda de plebeyo común y corriente... ¿y cómo trasladan a tu castillo esos arboles inmensos?...
k: la mia sí... pero acostumbra a hacerlo a última hora.
terapia: a mi el tsunami ya me arrastró---
jajajajaja...
esa parte es odiosa.
Mi árbol de navidad ya se secó, osea que ya llevo como un mes lidiando con los adornos...jajajajaja pero en el fondo disfruto con la planeación navideña.
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